La venganza-Segunda Parte
No hay nada peor que una mujer despechada, ¿o sí?
La tarde pasa pasa rara, dubitativa entre la ira por la traición y el morbo del gusto por el voyeurismo recién descubierto…
Veo todos los videos que contienen los DVDs, en todos ellos, Ricardo y Silvia follan en la postura del misionero, a veces con preservativo otras no tras unos preliminares que consisten básicamente en besos, chupeteo de pezones y caricias en el coño metiendo algún dedo por parte de Ricardo, ¡hasta aburre verlos! ¡El sexo conmigo es mucho más variado!
Ante mi se abren varias opciones, llamar a Ricardo y romper con él tras decirle hasta de lo que se va a morir. Esperar acontecimientos… ¡no, igual hay otras y me pega cualquier cosa! Necesito conocer la identidad del “amigo” que me ha hecho llegar estas bombas emocionales… necesito demasiadas cosas y las necesito ya…
Ya anochece. En mi móvil han sonado varias llamadas, alguna con el tono de Ricardo. Estoy hecha un lío, me hace falta una mente lúcida y fría que pueda ayudarme a salir de este atolladero, alguien en quien confiar con los ojos cerrados, de forma inconsciente levanto el teléfono y marco su número, al segundo tono oigo la voz que necesitaba escuchar:
-Dime Eva –dice la voz de mi hermano Alberto al otro lado de la línea. Y añade en tono jocoso- ¿qué tal te va todo en la “villa y corte”?
-Al… -no me sale la voz- ha pasa… me ha pasado algo… -rompo a llorar. Alberto no me deja seguir.
-Mañana cojo el vuelo de las 6:45 y estoy ahí, ¿me oyes? No te preocupes por nada, en menos de doce horas estoy ahí y lo arreglaremos –notaba preocupación y urgencia en su voz- ¿sabes que tu hermano te quiere verdad?
-Sí… -respondí entre sollozos.
-Hasta mañana y descansa, que te preparen una habitación en el hotel. Recuerda que si lo necesitas hay un medico hasta… -se le notaba muy preocupado, era capaz de venir en coche.
-Gracias Alberto –le interrumpí.
-Mañana nos vemos Eva, y tranquilizate, sea lo que sea lo solucionaremos… o sea quien sea. ¡Hasta mañana!
Alberto me conocía mejor que yo misma. Con cuatro frases ya sospechaba qué podía estar ocurriendo.
No puedo ir a casa, no puedo ponerle cara de aquí no ha pasado nada a Ricardo. Llamo a recepción, esperando que no me atienda Silvia, y pido una habitación. Me dan la 1508, no es la mejor pero era suficiente para aislarme durante unas horas hasta que llegara mi hermano Alberto. Mi móvil vuelve a sonar, es Ricardo:
-Dime –intento aparentar un aplomo que estoy lejos de sentir.
-Eva, ¿dónde estás? –parece preocupado el muy cabrón- llevo horas llamándote -¡me había llamado sólo dos veces el muy embustero!
-Estoy muy ocupada Ricardo, me quedaré a dormir en el hotel. Necesito solucionar un asunto…
-De acuerdo, intenta descansar… ¡te quiero! –y cuelga.
¡Eso es todo! Le digo que no voy a casa a dormir y le parece normal… ¡vete tu a saber si no llamará a alguna otra para tirársela en mi cama! Me dan ganas de ir a casa y darle un bofetón al muy sinvergüenza.
-Calma Eva, calma –me escucho decir a mi misma- mañana con más calma se verán las cosas con mayor claridad.
Guardo la caja en un cajón de mi mesa, la nota ha quedado aparte y la busco. Cuando la encuentro me doy cuenta de que la letra me es conocida pero no estoy en situación de identificarla, han sido demasiadas emociones, la guardo en el cajón junto con la caja y los DVDs, cierro con llave y guardo la llave en mi bolso.
Cojo el pequeño maletín con ropa limpia que siempre tengo listo en mi despacho y me dirijo a recepción a por la llave de la 1508. Me atiende Mario, no puedo evitar fijarme en lo bien que le sientan los pantalones y en el buen trasero que le hacen mientras codifica la tarjeta de la habitación. Cuando se vuelve me fijo en lo bien que llena la camisa del uniforme…
-¡Que descanse Eva! –me dice mirándome con sus intensos ojos azules. Reacciono en décimas de segundo y le devuelvo las buenas noches y me dirijo al ascensor.
Al cerrarse las puertas me miro en el espejo y me veo con las mejillas arreboladas, la cara con un ligero brillo del sudor, los ojos brillantes, los… ¡Dios estoy excitadísima! La campanilla del ascensor anunciando una parada me da el tiempo justo para medio recomponerme y salir rápido hacia mi habitación, afortunadamente no me he cruzado con nadie o vete a saber lo que pudiera haber pasado.
Ya en mi habitación, me apoyo en la puerta y suspiro fuerte. Necesito tranquilizarme y serenarme, yo no soy así, no puedo ir por el hotel con cara de perra en celo. Lo mejor va a ser cenar algo ligero del servicio de habitaciones, tomar una ducha y tratar de dormir.
Elijo una ensalada del servicio de habitaciones, llega en 15 minutos y, afortunadamente el camarero, Paco es un señor cano que no me atrae en absoluto, ¡no quiero ni imaginar lo que pudiera haber pasado si en su lugar hubiera venido Mario, por ejemplo!
Me tomo la ensalada y deposito la bandeja en la puerta. Me desnudo y me dispongo a entrar en la ducha cuando me detengo ante el gran espejo del baño que devuelve mi imagen desde medio muslo hacia arriba, veo mis cara simétrica de ojos verdes, mis mejillas de pómulos altos, mis labios carnosos, mis pechos erguidos, mi vientre plano, mi pubis depilado salvo una ligera linea de vello y mis muslos torneados… me veía como una mujer deseable y quería que me desearan aquí y ahora. Y me daba casi igual quien fuera.
Un rayo de cordura me hace desechar esa idea y abro la mampara accionando el mando de la ducha. Espero que la temperatura del agua sea la deseada y entro dejando que el potente chorro de agua tibia me empape. Cierro los ojos y dejo volar mi imaginación…
No estoy sola en la ducha, un hombre sin rostro besa mi cuello con suavidad pero con firmeza mientras mis manos están apoyadas en la pared, noto su pecho duro en mi espalda, es una sensación casi real, hasta el punto de mover mis caderas para buscar más intimamente a mi hombre imaginario. Unos dedos acarician y pellizcan mis pezones duros haciéndome gemir suavemente mientras otros dedos acarician con delicadeza mis labios vaginales para hundirse suavemente en el cálido y húmedo interior… los dedos de mi coño aceleran mientras las caricias en mi excitado pezón se hacen más intensas. Me siento ir en un mar de placer provocado por los dedos que invaden bruscamente mi coño y acarician mi pecho, desearía que fueran más, desearía que hubiera un cuerpo junto a mi en la ducha… entonces me asalta un orgasmo brutal, que casi hace que pierda el equilibrio…
Si bien orgasmo ha sido una válvula de seguridad, una forma de liberar la tensión acumulada algo no ha ido bien: durante el orgasmo me viene a la mente una persona. Lo que hace que mi zozobra, en lugar de disminuir, aumente.
Afortunadamente, el orgasmo ayuda a calmarme y si bien bastante aunque inquieto (con alguna imagen perturbadora en cuanto cierro los ojos) consigo dormir.
A la mañana siguiente, para evitar problemas y mayor excitación, me doy una ducha fría y, tras vestirme, bajo a desayunar al comedor del hotel y desayuno con normalidad. De camino a mi despacho veo que Silvia está en recepción y no puedo evitar recordar en qué situación, con quién la he visto y lo que eso supone para mí. Soy capaz de mantener mi mejor cara de póker al pasar a su lado y mientras espero al ascensor, pero la llegada de éste es un auténtico alivio para mis nervios.
De alguna manera consigo llegar a mi despacho donde, calculo, mi hermano Alberto no puede tardar. Son las ocho y cuarto, el avión tenía previsto aterrizar a las 7:50… una media hora para llegar desde Barajas… en esos pensamientos estoy cuando suena mi móvil, es él:
-¿Cómo esta la mejor hermana del mundo? –no me deja responder- el taxi está llegando al hotel, ¡nos vemos en cinco minutos!
Escuchar su voz ayuda a que temple mis nervios. Sé que el me ayudará a salir de esta, a buscar una solución aunque no sé si quiero una solución, Eva por el amor de Dios, debes ser racional y parar esto, me digo a mi misma. Estoy ansiosa porque llegue Alberto, él sabrá qué hacer…
Unos nudillos en la puerta de mi despacho me sacan de mis pensamientos:
-¡Adelante! –digo de forma enérgica pero mecánica.
-Señora directora, ¿me permite usted pasar? –me dice desde la puerta la risueña cara de Alberto.
Ni le respondo, corro a fundirme en un apretado abrazo con él. Mis emociones vuelven a desbordarse y me echo a llorar desconsoladamente. Alberto me sujeta firmemente y mirandome a los ojos me habla de forma seria:
-Sea lo que sea lo que haya pasado estoy seguro de que no se va a solucionar llorando, vamos a ver, cuéntame que ha pasado y veámos que podemos hacer y qué no –dice extendiendome un pañuelo.
Sonándome la nariz le invito a sentarse en mi silla mientras enciendo el ordenador y abro el cajón en el que guardé los DVDs y la nota. Siguen en su sitio. Abro la bandeja del lector y meto el primero.
-Alberto, esto es un poco… fuerte –le aviso.
-¿Eh? Sí, claro, cierra la puerta con pestillo –me responde mi hermano que mira con atención la nota- ¿te has dado cuenta de…? –la imagen de Ricardo en la pantalla junto a Silvia le interrumpe- ¡La puta que lo parió! ¡Será cabrón! –me mira con los ojos llenos de ira- ¿no será lo que creo que es?
-Sí… -le respondo con un hilo de voz a punto de echarme a llorar.
Alberto suspira, veo en su cara un “te lo dije” pero no lo verbaliza. Corta la reproducción del video. Se queda callado durante unos minutos y me señala la silla de enfrente.
-Eva, voy a serte sincero, no estoy sorprendido –dice Alberto con franqueza- ahora puedo hacer dos cosas: entender que es lo que quieres o demostrarle a ese cabrón que de mi hermana no se ríe nadie. Elijas lo que elijas te apoyaré como siempre he hecho, pero necesito saberlo. Te aseguro que de esto nuestros padres no pueden saber nada y cuanto más tiempo pase hasta que tomes una decisión será peor para todos.
-Es que no sé Alberto…
-¿Qué no sabes? Piensa que te llevo una ventaja de dos años en la vida y me he encontrado de todo…
-Pero yo le quiero…
-Lo sé, y que lo has arriesgado todo por él. No te estoy pidiendo que me respondas ahora, yo estoy de vacaciones para solucionar esto y lo seguiré estando hasta solucionarlo, pero no podemos dudar eternamente porque te pudrirá por dentro. Preguntame, pregúntate. Si quieres lo haremos juntos…
-Al… es que es complicado –me da vergüenza reconocer que me excita verlo.
-¿Es complicado contarme que te pones cachonda viéndolo? Eva, ¡que soy tu hermano! –me sorprende su comentario- ¡Que ver a Ricardo desnudo me pone hasta a mi! ¡Y eso que no lo soporto! –pone el video y lo avanza hasta donde Ricardo sale desnudo- mira que cuerpazo tiene el cabrón, seguro que pasa más tiempo en el gimnasio que currando, ¡Dios pero si está buenísimo! ¡Y mira que culito!
Ver a mi hermano mayor así me provoca un ataque de risa, pero quizá necesito desapasionarme, tomar distancia.
-Alber, ¿que harías tu en mi lugar? –le pregunto mirándole a los ojos.
-Eso debes decidirlo tu hermanita, es tu vida…
-Vamos a ver, sí, me pone verlo, de hecho desde ayer estoy tremendamente excitada hasta el punto de… -Alberto fue a abrir la boca para hacer una broma pero lo callo con un gesto- … escanear con la mirada a uno de los recepcionistas, mirar con ojos lujuriosos a Javier e imaginarme un revolcón imaginario en la ducha.
Ya está, ya lo he soltado todo.
-Por partes –empieza su exposición mi hermano mayor- es hasta normal que ver a este pedazo de hombre te excite aunque el sexo del video es un coñazo, ¿siempre es así de aburrido? ¡No me contestes! Si el recepcionista es Mario, ¡yo lo vi primero! Y sí, tiene un repaso y tres. Y luego está Javier… has estado tan alelada con el memo de Ricardo –mirada a la pantalla- ¡que ni te has dado cuenta del pedazo chico que tenías al lado!
-Al, repíteme las opciones, por favor –le pido.
-Es bien sencillo –me dijo con paciencia- si te gusta y estás dispuesta a tolerarlo, hay mucha gente que disfruta de eso, habla con Ricardo y ponéis los nuevos parámetros de vuestra relación. Sin embargo, si crees que ha abusado de tu confianza podemos ser brutales en la venganza –se escapó un brillo de sus ojos, reconozcamoslo, Ricardo nunca le ha caído bien y esta es su ocasión de oro para deshacerse de él- pero como te he dicho, la decisión es sólo tuya.
Se hace un silencio que rompo yo tras un suspiro:
-Bien, Ricardo y Silvia ante todo son mis empleados que han utilizado recursos de mi hotel en contra de los intereses de esta directora y por lo tanto de la empresa que representa. Reconozco que me excita verlos haciéndolo, pero como me excitaría ver haciéndolo a dos actores porno. Seguro que serían menos aburridos, de hecho he repasado mis últimos ocho años de sexo y creo que han sido bastante mediocres –la cara de Alberto es un poema, estaba recibiendo más información de la que necesitaba- ¡No pongas esa cara, tú has abierto la caja de los truenos! ¡Si casi siempre era yo la que llevaba la iniciativa! En resumen y para evitarte traumas de imaginarte a tu hermanita follando… ¡Quiero joderlos a los dos con todo a nuestro alcance!
Alberto tiene que esperar unos segundos para reaccionar y quizá quitarse la imagen de su hermana dale que te pego…
-Déjame hacer unas llamadas, pero hay una cosa más. Sabes quién es el autor de la nota, ¿verdad?
-No… -aquello se me había despistado y podía ser importante.
-¿Me dices que no has reconocido la letra? –Alberto vuelve a ser irónico.
-Claro que no, aunque me es conocida.
-Le voy a hacer venir –llama por teléfono- ¿puedes venir un momento al despacho de Eva?
¡Que cabrón, había tenido el cuidado de evitar saludarlo por el nombre! Está claro que es alguien que trabaja en el hotel, pero ¿quién? Unos nudillos en la puerta me despejan, debo abrir el pestillo. Al abrir la puerta la presencia de Javier me deja estupefacta.
-¡Pasa Javier! –dice Alberto desde mi escritorio. Yo me quedo clavada en el suelo, sin capacidad de reacción- necesitamos hablar contigo sobre un asunto delicado.
-¡Buenos días Eva y Alberto! –se le ve preocupado- ¿pasa algo?
-Dímelo tú –le responde Alberto extendiéndole la nota.
-Lo pu… lo pued… lo puedo explicar –por primera vez desde que lo conozco veo a Javier asustado, de hecho, con su cara ligeramente aniñada parece un niño asustado.
-Somos todo oídos –Alberto se mantiene firme y hasta divertido.
Javier suspira y empieza su relato:
-Hace unos meses, escuche cuchicheos entre Silvia y Ruth –otra de las recepcionistas- sobre los juegos que se traía Silvia con “Richi” en la 1414 y me puse a investigar…
-¡¿Y porqué no me dijiste nada?! –le grito indignada.
-Muy sencillo, porque hubieras supuesto que sólo quería separaros. Sólo he actuado cuando he tenido pruebas y he querido mantenerme al margen sabiendo que si superas que las pruebas eran mías las podías desechar –dice con calma dirigiéndose a mi para acto seguido volverse a Alberto que le escucha con atención- ¿sigo?
Alberto le hace un gesto para que continúe:
-No podía dirigirme a ninguna de las dos directamente por lo que hago mis pequeñas averiguaciones: me doy cuenta de que varias tardes al mes la habitación 1414 se encuentraba ocupada pero sin ingreso por esa ocupación… como director financiero sí podía preguntar sin delatarme.
-¿Me estás diciendo que esto ha durado meses? –le interrumpe Alberto.
-Que yo sepa –continúa Javier- Os sigo contando. Llamé a Ruth a mi despacho hace un mes y al presionarla se desmoronó, me contó que Ricardo llevaba meses usando la 1414 de picadero y que en los últimos tres meses la elegida era Silvia y que antes lo fue Ana…
-¿Ana? –le pregunto.
-La camarera que despedí hace un mes, ahora ya sabes porqué, ¿sigo? –Alberto y yo le mirábamos atónitos. Ante nuestro silencio continúa- el caso es que no quise que ese cabrón siguiera aprovechándose de ti así que con ayuda de Roberto, el informático, instalamos una cámara en la 1414 conectada en mi ordenador y el resultado ya lo conocéis… Asumiré mi responsabilidad.
Se hace un silencio, yo miro a Alberto y Javier. Alberto me mira a mi mientras Javier mira al suelo. Al final el silencio lo rompe Alberto:
-Creo que Eva estará de acuerdo conmigo en que lo ocurrido es de una extrema gravedad y que debe tener consecuencias…
-Creedme los dos que y ohe intentado hacer las cosas de la mejor manera: si se lo hubiera contado a Eva y Ricardo lo hubiera negado yo no tendría credibilidad… -trata de defenderse Javier.
“Touché” pienso.
-Pero, Javier, estás de acuerdo conmigo en que lo ocurrido debe tener consecuencias, ¿verdad? –replica Alberto.
-Sí… -responde un derrotado Javier.
-Bien, para empezar, cuando termine el plazo de seis meses aquí te vienes a trabajar conmigo a la central. Necesito a un profesional tan leal como tu a mi lado –anuncia Alberto. La cara de Javier se ilumina- pero antes de eso nos vas a tener que ayudar a Eva y a mi a quitar lastre. Sobre todo Eva necesita echar mucho lastre. Nos vemos aquí después de comer –y dirigiéndose a mi- Eva, invítalo a comer mientras hago unas gestiones.
Me dejo arrastrar por Javier que me sube en un taxi y me lleva hasta un restaurante italiano llamado A Vánvera no demasiado lejos del hotel, unos cinco minutos en taxi. Mientras esperamos al primero no puedo evitar fijarme en Javier por primera vez como algo más que un compañero mientras el sigue disculpándose:
-Eva, sé que debería habértelo dicho antes, pero entiéndeme… -ni le escuchaba, solo me imaginaba a mi misma besando esos labios y arrancándole la ropa y haciéndole de todo sobre esa misma mesa- … si te lo hubiera contado no me hubieras creído y le hubieras preguntado a él que se habría limitado a negarlo… -yo mientras me imaginaba a Javier desnudo y yo desnuda a su lado, intento borrar esa imagen pero no puedo evitarlo- Eva, ¿estás bien?
-¿Eh? Sí, Claro.
Afortunadamente los primeros llegan justo entonces y puedo concentrarme en la comida y en una conversación más mundana, aunque mi mente no deja de transmitirme retazos de un Javier desnudo.
La comida trascurre sin incidentes y salimos del local. Javier me propone dar un paseo hasta el hotel para bajar la comida y que me de el aire:
-¡Estar encerrada entre las cuatro paredes de hotel no puede ser sano! –me dice categórico- además, en un cuarto de hora o veinte minutos estamos en el hotel…
Ante ese argumento, junto a la espléndida tarde que hacía me decide a hacerle caso.
Al poco de comenzar a caminar, a la altura de las arcadas de Nuevos Ministerios, Javier se detiene y se apoya en la pared y me dice:
-No puedo seguir sin hacer algo que llevo queriendo hacer bastante tiempo, acércate.
Sin entender a qué puede referirse me acerco solo para que Javier me sujete por la cintura y pegue sus labios a los míos en lo que empieza siendo una simple unión de labios, un toque, al ir abriendo yo los labios se va transformando en algo más profundo… nuestras lenguas se tocan y Javier me acerca agarrándome por las caderas. Noto su excitación al sentirle duro contra mi vientre… no es el único que este beso, este contacto ha excitado, siento mis pezones duros contra su pecho (lo tiene que sentir) y noto que mi entrepierna se licua… debo para esto.
-Será mejor que sigamos –digo cortanto el beso abruptamente. No quiero apartarme de Javier pero como no lo haga no sé ni dónde ni cómo podemos terminar.
-Eh, sí claro… -me responde, sus labios están ligeramente manchados con mi pintalabios (que supuestamente es permanente) dándole un aspecto aún más sexy. Se lo indico y se limpia con un pañuelo. Lástima.
Me miro en el espejo que llevo en el bolso y repaso ligeramente mis labios.
Llegamos sin más “incidentes” al hotel salvo que ambos somos más que conscientes de que tenemos algo que resolver.
A los pocos minutos de llegar me llama Alberto preguntando si ya he llegado, ante mi respuesta afirmativa oigo sus nudillos golpear la puerta de mi despacho le cuelgo y le grito adelante de viva voz.
-¡Todo listo! –me dice pletórico- así aprenderán que de nosotros y sobre todo de ti no se ríe nadie, hermanita.
En media hora me explica el plan, es retorcido pero ha movido muchos contactos para garantizar su éxito. Para ello la ejecución debía empezar ya. Llamo a recepción, tuve la enorme suerte de que me atendió Silvia.
-Buenas tardes Silvia, ¿puedes pasar ahora por mi despacho, por favor? –le digo con voz neutra. Ante su afirmación despliego mis dotes de actriz- Perfecto, te espero.
Mientras llega pongo el video en el que es estrella y tengo cuidado de apagar la pantalla.
Alberto y yo esperamos apenas unos minutos cuando suenan los golpecitos en la puerta de mi despacho.
-¡Adelante!
Silvia se preocupa al ver a Alberto allí pero mi sonrisa la tranquiliza, pobre imbécil (o maldita zorra).
-Querida Silvia –empiezo- hemos pensado que este hotel no es suficiente para ti y que necesitas nuevos horizontes profesionales –Silvia me mira sin entender- por ello hemos decidido trasladarte al Stamford Plaza durante cinco años prorrogables. Es un hotel de lujo, no un vulgar cuatro estrellas como este…
-Pero es que yo estoy muy a gusto aquí y no quiero ningún traslado…
-Claro que lo quieres, porque en caso contrario además de despedida inmediatamente todas las cadenas de hoteles recibirán un correo electrónico de nuestro área de recursos humanos sobre tu falta de profesionalidad, tus familiares recibirán otro sobre tus otras habilidades…
-¿Que otras habilidades? –pregunta alarmada Silvia.
Alberto enciende la pantalla y acciona el video donde se ve a Silvia dejándose sobar el coño por parte de Ricardo.
-¡No puedes hacerme ésto! –me dice.
-Ya lo estoy haciendo –le respondo extendiéndole el contrato- el vuelo para Dubai sale a la 22:05, en seis horas… yo me daría prisa.
Las lágrimas de Silvia no me provocan ninguna emoción. Se la ve derrotada, firma y sale de mi despacho con los hombros caídos y la cabeza gacha: acaba de caerle un “destierro” de cinco años en Nueva Zelanda, lejos de su marido y su hijo de seis años…
En el mismo momento que Silvia cierra la puerta Alberto me extiende unas llaves. Le miro sin entender:
-He hecho cambiar las cerraduras de tu casa –me mira con complicidad- ya verás como alguien te llama diciendo que no puede entrar en casa…
Alberto había cambiado hasta la cerradura del portal.
La tarde transcurre tranquila, sin demasiado trabajo. No puedo dejar de pensar en el beso de Javier cuando la llamada de Ricardo me saca mis pensamientos:
-¿Dígame?
-¡Hola Eva! No puedo entrar en casa…
-¿Quien eres? –le interrumpo.
-Eva no tengo ganas de bromear, ¿han cambiado la llave del portal? –empieza a preocuparse.
-No se quien eres, voy a colgar –y cuelgo.
Vuelve a llamar pero no le contesto. La situación me pone nerviosa. Es Alberto el primero en romper el silencio:
-Es curioso, un trabajador nuestro ya está en casa a las cinco y cuarto… y eso que yo pensaba que la jornada de oficina terminaba a las seis…
No respondo, soy consciente de que Ricardo ha estado riéndose de mi durante demasiado tiempo. Yo muchas veces tenía que dormir en el hotel porque me daba la medianoche trabajando y él ni cumplía su horario, encima me ponía los cuernos…
Casi una hora después Ricardo entra en mi despacho hecho una furia:
-¡¿Se puede saber a que estás jugando!? –me increpa. Entonces se da cuenta de la presencia de Alberto y se coarta un poco- he intentado ir a casa y no he podido abrir la puerta y luego esa broma de no conocerme…
-La verdad es que no sé quién eres… -comienzo- te pareces mucho al ex-adjunto al director comercial de este hotel y mi ex-pareja. Pero no, no eres la persona que conocía.
Ricardo me mira sin entender.
-¿De qué estás hablando? –y dirigiéndose a Alberto- es cosa tuya, ¿verdad? –vuelve a dirigirse a mi- sea lo que sea lo que te ha contado es mentira, nunca nos ha querido juntos mi amor, me quería para él, el muy marica me quería para él. No quería que fuéramos felices…
Alberto ni cambia de semblante. La que responde soy yo:
-Vámos a ver, Alberto ha venido porque l ehe llamado yo al enterarme de alguna de tus actividades extralaborales: no has cumplido el horario laboral sistemáticamente, y hoy es un buen ejemplo, además has utilizado los recursos del hotel para tu propio beneficio por lo que estás despedido de forma disciplinaria.
-Bueno, esto podemos hablarlo –empieza a hablar Ricardo cuya cara comienza a dejar de aparentar la seguridad de siempre.
-Todavía no he terminado –le interrumpo- el empleo de los recursos del hotel implicaba abusar de la confianza que yo personal y sentimentalmente he puesto en ti. Esto implica que nuestra relación ha terminado. Sigue Alberto…
Ricardo ni balbuceaba, estaba en schock.
-He hablado con los abogados de la cadena, tus padres y sus abogados. Habiendo hecho lo que has hecho estamos todos de acuerdo en los siguientes términos que te leo resumidamente:
“1.- Ricardo renuncia al empleo, bla bla bla y cualquier tipo de indemnización”
“2.- La empresa renuncia a demandar a Ricardo por los daños y perjuicios bla bla bla”
“3.- Ricardo acepta un alejamiento de 500 metros de la familia propietaria así como de las instalaciones de empresa de forma vitalicia”
-Tienes que firmar aquí y aquí –le señala Alberto.
-¿Y si me niego? –se pone chulito Ricardo.
-Esperaba que te negaras, te demandaremos por tus bienes presentes y futuros por 5 millones de euros como lucro cesante y estaremos litigando por todo hasta el final, perderás hasta la camisa.
-¡No puedes hacerme esto! –dice dirigiéndose a mi.
-¡Haber aprendido a guardártela en los pantalones!
-Eva, podemos arreglarlo…
-Eva ya no interviene aquí, o firmas o doy órdenes a los abogados para que inicien la demanda y a la policía para que te desalojen –Alberto se muestra inflexible- y ten en cuenta que tus padres no van a mover un dedo a tu favor.
Por primera vez veo a un Ricardo acorralado y derrotado. No tengo ni idea los argumentos empleados por Alberto para convencer a los padres de Ricardo para que abandonen a su hijo, pero no me extrañaría que fueran unos simples favores empresariales o algo similar, Ricardo era algo así como la oveja negra de la familia.
Sin mediar palabra, mirándonos tanto a los dos con odio Ricardo firma y se va dando un portazo, orgulloso hasta el final. Orgulloso hasta en la derrota total.
Me siento liberada. Me siento contenta, tan feliz que hago algo que nuca he hecho: le doy un beso en los labios a mi hermano (¡Tranquilos! Sólo es un pico) y me abrazo a el que se levanta de la silla sonriente.
-¿Estás contenta? –me pregunta.
-Mucho –le respondo- ni te imaginas el peso que me has quitado de encima.
-Bueno, pues yo me tengo que ir, en dos horas tengo que coger el vuelo de vuelta…
-Pero, ¡quédate a cenar y vuelve mañana!
-No puedo. Tengo a alguien esperándome en casa y lo de aquí ya está resuelto –suspira, para añadir- además, aquí te dejo en muy buena compañía. He visto como os miráis, no intentes engañar a tu hermano mayor y, sobre todo, no te engañes a ti misma ¡ciao!
Y se marcha, me ha radiografiado entera en dos frases y se marcha. Lo peor es que tiene razón. Sin embargo, Ricardo tiene que ser consciente de lo que ha tenido y ha perdido.
Me quedo sola en mi despacho cuando tomo una decisión. Cojo el móvil y mando un whatssap. Después de eso hago dos llamadas más y a las seis y media salgo por la puerta del hotel en dirección a mi casa.
Una vez en casa, y tras prepararlo todo, me visto con un vestido negro corto con un más que generoso escote, entallado hasta la cintura y bastante vuelo de cintura para abajo. Dudo entre zapato plano y tacón pero recuerdo que el tacón entusiasmaba al hijoputa por lo que opto por el bajo, además, para la travesura que tengo en mente es mejor el zapato plano…
A las ocho y dieciocho llega la cena, comida italiana, lo dispongo todo. Me doy cuenta de que la elección de atuendo ha sido la correcta por el descarado repaso que me pega el repartidor: un chaval que tendrá unos dieciocho años, si los tiene. Sólo me queda esperar a mi cita. Espero que venga, de hecho estoy casi segura de que vendrá, aunque tengo un ligero temor al plantón.
A las ocho y veintinueve, con puntualidad, suena el portero automático que abro. Y dejo la puerta del piso entreabierta.
La mesa puesta es visible desde la puerta y yo estoy de pie apoyada en la mesa de espaldas a la puerta. Oigo como las puertas del ascensor se abren y mi cita empuja la puerta y la cierra a su paso. Avanza hasta el comedor a mi encuentro, huelo la colonia antes de sentir el suave contacto de los labios en mi cuello. Ese simple contacto hace que mi cuerpo reaccione y desee más contacto.
-¡Que guapa te has puesto esta noche! –dice Mario.
-Gracias –intento tranquilizarme y ser “civilizada” pero mi cabeza dice una cosa y mi cuerpo otra, de momento mi boca obedece a mi cabeza- ¿nos sentamos y cenamos antes de que se enfríe?
-La verdad es que no tengo demasiada hambre de comida –me responde Mario dándome la vuelta. Quedamos frente a frente. ¡Que guapo ha venido!- prefiero saciar otro tipo de apetito… ¿tu no?
Mis últimas barreras se resisten a caer pero los labios de Mario cubren los míos que responden al beso. Mis labios se abren para dejar entrar a la lengua de Mario que se enreda con la mía en un juego enloquecido. Mientras, las manos siguen jugando, las mías en su espalda mientras las suyas buscaron en mi espalda el cierre de mi vestido y lo encontraron, siento como la cremallera se va abriendo separando la tela de mi cuerpo. Siento mis pechos más libres aunque aún cubiertos.
Nos separamos lo justo para que yo pueda quitarle la chaqueta y empezar a desabrocharle la camisa mientras él hace caer mi vestido dejándome únicamente cubierta por el tanga y traslada sus manos de mi espalda al lateral de mis pechos que empieza a acariciar suavemente.
Interrumpo el beso para mirarle: en su cara congestionada por la excitación descatan sus ojos grises que me miran con hambre. Me mira un segundo justo antes de inclinarse sobre mis pechos y tras besarlos se mete un pezón en la boca para lamerlo con verdadera ansia haciéndome gemir e inclinarme sobre la mesa.
-Será mejor que vayamos a la habitación o nos pondremos perdidos… -sugiero.
Vamos por el pasillo y en un suspiro llegamos a la habitación.
-Échate, no quiero que te caigas con lo que quiero hacerte –me dice Mario con una sonrisa.
Me tumbo en la cama y le miro, se le ve espectacular: con la camisa abierta por donde se entreve un cuerpo trabajado y los pantalones donde es más que evidente su excitación. Intento tocarle pero no me deja.
-Paciencia –me dice mientras se inclina sobre mi y besa mi cuello un momento para ir bajando por mi esternón y luego dirigirse a uno de mis pechos para acariciar suavemente el pezón con la punta de la lengua…
En esto suena mi móvil que está en la mesilla de noche. Mario sigue con su exquisito tratamiento sobre mis pechos, pasando ahora al otro pezón que, tras acariciarlo con la lengua –cojo el teléfono y respondo, es Ricardo- se mete el pezón en la boca.
-Ahhh… sí.
-¿Eva?
-Yo misma… ufff… no pares –digo dirigiéndome a Mario.
-Yo… necesito hablar contigo…. –un nuevo gemido lo deja sin habla. Una de las manos de Mario empieza a acariciarme por encima de la cada vez más empapada tela de mi tanga- ¿no estarás haciendo lo que yo creo verdad zorra? –no le respondo, Mario sospecha que quizá el efecto de sus dedos sea mayor si mete sus dedos dentro del tanga y así lo hace… mi grito se lo confirma. Yo me olvido del teléfono, de Ricardo y de todo lo que no sean esos dedos que se hunden dentro de mi y esa lengua que succiona suavemente mis pezones. El teléfono cae al suelo.
Los labios de Mario comienzan a bajar por mi vientre dejando un brillante sendero de saliva. Al llegar a mi cintura y toparse con mi tanga me mira con gesto interrogante, ante mi aprobación se deshace de la prenda un instante antes de dar un largo lenguetazo a lo largo de todo mi coño. Gimo, casi grito de placer. Placer que aumenta cuando Mario atrapa mi clítoris entre sus labios y lo lenguetea repetidamente, con eso hace que caiga en las garras de un brutal orgasmo que hacen que le agarre del pelo y grite su nombre.
Tardo algunos minutos en recuperarme del grandioso orgarmo que Mario me ha dado sólo con sus labios y lengua. Todavía tengo la vista ligeramente borrosa tras la explosión de placer cuando lo veo, mirándome, con la camisa desabrochada y por lo demás vestido. Le pido que que acerque:
-Bésame…
El beso es animal, como si fuéramos dos amantes que llevan mucho tiempo sin verse. Mientras Mario me hace sentir su erección.
-Estoy deseando follarte –me susurra interrumpiendo el beso- cada vez que te veía pasar por recepción te imaginaba desnuda contra el escritorio…
-¡Menos cháchara! -le reto- igual se te va toda la fuerza por la boca…
-¡Ahora verás! –dicho esto se incorpora y se deshace de la camisa y se desabrocha los pantalones que se baja junto con los calzoncillos donde descubro que esta mejor dotado que Ricardo y dejo escapar un “¡Que grande!” que le hace sonreir. De no sé donde aparece un condón que Mario se pone en un abrir y cerrar de ojos.
Se sienta en la cama y se palmea los muslos, incitándome. No hace falta que lo diga dos veces, como un rayo acudo a su llamada y me subo a su regazo. Mario juguetea con sus dedos en mi coño, haciéndome cerrar los ojos del placer, me inclina hacia atrás y sin previo aviso noto su polla presionando en mis labios vaginales… presiona despacio, como disfrutando del momento hasta que de un empellón unos cuantos centímetros se clavan en mi de golpe. Me agarro a sus caderas y le pido más con la mirada y me da otro empellón y noto sus huevos en mi culo…
Hace que me incorpore, y sujetándome por las caderas marca el ritmo de la follada, empieza con un ritmo lento. Noto su duro pecho contra mi pecho, mis pezones, ensalivados con maestría por Mario envían descargas de placer a mi cerebro mientras su polla me va taladrando. Nos besamos y Mario sale de mi.
Me da la vuelta y me pone a cuatro patas. Utiliza mis pechos de apoyo para volver a metérmela con más fuerza que antes. Apoya su fuerte pecho en mi espalda mientras no para de follarme. Sus dedos en mis pechos juegan con mis duros pezones y sus labios alcanzan mis orejas que lamen suavemente mientras no deja de hablar:
-Dime que te gusta como te follo… -mientras sigue follándome cada vez más rápido- tienes un cuerpo que es una delicia…
Todo eso me va poniendo más y más caliente y hace que me acerque a mi segundo orgasmo que estalla en el mismo momento en el que Mario pellizca uno de mis pezones. El orgasmo es tan fuerte que caigo sobre la cama mientras el no para, no para…
-¡Dios Eva! ¡Me corro, me corro! –con un rápido movimiento sale de mi y me da la vuelta.
Su esperma caliente llena mi vientre y mis pechos y se unen al sudor provocado por el “ejercicio” que acabamos de realizar.
Me besa y me anuncia que necesita una ducha. Recojo una parte de su corrida y la meto en el condón al que le doy un nudo y lo meto bajo la cama. Decido acompañar a Mario en la ducha.
Nos lavamos concienzudamente y después cenamos. Mario pasa la noche en mi casa (la verdad es que dormimos muy poco…) y a la mañana siguiente se va a trabajar.
Yo voy a tomarme la mañana libre. Tengo que mandar una carta a Ricardo a casa de sus padres, sé que irá allí y escribo le una nota:
Ricardo,
Sé que oiste casi todo el polvo que me echaron ayer. Hubo más durante la noche, lo siento si te quedaste a medias, el móvil se quedó sin batería. Te adjunto la prueba de la culminación. Te aseguro que habrá más, muchos más. Eva
Meto la nota en el sobre junto con el condón con el semen de Mario y voy al buzón y lo envío.
Hoy tengo que descansar, Mario me ha dado mucha caña. Además, mañana tengo un invitado para cenar. A Javier le gustaba la comida italiana, ¿verdad?