La venganza es un plato que se sirve frio II
Ya apenas recordaba esa venganza que me había metido de lleno en un sexo distinto y desconocido para mi hasta ahora. Había encendido una hoguera que amenazaba con quemarme en ella.
Me metí en la cama tras darme una ducha, recordando la fiesta, las manos de Cloe, las manos de Roberto, su boca, su sexo… no daba crédito a lo sucedido.
Quería vengarme de ese hombre, hacer que se volviera loco por mí para luego dejarle tirado, pero no pensaba llegar tan lejos.
Ahora tenía claro que quien juega con fuego puede terminar quemándose y yo me había chamuscado.
Al día siguiente no cogí el teléfono cuando vi que era Roberto, no estaba preparada para afrontarle.
Le di vueltas a todo y al final decidí afrontar las consecuencias e intentar salvar los muebles lo mejor que pudiera.
El lunes llegué como cada día al trabajo. Allí estaba Roberto, como siempre sentado bajo la pérgola desayunando.
-Buenos días Gloria.
-Buenos días –dije yendo a coger mis cosas-
-¿Que te pasó el sábado?
En esa pregunta vi mi escapatoria, mi momento de salir por la puerta de atrás.
-Ni yo misma sé que me pasó el sábado, como dijiste podemos culpar a Cloe, a la fiesta, a la novedad… olvidémoslo. -
-¿De verdad me estas pidiendo que olvide lo sucedido, me estas insinuando que en circunstancias normales no habría sucedido nada parecido?
-Exactamente
En ese mismo instante llegaron mis dos colaboradores y dejamos el tema. Estaba cabreada conmigo misma, porque nada más ver sus manos las desee en cada rincón de mi cuerpo, me cabreaba escucharle hablar y desear sentir sus labios succionando mi sexo.
Tenía que sobreponerme o terminaría siendo otra muesca en el cabecero de su cama, como la mujer de mi primo y quien sabe cuántas más.
Cuando intentó volver a sacar el tema le dije con rabia:
-Roberto en serio olvídalo, fue en el calor del momento. Intenta pasar página yo ya la he pasado
Intenté parecer fría y mundana, aunque temblara por dentro deseando que me poseyera allí mismo sin importarme quien pudiera vernos.
-Bien gloria, no te preocupes no soy de los que asedian a mujeres que no están interesadas.
Se fue dando un portazo y no volví a verle hasta tres días después.
De nuevo desayunaba tranquilamente bajo la pérgola, apartó el periódico y me saludó normalmente:
-Buenos días Gloria –parecía que todo había vuelto a la normalidad, pero algo en su fría mirada me dijo que nada sería de nuevo lo mismo-
-Hola Gloria -saludo alguien que salía de la casa-
Me giré y vi Cloe acercarse, su ropa algo arrugada decía a gritos que había pasado horas, tirada en un rincón. Se acercó a Roberto y le besó en los labios.
-Buenos días Cloe siéntate a desayunar –le dijo Roberto sonriéndole-
No estaba preparada para eso y me quede como una boba.
-Gloria me alegro de verte de nuevo, ayer le pregunté a Roberto por ti, quería hablar contigo.
Eso me confirmaba que habían pasado la noche juntos.
-Pues aquí estoy –le dije de repente cabreadísima, queriéndola arañar-
-Le hable de ti a un amigo y quiere que veas su jardín para mejorarlo, está bastante bien pero en dos semanas la fiesta es en su casa y no quiere escatimar en gastos y que sea la mejor de las fiestas.
-Bien
-¿Entonces comemos juntas y luego te llevo a verlo?
-Perfecto –dije mirando a Roberto-
La comida fue exquisita y Cloe estuvo encantadora, hablamos de mi trabajo, de sus fiestas y evitamos el tema Roberto ambas.
-Desde que me separé hace dos años y alguien me invitó a mi primera fiesta voy a todas. ¿Te gustó?
-Sí, estuvo bien
-¿Vendrás a la próxima? A Roberto ya lo he convencido.
-¿Siempre invitáis a gente fuera del circulo?
-No, pero se habían ido dos parejas y me pidieron si conocía a alguien de fiar para sustituirlas
-¿Y los otros se adaptan?
-Después de la primera vez todos opinan y si a alguien no le gusta, no se le invita de nuevo. Por si lo preguntas tú admisión fue unánime al igual que la de Roberto. Sabía que les gustaríais.
La casa era preciosa, el jardín enorme de ambientación japonesa estaba precioso.
-Poca cosa se puede hacer más, está todo muy bonito y cuidado
-Intento que lo mantengan bien personalmente –dijo la mujer de mediana edad que resulto ser la misma que se había sentado esa noche a nuestra mesa-
El marido se unió con unos refrescos a nosotras y tras una distendida charla en las que di un par de consejos dijo este.
-¿Puedes encargarte? Nos encantan tus ideas
-¿Cierto, se te ocurre algo para la fiesta en particular? –dijo ella-
-¿Porque no montáis una fiesta de ambiente asiático para sacarle más partido a esta hermosura?-dije mirando a mí alrededor-
-Buenísima idea. ¿Puedes ayudarme?
Quedamos en vernos el día siguiente por la tarde para traerles catálogos y cosas para empezar a organizar su fiesta.
Cuando llegué por la mañana Roberto estaba donde siempre, me acerqué y le dije:
-Me han dado el trabajo, no te afectara ya que por las mañanas estaré por aquí y por la tarde haré lo otro.
-Perfecto –dijo cortante-
La primera semana fue de escándalo, lo pasé genial planeando y organizando la fiesta, mano a mano con Laura.
La segunda semana fue vertiginosa, casi estaba acabado el jardín de Roberto. Solo quedaban tres días para la fiesta y había quedado para comer en casa de Laura.
Me abrió Cloe, me llamó la atención verla en bata.
-Pasa preciosa, Laura ha ido a por la comida.
En ese momento bajo el marido de Laura, llevaba solo unos pantalones cortos.
-Ya has llegado, hola preciosa, pasa tomaremos algo mientras viene mi mujer
Al momento llego Laura y la escena no le sorprendió en absoluto.
-Veo que has sacado a estos dos de la cama. Como veras a veces nos vemos fuera delas fiestas.
Me encanto la naturalidad con que vivían el sexo en grupo y me acorde de Roberto, de nuestra única noche de pasión.
Lo ultimamos todos y quedamos en vernos el día dela fiesta.
-Toma gloria, esta es la factura por el arreglo del jardín. Esto es por tu planificación de la fiesta, mira a ver qué te parece.
Abrí el sobre y me quede helada al ver tanto dinero
-Es demasiado
-No es demasiado, es justo preciosa. Mil gracias.
Salí eufórica y en vez de irme a casa fui de compras para la fiesta.
El día de la fiesta como había quedado llegué por la mañana con mis cosas en una bolsa de deporte. Ayudé a disponer las mesas, los enormes almohadones y las esterillas, los farolillos y después comimos algo dentro. Tras la comida el matrimonio propuso ir a descansar un rato.
-Ven con nosotros, no pasa nada
Aturdida por la proposición les seguí a su habitación, mire la enorme cama y vi cómo se tumbaban.
-Ven cielo –dijo señalando el hueco entre ambos-
Como una autómata hice lo que me pidieron, nerviosa. Por una parte me moría por experimentar y por otra no lo tenía claro.
-No te preocupes nada de sexo antes de la fiesta –dijo el dándose cuenta de mi incertidumbre-
Laura me abrazó y yo deje que su dulzura me envolviera y calentara. Él se acercó y me besó en los labios.
-Su piel es tan suave –le dijo Laura a su marido como si yo no estuviera oyéndoles-
-Sabe a fruta, es una ricura –dijo sobre mis labios-
Laura me acariciaba lánguidamente calentándome, no eran caricias extremas en cambio toda mi piel se encendía bajo sus finas manos.
-¿Podemos acariciarnos?-pidió el marido- solo un poco como previo.
Sentí tumbándome de espaldas y dejando que tras desnudarme y dejarme solo en braguitas ambos pasaran sus manos por mi piel caliente.
Ninguno rozó mi sexo, acariciaron mis brazos, mis piernas, mis muslos y mi torso. Ella me besaba y al momento me besaba él. Sentía los labios hinchados y anhelaba más profundidad.
-Eres un volcán preciosa, será mejor que me dé una ducha –dijo el saliendo de la cama media hora después-
Largo rato después llego toda la comida, subimos a ducharnos, me puse mi ropa interior nueva, el vestido nuevo que parecía un kimono y unas sandalias de tacón que Laura me prestó. Me miré en el espejo y me encantó el tono más claro que había usado para mi piel, parecía de porcelana, los ojos muy marcados y los labios rojos.
Ella también se vistió, también con estilo japonés ya que era la temática de la fiesta.
-Estáis divinas –dijo el marido pasándonos un par de copas-
El llevaba un pantalón negro de seda y una casaca roja también de estilo japonés.
-Tú también estas muy bien –dijo su mujer besándole-
Di un trago a mi bebida y me acerqué a él.
-Sí, tiene razón –le dije besando también su boca-
-Un que rica –dijo saboreando mis labios-
Mientras le besaba Laura fue a abrir y aparecieron Cloe y Roberto.
Él se quedó mirando como el marido de Laura me soltaba y se limpiaba mi carmín de su boca.
-Hola gloria, ya ha empezado la fiesta? –dijo Roberto molesto-
Empezó a llegar la gente, todo estaba dispuesto y me estaba poniendo la pulsera de “se puede tocar” y vi que Roberto llevaba la misma, mientras que los otros tres llevaban la siguiente.
-Te veo suelta con ellos –dijo mirando a Laura y su marido-
-Sí, son geniales, ¿cómo Cloe no? -no pude evitar la puyita-
Ya estaban mezclándose todos, Laura me presentó a casi todos y estos alabaron mi trabajo encantados con la fiesta.
Controlaba que todo estuviera en orden cuando el marido de Laura se acercó, me abrazó por la cintura y me pegó a su cuerpo. Busqué a Roberto y este mirándome atrajo a Cloe y la besó en los labios mientras su mano desaparecía bajo la mesa.
Ya había grupitos y parejas disfrutando del sexo en los almohadones, esterillas y sillones colocados en puntos de luz tenue que incitaban aún más.
-Relájate ya Gloria todo está perfecto –dijo mientras yo veía como Laura se acercaba a Cloe y a Roberto-
Colocándose detrás de Cloe le desabrochó el vestido y amasó sus pechos, Roberto me miró y se lanzó a lamer sus tetas.
La rabia me cegó y relajé mi cuerpo pegándolo más al marido de Laura.
El me agarró de la cintura y me sentó sobre una mesa vacía, desabrochó la mitad de los botones de mi vestido hasta llegar justo a mis bragas. Bajó el torso y empezó a sembrar mis muslos de pequeños besos húmedos.
Mire hacia donde estaban ellos tres y vi a Roberto lamer ahora las tetas de Laura mientras sobaba las de Cloe. Entonces separe mis muslos y el marido de Laura jadeo dejando mis muslos para lamer literalmente mis bragas.
Sentada aun apoyé mis manos y me arqueé en la mesa abandonándome a esa boca que encendía mi sexo.
Vi acercarse a un hombre, algo mayor que el marido de Laura y Roberto que más o menos eran de la misma edad.
-Que ricura, ¿me dejas que te toque un poco niña?
Asentí con la cabeza y ese hombre abrió más mi vestido y pasó sus grandes pero cuidadas manos por mis pechos que sobresalían del sujetador como los había dejado el otro.
-Mi mujer está en uno de esos almohadones con una pareja pero yo desde la última fiesta solo pensaba en sobarte preciosa. ¿Puedo quitarte esto?
Volví a darle permiso para que bajara mi vestido a la cintura y me quitara el sujetador.
-Que tetitas más ricas, suaves y blanquitas… me encantan. ¿Podría lamerlas?
Miré a Roberto que besaba y acariciaba a Laura mientras Cloe frotaba su polla sobre el pantalón. Nos miramos un momento y asentí a ese señor que bajó la cabeza y sacó su húmeda lengua para pasarla por mis endurecidos pezones.
Ver a Roberto con ellas me cabreaba y me excitaba, si a eso le unes las lamidas, mordisquitos y besos que propinaba el marido de Laura a mi sexo, más la lengua de ese hombre en mis tetitas me estaba matando de placer.
Empecé a jadear, entonces noté que me corría la braga y sentí la lengua caliente y húmeda en mi rajita. Succionó ligeramente mi clítoris y me arqueé, el otro mordisqueo uno de mis pezones mientras pellizcaba el otro y yo jadeaba como una posesa.
Vi que el hombre se masturbaba con la otra mano y entonces una mujer con una bata de seda medio abierta se acercó, se arrodilló ante el hombre y cogiendo su polla empezó a lamérsela.
Los jadeos de este aumentaron y podía oír las succiones de la mujer que se mezclaban con las que el propinaba a mis pezones.
-Que rica estas cariño podría correrme solo tocándote, pero que la puta de mi mujer se tragué mi leche aun me pone más cachondo.
Sus palabras me encendieron y el marido de Laura empujó su lengua antes de mordisquear mi botoncito inflamado.
-¿Quieres la leche ya zorra? Mira como me como a esta nena mientras te la tragas –le dijo cogiéndola del pelo con suavidad-
Jadeo mientras llenaba la boca de su mujer de leche y presionó más con sus dientes en mis pezones, eso disparó mi orgasmo y empecé a jadear corriéndome en la boca del otro. Este lamio mis jugos como un perrito.
-Gracias nena –dijo el hombre alejándose con su mujer a reponerse a una mesa-
-¿Supongo que no vas a dejar que te folle no?
Le miré apenada y este me besó.
-No te preocupes no hay que forzar nada. –dijo alejándose-
Me coloqué la ropa y me mezcle entre la gente, no quería mirar a Roberto, no quería saber qué hacía. Pase entre almohadones ocupados por parejas, tríos y mirones que se masturbaban, otros simplemente charlaban en las mesas. Pasé junto a la pareja de antes y el me ofreció un refresco, bebí con ellos y alabaron mi trabajo.
Mucho rato después volví donde había dejado al trio y vi al marido de Laura con una mujer doblada sobre una mesa mientras él desde atrás la penetraba con dureza, mientras Laura en la misma mesa cabalgaba sobre un hombre mirando la polla de su marido desaparecer dentro de la otra.
Oí a Cloe y me acerqué a un claro oscuro, ella jadeaba mientras se empalaba, podía ver las manos del hombre sobar sus tetas y di la vuelta agitada, esperando o más bien temiendo que ese hombre fuera Roberto. Cuando por fin le vi, me di cuenta de dos cosas, una que no era Roberto y la otra que me alegraba mucho que no lo fuera.
Me alejé pensando que podía estar con cualquier otra, conmigo se había distanciado un poco de la gente, pero no le vi por ninguna parte.
Pasó gran parte de la noche, había cuerpos sudorosos por todo, algunos descansaban, otros aun retozaban y alguno ya se había retirado.
Empecé a despedirme de la gente que había conocido y busque a Laura.
-Laura, si no me necesitas me retiro ya, estoy agotada –le dije cuando la encontré charlando en una mesa con más gente-
-ve preciosa, no llamamos
-claro
-¿Te llevo?-preguntó el marido de Laura amable-
-No hace falta yo ya me iba y la llevare a su casa –dijo una conocida voz detrás de mí-
-Gracias Roberto –dijo Laura-
De mala gana le seguí, entramos en la casa, cogí la bolsa y salimos hacia su coche.
-Enhorabuena, les has dejado perplejos con la organización de la fiesta, todos comentaban lo bien que ha estado.
-¿Y a ti que te ha parecido? –pregunte sin pensar-
-Todo estaba muy bien, ¿dónde te llevo?
-A mi casa –le indiqué el camino-
Por un momento estuve tentada a decirle “donde puedas follarme”. Ese pensamiento me encendió, odiaba desearle y no iba a permitir que él lo supiera.
-Son las siete de la mañana, ¿te importa si paramos a tomar un café?
-Tu mandas, me da igual meterme en la cama ahora o dentro de media hora
Paró en el primer bar que vio abierto y le seguí. Dentro había media docena de hombres tomando café y todos nos miraron. Ambos vestidos de fiesta yo con mi vestido hasta los tobillos de seda y el con pantalón y casaca negra quedábamos de lo más variopintos en ese bar.
Pidió los cafés y luego acercándose a mi oído me dijo:
-Están flipados viéndote y eso que no te han visto sentada en esa mesa con el vestido en la cintura y tus tetas perfectas al aire con los muslos separados y el cuerpo arqueado recibiendo placer.
Me encantó la descripción aunque tenía un punto amargo en la voz. Mi cuerpo reaccionó a sus palabras, a la cercanía de su cuerpo y a sus labios rozando mi oreja.
Miré a esos hombres anónimos alguno más joven que Roberto, otros más mayores y alguno debía ser de su quinta, pero ninguno de ellos conseguiría en mil años que mi cuerpo vibrara como lo hacía con él.
De nuevo me cabreo sentir así de vulnerable solo por unas palabras, por un roce…
-Veo que a pesar de ser reacio al final le estas cogiendo el gusto a las fiestas o ¿solo lo haces para complacer a tu amiguita? –le dije sin poder controlar mi rabia-
Di un sorbo a mi café y Roberto no contestó a mi indirecta, se bebió su café, pidió que debía y me sacó de allí.
-Niña no consigo entenderte, eso que acabas de decir sonaba a reproche.
Le miraba sin poder decirle que no era cierto y eso me encendía aún más. Ese hombre sacaba lo peor de mí.
-Fui a esas fiestas por primera vez por ti, me gustó simplemente porque te tuve. Luego me dejaste plantado. Al día siguiente me pediste que lo olvidara y me dijiste que jamás tendrías nada conmigo. Aun así ayer volví para verte, pero tu estuviste dispuesta para otros y aun así de nuevo me quede quieto, observé como pretendías que hiciera y ahora crees que puedes reprocharme algo?
-No te reprocho nada
-Claro tú simplemente eres de las que ni come ni deja comer
Entró en el coche ante la atónita mirada de un par de hombres que entraban en el bar.
Me metí avergonzada en el coche, sabía que tenía razón. Me llevó a casa y cuando busqué dentro del bolso no encontré las llaves, recordé que este se había volcado en el sillón de la habitación.
-No llevo las llaves –le dije contándole lo sucedido-
El sin decir nada sacó el móvil y marco un número, oí que hablaba con el marido de Laura. Oí que le decía que mañana iría por ellas.
-No puedo volver a conducir hasta allí, ven a mi casa, tranquila tengo una habitación de invitados. Dormimos unas horas y luego te llevaré a buscarlas.
Me parecía justo, era media hora en coche de nuevo. Asentí con la cabeza, entramos en la casa y le seguí.
-Esta es la habitación de invitados –dijo abriendo la puerta-
Pasé a su lado y nos rozamos, él no soltó la puerta y apoyó la cabeza en mi pelo apretándome contra la puerta.
-Ven a mi cama gloria, te deseo
-Mañana volveré a arrepentirme, no quiero liarme con nadie, ni contigo
-Sin preguntas, solo ahora…
Me perdí en sus ojos brillantes de deseo y me quemé en su hoguera. Bajó la cabeza y besó mis labios. Dos segundos después nos devorábamos camino a su habitación. Los botones de mi vestido volaban por los aires mientras él tiraba para quitarlos. Sus labios besaban mi cuello y la piel que quedaba al aire a cada botón mientras mis bragas se mojaban al notar el hambre con que me desnudaba.
-Me vuelves loco pequeña –dijo mordiendo la piel de mis pechos que sobresalían del sujetador-
Terminó con los botones y me despojó del vestido, siguió lamiendo cada centímetro de mi piel expuesta, bajando por mi tripa hasta las bragas que también bajó por mis muslos sin dejar de lamer mi carne caliente. Yo pasaba mis dedos por su pelo empujando su boca mi sexo.
Tenía las piernas cerradas y el mordisqueaba el triángulo bajo mi vientre mientras acariciaba mis muslos y mis piernas. Desabrochó mis zapatos y me los quitó cogiendo mi pie lamio los dedos y el empeine de rodillas ante mí, luego el otro. Apenas podía tenerme en pie excitadísima sintiendo su lengua por todas partes.
-Te comeré entera niña
Me dio la vuelta y subió por mis piernas hasta mi culo, también lo besó y lamió mientras estirando los brazos desabrocho el sujetador y liberó mis pechos.
Con ambas manos abrió mi culo y pasó la lengua por mi rajita, nunca me habían lamido así y estaba al borde de la locura. Me agarré a los pies de la cama dándole facilidades que su lengua agradeció golosa, haciendo círculos alrededor de mi ano, sentía la humedad, el calor y jadeaba como una perra.
-¿Te gusta pequeña?
-Si –grite extasiada al sentir su lengua dura empujar en mi ano-
Por primera vez en mi vida una lengua penetraba en mi ano, su caliente respiración en mi sexo era una locura maravillosa que me llevó al borde del orgasmo. Mi sexo palpitaba de deseo. Durante mucho tiempo lamió y lamió mientras yo jadeaba y suplicaba.
-Por favor, por favor
-¿Por favor que mi niña? Dime lo que quieres
-¡fóllame! –le grité-
Se incorporó y bajando el elástico de sus pantalones sacó su polla y la colocó en la entrada de mi vagina, me puse de puntillas y el glande presionó mi entrada. Se inclinó y mordió uno de mis hombros respirando con dificultad.
Empujó un poco y noté como entraba un poco, moví las caderas pero con una palmada me grito:
-No te muevas zorra
Dios iba a matarme, ese hombre me haría perder la cabeza por su polla; noté la yema de su dedo en mi ano y me quejé.
-¿Quieres polla verdad?
-Si
-Pues estate quieta o te castigare sin ella.
Empujó un poco y media falange venció la estrechez de mi ano, mordí mis labios cuando con un segundo empujón lo metió por completo. Dio un grito de dolor, que olvidé cuando empujó su polla llenando mi vagina, despacio rozó cada milímetro de esta. Di un alarido y el jadeo quedándose quieto.
-Mi niña no te muevas cariño dame tregua o esto acabara ya. Tu espectacular coñito como el resto de tu cuerpo es enloquecedor.
Su polla no se movía pero empezó a mover su dedo, este salía un poco y volví a entrar, el movimiento resplandecía en mi vagina y bastaba para que sintiera más su polla. Entraba y salía dilatando mi ano hasta entonces virgen, yo movía las caderas.
-Pídemelo
-Fóllame Roberto, dame polla
Dio un gritito y empezó a moverse al unísono me sentía doblemente penetrara y enseguida me corrí entre gemidos y espasmos. El orgasmo fue apoteósico como ninguno y justo cuando bajaba la intensidad empujó más fuerte empotrándome más contra el mueble, aun de puntillas y noté su semen en mi interior; siguió y siguió mientras gritaba su orgasmo y volví a correrme con él.
Medio desmayada caí en la cama, el a mi lado y no recuerdo más. Mucho rato después desperté al oír el agua correr en la ducha.
No quería pensar, no quería hacer lo correcto, quería volver a sentir lo mismo que unas horas antes.
Le vi en la ducha y el me vio.
-Buenos días gatita, tengo tres cosas que ofrecerte.
-Dime
-Puedo ofrecerte un café, puedo ofrecerte llevarte a por las llaves sin más y luego llevarte a casa
-¿Y la tercera?
-Ven y te lo enseño –dijo agarrándose la polla-