La vida como una noche
Ella estaba dispuesta a enfrentarse a todo lo que esa noche le iba a ofrecer... lo que no sabía era que le habían preparado una sorpresa.
ABRIÓ SUS OJOS, se miró, perfecta estaba lo mejor preparada para lo que sería después; tanga roja recién comprada, las medias caladas que se perdían por debajo de la falda y dentro de esos zapatos clásicos charolados con un fino tacón, un vestido blanco que la hacía ver como un ángel, pero que sus telas no cubrían más que lo justo y necesario escote prominente y cortos volados hacia abajo. Se miraba una y otra vez, asentía con la cabeza y se decía a si misma HOY ES MI NOCHE.
María sabía que esa noche sería una ganadora, una afortunada, y más allá de eso, sería una más de las que ella llamaba fáciles, cualquiera ramera, por así resumirlo. Pero se sentía bien, estaba preparada, iba a hacer suya la noche y esperaba que la noche y un alguien más la hicieran suya. Quería llevarse el mundo puesto por delante quien no, ella, cintura delineada con lápiz de dibujante experimentado, pechos perfectos, como dos pomelos maduros, apetecibles, que se coronaban con dos aureolas rosadas que sutilmente se veían a través de la delgada tela de sus atuendos; caderas que parecían esculpidas por Miguel Ángel, unos ojos de pureza eterna y su oscuro cabello que se confundía con la noche y que caía por sus hombros hasta la mitad de su espalda que maravilla, que perfección se miraba nuevamente y se decía HOY ES MI NOCHE.
Alzó su abrigo de la silla, era lo que más le cubría sus apetecibles atributos, busco rápidamente una cartera que le combinara con el resto del ajuar y que le permitiera el espacio a unos cigarros y a unos cuantos billetes, antes de salir perfumó su piel una vez más, se acomodó el flequillo frente al espejo y se dijo HOY ES MI NOCHE.
Bajó apuradamente las escaleras de su apartamento, iba tan contenta y extasiada en esta su primer cacería de hombres, de machos, de varones que la hagan sentirse toda una mujer; tan llena de un lívido freudiano que no se dio cuenta que la vida se la llevó por delante, que uno de sus tacos cayó haciendo estragos entre el mar de pétalos de rosas rojas que brotaban de ella salpicó todo el parachoques de su vida con pistilos exhaló un último suspiro, que en el caso de haber sido ella una sádica hubiese sido perfecto, y CERRÓ SUS OJOS.