La vida de otro (23: Mi vida sin Ana)

Después de su ruptura con su novia Ana, Juan intentará recuperar la normalidad y acudirá a una fiesta donde hará nuevos amigos.

  1. MI VIDA SIN ANA

Han pasado unos días desde la ruptura con Ana y en este tiempo las cosas han cambiado bastante. Al día siguiente a nuestra conversación, el tema de la ruptura era de dominio público. Los padres de Ana llamaron a mi madre para preguntar por lo sucedido, incluso quisieron hablar conmigo, algo a lo que yo me negué en redondo. No estaba dispuesto a que terceras personas se entrometieran en el asunto.

Las reacciones en mi entono más próximo no se hicieron esperar. Mi madre me interrogó sobre lo sucedido, insistió en que fuese lo que fuese seguramente podíamos arreglarlo. Incluso se ofreció a hacer de mediadora. Mi hermano estuvo también en esa línea. Me dijo que el final se veía venir desde hacía días y me apoyó en la decisión, aunque no estuvo nada de acuerdo en la brusquedad con la que planteé la ruptura.

Mis amigos no se pronunciaron en un principio, pero cuando Ana difundió el motivo de la ruptura, mi supuesta infidelidad con otra chica, todos cerraron filas entorno a mi ex novia. En pocas palabras me dieron la espalda. Era de esperar, y la verdad es que no me importó. Prefería que la gente pensase que era un cabrón por liarme con otra, a que mis encuentros con Toni y Javier saliesen a la luz.

Toni me mandó un SMS para darme su apoyo por mi decisión. Le respondí diciéndole que no se confundiese, que mi ruptura con Ana no tenía nada que ver con nuestros encuentros. Jesús me llamó para echarme un bronca monumental por mi manera de romper con Ana. Me dijo también que como Ruth y ella eran amigas, quizás estaríamos un tiempo sin vernos, pero cuando las cosas se calmasen todo volvería a la normalidad. Excusas. Ni si quiera me había agradecido lo que hice por su reconciliación. Pedro no dio señales de vida, supongo que bien amaestrado por Raquel. Emma me invitó a comer, intentó sacarme todo lo que quería saber y terminó por decirme que le había hecho mucho daño a Ana y que ahora mi ex necesitaría el apoyo de todos sus amigos. Excusas. De Iván no tuve noticias, aunque las dos veces que lo vi con Ana en la facultad me dejaron muy clara cual era su postura. Buitre, majestuosa ave carroñera.

No les reproché nada. Ante esa situación había que posicionarse y mi ex novia parecía haberlo dejado claro: o con ella o contra ella. Ana era la víctima y yo el verdugo. Mis amigos decidieron dar su apoyo a Ana y esperar que las aguas se calmasen para reestablecer su relación conmigo. Pero en todo hay excepciones, y esta vez Jordi se desmarcó del resto. Su apoyo fue fundamental para que no me hundiera en los reproches de mis otros "amigos". El sábado me llamó mientras estaba en casa preparando el temario de un examen parcial.

  • Oye tío, te llamo para invitarte a una pequeña fiesta en casa de un amigo.

  • Uff... no estoy de humor Jordi. -Dije yo sinceramente.

  • Por eso Juan, te vendrá bien salir un poco. Joder, que sólo has roto con ella, que no la has matado y enterrado en la cuneta de una carretera comarcal. Deja ya de atormentarte. Tus motivos tendrías.

  • Ya, pero nadie lo entiende...

  • Juan, tienes que dejar de lamentarte, el tiempo pone las cosas en su sitio. Cuando Ana esté más animada todo volverá a la normalidad. En este momento es lógico que vuestros amigos en común le den su apoyo.

  • Eso espero... y bien, ¿dónde es la fiesta? –Dije yo pensando que quizás me vendría bien salir un poco.

  • Así me gusta Juan. La fiesta es en el ático de un amigo. De Rafa, no sé si le recuerdas, ha venido a alguna cena con el grupo. Tiene una tienda de cómics, juegos de rol y este tipo de cosas en el centro de Barcelona.

  • Pues sí, me suena el nombre. Está bien, iré. ¿A qué hora te pasó a buscar?

  • A ver... ¿a las diez te va bien?

  • Perfecto Jordi, nos vemos a las diez. –Contesté yo.

  • Juan eres cojonudo. Te veo luego.

Después de la llamada decidí hacer una pausa y bajé a la cocina para beber algo. El resto de la tarde fue realmente aburrida. Ni una llamada de mis amigos. Mi hermano que había salido con unos amigos no llegó hasta la hora de cenar. Mi madre volvió de la compra a las ocho, y los tres cenamos juntos en la cocina. Después Carlos se marchó otra vez. Sobre las nueve y cuarto me fui yo.

Recogí a Jordi en su casa y nos fuimos a la fiesta. El ático estaba en el Paseo de Sant Joan. Por fuera era uno de esos edificios de principios del siglo XX típicos del Eixample barcelonés. Por dentro estaba completamente reformado y decorado con muebles del Ikea. Cuando entramos en el equipo de música sonaba Rythm of the night de Jasmin K.

Después de las presentaciones de cortesía, Rafa nos enseñó un poco el piso. El comedor era realmente amplio y daba a una terraza posiblemente más grande que todo el piso junto. El resto no destacaba especialmente. Me serví un vodka con naranja y estuvimos un rato hablando del smart roadster que se acababa de comprar Jordi para jubilar su smart city-coupé.

  • Perdonad. –Dijo Rafa interrumpiendo a Jesús.- Quería presentaros a alguien. Ésta es Natalia, mi hermana, y estas son sus amigas, Alba y Marta. Chicas a Jordi ya le conocéis y él es Juan.

Después de los besos de rigor las tres se quedaron hablando con nosotros. Natalia era sin duda la más guapa de las tres. Era alta y esbelta, y por su cara de niña mona debía tener unos 16 o 17 años. Tenía el pelo castaño oscuro, muy largo y liso. Iba vestida con una breve falda tejana y una especie de blusa blanca con el escote de barca que dejaba a la vista unos precioso hombros. No llamaba la atención ni por unos pechos grandes ni por un culo especialmente atractivo. Natalia estaba más bien delgada pero me resultaba muy atractiva.

Alba era más bajita, de caderas amplias y voluminoso pecho. Tenía el pelo teñido de un rubio platino que cegaba la vista e iba vestida con ropa de aquellos supermercados donde la gente se compra de todo por poco dinero, del Zara vamos. Por último Marta. De apariencia un tanto desgarbada, piernas largas y cintura alta. Aunque pareciese mentira llevaba unos pantalones de chándal y un top, perfecta indumentaria para un fiesta. Todo ello de otro de los grandes de la moda, de Bershka.

  • ¿Y qué tal la noche? –Dijo Natalia con timidez.

  • Bien, está bien el ambiente, la música, la comida... –Dije yo por cortesía.

  • A mi hermano se le da muy bien esto de organizar fiestas.

  • Sí, si duda –mentí yo-. ¿Vienes a muchas de sus fiestas?

  • No, que va... no me deja, dice que desentonamos porque somos unas crías. Lo de hoy ha sido una excepción. –Dijo ella con una sonrisa.

  • ¿Cría? Pues yo te veo hecha una mujer. –Dije yo provocando que Natalia se ruborizara.

  • Gracias. De hecho si nos han presentado ha sido porque tenía interés en conocerte.

  • Vaya... para serte sincero tú también has despertado mi interés. ¿Quieres bailar?

  • De acuerdo. –Dijo ella con una sonrisa.

Nos situamos en medio del comedor que se había convertido en una improvisada pista de baile. Sonaba "Te aviso, te anuncio" de Shakira. Natalia empezó a moverse con suavidad ante mi atenta mirada. Sus caderas se sacudían magistralmente al ritmo de la música. Sus brazos rodearon mi cuello y los míos atraparon su cintura. El baile empezaba a cargarse de sensualidad. Se acercó más mí. Dio un giro y dándome la espalda su prieto culito rozó mi paquete. Me estaba calentando. Otra vuelta. Sus labios quedaron cerca de los míos. Mis manos descendieron hasta el inicio de su culito. Las suyas recorrieron mi pecho hasta la cintura. Se detuvo. Su mirada parecía desprender sensualidad.

  • ¿Te apetece salir a tomar el aire a la terraza? –Dije yo intentando buscar algo más de intimidad.

  • Está bien... –Dijo Natalia sin demasiado convencimiento. Su expresión había pasado de la lujuria a la duda.

Salimos fuera y caminamos hasta alejarnos de la luz que salía de la casa. Nos sentamos en el borde de uno de los respiraderos que emergían del edificio.

  • Vaya... hace una noche preciosa... –Dijo ella para romper el hielo.

  • Sí, fantástica -hice una pausa-. Así que tenías interés en conocerme...

  • Sí, me has parecido un chico muy atractivo. –Dijo ella un poco avergonzada.

  • Tú también me gustas ¿sabes?

El baile me había calentado mucho. Notaba mi polla dura y palpitante bajo la ropa. Esa inocencia fingida, ese aspecto de niña de instituto que no había roto nunca un plato, ese cuerpo casi virginal, esa manera tan provocativa de bailar... Natalia me atraía mucho.

Me bajé del muro donde estábamos sentados y me puse delante de ella. La miré fijamente a los ojos y Natalia aguantó la mirada. No vacilé. Acerqué mis labios a los suyos y nos besamos. Parecía reacia a ese beso, pero poco a poco fue relajándose y mi lengua penetró en su boca.

Mis manos se posaron sobre sus piernas y fueron subiendo hasta llegar a sus caderas. Natalia continuaba con sus manos apoyadas en el borde del muro donde estaba sentada. Mis manos descendieron por sus piernas y buscando la parte interior de sus muslos empezaron ascender camino de su entrepierna. Continuábamos besándonos. Cuando mis dedos rozaron la tela de su tanga Natalia se separó bruscamente.

  • No, no... –Dijo entre susurros.

  • ¿No te gusta? –Pregunté yo sorprendido.

  • No sé... no estoy segura... quizás estamos yendo demasiado rápido.

  • ¿No te gusto? –Dije yo haciéndome la víctima para ablandarla.

  • Sí, me gustas mucho Juan... y me encantaría conocerte mejor. Pero no así...

  • Natalia relájate y disfruta del momento. –Insistí yo mientras apoyaba ligeramente mi mano en su pecho.

  • Juan... –dijo ella apartando mi mano- soy virgen… no estoy preparada

¿Me tomaba el pelo? Virgen claro, y yo era San José. Primero me ponía la polla dura en medio de un baile que dejaba en evidencia al de Sharon Stone y Michael Douglas en Instinto Básico, y ahora se hacía la estrecha.

  • Sólo haremos lo que te apetezca. -Dije yo mientras cogía su mano y la conducía a mi voluminoso paquete-. Ves... no la puedes dejar así.

Mi calentón era de aquellos que, o acaban con una buena corrida o no te dejan tranquilo. Pero Marta volvió a negarse. Apartó la mano de mi paquete

  • Juan... por favor. –Sus palabras sonaron a súplica. Era el momento de retirarse.

  • Está bien. –Dije yo sin demasiado convencimiento.- Volvamos dentro.

A partir de ese momento la fiesta se me hizo realmente insoportable. Sólo tenía ganas de volver a mi casa y hacerme una buena paja viendo alguna web porno. El ambiente estaba cargado y yo casi me sentía mareado. Salí otra vez a la terraza para tomar el aire.

Caminé hacia el extremo más alejado de la terraza. Continuaba con un calentón impresionante. Volví a pensar en las piernas de Natalia. Deslicé mi mano hasta mi paquete y sentí mi polla dura. Casi mecánicamente me la empecé a acariciar por encima de la ropa. Sentía la necesidad imperiosa de hacerme una paja. Aquello era una locura. Me apoyé en la baranda de ladrillo y me bajé la cremallera de los pantalones de Tommy Hilfiger que llevaba. Me saqué la polla y me la empecé a cascar. La situación, estar en aquella terraza solo en la oscuridad con el peligro de ser descubierto, me excitó tanto que me corrí en pocos minutos. Mi semen empezó a caer en el suelo mientras seguía pajeándome con esa mezcla de placer y dolor que se tiene cuando continuas con una paja al llegar al orgasmo. Acabé de correrme y me limpié como pude. Guardé mi polla aún morcillona y volví a la fiesta.

Sin duda mi comportamiento había sido poco más que de simio. Había sido incapaz de controlar mi calenturienta mente. Aunque gracias a ello, con la polla descargada, pude aguantar el resto de la fiesta sin tirarme por el balcón.

Justo antes de que Jesús y yo abandonásemos tan entretenida fiesta, Natalia se acercó para intercambiar números de móvil.

  • Juan, ¿te doy mi número? Si quieres me llamas un día y quedamos para tomar algo. –Dijo ella como si nada hubiese sucedido.

  • No, haremos una cosa Natalia, te doy yo el mío y me llamas cuando termines el colegio. –Dije yo irónicamente, quizás incluso algo borde.

  • Estoy en el instituto -digo ella dolida.

Le tendí mi número de móvil apuntado en una servilleta de papel.

  • Ya sabes dónde buscarme. –Dije yo antes de salir por la puerta con Jesús.

La actitud de Natalia me había cabreado realmente. Una de mis máximas en la vida es la de no encender el horno si no se va a cocinar. A pesar de ello, no descartaba volver a verla. Seguramente no tardaría mucho en caer. La chica merecía una segunda oportunidad.

Continuará...