La ventana indiscreta. 08

La doctora estefanía y el Alta del hospital.

Capítulo 8: La Doctora Estefanía y el Alta del hospital:

Al abrir los ojos vi mucha claridad aunque el sol todavía no entraba por la ventana. O sea, que ya era domingo. Estaba de lado en la cama ¿quién me movió? no lo recuerdo, seguramente lo hicieran las enfermeras para que mi espalda no se llagara.

Otra cosa que observé es que estaba sólo en la habitación, al preguntarme donde andarían mi madre y el abuelo recordé el episodio del ataque de nervios de mi madre aunque no recordaba mucho. « Vendrán más tarde». Me dije. Y de repente me di cuenta de que era domingo y sentí mucha alegría ¡Por fin regresaba a casa! Hoy era el día que dejaba el hospital.

Bueno ahora me tocaba esperar a que alguien viniera para ponerme bocarriba, ojalá que no tardaran mucho porque me estaba meando, entonces y no exento de dificultad, logré yo mismo darme la vuelta en la cama y colocarme bocarriba, mi espalda me lo agradeció en el acto. Me dormí y me desperté varias veces y en una de esas vi a mi madre.

Llevaba otra vez esas gafas de sol de cristales oscuros y su gesto era serio. Ni me miró, ni me sonrió, ni me dio un beso, aunque fuera en la cara, no hizo nada. Quería pedirle perdón y suplicarle un beso pero no me atreví, su seriedad me intimidaba. En cambio mi abuelo me saludó con un “Buenos Días” y me besó en la mejilla. Como no había desayunado mi abuelo se ofreció a traerme un café, le dije que no hacía falta, no sea que viniera el médico; mamá permaneció callada todo el rato.

Se hizo un silencio angustioso que con el pasar de los minutos se convirtió en indiferencia, cuando dije que me estaba meando, mi madre sin decir nada se movió rápidamente agachándose hacia la mesilla para coger la botella de plástico. Se la quité de las manos con buenas maneras antes de que me dijera nada. Agaché la cabeza para poder meter el pene en el cuello de la botella pero no me cabía porque estaba medio empalmado, así que, de esa manera incómoda empecé a mear vigilando que lo hiciera dentro pero fue inevitable que algo se me escapara manchando la cama; llené la botella y aun tenías más ganas de orinar.

— Abuelo por favor ¿puedes vaciarme la botella y dármela después? Es que aún tengo más ganas. —le dije.

Mamá se levantó solícita, cogió la botella con cuidado y se fue al baño para vaciarla. Pregunté a mi abuelo con la mirada haciéndole un gesto en dirección al baño.

— Ha pasado muy mala noche pero ya ha superado la crisis de ayer. —me dijo casi susurrando para que ella no le oyera.

— No entiendo por qué empezó todo, estoy arrepentido abuelo, no imaginas cuanto me pesa haber discutido con mamá.

— A ella le pasa lo mismo, no habla porque le da vergüenza lo mejor es que hables tú primero. —contestó el abuelo y en ése momento salió mamá del baño con la botella.

Mi madre se acercó a mí, se había puesto las gafas por encima de la frente y me asusté al ver las ojeras tan feas que tenía, y además sus  ojos estaban enrojecidos e irritados de tanto llorar. Me sobrecogió su estado y de pronto me inundó un cariño y una ternura indescriptibles. Ella se sentó sobre la cama y en vez de darme la botella empujó sobre mi hombro poniéndome bocarriba, apartó la sábana y cuando me iba a coger el pene la detuve con cariño.

— No hace falta mamá.

— Hijo no me rechaces otra vez. —dijo temblándole la voz.

Lo que me dijo me conmovió hasta el punto de que casi me eché a llorar. Solté su mano y me incorporé, la cogí por la nuca y atraje su cara para besarle en la boca. Su lengua penetró rápidamente en mi boca enzarzándose con la mía y ambas lenguas se palparon ansiosamente, pero mamá no se conformó sólo con el morreo, me agarró la polla y me la apretó, deslizando el dedo gordo en una caricia.

— No me hagas eso mamá que me meo. —le dije casi sin despegar mi boca de la de ella.

— ¡Oh! Perdona cariño. —contestó ella poniéndome el pene en la boca de la botella, trató de meter mi capullo dentro pero como estaba más empalmado que antes no me cabía, al darse cuenta arrimó la punta a la entrada de la botella. Empecé a mear y mientras lo hacía ella me daba besitos en los labios para no cortarme de orinar. Cuando acabé, fue mi abuelo quien retiró la botella con cuidado para que el líquido no se derramara, la dejó sobre la mesita a los pies de la cama y se colocó estratégicamente contra la puerta de entrada observando.

— Perdóname mamá, no quería decir las cosas que te dije ayer, estoy tan arrepentido de haber discutido contigo que me duele mucho aquí. —le dije llevando mi mano al lugar del corazón.

— A mí me pasa lo mismo cariño, tampoco yo quise decir todo lo que te dije, no sé qué me pasó, supongo que tarde o temprano tenía que explotar y lo hice contigo, perdóname hijo, por mi parte estás perdonado, no olvides nunca que soy tu madre por encima de todo.

Sintiendo que me salía el cariño por todos los poros de la piel, la volví a besar sujetándola por la nuca. De nuevo nos enzarzamos en una danza de labios y lenguas muy excitante que nos arrastraba lentamente hacia la pasión. Noté la mano de mi madre sobándome los huevos y luego la polla. Estuvimos comiéndonos la boca un poco más.

— Cariño te la voy a chupar. —dijo al separarse de mi boca.

— Está a punto de venir el médico. —le dije.

— Será sólo un poquito. —insistió y la dejé actuar.

Mamá se subió un poco más en la cama con las piernas separadas. La claridad del sol no me permitió verle la entrepierna a mi madre. Imaginar lo que había tras esa ropa me excitaba hasta la locura, pero no me atreví a descubrirla ya que las otras veces había reaccionado mal.

Mi madre apoyó la cara sobre mis piernas y aprovechando que mi polla no se había empalmado del todo succionó con fuerza hasta engullirla casi entera. Enseguida empezó a mover la lengua mirándome todo el rato y a mí eso me ponía enfermo de excitación.

Mi polla se endureció en menos que canta un gallo por lo que ella se la tuvo que sacar de la boca antes de que me empalmara del todo, y sin soltarla se agachó un poco más lamiéndome los huevos, apartó la polla a un lado para mirarme mientras actuaba, al ver que cerraba los ojos del gusto que le daba me provocó la salida de líquido preseminal por la punta del capullo.

Ella miró el líquido transparente y lo lamió. Si la felación de Ana me había encantado, la de mi madre era inigualable y el resultado era una excitación brutal y un placer cercano al éxtasis.

— Paulita déjalo ya que oigo pasos. —dijo de pronto el abuelo.

Mientras ella me tapaba con la sábana a toda prisa nos reímos como dos chiquillos que han hecho una travesura. Mamá entró en el baño para vaciar la botella de plástico y enjuagarla. Y efectivamente sonó un golpe de llamada en la puerta, se abrió y entró una mujer con una bata blanca abierta que dejaba al descubierto su corta falda y sus macizas piernas, supuse era el médico.

— ¡Hola buenos días a todos! ¿Cómo estás Pablo? —dijo saludándonos a todos a la vez.

— Estupendamente doctora. —contesté mirando a mi madre que se tuvo que dar la vuelta para no reírse y es que la sábana presentaba una considerable tienda de campaña debido a mi erección.

— Te creo cariño —dijo la doctora agarrándome el capullo por encima de la sábana— empezaré a examinarte por ahí ¿te parece?

— Lo que usted diga. —dije con la cara más colorada que un tomate.

La doctora Estefanía (que así se llamaba) me apartó la sabana de un tirón arrugándola sobre mis pies.

— ¡Madre mía, menuda tranca por Dios! Y encima está durísima —dijo apretándomela, pero enseguida pareció recuperar la compostura y procedió a examinarme— A ver Pablo quiero que me contestes “Sí o No” a lo que te pregunte ¿Si hago esto te duele?—me preguntó moviendo la mano arriba y abajo como si me masturbara.

— No señora.

— ¿Y ahora? —dijo frotándome la zona del frenillo con suavidad.

— Tampoco.

Observé a la doctora Estefanía mientras me sobaba la polla, porque eso es lo que hacía descaradamente y no un examen como ella pretendía que creyera. Su pelo era rubio teñido, era bastante guapa, un poco más rellenita que mi madre y más o menos de su edad.

Se sentó sobre la cama con una pierna encogida y la otra colgando de la cama sin tocar el suelo. La falda era corta, tal como aprecié cuando entró y se le subió más arriba de medio muslo al sentarse, así que los dos estábamos muy entretenidos, ella haciéndome preguntas y entusiasmada con mi polla y yo embobado mirándole los macizos muslos y las bragas de color blanco a la vez que las contestaba. Se podría decir que manteníamos un “Quid pro quo”. La doctora dejó de preguntarme pero siguió sobándome los huevos un poco más hasta que se volvió mirando al abuelo.

— Vaya pelotas que tiene su nieto.

Mi abuelo sonrió y le dijo todo orgulloso que era su aporte genético. La doctora le miró de arriba abajo, calibrando si decía la verdad. En cambio mamá la miraba un poco seria considerándola una rival.

— Doctora, no siga por favor. —le dije apurado.

— ¿Te duele?

— No es eso es que… —Me cortaba decírselo.

— Cariño si deseas correrte por mí no te aguantes, precisamente por eso te hago una paja, para asegurarme que tus genitales funcionan perfectamente antes de darte el “alta”. — dijo tan fresca.

La doctora me apretó la polla con dos dedos y empujó hacia abajo, mi polla se estiró impulsándose hacia arriba y al mismo tiempo sentí una enorme oleada de placer. Agitó mi polla lamiéndose los labios, por un momento me temí que me la fuera a chupar, pero no, continuó masturbándome.

Yo trataba de aguantarme las ganas de correrme, mamá mirándola ya con odio y mi abuelo empalmándose. En medio de ese cuadro surrealista empecé a eyacular. Mi polla arrojó potentes chorros de semen al aire que cayeron por diversas partes de la cama, en la falda y en la mano de la doctora.

— ¡Hala cuanto semen! ¡menuda potencia tienes Pablo! —dijo maravillada.

— Ya puede limpiarle. —le dijo a mi madre y ésta ni corta ni perezosa se agachó y empezó a chuparme la leche que manaba del capullo, recogiendo con la lengua la que escurría por el tronco.

— Yo me refería a que utilizara una gasa, pero eso… eso tiene que ser delicioso. —comentó la doctora lamiéndose los labios de nuevo.

— En fin, mientras limpia a su hijo yo también aprovecharé para limpiarme. —dijo pero la traicionó el subconsciente porque se llevó la mano que tenía pringada de semen a la boca y lo lamió.

La doctora entró en el baño, ninguno oyó que echara el pestillo de la puerta; el abuelo se agarró la polla por encima del pantalón nos miró y entró decidido tras ella.

Mamá y yo nos miramos extrañados de que no gritara y nos reímos bajito pero ella, en un ataque de maldad abrió la puerta del baño. Lo que vimos nos dejó mudos de asombro. La doctora Estefanía estaba sentada sobre el lavabo con las macizas piernas muy separadas, gimiendo al compás de los pollazos que le propinaba mi abuelo, el cual con los pantalones y calzoncillos caídos sobre los pies la aferraba firmemente por las caderas mientras la embestía.

Mi madre y yo nos tapamos la boca al reírnos. La doctora Estefanía se agarró con fuerza al culo de mi abuelo pidiéndole que se la diera toda, segundos después vimos cómo se retorcía de placer al tener su orgasmo.

Miré el reloj de la pared y calculé que llevaban dos o tres minutos nada más, mi madre se sentó sobre la cama mientras miraba.

— Mamá se ha corrido a los tres minutos, tú aguantaste diez aquella tarde. —le dije hablándole bajito.

— No sé por qué aguanté tanto, pero no me extraña que la pobre se corra tan deprisa, es que no imaginas el gusto que da tu abuelo cuando te folla. —contestó ella hablando también bajito.

La confesión de mi madre me excitó, no parecía importarle que el abuelo follara con otra mujer, mejor así. Ella también estaba excitada porque no apartaba la mirada de lo que ocurría en el aseo, parecía hipnotizada. Era el momento propicio para aprovecharme y empecé a interrogarla para satisfacer mi morbosa curiosidad.

— ¿Anoche follasteis el abuelo y tú?

— Lo de anoche fue brutal —dijo ella sin dejar de mirar hacia el aseo— llegué muy relajada a su casa por culpa de la inyección que me pusieron. Tu abuelo me cargó en sus brazos y me subió al dormitorio. Pensé que era todo un detalle por su parte hasta que me di cuenta de que el pobre estaba muy excitado al verme tan vulnerable.

— Querrás decir preocupado. —la corregí.

— Supongo que eso también, pero digo excitado por lo de “abajo”, no imaginas lo que le abultaba el pantalón, parecía que iba a explotar en cualquier momento.

— ¿Me estás diciendo que el abuelo se aprovechó de ti?

— Hombre tanto como eso no. Sólo se aprovechó de mi estado para desnudarme y lo hizo tan rápido que cuando reaccioné me encontraba en pelotas con tu abuelo también desnudo encima de mí morreándome como un poseso. Lo hacía con una pasión que me excitó tanto que yo misma guié su mano hacia mi entrepierna.  Necesitaba sentir su sabia mano ahí. Cuando me masturba tu abuelo me vuelve loca. Estaba ya a las puertas del orgasmo cuando paró para sobarme las tetas y después comérmelas. No imaginas con qué ansia me chupaba los pezones. Hicimos un 69 ¿sabes lo que es? —Yo asentí— pues yo no sabía lo que era eso hasta anoche.

— ¿Papá y tú nunca lo hicisteis? —pregunté sorprendido.

— No. Pablo tu padre era muy tradicional, ya sabes.

— No, no lo sé. —le dije aposta para que me lo explicara.

— Hijo pues eso… me daba unos cuantos besos, me acariciaba el culo y las piernas un par de veces, quizá alguna vez más pero enseguida se me subía encima. —explicó.

— Y después de subirse encima de ti ¿qué? — insistí porque la explicación no era suficiente para mí, ella, tenía que conseguir que me diera el mayor número de detalles ahora que seguía más pendiente del baño que otra cosa, no volvería a pillarla en un momento cómo ese.

— ¿Acaso pretendes que te cuente cómo lo hacíamos tu padre y yo? —me preguntó sin mirarme.

— Sí mamá porque me estoy poniendo muy cachondo. —contesté tan fresco entonces ella se giró para mirarme.

— Pues siento desilusionarte porque no te voy a decir nada más. —me dijo y se volvió para mirar hacia el aseo. Ahí tenia a la loba en estado puro, parecía distraída y vulnerable y sin embargo se daba cuenta de todo ¡Mi madre era la hostia! Debía cambiar de táctica si quería arrancarle más cosas.

— ¿Y así lo habéis estado haciendo todo este tiempo? —pregunté prudentemente.

— Sí —dijo asintiendo también con la cabeza, esperé un minuto y volví a la carga.

— ¿Bueno y qué te hacía? Porque algo te haría digo yo. —insistí.

— No seas tan cotilla. —protestó porque la estaba distrayendo.

— No es cotilleo mamá sabes que a mí puedes contármelo,  soy tu hijo y todo lo que me cuentes ahora será y secreto.

— Es que si me entero que se lo has contado a tu abuelo o a alguien más te arranco la lengua. — con esa advertencia me aseguró que confiaba en mí.

— Anda sigue contándome.

— Eres un morboso. —dijo ella sonriendo.

— Lo reconozco.

— Bueno por dónde quieres que siga ¿por tu abuelo o por tu padre? —me preguntó sentándose más cerca de mí aunque seguía pendiente de lo que sucedía en el aseo.

— Sigue con papá y luego con el abuelo.

— ¿Por dónde iba? Que no me acuerdo.

— Decías que se limitaba a darte unos besos y a sobarte el culo y las piernas un poco antes de montarte.

— ¡Ah sí! Pues eso, no hay mucho más que contar. —de repente ella se echó a reír.

— ¿De qué te ríes?

—  De tu padre hijo. Cada vez que me acuerdo de lo que hacía me echo a reír.

— Cuéntamelo y así me rio yo también ¡anda!

— ¡Joder Pablo! ¿Quieres que te cuente los detalles de cómo lo hacíamos tu padre y yo?

— Sí, ¿o supone un problema para ti?

— El problema es que me da vergüenza contarte esas cosas tan íntimas.

— ¡Venga mamá! ¿Ahora vas a sentir vergüenza?

— Pues aunque no te lo creas sí.

— Pero si me has chupado la polla, nos morreamos cuanto queremos y hasta te he chupado las tetas, lo único que nos queda por hacer es echar un buen polvo, aunque antes me gustaría comerte el conejo que tiene que ser delicioso.

— Eso mismo es lo que me dice tu abuelo cuando me lo está comiendo: “Que es delicioso” —confesó sonriendo y prosiguió: —. De tu padre no hay mucho más que contar, se me subía encima y me decía: — «Cariño ábrete bien que te voy a meter el pollón» — así llamaba el muy memo a su “picha”.

— Me suena a burla.

— Tu padre era “un picha corta” claro que eso lo sé ahora, como me casé con él siendo virgen no conocía otra cosa y a mí me parecía grande, pero a vuestro lado, tu padre tiene la “minga” de un gato. Y como debes suponer me daba muy poco gusto o ninguno —al llegar a ese punto, mi madre se calló. Pensé que ya no me contaría más pero de repente prosiguió—. Fíjate si la tenía pequeña que hasta que no me ha follado tu abuelo no sabía lo que era un orgasmo.

— ¡Joder! ¿Quieres decir que jamás te corriste?

— Aquella tarde que me lo hizo mi padre me corrí por primera vez y luego dos o tres veces más, no me acuerdo bien, pero recuerdo perfectamente que me volví loca de gusto y desde ese momento me hice la promesa de dejar que mi padre me follara todo lo que quisiera. En cambio tu padre se corría en menos de cinco minutos y encima se quedaba agotado, yo no sabía lo que debía hacer y me aguantaba las ganas. Tiempo después aprendí a disimular el orgasmo ya que él me preguntaba de vez en cuando si me había corrido y yo no quería desilusionarle.

— Deberías habérselo dicho mamá. Hablando es como se solucionan los problemas de pareja.

— ¡Ya! Pero lo de tu padre no tenía solución. Crees que hubiera sido mejor decirle: ─«Cariño la tienes tan pequeñita que no siento nada»─. No podía dañarle su hombría, por aquel entonces amaba a tu padre y un poco de gusto sí que llegué a sentir a veces, además, creía que si no podía correrme era problema mío y no suyo, porque él bien que se corría. Pero todo cambió aquella tarde. Mi mundo se vino abajo después de terminar agotada gracias a tu abuelo. Paré en aquel área de servicio y lloré, no porque me sintiera culpable de lo que había hecho, lloré de desilusión al descubrir que tu padre era una mierda como hombre y eso que me enfrenté a mi padre por él, tu abuelo no quería que me casara con tu padre. Luego me he enterado de muchas más cosas y me desespero porque no comprendo como he podido estar tan ciega.

— ¿De qué cosas te has enterado mamá? —pregunté temiendo su respuesta.

— Te dijo tu abuelo que hablaría contigo al llegar a casa ¿no? Pues ten paciencia. —respondió mi madre eludiéndome.

— Pero es que tengo derecho a saber, soy vuestro hijo. —la rogué.

— Lo sabrás todo Pablo pero a su debido tiempo.

— Pero… —quise insistir pero me cortó de nuevo.

— Quieres que te siga contando lo que me hizo tu abuelo anoche o ¿no?

— Me da igual, la verdad es que se me ha cortado el rollo. —contesté indiferente.

— Eso no me lo creo, tendré que comprobarlo —dijo y al echarse hacia delante el vestido se le subió tanto que le vi las braguitas y mi polla que estaba dormida saltó de golpe. Mi madre la agarró y me la sobó un poco— a mí me parece que quieres que te siga contando lo que pasó anoche. —dijo mirándome con picardía.

— La verdad es que sí. —contesté y sin soltarme la polla mi madre prosiguió contándome su aventura.

— Estaba diciendo… —empezó a decir y se paró para recordar.

— Que tú y el abuelo os hacíais un 69. —le recordé.

— ¡Eso es! Y se tiró media hora devorándome el sexo. Cambiaba de postura cada poco tiempo, poniéndose encima de mí o debajo, según le apetecía. Me corrí varias veces, tantas que le rogué que parara porque ya no podía más, estaba muerta de agotamiento. Me hizo tumbarme boca arriba y me dijo que descansara pero él se agachó encima de mi cara y me hizo chuparle todo. No me importó porque yo lo deseaba tanto o más que él, lo reconozco.

— Y luego te folló ¿no?

— ¡Más que eso! Me jodió bien jodida. Tardó una hora en correrse así que ¡Imagínate! Yo también me corrí porque no soy de piedra, sobre todo cuando me estimulan como él lo hace. Fíjate si sabe darme gusto que con mi último orgasmo me meé de lo floja que me había dejado.

— ¿Te folló el culo?

— Lo intentó pero no se lo permití porque su polla me lo destrozaría y no estaba dispuesta a pasar por eso.

— ¿Cuánto tiempo lleváis follando?

— Ya te lo he dicho, desde aquella tarde. Antes jamás me lo había planteado y él nunca se propasó conmigo.

Después de eso, podría decirse que mi curiosidad estaba más que satisfecha pero mi lado pervertido me impulsó a preguntarle más.

— Mamá ¿te gusta verlos follar?

— Claro que sí, no soy de piedra aunque no me hace mucha ilusión.

— ¿No te entran celos?

— No, por mucho que mi padre se folle a otras mujeres sé que sólo me quiere a mí.

— Eso quiere decir…

— Sí, que nos amamos por encima de todo. —contestó ella rápidamente por mí dejándome sorprendido.

— Si quieres puedo masturbarte para que no te quedes con ganas. —le dije aunque no albergaba esperanzas de que me dejara.

— No.

Su respuesta fue tan rotunda que me cortó una vez más, así que no me quedó más remedio que asegurarme de una vez y para siempre si tendría alguna posibilidad. No entendía que ella pudiera tocarme y chuparme y yo no, así que se lo pregunté directamente.

— Mamá ¿piensas follar conmigo alguna vez?

Mi pregunta atrajo su atención y se volvió para mirarme cogiéndome la cara entre sus manos.

— Mi vida sé que te prometí que cuando estuviéramos en casa lo haríamos pero aún no estoy preparada, sé paciente.

— Es que cada vez tengo más ganas de estar contigo.

— Lo sé cariño —dijo apoyando mi cara contra sus pechos— una parte de mí también desea hacerlo contigo, pero la otra parte me dice que no lo haga porque si no nuestra relación de madre – hijo se iría a pique y eso no puedo consentirlo, a partir de ahora sólo nos tendremos el uno al otro, bueno y al “follador” de tu abuelo. —los dos nos echamos a reír bajito.

— Te quiero mucho, mamá. —le dije abrazándola con fuerza.

A pesar de mi aparente tranquilidad, mi cerebro no dejaba de darle vueltas a sus últimas palabras «Sólo nos tendremos el uno al otro», eran muy enigmáticas. En ningún momento se refirió a mi padre, como si pensara separarse. A lo mejor era eso y no me lo quería decir ahora para evitarme un disgusto.

— Estás muy duro hijo ¿te hago una paja? Para que te quedes a gusto.

— No, prefiero que me la hagas cuando estemos en casa más tranquilos.

— Sí, es lo mejor. —dijo soltando mi pene.

Continuamos mirando la “faena” de mi abuelo, yo no había prestado atención durante la conversación con mi madre. La pobre doctora no paraba de jadear entrecortadamente, por su cara de sufrimiento estaba seguro de que ya se había corrido varias veces, pero seguía con ganas de más y el abuelo colmaba esas ganas bombeándola el coño sin descanso. No sé cuánto tiempo llevaban porque no había llevado la cuenta pero de repente mi abuelo claudicó. Se pegó a ella como una lapa, empujando para meterse dentro de ella todo lo que podía y se vació dentro de ella. Ella debía de sentirlo porque le agarró por la nuca con una mano, apoyó la otra en una de sus nalgas le apretó contra ella al tiempo que sonreía satisfecha; así estuvieron unos cuantos minutos. Antes de separarse del todo se besaron prolongando el beso tanto como sus bocas aguantaron.

— Parece que la doctora le ha calado hondo al abuelo. —dije al observar cómo se miraban.

— De eso nada, esa mujer sólo es algo momentáneo ya te lo he dicho antes. —contestó mi madre con mucha seguridad aunque su cara estaba seria.

El abuelo se volvió para cerrar la puerta del aseo y quince minutos después reaparecieron los dos; a ambos se les veía felices.

La doctora Estefanía nos miró a mamá y a mí, se sonrojó y dijo que iba a proseguir con mi exploración. Sacó del bolsillo superior de su bata un bolígrafo que yo ya conocía. Me pinchó en diversas partes de los pies y las piernas. Al pincharme en el interior del muslo sentí el pinchazo con tanta intensidad que se me encogió la pierna. Repitió en la otra pierna con el mismo resultado y a partir de ahí me fue pinchando en determinados puntos hasta llegar a la planta del pie en ambas piernas que se movieron en todo momento aunque de manera involuntaria. Me sonrió y se enderezó mirando a mi madre y después a mi abuelo.

— Les puedo asegurar que Pablo se recuperará antes de lo previsto, los nervios están totalmente recuperados por eso se le han movido las piernas, puede que tenga alguna zona dormida pero se le despertará con el tiempo. Es un gran paso hacia la recuperación. De todas formas la semana que viene te examinaré en mi consulta, allí podré realizar más pruebas y dar un diagnóstico más acertado. Te mandarán la cita mediante un mensaje enviado al móvil de tu madre.

Mamá me abrazó con ojos llorosos de felicidad y empezamos a besarnos en la boca sin importarnos quien estaba delante.

— Cómaselo señora porque yo lo haría. —dijo la doctora sonriendo.

Mientras mi madre y yo nos besábamos la doctora rellenaba los papeles del alta hospitalaria, nos interrumpió el beso para despedirse, antes de salir, mi abuelo y ella también se dieron un beso, bueno más bien un “pico”, después la doctora salió cerrando la puerta tras ella, el abuelo se quedó embobado mirando la puerta cerrada, entonces mi madre se acercó a él y le agarró por el paquete dándole un pequeño susto.

— Por esta vez pase pero que no se vuelva a repetir, esto es mío y de nadie más ¿entendido? —dijo mi madre apretando un poco la mano.

— Lo tengo muy claro Paulita, esto ha sido un calentón te lo aseguro. —respondió mi abuelo encogiéndose un poco.

— Pues no te olvides, si tú me quieres en exclusiva yo también, ya sabes que a partir de ahora te necesito más que nunca y como me falles te arranco los cojones a bocados y después te la corto. —le advirtió mi madre aflojando el apretón. —« ¡Sí señor! ¡Esa es la loba! » . Pensé. Mi abuelo la abrazó prometiéndola que siempre estaría a su lado protegiéndonos a los dos. Yo me limité a observarles preocupado por las palabras que se habían dicho ambos.

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