LA VÍBORA - Capítulo 3

Conoce cómo continúa la historia de Laly

Tras haber mantenido relaciones sexuales, Laly y Ezequiel se encontraban en la cama de ella, desnudos, y tan solo cubiertos por una sábana; ella tenía la cabeza apoyada sobre el pecho de él, el cual acariciaba:

-Don Ezequiel, ¿ha podido entrar en el sistema para modificar mis calificaciones? –preguntó Laly intrigada.

-Sí, cariño… ya está todo solucionado, no tengas pena por ese aspecto…

-¿De verdad?... ¡ay, qué bueno!... es usted a todo dar –dijo Laly entusiasmada besándole el pecho con insistencia.

-Está bien, está bien… Laura… ahora si me permites, voy a darme una ducha, que tengo que regresar a casa pronto –dijo Ezequiel zafándose, y cubriéndose con la sábana, le dio un beso en la frente a Laly, y abandonó la habitación.

Ese momento fue aprovechado por Laly para, cubriéndose con otra de las sábanas, incorporarse de la cama, y dirigirse a recoger del suelo el pantalón de Ezequiel, donde comenzó a rebuscar en los bolsillos, hasta que dio con un manojo de llaves. En una de ellas, estaba escrito “despacho”, y esa fue la que sacó de su llavero, contemplándola con sonrisa maligna:

-Ahora veremos si realmente ha cumplido con sus promesas, don Ezequiel –dijo Laly maliciosamente. Después, depositó el resto de llaves de nuevo en el bolsillo, pero se percató de que en él estaban los gemelos de Ezequiel.

-Necesitaré cubrirme las espaldas… por lo que pueda pasar –dijo Laly cogiéndose los gemelos y guardándoselos también.

Mientras tanto, Diana continuaba esperando a su marido para la cena; había preparado una mesa con velas y la mejor de las cuberterías:

-Ay, Ezequiel… ¿quién sabe dónde te has metido?... –decía Diana desilusionada, hasta que no aguantó más, y sopló las velas para apagarlas, yéndose hacia su dormitorio a continuación.

En el restaurante, Saúl se había quedado de piedra ante la propuesta de matrimonio que Rosana le había hecho:

-¿Y bien, Saúl?... ¿cuál es tu respuesta? –dijo Rosana con los ojos encendidos de ilusión.

-Eh… pues… ay, mi chulita, pues yo no sé qué decirte… mira que me pillas bien distraído, mi reinita… -decía Saúl entrecortado.

-Es que lo estuve pensando bien, y decidí que después del tiempo que llevamos juntos, pues ya iba siendo hora de dar este paso tan importante… y no veas lo que me ha costado, amor… -decía ella.

-Ay, Rosanita, mi chula… con lo que yo te quiero, pues es que esto quizás no te vaya a dejar buena impresión… -decía Saúl mirándose a sus propias manos temblorosas y cambiando la expresión de la cara.

-Dime, Saúl… ¡dime ya que quieres ser mi marido! –dijo Rosana totalmente radiante.

-¡No!... yo… yo no puedo casarme contigo, Rosana… ¡no puedo! –dijo Saúl levantándose súbitamente de la mesa ante la atenta mirada de los allí presentes, especialmente la de Rosana. Unos segundos después, abandonó el local ante el desconsolado llanto de Rosana.

Diana estaba ya en la cama, recostada de medio lado, aún despierta, cuando escuchó que se abría la puerta de la habitación, y Ezequiel entraba en ella. Escuchó sus pasos, hasta que se acurrucó a su lado, por detrás, y ella cerró los ojos al instante:

-Mi amor, ¿estás despierta? –dijo Ezequiel susurrándola al oído con dulzura, a lo que ella no contestó- bueno, mi cielo… te deseo que tengas buenas noches… te amo –dijo Ezequiel besándola en la mejilla y comenzando a desnudarse, justo cuando Diana abrió los ojos nuevamente con rabia.

Al tiempo, muy lejos de allí, Roberto estaba en el despacho de su casa terminando de revisar unos documentos de “FerroNova”, cuando entró Beatriz, su mujer:

-¿Puedo pasar? –dijo Beatriz con dulzura.

-Claro que sí, cariño… eso tú no tienes ni que preguntármelo –dijo Roberto quitándose las gafas que utilizaba para leer.

-Ay, Roberto… parece mentira que hoy sea la última noche que vayamos a pasar aquí… en este país… y en esta casa –dijo Beatriz con nostalgia.

-Sí, lo sé… después de tantos años, seguro que empezar de cero en otro lugar no es fácil… pero hemos de hacerlo bien, sobretodo por los chicos –dijo Roberto mirando cómo Beatriz se le acercaba y se sentaba en sus rodillas.

-Tantas cosas que hemos vivido en esta casa… y ahora, todo se termina –dijo Beatriz con los ojos empañados en lágrimas.

-Pero podemos hacer que nos quede un buen recuerdo de nuestra última noche aquí, ¿no crees? –dijo Roberto mirándola fijamente a los ojos y acariciándola la mejilla.

-Sí, cariño –dijo Beatriz besándole apasionadamente, al tiempo que Roberto introducía su lengua en la boca de su esposa, sintiendo cómo jugaban mezclando su saliva. La mano de Roberto se escapó hasta el pecho de Beatriz, que no tardó en endurecerse del placer.

-Vayamos a la recámara, mi amor –dijo Beatriz levantándose y llevándole de la mano.

Bien de madrugada, sonó el timbre insistentemente en el departamento de Laly y Rosana, y Laly se dirigió a abrir la puerta, solamente ataviada con una bata de transparencias. Cuando abrió, resultó ser Saúl:

-Hola, Laly… ¿puedo hablar con mi chulita Rosana? –dijo Saúl angustiado.

-Saúl… ¿se puede saber qué horas son estas de llamar al timbre?... por si no lo sabes, en las noches aquí intentamos dormir –dijo Laly malhumorada.

-Lo sé… ay, perdóname bonita… pero es que necesito hablar urgentemente con mi reinita… -decía Saúl, cuando Rosana salió de su habitación en pijama.

-¿Qué estás haciendo aquí? –dijo Rosana llena de ira.

-Rosanita, mi chula… yo quería… yo quería… -decía Saúl nervioso.

-¿Qué?... ¿volver a reírte de mí en la cara?... ¿humillarme de nuevo?.

-No, no, mi cielito lindo… yo quería darte una explicación a lo que pasó en el restaurante, no más… sólo quiero que me escuches, pues se me quedó muy mal cuerpo después de la forma en que me fui… ándale, chiquita… -dijo Saúl con lágrimas en los ojos en tono suplicante.

-Bueno, yo les dejo… que arreglen lo que puedan arreglar –dijo Laly retirándose desganada.

-Hasta mañana, Laly… que descanses… y bien, di lo que tengas que decir, y lárgate –dijo Rosana rotundamente a Saúl.

-Mi chulita… ay, yo estoy bien arrepentido por cómo me fui del restaurante… pero es que hay algo que no me atreví a decirte en el momento… y pues me está pesando mucho la pena que siento aquí dentro… -decía Saúl al tiempo que una lágrima se le escapaba por la mejilla.

-Saúl… estás llorando… ¿qué ocurre? –dijo Rosana cambiando su cara de ira a preocupación en un segundo.

-Reinita chula, pues es que… yo no pude decirte que sí a lo que me pediste porque… ya sabes que tú querías esperar a… ya sabes, la noche de bodas… y es que yo… pues es que yo antes de conocerte a ti… pues que ya lo hice –dijo Saúl rompiendo a llorar.

-Saúl… Saúl, no llores, por favor… ¿era eso?... mira, cielo, yo estaba segura de que antes de conocerme habrías estado con más chicas, es obvio, que teniendo a alguien tan bello como tú delante, pues no se hubieran podido resistir… pero el caso es que eso es el pasado… y yo soy tu presente, y sé que siempre me has respetado, y lo más importante, me respetarás como me has prometido –dijo Rosana mirándole a los ojos y secándole las lágrimas con una caricia.

-Entonces… ¿no estás enojada conmigo, reinita chula? –dijo Saúl.

-Por supuesto que no, mi vida… ahora ya no –dijo Rosana muy emocionada.

-Entonces, pues… pues si todavía sigue en pie la propuesta… pues yo quiero que sepas que sí, que sí quiero casarme contigo –dijo Saúl ilusionado.

-Claro que sí, cariño… ¡te quiero! –dijo Rosana rompiendo a llorar de la emoción, y acto seguido se fundieron en un apasionado beso.

Roberto y Beatriz se encontraban de pie en la su recámara, besándose con pasión. Roberto manoseaba con ímpetu los duros pechos de su esposa a través de su fina blusa, y como no llevaba sujetador, podía palpar sus pezones erectos, los cuales descubrió al despojarla de la parte de arriba de su atuendo, y de inmediato, se los llevó a la boca, primero el derecho, y luego el segundo, aprovechando para mordisquearlo con delicadeza.

Beatriz despojó a su marido de su ajustada camiseta de lycra, y dejó a la luz el musculoso torso de Roberto, bronceado por el sol, sus imponentes brazos, que la abarcaban por detrás, al tiempo que sentía su lengua recorriendo sus orejas, y bajando por su cuello hasta detenerse nuevamente en sus pezones.

Después, ya despojados de toda su ropa, estaban sobre la cama. Beatriz estaba tumbada boca arriba, y Roberto se disponía a pasar su lengua de arriba abajo por el escultural cuerpo de su esposa, desde la boca, bajando por el cuello, deteniéndose a jugar en sus pechos, sus pezones duros a punto para ser mamados, continuando por su ombligo, el abdomen, hasta llegar a su coñito, donde se ayudó de su mano para abrirlo, y así pudo captar el clítoris de Beatriz, que se llevó a la boca y comenzó a mordisquear, al tiempo que su mujer se retorcía de placer, y tenía un orgasmo inmediato, que hizo humedecer toda la boca de Roberto. Tras ello, él se incorporó y dio a beber a su esposa el flujo que había resultado de su eyaculación, y cuando se estaban fundiendo en un profundo y excitante intercambio de fluidos bucales, Beatriz pudo sentir cómo el descapullado glande de su esposo entraba súbitamente en su coño, y comenzaba a moverse de manera rítmica, mientras las salivas fluían de una boca a otra, las caricias se iban haciendo cada vez más fuertes, y la velocidad se acrecentaba por momentos, hasta que unos instantes después, Roberto eyaculó dentro de ella, que volvió a tener un orgasmo.

CONTINUARÁ

Busco equipo para componer una nueva serie conjunta próximamente. Si estás interesad@, déjame un email yuliyou@hotmail.es