La vida de otro (11: El gimnasio)

Juan planea un fin de semana con unos amigos, pero justo antes de irse, se llevará una sorpresa en el gimnasio.

  1. EL GIMNASIO.

Después de lo sucedido el lunes, hice un esfuerzo sobrehumano para volver a centrarme en la carrera. En el último curso no podía permitirme faltar a las clases y a las prácticas. Durante la semana el nombre de Toni fue borrado de mi mente, y por supuesto, la arrebatadora visión de la polla de mi hermano no tuvo espacio en mis pensamientos.

Bien entrado el segundo cuatrimestre debía ponerme las pilas si quería dejarme poco trabajo para el verano. Y afortunadamente, sumergirme en mis estudios me liberó momentáneamente de mis dudas, mis preocupaciones y mis reflexiones.

El viernes por la mañana mi padre nos anunció a mi hermano y a mí que ya había tomado una decisión y se iría vivir a Barcelona en cuanto le entregasen las llaves de un piso que había comprado. Así se haría efectiva la separación para firmar el divorcio poco después. Mi madre se quedaría con la casa en la que vivimos.

Dentro de la desgracia que supone una separación, me alegré de que las discusiones terminasen de una vez. El clima de hostilidad que se respiraba en mi casa desde hacía unos meses era insoportable. Poco después mi madre su unió a la conversación, y de mutuo acuerdo con mi padre, nos pidieron que escogiésemos con quién queríamos vivir.

  • Juan, estudiando en Barcelona, quizás te iría mejor vivir en la ciudad. –Dijo mi madre intentando mostrarse comprensiva.

  • No lo sé, no creo que pueda decidirlo ahora mismo. –Contesté yo demasiado preocupado por otros asuntos como para decidir dónde quería vivir.

  • Cierto, tomaos el tiempo que necesitéis. –Dijo mi padre en tono conciliador.

  • Yo no necesito tiempo, he tomado ya una decisión. –Añadió mi hermano sin mirar a mi padre y con una actitud que no fui capaz de entender.- Yo me quedo aquí mientras no pueda buscar nada por mi cuenta.

Nadie contestó. En las palabras de Carlos me pareció advertir un rechazo hacia mi padre que antes no había apreciado. Lo único que me vino a la cabeza fue que mi hermano llevaba unos días un tanto extraño, pero no quise darle más importancia.

Después de una mañana ajetreada, comí algo rápido, y dado que se había suspendido la optativa de la tarde, decidí pasarme un rato por el gimnasio. Aunque era más temprano que de costumbre, necesitaba hacer un poco de ejercicio para despejarme. Antes de entrar sonó mi teléfono móvil.

  • ¿Juan?

  • Sí Jesús, soy yo. Es lógico que si llamas a mi móvil te conteste yo. –Dije en tono de burla.

  • Tranquilo chaval, que llamo para proponerte un buen fin de semana, ¡El Fin de Semana de tu vida! –Dijo Jesús entusiasmado.

  • Vaya, pareces un anuncio de Viajes Iberia. Al grano, que voy para el gimnasio.

  • Pues verás, la belleza que tengo por novia, Ruth, ha pensado que sería genial organizar un fin de semana de playa en la casa que sus padres tienen en Salou. ¿Qué te parece? –Dijo Jesús reprimiendo su alegría.

  • Pues me parece que tu novia es una pija... jeje. ¿Una casa en la playa además de la de Pedralbes? –dije yo riéndome- Bueno, además de eso, me parece una buena idea para desconectar, pero... ¿quién está invitado?

  • ¿Pija? Pues más de lo que crees, esas no son las dos únicas casas de su familia. Pero me alegro de que te guste la idea. Sobre los invitados, no te confirmo nada. Aunque Ana vendrá si tu vienes, parece que busca una reconciliación, o por lo menos eso le ha dicho a Ruth.

  • Perfecto, será una buena oportunidad para arreglar nuestros problemas. –Dije yo mientras me quedaba con las ganas de preguntar si Toni iría o no.

  • Vale, pues salimos sobre las ocho, hemos quedado en la Illa Diagonal, para repartirnos en los coches y comprar unas cuantas cosas. ¿Te importa volver a Barcelona?

  • No, tranquilo, tengo tiempo de sobra para hacer la maleta y volver. Eso sí, espero que el tiempo acompañe y veamos el sol.

  • Seguro que sí hombre. Hasta las ocho pues. –Se despidió Jesús.

Entré en el gimnasio y estuve un par de horas dando vueltas entre la bici y las máquinas de musculación... sin centrarme demasiado. Me preocupaba que Toni estuviese invitado al fin de semana en Salou. Volver a verle echaría por tierra los esfuerzos que estaba haciendo para quitármelo de la cabeza.

Entré en los vestuarios que parecían desiertos a esa hora de la tarde, me desvestí y fui a ducharme. Intenté relajarme mientras sentía caer el agua. Enjabonando mi cuerpo, notaba como el trabajo de muchos meses en aquel gimnasio había fibrado y definido mi cuerpo. Sin pecar de engreído y menos de modesto, había que reconocer que el ejercicio me había moldeado un cuerpo con el que ahora me sentía mucho más a gusto, aunque fuera el origen por sí mismo de la mayoría de mis problemas actuales.

Abandoné casi sin ganas la ducha y fui a vestirme. Cuando estaba sentado en un banco del vestuario salió de la ducha un chico. Me había dejado llevar tanto bajo el agua que no le había oído entrar.

Nada más detenerse cerca de mí, lo miré detenidamente. Era un chico moreno de unos 29 o 30 años, alto y de espalda amplia. De facciones duras enmarcadas por un pelo ondulado con un largo flequillo. Una fina capa de vello oscuro le cubría un definido pectoral, el mismo vello que aumentaba en espesor y se escondía bajo su toalla. No podía apartar la mirada de aquel ejemplar de hombre. Se quitó la toalla para seguir secándose y apareció ante mi un culo duro, perfectamente proporcionado, con una finísima capa de vello remarcando su virilidad. Y sin más la polla se me puso completamente dura. Por segunda vez, me fijaba en el cuerpo de un hombre desde un punto de vista exclusivamente sexual y me sentía atraído.

De pronto el chico se giró para terminar de secar su cuerpo y no pude desviar la mirada antes de que él se diese cuenta. Levanté rápidamente la vista y me encontré con sus ojos negros. Y sin más, esbozó una amplia sonrisa de la que me hubiese podido enamorar.

  • Hola. -Dijo manteniendo la sonrisa.

  • Hola. -Contesté yo sin poder añadir nada más.

  • ¿Eres nuevo? No te había visto antes por aquí.

  • No, no... –dije mientras intentaba disimular mi erección bajo la toalla- es que suelo venir más tarde.

  • Vaya, es una lástima –dijo él como si el hecho de no haberme visto antes fuera importante-. Me llamo David. –Y me tendió la mano dejando caer ligeramente su toalla.

  • Yo, yo... –mi vista se posó en su polla, aún dormida pero de dimensiones prometedoras, rodeada de un oscuro vello moreno, y debajo unos huevos grandes, en un conjunto muy apetecible-. Yo me llamo Juan. –Dije levantando mi vista súbitamente.

  • Encantado Juan, espero coincidir contigo alguna tarde más. -Dijo haciendo especial énfasis en la palabra "espero".

  • Es muy posible, este horario creo que me resulta más cómodo. –Dije yo sin ni si quiera pensar que a esas horas normalmente tengo clase.

David me miró con sus expresivos ojos negros y volvió a sonreírme. Sin más empezó a vestirse privándome de la visión de su apetecible cuerpo. Y diciéndome adiós me dejó allí sentado como un gilipollas con la toalla aún anudada a la cintura.

Me vestí de inmediato, consciente de que se me hacía tarde. Salí del gimnasio y me fui hacia casa para preparar la maleta.

Al llegar a casa me encontré a mi madre y, dado que quería llevarme a Salou la tabla de surf por si continuaba la racha de viento, le pedí prestado su Allroad. Ella y la asistenta me ayudaron a preparar la bolsa, dada mi poca habilidad para doblar la ropa. Me cambié otra vez, unos vaqueros Diesel con un jersey de DkNY, cargué el coche y salí de mi casa a toda velocidad para no volver a llegar tarde.

Por el camino fui pensando en la gente que finalmente habría decidido unirse al fin de semana de Jesús y Ruth. Pero al llegar al centro comercial donde habíamos quedado me llevé las primeras sorpresas.

Continuará...