La verdad sobre tu marido Pedro
¿Qué hacer cuando en plena luna de miel te enteras de que tu marido ya te ha sido infiel? Pues lo más socorrido es acudir a los servicios de animación del hotel.
La verdad sobre tu marido Pedro
Cancún, el paraíso del turista, hotel de cinco estrellas, primera línea de playa, jacuzzi en la habitación, club de golf, show-espectáculo todas las noches, un tiempo espléndido... ¿Qué más podría yo desear en mi luna de miel?
¡Pues un marido que me quisiera!
¿Acaso es tanto pedir?
Ah, y ya de paso que este hotel no tuviera un servicio de internet gratuito para sus clientes. Claro que eso sería matar al mensajero.
¿Quién me mandaría a mí meterme en la sala de ordenadores a mirar mi correo? Se trataba de desconectarnos del mundo, de aislarnos y de disfrutar de nuestro amor ahora que Pedro y yo nos habíamos unido en santo matrimonio para siempre y habíamos jurado ser FIELES el uno al otro delante del cura. Si encima yo hasta me lo creí cuando lo dijo. ¡Y yo que quería casarme en un juzgado! Esta claro, no tuve que hacer caso a Pedro. "El compromiso es mayor si nos unimos por la iglesia" me decía el muy cabrón.
Hay que mirarlo por el lado bueno, más vale que te enteres de quien es tu marido a los nueve días de casados que no a los nueve años. Y si yo me he enterado ha sido gracias a ese misterioso correo electrónico.
Nada más abrir mi bandeja de entrada me encontré con ese nombre que no me decía nada. ¿Felipe Gómez? Yo no conozco a ningún Felipe Gómez. Asunto: "La verdad sobre tu marido Pedro". Qué cosas. ¿Será un virus? El correo tenía muchas "kas", podría serlo. Bueno lo abriría de todas maneras, total de infectarse algo sería el ordenador del hotel.
Y ese fue mi error, o quizá mi salvación no lo sé, pero cuando lo abrí casi paso directamente de la sala de ordenadores a la enfermería del hotel. Vaya palpitaciones me dieron, no podía ni respirar. Me ahogaba. Vamos lo que viene en llamarse un ataque de ansiedad. Reconozco los síntomas perfectamente. Los explicaron en un telediario de Antena 3. Y es que en los informativos de esa tele, fijaros si no, te cuentan una enfermedad diaria.
Pero no perdamos el hilo. El caso es que el tal Felipe Gómez sólo me escribió dos líneas:
"Abre los archivos adjuntos.
Un amigo."
No sabía que tenía amigos tan locuaces. Abrí los archivos, tres concretamente, tres fotos. La primera me provocó el ataque de ansiedad, la segunda un amago de infarto y la tercera la trombosis cerebral. Bueno, quizá exagere, pero algo parecido fue lo que sentí.
La primera foto es de mi marido besándole una teta a la guarra de Pilar, su compañera de trabajo. En la segunda, la cerda de Pilarica aparece chupándole el pene a Pedrito, él, lógicamente, está ya con los pantalones bajados. Y en la tercera el hijoputa de mí casi ya ex marido penetra por atrás a la mala vívora y zorra esa.
Y casi que esto no es lo peor. Lo más humillante es que reconozco el escenario de las fotos y las ropas que lleva Pedro. Es su traje de BODA y esas fotos están echas en los servicios de la sala de fiestas donde celebramos NUESTRA boda. Es decir, se la tiró el día, se supone, más feliz de nuestras vidas. Por el estado en el que se ve la corbata en esas imágenes calculo que tardó unas cinco horas en ponerme mis primeros cuernos de casada. Y el muy cerdo me dijo esa noche al llegar al hotel que estaba muy bebido para consumar el matrimonio, que casi que lo dejábamos para el día siguiente.
Con mis 25 años soy la envidia de mis amigas y compañeras de trabajo y el objeto del deseo de todo macho viviente. Con mi metro setenta y cinco, mi melena rubia natural, mis tetas firmes, mi coño rasurado, mi culo macizo, mi cara de tía buena y, por si te faltaba algo, con mi doctorado en biología molecular; con todo eso, tú, el día que me caso contigo prefieres follarte a la doble de Dolly Parton. Pues muy bien, ahora te vas a enterar de quien es tu futura ex mujer.
La primera de mis venganzas no tardaste en sufrirla. Sí, querido Pedro, la diarrea aguda que padeciste no fue porque la langosta con la que babeabas a la hora de la comida estuviera en mal estado sino por los polvos contra el estreñimiento que te eché. Quizá me pasé vaciando las 30 dosis enteras en tu copa de vino. No me extraña que le dijeras al camarero que estaba picado. Tampoco que él te mirara con expresión de "eres un garrulo".
Pero mi objetivo no fue causar daño físico. Mi objetivo era que te quedaras en la suite nupcial cagando toda la velada para yo tener vía libre. Como comprenderás no me podía perder el espectáculo folclórico que esa noche ofrecía el hotel.
Pero, fíjate, al final cambié el programa y yo misma me monte mi propio espectáculo. Y desde el principio tuve bien claro a quien deseaba como protagonista masculino del show.
Me había fijado bien en él desde el primer día en el hotel, pero claro como yo era una esposa recién casada, sólo le miraba como parte del paisaje, bonito eso sí, pero mero paisaje. Luego me hicieron gracias sus ocurrencias. Estando tumbada en la piscina del hotel tomando tranquila el sol, lo menos que deseaba era que alguien me sacara a bailar pero con su alegría vital y sus tablas en el escenario lo logró, y no sólo a mí, prácticamente nos puso a danzar y a hacer el ridículo a todos los presentes con esas coreografías horteras de canciones tontas de verano.
Como animador de un complejo turístico es de lo mejor que he visto. Porque animar... ¡Vaya si animaba! Pero terminó de ganarme para su causa cuando me sacó de pareja de baile. Pedro no estaba, creo que se había ido a dormir la siesta. Él pidió voluntarias para una clase de salsa. No faltaron, cinco o seis chicas levantaron la mano, yo, desde luego, no lo hice. Pero él se fue directo hacia a mí, me obligó a mi pesar a incorporarme y más que enseñarme a bailar me meneó como quiso. A mí nunca me han gustado los típicos machitos con imagen de latin lover pero, claro, es que nunca había tenido uno cerca. Y Manuel, el animador cultural del hotel de quien os hablo, estuvo muy cerca de mí aquella tarde. Qué bueno estaba, qué moreno, qué ojos negros, qué músculos, qué culo... en fin, una joya
Pero yo insisto, hasta que no vi las fotos de mi marido follándose a la guarra de Pilar, Manuel era parte del paisaje y nada más. Pero la cosa ha cambiado y ahora Manuel se ha convertido en el instrumento de mi venganza la, nunca mejor dicho, dulce venganza.
Mi objetivo no iba ser fácil, era conciente de que Manuel tenía detrás a una larga cola de mujeres de todas las edades derritiéndose por irse a la cama con él. Yo iba a ser una más pero estaba convencida de que lo lograría. Me puse para ello las galas que, creo, mejor me sienta. Un vestidito naranja de verano de tiras y escote pronunciado. Lo llevaba sin sujetador y con la espalda completamente al aire. La falda ajustadita llegaba hasta la rodilla y esperaba que fuera más que evidente que tampoco tenía bragas puestas.
Cuando llegué a la discoteca del hotel Manuel estaba sentado en una mesa junto con tres mujeres muy guapas y otro de los animadores, también de muy buen ver, por cierto. Me hice la despistada como buscando a alguien y cuando me crucé con su mirada le sonreí. No estoy acostumbrada a hacer estas cosas, pero así es como se liga en las películas y no se me ocurrió otra cosa. Una vez que él reparó en mi presencia me fui a la barra a pedir una margarita.
No tardó en llegar y ponerse a mi lado. Pidió un daiquiri y como quien no quiere la cosa me preguntó...
¿Mire qué hace usted tan sola por aquí ahorita? ¿No le acompañó su esposo?- me dijo.
No, está durmiendo y yo esta noche no tengo mucho sueño. Así que me he dicho... ¿Por qué no bajas a tomar una copa y a hacer amigos? Y aquí estoy, a ver qué tal se da la noche ¿tú que crees?- dije en un ataque de estúpida verborrea impresionada por la morenaza presencia de Manuel.
Pues ha venido al lugar indicado. Siéntese con nosotros si quiere.
No supe que responder. No me apetecía nada ir a esa mesa donde estaba, además, la competencia sentada. Yo lo que quería es que me llevara algún lugar donde folláramos como locos.
No gracias Manuel, estoy bien aquí pero ve tú, no te molestes por mí.
No me gustaría dejar sola a una mujer tan hermosa como usted.
Ay, por dios, qué cosas me dice este hombre, sí parece salido de una película del Richard Gere.
Bueno, vale, pues entonces no me llames de usted, llámame Eva, que es mi nombre.
Encantado de conocerte Eva- dijo besándome las mejillas.
Estuvimos un buen rato hablando mientras nos tomábamos las copas. Al principio fue ameno, Manuel sabe dar conversación a una mujer, pero el caso es que éramos interrumpidos constantemente por chicas que se acercaban a saludarle. A él se le iban los ojos con frecuencia hacia ellas y yo me temía que de un momento a otro se me escapara. Además, cuando nos quedábamos solos de nuevo, él se quedaba despistado, perdía el hilo, y como tampoco nos conocíamos de nada pues nos quedábamos sin tema de conversación, sometidos a un tenso silencio hasta que alguno de los dos soltaba algún tópico ridículo para salir de la situación.
No era plan y yo me dije a mi misma: Chica, o espabilas y te dejas de cortejos de peli mala o te quedas sin Manolito.
- Mira Manuel, voy a ser sincera. Voy sin bragas ni sujetador y lo que yo quiero esta noche es que tú, y si es posible un par de amigos tuyos, me folléis, o me cojáis como decís en México, toda la noche hasta que caiga exhausta. ¿Cómo lo ves?
Manuel, acostumbrado como estaba a recibir ofertas sexuales todas las noches se quedó blanco con mi declaración de intenciones, pero yo logré mi objetivo. Y así me lo hizo saber, tartamudeando, eso sí.
- Cla... claro, claro. Vo... voy a buscar a dos compañeros que seguro que te agradan. Espérame un momento Eva.
No tardo en regresar con su compañero el animador y con otro chico que juraría que era el camarero que me sirvió la margarita. Ambos estaban buenísimos también, a lo mejor no tanto como Manuel, pero casi.
- Eva, éste es mi amigo Juan otro animador del hotel y Ernesto experto en cócteles.
Besé a los dos y sin perder más tiempo dije...
Bueno, mi habitación está ocupada por mi marido, así que, ¿disponéis vosotros de alguna dependencia que pueda servirnos para iniciar nuestros menesteres?
Ninguno de nosotros tiene habitación en el hotel pero a esta hora está cerrado el recinto de la piscina y nosotros tenemos llave. Allí no nos molestará nadie- propuso Manuel.
Pues a qué esperamos.
Llegamos al recinto ajardinado sugerido por Manuel. Efectivamente no había nadie allí, y como estaba cubierto por grandes palmeras que impedían que fuéramos observados desde el hotel, nuestra intimidad estaba más o menos salvaguardada. Estaba ansiosa por empezar así que me tiré hacia el cuello de Manuel y directamente le metí la lengua en su boca.
Mientras besaba a Manuel enseguida noté como desde atrás alguien me agarraba con fuerza las tetas. Giré la cabeza y comprobé que eran las manos de Juan, el otro animador. Para facilitarle su trabajo me despojé del vestido y me mostré ante ellos completamente desnuda. Aquellos tres machos supermachos se quedaron mirando mi cuerpo como si fuera el primero de mujer que veían en su vida. Qué subidón de autoestima.
Fue Ernesto, el camarero, el primero en desnudarse, lo hizo en un par de rápidos movimientos. Me cogió de la mano y me llevó hasta la piscina. El se metió primero, por la parte que no cubre, y me tendió los brazos invitándome a que le siguiera. Así lo hice. Me sumergí y al salir él me esperaba para besarme y magrearme.
Ernesto besaba muy bien, su lengua se movía lenta y diestra en el interior de mi boca. Al tiempo me tocaba mi monte. Yo ya estaba bastante receptiva. Percibía sus hábiles caricias y aumentaba mi calentamiento. Volví a notar como alguien me cogía de nuevo mis tetas desde atrás. De nuevo era Juan. Giré el cuello para besarle, saque mi lengua, él la suya, y las juntamos.
Seguí besando a aquellas dos maravillas masculinas hasta que descubrí a Manuel desnudo sentado en el borde de la piscina con las piernas dentro del agua. Me deshice de los dos hombres y me fui hacia él. Directamente hacia su polla. Me la metí en la boca estaba ya bastante empalmada pero sabía que aún podía dar más de sí. La engullí con gusto. Lamí su base, luego su glande suavemente, y luego me la metí en la boca succionándola a un ritmo lento. No es que me apasione comer pollas pero, oye, aquella la estaba disfrutando. Serían las ganas.
A los otros dos chicos debió de darles envidia porque se colocaron en la misma posición que Manuel, sentados en el borde esperando su turno para la mamada. No les defraudé. Me dirigí a la de Juan y repetí la misma técnica que con Manuel. Él cerró los ojos y se abandonó al disfrute. Pasado un tiempo prudencial cambié otra vez de polla, a la de Ernesto, pero esta vez mis chupadas fueron acompañadas de unos fantásticos toqueteos de Manuel en mi coñito. Me cogió desde atrás y mientras me besaba el cuello me masturbaba. Ernesto fue otro beneficiario indirecto de esos tocamientos porque animada por el placer que me estaba causando mi animador preferido, chupé su polla con voracidad.
Fue Manuel quien asiéndome de las nalgas me sacó de la piscina y me colocó en el suelo. Desde el agua, donde él permanecía, abrió mis piernas y dirigió su boca hacia mi hospitalaria vulva. ¡Cómo lamía aquella viril belleza mexicana! Creo que no dejó ni un solo rincón de mi vagina por chupar. Aparecieron mis primeros temblores de placer de la noche y me habría corrido si no me hubiera desconcentrado una polla golpeándome la cara. Era la de Juan.
Me la metí en la boca mientras seguía disfrutando de las caricias de Manuel. Ernesto también me dejó su verga a mano, y nuca mejor dicho. Así que alterné la chupada al animador y la paja al camarero para luego cambiar e invertir los términos.
Pero la sensación de la noche, estaba por llegar. Manuel salió de la piscina para colocarse encima de mí. No tardé mucho en notar el glande de su potente verga contactar con mis labios mayores. Lentamente se adentró en los menores, luego disfruté de su llegada a la entrada de la cueva y casi me desmayé cuando definitivamente la insertó en mi coño. Jadeaba como posesa a pesar de tener la polla de Juan en mi boca.
Manuel me folló como quiso. Yo seguía chupando los miembros de Juan y Ernesto alternativamente pero lógicamente menos concentrada. Al rato Manuel se cansó y cambio de postura. Me puso a cuatro patas y yo me dejé. Ernesto se colocó también detrás y mientras Manuel me penetraba él complementaba mi placer acariciando la parte superior de mi clítoris. Para mayor goce todavía Manuel también masajeaba mi ano, llegando a introducir un dedo en él, y yo mientras chupaba y chupaba el falo de Juan. Me sentía en la gloria y no tardaron en llegar los primeros espasmos de placer. Solté la polla de Juan y me corrí jadeando con frenesí. Que suerte ser multiorgásmica en estas ocasiones.
Manuel sacó su pene de mi vagina pero enseguida Ernesto le sustituyó. Yo seguía a cuatro patas lamiendo a Juan pero Manuel también quiso su dosis. Me comí entera su erecta verga en agradecimiento por lo bien que me lo había hecho. Pero a los pocos segundos la sacó, él mismo se la meneó y de ahí empezó a salir un buen chorro de semen que cayó directamente sobre mi cara.
Ernesto seguía a lo suyo, pero llegado un momento sacó su polla de mi coño y se dirigió a chuparme el culo y el ano mientras me lo dilataba con uno y dos dedos. Juan mientras se colocaba debajo de mí. No daba abasto, hacía lo posible por facilitar el trabajo a los dos hombres. Todavía tuve unos segundos para fijarme en Manuel que se había tumbado a descansar con su miembro ya flácido después de correrse en mi cara.
Juan, ya debajo de mí me insertó su miembro en mi coño. Otra vez estaba siendo follada y otra vez me venían oleadas de placer. Ernesto seguía dale que te dale chupando mi culo y metiéndome dedos. Suponía que no iba a tardar en penetrarme por atrás.
Ese agujero sólo había sido explorado una vez por un novio anterior a Pedro aunque mi marido creía que yo era virgen por ese lado. Pues no, no lo era y además ahora estaba dispuesta a entregárselo otra vez a aquel guapo mexicano.
No tardó en metérmela. Qué impresión, aquello no iba a caber allí. Pero yo me dejé hacer. El dolor que me produjo su inicio de penetración era amortiguado por el placer que Juan que me estaba provocando. Al final logró meterla entera hasta el final. Estaba siendo penetrada por dos hombres a la vez. Siempre había creído que aquello era una leyenda, que era físicamente imposible llevar a cabo esa empresa. ¡Ay! Qué ingenua pudo llegar a ser.
No sólo era posible sino que aumentaba el placer por dos, tres o cuatro. Las embestidas de uno y de otro me estaban llevando a un segundo orgasmo. De nuevo aumenté mis jadeos, no podía controlarme. Mis movimientos estaban limitados por aquella empanadilla de hombres sobre mí pero aún así temblé todo lo que pude y me corrí gritando. Aquel sonido debió de escucharse hasta en California, pero me daba igual todo.
Nada más mitigarse mi orgasmo noté el semen de Ernesto derramarse en el interior de mi culo. Sacó su polla y me dejó sola con Juan que seguía follándome. Pero pronto se apartó. Me hizo ponerme de rodillas y colocó su pene entre mis tetas. Me afané en apretarlas y darle placer con mis pechos al otro animador. Al final, al igual que había hecho Manuel cogió su propia polla y meneándosela se corrió en mi cara.
Me quedé tumbada un buen rato estirada en aquel suelo húmedo. Los tres chicos se acercaron a mí lado y también se quedaron allí reposando.
Me había quedado muy satisfecha pero todavía era posible más y esa noche iba a por todas. Tras un par de minutos de descanso me recosté sobre el pene flácido de Manuel y me lo metí en la boca. Lo chupé distraída sin esforzarme demasiado pero empezó a crecer y a crecer. Una vez estuvo completamente erecto sí lo succioné con mayor interés, metiendo y sacándolo de mi boca. Cuando consideré que era el momento oportuno me monté encima de Manuel y comencé a follármelo de nuevo.
Primero lento, mi coño tampoco estaba ya para muchos trotes pero luego, animada por las nuevas oleadas de placer, aumenté la cabalgada. La escena debió de animar a los otros que de pie colocaron sus penes a la altura de mi cara. Los chupé alternativamente e incluso en un par de ocasiones me los metí los dos en la boca. Aquella noche estaba yo experimentadora.
En plena montada escuché la voz jadeante de Manuel
- Oye Eva, quisiera cogerte por atrás.
Sin decir nada me levanté de encima de él. Me volví a colocar a cuatro patas. Pero él me corrigió. Se sentó él en el suelo y me colocó encima de él. Estuvo unos segundos buscando con su verga mi agujero. Costó pero me la volvió a insertar. Vaya follada por el culo que me metió aquel morenazo. Yo en esa posición lo tenía fácil para acariciarme el clítoris al mismo tiempo que acogía sus embestidas. El placer era tremendo.
Pero Juan y Ernesto también quisieron participar. Manuel, generoso, se separó de mi culo. Me dejaron tumbada boca a arriba. El primero en llegar fue Ernesto. Me levantó las piernas y comenzó penetrarme, esta vez por adelante. Lo hacía bien, moviendo su culo y cambiando de ritmo hasta lograr uno que nos satisficiera a los dos.
Qué bien follaba Ernesto también. Estaba a punto de llegar a mi tercer orgasmo de la velada pero él paró y le dejó el turno a Juan. Menos mal que el relevo fue rápido. El animador lo retomó donde lo había dejado el camarero y tras un par de minutos de acoplamiento yo me dejé llevar otra vez. Esta vez tuve convulsiones por todo el cuerpo. Alcance el éxtasis con los ojos cerrados y sin que Juan parara de follarme.
Cuando notó que yo había terminado de forma satisfactoria también se salió. Abrí los ojos y me encontré a los tres mirándome sin saber que es lo que tocaba ahora. Yo les dije:
- Venid chicos, terminemos esto con un buen baño de semen.
Colocaron sus penes alrededor de mi boca y yo fui meneándolos y chupándolos hasta que uno a uno se fueron corriendo sobre mi cuerpo. Primero Manuel, luego Juan y para terminar Ernesto.
Acabé extasiada de tanto semen. Que sensación de poderío sexual llevaba encima. Me sentí en la gloria habiéndome follado a aquellos tres cuerpos, siendo penetrada por todos mis orificios. Me sentía, no sucia, sino esplendorosa toda mojada por su leche.
Me quedé un rato con los ojos cerrados tumbada en el suelo. Hasta que escuché la voz de Ernesto.
Yo debo volver al bar o el jefe podría enojarse por mi ausencia.
Nosotros también debemos irnos, Eva, debemos animar el karaoke de la discoteca- me dijo Manuel
Id, id. A mí ya me habéis animado bastante. Pero os pediría que me dejárais la llave del recinto y luego os la devuelvo en el bar. Me quiero dar un baño en piscina.
No hay problema.
Se vistieron y me dejaron sola. Estuve nadando un buen rato relajada y satisfecha sin atisbo de culpabilidad. La venganza había sido mejor de lo que yo esperaba.
Casi una hora después me acerqué a la discoteca y discretamente le devolví la llave del recinto de la piscina a Manuel. A continuación subí hasta mi habitación. Al entrar, mi marido seguía defecando en el baño, quejándose del dolor que le asolaba por todo el cuerpo. Qué pena. Sin preguntarle por su estado ni darle ningún tipo de explicación sobre lo que había hecho me acosté, él tampoco estaba para muchas disquisiciones. En esos momentos sólo tenía una preocupación, aplacar la marea negra. Dormí bastante bien esa noche.
Al la mañana siguiente lo primero que hice fue bajar a la agencia de viajes del hotel. Cambié mi billete de regreso. Tuve que pagar un recargo importante pero logré un vuelo a Madrid para esa misma tarde. Luego me pasé por la sala de ordenadores e imprimí el álbum de boda de mi marido con su querida Pilar. Subí a la habitación y le dije a Pedro que fuera al médico del hotel para que le recetara algo.
Él se marchó casi sin poder andar y yo aproveché para hacer mi maleta. Cuando terminé coloqué las fotos en la cama y le dejé una nota antes de marcharme al aeropuerto:
"Ésta es la verdad sobre mi marido Pedro. Adiós"
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