La ventana indiscreta. 017
Dicen que el amor es mágico y yo añadiría también que es milagroso.
Capítulo 17: Dicen que el amor es mágico y yo añadiría también que es milagroso.
Me desperté al oír que mi abuelo maldecía.
— ¿Qué te pasa abuelo? —le pregunté
— Que me ha dado un tirón en la parte interna del muslo y me está doliendo mucho ¡joder!
— ¿Qué te pasa papá? —preguntó mi madre preocupada.
— Le ha dado un tirón. —le expliqué.
— Pues eso es jodido, espera que te doy un masaje. —se ofreció mi madre.
— Gracias hija pero es mejor que lo haga Sally, ella sabe cómo hacerlo. —dijo el abuelo apretándose el muslo como si eso le fuera a calmar el dolor.
— Sally, al abuelo le ha dado un tirón en el muslo y te necesita. —le dije en voz baja a la vez que le daba besos para despertarla.
— ¿Qué pasa? —preguntó ella abriendo los ojos.
— Sally cariño te necesito, me acaba de dar un tirón en la pierna. —dijo el abuelo y ella se levantó rápidamente y se acercó a él.
— Túmbate Francisco y trata de relajarte.
— No puedo me duele mucho.
— No puedo trabajar si estás tenso.
— Vale, lo intento, ya lo intento. —repetía el abuelo.
— No, déjame a mí, pon las manos a lo largo del cuerpo, ahora estate quieto. —de repente Sally apretó en un punto del cuello del abuelo cerca de la oreja y este se durmió de golpe.
A continuación Sally se arrodilló y con sus manos procedió a reconocer la zona afectada y luego empezó a masajearla.
— Tiene un nudo aquí ¡Mira! —le dijo a mamá que estaba pendiente y esta colocó la mano donde Sally le decía.
— ¡Hostias es verdad! Parece como una pelota. —confirmó mamá sorprendida lo mismo que yo.
— ¿Me haces un favor Paula?
— Lo que quieras.
— Entonces tráeme un poco de aceite corporal del baño de Poli, está en una de las repisas dentro de la ducha, un bote azul clarito. — mi madre se fue corriendo a buscar el aceite, mientras tanto Sally seguía masajeando la zona dolorida y rozó más de una vez los genitales del abuelo, la veía actuar con tanta profesionalidad que no sentí celos, es más, comprendía que debía hacerlo así.
— ¿Es este? —dijo mi madre mostrando un bote de plástico casi transparente.
— Sí, échame un poco en las manos. —dijo Sally tendiéndoselas a mi madre y ésta vertió una pequeña cantidad del líquido que contenía sobre las palmas de las manos de Sally, que procedió a masajear la zona con las dos manos extendiendo el líquido por todo el muslo, tanto por dentro como por fuera, curiosamente el miembro del abuelo empezó a empalmarse lentamente.
— Oye ¿y eso? —preguntó mamá al ver como se empalmaba el abuelo.
— Es normal, no te preocupes, en la zona interna del muslo hay muchos nervios y dos de ellos están conectados al mecanismo de erección de los hombres, al masajear el muslo tocas esos nervios y la erección se activa. —explicó Sally de manera profesional.
— O sea, para que yo lo entienda, si un hombre tiene problemas de erección, tú lo puedes corregir dándole un masaje ¿es así? —preguntó mamá llena de curiosidad lo mismo que yo.
— No hace falta dar un masaje, basta con presionar los nervios adecuados. —explicó Sally de nuevo.
— ¿Tú podrías enseñarme a hacer eso? —preguntó con una sonrisa pícara.
— Claro que sí.
— Pues cuando puedas me lo enseñas, por favor.
— Vale.
— Oye Sally ¿puedo hacerte una pregunta?
— Por supuesto Poli.
— Ya sé que las mujeres no tenéis mecanismo de erección como los hombres, pero ¿existen esos mismos nervios en vosotras?
— Ya sé por dónde vas Poli. Te lo explicaré. Las mujeres no tenemos esos nervios, tenemos otros, que producen distintos efectos a los vuestros.
— ¿Podrías explicarme eso un poco más?
— En el caso de tu madre sé por qué quiere que la enseñe pero tú ¿por qué quieres saberlo?
— Dicen que el saber no ocupa lugar.
— No he formulado bien la pregunta. A ver. Tu madre utilizará lo que le enseñe en tu abuelo en ti para jugar, sin embargo no entiendo por qué quieres aprenderlo tú ¿me explico mejor ahora?
— Sí Sally, lo que quieres saber es con quien voy a jugar yo ¿no es eso?
— Efectivamente.
— Pues contigo evidentemente ¿con quién si no?
— No sé, podrías elegir a otra mujer.
— Y para qué voy a elegir a otra mujer si de quien estoy enamorado es de ti. —le dije con total naturalidad.
— Hijo eso es maravillosos, felicidades a los dos. —dijo mamá.
— ¿De verdad estás enamorado de mí Poli? —preguntó Sally con carita de sorpresa.
— Sí Sally, por fin me he dado cuenta.
— ¿Y por qué?
— ¿Cómo que por qué?
— Quiero decir que ¿por qué sabes que estás enamorado de mí?
— Porque lo siento aquí —respondí tocándome el pecho encima del corazón.
— ¿Y no existen otras formas de saberlo?
— Sí te refieres a si existen más síntomas o indicios la respuesta es sí.
— ¿Me los podrías explicar Poli?
— Más tarde, cuando estemos en la piscina ¿te parece?
— Me parece.
— Desde luego, mira que sois sosos a la hora de decir lo que sentís el uno por el otro. —se quejó mi madre.
— Mamá cada cual tiene sus métodos.
— Ya lo veo hijo, ya lo veo. —respondió extrañada.
— Ya he terminado con Francisco. —dijo Sally poniéndose en pie, mamá miró a su padre, dormido y con la polla más tiesa que un poste y se echó a reír.
— ¿qué pasa? —preguntó Sally que no la entendía.
— No me digas que no está gracioso así, dormidito y con la tranca en pie de guerra. —explicó riéndose y Sally también se rió, incluso yo también me eché a reír por la ridícula situación de mi pobre abuelo.
— Cuando le reanime el pito perderá la erección. —explicó Sally.
— ¡Un momento! Imagino que si le pones en ése estado estando despierto, el efecto durará ¿no? —preguntó mamá preocupada.
— Claro que sí, hasta que se corra. —respondió Sally y mamá se tranquilizó.
— ¡Madre mía cómo me lo voy a pasar a partir de ahora! —dijo mamá frotándose las manos.
— ¿Le reanimo ya? —preguntó Sally.
— No le despiertes aún, espera un poco. —pidió mamá.
— No está dormido Paula su estado es como si estuviera anestesiado por completo. —dijo Sally, entonces mamá se arrodilló ante el abuelo y le dio un delicado beso en la punta de la polla, le lamió el tronco del miembro y le mamó un poco el capullo.
— Ya puedes reanimarle. —le dijo a Sally y ella volvió a presionar en el mismo punto del cuello y mi abuelo abrió los ojos de repente.
— Gracias cariño, ya no me duele —dijo besando en la mejilla a Sally y vio que estaba empalmado— oye Sally ¿y esto?
— Son cosas que pasan Francisco. —contestó encogiéndose de hombros con una sonrisa.
— No te preocupes pasará se te pasará y ya está.
— Si no me preocupo —dijo el abuelo agarrándose la tranca— estoy pensando en patentar esto porque es mejor que la “Viagra” y sin efectos secundarios ¿no Sally?
— Así es. —dijo y dando media vuelta caminó hacia mí
— Lo dices en broma ¿no? —dijo mamá.
— Claro que sí pequeña, anda ven —dijo él tirando de mi madre— siéntate encima y aprovéchate ante de que se le pasen los efectos. —mamá le sonrió con mucha picardía, pasó una pierna por encima de él y se sentó encima clavándose la polla del abuelo hasta el fondo y a continuación empezó a mover el culazo de una forma tan sensual que me excité y mi pene empezó a despertarse.
— Poli que se te levanta el pito. —dijo Sally que estaba echada de espaldas sobre mi pecho.
— Lo siento cariño pero es que verlos así me excita mucho, qué envidia me dan.
— ¿Por qué? —dijo levantándose para sentarse sobre mis piernas mirándome a la cara.
— Oye ¿tengo que explicarte los “por qué” de todas las cosas?
— Tú sí.
— ¿Por qué? —dije riéndome.
— Porque te quiero Poli ¿te parece poco? —dijo ella y se abalanzó sobre mi boca. La sujeté por la nuca y empezamos a morrearnos como si no hubiera un mañana. Cuando empezábamos a cansarnos, ella me acarició el interior de ambos muslos, muy cerca de mis huevos.
— Cariño si me tocas ahí me derrito. —le dije besándola otra vez.
— Eso pretendo, que te derritas. —dijo ella presionando con sus dedos en el interior de ambos muslos.
De repente empecé a empalmarme muy deprisa, Sally continuó presionando y en cuestión de segundos mi polla se puso como una piedra. Entonces la sujetó con su mano, levantó el culo y se dejó caer despacio clavándose ella misma en mi polla. El interior de Sally era cálido, húmedo y muy esponjoso, me dieron dos escalofríos, nunca había experimentado una cosa igual, era como tocar las nubes con la punta de la polla.
Ella me sonreía, me besó en los labios y al erguirse empezó a mover el culito de una forma que me volvía loco. Notaba un gusto enorme en el pene y a la vez gozaba como nunca contemplando sus sensuales movimientos, de seguir así no tardaría en correrme.
— Poli espérame. —dijo ella
— ¿Cómo que te espere?
— Que no te corras, que aguantes y nos corremos juntos. —decía ella jadeando y sin dejar de moverse.
Para aguantarme las ganas de correrme, me erguí, la abracé y empecé a mamarle los gordos y oscuros pezones. Era una auténtica delicia porque te llenaban la boca, pensaba en hacer diabluras con ellos y las hice. Sally acusó mis caricias arqueando la espalda hacia atrás, entonces me lancé sobre su delicado cuello, lo besé por todos los lados posibles y al deslizar la lengua por los laterales noté el pulso acelerado de su corazón.
— Sally mi vida me vuelves loco —le susurré—. Hubiera sido muy fácil dejarme llevar por la locura que siento y morderte esta zona del cuello, por desgracia cariño no soy un vampiro, sino, ahora los dos seriamos inmortales por toda la eternidad. —cuando terminé de decirle eso ella me miró y aun sonriendo empezó a llorar. No me preocupé porque comprendí que su llanto era alegría y felicidad. Cuando vi que su cara se deformaba supe que se hallaba próxima al clímax. empujé de sus hombros hacia abajo deprisa para llegar yo también. Ella soltó un gemido ronco, yo un bufido que casi me dejó sin aire en los pulmones, ella empezó a jadear entrecortadamente y empecé a sentir las contracciones de su vagina al tiempo que yo eyaculaba en su interior, me abracé contra su pecho tratando de sobreponerme al placer que sentía, ella me abrazó la cabeza con fuerza y así el clímax fue perdiendo intensidad, de pronto tuve una visión: Sally yo éramos transparentes y estábamos unidos de tal forma que parecíamos un solo ser. Nuestros cuerpos sudaban, notaba como me caían las gotas desde la frente pero no había manera de despegarme de Sally. La tenía firmemente agarrada porque era mi tabla de salvación, intuía que gracias a ella me iba a recuperar rápidamente, confiaba tanto en ella que sabía que era capaz de curarme y que volviera caminar antes de lo que me pensaba. Empezamos a separarnos con mucha pereza. En cuanto alcé la mirada me encontré con la dulce boca de Sally y empezamos a besarnos. Un beso sin lengua pero muy dulce y cargado de amor hasta los topes. Cuando dejamos de besarnos nos miramos mutuamente sonriendo, veía la felicidad en su cara y supongo que ella la veía en la mía.
— ¡Madre mía! —exclamó mamá.
— ¡Ha sido de película! ¿Verdad cariño? —dijo el abuelo y ella asintió. Sally giró para mirarlos y aunque sonreía se puso colorada.
— Teníamos muchas ganas de follar. —explicó ella.
— No Sally, eso no es follar, eso es hacer el amor casi de forma espiritual. —explicó el abuelo.
— A mí me ha parecido que había un momento en que sus cuerpos flotaban en el aire. —dijo mamá.
— ¿A que sí? —respondió el abuelo como si él también lo hubiera visto. Sally y yo no dijimos nada sólo nos miramos y sonreímos, pero ellos tenían razón había sido un momento mágico.
Sally se levantó poniéndose rápidamente la mano en la entrepierna para que mi corrida no manchara el suelo.
— No hagas eso Sally. —dijo el abuelo.
— Deja que salga tosa la felicidad que tienes dentro y siéntete orgullosa como yo ¿ves?
Al decir eso mamá se puso de pie y todos pudimos ver cómo le escurrían los grumos de semen blanco por el interior del muslo. Entonces, Sally retiró la mano y se agachó para mirar, mi corrida blanca y espesa fluyó por la cara interna de su muslo despacio, sin prisas, pavoneándose al saberse producto de un amor muy fuerte.
Mamá dio unos pasos hacia Sally y ésta también, se abrazaron y se dieron un beso en los labios, luego, al ver nuestras caras (la de mi abuelo y la mía) se echaron a reír.
— ¿Oye puedo probar un poco de esa lefa? —preguntó mamá a Sally y ésta dijo que sí, entonces mamá deslizó un dedo por el muslo recogiendo un poco de semen y se lo llevó a la boca.
— ¡Está deliciosa! —dijo.
— ¿Puedo probar un poco de tu lefa? —preguntó Sally a mi madre y ésta le dio permiso. Entonces Sally adelantó la mano pero no deslizó el dedo por el muslo como había hecho mi madre, Sally fue directamente al coño y se impregnó el dedo llevándoselo a la boca después.
— ¡Está deliciosa! —dijo también.
— Oye Sally ya no me duele la pierna. —dijo el abuelo para rebajar la tensión sexual.
— Me alegro, pero que sepas que te ha pasado porque no haces los ejercicios de estiramientos que te recomendé.
— No tengo tiempo Sally.
— Por favor Francisco, que basta con diez o doce minutos.
— Lo sé cariño pero tú no conoces a Paulita, es una maquina sexual.
— A mí no me eches la culpa, si no haces los ejercicios es porque no quieres. —protestó mi madre.
— A ti también te vendría bien hacerlos Paula, aunque yo te recomendaría mejor que hicieras yoga.
— Hazla caso hija, Sally sabe lo que dice. Es maestra de yoga, fisioterapeuta, especialista en acupuntura… y muchas cosas que ahora mismo no me acuerdo. —dijo el abuelo.
— Joder Sally eres una autentica caja de sorpresas. —dijo mi madre, yo no abrí la boca ¿para qué?
— ¡Ah! Ya sabía yo que se me olvidaba algo, también es experta en Artes Marciales, es mi mejor guardaespaldas. —explicó el abuelo.
— ¡No me jodas! —exclamó mi madre.
— La verdad es que no es para tanto, a Francisco le gusta mucho exagerar las cosas. —dijo Sally.
— ¿Qué exagero? —protestó el abuelo— dime que no es cierto todo lo que dicho.
— De acuerdo tú ganas, todo es verdad pero no tiene tanta importancia. —dijo Sally.
— Para ti no la tendrá pero para nosotros sí, entiende que estemos sorprendidos. —comentó mi madre con razón.
— Voy a lavarme las manos. —dijo Sally y al pasar por mi lado me guiñó un ojo pero yo la cogí por el brazo y le di un beso en la boca, la solté y le miré el culito hasta que se metió en la casa, cada vez la amaba más.
— ¿No dices nada? —me preguntó mi madre.
— ¿Y qué quieres que diga?
— No sé, que estas sorprendido por ejemplo.
— Tan sorprendido estoy que no sé qué decir.
— Puedes sentirte orgulloso hijo de tener a una mujer así a tu lado.
— Mamá, aunque Sally no supiera leer ni escribir seguiría sintiéndome orgulloso de ella y la amaría igual o tal vez más, no sé...
— Eso te honra Pablo y al mismo tiempo me das la razón. —dijo el abuelo.
— ¿La razón de qué?
— De que la quieres hijo y mucho, sino no dirías eso de ella. —dijo el abuelo.
— Pablo ya ha confesado delante de todos que estaba enamorado de Sally, tú no lo sabes porque estabas inconsciente.
— Siempre me pierdo todo lo bueno —se lamentó el abuelo. En ese momento regresó Sally y el abuelo nos hizo una proposición a todos—. ¿Qué os parece si nos damos un baño para quitarnos el sudor de encima y relajarnos un poco? —dijo poniéndose en pie y comenzó a estirarse al tiempo que bostezaba, lo más gracioso es que también empezó a estirársele la polla.
— ¡Anda mira! ¡También se te estira la polla! ¡Qué curioso! —dijo mi madre echándose a reír y Sally y yo también.
— No sé de qué os reís, es un acto involuntario —dijo el abuelo— ¿a que a ti te ocurre lo mismo? —me preguntó y yo asentí riéndome.
— Bueno ya está bien, que parezco el pito del sereno. —dijo el abuelo y nosotros nos tronchamos de la risa, incluido él mismo.
Sally me ayudó a sentarme en la silla de ruedas y la empujó camino de la piscina, mi madre y el abuelo iban delante de nosotros, él le había puesto un brazo por encima de los hombros.
— Tu madre tiene un culo muy bonito. —comentó Sally.
— Es un culazo de primera y el tuyo un culito de primera porque es pequeñito como tú, pero siendo sincero me gusta más el tuyo. —le contesté.
— ¿El mío te gusta más? Pero si no tengo culo Poli, lo tengo escurrido. —se lamentó ella.
— Me da igual como lo tengas, me gusta porque es tuyo.
— Mira que sabes halagar a una mujer. —dijo dándome un beso en la coronilla.
— No lo digo por halagarte, lo digo porque es así como lo siento y ya está —Sally dejó de empujar y rodeó la silla plantándose frente a mí agachada para estar a la misma altura que mi cara, con los pechos colgándole de una forma muy sensual. Acercó su cara a la mía y me plantó un beso en los labios— ¿A qué viene esto? —pregunté haciéndome el sorprendido.
— Me apetecía mucho darte un beso. —contestó sonriendo luego se puso de pie y dio la vuelta para empujar de nuevo la silla de ruedas. No dije nada pero el resto del camino lo hice sonriendo seguramente como un bobo.
Sally se detuvo junto al bordillo, le pedí que pusiera la silla de lado, lo más cerca que pudiera del agua y entonces me dejé caer a la piscina. Segundos después ella estaba a mi lado regañándome por haber hecho eso, yo le sonreí, la besé en los labios y cuando separé mi boca ya se le había pasado el mosqueo.
Le pedí que me impulsara un poco hacia delante y empecé a nadar a lo ancho de la piscina, ella nadaba a mi lado vigilándome. Me hice siete anchos y paré junto al bordillo para descansar, en cambio Sally continuó nadando y lo hacía con la misma elegancia de movimientos que parecía una profesional de natación. Completó una docena de anchos antes de pararse a descansar.
Se colocó a mi lado y apoyó la barbilla sobre mi hombro, solté una mano del bordillo y la rodeé los hombros, me abrazó por la cintura y tiró de mí despacio despegándome del bordillo con lo que me abracé a ella que me colocó de espaldas a la pared de la piscina. Nos miramos con intensidad un momento y entonces ella acercó la cara poco a poco, cuando estábamos frente contra frente me besó en los labios.
Un beso tierno, cariñoso y muy dulce que correspondí de la misma manera. Luego empezó a pasarme la punta de la lengua por los labios, humedeciéndolos con su saliva. Me entraron unas ganas locas de morrearla pero me controlé y dejé que jugara con mi boca.
Sensaciones y sentimientos se mezclaron de tal modo que me sentí embrujado. El sentimiento de cariño se hizo más profundo empujándome a quererla, a abrazarla y a protegerla de todos los horrores que había experimentado. Me estremecí al abrazarla contra mí y volví a reconocer que estaba perdidamente enamorado de esta mujer. Al principio tantas sensaciones y tantos sentimientos me tenían desconcertado pero ahora tenía ninguna duda.
Ella volvió a mirarme con intensidad, como si luchara contra algo y dudara, ahora fui yo el que pegó los labios a los suyos y la besé con toda la ternura y cariño que era capaz, tratando de darle valor y confianza por si los necesitaba.
Esta vez fue ella la que se estremeció y la estreché en mis brazos un poco más, el beso que nos estábamos dando estaba cargado de puro amor. De repente un escalofrío me recorrió toda la espalda, lo más curioso es que no tuve ninguna erección y tampoco me importó, lo que más deseaba lo tenía ahora mismo entre mis brazos. En ese momento tan mágico me juré que por ella acabaría las carreras que había prometido a mi abuelo, así podría ofrecerle el futuro que se merecía.
Después de separar nuestras bocas sentí un extraño dolor en el pecho, no sé qué me paso pero de pronto se me saltaron las lágrimas. No se trataba de un dolor físico, era más hondo, como si formara parte de mí. No pude estrecharla más contra mí y lo que hice fue pegar mi mejilla a la suya y el dolor empezó a remitir.
— ¿Tú también sientes ese dolor Poli? —me preguntó hablándome despacito al oído.
— Claro que lo siento. —le dije también despacito al oído.
— Cuando me despido de ti por la noche, para irme a dormir ¿también te invade la pena?
— Una pena que me oprime como si quisiera ahogarme, me consuelo imaginando que volveré a verte al día siguiente y lentamente la pena desaparece y en su lugar siento que me invade la felicidad.
— Cuando estoy cerca de ti, aunque no nos digamos nada, el estómago se me contrae. —dijo ella.
— A mí también me pasa, supongo que es por la emoción.
— Es la primera vez en mi vida que noto estas cosas Poli y tengo miedo, sin embargo cuando estoy a tu lado, cuando me abrazas alejas ese miedo de mí mente.
— A mí me entró ese miedo la primera noche, cuando te fuiste a dormir y me dejaste solo, pero ya ha desaparecido, al menos no he vuelto a sentirlo más.
— ¿Y qué has hecho para que desaparezca?
— Lo único que he tenido que hacer es dejar que mis sentimientos salieran a la luz.
— Entonces tendré que hacer lo mismo que tú.
— Así es, pon un poco de voluntad y deja que tus sentimientos salgan por tu boca. —dije nervioso.
— ¿Sabes una cosa Poli?
— ¿Qué?
— Yo también estoy enamorada de ti, te quiero y te amo Poli, ahora lo sé.
— Entonces a partir de este momento dejaremos de ser amigos íntimos.
— ¿Y qué seremos Poli?
— Novios ¿quieres ser mi novia Sally?
— Sí poli, quiero ser tu novia.
— Espera, aún no he terminado, que seas mi novia significa mucho más.
— ¿Cuánto más?
— significa que cuando termine de estudiar quiero casarme contigo.
— ¡No me lo puedo creer! Yo, tu mujer, esto es el sueño de toda mi vida ¿te das cuenta Poli? —dije muy nerviosa.
— ¿Me esperaras Sally?
— Claro que te esperaré, todo el tiempo que haga falta. —dijo y rompió a llorar embargada por la emoción.
Su llanto me emocionó a mí también, aguanté las ganas de llorar y la consolé acariciando su espalda. Cuando dejó de llorar nos besamos y entonces sí que tuve una erección y de las tremendas, estaba seguro de que ella lo notaba. ¡Y claro que lo notaba! De pronto Sally despegó su cara de la mía y tomó el control.
— Apoya la espalda en la pared, agárrate a mis hombros y enrosca las piernas en torno a mí, así no te hundirás. —rápidamente hice lo que me había pedido.
Inmediatamente juntamos nuestras bocas y esta vez sí las abrimos dejando que nuestras lenguas se buscaran para jugar. El apasionado morreo que nos estábamos dando era tan excitante que la atraje contra mí para que sintiera como me estaba empalmando. Sally me agarró el pene y a punto estuve de correrme al sentir su mano acariciándome.
— El pito se te está poniendo muy duro. —me dijo al oído.
— Es por ti cariño, me excitas un montón, es un lástima que yo no pueda tenerme de pie que si no…
— Espera, vamos a hacerlo de otra forma —dijo y se giró para ser ella la que estuviera con la espalda apoyada contra la pared de la piscina—. Ahora agárrate a mis hombros y deja caer las piernas, yo te dirigiré.
— Estoy un poco nervioso. —le confesé.
— Confía en mí, agárrate a mis hombros y no te preocupes de nada más que de hacerme el amor.
Me agarré a sus hombros temiendo que mi peso nos hundiera a los dos, pero eso no sucedió. Entonces ella agarró mi pene y lo arrimó contra su vagina.
— Estoy abierta para ti cariño, solo tienes que empujar y meterte dentro, vamos.
Sus palabras y el deseo que sentía me llevaron a empujar y me introduje dentro de ella de golpe. Sally gimió.
— ¿Te he hecho daño?
— No cariño, al revés, me ha dado mucho placer —por si acaso empecé a bombearla despacio, lo último que quería era lastimarla. Pero a los pocos minutos ella empezó a animarme.
— ¡Así mi vida! Metete con fuerza y mátame de gusto. —me decía jadeando y volviéndome loco de deseo.
Y yo empujaba y empujaba, notando que me metía profundamente en sus entrañas. La besé en la boca y ella empezó a darme un morreo que casi me mareó. Cuando por fin llegó el momento del clímax ella gimió gozando su orgasmo y yo me dejé ir eyaculando en su interior. Los dos nos abrazamos con fuerza. Otra vez tuve la sensación de que me fundía con ella y permanecimos abrazados para que nuestros corazones recuperaran el pulso.
Justo en ese momento se acercó mi madre con una bandeja y cuatro vasos, dos refrescos de cola y dos cervezas. Se puso en cuclillas delante de mí y al estar desnuda vi que se le abrió la vulva. Se la miré y después la miré a la cara, ella me sonrió sin decir nada, dejó dos vasos y los refrescos de cola pero antes de ponerse en pie me hizo una seña para que la mirara, entonces se abrió la vulva con la mano que tenía libre y me mostró el boquete de su vagina, miró hacia el abuelo y comprendí lo que quería decirme, luego se puso de pie y se marchó con el resto de bebidas hacia donde la esperaba el abuelo.
Cogí uno de los refrescos y lo vacié en un vaso, a continuación se lo ofrecí a Sally.
— Tendrás que dármelo tú porque no pienso soltarte el pito. —me dijo con una sonrisa de picardía. Se lo acerqué a los labios y ella bebió un poco.
— ¿Te apetece más? —le pregunté antes de dejar el vaso sobre el bordillo.
— Estaría toda la vida sobándote la polla.
— Me refería al refresco. —le dije echándome a reír.
— ¡Ah! Creí que te referías a si quiero follar más.
— Bueno eso también. —dije agachando la cabeza y atrapando un pezón entre mis labios. Estuve un rato lamiendo y jugando con él, cuando se le puso duro pasé al otro pezón y repetí la misma operación, cuando me detuve para descansar contemplé lleno de gozo lo gordos que se le habían puesto.
— ¿Te gustan mis pezones?
— Me encantan, son muy sexis, sobre todo así.
— ¿A que no sabes lo que a mí me encanta ahora mismo? —dijo tranquilamente.
— Acariciarme la polla.
— ¡Pues no! —respondió poniendo un gesto con los labios que me fascinó.
— ¿A no? ¿y qué puede ser más importante que eso? —le pregunté mordiéndole delicadamente en el cuello.
— Que estás de pie sujetándote, aún no te has dado cuenta pero me has hecho el amor estando de pie. —respondió ella como no dando importancia a ese hecho tan grande que se había producido.
— ¡Joder es verdad! ¡Estoy de pie! ¡Y puedo sujetarme! —exclamé en voz alta.
— ¡Deja de chillar! Que no te oigan, así se llevaran una sorpresa. —dijo refiriéndose a mi madre y mi abuelo.
— Pero cómo que deje de chillar. —esto es maravilloso Sally ¿sabes lo que significa?
— Que te estás curando.
— No cariño, lo más importante es que tú eres mi milagro y ahora mismo te la voy a clavar y te voy a hacer el amor otra vez para celebrarlo. —Sally me besó en la boca mientras dirigía mi pene contra su vagina.
Esta vez empujé despacio hasta meterme por completo dentro de ella y la oí gemir como una gatita cariñosa. Iba a empezar a bombearla pero me detuve al notar que ella enroscaba sus piernas en mi cintura.
— ¿Por qué haces eso? —le pregunté un poco desconcertado.
— Quiero abrirme para ti, para que puedas meterte hasta el fondo.
Cumplí sus órdenes al pie de la letra y comencé un vaivén rítmico. Pasados unos minutos el deseo ya se había apoderado de nosotros, ella empezó a mover las ceras adelante y atrás lo que me llevó a acelerar el bombeo de su coño. Amos gemimos y jadeamos hasta que alcanzamos el clímax casi a la vez. Era maravilloso correrme sintiendo a la vez las contracciones de su vagina. Segundos después nos abrazamos dándonos mimos y besos mientras nos recuperábamos.