La venganza

¿Hasta donde puede llegar el deseo de venganza? Sebastián va a averiguarlo de la manera más brutal posible.

La venganza

La noche se insinuaba agradablemente fresca. Ideal para follar.

Sebastián guió el carro hasta el interior del parque, en donde la luz de los faroles era amortiguaba por los tupidos árboles. Cuando halló un lugar lo suficiente apartado estacionó el carro, apagó el motor y las luces, y con una amplia sonrisa en sus labios se volvió hacia a su acompañante.

Sentada a su lado estaba Adriana, su novia, que sonreía satisfecha. La chica sintió las manos de su novio perderse entre sus piernas, y cuando el muchacho se acercó abrió la boca para corresponder al ardiente beso de lengua.

Sin dejar de besarla el hombre manoteó la palanca del asiento y lo reclinó en su totalidad, para después recostarse sobre el cuerpo de su novia. La muchacha sentía sobre su pubis el enorme bulto que la durísima verga formaba en el pantalón del chico, y su anhelante coño comenzó a humedecerse pensando en las delicias que vendrían.

Completamente extasiado, el muchacho prosiguió con su tarea, ensalivando con sus ardientes besos el cuello de su novia mientras su agarrotada tranca comenzaba a babear formando una húmeda mancha en su boxer. Estaba tan abstraído que no vio las sombras moverse alrededor del carro, y lo único que oyó fue un grito de Adriana antes de sumergirse en un mundo de sombras.

Cuando despertó, Sebastián estaba muy confundido, y sentía un fuerte dolor en la nuca. Tenía la cabeza cubierta por un trapo oscuro y no podía ver nada, pero se dio cuenta que estaba sentado en el suelo, con las manos atadas por delante y amarrado a una especie de columna.

Mientras trataba de entender que había sucedido oyó la voz de un hombre que decía burlonamente: "¡ Ah, parece que por fin se despertó! ". Entonces le quitaron el trapo y pudo ver. Y lo que vio le heló la sangre.

El lugar en que se encontraba parecía una fábrica abandonada, y estaba todo oscuro salvo por un pequeño sector fuertemente iluminado por un foco. Allí, de rodillas en el suelo estaba Adriana, con la blusa totalmente abierta mostrando sus deliciosos pechos. La muchacha estaba rodeada por dos tipos de apariencia joven, ambos con la cara cubierta por pasamontañas. Los hombres tenían las vergas duras fuera de sus pantalones, y mientras uno sujetaba a la chica por los cabellos el otro metía y sacaba su tranca de la boca de la desdichada.

La muchacha llorisqueaba, y mientras los hombres reían se turnaban para enterrar las enhiestas pollas en su boca. Las vergas eran largas y gruesas, y bajo la fuerte luz del foco se veían brillantes por la saliva que las cubría.

Sebastián abrió enormemente los ojos, y horrorizado por el espectáculo lanzó un grito desde lo más profundo de sus entrañas. Intentó levantarse, pero entonces otro encapuchado que estaba su lado lo tomó fuertemente de los cabellos mientras le ponía una navaja en el cuello. " Quédate quieto " le dijo en un tono por demás amenazador.

Uno de los sujetos que le estaba dando verga a Adriana miró a Sebastián, y mientras le pellizcaba los pechos a la chica le dijo:

" ¡Qué pedazo de hembra es tu novia, eh! ¡La chupa de maravillas y tiene unas tetas increíbles! ".

Desesperado, Sebastián gritó que la dejaran en paz, y los hombres lanzaron una estruendo risotada.

" ¿Dejarla? ¡Si todavía no le hemos hecho nada! , dijo uno de ellos. " Estábamos esperando que te despertaras para empezar el espectáculo !". A través de los agujeros del pasamontañas Sebastián vio como los ojos claros del sujeto que había hablado se clavaban en él con ferocidad, y se le puso la piel de gallina.

Después de eso, el tipo sacó su verga de la boca de Adriana, y hablándole a la chica le ordenó que se acostara en el suelo. La muchacha comenzó a sollozar suplicando que la dejaran, pero el tipo la empujó rudamente contra el piso. Entonces se arrodilló frente a ella, le separó las piernas con sus rodillas, y acostándose sobre la chica colocó su verga entre los labios vaginales y la enterró de un solo golpe en el coño de la muchacha.

Adriana pegó un grito que fue secundado por otro de su novio. El encapuchado comenzó a bombear sin piedad en la concha de la chica, arrancándole profundos lamentos en medio de súplicas para que se detuviese.

Desbordado por la angustia, Sebastián dejó escapar sordos sollozos, y pedía a gritos que dejaran a su novia. Pero lejos de hacerle caso el encapuchado aceleró los movimientos, abriendo sin piedad la raja de la chica. La gruesa tranca se enterraba una y otra vez en el depilado pubis, enrojeciendo los labios de la vulva por el continuo y despiadado roce al que estaban siendo sometidos. Mientras la follaba el tipo le decía toda clase de obscenidades a la chica, y sus compinches las festejaban con fuertes risotadas.

La tortura se prolongó por unos cuantos minutos hasta que el encapuchado comenzó a lanzar gritos entrecortados, y después de unas cuantas embestidas más se corrió en medio de fuertes jadeos y gemidos de placer.

Adriana sollozaba sordamente, y cuando el violador se retiró intentó cubrir su coño con las manos. Pero el otro encapuchado se lo impidió con un movimiento brusco, y en unos segundos se acostó al lado de Adriana y le ordenó que cabalgase sobre su agarrotada polla. Después empezó con la faena del mete y saca, incrustando sin piedad su respetable miembro en la vagina de la mujer, sacudiéndola con las embestidas de su pelvis.

Caminando con calma, el tipo que estaba junto a Sebastián se acercó a sus compinches, y bajándose el cierre de la bragueta sacó una verga enorme totalmente empalmada. El hombre era alto y grandote, y el miembro era proporcional al corpachón del tipo. Era una pinga realmente grande, mucho más larga y gruesa que la de los otros dos encapuchados, surcada de venas y con una cabezota impresionante.

Como si fuese una señal, el sujeto que estaba follando a Adriana la hizo recostar sobre su pecho, trabando sus brazos sobre la espalda de la chica. Entonces el grandote se arrodilló entre las piernas de Adriana, y apoyando la cabeza de su terrible tranca entre las nalgas de la muchacha comenzó a clavarla en el apretado orificio.

Cuando la joven advirtió lo que el sujeto intentaba hacer trató de zafarse gritando desesperada, pero los tipos la sujetaron fuertemente impidiéndole toda escapatoria. La enorme verga debía estar causándole un dolor atroz a la pobre muchacha, porque fuertes quejidos escapaban de sus labios mientras que gruesos lagrimones corrían por sus mejillas. " ¡¡No, por favor!! " suplicaba Adriana, no obteniendo de sus abusadores más que risas y burlas.

En pocos segundos la temible reata estuvo alojada en el culo de la chica, y moviéndose sincronizadamente los tipos comenzaron a coger al unísono a la mujer. La doble follada duró un rato largo, y finalmente los dos tipos se corrieron inundando con sus lefas los orificios de Adriana. Después sacaron sus todavía morcillonas vergas del cuerpo de la chica, y el sujeto grandote la alzó de un brazo y la llevó hasta donde estaba atado su novio.

Sebastián gimoteaba, terriblemente afectado por lo que acababa de presenciar. Cuando vio acercarse a los hombres llevando a Adriana supuso que los dejarían atados a los dos y luego se irían, poniendo fin a esa pesadilla. Sin embargo, en vez de eso los sujetos lo desamarraron del poste, atando a Adriana en su lugar. Después lo llevaron a la rastra hasta el sitio iluminado por el foco, y de un empujón lo acostaron boca abajo en el suelo. " Es tu turno ", le dijeron.

Un escalofrío recorrió la espalda de Sebastián. Su estúpido machismo asociaba la violación sólo con la mujer, y no podía creer que también fueran a someterlo a él. " ¡No, no, por favor! " suplicó terriblemente angustiado, mientras uno de los tipos lo sujetaba para que no se moviera y los otros le sacaban los pantalones y el boxer. Pero sus ruegos de nada valieron. Uno de los sujetos le tomó las manos con fuerza, y el otro le separó las piernas y las sujetó firmemente. Entonces el encapuchado de ojos claros se acostó sobre el chico, le apoyó su endurecido miembro entre las nalgas, y de un solo envión le clavó el carajo hasta la raíz.

El joven dio un grito atroz. Su culo virgen había sido desgarrado violentamente por la gruesa tranca, haciéndole saltar lágrimas por el dolor. Impiadoso, su desvirgador comenzó a bombear con furia en su ano, rasgando la carne del esfínter hasta hacerlo sangrar.

" ¿¿¡¡Por qué!!?? " preguntó Sebastián a su violador, destrozado por el dolor y la humillación. " ¿Por qué? " repitió el sujeto, sin dejar de meter y sacar su grueso carajo del culo del chico. " ¿Quieres saber por qué? " le dijo, mientras sus ojos claros relampagueaban. " Porque te has follado a la chica equivocada, por eso ", le respondió el hombre.

" ¿¿Qué?? " dijo Sebastián, sin poder contener las lágrimas y los gritos de dolor. " ¡No sé de qué estás hablando! ".

" ¿No? " preguntó el violador con furia contenida en la voz. " ¿No te dice nada el nombre Paula? ".

Claro que le decía algo. Era el nombre de la monumental hembra con la que se había estado viendo a escondidas de su novia desde hacía un par de meses. Era una guarra impresionante, con un cuerpo escultural, siempre deseoso de recibir verga por todos lados. Una y otra vez Sebastián había pensado en terminar con esa relación clandestina, pero bastaba recordar los pechos divinos, el coño jugoso, el culo apretado y la boca ardiente de la mujer para desechar la idea.

Sebastián no podía encontrar una relación entre su aventura y la pesadilla que estaba viviendo, y tampoco imaginaba como el tipo que lo estaba violando sabía el nombre de la muchacha. Pero sus dudas se despejaron rápidamente, porque el sujeto agregó:

" Nosotros somos amigos del novio de Paula. Sabes, el tipo quedó destrozado cuando supo que ella le ponía los cuernos contigo. Casi se mata manejando la noche que se enteró de tan trastornado que estaba. Y no nos parecía justo que sólo él sufriera por tu guarrada. Ahora estás recibiendo lo que te mereces, para que nunca lo olvides ".

Sebastián se mordía los labios por la impotencia, porque comprendió que todo lo que sucedía era culpa suya y que jamás podría revelarle la verdad a su novia.

Después de su declaración, el encapuchado comenzó a bombear con más violencia en el esfínter de Sebastián, causándole un dolor impresionante. Al cabo de unas pocas embestidas el sujeto se corrió en el culo del chico, inundando sus entrañas con lefa caliente.

El tipo se levanto y le dejó el lugar a otro de sus compinches. De nuevo Sebastián sintió su cerrado orificio bestialmente dilatado por la gruesa polla que entraba y salía sin ninguna compasión. Los golpes de pelvis que el segundo violador le propinaba a su culo eran brutales, y en cada embestida Sebastián sentía los peludos huevos rozando sus nalgas. Impotente, luego de unos minutos de terribles bombeadas el joven notó como la verga del segundo violador se hinchaba y segundos después liberaba su espesa carga en el interior de su esfínter.

Faltaba uno más. Sus captores intercambiaron lugares para seguir manteniéndolo inmovilizado, y el tercer violador tomó su lugar. Sebastián sintió la cabeza del miembro apoyada entre sus nalgas, y con terror recordó el tamaño de la tranca que estaba por poseerlo. Desesperado trató de zafarse, pero sus esfuerzos resultaron completamente inútiles y segundos después sintió el enorme mástil enterrado hasta la raíz en su dolorido culo. Ni las cogidas anteriores ni la lubricación de la lefa que inundaba su orto sirvieron de paliativo, porque la polla era demasiado grande. Gritó, y desfalleciente de dolor se mordió el labio hasta hacerlo sangrar. Sin ninguna contemplación a su sufrimiento el sujeto comenzó a moverse en su interior, abriendo su orificio, dilatándolo salvajemente hasta límites insospechados.

La terrible tortura se prolongó por un largo rato, y finalmente el tipo acabó abundantemente dentro de Sebastián. El muchacho estaba destrozado, física y anímicamente. Tirado en el piso, respiraba con dificultad y se quejaba amargamente. De repente notó que le liberaban las manos, luego le alzaron la cabeza jalándolo de los cabellos, y mientras le apoyaba una navaja en la garganta uno de los sujetos le advirtió:

" Ahora nos vamos, pero si nos sigues o nos denuncias a la Policía volveremos por ustedes, y además de repetir el tratamiento vamos a contarle a tu novia porque hicimos todo esto ¿Me entiendes? ".

Sebastián asintió con un leve gesto de cabeza, y el tipo lo soltó bruscamente.

Después de esto, los encapuchados se fueron. Se oyó el ruido de un carro alejándose, y las víctimas supieron que el suplicio había concluido.

Casi arrastrándose, los jóvenes salieron de la fábrica abandonada, y en medio de la tragedia se sintieron aliviados de encontrar el carro de Sebastián. Evidentemente, los sujetos habían huido en otro vehículo.

Como pudo, el muchacho condujo el automóvil de regreso a la cuidad, porque los tipos los habían llevado a un predio abandonado de los suburbios. Durante el trayecto Adriana se mantuvo en silencio, con la mirada perdida, y su novio prefirió no perturbarla.

Cuando llegaron a la casa de la muchacha Sebastián insistió para quedarse con ella, pero la joven le dijo que necesitaba estar sola. Antes de bajar del automóvil Adriana se volvió hacia su novio, y con los ojos llorosos le pidió que no dijese nada a nadie ni denunciase el hecho a la Policía.

" ¿Y vamos a dejar que no paguen por lo que nos hicieron? " preguntó el chico.

" Te lo suplico " dijo ella.

El chico dudó unos instantes, pero después asintió aparentemente de mala gana. En realidad, y aunque no pudiese admitirlo, el pedido de su novia le provocó alivio . . . junto con un enorme sentimiento de culpa.

Después que el carro de Sebastián se alejara Adriana entró a su casa, y cuando encendió la luz se tapó la boca con la mano para contener un grito. Sentado en el brazo de un sillón, con una sonrisa maligna en los labios, estaba el encapuchado de ojos claros.

Adriana sacó la mano de su boca, y entonces gritó:

" ¡¡Guarro!! Vaya susto me has dado! ".

Sin dejar de sonreír el sujeto se sacó el pasamontañas, dejando ver un bello rostro que encajaba perfectamente con sus ojos color cielo.

" ¿Todo bien? " le preguntó a la chica.

" Perfecto " respondió ella. " Va camino a su casa, con el culo roto, el orgullo despedazado y un terrible sentimiento de culpa ".

" ¿Y no dirá nada? ".

"¿Y qué va decir? No le conviene. Con tus palabras el asunto queda como una venganza hacia él. Y no puede contarme nada sobre eso."

" Eres una chica mala, muy mala " dijo el joven mientras se acercaba a la muchacha.

" ¿Mala yo? Malo es ese mal nacido, que me ha metido los cuernos sin ninguna contemplación. Mala es la puta de tu novia, que teniendo a un bombón como tú tenía que venir a meterse justo con mi novio ".

" Esa guarra " dijo el chico, apretando los dientes mientras una sombra oscurecía sus bellos ojos claros. " Pero ya me las va a pagar ".

" Bueno, míralo de este modo " dijo Adriana. " Dervisgaste a mi novio y le rompiste su lindo culito, y así te has quitado parte de la bronca ".

" Es cierto " respondió el muchacho riendo. Después, cambiando la expresión y acercándose a la joven le preguntó con tono meloso:

" ¿De veras crees que soy un bombón? ".

" Claro que sí, hombre!. Nada más verte y . . . ay! ¡Mierda! Por qué de los tres tenía que ser tu amigo con verga de burro el que me diera por atrás, eh? Tengo el culo destrozado!! ".

El muchacho rió.

" Lo siento " dijo con tono contrito. " Luis estaba desesperado por follarte por el orto, y le rogó a Osvaldo que le cambiase el lugar. Pero es medio salvaje. Yo hubiese sido más suave ", dijo mientras acariciaba el brazo de la muchacha con las yemas de sus dedos.

" ¿Sí? " preguntó ella, acercándose hasta rozar el pecho del hombre con sus pezones endurecidos.

" " afirmó él. " ¿Quieres que te lo demuestre? " agregó, al tiempo que acercaba sus labios a los de la mujer.

" Me encantaría " respondió Adriana, abriendo su boca para recibir en su interior la lengua del joven. Su cuerpo se pegó al del muchacho, y su coño comenzó a humedecerse al percibir el descomunal bulto en la entrepierna del hombre.

" Vamos entonces ".

La noche estaba agradablemente fresca. Ideal para seguir follando.