La verdadera historia de Caperucita Roja

La Caperucita Roja que todos conocemos no era como cuenta la historia ni el Lobo Feroz era como se dice... La verdad es otra, mucho mas sabrosa...

LA VERDADERA HISTORIA DE CAPERUCITA ROJA

por Eduardo de Altamirano

Mi familia, de alguna manera, decidió olvidarse del tema para siempre; pero yo no; yo estoy harto, lo que se dice harto, de ver y oír una y otra vez como se cuenta, horriblemente deformada, la historia de uno de sus miembros más paradigmáticos, que, de no mediar los prejuicios que siempre han existido, habría ilustrado nuestros blasones como emblema del encanto del verdadero amor

La culpa de todo este embrollo la tuvo el párroco primado de los pueblos donde sucedieron los hechos, quien temeroso vaya uno a saber de qué desgracias o castigos, o por oscuras razones de clase o de privilegios, aprovechó la posesión dominante del púlpito para difundir tendenciosamente una versión mendaz y mutilada de la realidad, una realidad que por sí misma debía ser "la única maestra", como dijo el astrónomo Descartes

El tal párroco, cuyo nombre era Jorge Oliver Goglio, gran charlatán, con fama de antever el porvenir, pensó: "si yo dejo que la bola siga corriendo así como viene, estos apacible pueblos se convertirán inexorablemente en lo que dentro de poquitos siglos mas será la aún no fundada ciudad San Francisco y sus alrededores en las colonias que el Reino Rubio tiene en América del Norte, pues para ese el Acta de Filatelia aún no estaba firmada y se discutían algunos detalles de organización". Acto continuo metió manos a la obra con el saber que le había otorgado su paso por el Seminario de San Maurizio e inventó esa gran mentira que hoy el mundo conoce como la "Historia de Caperucita Roja".

La historia realmente ocurrió en el siglo XVIII, en una región llamada Extremaduro, la que nada tiene que ver con la Extremadura española… No doy más datos geográficos porque a esta altura del debate de nada valen las latitudes y las longitudes, los meridianos y los paralelos… Solo sirva decir que en esa región existían dos pueblitos abrazados por sendos valles y separados por un rico bosque de robles, abedules, nogales y cuanto especies arbóreas podéis imaginar, cuya espesura era necesario atravesar para ir de un pueblo al otro

Bien, en uno de esos pueblos, cuyo nombre era Burgo de Alconcher, vivía quien hoy se conoce como "Caperucita Roja"; pero que, en ese entonces, nadie tomaba por tal (y aquí viene un detalle central de la historia), toda vez que Caperucita no era una niña sino un mozalbete, a quien toda la vecindad conocía bajo el apodo o mote de "Ricitos", en razón de su ensortijada y abundante cabellera, de áurico esplendor... Y, por cierto, su costumbre no era andar cubriendo su cabeza con gorros ni sombreros ni turbantes, fueran de la especie y color que fuesen… Muy por el contrario, sabiéndolo hermoso y radiante, gustaba de lucir a pleno su atractivo cabello

Además, Ricitos no era un joven común y silvestre… En mucho se diferenciaba de los varones de su edad… A la belleza del pelo se le unía la de un rostro que mucho tenía de angelical por la perfección de sus líneas y la de su andrógino y espigado cuerpecito, capaz de despertar recónditos y secretos apetitos

Ricitos era muy trabajador y obediente… También se destacaba por su afición al estudio y al cultivo de la música, no en forma académica, sino –como suele decirse- "de oído"… Ejecutaba la flauta dulce (instrumento que había heredado de su abuelo don Eduardo, gran flautista en la corte de Su Alteza el Archiduque Iván C. Lakhome), arrancándole a fuerza de soplar y taponar agujeritos las más hermosas y encantadoras melodías… Y no pocas eran las veces que, para escuchar la voz de su instrumento, la gente se arremolinaba en torno de él

Como en el pueblo vecino, cuyo nombre era Burgo de Laverga, vivía su abuelita materna (hermana de la abuela de la tatarabuela de quien escribe), vuelta a vuelta, Ricitos atravesaba el bosque que separaba los poblados para visitarla y saber qué le picaba… Estas travesías las hizo desde muy pequeño y sin miedo alguno por los peligros que la fantasía popular y la perversa intencionalidad de los poderosos tejían acerca de la inseguridad de esos lugares… Lugares que Ricitos conocía de memoria y transitaba con total despreocupación, salticando alegremente y haciendo sonar en su flauta con inefable alegría

Con el paso del tiempo, la abuelita de Ricitos, fue mostrándose más achacosa y necesitada del auxilio familiar, el que solo podía brindarle Ricitos, pues el resto de la parentela, o bien se desentendía insolidariamente de sus obligaciones, o bien se hallaba fácticamente impedido de brindarlo… Esto hizo que los viajes de Ricitos se multiplicaran, tanto para acercarle viandas y medicamentos, cuanto para prestarle algunos servicios en el mantenimiento de la gran casona donde residía la anciana dama… Cada uno de estos viajes significaba un cruce del "inseguro" bosque, lo cual no afectaba a Ricitos, pues sabía que la tan mentada inseguridad no iba más allá de la inseguridad que había reinado allí toda la vida, desde que el bosque fue bosque

Pero, es dable señalar que no todos veían la cosa como él y, en particular, el señorito Alcalde de Burgo de Laverga, don Lucio Tiri Filho, un rico empresario del rubro maderero, ex fabricante también de carruajes y ex Patrón del Servicio de Correos de Su Majestad, quien, para robustecer la seguridad dentro del bosque creó un Servicio de Vigilancia Privada, encargado de que el ecosistema no fuera ocupado ni degradado por intrusos, piqueteros o vagos mal entretenidos, quienes de algún modo afectaran así el estilo de vida y la paz social de los vecinos respetables y de buen nombre

Fue a raíz de esta creación del Tiri Filho que, aunque no fueran vistos por los ocasionales peregrinos, el bosque se pobló de ojos y oídos que le reportaban al Alcalde todas las novedades de cuanto allí ocurría… Unos de esos de ojos y de esos oídos pertenecían Juancito Bompene, a quien sus amigos apodaban "El Lobo", por el llamativo tamaño de sus orejas (cosa que él ocultaba bajo las ondas de su airosa pelambre) y su simpática trompita, ornada por una dentadura que parecía tener más dientes de lo normal y unos caninos de carnicero perfil… También algunos íntimos lo llamaban "Manguera"… Juancito era un muchacho sumamente apuesto, con una estampa que irradiaba reciedumbre y virilidad por los cuatro costados, desde la perfección de un cuerpo que bien podía suponerse emblema de la más pura y rotunda masculinidad

A Juancito, que casualmente tenía asignada por su condición de guardabosque el área por donde habitualmente transitaba Ricitos, no le pasaban inadvertidas las idas y venidas de éste muchachito… Y, sobretodo, no le pasaba inadvertido Ricitos… Muy por el contrario, le llamaba la atención su figura y puede decirse que de algún modo le despertaba pecaminosos deseos

Esta atracción se definió más y se hizo completamente clara cuando vino la época de las lluvias… Si… Resulta que como Ricitos no podía dejar de ir a la casa de su Abuelita, debió armarse de algo que lo protegiera de las mojaduras… Fue así que con su reconocida habilidad manual y un trozo de tela roja impermeable que le facilitaron las monjitas del Convento de Las Travas, se confeccionó una especie de capita o caperuza con la que podía cubrir su cabeza y buena parte de su cimbreante cuerpito… Este atuendo hacía que, de lejos, pareciera una niña y que en la comarca comenzaran a llamarlo: "Caperuchuchito", en lugar de Ricitos

La primera vez que Juancito vio de lejos Ricitos convertido en Caperuchuchito tuvo a fe que se trataba de una niña… Pero, rápidamente salió de su confusión; fue tan pronto como pudo observarlo de cerca y reconocer sus rasgos y movimientos, los cuales le eran ya muy familiares… Y, en especial, cuando pudo oír los aires de su flauta, inundando los aires… Lo que también sucedió mientras Juancito observaba por vez primera a Caperuchuchito fue que esa contemplación del agraciado joven le indujo una erección absolutamente imposible de controlar

Porque, oportuno es decirlo, Juancito era un joven de muy amplio criterio, despojado de preconceptos y totalmente alejado de la homofobia, al punto que en teoría no rechazaba ninguna posibilidad… Digo "en teoría", porque bueno es aclararlo, a la sazón, el muchacho no tenía en este orden de cosas más experiencias que las recibidas de los encantos de algunas mozas juguetonas del lugar, a las que siempre supo tener muy satisfechas y contentas… Todo lo que podía acreditar, fuera de ese círculo de acciones, eran fantasías de su imaginación, algunas de ellas ocasionalmente acompañadas por la realidad de efectivos meneos manuales, de los que no faltan cuando el termómetro se sale de cauce y azuza los devaneos de la mente

A partir de ese momento, cada vez que Juancito veía a Caperuchuchito en el bosque, el fenómeno eréctil se repetía con igual rigor y servía para que el muchacho se prometiera acciones a futuro de rompedora contundencia… Pero, el tiempo pasaba y las acciones brillaban por su ausencia

Fue entonces que un día Caperuchuchito cayó seriamente enfermo y le fue menester guardar estricto reposo… La enfermedad tenía algo que ver con una intoxicación y el médico sentenció con meridiana claridad: "si no se cuida como es debido, pondrá en juego su vida y ni los ruegos del Papa podrán de salvarlo"… Esta eventualidad trajo dos consecuencias: una, que la Abuelita quedara medio desprotegida en su casona de Laverga y, otra, que Juancito se olvidara un poco de la personita que despertaba el estremecimiento de su "amiguito" de entrepiernas

La difícil situación de la Abuelita pudo atemperarse merced a la intercesión, justamente, de Juancito; porque siendo medio vecino de doña María de los Ángeles, que así se llamaba la Abuelita, no dudo en echarle una mano de ayuda a la anciana… Mas, como la cosa se complicaba, le prestó un servicio que aventó todos los problemas: la llevó en un carruaje preparado ad hoc, hasta la residencia de una hermana suya (que no era mi remota abuela), distante unas ocho leguas del Burgo de Laverga… Allí podía instalarse sin inconvenientes todo el tiempo que quisiera y con la seguridad de recibir una atención y un cuidado de excelencia… En el acuerdo que pactaron Juancito y la Abuelita estaba que el joven cuidaría de la casa de ella hasta que Caperuchuchito se recompusiera y/o la Abuelita pudiese retornar

A Juancito mal no le venía habitar la casona de doña María de los Ángeles, pues allí disponía las mayores comodidades, las que en su casa no existían… Muy especialmente, del baño con tina y agua caliente, que es como decir hoy en día un baño con jacuzzi y ducha escocesa

Y fue justamente una tarde en que Juancito se estaba prodigando uno de esos baños fenomenales cuando inesperadamente se hizo presente Caperuchuchito, recuperado por completo de los males que lo habían puesto en los umbrales mismos del otro mundo

Caperuchuchito entró, como le era habitual, llamando a voz en cuello a su Abuelita por las distintas dependencias de la casa y como no la encontraba, en un último intento, se acerco a la puerta de la sala de baño, donde preguntó: "Abuelita, ¿estás ahí?...

Juancito reconoció la voz de Caperuchuchito y con la rapidez de un fraile, afectando la voz contesto: "Si, mi querido, estoy aquí, dándome un baño… Aguarda en el salón a que termine y mas luego, cuando haga sonar a campanilla, ve a mi a mi dormitorio"

"Bueno Abuelita", fue la respuesta del obediente Caperuchuchito… Entonces, Juancito salió de la tina, se seco y se mandó para el dormitorio… Allí busco un camisón y una cofia de la Abuelita, se los puso y, no sin antes oscurecer el ambiente, cerrando la ventana y manteniendo encendida solamente la devoción, se metió en la cama e hizo sonar la campanilla… Fue así que Caperuchuchito entró al dormitorio

  • ¿Por qué tienes todo tan oscuro, Abuelita?
  • Porque quiero descansar la vista, mi Cielo..
  • ¿Tienes la vista cansada?... Te noto los ojos muy grandes y dilatados, ¿a qué se debe eso, Abuelita?.
  • Es porque quiero verte mejor, mi Ángel
  • Y la boca, la tiene inflamada, con los labios que parecen una trompa, ¿por qué?...
  • No sean tontuelo, mi bocucha está bien y solo la preparo para besarte mejor

Diestramente y para evitar que Caperuchuchito continuara con sus preguntas, Juancito lo intimó: "Hace frío, quítate tus ropas y metete en la cama conmigo, así entramos en calor y hablamos largo y tendido, después de tanto tiempo de no vernos"

Sin sospechar absolutamente nada, Caperuchuchito se desvistió, quedándose solo con su ropita interior, y así a se metió en la cama, donde Juancito, simulando ser su Abuelita lo recibió con los brazos abiertos

Cuando quedó entre los brazos de Juancito, comprendió que, o bien su Abuelita había sufrido un transformación fenomenal, Dr. Jekyll y Mr. Hyde, o bien su Abuelita no era su Abuelita… Pero, cosa curiosa, la calidez del abrazo y los muchos besos que Juancito comenzó a prodigarle, desalentaron todo intento de separación… Muy por el contrario, sintió nacer el deseo de continuar así, disfrutando de una situación por demás agradable… Y, si se trataba de una farsa, decidió consentir la prosecución de la farsa, porque experimentaba sensaciones totalmente nuevas y un placer no conocido hasta ese momento

Al no encontrar resistencias, Juancito fue perdiendo la chaveta y de besitos en la mejilla pasó a unos besos de lengua, carentes de todo desperdicio… Y la completó cuando arrastro la mano de Caperuchuchito hacia su miembro, erguido como nunca y presto para cualquier aventura

Cuando Caperuchuchito aprehendió esa sólida masa de carne caliente y palpitante, sintió que todo su cuerpo se estremecía por la intensa vibración que el enorme chipote le transmitía

En medio de la excitación en que se hallaba, Juancito atinó a preguntarle a Caperuchuchito si le gustaba lo que tenía en la mano y como éste le respondiera afirmativamente, casi como un reflejo, como una reacción automática, le murmuró: "si te gusta, es toda tuya, toda para vos, mi Cielo"… Semejante ofrenda conmovió las fibras más íntimas de Caperuchuchito, quien se sintió alentado e impulsado a continuar prodigando apretones y caricias al recio y monumental miembro de Juancito

Como por arte de magia, lo que comenzó una trampa, un juego, una farsa entre Caperuchuchito y Juancito, se fue transformando en algo distinto y convocante de los más íntimos y profundos, acaso subconscientes, deseos de los dos jóvenes… Quizás por ello, sin pensarlo, ambos se fueron despojando de sus vestiduras hasta quedarse completamente desnudos y deseosos de entregarse uno al otro en cuerpo y alma, hasta fundirse en un auténtico acto de amor que los elevara hasta el nirvana de la verdadera felicidad

Esa entrega recíproca, profundamente anhelada, se fue dando como los pasos de la danza, cuya coreografía erótica encendía cada vez más el fuego de los deseos que fluían y refluían entre los dos jóvenes amantes

La voracidad con que Caperuchuchito fellaba la hermosa pija de Juancito hacía evidente cuánto necesitaba su ser de la energía que ese maravilloso instrumento le transmitía… ¡Y qué no decir de los besos y las caricias que se regalaban!... Eran verdaderas declaraciones de amor eterno

Así llegó el momento culminante de ese rito amatorio, cuya celebración no respondía a ninguna intencionalidad premeditada, sino al impulso de pasiones juveniles desbordantes… Ese momento culminante en que Juancito debía penetrar, con toda su virilidad, las entrañas mismas del ansioso y virginal cuerpito de Caperuchuchito, para hacerle sentir las estremecedoras vibraciones que se vehiculizan por los senderos misterios del sexo, transportando a los amantes hasta los elevados planos de la auténtica felicidad

Pese a que tamaña intrusión despertaba serios temores por los sufrimientos que pudiera encerrar, Caperuchuchito no opuso la más mínima resistencia… Se entregó mansamente a los designios de su amante, ofreciendo las redondeces de su muy bien formado culito en la postura más conveniente a una exitosa penetración… Además, untó su orificio con un delicado aceite de almendras que la Abuelita guardaba a la vera de su amplio lecho

De todos modos, teniendo en cuenta el carácter iniciático del acto, la probabilidad de éxito era algo mínimo… Sin embargo, se produjo el batacazo y Juancito introdujo absolutamente todo su miembro en el complaciente ano de su amante y pudo así prodigarle a Caperuchuchito el más gozoso de los desvirgamientos de que se tenga cuenta en la Historia

Claro está, los padecimiento vinieron después; pues Caperuchuchito tuvo un par de días en que solo podía estar en la cama o de pie … Sentarse: imposible… Pero bien dicen que la sarna con gusto no pica, porque a pesar de este contratiempo se sentía como si hubiera alcanzado el Cielo con las manos

Y no era para menos… Concluido el acto, Caperuchuchito y Juancito se entregaron el uno al otro en un verdadero carnaval de mimos y arrumacos… Además se prometieron ser el uno para el otro… Y lo fueron, ya que rápidamente Caperuchuchito se adapto a las exigencias del atributo de su amante y, sin dolor ni consecuencia alguna, pudo alojarlo todo entero en la tibieza de su vientre; cosa que se repitió casi hasta el infinito, con todos los aderezos del verdadero amor

Lo que gozaba Caperuchuchito cuando Juancito lo fornicaba es cosa de no creer… También Juancito gozaba con locura cuando lo tenía a Caperuchuchito bajo la atracción y el potente rigor de su miembro… De ahí que no pasara día sin que los amantes se vieran, ya en la casa de la Abuelita, quien definitivamente se había asentado en la residencia de su hermana, ya en medio del bosque, donde Juancito disponía de una garita para vigilar el sitio, y se echaran sus soberanos polvos

Contrariamente a cuanto suele suceder con los orificios anales muy transitados, los cuales pierden su tonicidad muscular, tornándose blandongos y sosos, el poporrito de Caperuchuchito adquirió un grado de dilatación extraordinario, al punto de que admitía el paso de la enorme poronga de Juancito sin traba alguna, y, al mismo, logró un nivel de contractibilidad y de fuerza verdaderamente increíbles… Esto le permitía sentirse en plenitud cuando la tenía toda adentro y la atrapaba con la fuerza de poporrito, al tiempo que le deparaba a su amante las más delirantes sensaciones, porque hay que ver cómo se la apretaba

Todo iba sobre ruedas para los jóvenes hasta un día en que el Diablo decidió meter la cola… En efecto, una tarde, en que Juancito y Caperuchuchito estaban haciendo el amor en casa de la Abuelita, ocurrió que unos mozuelos entraron en el parque de la propiedad con el propósito de arrancar frutos de los muchos árboles que había en el predio… Quiso el destino que pasaran por frente al ventanal del dormitorio principal en el preciso momento en que Caperuchuchito y Juancito le estaban dando a la sinhueso desenfrenadamente… Los mozuelos detuvieron el paso y prestaron oídos a cuanto sucedía tras los altos y pesados postigos… No había que ser adivino para darse cuenta de lo que allí acontecía… Bastaba con oír lo que los amantes se decían: "Si, chupámela así", "Tragátela toda entera", "¿Te gusta cómo te la mamo?", "Ponete en cuatro que te la pongo", "Ay, cómo me llenas", "Me gusta cogerte así", "Oh, Dios, como la siento", "Qué gustoso", etc., etc.

A partir de ese momento, los mozuelos comenzaron una operación de inteligencia, porque además de escuchar querían ver lo que sucedía… Así fue como pudieron detectar quiénes eran los amantes y algo sustancial: que los encuentros se celebraban también en el bosque, donde montados en un árbol vecino a la garita pudieron observar reiteradamente, como en un teatro, cuando Juancito, el Lobo, lo culeaba a Caperuchuchito… Demás está decir que los mozuelos se hicieron habitúes de ese espectáculo, el cual función a función se enriquecía con los agregados que dictan la pasión y el amor

En un primer momento, se mantuvo el descubrimiento se mantuvo en secreto; pero, ya se sabe que es muy difícil mantener un secreto y sobretodo en un poblado como Laverga, que era algo así como "la Caldera del Diablo"… Uno de los primeros en enterarse fue Fray Jorge Oliver Goglio", quien, como dijimos al principio, consideró que era su deber pastoral intervenir en el caso y para ello trazó su plan operativo: primero, informarse acabadamente al respecto y, segundo, editar la información del caso de modo tal que no se convirtiera en algo peligroso para la moral establecida… Estaba consciente de que el hecho o los hechos eran un toque de clarín que no debía desoírse, pues –si mucho no se equivocaba- estaban en juego los sagrados intereses de la Nación en juego

La parte primera del plan la ejecutó yendo personalmente al bosque y al árbol que servía de observatorio y desde allí comprobó acabadamente lo que estaba sucediendo… Digo acabadamente porque vio el acto de cabo a rabo y, también, porque excitado por el espectáculo se sacudió una soberana paja que lo hizo acabar gloriosamente… Luego se aplicó a la edición

A Caperuchuchito lo convirtió en "Caperucita Roja" una encantadora niñita, absolutamente ingenua, y a Juancito en el "Lobo Feroz", un perverso cánido que se comió a la dulce Abuelita, sólo para ocupar su lugar y así poderse comer (en sentido figurado) a la inocente Caperucita… La historia oficial estuvo tan, pero tan bien escrita y se difundió con una insistencia tan pertinaz a través de los medios de comunicación de la época, que, cuando los amantes verdaderos ya remontaron vuelo hacia la eternidad, ahogó en el mar del olvido a la historia real y se perpetuó a través de los siglos hasta nuestros días, imperando de tal modo que, según las encuestas que mandé realizar en distintos lugares del orbe, nadie sabe nada ni de Caperuchuchito ni de Juancito

Yo he llegado a saber la historia real gracias a las anotaciones del Dr. Pascual Angulo de la Fontana, contemporáneo de Caperuchuchito y Juancito, y pariente de este último, quien realizó una investigación del caso, a raíz de cierta consulta médica que los jóvenes le efectuaron… Parece ser que cuando llevaban varios años en pareja Caperuchuchito comenzó a notar que su vientre aumentaba de tamaño y suponiendo que podía estar embarazado, consultaron al Dr. Angulo,… Tras algunos exámenes y estudios se aclaró la cosa: el crecimiento abdominal se debía a flatulencias producto del régimen alimenticio

Pero la verdad, tarde o temprano, termina por imponerse… Por razones que no quiero juzgar y que mucho tienen que ver con los prejuicios y conceptos que imperaron en el mundo occidental y gran parte del oriental desde muy lejanos tiempos, mi familia se negó a difundir la verdad… Me obligó así a mí a enfrentar el dilema de escoger entre seguir ocultando la verdad histórica o hacer público que Caperucita era una muchacho muy vistoso y apetecible, y que el Lobo Feroz, no era un cánido, sino un muy bien puesto ejemplar de Homo sapiens, quien además de bien puesto, sabía ponerla muy bien, como no deja de señalar el Dr. Angulo, al destacar que "el ano y el recto de Caperuchuchito parecían moldeados por una herramienta maestra, a fin de cumplir las funciones de una perfecta vagina"… Bien decían los enciclopedistas de aquel entonces al sostener que "la función hace al órgano"… Si en pocas palabras debiera resumir la historia de estos dos jóvenes, que fueron jóvenes toda la vida, diría "fueron felices, cogieron hasta decir basta, sin necesidad de viagra ni otros artificios, solo porque el amor los unió"… Y no se por qué se me hace de que en la eternidad, como arquetipos de un bello romance, deben seguir culeando con todo, ¿no le parece?...

Si el lector quiere decirme, lo que se le ocurra decirme, puede escribirme a decubitoventral@yahoo.com.ar , siempre habré de tomar sus dichos como una amable atención.