La verdadera historia de Caperucita Roja
El cuento ce Caperucita y el Lobo
LA VERDADERA HISTORIA DE CAPERUCITA ROJA
New York, Central Park, verano del 96. Iba caperucita roja (a la que llamaremos a partir de ahora por su verdadero nombre, Amanda Red) paseando por una solitaria zona de Central Park, la sombra de los numerosos árboles y la frescura de un césped bien cuidado, aplacaban un poco los rigores de un verano bastante caluroso. Describir a Amanda Red es todo un placer para los sentidos, (para los sentidos masculinos), 27 años, un metro ochenta y dos centímetros de estatura, rubia natural de ondulada melena que llegaba hasta la mitad de su espalda, ojos grises tras unas oscuras gafas de sol, labios carnosos pintados de un rojo muy intenso y brillante, su piel aterciopelada lucía un bronceado perfecto, sus medidas eran de infarto 105-60-95. En la parte superior portaba un top azul celeste que dejaba sus hombros desnudos, la escueta prenda apenas podía mantener a raya unos generosos y firmes pechos que oscilaban ligeramente, desafiantes, al ritmo de sus pasos. Más abajo unos cortísimos pantaloncitos vaqueros se ceñían como un guante a las curvas de sus caderas y a su vientre plano como una tabla. Rematando unas larguísimas piernas, sendos zapatos negros con tacón dorado de aguja. El conjunto lo completaba un pequeño bolso que colgaba de su hombro izquierdo. Impresionante. Con pasos largos y firmes, segura de sí misma Amanda Red se adentraba en la zona más tupida y solitaria de ese inmenso parque en el corazón de New York. A unos cincuenta metros, oculto tras la vegetación, unos ojos la miraban. Era El Lobo, aunque su verdadero nombre es Lorenzo Wolf, un joven moreno y guaperas, con fama de ligón barato, que habia violado varias menores pero solo en un par de ocasiones había sido detenido por abusos y acosos sexuales y siempre se escapaba gracias a sus contactos en la policia. Lorenzo Wolf salió al solitario camino, deteniéndose a tres o cuatro metros de Amanda Red. -Hola preciosa. –dijo con las manos en los bolsillos y pose de actor de cine. -¿Dónde vas tan solita? -Voy a casa de mi abuelita. –dijo la espectacular Amanda Red que se había detenido y se limitaba a masticar un “trident” haciendo que sus labios parecieran más sensuales. -Claro, claro a casa de tu abuelita. ¿No te da miedo andar por estos caminos tu sola? –preguntó Lorenzo Wolf que tenía los ojos clavados en los magníficos pechos de ella. -No, no me da miedo. –contestó ella con una ligera sonrisa. -Bueno, se me ocurre una idea. –dijo él colocándose el dedo sobre la sien. –Puedes retrasar un poco la visita a tú abuelita, y así nosotros nos conocemos mejor. -No me gusta tú idea y no pienso retrasar la visita. –se quitó las gafas de sol y las colgó del top por una patilla, entre los dos pechos. -No me lo pongas difícil guapa, odio la violencia sabes, si colaboras un poco todo irá mucho mejor. ¿Qué llevas en el bolso? –Lorenzo Wolf empezó a aproximarse a ella lentamente. -¿Quieres saber qué llevo en el bolso? –dijo Amanda Red tirando del cierre magnético y metiendo dentro su mano derecha. Sus movimientos eran lentos pero precisos. Lorenzo Wolf se detuvo en seco, a dos metros de ella, abriendo mucho los ojos. Amanda Red había sacado del bolso un Mágnum del 45 plateado con un silenciador acoplado. -¿Te gusta? –preguntó ella, acariciando obscenamente el silenciador con la yema de los dedos. -Espera, yo no pretendía, yo no... –levantaba los brazos cómicamente retrocediendo sobre sus pasos. -Estoy pensando en darte una oportunidad ¿sabes? Si haces lo que te diga, es posible que salgas bien de esto, pero debes darte prisa porque mí abuelita me está esperando y no me gusta hacerla esperar. Bájate los pantalones y los slips. –Amanda Red tiró de la parte superior del arma introduciendo una bala en la recámara, el gesto hizo que Lorenzo Wolf mostrase su maquinaria en menos de diez segundos. -Vaya, que decepción ¿esto es todo? –miraba ella con cara de circunstancias el pequeño miembro de él. –Tendrás que demostrarme que por lo menos funciona, tienes dos minutos para convencerme de tu virilidad de lobo, si no lo consigues, me enfadaré mucho. Amanda Red echó un vistazo a su reloj. Él la miraba estupefacto, aterrorizado, sin hacer nada. -Te queda un minuto y medio, yo de ti me daría prisa. En ese momento él cogió su miembro y empezó a moverlo con nerviosismo. -Por favor no me dispares, no puedo hacerlo no... -Cuarenta y cinco segundos. –dijo ella que lo miraba divertida. Lorenzo Wolf incrementó el ritmo, sus ojos estaban húmedos, a punto de llorar. -Diez segundos. –apremió Amanda Red. Él ni siquiera había conseguido que aumentara de tamaño. -Es una pena, se ha cumplido el plazo y tú no me has convencido. ¡Para, estás fuera de tiempo! Aunque creo que si te hubiera dado dos horas el resultado sería el mismo. Amanda Red se llevó los dedos a la boca, sus largas y roja uñas cogieron el “trident”, lo aplastó un poco y lo pegó en la boca del silenciador del arma, tapando el orificio. Lorenzo Wolf lloraba, suplicaba, su estampa era patética. Ella, con un rápido movimiento, apuntó el Mágnum hacia los genitales de él, y apretó el gatillo. Un proyectil salió disparado con un “trident” pegado en la punta, destrozando el bajo vientre de Lorenzo Wolf. Guardó el arma en el bolso y consultó su reloj, tenía que darse prisa o llegaría tarde a su cita. Al pasar junto a él ni siquiera lo miró. Veinte minutos después, Amanda Red llamaba a la puerta del piso 17 de un moderno edificio al Oeste de Central Park. Una joven morena abrió la puerta, era Abu-Lita, de rasgos árabes y figura espectacular, aunque algo más baja que Amanda Red. Abu-Lita la recibió con un profundo y húmedo beso en los labios. -¿Por qué has tardado tanto? –susurro la morena acercando sus labios al oído de Amanda Red, al tiempo que esta acariciaba sus caderas. -Un pequeño imprevisto sin importancia me entretuvo por el camino. –respondió la rubia sonriendo.