La vez primera, no la primera vez
Enseguida me vine dentro de ella, en lo mas profundo. Fue un copioso chorro de leche caliente mientras la empujaba bien hasta el fondo y Patricia se corría por tercera vez. Me quedé unos instantes quieto y agitado de tanto ejercicio y luego me retiré lentamente.
De todos los relatos que he compartido con ustedes, tal vez este sea el que mas erotismo me despierta personalmente. No se trata de una relato de la primera vez pero si de la vez primera.
Cuando conocí a Patricia, tanto ella como yo estábamos casados desde hacía un corto tiempo. Ninguna de las parejas tenía hijos así que la pasábamos muy divertidos especialmente los fines de semana en los que siempre acordábamos salir en pareja o bien comer algo juntos en la casa de uno de nosotros.
Poco a poco esa amistad fue haciéndose mas cómplice hasta que llegábamos a dormir los fines de semana bajo un mismo techo. Lógicamente, la intimidad de compartir un desayuno, una cena, un baño etc. nos hacía mas próximos.
Es así que me resultaba habitual ver a Patricia en interiores circular de la habitación al baño sin ningún pudor. Me admiraba el tamaño de sus pechos, muy redondos y con unos pezones grandes y parados siempre que la veía desayunar con una bata clara. Sus redondeles se insinuaban por el escote y me producían una inquietante erección mas o menos controlada.
Cuando nos quedábamos a dormir con mi esposa en el cuarto de invitados, generalmente las mujeres ya con ropa de cama solían juntarse justo antes de dormir a charlar algo mas sentadas al pie de la cama. Sucedía a menudo que las conversaciones se hacían tan familiares que tocaban temas íntimos y bromas de alto voltaje. No era poco frecuente que cada pareja escuchara como la otra hacía el amor en la habitación contigua a la vez que hacía lo propio. Cierta vez, entrada la madrugada, Ana y yo estábamos acariciándonos muy divertidos mientras escuchábamos los gemidos de Patricia que estaba recibiendo lo suyo en el otro cuarto. Pero esa vez los gemidos eran notoriamente mas intensos que de costumbre.
Patricia hablaba en susurros pero se notaba que estaba especialmente erotizada y pedía una y otra vez. Nosotros excitados por lo que oíamos terminamos echando un excelente polvo con mamada incluida que nos dejó totalmente agotados a ambos.
Rato después como nuestros compañeros de aventuras seguían con el mete y saca, cuando terminaron, escuchamos que se abría la puerta del cuarto y Patricia se dirigía la baño. Mi mujer Ana se levantó y se dirigió casi desnuda al baño también.
Yo comido por la curiosidad y el morbo me acerqué y pude escuchar como dialogaban ambas de lo fantástico de la noche y se reían.
A la otra mañana mientras desayunábamos los chistes iban subiendo de tono hasta que por fin dije:
Pues, que polvos se han echado anoche! Como gritabas de contenta Patricia.
Ella se reía y nos contó que había utilizado el vibrador por largo rato y que la verdad estaba toda inflamada de tanto y tanto. Se levantó y fue hasta el cuarto a traer el aparato que era formidable en tamaño. Todos reimos y comprendimos entonces el porque de los gritos. Patricia nos ofreció el vibrador para que lo probáramos esa misma noche si decidíamos quedarnos también, cosa que aceptamos.
Con Ana nunca habíamos utilizado un vibrador pero fue sencillamente maravilloso. Mientras se lo metía por la vagina me hacía una soberbia mamada desde la cabeza hasta los pelos como nunca. Ana se convulsionaba constantemente mientras acababa lo que a mí me aceleraba los tiempos y terminé echando toda mi leche en su boca en ocho o nueve espasmos increíbles.
Luego, se puso en cuatro patas con el vibrador aún adentro de la vagina mientras yo le untaba su culo con mi saliva mientras metía mi dedo dentro del mismo. Al rato, acerque mi verga a su orificio que latía de excitación y comencé a meterlo con paciencia hasta que el culo de mi mujer se lo tragó todo. Ana gemía pero no de dolor sino de placer y pedía que la rompiera toda, que la cogiera hasta acabarle en su sus entrañas cosa que no tardó en suceder.
Finalmente tarde en la noche nos dormimos exhaustos hasta el otro día. No nos habíamos dado cuenta que fuimos espiados por Patricia y su marido durante todo el tiempo quienes nos contaron lo mucho que les calentó la escena a punto tal de pajearse mutuamente mientras miraban.
Pasaron los días y resultó que Patricia cayó enferma con un fuerte dolor en la espalda que la obligó a permanecer en cama por un tiempito. Cuando hablamos por teléfono me contó que le habían recetado unas inyecciones muy dolorosas que se tenía que aplicar cada 12 horas. Me ofrecía a pasar a la salida de mi trabajo y aplicársela y en eso quedamos.
Ana, salía de trabajar mas tarde que yo así que quedamos en que ella vendría a cocinar algo para los cuatro esa noche mientras que Santiago volvía bien tarde.
Cuando llegué a la casa, Patricia me abrió el portero eléctrico y la encontré en la cama con un camisón muy cortito de seda y sin corpiño recostada con varios almohadones en la espalda. La saludé como era normal con un ligero beso en la boca y comencé a preparar el medicamento.
Luego le pedí que se diera vuelta y se bajara ligeramente la bombacha, cosa que hizo dejando al descubierto un hermoso y redondo culito al que yo estaba mas que acostumbrado de ver. Pero la situación me produjo una instantánea erección que se hizo notable. Por suerte Patricia se encontraba de espaldas.
Luego de aplicarle la inyección le hice unos masajes en el glúteo y finalicé con mi tarea dándole un besito justo en la nalga y subiendo su braguita.
Patricia rió y me pidió que le masajeara la cintura y la espalda que le molestaban. Levanté el camisón y comencé a sobarla lentamente mientras mi erección ya dolía. Ella gemía tímidamente disfrutando la caricia mientras levantaba imperceptiblemente su cola mientras mis manos recorrían desde sus glúteos hasta la espalda.
Lentamente Patricia comenzó a indicarme por donde ir mientras se aferraba a la almohada. Yo me subí y me instalé de rodillas atrás de ellas apoyando mi bulto en un juego erótico que me llevaba loco. Ella lo notó y como en broma me refregó su culito varias veces. Finalmente se dio vuelta con una sonrisa y me pidió que me baje.
Ambos nos quedamos en silencio yo tirado a su lado en la cama con mi bulto aún parado y notoriamente excitado.
Ella me agradeció el masaje con un beso en la boca mientras su mano se apoyó distraídamente casi sobre mi verga. Le pedí mas besos y se aplicó a mi oreja chupándola divertidamente. Comenzamos ese juego del que no se vuelve atrás y a tocarnos primero tímidamente y luego con gran pasión.
Levanté todo su camisón y comencé a besarle los pechos que estaban durísimos con los pezones totalmente parados. A cada lamida de mi legua, Patricia respondía con gemidos de agrados mientras me manoteaba la verga por encima del pantalón y comenzaba a hacerme una paja soberana. Metió su mano por la cremallera y sacó a mi ahogado miembro afuera mientras yo seguía su cintura hasta por debajo de la braga y con mi dedo llegaba hasta su pubis. Estaba empapada, llena de jugo que le había mojado toda la entrepierna.
Le bajé la bombacha con ansias y sumergí mi cabeza en su chocho a lamer el clítoris que le estaba por estallar.
Patricia me pedía que pare porque eso estaba mal pero a la vez me empujaba la cabeza para que me comiera su concha mas y mas. De pronto, con un gemido agudo se quedó como paralizada mientras me llenaba la boca de una hermosa acabada.
Nos terminamos de desvestir mientras Patricia me decía que quería sentirme como Ana me había sentido días antes porque le había gustado mucho vernos.
Se puso en cuatro patas mientras, totalmente fuera de sí se masajeaba el clítoris frenéticamente.
Yo, que estaba a punto de caramelo acerque mi verga hinchadísima a sus labios mayores y la introduje sin ninguna dificultad hasta el fondo de su vagina por primera vez, mientras ella deliraba de placer. Comencé a entrar y salir mientras le pegaba en los glúteos con mi mano. Patricia se corrió por segunda vez gritando y pidiendo mas como si no le bastara.
-Cojeme así, mas! La quiero bien adentro cojeme! Como me gusta! Ahh! Dámela toda mi amor! Dame tu leche ya!, decía.
Enseguida me vine dentro de ella, en lo mas profundo. Fue un copioso chorro de leche caliente mientras la empujaba bien hasta el fondo y Patricia se corría por tercera vez.
Me quedé unos instantes quieto y agitado de tanto ejercicio y luego me retiré lentamente. Al sacar mi verga de su cálido agujero la leche salió hacia fuera y se deslizó por sus entrepiernas hasta la sábana.
Nos echamos uno al lado del otro a descansar mientras Patricia me contaba que hacía tiempo que tenía ganas de esto pero no se había animado hasta hoy. Yo le decía que teníamos que hacerlo mas seguido y que tal vez alguna vez los cuatro juntos.
Al rato se levantó a lavarse y a cambiar la sábana toda mojada de nuestros jugos. Al volver me besó y me dijo que seguía caliente por lo que lo hicimos de nuevo parados en el dintel de la puerta dos veces más.
Luego nos vestimos y esperamos a que vinieran nuestras parejas. Cenamos como si nada y nos dispusimos a acostarnos.
Patricia le ofreció a Ana el vibrador y le dijo que no me agitara mucho que yo parecía muy cansado del trabajo.
Riendo nos fuimos a dormir. Ana y yo nos echamos un polvo mas pero nada sospechó mientras que en la otra habitación Patricia cogía de nuevo con su marido.
Este fue el principio de una serie de aventuras amorosas que mas adelante compartiré.