La ventana indiscreta. 020
Después de cenar, Sally empezó a hablar de tratarme con acupuntura y piedras calientes. Mamá y yo nos interesamos y nos explicó que ella podría encargarse de mi rehabilitación sin necesidad de salir de casa. Mi madre miró al abuelo antes de contestar.
Capítulo 20:
Después de cenar, Sally empezó a hablar de tratarme con acupuntura y piedras calientes. Mamá y yo nos interesamos y nos explicó que ella podría encargarse de mi rehabilitación sin necesidad de salir de casa. Mi madre miró al abuelo antes de contestar.
— Lo único que puedo decir en favor de Sally es que me curó una lumbalgia que me tenía doblado de cintura para abajo. También me ha curado dos esguinces de tobillo en el momento y una tendinitis en el hombro. Es asombroso lo que sabe hacer con la acupuntura. —terminó de decir el abuelo y mamá me miró a mí.
— Por mí no hay problema, ya escuchaste lo que nos dijo la enfermera, mi problema en más de aquí —dije señalándome la cabeza con un dedo— que físico.
— Pues entonces que Sally se encargue de tu rehabilitación. —dijo mamá.
— No te preocupes Paula, verás cómo logro que Poli vuelva a caminar.
— ¡Dios te oiga! Si lo hicieras haría cualquier cosa. —dijo mi madre.
— ¿Y qué serias capaz de hacer mamá? Porque no creo que unas simples gracias sea suficiente. —dije a mi madre sonriendo.
— Pablo tiene razón, tú solita te has metido en la boca del lobo Paulita, así que dinos: ¿qué estarías dispuesta a hacer? —le pidió también el abuelo, mi madre nos miró como una fiera acorralada antes de responder.
— La comería el coño. —dijo mi madre sorprendiéndonos a todos.
— ¿Lo harías literalmente? —preguntó Sally muy seria.
— Claro que no tonta, me refiero a que te daría gusto con mi boca hasta dejarte agotada o que me supliques que pare.
— ¡Sally por Dios! Cura a mi nieto porque eso que ha dicho tengo que verlo. —dijo mi abuelo.
— Yo también quiero verlo así que esmérate Sally, te lo suplico. —le rogué yo.
— Estáis dando por hecho algo que a lo mejor a mí no me gusta hacer. —las palabras de Sally cayeron como un jarro de agua fría sobre los tres.
— Ya conoces a los hombres Sally enseguida se lanzan sin pensar si hay agua en la piscina. —comentó mamá riéndose.
— Porque son muy impetuosos y no piensan. —dijo Sally riendo también. —como mi abuelo no decía nada lo hice yo.
— No es que seamos impetuosos, lo que pasa es que ante la perspectiva de ver a dos bellezas como vosotras retozando y dándose placer ¿a qué hombre no le gustaría mirar?
— Los maricones no mirarían. —dijo mi madre.
— Esos no son hombres Paulita. —le corrigió el abuelo.
— Ven conmigo cariño —dijo mi madre tirando del brazo de Sally— yo te protegeré de estos dos sátiros. —añadió mi madre sentándola encima de sus piernas, Sally dobló las suyas por la rodilla.
— ¡Oye no nos llames sátiros encima! Has sido tú la que ha hecho esa promesa. —se quejó el abuelo.
— ¡Qué poco entendéis a las mujeres! ¿verdad que sí cariño? —dijo mamá dirigiéndose a Sally acurrucada en su regazo.
— ¡Son hombres Paula! ¿qué esperabas? —dijo Sally acurrucándose más contra mi madre.
Entonces sucedió algo que al abuelo y a mí nos dejó sin habla. Mi madre se agachó sobre la cara de Sally y esta la besó en los labios. Al principio fue un beso suave, cariñoso, pero poco a poco degeneró en un morreo lujurioso, donde las manos de ambas recorrían los partes que podían de sus respectivos cuerpos. El calzoncillo del abuelo empezó a alzarse, mi calzón en cambio, presentaba ya una considerable tienda de campaña. Cuando las dos mujeres dejaron de besarse y tocarse nos miraron y al ver nuestras erecciones y se echaron a reír.
— Sois unas perversas. —dijo el abuelo.
— Son más que eso abuelo, son mujeres. —dije yo y los dos nos echamos a reír.
— Bueno vamos a recoger la mesa y vayámonos a la cama. —propuso mi madre Sally y el propio abuelo colaboraron recogiendo todo en un santiamén.
Mi madre agarró la media erección de mi abuelo por encima del calzoncillo y dijo que se iban a la cama, despidiéndose de Sally con un beso en los labios, sin embargo, cuando se agachó para darme el beso me agarró el miembro por encima del calzón.
— Sally ¿te encargas de Pablo? —le preguntó mi madre.
— Sí Paula no te preocupes. —contestó ella.
— Entonces cuídale bien. —volvió a decir mi madre agitándome el pene para que Sally lo viera.
— Poli ¿te apetece acostarte ya?
— La verdad es que me gustaría quedarme un poco más aquí, ahora corre un poco de aire. —contesté.
La verdad es que quería estar más tiempo en compañía de Sally pero no me atreví a decirle la verdad. La tailandesa me tenía como embrujado, cuanto más la miraba más me gustaba, pero estar con ella a solas me ponía nervioso.
— A mí también me apetece estar aquí —dijo ella mirándome— ¿quieres que hablemos de algo?
— Lo que me gustaría de verdad es estar a tu lado ahí en el sofá y no así, yo en la silla de ruedas y tú sentada junto a mí. —dije sorprendiéndome yo mismo por mi atrevimiento.
— Eso tiene fácil arreglo. —dijo Sally. Se puso de pie y empujó la silla colocándola de lado junto al sofá, luego quitó el apoyabrazos de la silla, me cogió por los hombros alzándome un poco, yo ayudé aupándome con los brazos y me sentó sobre el sofá. Quedé un poco retirado del brazo para poder apoyar la espalda y me aupé con las manos para retroceder pero ella me lo impidió.
— ¡No! ¡Espera! —dijo y se sentó detrás de mí, abrió sus piernas cobijándome entre ellas y me echó hacia atrás apoyando mi espalda contra su pecho y añadió: — ¿no es mejor así?
— Así, estoy es la gloria. —respondí sintiendo la esponjosidad de sus pechos en mi cuello.
*
El reloj nos despertó a todos a las siete y media. El abuelo fue el primero en saltar de la cama y caminó deprisa entrando en el baño. Mi madre se hacia la remolona, lo mismo que Sally y yo. De repente escuchamos el ruido del chorro de mi abuelo y los tres nos echamos a reír. Mi madre rodó sobre la cama quedando muy cerca de la cara de Sally y la besó en los labios.
— Buenos días cariño. —le dijo a Sally.
— Buenos días Paula. —dijo ella devolviéndole el saludo y el beso.
— Oye Sally me gustaría que me ayudaras o me enseñaras a hacer sexo anal.
— Te advierto que es un poco doloroso. —dijo Sally.
— No me importa, estoy decidida a darle mi culo, deseo que se apodere de todo mi cuerpo, porque mi corazón ya le pertenece por completo. —explicó mi madre.
— ¿Se lo has dicho a él? —preguntó Sally.
— Aun no, es una sorpresa que le guardo, se lo daré todo a la vez.
— A ver si le vas a atragantar mamá. —comenté y ellas rompieron a reír.
— Vamos, levantaos de una vez que están al venir de un momento a otro. Voy arriba a ponerme ropa cómoda, deberías ducharte vida mía. —dijo mi abuelo a mi madre después de besarla en los labios y salió de la habitación.
— ¿Habéis oído lo que me ha llamado?
— Perfectamente. —dijo Sally.
— Alto y claro. —dije yo.
— Eso quiere decir que me ama. —dijo mi madre. Se puso de pie y entró rápidamente en la ducha y la escuchamos cantar.
— Parece una adolescente. —dije yo.
— Es una mujer enamorada Poli, cada uno lo siente a su manera. —dijo Sally.
— Yo por ejemplo, a veces cuando te abrazo me entran ganas de llorar. —le confesé.
— A mí también me pasa lo mismo y no comprendo por qué. —dijo ella.
— A mí me sucede cuando quiero expresarte todo lo que siento y creo que decirte “te amo” no es suficiente.
— A mí me pasa cuando me abrazas, o cuando me hueles, o cuando me besas y pienso ¿Cómo le digo cuanto le amo?
— Nos complicamos la vida por la propia palabra engloba todos esos sentimientos. —comenté yo.
— Sí, tienes razón pero me gustaría poder decirte más cosas.
— ¿Por qué me has invitado a hacértelo por detrás? —le pregunté y le besé la frente.
— Por lo mismo que tu madre, quiero que mi cuerpo te pertenezca por completo, porque mi corazón ya es tuyo para siempre.
— Me encanta oírte decir eso. —le dije.
— ¿Que mi corazón te pertenece para siempre? Es la pura verdad Poli.
— Ya lo sé pero me gusta oírlo.
— Te voy a decir otra cosa. Yo no sabía lo que era el amor hasta que tú me sacaste ese sentimiento. Y por mucho que nos pase no me siento capaz de amar a otra persona, no, espera, quiero decir que no deseo amar a otra persona ¡Ay! No me sale lo que te quiero decir —se desesperaba— si tú dejaras de amarme, yo me quitaría la vida. Eso es lo que quiero decir.
— No hace falta que te quites la vida, cariño, yo te juro que siempre te amaré, aunque discutamos, aunque nos enfademos, siempre serás la dueña de mi corazón.
— Eso es precioso Poli. —dijo dándome un beso en los labios.
— Ya podéis ducharos, yo también voy a vestirme. —nos dijo mi madre y salió desnuda de la habitación.
Sally y yo entramos en la ducha y nos lavamos mutuamente. Al salir de la ducha le pregunté donde tenía su ropa.
— Está en ese mueble —dijo señalando un sifonier—. Cuando tú no estabas cogía las prendas que me iba a poner. —me explicó. Abrí el primer cajón y eché un vistazo. Era el de su ropa interior, elegí un tanga rojo y un sujetador blanco y se lo entregué. Abrí el siguiente cajón y vi varios pantalones de lycra. Elegí uno de color rosa y se lo pasé. Pero al ponérselo me fijé en que se le marcaba demasiado por delante y por detrás, se lo expliqué y ella se lo quitó. Me dijo que salvo los vestidos toda la demás ropa era ajustada. Pensé en lo que debía ponerse pero no se me ocurría nada.
— Ya sé lo que me voy a poner. —dijo de pronto. Abrió uno de los cajones donde guardaba mi ropa (camisetas, vaqueros y pantalones cortos) sacó unos de mis calzones color gris y se los puso. Le quedaban grandes pero eran perfectos para moverse entre tanta gente extraña. Saqué una camiseta color azul oscuro de mi cajón y se la puso. Le quedaba un poco grande pero podía pasar. Ella me eligió un calzoncillo tipo slip, un calzón blanco y una camiseta roja. Cuando me puse el slip ella me sobó el paquete por encima y mi polla empezó a despertar.
— ¿Tienes ganas?
— No, sólo quería ver cómo te quedabas cuando te empalmaras. me gusta, se te marca mucho ese pito gordo que tanto me enloquece —me dijo. Me puse el calzón blanco y al ir a ponerme la camiseta me detuvo, me quedé quieto y ella me lamió los pezones hasta ponérmelos duros, luego me bajó la camiseta— me gusta que se te marquen los pezones —añadió dando su conformidad. De repente oímos el timbre de la puerta y acudimos a abrir.
— Buenos días, nos saludaron los policías.
— ¿Desean tomar un café? —les preguntó Sally.
— Es usted muy amable, no quisiéramos molestar. —dijo el policía.
— No es ninguna molestia, pasen por favor. —les invitó.
— Muchas gracias nos quedaremos aquí. —dijo el policía.
— Le advierto que ya nos hemos desecho de toda la droga, estamos limpios —bromeé yo y nos echamos a reír— pasen por favor ¿o necesitan una orden del juez?
— No desde luego, muchas gracias. — dijeron los cuatro policías entrando en la casa. Se quedaron parados mirando a su alrededor.
— Es muy bonita esta casa. —dijo el policía.
— Gracias. —sonreí por cortesía.
— Y la chica del servicio es muy guapa. —comentó después.
— Es más que eso, es una dulzura de mujer y muy especial porque es mi mujer. —dije para evitar comentarios desafortunados.
— Disculpe no lo sabía. —dijo el policía poniéndose colorado.
— No se preocupe, usted no podía saberlo. —dije justificándole.
Sally apareció con seis tazas de café humeantes, los policías cogieron cada uno una taza. El abuelo y mi madre bajaron en ese momento saludando a los policías. El abuelo les invitó a sentarse en la terraza pero ellos declinaron la invitación diciendo que tenían prisa. Se bebieron el café rápidamente, dieron las gracias y se fueron hacia la puerta de salida, mi abuelo les acompañó.
— Les ha gustado mucho la casa y sobre todo la chica del servicio. —dije pasando mi brazo sobre el hombro de Sally.
— Ya estoy acostumbrada. —dijo ella.
— Pues no veas el corte que se he llevado cuando le he dicho que eras mi mujer.
— Todavía no.
— Cariño nos separan dos carreras de so, cuatro años que se me harán eternos.
— Di que sí hijo has hecho muy bien. —dijo mi madre dándome un beso en la mejilla. A continuación cogió la bandeja y se fue hacia la cocina.
— Yo me encargo del desayuno. —dijo mientras caminaba meneando el culazo. Sally y yo nos sentamos en el sofá de la terraza a esperar. Regresó mi abuelo y nos pidió por favor que le dejáramos el sitio a él y a mi madre. Sally y o nos levantamos encantados. Ella se fue a sentar en una de las sillas, pero la detuve, me senté yo primero e hice que ella se sentara sobre mis piernas. Mi madre apareció con el famoso carrito de la comida trayendo el desayuno de los cuatro y nos pusimos a desayunar, sonriendo cada vez que veíamos a mi abuelo y a mi madre besarse como dos recién casados.
A las ocho en punto llamó el chofer de mi abuelo, este fue al despacho para recoger el maletín, también trajo consigo el ordenador portátil para leer el informe que yo había escrito. Le entregó el maletín al chofer y éste salió por la puerta.
— Cuando tenga un poco de tiempo leeré el informe que has escrito. —me dijo mi abuelo.
— He hecho unas cuantas recomendaciones. —comenté.
— Que se seguirán al pie de la letra, no lo dudes. —contestó él.
— ¿Tanto confías en él? —preguntó mi madre al abuelo.
— Cariño —dijo el abuelo pasándole un brazo por los hombros— confío en Pablo tanto como te amo a ti. —añadió y le pegó un beso en la boca de película. Entonces me fijé que mi madre se había puesto un vestido demasiado corto, esta de lado y se le veían las braguitas, se lo dije a Sally.
— Paula, tienes que cambiarte el vestido. —le dijo.
— ¿Por qué?
— Es demasiado corto y se te ven las bragas en cuanto te descuides. —le avisó Sally.
— Subiré a ponerme unos vaqueros. —dijo aceptando el comentario.
— Espera, no hace falta —Sally entro corriendo en la casa y regresó al poco tiempo con uno de mis calzones de color negro y una camiseta verde—. Toma, ponte esto, son de tu hijo, yo también me los he puesto. Con la ayuda de mi abuelo mi madre se sacó el vestido por la cabeza, al no llevar sujetador el abuelo le chupó un pecho.
— ¡Papá por favor! —protestó ella riendo pero él continuó amarrado a su pecho un poco más, luego se apartó para que pudiera ponerse la camiseta. Se subió el pantalón corto y al darse la vuelta me fijé en que se le marcaban demasiado las braguitas.
— Te queda más justo que a Sally y al ser más ancha de caderas se te marcan las bragas. —le dije y mi abuelo me dio la razón.
— Eso tiene solución —dijo ella. Se sacó los pantalones y las bragas dándoselas a mi abuelo y éste se puso a olerlas. Riéndose de lo que hacía se subió el calzón corto y se dio la vuelta para que la miráramos— ¿qué tal ahora? —preguntó.
— Ahora sí, no se nota nada. —dijimos Sally y yo.
— Pero no llevas bragas y eso me atormentará todo el día. —comentó el abuelo.
— Cariño así es mejor, mira. —dijo y le guió la mano hacia la pernera que al ser ancha permitió la entrada de su mano sin dificultad.
— ¡Oh dios mío! Cómo me gusta. —dijo él tocando el coño a mi madre.
— ¡Ya vale! Que te estás poniendo bruto dijo ella señalando el bulto de su paquete.
— No lo puedo evitar mi vida, me siento como un recién casado, ahora mismo desearía estar en la cama contigo. —dijo él acariciándola el culazo.
— ¿Y qué me harías en la cama? —preguntó ella.
— Te haría el amor hasta caer agotado. —respondió él.
— ¿Me meterías tu tranca hasta el fondo?
— Te la metería por donde tú quisieras.
— ¿También por el culo?
— No cariño, por ahí no que te haría daño.
— ¿Y si yo te lo pidiera?
— Lo siento pero no accedería, en cuanto te quejaras se me encogería la polla.
— Es bueno saberlo. —dijo ella y nos guiñó un ojo.
A las ocho y media volvieron a llamar a la puerta. Abrimos y vimos que eran los de la empresa de seguridad, un ejército compuesto de doce hombres portando maletines y bolsas bastante grandes.
De repente todo fue una locura, jamás he visto a tanta gente en casa de mi abuelo. Un hombre acompañado por mi abuelo indicó donde había que poner las cámaras de seguridad. También instalaron cámaras que grabarían las 24 horas. Las imágenes serian grabadas en un ordenador que pusieron en el despacho de mi abuelo, y un monitor de 32 pulgadas para poder ver las diferentes cámaras a la vez «Tiene que ser la hostia ver ahí los videos porno». Pensé.
El ir y venir de tanta gente me producía estrés, menos mal que dos horas después se marcharon todos menos cinco. Esos hombres que se quedaron con nosotros iban vestidos con chaqueta y corbata, sólo uno llevaba gafas de sol y si iban armados no se les notaba nada.
Mi madre, mi abuelo, Sally y yo nos quedamos al cuidado de los cinco hombres más la policía que estaba fuera de la casa.
— Tienes que hacer ejercicio en la piscina. —me recordó Sally.
— Sí.
Sally se puso un bañador de cuerpo entero que no le favorecía en nada y se lo dije, ella me explicó que con tanta gente mirándonos no había que descuidarse. Poco después se unieron a nosotros el abuelo con un bañador tipo bermudas y mi madre, que también vestía un bañador azul oscuro de cuerpo entero casi incapaz de cubrirle el culazo.
Estaba bastante recuperado, casi caminaba ya de forma normal, pero la familia no dejaba hacer ningún tipo de esfuerzo. Para mí nadar era una simple distracción, un juego que tenía arraigado desde niño, sin embargo, ahora se había convertido en una obligación. No solo me venía bien para mi recuperación. Gracias a la natación me sentía más ágil, más optimista y era capaz de afrontar el día a día con más entusiasmo.
Una vez le pregunté a mi abuelo cuanto medía la piscina, me dijo que sus medidas eran 15 metros de largo por 10 metros de ancho, o sea, era bastante grande. Nadé a lo largo de la piscina a un ritmo medio las seis primeras vueltas y en cada vuelta fui incrementando el ritmo, no deseaba fatigarme sólo cansarme y nadé otras seis vueltas más, cuando paré para descansar me notaba el cuerpo hinchado.
Sally me abrazó cariñosa, yo también la abracé para celebrar mi hazaña y el contacto con su cuerpo me produjo una erección. Ella se dio cuenta porque me sonreía a la vez que frotaba su entrepierna contra mi dura erección. La agarré el culito con mis manos y lo estrujé con delicadeza al tiempo que la besaba.
— Ya vale Poli, si sigues te pondrás más burro todavía, recuerda que nos están viendo y posiblemente grabando. —dejé de besarla y me separé un poco de su cuerpo comprendiendo que tenía razón.
— Cuando todo esto termine me gustaría follarte aquí, sobre el césped y luego ver la grabación juntos.
— Será muy excitante ver después como me haces el amor.
— También les grabaremos a ellos. —dije refiriéndome a mi madre y al abuelo, al mirarlos pensaron que quería decirles algo y se acercaron caminando a través del agua.
— ¿Qué pasa Pablo?
— Nada abuelo, no te preocupes. Es que le estaba diciendo a Sally que cuando todo esto termine y esta gente se vaya, me gustaría grabar como lo hacemos, a ella le parece muy excitante la idea.
— ¿Cariño te gustaría grabar un video mientras echamos un polvo? —preguntó el abuelo a su hija.
— ¿A qué viene eso ahora? —dijo ella y su padre le explicó la idea que había tenido yo.
— Desde luego que tiene que ser muy excitante vernos después y, comentarlo tiene que ser la leche. —dijo mi madre con cara de picardía.
— Entonces lo haremos, pero habrá que esperar a que esta gente se vaya. —dije yo.
— ¿Tienes idea de cuánto va a durar esto? No me siento cómoda con tanto desconocido alrededor. —le preguntó mi madre al abuelo.
— La verdad es que no tengo ni idea, de momento la policía no me ha dicho nada aunque no creo que vayan a estar vigilando siempre, de alguna manera esto se tiene que arreglar. —comentó el abuelo.
— Espero que sea pronto. —respondió mi madre.
— ¿te hemos visto nadando antes, cuantos largos has hecho? —me preguntó mi madre.
— Doce. —respondí.
— ¿No será demasiados? —dijo ella con preocupación.
— No mamá porque nado a mi aire y cuando lo hago deprisa procuro no fatigarme, sólo cansarme. —le expliqué.
— De todas formas ten cuidado, no fuerces mucho la espalda no sea que te resientas. —me aconsejó.
— No te preocupes, si noto cualquier molestia me paro y ya está. —respondí.
— De todas formas Paula esta tarde, después de comer voy a empezar a hacerle sesiones de acupuntura. —dijo Sally.
— Tú eres la entendida cariño, si crees que le sentará bien ¿qué voy a decir? —contestó mi madre.
— A mí me curó así una lumbalgia que tuve hace tiempo, con acupuntura y sus masajes en menos de una semana me encontré nuevo y sin dolor. —explicó el abuelo.
— A ti también te vendrían bien Paula, si quieres cuando termine con Poli te lo hago a ti. —dijo Sally mirándola con intensidad.
— No creo que lo necesite, me encuentro perfectamente después de lo de esta mañana, no hay mejor deporte que tener sexo. —dijo mi madre sin comprender la mirada de Sally.
— Pues antes me pediste ayuda. —dijo Sally y mi madre la miró con intensidad comprendiendo lo que quería decir.
— Es verdad, no te preocupes, cuando termines con mi hijo me pondré “en tus manos”. —respondió mi madre comprendiendo al fin lo que quería decirle Sally.
— Pues yo aprovecharé para darme una buena siesta, necesito dormir después del ajetreo de esta mañana. —dijo el abuelo.
— Yo te acompaño abuelo.
— Bueno ¿qué? ¿nadamos un rato? —preguntó el abuelo.
— Yo sólo un poco porque voy a preparar una comida que te vas a chupar los dedos. —dijo mi madre apoyando su brazo sobre el hombro de su padre.
— Yo te ayudaré Paula. —dijo Sally.
— Gracias cariño, contaba contigo de todas formas. —respondió mi madre.
— ¿Y qué es esa comida tan rica que vais a preparar? —preguntó el abuelo con curiosidad.
— Es una sorpresa y no se puede decir. —dijo mi madre.
Empezamos a nadar los cuatro, uno detrás de otro pero separados para no estorbarnos. A la quinta vuelta mi madre y Sally se salieron de la piscina, se secaron y volvieron a casa. El abuelo y yo continuamos nadando hasta completar 12 vueltas, después nos paramos a descansar.
— ¿Sabes tú algo de lo que van a preparar de comida? —me preguntó mi abuelo apoyando los dos brazos en el bordillo ya que en la zona en que estábamos el agua nos cubría un poco más arriba de la cintura.
— No tengo ni idea abuelo, imagino que si han dicho que es una sorpresa es que verdaderamente nos van a sorprender.
— Desde luego con este maldito calor que hace dan ganas de quedarse a vivir en el agua ¿eh?
— Ya te digo, cuando esta gente se vaya, pienso bañarme en pelotas con Sally por la noche y después nos tumbaremos en la hierba y echaremos un buen polvo, tiene que ser una gozada. —comenté.
— Yo pienso poner a Paulita a cuatro patas y desde atrás me agarraré a su culazo que me vuelve loco y se la meteré hasta el fondo. —dijo el abuelo.
— ¿Piensas hacérselo por el culo?
— No, me refiero a su coño, lo primero es que si intentara hacérselo por el culo ella no se dejaría, ya lo intenté una vez y me dijo que no, no quiero insistir porque sé que tiene razón, mi polla es demasiado gruesa y la pobre sufriría, no Pablo, el sexo es para gozarlo no para sufrir.
— Pues esta mañana bien que le has dado por el culo a Sally.
— Eso es distinto, ella me ha invitado y aun así he procurado tener mucho cuidado.
— ¿Y qué tal?
— Joder ha sido sorprendente al principio, pero pasado el momento de sorpresa he gozado un montón. Ver cómo la agarraba por el culito al tiempo que se la metía hasta los huevos me excitaba como nunca, ha sido mi primera vez y he gozado de locura.
— ¿Nunca lo habías hecho por el culo abuelo? —le pregunté sorprendido.
— Jamás, hasta esta mañana.
— Imagino que antes te acostabas con putas y me cuesta creer que ninguna te haya dejado hacérselo por detrás.
— Las putas que frecuentaba eran un lujazo Pablo. He follado con varias modelos y con más de una presentadora de televisión y eso que están casadas ¿eh?
— ¡Hostias abuelo! eso no me lo habías contado nunca.
— Entonces eras un muchacho y no estabas preparado para una conversación de esa envergadura.
— ¿Y quiénes era esas tías?
— Una de ellas presentaba las noticias, ahora presenta un programa por la mañana. Las otras presentan las noticias todos los días, mañana y noche, también los fines de semana.
— Imagino quienes son —dije pensando en las mujeres que había visto presentar programas en la tele pero se me hacía difícil imaginarlas prostituyéndose—. ¿Cómo puede ser que estando casadas se dediquen a eso?
— Por la pasta Pablo, siempre es por la pasta. La primera me costó 3500 euros, pero mereció la pena. La tía era una autentica guarra, y parece que le gustó mi culo porque no paré de lamerlo, vamos que me sacó brillo. No tenía buenas tetas, sus pezones eran demasiado pequeños para mi gusto y eso que era madre, imagino que no les daría el pecho a sus hijos. Me la follé dos veces y a lo bestia, como a ella le gustaba.
— ¿crees que sus maridos sabrán a qué se dedican?
— No tengo ni idea, pero no me extrañaría que lo sepan. Hay gente que con tal de ganar más pasta se deja crecer los cuernos hasta donde haga falta. O a lo mejor no lo saben, también cabe esa posibilidad. Puede que Ellas ingresen en la cuenta común del matrimonio la nómina que cobran en la tele y lo “otro” es para sus caprichos, ten la seguridad que será más pasta que la que cobran trabajando.
— ¿Y qué sientes cuando las ves en la tele y piensas “a esa me la he follado yo”?
— Me dan pena. Hay algunas que lo hacen por vicio, se les nota en la mirada y en la forma de actuar, aprovechan que salen en la tele para ponerse un buen precio. Tienen un montón de clientes con pasta, no te vayas a creer que follan de vez en cuando, las hay que “trabajan en eso” todos los días, a veces hasta los fines de semana a razón 2.500 euros el polvo imagínate la pasta que ganan libre de impuestos. La “Madame” que regentaba esa casa me dijo un día que había mujeres que algunas se sacan 20 o 25000 euros a la semana y otras, ganas en un mes lo que en todo el año trabajando. —solté un silbido de asombro.
— ¿Y todo para qué? ¿para darse caprichos? ¿para tener una jubilación mejor? No me creo que lo hagan por mandar a sus hijos a una buena Universidad, eso lo podrán pagar con su sueldo “normal”.
— No lo sé Pablo y si te digo la verdad tampoco me importa. Cuando iba a esos sitios buscaba discreción, que él “genero” mereciera lo que iba a pagar por él y que fueran limpias y sanas. —dijo el abuelo.
— Imagino que de todas formas te pondrías un preservativo.
— ¡Claro que no! ¿Te crees que iba a pagar 3.500 euros por un polvo para hacerlo con preservativo? Ni loco y antes de que me lo preguntes te diré que tienen el coño como cualquier mujer. Cuando me las follaba lo único que sentía era excitación y morbo al saber quiénes eran, porque estaban casadas y porque eran madres. Cuando estaba dentro de ellas me excitaba pensando: «Menudos cuernos le estoy poniendo al cabrón de tu marido». Alguna vez he tenido la oportunidad de conocer a sus maridos al verlos juntos en las revistas del corazón que compra Sally.
— De todas formas era mucho riesgo abuelo.
— No porque 24 horas antes tanto “ellas” como nosotros debíamos presentar un análisis para que la “Madame” viera que todos estábamos limpios. Eso es un detalle indispensable si quieres “mojar” en un sitio de esos.
— Me gustaría saber ¿qué sentían esas tías cuando se las “trajina” otro hombre que no es su marido?
— Pues lo mismo que habrá sentido tu madre cuando te la has trajinado tú, o Sally, cuando me la he trajinado yo. —contestó sin darme su opinión.
— ¿Y qué crees que sienten abuelo?
— Joder Pablo, lo mismo que nosotros. Placer y morbo porque saben que lo están haciendo con una persona distinta. En el caso de ellas si obtienen placer se tienen que aguantar, en cambio nuestras mujeres pueden decírnoslo para que cambiemos la forma de hacérselo. A ver si te crees que una mujer de esas se va a encoñar con un cliente. Si alguno le gusta, a lo más que llegará será a fantasear con él al hacerlo con su marido, pero nada más. Esas mujeres son muy discretas, sino, fíjate en la actitud de “dignas” que adoptan cuando salen en la tele o cuando van a fiestas y las fotografían para las revistas. —me quedé pensando en lo que me había contado mi abuelo « ¡Qué hipócrita! Es la gente »
— Me encantan las historias que cuentas abuelo ¿no tienes más?
— Tengo un montón, podría escribir un libro con las cosas que he visto y he hecho. Mira, una vez lo hice con una mujer cuyo marido estaba a escasos metros de nosotros y ni se enteró. Todos los años la comunidad de esta urbanización celebra una fiesta cuando empieza el verano y otra para despedir el año. Tú deberías acordarte de esas fiestas porque siempre acudían tus padres contigo.
— Claro que me acuerdo. Recuerdo que en una de ellas, no sé si era verano o invierno, creo que era verano porque lo celebrábamos al aire libre. El caso es que había una mujer que se daba muchos aires de reina. Recuerdo que a mamá la estaba poniendo negra porque no paraba de bailar contigo y no te soltaba.
— Ya sé quién dices, una mujer morena, muy guapa que llevaba un vestido negro creo, y éste tenía una abertura desde la cadera hasta el pie —dijo el abuelo señalándose él mismo el nacimiento de la abertura del vestido— y que iba cargada de joyas, sobre todo en las manos, un anillo o sortija en cada dedo.
— ¡Sí, esa misma! Mamá no hacía más que decir que era una pesada y que quería ligar contigo pese a estar casada.
— Y no se equivocaba. Una de las veces que bailamos se restregó contra mí a base de bien y satisfecha con lo que notaba me echó mano al “bulto”. Ella dijo que había sido sin querer, hasta se puso colorada, qué buena actriz era. Dejamos de bailar y fuimos al bar. Pedí dos copas de champan y dimos una vuelta. Ella no hacia otra cosa que disculparse haciéndose encima la víctima. Llegamos a una parte del jardín donde había varios sauces llorones y adelfas bastante grandes, más altas que una persona. Allí la sujeté por la nuca y despacio arrimé mi boca a la suya. No creas que se apartó o se escandalizó, ella lo estaba deseando y cuando pegué mi boca a la suya me metió la lengua hasta la campanilla. A partir de ahí dejó de ser la reina y se convirtió en la puta. Le bajé el escote del vestido para magrearle las tetas. Las tenía bien grandes pero en su sitio. Las aureolas de sus pechos eran de color café con leche, y los pezones de color negro y gorditos, no tanto como los de Sally. Estuve un buen rato mamándole las tetas y sobándole el culo. Al meter la mano entre sus piernas me llevé el primer “chasco”. Resulta que la buena señora tenía más pelo ahí abajo que en la cabeza. Tuve muy claro que yo no iba a meter ahí la boca. La sobé el coño y le froté el clítoris hasta que la almeja estuvo húmeda. Entonces la entraron las prisas. Me desabrochó los pantalones y me los bajó hasta medio muslo junto con los calzoncillos, al ver mi tranca exclamó ¡Madre mía! Y a partir de ahí se afanó en comérsela. Si la hubieras visto creerías que me estaba devorando en vez de hacerme una mamada. La ti estaba tan descontrolada que me dio un mordisco en la polla. Decidí que lo mejor era cepillármela rápidamente y terminar cuanto antes con esa especie de bestia. Le di la vuelta y le subí el vestido por detrás, no llevaba bragas como yo suponía, tenía un culazo que daban ganas de partírselo de un trancazo, pero cuando le abrí las nalgas, joder no sé cómo no se me bajó. Tenía la raja llena de pelos y no se le distinguía el agujero del culo. Rápidamente le di la vuelta de nuevo, me quité la chaqueta dejándola en el suelo y le pedí que se tumbara encima de ella, la mujer se quedó impresionada por mi caballerosidad. Me arrodillé entre sus macizas piernas que separé un poco más, me agarré el trabuco y se la clavé con dos empujones, si lo hubiera hecho de golpe habría gritado de lo salida que estaba. Ya desde el principio me la cepillé deprisa para terminar cuanto antes y ella no tardó en correrse. Aceleré para correrme yo también y cuando me faltaba poco. Oímos voces al otro lado de las adelfas. Me quedé quieto y ella se sobresaltó ¡joder mi marido! Nos quedamos en silencio esperando que se fueran, pero no se iban, estaban hablando de invertir su dinero en no sé qué leches. Ella quería que nos fuéramos. Yo le dije al oído que eso era imposible, en cuanto nos levantáramos su marido y el que estaba hablando con él nos verían. Le tapé la boca con la mano y empecé a trajinármela de nuevo. El caso es que a los diez minutos o así, ella volvió a correrse, aceleré y poco después me corrí dentro de ella. Me quedé sin exhausto encima de ella. Y el marido con quien estuviera que no se iba. Mi polla seguía dentro de ella, convertida en un churro de tanto como lubricaba ella. Seguíamos esperando echados sobre el césped. De repente escuchamos al otro hombre gemir, ella y yo nos miramos con cara de sorpresa, hasta que oímos decir a su marido — ¿Te gusta cómo te la chupo? — el otro respondió que sí y empezamos a escuchar los ruidos característicos de una mamada. La pobre tenía los ojos como platos y yo empecé a empalmarme con tanto morbo. El caso es que me la follé por segunda vez. Nada más acabar el segundo polvo el marido y su “amigo” se marcharon de allí. Entones me aparté de encima de ella poniéndome de rodillas y vi que mi polla goteaba semen, busqué un pañuelo en el bolsillo del pantalón pero no daba con él debido a la postura que tenía, de todas formas no hizo falta, la señora se agachó y me hizo una limpieza de bajos tan exhaustiva que no hizo falta que me duchara. La ayudé a levantarse y nos arreglamos la ropa. Me dio un beso en la boca antes de despedirse y salió con mucho disimulo de nuestro escondrijo. Al ir a recoger mi chaqueta del suelo vi que tenía el forro de dentro empapado, la “señora” se había meado, sonreí y me eché la chaqueta al hombro, no iba a ponérmela.
— O sea que le diste un buen repaso.
— Repaso que le gustó porque a la semana apareció por casa con una excusa tonta. Sally la hizo entrar y la metí en mi despacho. Allí hicimos un 69 en el sofá y me la trajiné de nuevo, por cierto, se había depilado completamente y ahora daba gusto comerla el chichi.
— Después de eso ¿no la volviste a ver?
— Estuvo viniendo por casa durante seis meses. Ese es el tiempo que me la estuve cepillando, porque sólo me visitaba para eso.
— Qué fue del marido ¿se divorciaron?
— No que va, siguieron haciendo su vida como si nada. Ella insistió en seguir visitándome pero yole quité la idea diciéndole que al final su marido sospecharía.
— Y qué fue de ella.
— Sigue viviendo aquí. Supongo que se buscaría otro amante. En aquel tiempo yo no quería compromisos.
— Ahora has cambiado de parecer con mi madre.
— Tu madre es distinto, no se puede comparar con nadie. A parte del amor que siento por ella nuestra relación es puro morbo. La amo como a una mujer normal pero saber que es a mi hija a la que me estoy trajinando me pone tanto que un día exploto.
— A mí me pasa lo mismo, saber que es mi madre me da muchísimo morbo —dije y se me ocurrió tocarle el paquete con disimulo y por debajo del agua— qué raro no te has empalmado con lo que has contado —le dije sorprendido mientras le sobaba el miembro por encima del bañador.
— No eran historias como para eso, es un simple relato.
— Pues yo sí me he empalmado imaginándote con la “reina” —mi abuelo también por debajo del agua puso la mano sobre mi paquete comprobando que era cierto.
— ¿Quieres que te la casque? —me dijo sobándome.
— ¿Con todas la cámaras que están grabando? No gracias. Además, prefiero que sea Sally quien me la “casque”.
— Joder no me he dado cuenta, menos mal que tú sí, de todas formas sería una falta de respeto que tú y yo nos hiciéramos una paja mientras ellas hacen la comida ¿no crees?
— Tienes toda la razón abuelo. —de pronto oímos un silbido y al mirar hacia la casa vimos a mi madre haciéndonos señas para que fuéramos, la comida estaba preparada.
El abuelo y yo salimos de la piscina por las escaleras y caminamos hacia la casa.
— Te veo muy recuperado Pablo.
— Pero todavía tengo andares de gorila, no ves que me balanceo hacia los lados.
— Date un poco de tiempo, hace una semana ibas en silla de ruedas.
— Eso es verdad.
*
Cuando llegamos a la terraza la comida, cubiertos y vasos ya estaban sobre la mesa.
— Tenías que habernos llamado antes cariño para poder ayudar. —dijo mi abuelo besando en la cara a mi madre.
— La verdad es que en hacer la comida hemos tardado muy poco. Sally se ha encargado de hacer el arroz tailandés, y las patatas fritas las ha hecho en una freidora que me ha sorprendido, fríe las cosas con menos de una cucharadita de aceite.
— La compré precisamente por Francisco, a él le gustan los fritos de vez en cuando y como tienen mucha grasa mala, se me ocurrió comprar esta freidora, desde entonces tiene el colesterol muy bajo. —explicó Sally.
— La verdad es que desde que esta criatura se vino a vivir conmigo se desvive por cuidarme. —el abuelo agradecido la atrajo por la nuca y la besó en los labios pero Sally prolongó el beso metiéndole la lengua dentro de su boca.
— Dejarlo para luego que la comida se enfría. —dijo mi madre. Ellos se separaron sonriéndonos.
— Eso que habéis hecho es una imprudencia —dije señalando hacia la cámara instalada— ha quedado todo perfectamente grabado.
— Lo siento Poli, no me he dado cuenta. —dijo Sally.
— Ha sido culpa mía. —dijo el abuelo.
— No se trata de asumir las culpas ni sentirlo, lo que me preocupan es que esas imágenes aparezcan en internet más tarde. —dije dándole una pequeña regañina.
— Si eso ocurriera me encargaría del responsable personalmente. —dijo el abuelo con el gesto serio.
— Podrías ponerlo sobre esta mesa, lo atamos desnudo, y con cuchillos muy afilados hacemos filetes con sus huevos y con su polla pero no serviría de nada, el daño ya estaría hecho. Escucha abuelo, una imagen morbosa en internet se puede copiar millones de veces en un segundo.
— Joder con internet. —protestó el abuelo.
— Será mejor que lo tengamos en cuanta a partir de ahora, hasta que esto termine, las bromas y mimos, dentro de la casa.
— Tienes razón. —dijo mi madre y el resto asintió.
— Bueno ¿preparado para la sorpresa? —preguntó mi madre al abuelo.
— Sí. —respondió él sonriendo y expectante.
— ¡Tachan! —exclamó ella levantando una tapadera metálica que cubría un plato redondo.
— ¡Ay la madre que te parió! ¡Huevos fritos! —dijo el abuelo besando a mi madre en la cara— luego te daré las gracias que realmente te mereces. —le dijo, ella sonreía llena de satisfacción.
— Échame tres, que un día es un día. —pidió el abuelo.
— Lo siento Francisco pero tocamos a dos por persona. —dijo Sally.
— Hoy podrías haber hecho un extraordinario. —protestó él, Sally negó con la cabeza sonriéndole.
— ¿Cariño? —dijo el abuelo buscando la ayuda de mi madre.
— Lo siento mi vida pero Sally es la que manda.
— Vale, mejor dos que ninguno pero que conste que no juego. —dijo el abuelo bromeando como si fuera un niño enfurruñado Todos rompimos a reír a carcajadas, mi madre aprovechó el momento y con mucho disimulo le apretó el miembro por encima del bañador.
— Paula ten cuidado que te quemas. —dijo Sally y volvimos a reírnos.
Esa comida fue una de las mejores de mi vida. Estuvimos todo el tiempo bromeando con segundas intenciones cada vez más picantes y cuando terminamos de comer nos dolía el estómago de tanto reírnos.
Todos, incluido yo, colaboramos en dejar la mesa limpia llevándonos los cacharros sucio a la cocina. Unos se lavaron rápidamente pero la amor parte fue a parar al lavavajillas. Mamá sacó hielos y preparó dos cafés, una para el abuelo y otro para ella.
— Poli a la habitación, que vamos a empezar la acupuntura. —dijo Sally.
— Lo siento familia pero donde hay patrón no manda marinero. —dije poniendo cara de resignación y pena.
— ¿Y eso qué significa? —preguntó Sally.
— Que eres tú la que manda y él el que obedece. —dijo mi madre.
— Y así es ¡Vamos! —dijo Sally empujándome por el culo con su pie.
— Me gustaría verlo si no te importa, siento curiosidad. —dijo mi madre.
— Ven si quieres. —respondió Sally.
— ¿Vienes tú también cariño? —preguntó mi madre al abuelo.
— Yo, si no os importa me quedaré en la terraza al fresquito, Sally me lo ha hecho varias veces y sé cómo es.
— Como quieras estaremos en la habitación de Poli. —contestó mi madre.
— Oye ¿cómo que Poli? —protesté y empecé a hacer cosquillas a mi madre, claro que entre cosquilla y cosquilla, le magreé las tetas y le toqué la entrepierna.
— Te vas a enterar cuando estemos en tu habitación, me has a tacado a traición. —me amenazó ella y riéndonos entramos en mi habitación.
Me tumbé sobre la cama, Sally me dijo que me desnudara, ella mientras tanto sacaba una pequeña bolsa de piel y varias velas anchas.
— Las velas son para crear un ambiente íntimo ¿no? —preguntó mamá.
— Esas son otro tipo de velas, ésta que yo voy a usar están tratadas con esencias creadas por mí para ahuyentar a los malos espíritus, cuando se practica la acupuntura algunos chacras se abren y como consecuencia el espíritu humano queda expuesto a la entrada de malos espíritus o demonios. —explicó Sally con naturalidad, mi madre se sobrecogió y yo noté un escalofrió en la columna vertebral.
— Pero ¿de verdad que esas cosas existen Sally? —preguntó mamá. Sally tiró de mis calzones cortos y los calzoncillos dejándome desnudo y me pidió que me tumbara bocabajo. Ella se arrodilló sobre la cama, a un lado de mi cuerpo y empezó a clavarme las agujitas, lo que sentí fueron como pequeños picotazos, nada más y mientras tanto Sally habló con mi madre.
— Claro que sí Paula, existen y llevan conviviendo con nosotros desde los primeros tiempos, residen en otro plano astral, otra dimensión, por eso no los vemos pero te aseguro que si uno de ellos entra en tu cuerpo lo notaras enseguida.
— Yo no creía en esas cosas, pensaba que los exorcismos y todo eso no eran más que chaladuras de la gente.
— Tienes razón en parte. ¿Cómo definirías tú a una persona epiléptica?
— Pues a una persona que tiene un trastorno en la cabeza y que debe ser tratada por un médico especialista.
— ¿conoces a algún epiléptico que haya sido curado por esos médicos? Me da igual el país.
— La verdad es que no conozco a ninguno.
— Lo único que yo sé acerca de la epilepsia es que se utilizan fármacos que hacen que disminuyan los ataques, pero lo que es erradicar la enfermedad, es imposible. —comenté yo.
— Si yo os dijera que desde hace miles de años los sanadores chinos del cuerpo y el alma sí la curan ¿me creeríais?
— Me lo creería a medias porque lo dices tú. —dijo mi madre, yo no contesté.
— Los “Igigi” o “Iyiyis” existen desde antes que la humanidad fuese creada. Estos demonios se ocupan de confundirnos la mente, creándonos epilepsia y bipolaridad. Yo he visto cómo trabaja un maestro sanador venido del Tíbet y vi cómo curaba a tres niñas, dos ancianos y tres hombres adultos. En la escuela especial ése maestro daba sus enseñanzas a las niñas que desearan aprender. Yo aprendí acupuntura y sanación con él.
— ¿Te refieres a esa escuela donde…?
— Sí Poli, donde nos enseñaban a ser buenas esclavas sexuales. —dijo Sally.
— A mí me gustaba aprender esas cosas porque así dejaba de pensar en lo que se había convertido mi vida. Tenía ocho años cuando empecé a estudiar con él, ocho horas al día estudiando, incluidos los fines de semana. A cambio, yo sólo tenía que chuparle el pito por las noches y tragarme su esencia, me decía que me fortalecería el alma.
— Pero qué hijo de puta. —dijo mamá.
— Yo tuve surte, a otras niñas las follaba por detrás para limpiarlas el espíritu y os aseguro que estaba muy dotado, a otras se lo hacía por delante para protegerlas de los malos espíritus, el caso es que el viejo budista gozaba de tres niñas todas las noches, no sé cómo podía aguantar tanto la verdad.
— Eso destruye toda la credibilidad de lo que te podía enseñar, el cabrón se aprovechaba de la superstición de esa gente.
— Podría haber sido así, pero no, el viejo budista era un ser extraordinario, nunca te maltrataba, siempre estaba sonriendo y a veces esa sonrisa te hipnotizaba.
— No es más que simple superchería Sally. —le dije convencido.
— Hay una cosa que no sabes Poli.
— ¿El qué?
— A mí me gustaba chuparle el pito y tragarme su esencia ¿sabes por qué?
— Porque estabas condicionada para ello.
— No Poli. Yo empezaba a chuparle estando sobre su regazo y antes de tragarme su esencia estábamos flotando en el aire casi en el techo, podían ser 5 o 6 metros de altura, puedes creértelo o no pero es la verdad y no estaba hipnotizada, eso te lo aseguro. Las otras niñas contaba cosas semejantes a la mía. Lo que quiere decir que ese maestro tenía el poder de flotar en el aire.
— Me cuesta creerlo Sally perdóname. —le dije.
— Te entiendo Poli, tendrías que ver a alguien flotar en el aire para creértelo.
— La verdad es que sí.
— Bueno esto ya está, ahora relájate, puedes dormirte si quieres yo te despertaré.
— Desde que has contado esa historia me tienes asombrada. —dijo mamá.
— Asombrada no Paula, tienes miedo porque tú si crees que eso es posible. —le dijo Sally.
— Tienes razón y por eso estoy un poco acojonada.
— A Francisco le ocurría lo mismo que a ti Poli, no se creía la historia que le contaba, pregúntale ahora, a lo mejor te sorprende su respuesta. A continuación Sally sopló algo y un aroma muy agradable me invadió. Tenía curiosidad y le preguntaría a mi abuelo pero después de despertarme porque se me cerraban los ojos y no era capaz de abrirlos.
— Poli mi vida, despiértate ya —escuché la voz de Sally desde lejos, quería despertarme pero algo me lo impedía—. Vamos cariño, despierta ya. —volví a escuchar su voz, esta vez más cerca que antes. De repente noté que algo me estrujaba el hombro izquierdo, mejor dicho los músculos del hombro. Ese algo se desvió hacia mi derecha e hizo lo mismo con los músculos de ese hombro, entonces abrí los ojos de repente.
— ¿Qué pasa? —pregunté sorprendido.
— Nada cariño, llevas dos horas durmiendo y te estoy dando un masaje para tonificar tus músculos. —me explicó Sally amasando con sabiduría la carne de mi espalda. Mi madre seguía sentada en el mismo sitio, me fijé que estaba de lado y su cara tenía un rictus de sufrimiento.
— ¿Te pasa algo mamá?
— No cariño ¿por qué?
— Tienes cara de dolor.
— Es que mientras dormías Sally me ha preparado para darle la sorpresa a mi padre.
— ¿qué sorpresa?
— Ella quiere que se lo haga por detrás ¿ya no te acuerdas? —me dijo Sally.
— Es verdad y por lo que veo ha sido doloroso para ella.
— El ano no está hecho para que sea introducido nada por ahí, hay que prepararlo antes y dándole elasticidad. —me explicó Sally de nuevo.
— ¿Te duele mucho mamá?
— No, sólo un poco, no te preocupes.
— No pensaba que fuera tan doloroso.
— Los videos porno son una mentira Pablo, las actrices se han metido antes dilatadores, así y todo a veces les duele sobre todo si no se es delicado, menos mal que Sally tiene las manos pequeñas. —dijo mi madre sonriendo un poco.
— ¿Qué te ha hecho con las manos?
— Metérmela por el culo tantas veces como ha sido necesario hasta que al final me lo ha cedido. —explicó mi madre.
— ¿Quieres probarlo? —dijo Sally separando mis nalgas y boté sobre la cama.
— No gracias, deja mi culo en paz. —le dije y ellas se carcajearon de mí.
— Con eso demuestras tu egoísmo. —dijo Sally.
— ¿Por qué?
— Cuando los hombres hacen el amor les excita jugar con nuestro agujerito trasero, algunos se contienen, otros te meten el dedo y esperan que la mujer grite de placer cuando en realidad le duele un montón pero la mayoría de los hombres intentará hacerlo por detrás sin importarle el dolor que causa a la mujer. —explicó Sally.
— No lo pensaba así y sé que tienes razón pero tienes una forma de contarlo que se me quitan las ganas de hacerte el amor.
— Lo cuento tal como es Poli, si no me crees intenta tú mismo meterte el dedo en el culo hasta el nudillo y luego nos cuentas lo que sientes ¿vale?
— ¡Vale! Lo voy a hacer, estoy seguro de que no es tan malo como dices tratándose de un dedo, creo que es como todo, habrá personas que les duela más y a otras menos. —razoné.
— Te equivoca Poli, haz la prueba y lo verás. —me animó Sally. —decidido me ensalivé el dedo índice de mi mano derecha, Sally me dijo que me untara crema pero no quise, quería experimentarlo tal y como sucede en la realidad. Cuando tuve el dedo bien ensalivado apoyé la yema contra mi esfínter y decidido empujé. Inmediatamente noté un dolor que me agarrotó, el dolor se extendió a mi bajo vientre y a los testículos, tuve que sacarme el dedo enseguida.
— Hostias qué daño. —me quejé.
— Te lo dije Poli, con un poco de crema te hubiera entrado mejor pero te habría dolido igual.
— ¿Qué es lo que pasa? Preguntó el abuelo entrando en la habitación.
— Nada abuelo una tontería, quería saber lo que se siente cuando te meten un dedo en el culo, Sally me advirtió de que me iba a doler y no la he creído pero al probarlo he visto que tiene razón ¡joder me duelen hasta los huevos!
— Si me lo hubieras preguntado yo te lo habría explicado. Yo también quise experimentar lo que se siente y no me lo dijo Sally, porque entonces no me hubiera atrevido a preguntarle una cosa así. Había oído a bastantes hombres comentar las excelencias de un polvo echado por el culo, yo imaginaba que para la mujer no debía ser tan agradable como para el hombre y quise comprobarlo en mi habitación. Me metí el dedo de golpe y me quedé sin habla, era la misma sensación de cuando te golpean los huevos.
— Eso mismo es lo que estoy notando yo.
— Pues imagina lo que supondría para una mujer si yo insistiera en meterle el mimbro por el culo, desde luego no saltaría de alegría.
— Pero se puede lograr. La mujer tiene que prepararse antes y hacer ejercicios de dilatación, sólo así se puede ceder el recto y ya no tan doloroso, sólo un poco molesto. —explicó Sally.
— ¿A ti te ha dolido esta mañana? —preguntó el abuelo con preocupación.
— No Francisco, yo tengo el culo muy cedido y afortunadamente no me duele.
— ¿Y qué has sentido?
— Placer, no tanto como por la vagina pero es agradable.
— No entiendo qué sentido tiene penetrar a una mujer por el culo. —comentó el abuelo acariciando la cara a mi madre.
— No tengo la respuesta, pero creo que para vosotros es como una necesidad. —comentó mamá.
— Es un ritual que forma parte del hombre, desde el principio de los tiempos. El hombre tiene la certeza de que ha sido creado para dominar, por eso se le ha dotado de miembro, para penetrar y dominar, en cambio la mujer es receptora, ella no domina, se somete a la voluntad del hombre, entonces el macho sabiéndose el dominador penetra a la mujer por todos sus agujeros receptores, vagina, ano y boca porque es un derecho que se la concedido al ser creado —expliqué yo— así lo pone en el libro que leí sobre dominación y sumisión de tu biblioteca abuelo.
— Joder pues no sabía que tuviera un libro así, es más no recuerdo haberlo comprado.
— La prostitución en la que caí hacía eso. Todas las enseñanzas que recibíamos estaban destinadas a la sumisión al hombre y nos preparaban para ser esclavas sexuales sumisas. —dijo Sally.
— Bueno pero afortunadamente tú lograste escapar de aquel horror. —dije yo tratando de que no recordara su pasado.
— Nunca se escapa de aquello Poli, el horror va contigo allá a donde vayas. Esos recuerdos están pegados en tu cerebro y han formado una costra incapaz de disolverse. Pero hay métodos para envolver esos recuerdos y dejarlos olvidados o al menos que al recodarlos no te produzcan dolor, es lo que me ha pasado a mí. —dijo Sally.
— ¿Y qué método has utilizado? —pregunté.
— Yo no, lo has utilizado tú Poli.
— No recuerdo haber utilizado nada contigo. —dije extrañado tratando de recordar. Sally se sentó encima de mí y se agachó cogiéndome la cara entre sus manos.
— Utilizaste el método más potente que existe cariño mío El Amor. —y nada más decirlo me besó en los labios con una dulzura que me produjo un escalofrió de placer.
— Ese sentimiento no lo controlo cariño.
— Ni nadie puede, pero a ti te salió y tú me lo entregaste despertando a su vez ese sentimiento en mí, fue así como supimos que estábamos enamorados. —dijo volviendo a besarme los labios.
Ese segundo beso lo prolongué yo metiéndole la lengua dentro de la boca. Notar como ella me acariciaba con la suya me derretía y me excitaba a la vez. Le bajé el calzón y metí las manos por dentro para acariciarle el culito, el contacto de su piel hizo que empezara a empalmarme.
— Me excita que te pongas duro mi vida. —me susurró ella.
— No puedo evitarlo, tu cuerpo me atrae poderosamente. —le dije estrujando sus nalgas.
— Házmelo Poli, metete dentro de mí. —me pidió.
Con manos nerviosas la ayudé a desembarazarse del calzón corto, le aparté la tela delantera del tanga y penetré en su interior. Sally se estremeció y me apretó la polla con su vagina. Luego se irguió acercándome sus pechos a mi boca. Atrapé un pezón y jugué con él notando que se endurecía, después hice lo mismo con el otro.
Sally empezó a realizar unos movimientos de cadera tan sensuales que me volvieron loco de deseo, le solté él culito y le agarré los pechos magreándolos despacio. Gemidos y jadeos se mezclaron por igual. Por más que lo intentaba no lograba sincronizarme a los movimientos que ella hacía con sus caderas.
Dejé de moverme y me limité a disfrutar de los gestos de su cara y del caos que sus caderas producían en mi polla. Pasado un tiempo ella arqueó el cuerpo hacia atrás alcanzando el clímax. Las contracciones de su vagina aumentaron mi deseo por eyacular, ella me miró, se sacó mi polla de su interior y empezó a masturbarme con la mano o frotándome con su vulva, a los pocos segundos logró que eyaculara. Los chorros de semen saltaron en el aire adhiriéndose a la piel de sus pechos, su estómago y su vientre principalmente. Sally se echó encima de mí, yo la abracé y permanecimos así.
De repente mi madre se tumbó a mi lado y mi abuelo se puso de rodillas entre sus piernas. Cuando la iba a penetrar ella le detuvo, cogió un frasquito de encima de la mesilla y vertió un poco de líquido aceitoso sobre la palma de su mano.
Mi madre se frotó las palmas de ambas manos impregnando el ambiente de un aroma embriagador, luego frotó el duro miembro de su padre y se lo acercó a su esfínter anal.
— No cariño, te haré mucho daño. —se negó el abuelo, pero ella insistió diciéndole que confiaba en él.
Viendo que el abuelo no se decidía, mi madre le sujetó el miembro y se desplazó hacia delante, el glande atravesó su esfínter como si fuera de mantequilla. El abuelo se sorprendió mucho pero viendo que ella no se quejaba y que seguía insistiendo empezó a empujar muy despacio metiéndole toda su tranca por el culo a mi madre.
— La tienes toda dentro cariño. — dijo él.
— Lo sé —dijo ella y añadió con voz sensual: —noto tus cojones pegados en mi culo.
— No me digas esas cosas vida mía, lograrás que me descontrole.
— Es lo que pretendo, mueve esa pollaza que tienes y mátame de gusto. —le pidió ella. Él dio un gemido y comenzó un suave vaivén que fue acelerando a medida que vio que no le causaba daño. Un rato después le detuvo y le pidió que se apartara un poco. Mi madre se puso a cuatro patas sobre la cama y le miró.
— ¿Me amas? —le preguntó al abuelo.
— Con toda mi alma. —respondió él.
— Entonces demuéstrame que eres mi macho y domíname. —le invitó ella agachándose sobre la cama y poniendo el culo en pompa.
— ¡Madre mía que culazo! —exclamó el abuelo súper excitado.
— Tómalo, es tuyo, te pertenece. —volvió a decirle ella con voz sensual.
El abuelo enloqueció. Apoyó la punta de su tranca en el esfínter y empujó despacio, metiéndose lentamente dentro del culo de su hija. Una vez penetrada, la agarró con fuerza por las caderas y empezó a fallársela como si acabara el mundo en pocos minutos.
— Debería estimularla a la vez. —dijo Sally.
— ¿Qué? —pregunté yo despistado, cuando quise reaccionar Sally ya había metido el brazo por debajo del cuerpo de mi madre. Aunque lo imaginaba me asomé a ver lo que le hacía y vi que frotaba el clítoris de mi madre con sus dedos. Empujado por el deseo me colé debajo de mi madre y arrimé la boca a su coño sustituyendo los dedos de Sally por mi lengua. Casi enseguida vi a Sally situarse detrás de mi abuelo y poco después observé que le lamía los huevos. Nuestras miradas se cruzaron y nos sonreímos un momento. Enseguida volví a lamer con la lengua el duro clítoris de mi madre perdiendo a Sally de vista. Un rato más tarde mi madre alcanzó el clímax pero el abuelo continuó bombeándole el culo. Y minutos después, vi que empujaba con fuerza para enterrarse dentro de mi madre segundos después observé las contracciones de su perineo mientras eyaculaba. El abuelo se salió más tarde de mi madre con el pene goteando semen, entonces Sally abrió la boca, engulló el glande del abuelo y empezó a mamarlo y succionarlo. Yo le lamí los pezones a mi madre y ella se estremeció debido a que los tenía muy sensibles. Me retiré de debajo y ella se derrumbó sobre la cama agotada. Tenía los ojos cerrados y me quedé mirándole la cara. Cuando al final los abrió acercó su cara a la mí y me besó en la boca entregándome su lengua, jugué un poco con ella y después inicié un morreo cargado de deseo, porque yo también quería adueñarme del culazo de mi madre.
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