La vida de otro (14: Salou, provocación+alcohol)
El juego de Javier termina en una intensa noche de sexo. Eso sí, el despertar será bastante más complicado.
- SALOU (PROVOCACIÓN + ALCOHOL = SEXO)
El alcohol había encendido la mecha, pero Javier se encargó de que el fuego no se apagara. A pesar de que el mundo que me rodeaba se tambaleaba bajo los efectos de mi recién descubierto alcoholismo, Javier logró lo que se había propuesto.
Al pie de la escalera empezó a desnudarse. Se quitó la camisa de Tommy Hilfiger dejando a la vista un moldeado torso, definido por el deporte, pero hermoso por naturaleza, simplemente bello. Si dio la vuelta dándome la espalda y empezó un lento movimiento para quitarse los pantalones. Poco a poco fue descubriendo ante mis ojos perplejos y nublados por la bebida, un precioso culo. El culo más bonito que he visto nunca, sin vello, duro, terso, liso, redondeado... apetecible. Dominado por un impulso desconocido en mí hasta ese momento, me agaché y empecé a besarle las nalgas, a recorrer con mi lengua su prieto culo... Javier soltó un ligero suspiro. Desinhibido completamente, excitado hasta sentir dolor en mi polla, le separé las nalgas y busqué con mi lengua su agujero. El contacto de mi lengua con la suave textura del anillo de su ano hizo que me estremeciera. En otras circunstancias no habría hecho algo así, pero Javier era simplemente hermoso y todo su cuerpo se mostraba ante mí como algo tan apetecible y necesario como el aire que respiraba.
Me cogió del brazo mientras hacía que me incorporase. Con su cara a unos escasos centímetros de la mía, sentí necesitar sus labios, sentí que si no los besaba me volvería loco. Pero Javier dio el paso por mí, me besó suavemente, su contacto hizo que me relajase, y su lengua empezó a entrar en mi boca mientras buscaba la mía. No me pude resistir.
Mi lengua encontró la suya y como si el alma se escapase de mi cuerpo por un instante, imaginé estar viendo aquella escena desde fuera. Me vi a mí mismo, como si fuese un mero espectador, besando a Javier. Dos hombres besándose y uno de ellos era yo. La dureza extrema de mi polla en aquel momento fue algo que no había experimentado nuca.
¿Tu primer beso con otro hombre?
El primero... dije yo extasiado.
Vive con toda plenitud esta noche... porque no habrá ninguna más. Dijo Javier con una mirada exigente, dura... pero sincera. No jugaba dos veces con el mismo juguete, quizás porque temía enamorarse.
Su lengua empezó a recorrer mi cuello, mientras sus manos apretaban mi culo, su lengua alcanzó mi oreja, mientras yo me retorcía de placer. Sus manos me arrancaron la camisa, mientras se apretaban contra mi pecho. Su lengua descendió para comerse mis pezones... su boca los apretó confundiendo el placer con el dolor. Sus manos se deslizaron hacia mi bragueta. Sus dedos recorrieron toda la extensión de mi polla por encima de la ropa. Los mismos dedos que me bajaron la cremallera, desbrocharon mi cinturón y deslizaron mis pantalones.
Mientras, mis manos perfilaban cada línea de ese cuerpo de efebo. Mi nariz respiraba su aroma cerca de su cuello. Mis dedos subían para enredarse con sus rubios rizos, y volvían a descender para apretar su culo mientras deslizaba uno de ellos entre sus nalgas, buscando su ano.
Javier me hacía sentir, simplemente sentir. Había desecho mi cuerpo para convertirlo en miles de puntos unidos entre sí, y cada punto recogía una sensación distinta. Estaba tan caliente que podría haber encendido el mar sin que nadie hubiese podido apagarlo jamás.
Entre las caricias, Javier se detuvo y tirando de mí me arrastró hacia el interior de la caseta que había junto al pie de la escalera. Dentro no hacía frío, pero aunque hubiese helado, no hubiera sido capaz de notarlo. Javier sabía lo que hacía, quizás lo había planeado todo, pero entonces nada me importó. Me estiró en una especie de sofá de madera con grandes cojines y tiró de mis calzoncillos.
Su boca rodeó mi polla. Empezó a tragársela completamente, presionando con sus labios mi duro falo. Rodeó con sus manos la base de mi polla acariciando mis huevos. Cuando mi verga era liberada por su hambrienta boca, sus manos la pajeaban con rapidez, con dureza... la piel de mi capullo se descubría totalmente provocando una mezcla de placer y dolor que hacían aquella paja aún más placentera. Javier lamió, chupó, succionó, saboreó, mordisqueó, besó, mamó, sorbió y repasó de arriba a abajo toda mi polla, mientras sus manos estimulaban mis testículos y alguno de sus dedos empezaba a juguetear con mi virgen ano. Un minuto más y juro que hubiese muerto de placer.
Ahora me la vas a meter... y me vas a llenar con tu polla. Exigió Javier con voz segura.
Mmm... sí, por favor, quiero follarte... por favor. Supliqué yo.
Me miró con ojos de exultante satisfacción, terminó de acomodarme en el sofá, y abriéndose a horcajadas sobre mí y sujetando mi polla con una mano, empezó a metérsela. La lubricación previa que le había hecho con mi lengua fue el complemento perfecto para acelerar la penetración. El culo de Javier engulló mi polla como si nada. Si sintió dolor es algo que nunca sabré.
Con mi polla dentro, Javier empezó a moverse con una desesperante cadencia, dominaba a la perfección sus movimientos, tanto que sentía como mi polla iba entrando y saliendo de su culo, deslizándose por su apretado esfínter. Aceleró el ritmo, que de desesperante por lento, pasó a ser brutal por lo acelerado. Mi polla le taladraba completamente mientras su cara se contraía de placer. Le cogí la polla, dura y mojada y empecé una bestial paja que hizo que las reacciones de Javier se volviesen aún más frenéticas. Cuando estaba a punto de correme Javier me dijo:
Avísame cuando vayas a correrte, quiero tu leche en mi boca...
Ahhhh... me voy a correr ya... Dije yo entre jadeos.
Javier se detuvo, y cambió de posición rápidamente, envolviendo con su boca mi recién abandonada polla. La mamada se aceleró y el orgasmo llegó... el gritó que salió de mi garganta se hubiese oído en la casa si no fuera porque la música lo silenció.
Cuando empecé a correrme Javier se sacó mi polla de la boca y poniendo el glande sobre su lengua empezó a recibir las primeras descargas de semen. De mi verga brotó la leche contenida durante aquel fin de semana de calentón. Cuando Javier fue incapaz de tragárselo, mi esperma empezó a resbalársele por la comisura de los labios y continuó bajando por su cuello. Sin tocarse, de su polla empezó a brotar su espesa leche.
Lo último que pensé antes de caer dormido fue en que todo aquello debía haber sido un sueño. Lo último que sentí fueron las manos de Javier arropándome con unas toallas. Y entonces... la oscuridad.
A la mañana siguiente, una voz me arrastró del profundo sueño en el que dormía y me empezó a devolver a la realidad:
Javier, Juan... despertaos.
¿Qué pasa? Dije yo intentando abrir los ojos mientras bostezaba.
Despertaos antes de que alguien sepa dónde habéis pasado la noche.
Esas palabras golpearon en mi dolorida cabeza y me hicieron despertar de golpe. Lo primero que vi fue que estaba estirado en un sofá, tapado ligeramente por unas toallas de playa. Junto a mí estaba Javier, dormido... se había destapado y descansaba bocabajo dejando a la vista su precioso y redondo culo. Giré la cabeza hacia el punto de donde había llegado la voz, y lo vi. Allí estaba él, con los ojos húmedos, reprimiendo las lágrimas.
No hicieron falta más palabras. Pensé que jamás tendría la tentación de decir la mítica frase de "esto no es lo que parece", pero en aquel instante estuve a punto de hacerlo. Agaché la mirada avergonzado y entendí que improvisar cualquier explicación hubiese sido completamente inútil.
Me envolví con una toalla y salí de la caseta, recogí la ropa que había dejado esparcida en el suelo y subí rápidamente las escaleras. En aquel momento no había tiempo para arrepentirse, ni si quiera para sentirse culpable. Mi única preocupación era llegar a la casa antes de que, como había dicho Toni, despertasen los demás.
Entré en la casa por la cristalera del jardín. En un sofá dormían Iván y Ana. Mi novia parecía haberse quedado dormida apoyada en el pecho de Iván. Odié ese nombre, odié ese tío por sacar provecho de mi desgracia. En el otro sofá estaban Edurne y Jordi, también dormidos. Del resto, ni rastro. Deduje que debían estar durmiendo. Sin perder más tiempo observando aquella imagen de la traición, subí para ducharme y vestirme. Quizás el agua se llevaría los borrosos recuerdos de la noche anterior.
Mientras me daba un largo baño, los demás despertaron. Bajé al comedor bien entrado el mediodía, cuando empezaban a comer. Estábamos todos excepto Toni y Javier.
Vaya nochecita... Dijo Ruth.
Ni que lo digas, creo que me pasé un poco con el ron, tengo la cabeza hecha unos zorros. Dijo Jordi.
¿Y tú que tal Juan? Te perdí de vista antes de quedarme dormida. -Añadió Raquel escrutándome con la mirada.
Bien, con resaca pero bien... cuando empecé a perder el mundo de vista me fui a acostar. Mentí intentando resultar creíble.
Vaya, ¿entonces a quién fue a buscar Javier al jardín? Preguntó Edurne- Creía que había ido a buscarte a ti Juan.
Delante de mí, justo donde estaban mis pies en aquel momento, se abrió un abismo del que no alcanzaba a ver el final. Lo di todo por perdido, se había descubierto la mentira por culpa de una maldita hija de puta bocazas. Sólo puede maldecir a Edurne e intentar matarla con la mirada, hasta que los hechos hablaron por mí. Del jardín llegaron Javier Y Toni.
Vaya ya tenemos respuesta... jeje. Rió inocentemente Jesús.
¿Qué tal chicos? Preguntó Ana extrañamente aliviada.
Pero no hubo respuesta. Toni pasó junto a la mesa y se dirigió hacia la escalera, desapareciendo ante las atónitas miradas de todos mis amigos. Javier contestó:
Ha sido una noche complicada. Voy a ducharme. Dijo sin más, con una calma propia del que no tiene miedo, de alguien acostumbrado a vivir en la mentira.
Cosas de chicos. Dijo Ruth sin más, como si entendiese el porqué de aquella actitud- Pero bueno, hay que darse prisa. Después de comer tenemos que recogerlo todo. Hay que volver a Barcelona. Ha sido un fin de semana genial ¿verdad chicos?
Nadie contestó.
La vuelta fue desesperante. Ana, sentada a mi lado, no abrió la boca durante todo el camino. Afortunadamente Toni se había ido en el coche de Pedro, no hubiese podido soportar 100 kilómetros en un ambiente tan cargado de culpa, remordimientos, dolor, mentiras... y odio. Javier sí viajó con nosotros, sentado en el asiento de atrás con Edurne. Hablando con total tranquilidad con aquella especie de cotorra vestida de mujer. La mierda cubría mi vida mientras por el espejo retrovisor veía la cara de Javier sonriendo y hablando como si nada. Él me había llevado a dar un paso más hacia mi autodestrucción, él me había hecho pasar una noche imposible de olvidar, y él estaba allí sentado riéndose, haciendo más grande mi pesar. Porque una culpa que no es compartida pesa mucho más.
Continuará...