La venganza que se convirtió en placer.

Gaby es una hermosa morena transexual que en una noche quería vengarse de lo malo que un tipo la había tratado, pero se le olvidó su objetivo principal cuando conoció a un chico lindo una noche de fiesta.

Nos conocimos en una fiesta de un amigo en común. Él llego con un compañero de trabajo. Alto, pelo castaño claro, piel blanca, se veía que le gustaba el ejercicio. Lo vi al entrar y me le quedé mirando unos instantes desde la mesa en la cual yo estaba sentada con mis amigas. Él volteo a verme rápidamente, y luego siguió saludando a los demás en la fiesta. Pensé que él era algo tímido pues no noté que reaccionará de ninguna forma. Al comentarles a mis amigas de él, todas pensamos que era un chico guapo y que se vestía bien.

Sin embargo, seguía un poco sorprendida de porque él no se quedó mirando más tiempo. Yo andaba vestida de una forma muy provocativa. Intencionalmente lo hice para esa fiesta. Traía puesto un vestido corto y rojo que dejaba ver mis largas y torneadas piernas, además de delinear muy bien el contorno de mis caderas, un escote muy pronunciado que dejaba ver dos encantos 38D, mis uñas bien decoradas, maquillaje brillante, con mis labios grandes y rojos, usé un juego de collar y aretes sencillos pero muy lindos de diamantes, mi pelo negro largo y lacio, y por supuesto unos zapatos de tacón decorados sexys y muy altos. Como toque final me puse unos pupilentes de color verde. Todo esto según yo me convertía en una morena muy atractiva a la vista de cualquier hombre. Pero al parecer no de éste que acababa de entrar.

Fui vestida muy sexy a esta fiesta, con un sólo propósito en mente: quería hacerme muy deseable a los hombres porque quería vengarme de ellos, aunque en realidad era de solo uno. Hacía solo dos meses que mi pareja de hacía casi siete años terminó conmigo. De hecho, él era mi pareja, pero yo era más que nada su amante. Él estaba casado, tenía dos hijos, trabajaba todo el día y luego me iba a ver algunas veces. En el tiempo que estuvimos juntos salimos de viaje algunas veces, las cuales las pasé muy bien. Por desgracia este hombre era algo celoso y violento, así que básicamente me la pasaba en la casa todo el día todos los días sin poder salir.

Él me compraba todo lo que quería, pero raras veces salíamos. Le hacía de comer y de cenar, pero a veces no venía y ni siquiera llamaba para avisarme. Él me golpeó unas dos o tres veces. Pero como lo amaba demasiado nunca quise dejarlo. Me enamoré de él cuando apenas yo tenía 15 años, estaba muy niña y algo tonta. Me escapé de casa de mis papás bajo la promesa que yo sería suya y él me ayudaría a convertirme en una mujer de verdad. Así fue durante los últimos 7 años, hasta que él se hartó de mí, me echó de la casa casi sin nada en las manos, y claro, consiguió a otra muchachita tonta de 15 años para que ocupará mi lugar en su casa de amantes.

Así que ese día después de tanto tiempo de estar encerrada quería salir al mundo y vestirme de tal forma que todo el mundo me volteará a ver con ojos de deseo. En el tiempo que fui "la otra," mi pareja invirtió mucho dinero en mi cuerpo: hormonas, operaciones, terapias, tratamientos, etc. También él me conseguía la ropa interior más sexy, babydolls, vestidos, zapatos, botas, pantalones ajustados, bikinis, en fin todo un guardarropa de lujo. Aunque así como daba regalos y ayuda, así era de exigente. Él me exigía tener una voz súper femenina y dulce, caminar elegante con tacones altos, maquillarme bien, vestirme sexy, hacerle stripteases, además de ser la mejor amante y muy complaciente en la cama. Recién me cambié con él se enojaba conmigo seguido porque no lograba tener una voz "completamente" femenina. También se llegó a molestar porque no sabía hacerle un "oral" como a él le gustaba. Tuve que practicar muchísimo en los días que él me castigaba, a veces sin comer, hasta que me salieran las cosas bien.

Todo esto era extra a ser una "buena ama de casa," tener todo limpio y pulcro, baños, cocina, recámara, todo tenía que estar sin polvo. La comida debía de ser recién hecha y con buena sazón, y sólo lo que él quería comer. Me gustaba mucho hacer de comer porque esa era la única excusa que tenía para ir a la tienda, aunque en contadas ocasiones. Él no me dejaba vestirme bien para ir a comprar víveres pero aun así en el poco tiempo que salía me encantaba salir a la calle y que la gente pudiera reconocerme tal como la linda mujer joven que me había convertido. Fue así como pude hacer algunas amigas que me escucharon y apoyaron en todos esos años.

Volviendo a la noche de la fiesta, yo estaba decidida a vengarme de los hombres. No sabía exactamente cómo hacerlo. Había imaginado algo así como hacer que uno se fijara en mí, besarnos, acariciarnos y luego al momento de tener sexo mostrarle mi única parte masculina para asustarlos o hacerlos enojar... o ¡no sé qué más!. Estaba algo confundida esa noche, tal vez porque era la primera vez que bebía alcohol. En el transcurrir de la noche, pasaron miles de pensamientos en mi mente, pero todos motivados en la venganza. Sin embargo, muy dentro de mí, aunque me costaba admitirlo aún amaba a mi pareja, aunque él me había dejado, aun así lo amaba, y pues en verdad tenía coraje contra él y quería hacerle algo a él para que él sufriera tanto o más que yo.

El amigo que me invitó a la fiesta se acercó a mí, me preguntó si quería bailar con él, acababan de poner buena música para moverse un poco, así que como me encantan los ritmos salí con él. Tuve mucho tiempo para bailar y practicar sola mientras vivía confinada por aquel hombre. Me moví lo más sexy que pude, con movimientos de caderas, piernas, hombros, mojando y mordiendo mis labios, tocando mi cuerpo mientras me movía. Hice todo lo que pude para llamar la atención a todo mundo con mi vestido entallado rojo. En especial quería que el chico alto y bien vestido se fijara en mí. De reojo, volteé a verlo, lanzando una mirada de pasión y deseo. Parece que entendió mi mensaje porque se paró de inmediato a bailar con alguien más.

Dicho y hecho, pasaron algunas piezas y luego se acercó a pedirme que bailara con él. -"Caíste en mi juego"- dije dentro de mí, todavía con sed de vengarme de los hombres. Me sorprendió que aunque aparentemente tímido, él bailó muy bien. Bailamos casi toda la noche, bebiendo entre canciones, y hasta que se cansaron mis piernas de tanto movimiento. Al notarlo, me invitó a sentarme y pidió algo de beber para los dos. Me dijo que se llamaba Guillermo, se presentó muy propiamente, y me dijo que bailaba muy bien. Le agradecí el gesto, aunque ya estaba algo cansada y sin poder concentrarme muy bien por el alcohol. Más o menos recuerdo que me presente: "Soy Gaby," le dije, y seguimos conversando mientras que la fiesta estaba en su parte final ya con menos gente por la hora de la madrugada. Llegó el momento de irse de aquel lugar, y me comentó que él era ingeniero en construcción (igual que mi ex, por desgracia) y yo solo le dije que estaba desempleada y que por desgracia no sabía hacer nada más que cocinar, bailar, y hacer sexo oral rico (dije eso último porque se me salió de tanto alcohol). Él solo se carcajeo, y dándome cuenta de lo que había dicho le pedí disculpas por ser tan directa. Él dijo que no tenía de que preocuparme, que le gustaban las mujeres directas y honestas, además de que dijo que sería una muy buena mujer. A lo cual respondí con una voz poco entendible por el alcohol: "y para eso único es para lo que sirvo, excepto para tener hijos."

Él no dijo nada ante mi comentario, pero dada la hora de la madrugada me invitó a ir a otro lugar para relajarnos. Yo acepté diciendo a las únicas dos amigas que quedaban en la fiesta que no se preocuparán por mí. Así que salimos de aquel lugar y nos fuimos por su carro, cual estaba estacionado en la media solitaria y obscura calle. Al llegar a donde estaba, me di cuenta que era una camioneta tipo pickup, o algo así, con caja grande, sin asiento trasero, solo los dos de adelante. Lo que más me llamó la atención es que era color rojo, por lo que le dije a Guillermo mientras me tomaba de la mano y abrazaba para ayudarme a caminar por lo más borracha y mareada que andaba: "¡Mira es el mismo color de mi vestido!" y al momento de estar justo afuera de su camioneta me agarró con fuerza contra la puerta de su camioneta y me comenzó besar apasionadamente.

Inmediatamente respondí al beso jugando con nuestras lenguas mientras nos besábamos. Nunca me había besado con otro hombre hasta ese entonces, pero con quién viví tanto tiempo me enseñó a besar bien. Luego él me comenzó a besar el cuello y a acariciar mi cuerpo, en ese entonces ya se me había olvidado la cuestión de venganza, solo pensaba en disfrutar el momento, pero luego pensé que sería mi venganza contra él hombre que me echó a la calle, para que si me viera supiera que estaba pasándola bien con otro. Al estar oscura y solitaria la calle nos dió libertad de estar tocándonos en la vía pública sin temor a qué nos vieran, aunque cabe aclarar que el alcohol también influye mucho en las inhibiciones. Guillermo bajó la parte de arriba de mi vestido quitándome las mangas muy desesperadamente. Luego, de un movimiento liberó mis pechos del brassier strap con hilos transparentes que traía puesto, dejando así mis pezones apuntando a su rostro, listos para ser succionados. -"¿Te gustan?" le pregunté en voz baja y sexy. A lo cual respondió con un movimiento salvaje para comérselos y morderlos como un recién nacido. Tanta fue su pasión que me puso a mil. Nunca pensé sentir tanta excitación y sentirme tan bien con otro hombre. Lo bueno es que tenía mi cosita bien cubierta y escondida con cinta para vendar color piel, la cual cubrió muy bien la erección inmediata que estaba teniendo en ese momento.

Tanta pasión que desbordaba Guillermo sobre mis grandes pechos me hizo dar gemidos de placer que trataba de callar al estar en un lugar público, pero no me pude contener mucho. Guillermo seguía acariciando mi cuerpo tocando con sus manos mi cintura y bajando a mis caderas. De repente se detuvo de besar mis pechos y se dispuso a bajar a mi área íntima. Yo lo detuve de inmediato, con deseos de disfrutar más del cuerpo de este hombre, lo jale con fuerza y me pusé en cuclillas con todo y mis zapatos de tacón alto bajando a su gruesa área masculina. Besando su entrepierna empecé a quitarle el cinturón y luego abrí sus pantalones, deslizándolos y dejándolos a la altura de sus rodillas. Todavía con su boxer puesto seguí besándolo y acariciándolo con mi boca y labios mientras sentía como toda su masculinidad crecía y crecía a descontrol.

No pude resistir más, quería su masculinidad en mi boca y disfrutarla toda. Así que le bajé sus boxers dejando a su enorme pene frente a mí. ¡Grande, dura, gruesa y deliciosa! La tomé con mi mano derecha y de un golpe me la metí lo más que pude en mi boca casi atragantándome con ella. Todo lo que aprendí en mis años de encarcelamiento con aquél que alguna vez me juró amor, ahora lo estaba aplicando con gran gusto y placer. En esos momentos hice mi mejor esfuerzo por darle a Guillermo la mejor chupada de su vida. Me la volví a meter toda en mi boca y la saque rápidamente, así lo hice por unos minutos, saboreando su sabroso miembro con la deseo e intensidad en mi interior de querer más y más. Luego me detuve y comencé a besar y chupar sus testículos, mientras mi mano masturbaba su gran miembro. No me importaba si alguien nos encontraba en la calle o si un policía nos arrestara metiéndonos en la cárcel. Solo quería disfrutar todo lo que se pudiera. Así que lo besaba y mordía quedamente desde la base de su miembro hasta la punta, suavemente, delicadamente, como disfrutando un delicioso caramelo. Luego después de besos y caricias de mi lengua, me la volví a meter con fuerza hasta el fondo y hacerlo muy rápido para producirle casi un orgasmo. Paré definitivamente cuando sentí sabor a un poco de su lechita saliendo. En todo este tiempo Guillermo se aguantaba las ganas de gemir de placer, pero lo noté muchas veces en su rostro y expresiones queriendo disfrutar con mucha intensidad y pasión.

Mi excitación estaba desbordando, ya mi pequeño pene no podía aguantar más atado sin remedio debajo de mis pequeños panties. En ese entonces, mi deseo por tener placer me quemaba mi interior, ya no pensaba ya más en venganza sino solo placer, pero no quería que Guillermo se diera cuenta de mi pequeña parte masculina.

Me paré un poco cansada de mis piernas por estar en cuclillas y en tacones tanto tiempo, ¡además de todo el tiempo que estuve bailando! Me subí lentamente, dejando que mis pechos acariciaran su pene y su torso, luego le besé el cuello, y le susurré al oído: "házmelo por atrás."

En ese entonces Guillermo se excitó demasiado, me besó con más pasión acariciando todo mi cuerpo y caderas. Mas cuando su mano quería bajar a mi entrepierna, le desvíe su mano y me la puse en los pechos. Donde se concentró de nuevo con manos y boca enteramente a hacerme sentir su pasión.

Abrió la puerta de la camioneta, me hizo sentarme en el asiento del copiloto, mientras me seguía besando cada vez con más pasión. Yo seguía con mis pechos descubiertos y él con su pantalón abajo, que terminó por quitarse y aventando a la caja de la camioneta. Le pedí que sacará su condón y que me lubricará bien, mientras se lo ponía y aprovechando que estaba distraído por un segundo. Yo me puse boca abajo en el asiento del copiloto, y con la puerta abierta, dejé mis piernas apoyadas en el piso de la calle, me baje y quite mis mini panties, y de un movimiento me arranqué la cinta que sofocaba a mi miembro, dejándolo ahora libre. La oscuridad me ayudaba mucho a ocultarlo, pero también apreté mi cadera con fuerza al asiento, como si estuviera metiéndosela al asiento, y en eso rogué porque Guillermo no se diera cuenta. Él enseguida me vio boca a abajo y de inmediato levantó me vestido y con sus manos separo mis grandes nalgas. Poco a poco las beso y mordió hasta llegar más abajo y más abajo.

En cada movimiento me preocupaba si me descubriría y cómo habría de reaccionar. También me preocupaba que alguien nos encontrara a tal alta hora de la noche haciendo el amor en público. Mas en cada caricia y movimiento que seguía mi mente llena de temor, adrenalina y placer, solo podía pensar en querer más y más.

Después de unos minutos de caricias en toda mi cadera y glúteos, Guillermo encontró a mi ano, y empezó por lamerlo suavemente con su rasposa lengua. Se sentía tan bien y tan delicioso, que no pude contenerme y gritar de placer. Guillermo se excitó mucho más y empezó a lamerme y meterme su lengua con más euforia y pasión. Tal cual fuera una clítoris y unos labios de cualquier mujer, así me hizo sentir Guillermo en mi ano.

En medio de mis gemidos, y también con el miedo que me descubriera, le pedí que la metiera ya, y que me hiciera suya. Enseguida, Guillermo se puso de pie, y sentí como se fue acomodando para entregar su gran miembro dentro de mí.

Le pedí que me lo hiciera despacio y luego rápido y con fuerza, sabiendo que me iba a doler por la falta de lubricación. Para mi sorpresa, Guillermo se portó muy bien conmigo, parecía que ya tenía experiencia con el sexo anal, me la fue metiendo despacio, centímetro por centímetro, escupiendo en su pene para darle más lubricación, y así poco a poco lo estuvo metiendo y sacando muy delicadamente. Como si estuviera desvirginando a una quinceañera. En cada movimiento que hacía sentía absoluto placer, nada de dolor, lo cual me hizo sentir como toda una mujer.

Todavía Guillermo no la metía por completo, cuando me nalgueó con fuerza y me la metió toda de un golpe hasta el mero fondo. Sentí que se me iba a salir por la garganta dejándome sin habla. Me causó algo de dolor, pero mucho, mucho placer. Tanto que en esa estocada que me dio se me salió algo de lechita sobre el asiento.

"¡Ahora sí mami, te la voy a dar toda!" me dijo con voz dominante y comenzó a hacérmelo cada vez más rápido, sacándome fuertes gritos y gemidos de placer y dolor. En ese momento solo le pedí más rápido y más fuerte, lo cual lo encendió más y en unos minutos de tanta fuerza y excitación gimió de placer mientras estaba dentro de mí. Fue una lástima que tuvo que usar condón, porque quería sentirlo explotar en mi vientre, pero sentí su alivio y calor al momento que terminó.

Sin darme cuenta por el frote del asiento yo también había eyaculado sobre él, pues de repente sentí algo húmedo en mi pene. Él poco a poco la saco teniendo aún mucho cuidado de mí, me dio un beso en mis nalgas, y se ofreció a ayudarme a levantarme. Yo le pedí que se fuera a vestir, y que yo me incorporaría sola. Al ir a buscar sus pantalones, yo me puse de pie todavía con mi pene erecto, busque mis panties pero no las hallé, así que me subí mi vestido rápido cubriendo mis pechos, y encontrando la cinta para vendar traté de ocultar a mi miembro de nuevo, aunque sin éxito. Limpie como pude el asiento, aunque ya el semen estaba absorbido en él. Así que solamente me senté en el asiento esperando a Guillermo.

Guillermo se subió en el asiento del conductor, ya cansando por tanta acción en la noche. A mí ya se me había pasado un poco el efecto del alcohol, aunque aún me sentía mareada. Ocultando con mis manos mi entrepierna y apretándolo con mis piernas mientras se bajaba, le pedí que me llevara a mi casa.

Amablemente me llevó a mi casa. En el camino, me dijo que quería seguir hablando conmigo y que la había pasado muy bien. Me comentó que con nadie más había vivido tanta pasión como en este rato. También me invitó a ir de vacaciones con él durante las vacaciones de semana santa. Me dijo que se moría de ganas por verme en bikini en la playa.

Yo le dije que sí a todo. Le pasé mis datos y número, nos despedimos con un gran beso. Y me fui casi cayéndome con los tacones a meterme a mi casa.

Él me dijo adiós cuando abrí la puerta para entrar y se fue. Yo de inmediato me fui a la cama y me quedé ahí hasta la tarde del día siguiente.

Siendo las cuatro de la tarde, me levanté toda mal maquillada y mal alineada, me había quedado dormida con todo y mi vestido, cual se arruinó y también sin desmaquillarme. Recordé vagamente lo que había pasado la noche anterior, pero mi mayor duda era si se había dado cuenta de quién era yo o no. Esa duda no me dejo estar tranquila, y preferí no comunicarme con él. Me metí a bañar y me preparé algo de comer, en ese momento Vi en mi celular que me agregó en el Facebook pero no quise aceptarlo, sino se daría cuenta de quién era yo.

Luego, entró una llamada, era Guillermo, y no supe que hacer y le colgué.

¿Qué hago?

Besos,

Gabriela Dueñas

supercaroayala@gmail.com