La vida de otro (12: Salou, la salida)
Juan se escapa a Salou con sus amigos, y lo que iba a ser una reconciliación con su novia, se convierte en una nueva situación de tensión sexual con un invitado sorpresa.
- SALOU (LA SALIDA)
En la entrada del centro comercial que da a la Diagonal estaba parte de mi grupo de amigos. Pedro fue el primero en verme llegar y enseguida me saludó. Raquel estaba junto a él pero no dijo nada. Después saludé a Jordi que estaba hablando con su mejor amigo, Iván. A Iván lo conozco de la facultad, estudia con Jordi y conmigo, y aunque cae bien la mayoría, a mí nunca me ha dado buena impresión. Es reservado, serio y poco sociable, es de ese tipo de personas de las que nunca me fiaría.
Ana estaba hablando con Edurne, una chica que no sé si realmente pertenece al grupo, porque igual la ves cada día, que igual desaparece por una buena temporada, pero bueno, es una gran amiga de Ana desde que iban juntas al instituto y encima fue novia de Pedro. Me acerqué a saludarlas.
Hola Edurne, cuanto tiempo sin verte.
Ya te puedes imaginar he estado superliadísima con los exámenes, un palo de verdad. Si es que ya lo dicen, Filología es un palo, pero ya ves, me encanta. Bueno, ya sabes que mi madre es profesora de Literatura en un Instituto de Tarragona y la pobre viene y va, y no sé... pues digo yo que para que te den una plaza tan lejos igual no merece la pena... y ya ves, me he comprado hoy un bikini en el Bershka que es total, total...
¡Edurne! Gritó de repente Ana cuando mis oídos ya habían desconectado de la conversación con Edurne- Tendrás tiempo de hablar con Juan durante todo el fin de semana... jeje. Tranquila.
¡Hay! Perdona hija, es que tengo tantas cosas que contaros. Porque no sé si os he dicho que ¡el hermano de mi novio me ha tirado los tejos!
Edurne interrumpí yo de repente- ¿nos dejas un segundo a solas? Luego hablamos si te parece.
¡Ay! Perdona, os dejo que tenéis muchas cosas de las que hablar. Y dicho esto se fue hacia su siguiente víctima.
No sé como la puedes aguantar. Vaya fin de semana que nos espera. Pero me alegro de que hayas venido, tenía ganas de tener tiempo para estar a solas los dos. Dije yo totalmente esperanzado al no ver a Toni por ninguna parte.
Yo también tengo ganas de hablar contigo y aclarar las cosas, pero ahora termina de saludar, no vaya a ser que se moleste la anfitriona. Me dijo Ana con una sonrisa en los labios.
Así que me acerqué a saludar a Jesús y a su novia. Ruth es una chica rubia de innegables encantos, muy bronceada, de piernas largas y con unos pechos capaces de provocar un eclipse si se interponen entre el sol y la tierra. Es hija de un pez gordo de la banca aunque nunca he sabido mucho más sobre su vida familiar. De lo que sí se habla, y mucho, es que con pareja o sin ella, Ruth es una mujer muy accesible para cualquier hombre que se le ponga delante. Nunca me he atrevido a decirle nada sobre el tema a Jesús porque intuyo que lo sabe y se conforma con un tipo de relación digamos abierta. A pesar de todo, Ruth no es mala chica, además es muy constante, tanto que se está sacando la carrera de Arquitectura, que compagina con sus pinitos como "modelo".
Hola parejita. ¿Estamos todos o no? Pregunté yo esperanzado.
Hola Juan contestó Ruth con una sonrisa en la cara- Pues creo que no, falta mi hermano Javier que ha ido a buscar a Toni. Ya ves, no lo sabía pero estudian juntos y se conocían de vista.
Bueno, igual de algo más... jeje. -Bromeó Jesús.
Pensé que no faltaba nadie. Dije yo totalmente abatido por la desafortunada noticia.
Pues no pienses tanto que es malo. Añadió Jesús, y cuando Ruth se separó un momento de nosotros para hablar con las chicas, añadió- Y nada de comentarios homófobos tío, que mi cuñado también entiende y sólo falta que Ruth se cabree ¿entendido?
Muy bien. Dije yo sin poder evitar un gesto de desaprobación.
Unos cuantos entraron en el hipermercado para hacer la compra. Al salir repartimos el equipaje de los que habían venido sin coche. Mientras compraban, habían llegado Toni y el hermano de Ruth. Javier tiene 19 años y por lo que sé estudia psicología con Toni, aunque sólo se conocen de vista, o por lo menos esa es la versión oficial. Al verlo aprecié que físicamente Javier es la perdición de cualquiera. Es sencillamente bello. Una especie de efebo, delgado, rubio, con un poderoso atractivo, sano y deportista. Y no lo digo desde un punto de vista sexual, sino simplemente estético. Tiene algo, tiene encanto y seduce nada más verlo. Además aparentemente es todo bondad, reservado y un tanto tímido
Javier había ido a buscar a Toni en el coche de su hermana que es de sólo dos plazas, por lo que al repartirnos, a Toni y a él les tocó venir con Ana y conmigo en el coche de mi madre. Aquello fue la culminación de la mala ostia, la suerte parecía reírse de mí, mientras veía como mi novia viajaba en el mismo coche que el amigo al que me había follado unos días atrás, y su más que posible rollo.
Durante el camino por autopista nos fuimos separando un coche de otro. Afortunadamente teníamos la dirección de la casa. El silencio en el interior del coche era aterrador. No me atrevía a mirar por el retrovisor central para no cruzarme con la mirada de Toni. Suponía que a Javier sí le habría contado algo de lo nuestro, aunque no lo podía saber de lo cierto.
¿Pongo la radio? Dijo Ana devolviéndome a la realidad.
Sí, sí, mejor... porque nos vamos a quedar dormidos. Dije yo.
Ana encendió la radio y dejó por casualidad una emisora en la que ponían viejos hits. Al principio me costó reconocer la canción, pero pronto la identifiqué. Era una canción de Mecano titulada Stereosexual. La letra de la canción habla de un chico que tras una borrachera amanece junto a otro tío y cree que se está volviendo maricón. Me quedé petrificado mientras sentía como me ardían las mejillas, rojas por la vergüenza. Sin querer, miré por el retrovisor y me crucé con la mirada de Javier. Al verme esbozó una pícara sonrisa. Aparté de inmediato la mirada y pulsé el autoradio para seleccionar un compact disc.
Vaya, que susto Juan. Dijo Ana sorprendida- Me gustaba esta canción.
Mejor oímos algún Cd. Contesté yo con la mirada fija en la carretera.
Llegamos a Salou de los últimos, con el coche de mi madre así de cargado no creí conveniente ir demasiado rápido por más que fuera un Audi. La casa estaba en el extremo del Cabo Salou, rodeada por árboles. Bajando una escalinata de piedra se accedía a una cala privada, y al pie de la escalera había una pequeña caseta-vestuario. Lo cierto es que al llegar no se apreciaba un ambiente muy animado, la temporada no había empezado aún.
Ruth hizo los honores y fuimos entrando uno a uno. Si por fuera la casa prometía, con una arquitectura muy mediterránea, pintada de blanco, con grandes terrazas, el interior no se quedaba atrás. Estaba decorada de forma minimalista pero con mucho gusto. Más que una casa de fin de semana parecía un hogar totalmente habitable.
Después de cenar un poco, nos pusimos a hablar en el salón. Se decidió la distribución de las habitaciones. Ana me pidió pasar la noche con Edurne para que no se sintiese sola, y a mi no me quedó más remedio que aceptar a regañadientes. Jesús y Ruth dormirían juntos en otra habitación, al igual que Pedro y Raquel. Iván y Jordi dormirían juntos y la quinta habitación sería para Javier y Toni. Y a mí me dejaron escoger. Montaríamos una cama plegable en una de las habitaciones. Y descartando cualquier opción absurda, decidí dormir con Jordi e Iván. Pero cuando estaba todo decidido Javier dijo:
Espera, ¿Ruth que te parece que los que nos quedamos desemparejados durmamos juntos en el salón? Podemos poner los colchones en el suelo. Bueno si a Jordi, a Iván y a Juan les parece bien.
Pues por mí bien hermanito, pero que decidan ellos. Dijo Ruth.
Y seducidos por el tono inocente de boy scout de Javier, todos accedieron a compartir una cama digamos, común. Nadie excepto yo, advirtió maldad alguna en sus palabras.
¿Qué dices tú Juan? Volvió a preguntar Javier.
Bueno, me da igual... ahora vuelvo, voy a tomar un poco el aire. Y me levanté sin más del sofá y salí al jardín.
Seguramente mi comportamiento había despertado sospechas, pero en aquel momento no podía hacer nada más. Lo que prometía ser un fin de semana romántico con Ana estaba apunto de convertirse en una cama redonda. Seguramente, en otras circunstancias no hubiera pensado algo así de las palabras de Javier, pero entonces sólo tenía en mi cabeza imágenes de Toni desnudo, del cuerpo de Toni, de sus piernas, de su culo, de su polla, de mi polla penetrándole, de su boca comiéndose mi verga...
Sin darme cuenta me estaba tocando la polla por encima de la ropa, sentado en las escaleras que descendían del jardín a la playa y en ese momento salió de la casa Javier. Pero retiré demasiado tarde la mano de mi paquete.
Vaya, veo que sabes como relajarte. Dijo Javier en un tono distinto al que había usado hasta entonces.
No sé a que te refieres. Dije yo aturdido por su comentario.
Ya veo que la idea de dormir juntos te ha animado.
¿Cómo? Perdona, creo que te estás confundiendo.
No, sé perfectamente lo que digo. Es evidente que Toni y tú habéis tenido algo. Sólo hay que ver el mal rollo que hay entre vosotros. Dijo Javier con los ojos clavados en mí.
No supe que contestar, Javier parecía distinto. Parecía haber dejado a un lado la bondad que se le presuponía por su aspecto, hablaba con seguridad, con un tono imperativo y de reclamo que no me gustó nada.
- ¿Qué pasa que te lo has follado y el gilipollas se ha colgado de ti?
Volví a quedarme sin palabras, después de un día tan acelerado como ese, no encontraba respuestas a unas preguntas que jamás hubiese esperado oír. Javier me dejó mudo. Hablaba con tanto desprecio del que se suponía que era su amigo, que me dejó habla.
- Ya veo, no vas a decir nada. Sólo quiero que sepas una cosa, nada más verte se me ha puesto dura. Me calientas mucho, y te aseguro que si te lo montas conmigo no habrá malos rollos. Esta noche te puedo comer la polla con tanta discreción que tú mismo tendrás que pellizcarte para saber que no estás soñado...
Continuará...