La ventana indiscreta. 021
El día siguiente amaneció igual que siempre y poco a poco, a medida que avanzaba el día se fue convirtiendo en precioso día caluroso y so-leado. Nada hacía pensar en que una tragedia iba a producirse mien-tras desayunábamos. La noche anterior la habíamos pasado cada pa-reja en su habitación, dedicándose los pertinentes mimos y cariños.
Capítulo 21: El atentado.
El día siguiente amaneció igual que siempre y poco a poco, a medida que avanzaba el día se fue convirtiendo en precioso día caluroso y soleado. Nada hacía pensar en que una tragedia iba a producirse mientras desayunábamos. La noche anterior la habíamos pasado cada pareja en su habitación, dedicándose los pertinentes mimos y cariños.
Entre el abuelo y yo preparamos lo necesario para el desayuno, mi madre se ocupaba del café y Sally de las tostadas. Empezamos a desayunar y el abuelo comentó de pronto que estaba pensando en contratar gente para que se ocupara de cocinar y de la limpieza de la casa incluyendo el lavado y planchado de ropa.
Tanto Sally como mi madre protestaron. No estaban de acuerdo decían porque entonces de ¿qué se iban a ocupar ellas? De contemplar el aire ¿nada más? Total que ellas querían seguir como estaban, ocupándose de la casa y nosotros colaborando. Por mi parte no había problemas en colaborar y por la de mi abuelo tampoco, él sólo había hecho un comentario que ellas habían desechado.
Empezamos a hablar de las vacaciones. Cada uno dio su parecer. Sally por ejemplo, no veía necesario irse fuera de casa durante las vacaciones pues aquí se vivía como si ya lo estuviéramos.
— Pero ¿no te gustaría descansar unos días y que fueran otros los que se ocuparan de ti? —le preguntó el abuelo.
— No, me gusta preocuparme de mi yo sola. —contestó ella.
— No seas egoísta cariño, a lo mejor a los demás si nos apetece por el simple placer de que nos lo hagan todo. —le dije.
— Es que no entiendo qué placer se obtiene de eso. —insistía Sally.
— Hombre yo creo que por unos días que no hagamos nada no pasa nada tampoco. —dijo mi madre levantándose para coger más mermelada. De repente gritó: — ¡Ay! — la miramos y me percaté de que se había llevado la mano al cuello y entre los dedos manaba sangre escandalosamente.
— ¡Todos al suelo ya! —gritó de pronto uno de los escoltas volcando la mesa. Por un momento todo fue un caos y una confusión. Mamá estaba tendida en el suelo y otro escolta apretaba su cuello con una servilleta.
— ¡Atención, aquí la casa, nos están disparando! ¡Repito, nos están disparando! ¡Creo que los disparos proceden de la zona sur de la piscina! —gritaba por una radio portátil el otro escolta que estaba con nosotros agachado tras la mesa volcada.
— Una patrulla ha ido a reconocer la zona. —contestó alguien al otro lado de la radio.
— ¡Atención policía, aquí vigilancia, tenemos localizados a tres hombres al otro lado del muro de la zona sur de la piscina! —después de ese comunicado se hizo el silencio.
— Tranquila no te preocupes, no es nada, sólo es un arañazo —decía el escolta a mi madre para tranquilizarla pero el charco de sangre debajo de su cabeza confirmaban mi miedo, además, mi madre estaba muy pálida, bueno todos debíamos estar pálidos. Sally lloraba y el abuelo la tenía abrazada. Mi madre trataba de decir algo pero de su boca no salía sonido alguno— la ambulancia no tardará en llegar. Al escuchar eso pensé en que los de la ambulancia no iban a poder pasar porque el portón de entrada estaba cerrado. A cuatro patas recorrí rápidamente el espacio que había hasta la entrada en la casa, me puse de pie rápidamente y apreté el botón de apertura del portón de la entrada. Oí la escandalosa sirena de la ambulancia atravesando rápidamente el portón, saltó al jardín y frenó derrapando un poco al lado de la terraza. De su interior salieron cuatro personas cargadas con el equipo necesario y agachados se arrodillaron junto a mi madre. Yo seguía dentro de la casa, oculto tras la puerta blindada de la entrada llamándome cobarde por no atreverme a salir.
— ¡Aquí vigilancia! ¡Los agresores han sido detenidos por la policía, repito: los agresores han sido detenidos! —dijo alguien a través de la radio portátil.
Al escucharlo salí de mi escondite y me aproximé a los médicos que atendían a mi madre pero el escolta que la había atendido primero me lo impidió alegando que los dejara trabajar, que sabían lo que se hacían. El abuelo gritaba descompuesto, Sally gritaba muy pálida. Aquello era más caos y más confusión. Los médicos colocaron a mi madre sobre una camilla y la subieron a la ambulancia. El abuelo se coló dentro. Alguien protestó porque no podía viajar allí pero a él le dio igual y les gritó que arrancaran de una puta vez.
Vi como la ambulancia salía de la casa. Sally se abrazó a mí llorando y yo la abracé tratando de tranquilizarla pero estaba temblando lo mismo que ella. Poco a poco el caos y la confusión fueron remitiendo.
— ¿Qué coño ha pasado? —interrogué al escolta.
— Tres individuos encaramados encima de un coche han disparado hacia la casa, la mujer ha recibido el tiro en el cuello. —me explicó.
— ¡La mujer es mi madre! —le grité.
— Lo siento —se disculpó— los agresores han sido detenidos. —añadió.
— Eso ya lo sé, ahora la que me preocupa es mi madre ¿alguien sabe a qué hospital la han llevado?
— Sí.
— Podrían llevarnos allí por favor.
— Por supuesto. —contestó el escolta y se sacó unas llaves del bolsillo.
— Sally cariño nos van a llevar al hospital donde han llevado a mi madre ¿vale? —ella asintió con la cabeza varias veces, la pobrecita seguía tiritando.
Sally y yo nos subimos a la furgoneta que habíamos utilizado para ir a mi rehabilitación en el hospital. Llegamos a urgencias, nos bajamos Sally y yo, el escolta se encargaría de aparcar el coche. Entramos y me dirigí a información para preguntar por mi madre, pero no me hizo falta porque mi abuelo me salió al paso.
— ¿Cómo está abuelo?
— Dicen que la han llevado al quirófano, estoy esperando.
— Vamos a sentarnos, Sally no está bien. —dijo viéndola tiritar.
— Está en shock, voy a ver si una enfermera puede atenderla. —le dije dejándola al cuidado del abuelo.
Pregunté en información y me mandaron a otra mesa. Volví a preguntar si alguien podía ayudarme, una doctora con bata blanca me escuchó y me dijo que trajera a Sally. Fui a buscarla y nos dijo que esperásemos ahí mientras ella la reconocía, así que el abuelo y yo volvimos a sentarnos. Me di cuenta de que la gente nos observaba y cuchicheaban al oído, me enfurecí pero guardé silencio, no quería montar una bronca.
— No te enfades Pablo, la gente está alarmada por tu camiseta. —dijo mi abuelo. Tiré hacia delante de la camiseta y me di cuenta de que tenía varios manchones de sangre, seguramente el escolta que había atendido a mi madre me había manchado al sujetarme cuando intentaba acercarme a ella.
— No me he dado cuenta abuelo. —le dije, él se encogió de hombros.
Media hora después apareció Sally acompañada de la doctora. Tenía ya mucho mejor aspecto y no tiritaba.
— Estaba en shock la pobre, la he dado un poco de tranquilizante y ya está mejor. Respecto a la mujer herida.
— Es mi madre. —dije.
— Déjala hablar por favor. —me dijo el abuelo.
— Bien, no ha hecho falta ninguna operación. Se han realizado radiografías y hemos comprobado que la bala no ha tocado la arteria del cuello, ha pasado muy cerca pero afortunadamente está bien. La han cosido y estamos esperando los resultados del análisis de sangre que nos dirá cuanta sangre ha perdido.
— ¿Podemos verla? —pregunté.
— Esperen en la sala, les avisarán. —concluyó la doctora dándose la vuelta para dirigirse al interior de las dependencias. Al darme la vuelta vi que el escolta estaba detrás de nosotros, con las gafas de sol y el gesto serio impresionaba. Sally, el abuelo y yo fuimos a sentarnos, él le dijo a mi abuelo que esperaría afuera.
Alrededor de media hora más tarde una señorita nos dijo que podíamos entrar para visitar a mi madre, pero había un problema, sólo se permitía la entrada a dos personas. Le explicamos quienes éramos y tras unos ruegos accedió a que pasáramos los tres unos minutos.
Las puertas se abrieron a nuestro paso, nos indicaron dónde estaba y nos acercamos a su cama. Mamá estaba despierta, un poco pálida todavía pero la vi bien de aspecto. Los tres nos agachamos para besarla.
— ¿Qué tal estás?
— Muy asustada pero bien. —un hombre joven y atractivo se presentó como el médico que le había tratado.
— La verdad es que ha sido un milagro, la bala no ha alcanzado la yugular por muy poco y la rápida intervención de quien le taponara la herida le salvó de perder mucha sangre, sabía lo que hacía.
— Fue el escolta. —le dije a mi abuelo y él asintió.
— Estamos esperando los resultados de los análisis, en cuanto los tengamos les daremos más noticias.
— ¿Tendrá que quedarse?
— Al menos 24 horas de observación, repetiremos los análisis y la radiografía, si todo está bien mañana le daremos el alta.
— Yo no quiero quedarme aquí, quiero irme a casa. —protestó mi madre.
— Escucha cariño, yo me quedo contigo no te preocupes. —le dijo el abuelo.
— Lo siento pero las visitas no pueden permanecer aquí. —dijo el médico.
— Pues me quedaré en la sala de espera. —dijo el abuelo empecinado.
— Lo mejor es que se vayan a casa, descansen y se recuperen que bastante han pasado ya y mañana vienen a buscarla, nosotros mismos les llamaremos por teléfono. —nos aconsejó el médico.
— Yo no me voy de aquí. —dijo el abuelo tozudo.
— Ahora discúlpenme pero debo atender a otros enfermos. —dijo el médico dejándonos con mamá.
— No me hace ninguna ilusión estar aquí, si me encuentro bien. —nos dijo ella.
— Paula no insistas más por favor —dijo Sally con autoridad—ya has oído al médico debes permanecer aquí hasta mañana, para que te hagan nuevas pruebas, y tú Francisco olvídate de pasar aquí una mala noche, te vienes a casa con nosotros y no se hable más y tú cállate. —me dijo a mí que no había despegado los labios.
— Di que sí cariño, enséñales quien manda. —dijo mamá refiriéndose a Sally.
— Lo siento pero ya tienen que salir. —nos dijo la señorita que nos había acompañado. Volvimos a besar a mi madre y nos salimos hacia la sala de espera.
Tardaron una hora en darnos novedades de los resultados de los análisis. Todo estaba bien y se confirmaba que mamá no había perdido mucha sangre. Sally nos miró con cara de sargento y los tres abandonamos urgencias. Afuera nos encontramos con el escolta. Nos subimos al coche y regresamos a casa.
Allí nos llevamos la sorpresa de ver que todo estaba recogido. Parecía que no hubiera ocurrido nada. Llegamos a la terraza donde nos aguardaba otro de los escoltas, hablaron entre ellos y el que nos había traído en coche se retiró.
— Espera un momento por favor —le pidió el abuelo y él se acercó— no sé cómo te llamas.
— Fernando señor. —contestó el escolta.
— Fernando quiero agradecerte personalmente que salvaras la vida de mi hija, gracias a tu rapidez impediste de que se desangrara.
— No tiene por qué agradecérmelo señor, es mi trabajo. —respondió él humildemente.
— Será tu trabajo pero yo te lo agradezco, gracias de todo corazón. —dijo el abuelo abrazándole. El hombre se quedó cortado dejándose abrazar. Después le abracé yo agradeciéndole lo que había hecho mi madre y Sally también le abrazó agradecida. El hombre se retiró orgulloso sonriendo de oreja a oreja acompañado de su compañero que también le felicitaba. Yo miré a mi abuelo.
— No te preocupes, me encargaré de él. —me dijo, no hizo falta más. Sally entró un momento en la casa y volvió al poco con tres botellas de agua fría. Nos sentamos en la mesa y bebimos.
— Os dais cuenta de los caprichos del destino, tu madre ha eludido a la muerte. —dijo mi abuelo.
— No era su momento abuelo. —dije apretándole la mano.
— Ya la estoy echando de menos. —dijo y se echó a llorar. Sally se levantó para consolarle y yo hice lo mismo. Permanecimos los tres abrazados hasta que dejó de llorar.
Comimos, y más tarde cenamos hablando casi siempre de mi madre y de lo ocurrido. Sally y yo tardamos en dormirnos, me imagino que mi abuelo fue el que menos durmió.
*
Al día siguiente todos nos levantamos a las 7 de la mañana. Desayunamos deprisa porque estábamos deseosos de ir a ver a mi madre al hospital. Precisamente llamaron del hospital a las ocho de la mañana para comunicarnos que le iban a dar el alta a mi madre, los tres celebramos la buena noticia.
Llegamos al hospital a las ocho y media y diez minutos después entramos en la habitación de mi madre. Después de los cariñosos besos y abrazos nos contó que había pasado una buena noche, sin dolores ni nada. El médico habló con nosotros más tarde informándonos de que los análisis de mi madre eran normales, por lo tanto le dio el alta médica para poder irse a casa. Ni mi abuelo ni yo caímos en la cuenta de traerle ropa a mi madre, menos mal que Sally sí se acordó trayéndola unos leggins negros y una camiseta de color rojo.
*
Al llegar a casa nos sentamos en la terraza y empezamos a comentar lo ocurrido pero no llegamos a ninguna conclusión, salvo que había que esperar a lo que dijera la policía.
Después de comer acompañamos a mi madre al dormitorio para que descansara como nos había recomendado el médico. Era la primera vez que veía la habitación de mi abuelo y al entrar me quedé alucinado. La cama era enorme y tenía un dosel con cortinas plegadas. Era igual que las que salen en las películas, Sally me contó que la cama era del siglo XVIII y que perteneció a un duque de Francia. El abuelo se quedó con mi madre, Sally y yo bajamos a mi habitación. Una vez dentro nos desnudamos y nos tumbamos en la cama.
Ella se subió encima de mí completamente estirada. Nos besamos y mientras le acaricié el culo y se lo apreté.
— Se te pone el pito tieso. —me susurró.
— Ya sabes que tu presencia me excita y si encima te rozo el cuerpo es peor. —le expliqué.
— Entonces será mejor que no me roces. —dijo quitándose de encima para echarse a mi lado.
— ¿Por qué te quitas de encima? Con lo a gusto que estaba. —protesté.
— Tú has dicho que rozarte con mi cuerpo es peor.
— Pero me refería a que me excito mucho más rápido.
— Pues haberte aclarado, yo no tengo la culpa.
— ¿Cómo qué no? Ahora verás, te vas a enterar.
Me eché yo encima de ella y empecé a besarla al tiempo que metía las manos por debajo de su cuerpo para acariciarla el culito, entonces Sally se abrió de piernas y empezó a frotarse contra mis genitales.
— Eso es trampa.
— No cariño, es necesidad —dijo ella dirigiendo mi polla hacia su coñito. Empujé un poco y enseguida me introduje en su interior—. ¡Más! Te quiero dentro de mí del todo. —me pidió y empujé hasta el fondo para satisfacerla.
Sally gimió al tiempo que su vagina apretaba mi polla, imaginé que estaba muy excitada así que empecé a bombearle el coñito despacio, pero a los pocos segundos me pidió que me moviera más rápido. Aceleré los movimientos de mis caderas y a los pocos minutos ella alcanzó el clímax arqueando la espalda de puro gusto. Me quedé quieto para que disfrutara de su orgasmo.
Dos minutos después empecé a bombearle de nuevo pero ella me detuvo pidiéndome que me quitara de encima, a continuación se colocó a cuatro patas cobre la cama y meneó el culito sensualmente. Acepté su invitación penetrándola hasta el fondo por la vagina. La visión de la parte trasera de su cuerpo y el modo en que la agarraba por los costados me empujaron a follármela con rapidez, buscando correrme lo antes posible. Ella adivinó mis intenciones y empezó a mover el culito de una manera que me hizo explotar al poco tiempo. Cuando dejé de eyacular ella se derrumbó sobre la cama y yo encima de ella, besándole los hombros.
*
Mamá se recuperó de las heridas a los cuatro días. Charlábamos de cosas intrascendentes queriendo olvidarnos de lo ocurrido pero al final siempre hablábamos de ello. Nadie se atrevía a decir nada pero la verdad es que estábamos acojonados. Precisamente un día en que hablábamos de tiroteo nos interrumpió el sonido de una llamada telefónica, mi abuelo se levantó para atenderla.
— No sé si trasladarnos a otro sitio temporalmente sea una buena solución, antes deberíamos hablar con la policía. —comenté.
— Cuando venga tu abuelo se lo dices y decidid lo que sea mejor. —respondió mi madre concediéndome más responsabilidad en la familia. La verdad es que ella había cambiado a mejor respecto a mí desde que follábamos. Poco después apareció el abuelo con cara seria.
— Era la policía quien ha llamado. Al parecer los que detuvieron han “cantado” y gracias a eso han detenido a toda la banda. —dijo mi abuelo.
— Eso es una buena noticia. —dije.
— No tan buena. El jefe de la banda no quiere declarar y la policía dice que son sicarios Kosovares, los peores según parece, o sea, que alguien les ha contratado para que nos mataran, el problema es que si se niega a colaborar no saben si estamos a salvo o no. —terminó de decir el abuelo.
— Desde luego bien que la ha liado el cabrón de Vicente, valiente hijo de puta está hecho. —dijo mamá refiriéndose a mi padre, no dije nada porque estaba totalmente de acuerdo con ella.
*
Era tal el grado de miedo en el que vivíamos que nos bañamos en la piscina después de pasar diez días, como si la pobre tuviera culpa de algo. Mi madre y mi abuelo se acercaron al muro desde donde dispararon, ella debió de tener un escalofrío porque él la abrazó pasándole la mano por la espalda. No Sally ni yo sentimos la necesidad de acercarnos a ese muro, simplemente lo ignoramos.
En la piscina no hubo juegos, ni roces, si siquiera besos y no me refiero a sexo, aún estaba presente el personal de seguridad. El suceso aún estaba reciente y nos había cortado el rollo. No habíamos levantado cabeza todavía cuando un suceso nos dejó inmersos en más preocupación.
A las diez de la noche volvió a sonar el teléfono y mi abuelo atendió la llamada. Cuando regresó a la terraza volvía muy pálido.
— ¿Qué pasa abuelo? —le pregunté levantándome.
— Era la policía otra vez.
— ¿Ha cantado el hijo puta ese de la banda? —preguntó mamá. El abuelo antes de responder la miró un momento.
— Resulta que a Vicente le han apuñalado esta mañana, hace una hora que ha muerto. —dijo y se sentó sumido en sus pensamientos. Nadie se atrevió a decir nada durante un buen rato.
— ¡Joder! Ha muerto sólo y como un perro. —dijo mamá de pronto.
— Él se lo había buscado mamá. —dije mosqueado.
— Ya lo sé hijo pero en el fondo era un ser humano y tu padre, te guste o no. No se merecía un final así.
— Escúchame Paula —intervino Sally—. Nadie se merece algo así y estoy de acuerdo contigo, yo misma durante mucho tiempo he deseado una muerte horrible a toda la gentuza que me secuestró, hasta que un día me di cuenta de que no puedes vivir del odio y les perdoné. Pero de la misma manera te digo que quien vive con la mentira y la crueldad al final recibe lo que se merece.
— Tienes toda la razón cariño pero no me siento mejor por eso, perdonadme pero se me han quitado las ganas de comer. —dijo mamá y levantándose se metió en la casa.
— Perdonadme a mí también. —dijo el abuelo caminando tras ella.
— Lo siento mucho Poli y te pido perdón por lo que he dicho. —dijo Sally saltándosele las lágrimas.
— No tengo nada que perdonarte —dije levantándome para sentarme a su lado—. Te comprendo perfectamente cariño, tú eres tan víctima como nosotros.
La estuve consolando un rato con besos y mimos cargados de ternura porque ese sentimiento lo tenía a flor de piel cuando ella estaba cerca de mí y sobre todo tan vulnerable como en ese momento.
Un policía se presentó en casa dos días más tarde. Nos dijo que la mafia ya se había cobrado su deuda con la vida de mi padre. No obstante mantenían el operativo por si acaso, precisamente ese “por si acaso” era lo que nos preocupaba.
Llegó el día de mi cumpleaños pero no hubo ni tarta ni celebración, no estaban los ánimos para eso.
A mediados del mes de Julio la policía en ausencia de problemas se retiró definitivamente, quedándonos al cuidado del personal de seguridad y diez o doce días después de retirarse la policía lo hicieron ellos, dejando, eso sí, la instalación de alarma con las cámaras y el ordenador con el monitor en el despacho de mi abuelo.
— Creo que deberíamos celebrarlo ¿no? —comenté.
— ¿En qué estás pensado mente calenturienta? —me preguntó mamá sonriendo.
— En qué va a ser mujer, pues en follar o ¿no? —dijo mi abuelo guiñándome un ojo.
— En eso precisamente. —confirmé apretando el culo de Sally.
— A mí me apetece. —dijo ella.
— También a mí me apetece follar al aire libre. —dijo mi madre.
— Entonces no se hable más, ya estamos perdiendo el tiempo. —dijo el abuelo.
— Id vosotros que enseguida vamos nosotras. —dijo mamá en nombre de las dos.
— Daros prisa o Pablo y yo acabaremos chupándonos la polla mutuamente. —dijo el abuelo dando un azote al culazo de su hija.
— Eso quiero verlo. —dijo ella.
— Y yo también. —dijo Sally.
— ¿Qué queréis ver? —pregunté yo haciéndome el despistado.
— Quiero ver cómo te comes la polla de tu abuelo cariño. —me dijo Sally acariciándome un pezón con la yema del dedo.
— Y yo quiero ver cómo te comes la polla de tu nieto. —dijo mi madre acariciando también el pezón de su padre.
— A mí no me importa, no es la primera vez. —confesé.
— Eso quiere decir que ya lo has hecho ¿Cuántas veces se la has chupado? —me preguntó mamá.
— No sé unas cuantas, no llevo la cuenta. —respondí.
— ¿Y tú papá?
— No lo sé cariño, unas cuantas también. —dijo el abuelo un poco apurado y al verle así se me ocurrió inventar una broma.
— Di que no mamá, él me ha obligado muchas veces a darle gusto con la boca. —dije acusando a mi abuelo en broma.
— Di que no, está mintiendo. —contestó el abuelo sonriendo.
— Sois un par de embusteros ¿Tú que crees? —preguntó mamá a Sally.
— Creo que se merecen un castigo. —contestó ésta.
— ¿Y qué propones? —preguntó mamá.
— Ya verás —Sally se acercó a mi abuelo, metió la mano por dentro de sus bermudas y le sacó los genitales por una de las perneras— Cariño ven aquí —me ordenó y obedecí— agáchate y besa este pito y lo que le cuelga —totalmente excitado me acuclillé frente a mi abuelo. Sally tenía sus huevos agarrados con una mano y yo los lamí—. Ya está bien, ahora chúpale el pito —dijo Sally acercando la polla a medio empalmar de mi abuelo a la boca. La chupé y cuando iba a mamarla Sally me lo impidió. Bajó la piel del prepucio descubriendo el glande rojo y me invitó a lamerlo— procura que le salga liquido—me dijo refiriéndose al líquido preseminal y la obedecí sin chistar, cuando mi abuelo empezó a destilar el líquido me aparté para que ella lo viera y después lo lamí.
— Sally por dios vale ya que si no me voy a correr. —rogó el abuelo y ella me apartó de él.
Me puse de pie, entonces mi madre se puso a mi lado e hizo lo mismo que Sally con abuelo.
— Papá agáchate y comete esta polla —le ordenó y el abuelo obedeció también sin chistar y cuando me salió líquido preseminal lo saboreó igual que había hecho yo con el suyo, entonces mi madre le apartó.
— Todavía no me iba a correr. —protesté.
— Ya, pero tu abuelo es un goloso y si no le aparto te la come entera.
— Bueno, ahora dejad que os comamos el chochito ¿no? —propuso el abuelo.
— De eso nada, id hacia la piscina y esperadnos ahí y otra cosa —dijo volviéndose desde la puerta de entrada a la casa—. No se os ocurra desnudaros ni tocaros porque entonces no tendréis esto —dijo llevándose la mano a la entrepierna y después entró en la casa tras de Sally.
— Joder con tu madre. —se lamentó el abuelo.
— Joder con mi novia. —me lamenté yo.
— No nos queda más remedio que obedecer aunque no sé cómo se van a enterar si hacemos algo. —dijo mi abuelo.
— Están las cámaras abuelo. —le recordé.
— Jodidas chivatas. —dijo y nos echamos a reír mientras caminábamos hacia la piscina.
Yo me tumbé bocabajo sobre el césped y mi abuelo se arrodilló a mi lado.
— En esa postura te dolerán luego las rodillas. —le dije.
— Es que me has dejado un regusto que no me lo puedo quitar de encima, podrías chupármela un poco más.
— Pero procura no correrte, si mamá se da cuenta la jodimos.
— No te preocupes, no me correré, prefiero hacerlo con ellas —respondió él. Con sumo cuidado le bajé la cintura de los bermudas hasta debajo de sus testículos, arrimé la boca a su pene flácido y comencé a chupar—. Qué gusto me das Pablo, ni te lo imaginas, si no fuera por la amenaza de tu madre ahora mismo nos montábamos un 69 y te llenaría la boca con mi corrida. —sus palabras me excitaron provocando que le chupara con más ganas, lo malo es que al poco tiempo noté que le manaba liquido preseminal entonces dejé de chuparle y le subí los bermudas.
— Ya vale que estás a punto de correrte. —le dije.
— Es que chupas de maravilla, si pudiera te daba un beso. —dijo y entonces alcé la cara para que me lo diera pero él me sujetó la cara con sus manos y me besó en la boca. Me sorprendí quedándome cortado pero él me quitó el corte metiéndome la lengua en la boca. La verdad es saboreé su beso como cuando besaba a Sally o a mi madre. No me importó morrearme con mi abuelo. Ambos nos teníamos ya la suficiente confianza. Tuve que apartarle un poco con la mano porque me faltaba el aire.
— Déjame respirar o me ahogo. —le dije.
— Es que me excitas un montón cabronazo, hay que joderse lo bien que besas.
— He tenido una buena maestra. —contesté sonriendo.
— Es que los besos de tu madre son punto y aparte, como te coja con ganas te puede dar un infarto.
— ¿Qué habláis de infarto? ¿Es que te duele el pecho papá? —dijo en ese momento mi madre aproximándose con Sally.
— No vida mía hablaba de tus besos, que a veces son de infarto. —respondió él.
— Si quieres la próxima vez que te bese lo hago más flojo. —dijo ella agachándose con Sally para extender unas toallas grandes que habían traído.
— Así queda bien ¿no? —dijo mamá a Sally.
— Sí, ahora parece una cama a lo grande.
— Pues entonces ¡A retozar! —dijo ella tumbándose bocarriba, Sally se quedó de pie a su lado.
— Desde aquí abajo se te marca un chochito que está diciendo ¡cómeme! —dijo mi madre.
— Pues cómemelo entonces. —la invitó Sally arrodillándose sobre su cara.
Mamá le apartó la braguita del biquini dejando su sexo al descubierto y hundió la boca en la jugosa vulva. Mi abuelo y yo nos tumbamos al lado de mi madre para mirar. Mientras tanto Sally frotaba la mano por dentro de la braguita del biquini de mamá hasta que decidió darse la vuelta y hacer un 69. Entonces yo me puse al lado de mi novia y mi abuelo se quedó con mi madre.
— ¿Está rico? —le pregunté.
— Delicioso ¿quieres un poco? —me respondió apartándose del sexo de mi madre. Hundí la boca en la brillante vulva « ¡Claro que quería! Pero no un poco sino un mucho» pensé mientras lamía el inflamado clítoris de mi madre.
— Ya vale Poli, ahora déjame a mí. —dijo Sally apartándome la cabeza.
A continuación cogió los muslos de mi madre por fuera, los echó hacia tras elevándola el culazo y acto seguido hundió la lengua todo lo que pudo en la vagina y comenzó a succionar. No pasó mucho tiempo para que mi madre arqueara la espalda y segundos después le vino el orgasmo. No lo pude ver porque la cabeza de Sally me lo impedía pero por los temblores de su cuerpo adiviné que el clímax era intenso.
Mi novia alzó la cabeza y me sonrió, la besé en la boca metiéndole la lengua para saborear también el jugo de mi madre. Estábamos en lo mejor del beso cuando ella de repente contuvo la respiración, me aparté de su cara y vi que tenía los ojos un poco apretados, además jadeaba entrecortadamente.
Rápidamente la rodeé para ver cómo se corría pero me llevé una sorpresa. Sally no se estaba corriendo, lo que le pasaba es que mi abuelo se la había metido por el culo. Le miré y él se encogió de hombros como diciendo que no había otro remedio, encima mi madre seguía mamándole el prominente clítoris, no me extraña que la pobre jadeara.
Rápidamente retrocedí hasta encontrarme frente a mi novia de nuevo y le dije que iba a follarme a mi madre, ella asintió separó los muslos y observó cómo me metía dentro de la vagina de mamá.
— Eres un cabroncete Pablo, te estas follando a mi mujer. —dijo mi abuelo.
— Y tú a la mía. —respondí sin dejar de bombear con mi polla.
— Yo no me la estoy follando la estoy dando por el culo que es distinto.
— ¡Joder! ¿Y qué diferencia hay? —saqué el miembro brillante de la vagina de mi madre y apunté contra su esfínter anal pero Sally me dijo que no lo hiciera.
— ¿Por qué?
— Sabes que ella se lo reservaba a tu abuelo, deja que sea él el primero.
— ¡Vale! —respondí de mala gana y se la volví a meter a mi madre por la vagina pero de un solo empujón que la hizo bufar.
— Hijo no seas tan bruto.
— Lo siento mamá, me he dejado llevar. —me disculpé.
A continuación seguí bombeándola el coño y besándome con Sally. Y no sólo me besaba con ella también le pellizcaba los pezones y le magreaba las tetas, pero mi abuelo tuvo la misma idea que yo, se echó sobre su espalada y empezó a magrearla las tetas al tiempo que se la follaba el culo. Aquello estaba cogiendo una temperatura insoportable.
Por un lado quería follarme el culazo de mi madre por el otro sabía que no debía hacerlo, estaba que explotaba de excitación y no se me ocurría que más podía hacer por lo que abrí los muslos de mamá y miré como me la follaba viendo al mismo tiempo como mi abuelo no paraba de sobarle las tetas a mi novia.
Todos estábamos súper excitados y empezamos a corrernos por turnos sin habernos puesto de acuerdo. El abuelo fue el primero que se corrió sobre la espalda de Sally. Luego me corrí yo y mientras le llenaba el coño a mi madre sentí las contracciones de su vagina. Aquello nos sobrepasaba y caímos rendidos unos encima de otros. Estuvimos un rato así en silencio, escuchando sólo el resoplido de nuestra respiración.
Más tarde, mi abuelo se quitó de encima de mi novia, ésta se tumbó de lado según estaba y yo teniendo a mi madre libre me eché sobre ella para darme un atracón con sus pezones, pero resulta que los tenía muy sensibles y no le agradaba por lo que me incorporé aunque seguía dentro de ella. No fue por mucho tiempo porque Sally me sacó la polla de su vagina y se puso a chupármela y yo a mirarla, también mi madre se la estaba chupando a su padre.
Poco después Sally y yo nos metimos en la piscina agradeciendo el frescor del agua. Me estaba besando con ella cuando noté que mi madre y mi abuelo también se metían en la piscina.
Mi novia dejó de besarme recomendándome que nadara un rato. No estaba para muchos trotes pero le hice caso pensando que ella nadaba detrás de mí. Nadé a lo largo de la piscina y al volver vi que mi madre, Sally y el abuelo se estaban besando a la vez.
— Sois unos degenerados. —dije riéndome.
— A ti te conviene nadar y mientras nosotros aprovechamos el tiempo. —dijo mi abuelo.
— Eso lo dices porque sabes que eres el más beneficiado. —le contesté.
— No digas tonterías hijo, todos salimos beneficiados o ¿no? —dijo mi madre mirando a Sally.
— A mí por ejemplo ya me han beneficiado el culo. —dijo ésta y todos rompimos a reír a carcajadas.
— Por cierto, yo también quiero que me beneficies el culito. —le dijo mamá a su padre.
— Sabes que no lo haré cielo mío, te dolería mucho y no me lo perdonaría. —contestó él.
— ¿Y por qué se lo haces a Sally? ¿Yo creo que te gusta más que yo? —dijo mamá haciéndole carantoñas.
— Eso no lo digas ni en broma cariño, tú eres la única, otra cosa es que juegue con Sally.
— Pues yo también quiero que juegues conmigo de la misma manera. —insistió ella.
— ¡Vamos! Que se te ha puesto en la cabeza que te reviente el culo y no vas a parar hasta conseguirlo. —dijo el abuelo medio protestando.
— Ya sabes que soy muy cabezona, lo mismo que tu polla. —dijo ella acariciándole el miembro.
— No sigas por ahí cariño que no respondo. —le advirtió él.
— Y si sigo qué me vas a hacer ¿eh? —le retó ella.
— Como me pongas duro te la meto por el culo.
— Entonces espera un poco y verás —dijo mamá empezando a masturbarle—. Sally ayúdame un poco por favor.
— Es mejor que te sientes en el bordillo Francisco. —le aconsejó mi novia.
Mi abuelo salió de la piscina y se sentó sobre el césped ya que el bordillo de piedra quemaba. Mi madre le besó en la boca sin dejar de pajearle, Sally le empujó hacia atrás y cuando estuvo tumbado le separó las piernas para lamerle a gusto los huevos y el culo. Así mi pobre abuelo se empalmó en muy poco tiempo.
— Oye yo también quiero que me hagáis eso. —dije.
— Después cariño —me dijo mamá y a continuación se sentó sobre su padre dándole la espalda—. ¿Te gusta mi culazo? —le preguntó y él contestó con un gruñido—. Entonces fóllamelo. —dijo mi madre con todo el descaro.
El abuelo se agarró el miembro y lo apuntó contra el esfínter anal, de esa forma ella pudo controlar la penetración. Al principio cerró los ojos con fuerza por que le costaba meterse el capullo de su padre, pero después de que le entró no tuvo más dejarse caer y la gravedad hizo el resto. Mi madre por fin tenía toda la tranca de su padre dentro de su culazo aunque ahora le quedaba lo peor. Después de un breve tiempo empezó a subir y dejarse caer despacito.
Minutos después aceleró el ritmo soltando algún quejido de cuando en cuando y más tarde empezó a menear el culazo metiéndose la tranca hasta el fondo. Había veces que cuando la tenía toda dentro se paraba para sobarle las pelotas con las manos. Mi abuelo no podía hacer otra cosa más que bramar de puro placer, seguro que el culazo de mi madre estaba estrecho y eso él lo notaba. Al final y contra todo pronóstico mi madre alcanzó el orgasmo.
— Si tu abuelo no se ha corrido enganchara a tu madre por detrás ya lo verás. —dijo Sally.
Sus palabras fueron como una premonición. Mi madre tenía las manos apoyadas sobre el césped, no parecía que pudiera levantarse, en cambio mi abuelo sí que se levantó. Primero la sacó el miembro que parecía a punto de explotar de lo hinchado que estaba. Sujetó a mi madre con la mano sobre su espalda manteniéndola a cuatro patas sobre la hierba y desde atrás volvió a penetrarla el culo.
La pobre mamá abría y cerraba la boca como un pez fuera del agua tratando de aguantar los trancazos que le propinaba su padre, el cual parecía enloquecido dando azotes en las caderas de su hija al tiempo que le bombeaba el ano sin parar. Una de las veces propinó un fuerte empujón y bufó mientras eyaculaba aunque yo creo que más bien aulló casi como un lobo. El rostro de mi madre era puro agotamiento y al mismo tiempo la satisfacción personificada. Nos sonrió mientras aguardaba que su padre terminara de eyacular.
— ¿Cómo sabias lo que iba a pasar? —pregunté a mi novia.
— Los hombres siempre reaccionáis así, os gusta poseer a la mujer con fuerza para demostrarnos vuestra hombría. —respondió ella.
— ¿Y eso es bueno o malo? —pregunté por si acaso.
— Ni es bueno ni tampoco malo —contestó ella encogiéndose de hombros—, todo depende de la mujer y del hombre.
— No te entiendo cariño, das la impresión de traerte sin cuidado. —dije un poco preocupado por su indiferencia « ¿A caso no sentía nada cuando yo le hacia el amor?». Pensé.
— No cariño no es eso. cuando he dicho que depende del hombre y de la mujer me refiero a que si el acto de posesión se realiza como producto del deseo sexual a mí me es indiferente, en cambio cuando me lo haces tú me llenas con tu amor, es algo… no sé cómo explicarlo pero siento que me llenas con tu amor —respondió sonriéndome y al ver mi cara me besó los labios—. Pareces preocupado.
— ¡Estaba acojonado! Pensaba que cuando hacíamos el amor te era indiferente. —contesté a punto de echarme a llorar.
— ¿A ti te parece que me eres indiferente?
— No eso Sally…
— No Poli contéstame antes ¿de verdad pensabas que me eres indiferente cuando me haces el amor? Porque si es así me partes el corazón. —dijo echándose a llorar. La abracé inmediatamente y la acuné mientras la besaba en la frente y en los parpados llevándome sus lágrimas con mis labios.
— No cielo mío, no es eso, quizá no me he explicado bien o no te he entendido. Perdóname por favor pero no llores porque entonces tú sí que me partes el corazón a mí. —le decía.
Poco a poco mi preciosa muñeca tailandesa dejó de llorar, me miró con su dulce sonrisa y se lanzó sobre mi boca.
Respondí a su beso aplastando mis labios contra los suyos, tratando de darle a entender la pasión que podía transmitirle, luego, más tranquilos, me metió la lengua y dejé que jugara con la mía. No sé cómo lo conseguía pero su saliva me sabía siempre como la miel, o quizá es que estaba tan enamorado que no era capaz de identificar su sabor. No lo sé pero me encanta besarme con Sally. Aplastarla contra mi pecho y ser capaz de sentir algunas veces los latidos acelerados de su corazón me hacían alcanzar el éxtasis.
Mi mano libre bajó hasta su entrepierna como si tuviera vida propia. Mis dedos atraparon el apéndice de su clítoris, las yemas lo frotaron y la boca de mi muñeca emitió un dulce y prolongado gemido. Insistí en el frotamiento de su clítoris y un par de minutos después como máximo Sally arqueó la espalda alcanzando el orgasmo. Rápidamente la separé las piernas para contemplar extasiado las contracciones de su vagina y los temblores de su cuerpo. Cuando el clímax empezó a perder intensidad ella se encogió en mi regazo, volví a acunarla entre mis brazos con el corazón rebosante de cariño. « ¡Dios! Cuando está así me encanta llenarle la cara de besitos tiernos».
No sé cómo ocurrió lo que a continuación voy a contar. Estaba contemplándola cuando de repente ella encogió una pierna, la pasó por encima de mi cabeza sin rozarme y me abrazó la cintura con ella. La otra pierna también la enlazó a mi cintura, caímos de lado sobre el césped y me atrajo contra ella hasta que nuestras caras quedaron casi pegadas. Sally hizo una autentica demostración de flexibilidad.
— Déjame que te haga el amor cariño. —me dijo.
No sé si respondí. El caso es que noté que guiaba mi polla con su mano y cuando quise darme cuenta ya estaba dentro de su encharcada vagina. La sensación fue tan sorprendente que no supe qué decir así que me dejé arrastrar por su pasión.
Ella empezó a menear la cintura de una forma distinta a la habitual, no podía verlo porque seguía pegado a su cara, besándola, sorbiendo y saboreando la miel de su boca, pero notaba que mi polla se hinchaba deseando explotar. Segundos apretó las piernas en torno a mi cintura con fuerza, quise decirle que me estaba apretando demasiado fuerte sin embargo me callé. Ella apretó todavía más el abrazo de sus piernas, dio un meneo de cadera, dos y al tercero eyaculé jadeando como un pez fuera del agua. Mi polla no hacía más que vomitar semen y el esfuerzo me dejaba sin aire en los pulmones o quizá eran sus piernas las que me apretaban demasiado, no sé.
Abrí la boca tratando de llevar aire a mis pulmones y sin embargo tenía la impresión de que no los llenaba lo suficiente porque el intenso clímax junto con el apretón a mi cintura me los volvía a vaciar. Era una sensación muy dulce y a la vez una terrible agonía. Jamás había sentido un clímax tan intenso y profundo. Ésta era una experiencia única para mí.
— ¿Te ha gustado? —me preguntó.
— Es enloquecedor, había momentos que creía que me iba ahogar, el placer y el apretón de tus piernas en mi cintura han sido una mezcla rara pero muy excitante —respondí
— Lo que te he hecho es una técnica sexual y se llama “La muerte dulce” —me explicó.
— Un nombre muy apropiado pero me ha encantado, te lo prometo, no me importaría repetir la experiencia otra vez. —le dije.
— De momento es suficiente con una vez. —me dijo ella besándome en los labios.
Al incorporarnos para sentarnos mi pene flácido salió de su vagina y tras él un chorro de semen mojándonos los muslos.
— ¡Madre mía qué corrida! —exclamó mi madre recostada contra el pecho de su padre y añadió: — Ha sido brutal observaros. Desprendíais tanta pasión que nos ha parecido que podíamos palparla ¿verdad que sí cariño? —preguntó al abuelo.
— Ha sido extraordinario, la verdad es que me he quedado sin palabras —respondió mi abuelo y le hizo una pregunta a Sally— ¿Podrías follarme a mí de la misma manera?
— No Francisco, esto es únicamente para mi amor, lo siento y espero que me entiendas. —contestó ella.
— No pasa nada, te entiendo perfectamente Sally y sabes que te respeto.
— Pero si queréis puedo enseñársela a Paula. —dijo mi novia.
— Por mí encantada aunque creo que deberías enseñarme unas cuantas cosas más a parte de ésa. —contestó mi madre.
— Por mí no hay problema, cuando quieras.
— Entonces ya hablaremos.
— No sé por qué me da que también te ha enseñado a hacer el coito anal. —dijo el abuelo.
— ¡Pues claro! —exclamó mamá orgullosa.
— Ya me parecía a mí. —dijo él.
— No te tiene que parecerte nada, sólo gustarte.
— ¿Gustarme? Me ha encantado, creía que me iba a volver loco cuando te tenía agarrada por el culazo. —dijo él.
— O sea que mi culazo te vuelve loco ¿no?
— ¿Es que lo dudabas?
— No, pero tampoco estaba muy segura. —dijo ella guiñándonos un ojo. —él en vez de responder puso la mano sobre su entrepierna y la frotó la palma por toda la vulva.
— Así cariño que gusto me das. —dijo ella separando más las piernas.
— Yo me voy a nadar un poco. —dije.
— Sí, sabes que te viene muy bien para tu recuperación. —dijo Sally.
— ¿Te vienes? —le pregunté.
— No, perdóname cariño pero no tengo ánimos para nadar ahora mismo.
— No te preocupes Pablo, ve a nadar tranquilo que yo me encargo de cuidarla.
— Precisamente eso es lo que me preocupa, que tú la cuides. —respondí y todos nos echamos a reír porque conocían los “cuidados” de mi abuelo.
Me tiré de cabeza a la piscina y nadé a lo largo despacio, pensé en hacerme un par de largos y descansar pero me noté bien y continué un rato más hasta que me detuve finalmente, apoyé los brazos en el bordillo para descansar antes de salir de la piscina, me había hecho una docena de largos y me notaba cansado e hinchado. Me resultó raro que Sally no se acercara a verme, yo no podía ver lo que sucedía en el césped porque en esa parte la piscina cubría más, el agua me llegaba al cuello, tampoco sentía una especial curiosidad por lo que ocurría afuera. Seguramente les tres estaban follando y sino hablando.
Cuando me sentí más descansado empecé a caminar por el agua hacia la zona donde menos cubría para salir subiendo por las escaleras. A medida que subía observé que Sally estaba espatarrada sobre las toallas tumbada de espaldas, mi abuelo estaba entre sus piernas y echado sobre ella, bombeándola el coñito probablemente, mamá estaba detrás de mi abuelo y parecía estar lamiéndole los huevos o el culo mientras le amasaba el culo con las manos. Era lo mismo de siempre pero no se habían molestado en esperarme. Como me estaba meando pasé por su lado camino de la casa.
— ¿A dónde vas cariño? —me preguntó mamá.
— A mear.
— Por favor Poli quédate. —me pidió mi novia que seguía soportando los trancazos de mi abuelo.
— No puedo cariño, me estoy meando y no me puedo aguantar.
— Nosotros hemos meado allí, casi contra el muro, los tres a la vez. —dijo mi madre.
— ¡Vaya! Ha debido ser curioso ¿no?
— Más que eso, ha sido muy excitante, sobre todo para tu abuelo que no se ha perdido detalle, anda que no se agachaba para ver salir el chorro de nuestro chichi. —dijo entre risas.
— Pues yo voy a mear al baño, como las personas decentes.
— ¿Qué quieres decir con eso, que somos unos guarros? —me preguntó mi madre.
— Por dios mamá cómo se ocurre una cosa así, a estas alturas hablar de que somos unos guarros creo que está de más ¿no? —comenté riendo.
— Tienes toda la razón ¿quieres que te acompañe?
— ¿A qué? ¿A mear? No me hace falta, gracias mamá de todas formas.
— No me des las gracias, me gusta sujetar una polla cuando está meando. —me dijo descaradamente.
— En mi caso no hace falta de verdad. —dije y di media vuelta para ir hacia la casa.
— Por favor Poli no te vayas, tu abuelo va a terminar enseguida y yo quiero besarte. —me dijo Sally.
— Ya te he dicho que no puedo esperar, si necesitas besarte con alguien puedes hacerlo con mi abuelo o con mi madre. —dije empezando a caminar.
Oí decir a Sally que yo parecía muy mosqueado. Mi madre preguntó por qué y mi novia contestó: —«Creo que es por no haberle esperado»— mi madre contestó: —«Pues es una tontería que se hubiera unido a nosotros y en paz, yo estoy libre y tengo muchas ganas de follar»—. No pude seguir escuchando lo que decían, no lo permitía la distancia que nos separaba.
Entré en la casa, pasé a mi habitación y entré en el baño directamente, levanté la tapa del inodoro y empecé a mear, cuando terminé me la sacudí y salí a la habitación. Fui a la cocina abrí el frigorífico y cogí un bote de refresco, Salí de la casa y me senté en la terraza a bebérmelo tranquilamente. De vez en cuando miraba hacia donde estaban ellos y me pareció que se lo seguían pasando muy bien sin mí. Me entró sueño y me quedé dormido.
Desperté cuando alguien me besó en los labios, al abrir los ojos vi que era Sally, no supe cuánto tiempo había estado durmiendo.
— Cariño te has quedado dormido. —me dijo mi novia.
— Estaba cansado. —respondí dándome cuenta de que los tres estaban desnudos.
— Pues podías habernos llevado unos refrescos, habría sido un detalle. —dijo mi madre.
— Aunque no te lo creas lo he pensado pero mientras lo hacía me he quedado dormido.
— Bueno voy a tender esto. —dijo mi madre refiriéndose a los bañadores que llevaba entre sus manos.
— Yo me ocuparé de la comida. —dijo Sally.
— No se te olvide que hoy comemos paella, ahora voy a la cocina y te enseño a hacerla. —dijo mi madre.
— Si queréis os hecho una mano. —dijo el abuelo atrapando a Sally por las caderas.
— No gracias, ya nos has echado demasiadas manos. —dijo Sally riendo, movió las caderas con un golpe seco liberándose de mi abuelo y corrió hasta meterse dentro de la casa.
— ¿Qué te ha pasado? —me preguntó mi abuelo.
— Nada ¿por qué? —respondí.
— No digas que nada, te has marchado cabreado con la excusa de que te meabas.
— Me estaba meando, he llegado a casa he meado, he cogido luego un bote de refresco y me he quedado dormido, no sé de donde te sacas que estaba cabreado. —le expliqué.
— Vamos Pablo que te conozco, te has cabreado al salir de la piscina y ver que me estaba cepillando a Sally.
— Te equivocas abuelo, pero me da igual, piensa lo que quieras.
— Muy bien, tú mismo, pero quiero recordarte una cosa, aquí no valen los celos ni los mosqueos tontos, ya lo hablamos.
— Te he dicho que no he tenido ni celos ni un mosqueo tonto. —insistí.
— El Pablo que yo conozco se hubiera unido a nosotros nada más salir del agua y se hubiera follado a su madre.
— No me apetecía, estaba satisfecho.
— ¡Y una mierda! Yo soy mucho mayor que tú y con dos hembras como ellas no termino de satisfacerme, me apetecen a todas horas. —dijo él puesto de pie a mi lado.
— Suerte que tienes. —contesté encogiéndome de hombros.
— Por eso que tengo suerte quiero que sepas que me voy a follar a Sally todo lo que pueda, está muy buena y no aprovecharse de ella seria de necios.
— Y claro, tú no eres un necio.
— No, no lo soy, ya me conoces, soy el macho alfa ¿te acuerdas?
— Sí.
— Entonces abre la boca.
— ¿Para qué? —pregunté sin entender lo que pretendía.
— Abre la boca y lo sabrás. —insistió.
— ¿Y si no quiero? —dije mirándole con desafío.
— Serias un necio si te negaras, saldrías perdiendo a la larga.
— ¿Me vas a desheredar?
— No digas tonterías Pablo.
— Pues entonces no abro la boca, no me apetece. —dije lanzándole el desafío final.
— Muy bien pero recuerda que tu orgullo te perjudicará siempre como no lo remedies, al final será la propia vida quien te enseñe lo que es humildad y créeme las enseñanzas de la vida son crueles, muy crueles.
— Si pretendes asustarme no lo has logrado.
— Yo no pretendo nada Pablo, solo te he advertido. —dijo, luego dio media vuelta y entró en la casa, yo me quedé afuera con la única compañía de mis pensamientos.
Paso un rato me di cuenta de que nadie salía afuera y entré yo en la casa para ver por qué tardaban tanto.
Al llegar a la cocina vi que mi madre y Sally freían unas patatas, el abuelo bebía una cerveza y hablaba pero no sé lo que decía por que al llegar yo guardó silencio por lo que supuse que estaba hablando de mí.
— Hola hijo, ya casi está la comida estas son la ultimas patatas fritas. —dijo mi madre saludándome con cariño.
— Hola cariño. —me saludo Sally y se acercó para darme un beso. Ella pretendía besarme en los labios pero yo le puse la mejilla a posta, se quedó cortada, se puso seria me besó en la mejilla y volvió al lado de mi madre.
— ¿Puedo ir poniendo la mesa? Tengo hambre. —dije.
— Claro que puedes. —contestó mi madre.
Cogí un mantel, servilletas, cubiertos y vasos y salí cargado a la terraza, me entretuve poniendo los cubiertos. Al poco tiempo escuché el traqueteo del carrito de la comida. Lo traía Sally con la cara muy seria, dejó una bandeja con varios filetes de carne, una fuente con un montón de patatas fritas y otra con la típica ensalada, hoy íbamos a comer una comida típica española. Al terminar de poner las cosas sobre la mesa Sally dejó a un lado el carrito y se sentó en la silla más alejada de donde yo estaba en vez de hacerlo a mi lado como siempre. Mi abuelo y mi madre salieron a la terraza riéndose porque él iba detrás de ella palmeándola el culo.
Empezamos a comer en silencio. De vez en cuando miraba a Sally y vi que tenía cara de desilusión, «Me he pasado al despreciar su beso y ofrecerle mi cara, después hablaré con ella y le pediré perdón». Pensé.
La comida incómoda para mí, ellos no hacían más que reír y gastarse bromas en cambio a mí me dejaron de lado. La puntilla me la dio Sally después de comer. Ambas mujeres recogieron la mesa poniéndolo todo sobre el carrito, entraron en la casa y al poco regresaron. Mi madre traía dos cafés con hielo, uno para ella y otro para su padre, Sally traía sólo una infusión para ella.
— Cariño ¿no me has traído esas hierbas tan ricas que siempre me preparas?
— No, si quieres algo levántate y prepáratelo tú. —me contestó Sally, no dije nada y me quedé sentado, lo peor fueron las miradas de reproche de mi madre y mi abuelo que tuve que soportar. Al terminar de tomarse los cafés y la infusión me dije: «ahora nos vamos a mi habitación y le pido perdón a Sally»
— Cariño ¿vamos a mi habitación? —le pregunté.
— No vete tú, yo tengo que enseñarle algo a Paula. —su respuesta me cayó como un jarro de agua fría.
— ¿No puede esperar mi madre? —pregunté.
— No, no puede esperar. —insistió ella.
— No creo que pase nada por esperar un poco, me gustaría hablar contigo. —insistí yo también.
— Lo que tengas que decirme puedes hacerlo aquí y ahora. —me dijo Sally como si me desafiara y eso me cabreó un montón pero logré contenerme.
— Quería pedirte perdón por haberte rechazado el beso en la cocina, me he portado como un tonto.
— Ha sido peor que eso, tus celos de mierda me hacen sentir sucia, como una puta y eso no te lo perdonaré jamás.
— No digas eso cariño, yo no pretendía… —empecé a decir pero ella no me dejó terminan la frase.
— Sí que lo pretendías, te conozco, te has ofendido injustamente y me has ofendido a mí, punto.
— Por favor Sally no digas eso, sabes que yo te amo más que a nada en la vida.
— Si me amases así de verdad no me habrías ofendido como lo has hecho. —insistió ella con cabezonería y yo me ofusqué poniéndome más cabezón que ella.
— Mejor será que me muerda la lengua.
— Por mí no te cortes a ver si con un poco de suerte te intoxicas.
— Esto no nos lleva a ningún lado, ¿vas a venir conmigo sí o no?
— ¡No! —exclamó ella en voz alta.
— ¡Y qué coño tienes tú que hacer con mi madre y mi abuelo ¿eh?! —pregunté gritando.
— Ya que insistes tanto te lo diré, tu abuelo tiene el pito muy gordo y voy a ayudar a tu madre a mamárselo. —contestó ella.
— ¡Pues que te aproveche! —le grité y me fui a mi habitación.
Cerré la puerta dando un sonoro portazo y me tumbé sobre la cama rumiando mi cabreo y mis celos hasta que me quedé dormido.
*
Me desperté un poco sobresaltado sin saber realmente por qué. Miré el reloj de la mesilla y vi que marcaba las siete y cuarto de la tarde. « Joder nadie se ha dignado despertarme, qué cabrones». Pensé. Estaba desnudo y recordé que me había quitado el bañador, abrí un cajón para sacar otro tipo bermuda pero no vi ninguno, entonces saqué del cajón superior un slip color azul marino oscuro, me miré en el espejo del baño y vi que se me marcaba la polla descaradamente «cuando me vea Sally saltará sobre mí». Pensé y salí así afuera. Vi que ellos tres estaban sobre las toallas y hacia allí me dirigí.
A pocos metros de llegar vi que estaban desnudos, el abuelo tumbado de espaldas sobre las toallas, mi madre cabalgándole y Sally arrodillada encima de su cara dejándose comer el coño. Les saludé con un “Buenas tardes” pero no me contestaron ni los grillos, ellos siguieron a lo suyo por lo que me tiré de cabeza a la piscina y me puse a nadar hasta que el agotamiento me obligó a parar.
Pasé la tarde más solo que la una, viéndolos follar como animales unas veces y jugar en el agua otras. Como sabía que en la cena iba a estar igual de solo que en la comida decidí irme a mi habitación con el portátil de mi abuelo.
A la semana siguiente no podía aguantar más y decidí hablar con los tres mientras comían tranquilamente. Les pregunté qué es lo que les pasaba conmigo, silencio. Le pregunté a Sally si me pensaba perdonar o qué tendría que hacer para que me perdonase, me contestó que no a las dos preguntas. Ni siquiera mi abuelo se dignó a intercambiar algunas palabras conmigo. Hasta que diez días más tarde me llamó a su despacho.
— Al final vas a hablarme.
— Solo lo imprescindible Pablo, lo que tengo aquí es importante para ti. —me contestó. Me senté en la silla frente a él y esperé a que me dijera lo que quería de mí.
— Ya han llegado las matriculas que solicité a las Universidades ¿sigues dispuesto a estudiar?
— Sí claro, eso no ha cambiado.
— Bien. Entonces toma estos folletos y estúdialos bien son dos de las mejores Universidades del país. —dijo tendiéndome unos papeles.
Ambas universidades admitían hombres y mujeres por igual. Una de ellas tenía piscina climatizada, a mí me venía eso de perlas para mi recuperación. El equipo de profesores tenías más títulos que la otra, lo malo es que la universidad que me gustaba estaba en Navarra, a muchos kilómetros de distancia y encima era un internado, sólo me reuniría con mi familia en las navidades y en el verano si es que aprobaba el curso. Le dije a mi abuelo que me lo pensaría y me volví a mi habitación, él salió a la terraza, era de noche y hacía fresquito.
Abrí un poco el ventanuco que daba a la terraza y cuando estaba a punto de dormirme empecé a escuchar gemidos y también jadeos. También escuché sonidos de lo que parecían chupeteos. No me hizo falta escuchar más, estaban follando. A pesar de todo el odio que sentía hacia mi familia logré dormirme.
*
A la mañana siguiente mi abuelo se había ido a trabajar. En la terraza estaban Sally y mi madre desayunando, yo me tuve que preparar mi propio desayuno, la comida y le cena me la preparaban ellas. Intenté acercarme a Sally para que me diera su opinión sobre las universidades pero me rechazó diciéndome que le importaba un pimiento donde me fuera a estudiar. Sus palabras fueron la gota que colmó el vaso. Regresé a mi habitación y con el orgullo herido rellené la matrícula de la Universidad de Navarra, la que tenía régimen interno.
A la mañana siguiente entré en el despacho con mi abuelo y cerré la puerta. Le dije que ya había tomado una decisión sobre la universidad en la que quería estudiar y le entregué la matrícula que había rellenado.
— ¿Estás seguro de que quieres estudiar aquí?
— Sinceramente no lo sé abuelo, pienso que nos vendrá bien a todos estar separados un tiempo, luego, cuando nos veamos ya veremos cómo están las cosas.
— Por mi parte respetaré la decisión que has tomado. Mañana Abriré una libreta de ahorros para ingresar en ella un dinero mensual para tus gastos, así que tendrás que dejarme el documento de identidad.
— Abuelo puedo irme contigo mañana cuando te vayas a trabajar.
— ¿Qué pretendes? ¿estar conmigo en mi despacho?
— No, eso no, me daré una vuelta por la ciudad y me reuniré contigo a la hora de regresar.
— Si es lo que quieres por mí no hay problema, te daré dinero para que puedas comer.
— No es lo que quiero pero no me queda más remedio, aquí nadie me dirige la palabra, me habéis excluido de vuestra vida como si fuera un apestado y lo mejor de todo es que no sé por qué.
— Cada uno de nuestros actos tiene consecuencias.
— Lo sé, me lo has dicho millones de veces.
— Entonces piensa en qué te has equivocado.
— ¡No! —exclamé cabreado— no me gusta hacer retrospectivas de mi vida, bastante mierda es ya como para que encima tenga que recordarla.
— Te lo advertí cuando te negaste a abrir la boca.
— ¿Se trata de eso? pues si es eso no me importa —dije poniéndome de pie, rodeé la mesa y me coloqué a su lado— ¡Venga! ¡Sácate la polla! Te la chupo de rodillas si quieres. —mi abuelo me miró a los ojos.
— Pablo, eres más tonto de lo que creía, te falta madurez. Si aún no has comprendido cual ha sido tu pecado sólo Dios podrá perdonarte. Ya puedes irte y no hace falta que me chupes nada para eso están ellas no te preocupes. —después de escucharle decir eso no le mandé a tomar por el culo de milagro, guardé silencio y salí del despacho. Salí a la terraza donde estaban mi madre y Sally, ellas estaban pendientes de mí, seguro que si me sentaba con ellas me harían el feo de marcharse a otro sitio y decidí sentarme sólo en la otra punta de la terraza dándoles la espalda.
*
A la mañana siguiente mi madre me sorprendió entrando en mi habitación después de la comida.
— Hijo escúchame, tu abuelo nos ha contado donde te vas a ir a estudiar.
— ¿Y a ti qué?
— Me importa porque eres mi hijo.
— Me gusta saber eso madre, hasta ahora creía que era tu hijo cuando te negabas a hacerme el desayuno, también creía que era tu hijo cuando no me hablas, o cuando no me saludas, o cuando os ponéis a jugar dejándome de lado.
— No trates de echar sobre mí tus culpas Pablo. Fuiste tú quien ensució el alma de una chica inocente al pensar que es una puta. Solo tú eres el responsable de que te hayamos dejado de lado, lo que has hecho con ella no tiene nombre y eso que tu abuelo te lo advirtió, sé sincero siempre con ella y no la defraudes ya ha sufrido bastante ¿te acuerdas?
— Claro que me acuerdo, lo que no recuerdo es haber ensuciado el alma de nadie y, si he hecho algo tan malo también tendré derecho a pedir perdón o ¿no?
— Eso no depende de mí.
— Claro no depende de ti, que bien se te da lavarte las manos madre, siempre lo has hecho conmigo —el comentario ofendió a mi madre como me pensaba lo que no se me ocurrió fue su reacción, me cruzó la cara de un bofetón—. Bueno madre, creo que ya no tenemos nada más que decirnos, gracias por haber intentado persuadirme de que no me fuera a estudiar tan lejos.
— Hijo perdóname. —dijo tratando de abrazarme pero le agarré los brazos impidiéndoselo.
— Te perdono madre. También te perdono por haberme traído a este puto mundo y también te perdono por haber elegido a un hombre tan bueno como mi padre. —mi madre salió llorando de mi habitación y yo me sentí satisfecho con su llanto.
*
Mi madre había sido la única que intentó persuadirme, a Sally no parecía importarle. Pasé un angustioso y asfixiante mes de agosto entre mi habitación, el baño, la piscina y la otra punta de la terraza, donde comía y cenaba solo como si fuera un perro.
El 5 de septiembre llegó por fin. Me preparé una bolsa con todas mis pertenencias: un par de zapatillas más las que llevaba, cuatro calzoncillos tipo bóxer y tres tipo slip, dos pares de calcetines, tres vaqueros y un montón de camisetas, ya me compraría por allí ropa de abrigo porque en invierno la iba a necesitar.
Sabía que el chofer de mi abuelo me iba a llevar a la universidad. Supuse que los tres me acompañarían, eran toda la familia que me quedaba pero de nuevo me equivoqué. Mi abuelo me informó que nos despediríamos en la casa, ellos se quedaban.
Mi abuelo fue el único que me tendió la mano, mi madre me dijo “adiós” sin darme un mísero beso en la mejilla, Sally me despidió con un “adiós” más frio que un tempano de hielo.
Guarde la bolsa en el maletero y me metí dentro del coche. El chofer arrancó, miré hacia atrás y vi que Sally rompía a llorar y empezaba a gritar algo que no era capaz de oír, el abuelo y mi madre trataban de sujetarla pero ella se zafó de los dos y corrió detrás del coche gritando.
— Señor, una señorita corre detrás de nosotros ¿quiere que me detenga? —me dijo el chofer.
— No me gusta mirar hacia atrás, acelere por favor. —le dije. El chofer me obedeció y a través del cristal trasero vi como Sally caía al suelo y se quedaba ahí tendida. «Lo siento mucho cariño pero cuando tomo una decisión no me gusta mirar hacia atrás». Pensé mientras el coche se perdía entre el laberinto de calles de la Urbanización.
El viaje fue largo. Hicimos dos paradas para tomar algo y reemprendimos la marcha. Cuando por fin entré en la universidad, lo hice cargado con mi bolsa de viaje y sin mirar hacia atrás en ningún momento. En secretaría me indicaron cual era mi habitación y me entregaron una tarjeta como única llave.
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