La ventana indiscreta. 015
A medida que nos acercábamos al porche vi que el abuelo y Sally es-taban sentados hablando. Justo cuando mi madre entraba en el por-che se levantó el abuelo y entró en la casa.
Capítulo 15: Mamá y yo pedimos perdón y Sally me da una lección que jamás olvidaré.
A medida que nos acercábamos al porche vi que el abuelo y Sally estaban sentados hablando. Justo cuando mi madre entraba en el poche se levantó el abuelo y entró en la casa.
— ¡Espera papá por favor! Tenemos que hablar. —dijo mi madre y al poco apareció el abuelo, muy serio y se sentó de nuevo junto a Sally. La primera en hablar fue mi madre arrodillándose frente a ellos.
— Papá, Sally, quiero pediros perdón por todas las ofensas que os he causado, he sido muy injusta con vosotros, sobre todo contigo Sally, os ruego por favor que me perdonéis y me deis otra oportunidad para corregir mis errores. —concluyó mi madre y me miró.
Yo no podía arrodillarme pero se me ocurrió una forma de humillarme más ante ellos. Me dejé caer por un lado de la silla de ruedas con los brazos por delante, pero a pesar de ello me golpeé el hombro contra el suelo. Nadie acudió en mi ayuda como yo esperaba y me arrastré hasta ponerme al lado de mi madre.
— Sally, quizá no merezca ni pronunciar tu nombre. Eres un ser dulce que no merece ser ofendido y sin embargo yo lo he hecho, eso no me lo perdonaré jamás. No sé me ocurre cómo puedo pedirte perdón como tampoco sé si tú querrás perdonarme, sólo se me ocurre arrastrarme ante ti y ante mi abuelo como la puta serpiente que soy —dicho eso— comencé a arrastrarme por el suelo ayudándome con las manos hasta llegar a los pies de ambos. Besé primero los pies de Sally que tuvo un pequeño sobresalto y después los de mi abuelo, que permaneció quieto, totalmente convencido de mi arrepentimiento que había sido tan sincero como la confesión que le había hecho a mi madre. Esperé unos segundos y en vista de que ninguno decía nada retrocedí arrastrándome de nuevo hasta ponerme al lado de mi madre, allí me derrumbé en el suelo comprendiendo que jamás iban a perdonarme y rompí a llorar.
No sé cuánto tiempo pasó hasta que sentí una mano acariciándome los hombros y el cuello, una mano cuyo calor me reconfortó, agradecí al cielo por tener una madre como la que tenía.
— Poli… levántate por favor, tengo que curarte. —la cálida voz de Sally me confundió por un momento, levanté la cabeza y me la encontré de frente y arrodillada ante mí, era su cálida mano y no la de mi madre la que me acariciaba. —al ver su dulce sonrisa le cogí la mano que reposaba sobre su regazo y la besé varias veces hasta que ella misma me detuvo sujetándome la cabeza por la frente. No vi ni a mi madre ni a mi abuelo, estábamos Sally yo solos.
Gracias a ella pude sentarme de nuevo sobre la silla de ruedas, entonces empujó la silla metiéndome en la casa, recorrimos la corta distancia hasta mi habitación, Sally no paró junto a la cama sino que entró directamente en el cuarto de baño deteniéndose junto a la ducha. Volvió a cargar conmigo cogiéndome por los hombros y me sentó en el suelo apoyándome la espalda en la pared. Miré hacia los grifos y me di cuenta que no llegaba, tendría que arrastrarme hasta ellos.
— Espera un momento Poli. —me dijo Sally que estaba apartando la silla de ruedas.
A continuación desabotonó los botones delanteros del vestido largo y lo dejó caer a sus pies quedando completamente desnuda ante mí. Me quedé deslumbrado al ver su cuerpo, lo repasé de arriba abajo y de abajo a arriba y parpadeé un par de veces dudando de lo que tenía ante mí. Sally no dijo nada, tampoco entró, se dio la vuelta para abrir un cajón de un pequeño armario y cogió varias cosas.
Regresó y entró en la ducha, cerró las puertas de cristal de la mampara y empezó a colocar varios objetos sobre las repisas dispuestas por la ducha, seguidamente rascó una cerilla muy larga y entonces me di cuenta que estaba encendiendo pequeñas velitas, luego apagó la cerilla y la depositó sobre una de las pequeñas repisas. Se quedó parada delante de mí, casi encima, tanto, que al mirar hacia arriba con lo primero que me topé fue con su sexo. Una vulva cubierta de pelo corto y negro como el de su cabeza. Era más pequeña que la de mi madre y no digamos comparándola con la de Rosa. Destacaban dos cosas que me llamaron poderosamente la atención: los labios vaginales sobresalían y le colgaban por lo menos cuatro centímetros, en la parte superior de la vulva tenía un apéndice del tamaño de un dedo meñique (5 o 6 centímetros) que debía ser su clítoris.
Ante aquél espectáculo y sin pretenderlo sufrí una brutal erección. En cuestión de segundos mi polla se endureció sorprendiéndome a mí el primero.
— Perdóname Sally, no lo puedo controlar. —me disculpé tratando de cubrirme con las manos, sin embargo no fui capaz de cubrirme los genitales en su totalidad.
— No te preocupes tonto, a mí no me importa, me halaga despertar tu deseo de esa manera. —dijo ella mirándome desde arriba.
— De todas formas te juro que no sé lo que me pasa, perdóname por favor. —insistí en disculparme.
— ¿De verdad quieres que te perdone Poli?
— Sí por favor.
— Entonces lámeme el pie. —dijo poniendo su pie delante de mi cara.
— ¿Qué? —dije incrédulo.
— Que me lamas el pie, luego chúpame los dedos, uno por uno ¡vamos! —dijo ella apremiándome.
Sujeté el pie ofrecido con una mano y comencé a lamer desde el tobillo hasta el comienzo de los dedos, después lamí los bordes de la planta, luego procedí a chupar los pequeños deditos empezando por el dedo gordo, Sally movió el pie mostrándome la planta en una clara alusión y la obedecí sin rechistar. Cuando acabé con su pie izquierdo ella levantó el derecho y realicé el mismo trabajo. Al terminar, se agachó dándome la espalda y puso su culo delante de mi cara.
— Continúa Poli, chúpame el culo —me pidió— y procura meter la lengua dentro. —añadió.
Me quedé helado y no supe reaccionar, entonces ella me dio una bofetada que me espabiló, agarré sus nalgas con las dos manos, abrí la hendidura que separaba sus nalgas divisando el esfínter de su ano, arrimé la cara y empecé a jugar con la punta de la lengua alrededor del esfínter. Sally me apremió para que le metiera la lengua, en cambio yo empecé a restregarle toda la lengua por su agujerito trasero. Cuando presioné su esfínter éste se abrió con facilidad y pude meter algo más que la punta de la lengua. Me ordenó que la follara el culo con la lengua y empecé a moverla rápidamente, durante mi trabajo no arranqué un solo gemido a Sally.
« Algo estoy haciendo mal » pensé. Me detuve y observé de nuevo aquellas nalgas, entonces vi varias cicatrices en la zona de la rabadilla. Eran alargadas y al pensar qué podría haberlas causado me surgió un pensamiento « Latigazos » y de repente me invadió un sentimiento de cariño. Un impulso me obligó a restregar mi cara por la superficie de aquellas nalgas muy despacio, como si las acariciara, luego las besé con mucha ternura, fue entonces cuando escuché los gemidos de ella.
Abracé a la mujer y besé cada una de sus cicatrices, después apoyé la cara sobre su espalda y me quedé así: sintiendo los continuos escalofríos de Sally y el calor que desprendía su cuerpo, pero ella no me dejó disfrutar de ese momento. Se levantó, dio media vuelta y volvió a agacharse un poco hasta ponerme su sexo frente a mi cara.
— Ahora chúpame el coño Poli, demuéstrame todo lo que sabes hacer. —me pidió.
Me quedé cortado, no por la proximidad de su intimidad femenina sino por el tono de voz que había empleado, me sonó a desprecio. Levanté la cara y la miré. Su gesto no era de seriedad sino de indiferencia y me negué a continuar con su juego.
— ¿Qué te pasa Poli? ¿No te gusta mi coño?
— No es eso Sally.
— ¿Entonces?
— Estoy cansado de este maldito juego, no… no quiero seguir con esto, así no.
— ¿Y cómo quieres hacerlo Poli?
— No lo sé Sally, pero así no. Yo sólo quiero que me perdones y si no quieres hacerlo dímelo pero no me tortures de esta manera.
— No te estoy torturando Poli sólo te pido que me des placer.
— Pero no me gusta tu tono de voz, parece que me despreciaras.
— Estás equivocado Poli, no te desprecio, sólo me muestro indiferente.
— Pues no me gusta que me trates así. —respondí mosqueado y harto de tanta palabrería, siempre tenía una jodida excusa que echaba por tierra lo que yo le decía.
— ¿Y cómo te trato Poli? —dijo con voz melosa— Sólo pretendo que experimentes lo que se siente cuando te tratan como a una mierda.
— Yo no te he tratado así y lo sabes.
— ¿Ah, no? ¿Entonces soy una mentirosa Poli? —ahora su voz me sonaba a cachondeo.
— ¡Ya está bien Sally! Esto se acabó. —exclamé elevando la voz para intimidarla y lo que me gané fue otra bofetada en la cara que me picó bastante.
— ¡No me jodas más Poli! —rugió más que chillar y me dio una orden—. ¡Chúpame el coño de una puta vez! Y si lo haces bien puede que te premie meándome en tu cara.
— Sally por favor no insistas, no quiero hacerlo. —le rogué intimidado por su carácter.
— ¿Por qué? No lo entiendo, eres ¡El gran Poli! Obsesionado por el sexo. El que se folla a su propia madre y a las enfermeras viejas. —la miré desconcertado ¿cómo podía saber ella lo de Rosa?
— No me lo ha contado nadie, no soy sorda Poli, constantemente no hago más que escucharte como le cuentas a tu abuelo lo orgulloso que estás por haberte follado a una vieja según tú. —dijo como si me adivinara el pensamiento.
— Es verdad que se lo conté a mi abuelo pero no me sentí orgulloso de ello. —expliqué.
— ¡¿A no?! ¿Entonces quien hablaba con tu madre haciendo planes de cómo se iba a follar la próxima vez a esa tal Rosa? —no supe qué contestar y ella prosiguió: —. Tú, Poli. Consideras que las mujeres somos meros instrumentos de placer y no sabes lo que equivocado que estás. Las mujeres, Poli, no somos simples culos, ni excitantes coños, ni preciosas tetas para proporcionar placer a los hombres. Las mujeres, Poli, somos ante todo personas. Tenemos sentimientos y sufrimos y padecemos lo mismo que los hombres sino más, ¿sabes por qué Poli? Porque tenemos que soportar vuestras sucias miradas y vuestros asquerosos comentarios. Cuando un hombre mira la entrepierna a una mujer o sus pechos, no se para a pensar cómo se siente, claro que como el hombre es “el macho” por excelencia, cree que tiene ese derecho, por eso te estoy tratando como te mereces, es la única manera de que comprendas que por mucho que te esfuerces y a pesar de toda esa inteligencia de la que presumes y que no se nota, no eres más que un niñato malcriado tratando de ser un hombre, así que te lo vuelvo a pedir y como no cumplas tendré que ordenártelo y te advierto que será por las malas, si eres listo sabrás que te conviene obedecer. Y ahora Poli ¡Chúpame el coño! Y procura demostrarme que vales tanto como crees.
Sally acompañó la petición sujetando mi cabeza por los pelos a la vez que me restregaba su sexo por la cara, especialmente por la boca. Noté el duro apéndice de su clítoris contra mis labios pero no sentí ganas de hacer nada, me mantuve con la boca cerrada mientras ella me restregaba su sexo cada vez más húmedo, y no se limitó a eso solamente, para humillarme más empezó a gemir y jadear como una actriz del porno.
Eso me desconcertó pero me mantuve quieto mientras ella seguía con su “teatro”, sintiendo cada vez más asco, no de Sally sino de mí mismo porque ella había acertado en el juicio que me había hecho. No era más que un niñato tratando de hacerme el hombre sin pararme a pensar si mi comportamiento ofendía a alguien.
Cundo por fin se detuvo, miré hacia arriba encontrándome con su dura mirada, el jadeo que emitía era producto del cansancio. Yo tenía la cara llena de su flujo y me pasé la mano para retirármelo de los ojos.
— No te preocupes si estás sucio Poli, ahora mismo te limpio. —dijo y a continuación empezó a orinarme la cara con un chorro sí molesto que me hizo cerrar los ojos, pasado unos segundos recibí el impacto de un potente chorro en el pecho que subió por mi cuello hasta mi boca cerrada, me dio un estirón fuerte del pelo y me quejé, entonces rápidamente colocó la vulva contra mi boca abierta y volvió a mearme, aunque no quería, algo sí que tragué. Afortunadamente la meada finalizó enseguida.
— Si ya has terminado, podrías abrir el grifo y regular la temperatura del agua si haces el favor, me apetece lavarme.
— De acuerdo pero antes tienes que lamerme el coño sino me irritaré, tengo la piel muy sensible. —ni siquiera pensé en mandarla a la mierda, no tenía ánimo para eso, saqué la lengua y la restregué por toda la raja, de arriba abajo y al revés varias veces.
— ¿Está bien así? —le pregunté cuando se me cansó la lengua.
— Sí, gracias Poli.
Sally se enderezó, se acercó a los grifos y sin ninguna consideración abrió primero el del agua fría. El chorro me impactó en la cabeza y el cuello y me sobresaltó porque estaba muy fría.
— ¡Uy perdona! —dijo riéndose. Bajó el caudal de la ducha y procedió a abrir el grifo del agua caliente. Al principio me quemó pero no me quejé, no quería darle ese gusto, poco a poco graduó la ducha hasta conseguir que la temperatura del agua fuera tibia.
— Así vale gracias. Ahora ¿serías tan amable de alcanzarme una esponja y el gel por favor?
— ¿Poli Te has fijado en esas barras de la pared?
— Sí.
— Pues agárrate a ellas y coge tú sólo lo que necesites. —me dijo y salió de la ducha dejándome sólo y sentado en el suelo.
— Por favor Sally sabes que no puedo ponerme de pie. —le rogué.
— Esfuérzate Poli, tienes que aprender a valerte por ti mismo, es lo que hacen los hombres.
— Sally por favor, ayúdame —supliqué pero no me respondió— sé que estás ahí Sally y que me estás escuchando ¿quieres ayudarme por favor? —insistí pero ni siquiera me respondió el eco de mi propia voz— ¿Sally? —la llamé pero sólo me contestó el silencio. Insistí llamándola varias veces más hasta que me convencí de que hallaba sólo.
Analicé la situación. Sally me había humillado tratándome peor que a una mierda y me lo tenía merecido. Ahora necesitaba lavarme pero no había nadie para ayudarme. Miré hacia arriba y localicé sobre un estante la esponja y al lado el bote de gel. La barra metálica estaba a medio metro de distancia y podía cogerme a ella estirando los brazos, debía espabilarme e intentar levantarme para coger el gel y la esponja.
Estiré los brazos por encime de mi cabeza y me agarré a la barra metálica con las dos manos. Empecé a impulsarme hacia arriba con mis delgados brazos, arrastraba las piernas pero lo estaba logrando. Trepé por la barra metálica hasta llegar al final y me detuve para descansar, sentía los latidos de mi corazón en los lados del cuello debido al esfuerzo que había realizado.
Mientras recuperaba el aliento supe que tenía un problema: si intentaba permanecer de pie me caería y si me soltaba de una mano para coger el bote de gel y la esponja también me caería. El problema lo convertí en un reto y me fijé un objetivo: tenía que lograr mantenerme de pie al menos dos segundos, sería suficiente para tirar la esponja y el bote de gel al suelo de la ducha, luego no tendría más que arrastrarme para cogerlos.
Me puse a ello convencido de que iba a lograrlo. Ayudándome con los brazos y mirando hacia abajo, logré que mis pies quedaran apoyados sobre el suelo, las piernas estaban rectas, ahora sólo quedaba confiar en que mis huesos me mantuvieran en vertical al tiempo que alzaba un brazo para golpear con la mano los objetos. Cuando solté un brazo y ver que lograba mantenerme de pie me quedé sorprendido, estiré el brazo y golpeé con la mano la esponja y el bote de gel y en ese mismo instante mis piernas se doblaron y me precipité contra el suelo cayendo de lado como un árbol recién cortado. El golpe que me di en el hombro me hizo gritar de dolor pero al golpear de lado mi cabeza contra el suelo me quedé aturdido, por más que abría y cerraba los ojos no lograba despejarme.
Entonces vi que Sally había entrado en la ducha, debía de estar gritando porque abría la boca, pero yo no escuchaba nada. Sentí que me mareaba, cerré los ojos y al abrirlos de nuevo percibí el calor de alguien que me abrazaba.
— ¿Poli estás bien? Por Dios ¡dime algo! —escuché que decía Sally.
— Estoy bien Sally, un poco mareado pero nada más. —le contesté más despejado.
— Eres un cabezón, tenías que intentarlo ¿no? —me reprochó.
— Claro que debía intentarlo, quería comprobar si era capaz pero ya has visto el resultado, ni siquiera soy capaz de lavarme yo mismo.
— Podías haberte matado en la caída —dijo besándome la cabeza— menudo susto me he llevado al oír el golpe y luego tu grito —explicó dándome más besos— creí que me moría del susto —dijo y me besó de nuevo— ¡No vuelvas a darme un susto así! ¿Me oyes? —dijo dándome otra tanda de besos.
— Te llamé y como no contestabas creí que te habías ido, me lo merecía, me merezco estar sólo, hasta ahora la soledad ha sido mi única amiga y me he acostumbrado, sin darme cuenta de que me he convertido en un egoísta perverso. —le expliqué.
— ¡Calla tonto! No me había marchado, estaba sentada en la cama, llorando por lo que te había hecho pasar. No estabas sólo Poli, nunca te dejaría sólo. —me explicó ella y eso me reconfortó.
— Mirándolo por el lado bueno gracias al accidente he ganado una amiga, si lo llevo a saber me hubiera caído más veces.
— Eso que dices es egoísmo y autocompasión. —me regañó.
— Tienes razón, me he dado cuenta después de decirlo.
— Lo importante es que no te has lastimado más de lo que ya estás.
— He tenido suerte.
— Bien, ahora voy a lavarte ¿vale?
— Lo que tú digas amiga. —contesté y los dos nos echamos a reír.
Sally empapó la esponja en el chorro de la ducha, echó un poco de gel y la apretó hasta que hizo espuma, después empezó a pasarme la esponja por la espalda. Terminó con la espalda, me cogió un brazo y me pasó la esponja, luego hizo lo mismo con el otro, tuvo mucho cuidado con el corte que tenía en el antebrazo, no era profundo pero sí molesto y sangraba un poco al estar en contacto con el agua.
— Después de lavarte tengo que curarte estas heridas. —me dijo.
— Lo que tú digas Sally. —respondí sumisamente, porque su “lavado” me estaba relajando maravillosamente.
— Ahora voy a lavarte por delante ¿de acuerdo? —asentí con la cabeza.
Sally me enjabonó los sobacos primero y después el pecho, bajando por mi estómago y vientre hasta llegar al pubis, entonces me puse nervioso.
— No hace falta que sigas Sally, puedo lavarme “ahí” yo solo. —le dije sujetándole el brazo.
— No seas tonto Poli, no me voy a asustar y además, quiero hacerlo.
— De acuerdo. —respondí, cerré los ojos y empecé a pensar en otra cosa.
Noté la esponja por encima de mi pene, por mis testículos y por las ingles, luego los muslos, por dentro y por fuera. De repente noté una mano agarrándome el miembro, bajando la piel del prepucio y unos dedos acariciando mi glande. Abrí los ojos sorprendido y vi que Sally me estaba lavando el miembro a conciencia. No quise pensar en ello, me resistí cuanto pude pero al final perdí la batalla y mi pene empezó a empalmarse. Giré a un lado la cara y miré a Sally la cual me sonrió.
— Es normal Poli no te preocupes, pero entiende que también tengo que lavarte “el pito”. —me explicó rozándome el frenillo con la yema de sus dedos. Eso terminó de completar la erección, me miré y vi que mi polla estaba completamente tiesa y encima se agitaba sola reclamando más atenciones.
— Lo siento Sally, no puedo remediarlo. —le dije avergonzado.
— Tranquilo —me dijo ella dándome un beso en la mejilla— Poli, ¿puedo pedirte un favor?
— Claro que sí.
— ¿Me dejas que te dé gusto?
— ¿Qué?
— Que me dejes darte gusto, ya que somos amigos te pido permiso.
— No sé Sally, creo que no tienes que hacer nada, no quiero que te sientas obligada.
— ¡No digas tonterías! ¿Por qué iba a sentirme obligada?
— Lo siento, perdóname, es que no se me ocurre decir otra cosa, hoy estoy muy torpe.
— ¿Acaso dos amigos no pueden darse gusto?
— No lo sé Sally, nunca he tenido amigos.
— Yo tampoco, pero creo que sí, sobre todo cuando hay sinceridad ¿no te parece?
— Supongo que tienes razón.
— Bien, entonces ya que somos amigos sinceros te diré que deseo darte gusto, vamos, que me apetece hacerte una paja.
— ¿Pero por qué? ¿No te entiendo?
— ¡Ay Poli! De verdad que a veces pareces tonto —dijo desesperada— ¿tengo que explicarte el porqué de todo?
— No, no tienes que hacerlo.
— Pues ya está todo dicho.
— ¿Y yo que hago?
— Disfrutar, nada más, quiero que goces, sólo eso.
— Está bien.
Sally no dijo nada más. Me agarró la polla y jugó con ella apretándola y dejando que su mano se escurriera por toda su longitud gracias a la espuma. Observar sus pequeñas manos jugando con mi pene me volvía loco.
— Me gusta tu pito, es muy suave. —me dijo acariciando con su mano.
— Si me dices cosas así me vas a matar Sally.
— ¿Prefieres que no las diga?
— ¡No! Me gusta que las digas, así nos convertiremos en amigos íntimos.
— ¡Eso es lo que quería decir desde el principio! Pero no me salía la palabra, a partir de ahora seremos amigos íntimos.
— Ahora sí te comprendo. Está bien, seremos amigos íntimos con derecho a roce.
— ¿Crees que esto es un roce Poli? —preguntó ella empezando a masturbarme despacio.
— No Sally, eso que haces es matarme. —Contesté separando más las piernas pensando que así tendría más espacio para acariciarme.
— ¿Pero te gusta?
— No, me encanta.
— Me alegro. —dijo ella besándome muy cerca de los labios.
Minutos después dejó de masturbarme y se dedicó a jugar con mis testículos.
— Tienes los testículos muy suaves y son tan gordos…
Cerré los ojos y me abandoné a las expertas manos de mi reciente amiga. No sé exactamente lo que me hacía, lo importante es que en muy poco tiempo consiguió que eyaculara como jamás recuerdo haberlo hecho. Con ella el concepto de ser vaciado se hizo realidad. Después de haber eyaculado copiosamente continuó acariciándome lo que me relajó aún más. Al abrir los ojos me topé con la dulzura personificada en Sally.
— Me gusta mimarte el pito. —me dijo y se agachó besándome con suavidad en los labios.
— Me gustan tus labios. —le dije.
— Y a mí los tuyos. —respondió y repitió el beso pero esta vez fue tan intenso que me produjo un escalofrío y a ella también porque se lo noté. Luego nos miramos sin decirnos nada.
Sally empleó los dos brazos para tirar de una pierna, cogió la esponja y comenzó a lavarme el pie, primero entre los dedos y al llegar a la planta sentí cosquillas y me reí. En la otra pierna sucedió lo mismo. Después me pidió que me pusiera de lado y procedió a lavarme la nalga y la hendidura que las separaba y con total naturalidad me introdujo un dedo por el culo y lo movió un poco diciéndome que era una zona muy sucia y había que mantenerla muy limpia siempre, el caso es que sentí placer con lo que ella me hacía. Ella también se dio cuenta y se entretuvo un poco más en mi culo.
Después me ladeé sobre el otro costado para que pudiera lavarme la otra nalga y volvió a meterme el dedo en el culo de nuevo, esta vez lo metía y lo sacaba con rapidez.
— ¿Te gusta?
— Claro que sí.
Entonces ella me ayudó a ponerme boca abajo. Me acarició los huevos con una mano a la vez que me follaba el culo con el dedo. No sé qué me pasaba pero sufrí otra erección. Al colocarme de nuevo bocarriba Sally sonrió al ver que estaba empalmado.
— ¿Quieres correrte otra vez?
— No.
— No me mientas Poli porque te adivino el pensamiento. —dijo empezando a masturbarme y en pocos minutos volví a eyacular. Me besó en los labios con suavidad, su beso me supo a gloria.
Me pidió que me sentara y lo hice, entonces procedió a enjabonarme la cabeza con sumo cuidado, especialmente en la zona donde me había descalabrado, luego se puso de pie y descolgó la ducha para aclararme al tiempo que acariciaba mi cuerpo. Sé que lo hacía para retirar los restos de espuma pero lo hacía con tanta suavidad, con tanta ternura y con tanto mimo, que se me saltaron las lágrimas. Sally se dio cuenta y enchufó la ducha sobre mi cara un momento al tiempo que me llamaba llorón. No creo que supiera la clase de sentimiento que me había despertado.
— Bueno, ya estás listo. —dijo dándome un beso en la cabeza y se levantó poniéndose de pie para apagar los grifos de la ducha.
— ¡No lo hagas! —le pedí.
— ¿Por qué? Ya estás limpio.
— Ya lo sé pero me gustaría lavarte ¿me dejas que te lave por favor?
— Claro. —contestó ella con toda naturalidad, en realidad tuve la sensación de que se lo esperaba.
— Entonces ven y siéntate aquí. —dije señalando entre mis piernas.
Sally se sentó apoyando la espalda sobre mi pecho y la cabeza entre el hombro y mi cuello. La contemplé un momento y la abracé por debajo de los pechos besando con suavidad su cabeza y descubrí que olía a algún tipo de perfume cuyo aroma me hipnotizaba y permanecí así un rato: abrazándola, besando su cabeza y oliendo el perfume que emanaba de su sedoso pelo negro.
Sally suspiró y desperté volviendo a la realidad. Cogí la esponja, la aclaré y le apliqué gel hasta que se hizo bastante espuma. La enjaboné los hombros con suavidad, los brazos y las manos, luego su delicado cuello, por delante, la incorporé y procedí a enjabonarla toda la espalda hasta el nacimiento de sus nalgas, subí hasta su cuello y masajeé la nuca al tiempo que la enjabonaba. Al volver a echarla sobre mi pecho vi que tenía los ojos cerrados y le di un beso furtivo en los labios arrancándole una sonrisa.
Procedí a enjabonarle los pechos con suavidad, me fijé que los pezones casi los tenía hacia dentro. Bajé por su estómago, el vientre y me detuve en el pubis, me llamó la atención que el vello no rascara en la esponja ya que estaba cortado y al acariciarlo con la mano y sentir su suavidad y lo entendí, entonces me detuve, dudando en si atreverme a lavarle el sexo o no.
— Continúa por favor. —murmuró apoyando los pies en el suelo con las piernas separadas y me atreví.
Con la esponja acaricié su vulva cuyos labios se abrieron como pétalos. Noté el prominente clítoris pero me alejé de él como si le tuviera miedo. Continué por las ingles y frotando el interior y exterior de sus muslos pensé que debía proceder a un lavado más concienzudo de su intimidad, tal como ella me había hecho.
Dejé la esponja a un lado para enjabonarme la mano y continuación coloqué la palma sobre su sexo y al momento noté las palpitaciones del clítoris, empecé a recorrer la hendidura con mis dedos, palpando cada centímetro de piel.
— Creía que no te atreverías. —murmuró.
— Pues ya ves que sí —contesté y le pregunté— ¿Sally?
— ¿Qué?
— ¿Me das permiso para darte placer?
— Adelante Poli. —me contestó como si ya supiera lo que le iba a preguntar.
Hasta ahora no me había topado con una vulva tan especial como esa y decidí dejarme llevar por la intuición. Después de explorar la hendidura decidí averiguar cómo era ese extraordinario clítoris en realidad y lo levanté un poco con los dedos para examinarlo.
— ¿No te da asco?
— Para nada, me gusta mucho.
— ¿De verdad?
— Te lo prometo. —dije y la besé en la boca.
Descubrí que casi todo el apéndice estaba protegido por piel, salvo en la punta, por la que asomaba tímidamente un poco de carne parecido a un glande. Acaricié el clítoris con suavidad desde la base hasta el extremo varias veces y de pronto, de la punta empezó a emerger la cabeza del clítoris, curiosamente a medida que seguía acariciando emergía más hasta que llegó a un punto en que se detuvo. Introduje un dedo en la vagina y lo moví explorando el interior, los gemidos continuos de Sally me indicaban que lo estaba haciendo bien.
Una vez que la vagina empezó a destilar flujo volví sobre el clítoris y acaricié con mucho cuidado ese pequeño glande intuyendo que debía ser muy sensible, lo constaté porque Sally emitió un gemido más fuerte. Haciendo pinza con el dedo índice y pulgar comencé a masturbar el clítoris con como si fuera un pene, rozando de vez en cuando el glande que asomaba. Al poco tiempo ella empezó a jadear, le miré la cara y vi que tenía los ojos entrecerrados por el placer que estaba sintiendo, cuando los jadeos se hicieron más constantes intuí que iba a alcanzar el orgasmo, entonces dejé de masturbarla y le introduje un dedo en la vagina moviéndolo como si la follara con él.
— ¡No! ¡Sigue como antes! —me rogó pero no le hice caso.
Cuando parecía que el orgasmo se le había pasado empecé a masturbarla como al principio, solo que esta vez decidí llegar hasta el final logrando que ella alcanzara el clímax tan rápidamente que la sorprendió. Sally arqueó la espalda elevando el tronco casi a la altura de mi cabeza, emitió grititos y se desplomó jadeando como si ahogara. Permanecí mirándola y besándole en la cabeza, embriagándome con el aroma de su pelo mientras esperaba a que se recuperara.
— Ha sido brutal, gracias Poli.
— Jamás le des las gracias a un amigo íntimo, es humillante. —le dije enfadado.
— Lo siento, no pretendía ofenderte.
— Las gracias se dan después de haber cumplido un servicio y este no es el caso.
— ¿Y cómo se agradecen las cosas los amigos íntimos?
— Dándose un beso. —Sally me sujetó la cara con las manos mientras estampaba sus labios contra los míos en un beso prolongado, así me pude hacer una idea de lo agradecida que me estaba.
— Me alegra saber cuánto has gozado. —le dije al dejar de besarme.
— Lo que no sabes es que es el primer orgasmo que tengo desde que abandoné mi país. —su confesión me dejó sin palabras y opté por besarla en la sien y volver a oler su aroma.
— Me encanta como hueles Sally.
— Pues no llevo perfume.
— De todas formas me encanta, no me importaría emborracharme oliéndote. —dije y ella se echó a reír pero supe que le había halagado y mucho.
Un minuto después recuperé la esponja, utilicé el gel para hacer espuma y le lavé las piernas, ella me ayudó elevando su pequeño pie, le enjaboné los dedos y le arranqué unas risas al hacerle cosquillas en la planta, con la otra pierna sucedió lo mismo. Después le pedí que se pusiera boca abajo y casi al momento me arrepentí pues colocó su cara muy cerca de mi pene, tanto, que sentía su respiración. Le enjaboné las nalgas dándole un pequeño masaje, luego la hendidura que las separaba y por ultimo le introduje con cuidado un dedo por el culo y lo moví igual que ella me había hecho para limpiar el interior del ano. Ella aceptó lo que le hacía emitiendo pequeños ruiditos que me parecieron ronroneos.
Por último, la senté y la enjaboné la cabeza aplicándole un masaje lo mejor que supe o sea, nada. Mientras le aclaraba el pelo que le llegaba un poco más abajo de los hombros noté que se estremecía. Aclaré la espalda y al aclararle el pecho me fijé en sus pezones, ahora sí que sobresalían de sus pechos y encima eran gordos cosa que me sorprendió hasta el punto de acariciarlos, ella gimió pero seguí aclarándole hasta llegar de nuevo a su vulva. Ahí apliqué el chorro de la ducha al tiempo que la recorría con los dedos para retirar toda la espuma, incluso le metí un dedo en la vagina, como las mujeres tienen el ano muy cerca de la vagina metí un dedo dentro mientras le echaba agua para limpiarlo, al final llegué a sus pies.
Sally me facilitó la labor al levantarlos y después de aclararlos me dediqué a chuparle los diez deditos como si fueran deliciosos caramelos. Ella rió porque le hacía cosquillas o gracia no lo sé y, tampoco le pregunté, sólo sé que deseaba hacerlo.
La abracé contra mi pecho y así permanecimos un rato, para mi pesar ella se levantó para cerrar los grifos, luego salió de la ducha y regresó con una toalla. Se agachó para secarme el pecho, las piernas, la espalda y la cabeza, después metió en la ducha la silla de ruedas, se secó ella y colocó la toalla doblada en el asiento, me ayudó a sentarme en ella y me sacó de la ducha acercándome a la cama.
No necesité su ayuda para sentarme en la cama, me bastaron mis brazos, me arrastré hasta la cabecera y me giré quedándome sentado.
— ¿Tienes hambre? —me preguntó.
— Un poco nada más.
— ¿Te apetece un sándwich de lechuga, tomate y un poco de atún?
— Perfecto.
— Ahora mismo vuelvo. —me dijo y salió de la habitación.
Tuve tiempo para pensar en todo lo que había ocurrido. Sally me había dado una lección que jamás olvidaría. Había sido cruel y me había humillado, pero lo más importante es que ahora éramos amigos íntimos y eso restaba importancia a todo lo anterior. La experiencia que acababa de tener era algo impensable para mí, pero ahora que conocía íntimamente a Sally me sentía más unido a ella.
Sally regresó con los sándwich. Después de cenar me curó las heridas del brazo y la cabeza, por último nos dimos un beso de buenas noches en la mejilla y se marchó dejándome sólo con una gran vacío como compañero. El reloj de la mesilla marcaba la una y media de la madrugada, cinco minutos después ya echaba de menos a Sally. Pensando en ella y con su sonrisa en mi mente al final me quedé dormido.