La ventana abierta

Una ventana, una mirada... El calor de la media tarde y mi imaginacion, haran el resto.

Entrecierro los ojos cuando alzo la cabeza y llego a ver un brillante y libre de nubes cielo azul.

Ya es media tarde, calurosa, estoy sentada sobre el baúl, con la cabeza en la pared que bordea el marco junto a la ventana, desde el primer día que llegue y lo deje casi sin aliento en este rinconcito, repito el acto de apoyarme en el y dejar pasar las horas muertas, y mas con este calor sofocante… Los veranos aquí son insoportables

Contemplo el trasiego ruidoso de la gente en la calle, incluso con este calor continúan acudiendo como moscas al mercado cada día, no entiendo como pierden el tiempo regateando apenas unos céntimos hasta conseguir "el mejor precio". Aun me siento extranjera, llevo cerca de tres años en este país y sigo viéndome como una extraña, sus costumbres, los olores, las calles entrelazadas como laberintos....todo sigue resultándome nuevo, como si cada día que paso aquí fuera el primero... El ventilador que hay en el suelo, que parece decírmelo con su constante giro negativo de cabeza zumbante, no es suficiente, a pesar de la corta distancia a la que está necesito abanicarme con un pai pai...

La radio que está sobre el aparador suena de fondo, lo suficientemente baja como para dejarme pensar. Ahora es una mujer la que canta, a pesar de no entenderla del todo, solo su tono de voz y ese temblor que acompaña las cuerdas de una guitarra, ya me transmite una tristeza similar a la que siento yo.

Mi pelo esta recogido a un poco mas arriba de la nuca sujeto por un palo de madera que lo atraviesa impidiendo que se desmorone sobre mis hombros...debería habérmelo cortado, igual que pienso cada comienzo de verano, pero no lo hago, soy consciente de encierra un alto porcentaje de mi pelirrojo atractivo y ni todo el calor del mundo renunciaría a esa cascada fogosa de bucles interminables Recuesto mi espalda en la pared, sintiendo un leve escalofrío al pegarse la ropa a mi piel mojada de sudor y ladeo mi cabeza como un girasol, pero en esta ocasión en busca de una leve brisa de aire....

A pesar del constante trabajo del pequeño ventilador y el pai pai que agito lánguidamente, continúo teniendo este calor que me mantiene medio adormecida y levemente sudorosa. Lo odio profundamente. Acomodo una bata de seda rosa pálida con bordados florales, de tacto suave y color brillante, a la nueva postura que adopto junto a ese ventanuco.

Larga, casi hasta los pies, me permito en la intimidad de mi refugio llevarla casi completamente desabrochada, al menos en su mayor parte, a pesar de no haber nada bajo ella... Si no hiciese tanto calor como para no dejarme pensar, pensaría que tengo demasiado calor para usar ropa interior en esta época del año...

Que demonios, supongo que por eso veo ahora lo que tantas veces he leído sobre las niñas de por aquí, el clima parece no invitar a ello, sino obligarte. Sólo es necesario cuando he de salir...E incluso hay veces que prescindo de ella, aprovechando largos pareos o faldas amplias y gaseosas. Si por mí fuera caminaría completamente desnuda por la calle desde mayo a septiembre

Sacudo mi cabeza y regreso a la siseante realidad del ventilador regresando felizmente a una posición en la que me da su aire refrescante de pleno. Una vez mas este agobio me hace irme por las miles de ramas que tiene mi cabeza. Odio este calor. Desabrocho otro de los pocos botones que quedan atados en el encaje de mi bata, y separo la tela de mi cuerpo para abanicarme directamente, desde el cuello hacia el pecho, noto reaccionar a mi piel sudorosa, los poros dilatados erizándose al paso del golpe de aire, las piernas que se apartan para no tener que tocarse la una con la otra...

El roce de la tela junto con el leve aire producido por el pai pai hacen que una sensación agradable y furtiva, despierte sin previo aviso a mis pezones, rosados, pequeños... Pero que responden a esa sensación haciéndose notar bajo la bata, despiertan y crecen reclamando mi atención.

Con cierta languidez bajo la cabeza y entorno los ojos para mirar su estado, me gusta su forma, lo sensibles que son ante cualquier estímulo, su textura...Y la dureza que adquieren por momentos. Están en concordancia con mis pechos

Decido que ese leve trozo de tela abotonada, entorpece el paso de mi vista. Mi mano se detiene sobre ella hasta posar las yemas sobre su superficie, sobre la cual hay otro botón de iguales características. También  lo desabrocho con sumo cuidado...Y ya no se detiene, hasta acabar así, uno tras otro... Hasta eliminarlos todos.

Ahora la bata esta abierta por completo, mi cuerpo ha quedado al descubierto, mi mano retoma sus labores de descenso por mi vientre, que con levísimos gestos me deja saber que está esperando que continúen las caricias, delicadas y mimosas... Como yo en estos momentos. Lentas....

Los dedos recorren y bordean con sus yemas el ombligo...Se entretienen...Lo acarician suavemente, dejándolo atrás con cuidada lentitud y en errático gesto, para así continuar su tácito descenso....El roce de los dedos con la piel humedecida por el sudor, ah, parece que mi cuerpo se encuentra cubierto de lúbrico aceite.

Siento las ráfagas de aire del ventilador, aunque leves no precisamente por la quietud del ambiente, sino por mi lujurioso abotargamiento, las hace casi imperceptibles... Tan imperceptibles que han ya dejado de ser lo suficientemente fuertes para llegar a producirme sensación de alivio ante el calor que siento... Es un calor demasiado metido bajo mi piel como para que su débil viento lo alcance. La bata abierta....Mis piernas flexionadas sobre el baúl...Y mi mano se detiene en mi cadera, quizás piensa hacia donde ha de dirigirse, ciertamente hay amplias posibilidades en mi actual juego.

¿Quizás volver a subir…?

Mmm, ¿Hacia mis pechos?

Podría, pero ¿Y quizás volver a visitar el ombligo?

¿O mejor continuar en sentido descendente?...

Mientras ella duda sobre el camino a escoger fijo mi mirada en uno de los transeúntes apostado en un puesto vecino. No es la primera vez que lo observo desde mi ventana, paso demasiado tiempo aquí sola y es el único paisaje del que puedo disfrutar en este encierro, es un hombre que ayuda al tendero de uno los puestos del mercado, y además de con el tiempo, recordando sus facciones, en este momento particular, me resulta de lo más atractivo físicamente.

Es alto...moreno y de piel clara, raro para un lugar como este. En cambio, su pelo negro brillante si era como caracteriza a la gente de aquí, un rostro de facciones angulosas y sus ojos rasgados...

Pienso que tendrá el mismo calor que siento yo...O quizá aún más, si solo fuera calor por el tiempo tan soleado que reina sobre la tarde, y que seguramente también bajo su ropa el sudor recorre su cuerpo...

Me centro en imaginar como lo hace por su espalda, casi acierto a adivinar que será ancha, está moviendo unas cajas, esos brazos fuertes necesitan una amplia espalda que les acompañe... Lo se porque le he observado las veces que le he tenido cerca, siempre discretamente, jamás he mantenido con él una conversación o un simple cruce de miradas, sólo disimulo como si estuviera viendo la mercancía del puesto.

Me gusta la forma de sus manos, no parecen demasiado ásperas, pero si forjadas en el trabajo, lo delatan sus venas se marcan en el dorso...El largo de sus dedos... a pesar de su ropa se intuye como es su cuerpo...Su pecho...Su cintura...El contorno de sus piernas fuertes sin duda alguna...

No puedo evitar un largo suspiro, y ese suspiro se sucede mientras mi mano ha decidido por si misma que camino ha de seguir, aprovechándose de mi y mis imágenes creadas de forma repentina por tanto observar a ese completo desconocido, opta por continuar el descenso, abandona la cadera y continua hasta el comienzo de la pierna, recorriendo silenciosamente mi carne, hasta llegar casi a la rodilla, donde cambia y sube... Sube por el muslo, en un pausado ascenso, recreándose y describiendo leves curvas....

Antes de alcanzar la cima nuevamente de mi pierna, se desvía súbitamente hacía la cara interna del muslo y comienza el ataque, hasta frenarse al encontrar mi sexo... Otro gratificante terreno a explorar... Los dedos realizan la primera toma de contacto, mientras el resto de mi cuerpo reacciona, mi mente guiada por los ojos, no deja de obsérvale moviendo las cajas de un lado a otro, atendiendo a los que se acercan al puesto... Llega hasta mí la caricia con la que noto, a través de la punta de mis dedos la humedad de mi sexo, la cual es aún mayor de lo que había esperado encontrar.

Pienso en como sería si no fuesen mis dedos sino los suyos los que estuvieran tocándome en ese momento mientras él y yo nos miramos directamente a los ojos...

Entreabro mi boca y un largo gemido, que acaba arrancándose a golpe de pasión el disfraz de suspiro, se derrite alredor de unos labios, ahora húmedos gracias a que mi lengua los recorre, en un intenso intento de besarme...

Mientras mis dedos se abren paso y me acarician suavemente en sentido horizontal, desplazándose hacia los lugares que conocen ya como más placenteros, haciendo que mi respiración se acelere, agitándome por momentos. Continúo mirándole, pienso en el olor de su piel, en la mezcla de su sudor con el mío, en el aroma que dejaría sobre todo mi cuerpo, las sabanas...

No puedo dejar de mirarle y fijarme en cada detalle de su cuerpo e intuir lo que no puede verse, es un juego tortuoso que extrañamente me gusta, posiblemente porque mientras juego, mis dedos continúan su búsqueda...

Mi cabeza golpea nuevamente mi cuerpo a través de imaginaciones que nacen en mis lubricas sensaciones, caí al mismo ritmo mudamente ensordecedor que marcan mis dedos, que mantienen abiertos mis hinchados y pegajosos labios, los noto intentar contraerse igual que la entrada a mi sexo cada vez que meto ligeramente un dedo antes de volver a subirlo hacia mi enloquecido clítoris.

¿Y si fuese su cabeza la que se encontrase entre mis piernas? Si...

Cambiaría cada uno de mis dedos por sentir el contacto de su lengua ansiosa sobre mi sexo, el sostener su cabeza entre mis manos, enredar los dedos en su pelo rizado, clavar las uñas con lujuria para marcarle el ritmo a placer, esa respiración...

Noto ese temblor que me advierte del punto álgido al que estoy llegando, acompañado del sudor que cae desde mi cuello hasta arañar como trocitos de hielo todo el contorno de mis pechos, completamente enervados para hacer honor a mis pezones endurecidos.

Mi cuerpo se estremece, como si recibiera sedosos latigazos en mi espalda en una tortura incesante, impulsivamente mi espalda se arquea para estirarme por completo y a su vez, dejar ocultos, completamente enterrados, esos dedos que me han complacido en sobremanera dentro de mi sexo que se contrae y abre a cada espasmo, devorándolos como una boca hambrienta de carne...

Las oleadas de placer van alargándose en el tiempo, obligadas por mis arteros dedos que lejos de rendirse en el interior de mi gruta, continúan moviéndose para abarcar cada reducto sensible de mí ser, marcar su territorio conquistado doblándolos en forma de gancho y presionar mi botón mas oculto...

No quiero que terminen estas contracciones, el no quiere que acaben... Que amante mas persistente he encontrado en el mercado...

La nueva llegada del aire artificial del ventilador, que en esta ocasión si noto como frío al candor de mi piel, roja como una brasa, perlada como una hoja en una mañana con rocío, me hace nuevamente reaccionar, y como si de un goloso resorte se tratase el no querer deshacerme ahora de un calor que por fin es de mi agrado, mi dedo pulgar presiona el botón de placer que corona mi sexo, y en círculos, trato de cerrar la mano, apretando mis jugosas paredes superiores de mi sexo.

Trato de llevar un ritmo compensado, pero mi amante se vuelve algo rudo, envalentonado posiblemente por mis ronroneos de gozo, aprovechándose de mi completa debilidad ante esta oleada de lujuria que ha sido tan potente como inesperada.

No puedo hacer nada, salvo dejarme llevar, dejar que me lleve y así volver a pisar las arenas movedizas en las que mi orgasmo repetido que amartilla mi cuerpo a los pocos instantes de reemprender la marcha, me hace hundirme, así como mis dedos entre todo el torrente de jugos que llevan tiempo aguardando a dejarse caer por mis piernas, deshaciéndose en innumerables gotas que son como cera hirviendo que pone en pie de guerra la hipersensibilizada cara interna de mis muslos...

Comienzo a sentirme gratamente fatigada con diferencia mucho más sudorosa aún que al empezar, que desastre más adorable descubrir este fallido intento de aplacar mi calor. Disfruto de lo que siento en este mismo instante...

Debería apartarme de la ventana