LA VÍBORA - Capítulo 2

Laly continúa con sus planes para conseguir todo lo que se propone en la vida. ¿Caerá don Ezequiel en el juego de la seducción de la joven?.

Ezequiel regresó a su casa ya bien entrada la noche, y Diana, su esposa, ya estaba en la cama, sentada, leyendo un libro. Él entró en la habitación sin detenerse a tomar la cena:

-Mi amor, ¿dónde estuviste?... me tenías preocupada –dijo Diana dejando de lado el libro.

-Disculpa, cielo… la verdad que he tenido un día bastante duro… las calificaciones están a la vuelta de la esquina, y aún tenía mucho trabajo retrasado… -decía Ezequiel quitándose la chaqueta para después sentarse en la cama y desabrocharse la corbata.

-Mi amor, creo que lo que necesitas para combatir tanto estrés, es un buen masaje de esos que tanto te gustan… a ver, déjame ayudarte –dijo Diana incorporándose hacia él y comenzando a desabotonarle la camisa desde detrás.

-Diana, cariño… de veras que te lo agradezco mucho, pero hoy mejor será que no… estoy realmente cansado y lo único que necesito ahora mismo es dormir y descansar –dijo Ezequiel tajante.

-Está bien… está bien, mi amor… mañana ya será otro día –dijo Diana resignándose y volviendo a sentarse y tomar el libro que estaba leyendo.

Amaneció el siguiente día, y Rosana estaba desayunando en el comedor de su departamento, antes de ir a clase, cuando Laly entró, tan solo vestida con un conjunto de sujetador y tanga blancos:

-Laly, ¿aún no estás lista para ir a clase? –preguntó Rosana apurada.

-Tranquila, amiga… ya sabes que yo soy muy rápida para todo –dijo Laly dirigiéndose a la nevera para coger la leche.

-Por cierto, no te escuché llegar anoche, ¿dónde estuviste? –preguntó Rosana intrigada.

-Pues… por ahí… hacía tan buena noche, que decidí ir a pasear después de haber estado toda la tarde en la biblioteca... y tú, ¿fuiste a ver al mecánico? –dijo Laly con repelencia.

-Laly, ya sabes que no me gusta que le llames de ese modo… pues sí, ayer estuve con Saúl… -decía Rosana mientras mordía una rebanada de pan.

-Disculpa, amiga… ¿y cómo les fue? –dijo Laly metiendo la leche en el microondas.

-Pues bien, como siempre… -decía Rosana algo insegura.

-Pero…

-Pues lo de siempre, Saúl está empeñado en llevarme a la cama, y yo le he dejado bien claro que hasta el día que nos casemos no tendremos sexo –dijo Rosana tajante.

-Ay, amiga… creo que el pobre en cualquier momento se revienta del deseo… -dijo Laly riéndose a carcajadas.

-Laly, no seas bestia, por favor… -dijo Rosana avergonzada.

-¿Yo?... ¿bestia?... mira, amiga… yo lo que soy es realista… si tu novio te está pidiendo llevarte a la cama, es porque realmente tiene ganas, y si tú le vas dando largas, llegará un momento en que… -decía Laly convencida de sus palabras.

-¿Qué, Laly?... ¿que se busque otra?... pues para tu información, te digo que Saúl será muy echado para delante y todo eso, pero no es de ese tipo de chicos que alivian sus tensiones con la primera hembra que se les pone delante –dijo Rosana con rotundidad.

-Bueno, bueno, Rosana… yo no quería decir eso… lo único que te digo, es que deberías ir pensando dar un paso adelante en tu relación… o es muy probable que te quedes sola… y ahora, voy a vestirme –dijo Laly tajantemente, y Rosana se quedó pensativa.

Ezequiel estaba en su despacho, y no podía concentrarse en su trabajo, solamente podía pensar en lo sucedido la noche anterior allí mismo, en el placer tan inmenso que había sentido al haber sentido su verga en la boca de Laly, cuando sonó su teléfono:

-Sí, ¿dígame?... sí, muy bien… en un momento estoy ahí, gracias –dijo él colgando a continuación- ¿qué me has hecho, Laura?... ¿por qué no puedo dejar de pensar en ti?.

En el receso de mediodía, Laly se encontraba tomando un zumo en la cafetería de la facultad, cuando llegó Rosana:

-Hola, Laly… ¿puedo sentarme? –dijo Rosana tímidamente.

-Por supuesto que sí, amiga –dijo Laly sonriéndola con complicidad.

-Laly… me gustaría en primer lugar pedirte perdón por la forma en la que te hablé esta mañana… -decía Rosana.

-Ay, Rosana… no te preocupes por eso, de hecho, ya lo había olvidado… -decía Laly con falsedad en su mirada.

-Gracias… también te quería decir que tienes toda la razón con respecto a mi relación con Saúl… y es por eso que voy a dar ese paso que tú me aconsejaste lo antes posible –dijo Rosana ilusionada.

-¿De veras?... ¡qué alegría me das, amiga! –dijo Laly sonriendo.

-Sí… esta noche, cuando Saúl termine su jornada en el taller, le voy a pedir que nos casemos –dijo Rosana.

-Ay, pero… ¿cómo le vas a pedir algo tan importante en un lugar tan mugroso como un taller, lleno de grasa y suciedad?... –decía Laly con cara de asco.

-Bueno, no sé… -dijo Rosana entrecortada.

-Mira, toma esta tarjeta, es de un restaurante que tiene muy buenos precios y es super romántico… llévale ahí, y luego a dar un paseo por un parque, o lo que sea… y seguro que será mejor que ese taller mecánico, por favor… -dijo Laly sacando de su cartera una tarjeta y entregándosela a su amiga.

-¿De verdad tú crees que sea buena idea ir a cenar? –dijo Rosana.

-¡Claro!... mira, ahora mismo te llamo yo por teléfono y te hago la reserva… verás como todo sale a pedir de boca –dijo Laly con sonrisa de falsedad.

Ezequiel regresó a su despacho a última hora de la mañana, para recoger sus cosas y salir a comer, cuando, al abrir la puerta, se encontró un sobre bajo la puerta. Se agachó, lo recogió, y vio que dentro había una nota:

-Esta noche estaré sola en casa… me gustaría poder disfrutar de tu compañía… podemos pasarlo muy bien juntos, si tú quieres. Tu Laura –Ezequiel leyó la nota para sí, y después se quedó pensativo.

Diana había regresado temprano del trabajo esa tarde, y se había puesto a cocinar. En un momento dado, se dispuso a llamar por teléfono a Ezequiel:

-¿Mi amor?... ¿cómo estás?... ¿cómo está siendo tu día?... sí, ya regresé, pues no tuve que quedarme para el cierre de edición del periódico, y por eso, me he puesto manos a la obra, y te estoy preparando una cena que te va a  encantar, ya lo verás… ¿a qué hora llegarás a casa?... ah, no lo sabes aún… bueno, no te preocupes, yo te esperaré lo que haga falta… te amo, mi amor, hasta luego –dijo Diana colgando el teléfono con ilusión.

Al caer la noche, Rosana y Saúl habían llegado al restaurante que les había recomendado Laly, y se acababan de sentar a la mesa:

-Ay, mi chula… pues es que este restaurante está así como bien finolis y todo, ¿no? –dijo Saúl mirándolo todo a su alrededor con extrañeza.

-Tranquilo, Saúl… si te fijas bien, aquí hay gente de todo tipo… Laly me dijo que se cena muy bien y es bastante económico –dijo Rosana.

-Ya, claro… si para esa todo es económico, ya que ella siempre anda aprovechándose de quien puede para sacarle la lana… -decía Saúl.

-Oye, habla más bajo aquí… no quiero que hables así de Laly, ella es mi amiga y yo la quiero mucho –dijo Rosana.

-Ay, perdóname mi chulita… no te me enojes… yo si te quiero un buen chorro y no me gusta verte mustia, ¿sí? –dijo Saúl dándole un pequeño beso en los labios para calmarla.

Mientras tanto, Laly estaba en el salón de su departamento, vestida con un conjunto de salto de cama de color azul, con transparencias, leyendo una revista, mientras miraba insistentemente el reloj, y resoplaba, al ver que sus planes se iban a ir al traste. Cuando estaba a punto de desistir, sonó el timbre. Ella se levantó del sofá súbitamente, se miró en el espejo del recibidor, y se dispuso a abrir la puerta. Y allí apareció Ezequiel, con una botella de champán entre sus manos:

-Buenas noches… ¿le apetece a esta bella señorita compartir una botella de champán francés conmigo? –dijo Ezequiel quedándose extasiado y mirándola de arriba abajo.

-Para mí será todo un placer –dijo Laly abrazándose a su cuello y besándole apasionadamente. Sus lenguas comenzaron a jugar, al tiempo que Ezequiel daba dos pasos para acceder al departamento y Laly cerraba la puerta tras de sí.

En el restaurante, Rosana y Saúl estaban inmersos en su romántica cena:

-Mi amor… si te he traído a este lugar, es porque quería decirte algo –dijo Rosana mirándole a los ojos.

-Ay, mi reinita chula, no me asustes… te has puesto reteseria –dijo Saúl cambiando el rostro.

-No, no te preocupes… lo que quiero decirte… bueno, pedirte, es algo muy bueno –dijo Rosana dejando escapar una nerviosa sonrisa de sus labios.

-Pues dime, mi Rosana, porque me están entrando ya picores de la angustia –dijo Saúl mientras tomaba un trago de vino.

-Saúl, yo es que… me gustaría… vamos que… ¿quieres casarte conmigo? –dijo Rosana atropelladamente, Saúl se atragantó.

Al tiempo, en el departamento, Laly y Ezequiel habían llegado hasta la habitación de ella, besándose apasionadamente, y acariciándose con ansiedad:

-Laura… no sé qué me has hecho, pero me vuelves loco… -decía Ezequiel mientras pasaba su lengua por el cuello de ella.

-Don Ezequiel… yo sabía que usted tenía todo este deseo oculto para mí… lo supe desde siempre… -decía Laly dejándose llevar al tiempo que le desabrochaba la camisa a Ezequiel y dejaba al descubierto su pecho carente de vello.

Ezequiel le bajó los tirantes del blusón a Laly, y dejó al descubierto sus pechos, con los pezones erectos, los cuales tomó entre sus manos y se llevó a la boca con lascivia, jugueteando a pasar la punta de su lengua por los pezones duros de Laly. Ella, mientras tanto, le despojó de su camisa, y se dispuso a bajarle la bragueta para repetir la escena de la noche anterior, pero Ezequiel se adelantó, despojándose de su pantalón y su boxer blanco, e impulsivamente desnudó a Laly por completo, y la tiró contra la cama. Él retrocedió y tomó entre sus manos la botella de champán, la descorchó, atronando con el ruido que hizo que el tapón saliese disparado, a lo que Laly esbozó una sonrisa cómplice desnuda desde la cama.

-A tu salud, Laura –dijo Ezequiel tomando un profundo sorbo, para después avanzar hacia ella, donde comenzó a derramar el líquido por sus pechos, su abdomen, hasta llegar a su coño. Acto seguido, pasó su lengua por todos esos lugares, con el fin de tomar el champán derramado, y cuando llegó al sexo de ella, se detuvo, para comenzar a jugar con su clítoris, mientras lo mordisqueaba y lamía para gozo de Laly, que gemía con ímpetu, para darle mayor morbo a su maduro acompañante.

A continuación, Ezequiel volvió hasta la boca de la joven, y sus lenguas se entrelazaron en otro profundo y húmedo beso. Cuando estaban inmersos en el mismo, Laly pudo sentir cómo la dura verga de Ezequiel entraba en su coño húmedo por el champán y por la saliva. Ezequiel comenzó a moverse con ímpetu, mientras se aferraba a los pechos duros e inhiestos de ella. Sus sudorosos cuerpos se mecieron al compás de los movimientos que Ezequiel realizaba entrando con su polla en el joven sexo de Laly, hasta que finalmente, llegaron al culmen, momento en el que él se corrió dentro de ella, cayendo desplomado encima a continuación, exhausto.

CONTINUARÁ