La vida de otro (10: El regalo)

El padre de Juan le tiene preparada una sorpresa que le hará olvidarse de sus problemas. Su hernmano Carlos tiene una actitud extraña con él.

EL REGALO.

Al empezar la semana y con la obligación de tener que ir a clase tuve que romper mi encierro y volver a poner los pies en el suelo. Mi mente hacía verdaderos esfuerzos por no revivir lo sucedido la noche del viernes con Toni.

El lunes por la mañana no sabía nada de él, pero ni tan siquiera quería imaginar que de su boca hubiese salido algo de lo sucedido. Pero afortunadamente la semana empezó mejor de lo que esperaba. Mientras desayunaba sonó mi teléfono móvil, era mi padre.

  • Juan, soy tu padre.

  • Ya lo sé, por algo se inventó el sistema de identificación de llamada. –Contesté molesto por la llamada de mi padre, del que suponía que estaba aún en casa.

  • Bueno, no tendré en cuenta tu sarcasmo. Cuando puedas sal a la calle. Tengo algo para ti. –Dijo mi padre con una alegría contenida.

  • Papa, no estoy para jueguecitos, estoy terminado de desayunar. -Contesté sin más.

  • Tienes dos minutos hijo. -Y dicho esto colgó.

Así que terminé mi desayuno rápidamente y salí a la calle. Y allí delante de casa estaba mi padre junto a su coche con una sonrisa en la cara. Crucé la valla del jardín, miré hacia la derecha y no vi nada, miré hacia la izquierda y allí estaba la sorpresa.

  • ¿Te gusta? –Preguntó con impaciencia mi padre.

Y lo observé fijamente, detrás del coche de mi padre había aparcado un Mercedes Sportcoupé de un color rigurosamente negro, unas preciosas llantas de aleación y un impresionante techo solar panorámico. La sorpresa me dejó literalmente sin palabras.

  • Considéralo un regalo de cumpleaños por adelantado. –Añadió mi padre cada vez más contento.

  • Podías habérmelo consultado. –Contesté yo sin más.

  • Pensé que te gustaría.

  • Sí, y me gusta... me encanta. Pero quizás te has pasado un poco.

  • Olvídate de eso y ven a verlo. Es un C Sportcoupé 230 Kompressor. Muy equipado. El color pensé que te gustaría. El precio es lo de menos, nos hacen planes de leasing muy interesantes a los socios del bufete.

  • Muchas gracias papá. –Eso es lo único que puede decir ante aquel carísimo intento de pedir perdón a un hijo por una inminente separación.

El regalo de mi padre me animó más de lo que había esperado. Aunque durante el día las clases se me hicieron más largas y pesadas que de costumbre. Antes de ir a la optativa que tenía por la tarde quedé para comer con Emma en un restaurante en Vil·la Olímpica. Fue durante la comida cuando salió un tema que no esperaba.

  • Por cierto, sé que no debería hablar con nadie de esto pero es que estoy preocupada. –dijo Emma con una mueca de intranquilidad en su cara.

  • ¿Te ocurre algo? –Pregunté yo temiendo lo peor.

  • No, no, a mí no me pasa nada. Me preocupa Toni. Me llamó el domingo para quedar, me dijo que necesitaba hablar. Y nos tomamos un café en el centro. –Dijo Emma sin querer atacar el núcleo de su temor.

En aquel momento la expresión de mi cara cambió por completo, si Toni estaba mal y había quedado con Emma para hablar, debía haberle contado lo que sucedió el viernes por la noche. De pronto enmudecí, se me hizo un nudo en la garganta. En aquel instante hubiese deseado no estar allí. No existir.

  • Juan, tranquilo, que no es nada grave. Es simplemente que Toni tiene problemas de faldas... bueno, de pantalones mejor dicho... jeje. –Rió Emma quitándole hierro al asunto.

Entonces recuperé la respiración, obviamente Emma no tenía ni idea de quién era el autor de los quebraderos de cabeza de Toni.

  • Me habías asustado. –Dije yo excusando mi comportamiento.

  • Tranquilo, Toni lo está pasando mal, pero lo superará. Nadie se salva... gay, hetero, lesbiana, bi... por desgracia, los problemas sentimentales son igual de habituales en cualquier orientación sexual. Y parece que nuestro amigo Toni se ha topado con un cabronazo que le está haciendo mucho daño.

  • Vaya, lo siento por él, pero todos tenemos nuestros problemas. Lo que debería hacer es no quedar con alguien que tenga más dudas que él. –Dije yo sin pensar demasiado.

  • Vaya, pues entonces ya sabes más que yo. Toni no me contó cuál era el problema con el otro chico, simplemente me dijo que se estaba enamorando de la persona equivocada. –Y al decir eso, Emma se quedó callada como esperando una explicación por mi rotunda afirmación.

-¡Ah! No, no... si yo no he hablado con Toni, únicamente he supuesto que algo de eso debe haber. ¿Por qué si no iba a decir Toni que se está enamorando de la persona equivocada? –Dije yo intentando parecer lo más creíble posible.

  • Ya, es posible, pero bueno, ellos dos sabrán cuál es el motivo. Lo que importa ahora es que entre todos debemos animarle. Tú podrías quedar esta tarde con él.

Aquello fue como pedirle a Ariel Sharon que fuese a cenar con Jassir Arafat. Emma no podía imaginar que estaba pidiéndole al origen de los problemas de Toni que fuera precisamente a consolarle.

  • Uff... imposible Emma, entiende que resolver mis problemas con Ana son ahora mismo una prioridad en mi vida. –Dije yo mintiendo por enésima vez.

  • Tranquilo, lo entiendo, pero en cuanto puedas queda con él. Necesita ahora más que nunca a sus amigos, lo está pasando muy mal.

La conversación con Emma me dio cierta tranquilidad a la vez que acrecentaba en mí un abrumador sentimiento de culpa. Ahora sabía que Toni era lo suficientemente honesto como para no contar nada de lo sucedido. Y eso me hacía sentir aún más culpable. Había jodido a Toni mientras yo mismo hacía pedazos mi vida y él ni si quiera era capaz de vengarse.

Volví a casa después de terminar las clases. Por el camino estrené el reproductor de Cd’s del Mercedes con el último single de Robbie Williams. Me dejé llevar por la música intentando liberar mi mente de los pensamientos en los que estaba atrapada.

Al llegar a casa aparqué el coche. En el parking no estaba el Mercedes de mi padre por lo que deduje que no estaba en casa. En la calle tampoco había visto el coche de mi madre y eso me extrañó porque a esa hora suele estar en casa, sólo vi aparcado el Alfa de mi hermano.

Entré en casa silenciosamente. La verdad es que estaba ensimismado, con la cabeza en otro lugar. Crucé la puerta del comedor y la visión que tuve nada más entrar me dejó helado.

Mi hermano estaba recostado en el sofá que hay nada más entrar en la habitación, estaba sin camiseta, y en su mirada perdida se adivinaba lo que estaba sucediendo. Carlos tenía los pantalones medio bajados y entre sus piernas abiertas estaba Sara haciéndole una espectacular mamada.

Me quedé en silencio, allí parado, observando detenidamente la polla de mi hermano cada vez que la boca de su novia la liberaba brevemente. Una polla larga y especialmente gruesa, una polla proporcionada, descapullada completamente. Una polla húmeda por el precum que me dejó maravillado.

Unos segundos allí parado bastaron para que Carlos advirtiera mi presencia. Se levantó de repente casi empujando a su novia y tiró de sus pantalones intentando cubrir su impresionante erección.

  • Lo siento pensé que no había nadie en casa. –Dije yo casi sin voz y salí del comedor subiendo rápidamente las escaleras.

Entré en mi habitación y me senté en la cama como recuperándome de una visión extraordinaria. Mientras estaba allí en silencio mi hermanó llamó a la puerta.

  • Puedes pasar. –Dije yo.

  • Siento mucho lo que ha pasado. –Se disculpó mi hermano con un gestó de vergüenza dibujado en su cara.

  • No pasa nada Carlos, soy una tumba. No hay nada de lo que avergonzarse. -Contesté yo.

Y al decir eso bajé la mirada y reparé en algo en lo que no me había fijado cuando entró en mi habitación. Mi hermano no se había abrochado del todo los pantalones, y entre su ropa mal colocada asomaba el comienzo de su vello púbico. Justo debajo se dibujaba en la tela una erección que no había perdido la dureza. Sin poder evitarlo, me quedé mirando fijamente el paquete de mi hermano.

Para mi desgracia, Carlos pareció darse cuenta de la situación y se acomodó la ropa discretamente. Volví a mirarle a los ojos fijamente y en ellos me pareció ver cierto miedo, Carlos pareció adivinar por un momento lo que yo estaba pensando.

  • Lo siento. –Volvió a decir. Y sin más, como huyendo de una situación que le incomodaba y asustaba profundamente, salió de mi habitación.

Continuará...