La vida de casada de Valeriè Dupont (VI)

Comienza la auténtica entrega. Dominación ambientada en la Francia de los Luises.

Leroy se dejó caer en la bañera, recuperándose, con su joven esposa recostada sobre su pecho y aún excitada.

- Sois una mujer deliciosa...- Comento deleitando la vista y el tacto en los endurecidos pezones que coronaban sus deseables pechos mojados, pellizcándolos y retorciéndolos con suavidad.

- Leroy...

- ¿Si?

- ¿Todos los hombres hacen esto?

No tuvo más remedio que dejar escapar una risa, divertido por la ingenuidad de su mujer.

- Apuesto a que todos los hombres querrían hacer esto con vos.

- No os riáis de mi. Hablo en serio. - Se quejó .

- No Val, no lo creo. Al menos no con sus respetables esposas.

Val permaneció callada, con gesto de duda.

- ¿Qué os pasa?

- Mi madre... Dijo que solo las mujeres licenciosas y las rameras disfrutan del deber conyugal, que una mujer decente solo cumple su cometido...

- Hmmmm... Es interesante.

- ¿El qué?

- Que entonces vuestros gemidos y súplicas de hace un momento os convierten en mi pequeña ramera indecente y licenciosa... - Susurró volviendo a hurgar su sexo con los dedos, deslizandolos después hasta su dolorido ano.

Valeriè se quejó al sentirle. - Me duele...

- Lo sé... Debéis recuperaros. No sabéis cuánto deseo vuestro culo... - Se detuvo al ver la expresión desencajada en el rostro de la joven. - No os preocupéis. Algunas veces seré duro, pero no volverá a ser como ayer, os lo prometo. Aprenderéis a disfrutarlo.

Valeriè se arrodilló y se echó hacia delante, sujetándose al borde de la bañera y ofreciendo una gloriosa vista de su retaguardia.

- Si he de ser vuestra indecente ramera, es mi deber complacer vuestro deseo. Tomad lo que os pertenece.

Leroy sintió un latigazo de excitación, ver a su mojigata esposa poniendo el culo era mucho mas de lo que hubiera esperado en meses, y tuvo que realizar una titánica labor de contención, para no follarselo sin piedad.

- No, Valeriè. Os haría daño. Debéis descansar. - Dijo acariciando sus nalgas.

- No me importa. Es vuestro y deseo complaceros...

El separó sus nalgas, observando el irritado agujerito que custodiaban. La tentación era demasiado grande. Tomó el mismo aceite con el que había perfumado el agua y lo virtió en sus manos, masajeando las tentadoras nalgas a la vez que se dedicaba al oscuro orificio que le provocaba, haciendo círculos en el exterior para después introducir uno de sus dedos empapados en aceite.

Valeriè contuvo un gemido, aquella intrusión la dolía, pero por otra parte lo deseaba. Mientras aquel dedo jugaba en su orificio trasero, sintió como Leroy invadía su coño, lenta pero firmemente, llenándola por completo. Ella gimió, y tras penetrarla varias veces con exasperante lentitud, introdujo un dedo más en su hambriento culo. La visión era incomparable, así como el sonido de sus pechos impactando en el agua tibia cada vez que la embestía. Jadeaba, conteniendo su deseo y recreándose en su hermoso trasero que se afanaba en preparar, ansioso por poseerlo. Salió del cálido agujero y con la mano aceitosa recorrió varias veces la extensión de su miembro, al sacar los dedos de su culo no pudo evitar lanzarse a lamer toda la separación entre sus nalgas, donde después colocó su polla, hasta dejarla en posición mientras ella gemía, anticipándose a la deseada intromisión. Aulló al sentir la presión de aquella polla, que se abría paso a través de su esfínter. Leroy se esforzaba para evitar hundirse en ella de un solo golpe y suavemente inició una cadencia que le permitió abrirse paso hasta notar sus huevos golpeando su húmedo coño. Se detuvo unos instantes, disfrutando la vista de su polla enterrada en ese culo recién estrenado y sus hábiles manos volvieron a masturbarla.

- Ahh... Val... Me vais a exprimir... ¿Estáis bien?

- Me duele... Pero me gusta... Seguid...

No hizo falta repetirlo pues las acometidas no se hicieron esperar, cada vez más fuertes y frecuentes, a medida que los quejidos de Valeriè se transformaban en gemidos que a su vez aumentaban de volumen.

- Más fuerte... - Le rogó empujando en el sentido contrario a sus embestidas, buscando llenarse más.

- ¿Más? - Preguntó incrédulo. - Os voy a destrozar...

- Hacedlo, no os detengáis... - Le azuzó.

Leroy se abalanzó sobre ella, apoyándose en su espalda y la folló sin piedad sin parar de masturbarla ni ella de gritar, a punto de correrse.

- ¿Vais a correros con mi polla llenando vuestro culo de ramera, como una puta cualquiera, Valeriè? - Preguntó.

- Si... Si... - Gimió ella. - Pero no como una puta cualquiera... Como la vuestra...- Dijo estallando en un orgasmo al punto que terminaba de pronunciar aquellas palabras. Los espasmos que provocaba su intenso placer exprimían hasta el limite la polla de su esposo, extasiado en ella. El propio placer la impidió mantener la postura, resbalando y forzándole a salir. Leroy la sostuvo y volteándola se puso de pie, quedando su miembro a la altura de su cara.

- No os mováis. - Ordenó, masturbándose frente a ella hasta que un chorro blanquecino aterrizó en su hermoso rostro, marcándola. Leroy la tomó del cabello y restregó su faz manchada contra su paquete, manteniéndola varios segundos pegada a èl.

Cuando la miró, recièn follada, jadeante, colorada y llena de su semen no pudo contener agacharse a besarla.

- Estáis preciosa.

Continuará. Se agradecen valoraciones y comentarios.