La venganza del pagafantas II

Sigen las aventuras del pagafantas.

Capítulo II Revelación.

Yumiko se negó en redondo a comer desnudos, así que nos pusimos unos albornoces blancos de los que estaba bien surtido el apartamento, y dimos buena cuenta del opíparo desayuno que nos habían preparado.

Saciados por la comida nos dirigimos a la habitación principal, y les cedimos a las chicas la cama para que repusiesen fuerzas mientras Yumiko y yo nos quedábamos en un sofá con una chaise longue que haría las veces de cama. No tardamos en quedar todos dormidos, aunque Yumiko y yo despertábamos cada poco con las caricias que uno le propinaba al otro. Varias horas después, Yumiko me miró fijamente con sus almendrados ojos negros mientras su cabeza estaba apoyada en los cojines del sofá..

— Podemos hacer que los demás hagan lo que queramos. —Me susurró a bocajarro.

— ¿Qué?

— Eso. Podemos saber lo que piensan, y podemos hacer que hagan lo que nosotros queramos. Ya lo sabías en realidad, aunque no fueras consciente de ello. O ¿qué piensas que pasó en tu partida de cartas? ¿Qué eres un gran jugador? — dijo con sorna.

Me quedé mirándola pensando que estaba como una cabra. Pensándolo bien, que una chica tan joven se metiese voluntariamente en una orgía como la que habíamos tenido con un viejo como yo… era indicativo de que muy bien no estaba de la cabeza…

— ¿O tal vez que eres tan irresistible que una chica tan joven como yo quedaría perdidamente enamorada de ti? — dijo con una sonrisa malévola. — Ah, sí, es verdad, que estoy loca como una cabra. Sí, eso también es una explicación plausible. Aunque pensándolo bien… que una mujer se corra de esa manera solo por hacerte una mamada… tiene que subir bastante tu ego ¿no?

— A ver, a ver. — dije incorporándome y apoyándome en un codo — ¿Quieres decir que puedo hacer que los demás hagan lo que me de la gana? ¿Es eso?

— Bueno… no van a hacer nada que no quieran, eso no.

— Vaya, ya me bajaste el vacilón. Yo que quería tirarme a todo el catálogo de Victoria Secret— dije con ironía.

— Puedes, si quieres…

— ¿No dijiste que no podía hacer que hicieran nada que no quisieran? La verdad es que me gustaría despertar entre Bella y Gigi Hadid haciéndome una mamada a dúo — dije entre carcajadas.

— Bueno, no harán nada que no quieran hacer, así que lo que tienes que hacer es que ‘quieran’ hacerlo. — dijo de nuevo con aquella maldita sonrisa de superioridad. — De todas formas sé perfectamente que no piensas en absoluto en esas modelos. Olvidas que puedo leer tu mente Javier San.

La verdad es que tenía razón. Lo había dicho solo con la esperanza de picarla un poco.

— Vale. Voy a pensar un número del uno al 10 y dime cuál es…

— No. Eso es muy fácil. Un décimo de probabilidades de aceptar solo por pura suerte. Piensa un número del uno al infinito y te diré cual es.

Sonreí por su atrevimiento. El albornoz se le había abierto ligeramente y dejaba ver completamente su pecho izquierdo coronado por aquel pezón insolente. Una hermosa vista.

— Eso no es un número Javier San. Pero gracias por considerar hermosos mis senos.

— Vale listilla. Dime qué número estoy pensando.

Yumiko enarcó las cejas y soltó una risa cantarina.

— Jajaja… realmente eres malo. Ciento once millones ciento once mil ciento once. Fácil de recordar y difícil de acertar ¿eh? Jajaja….

Empezaba a estar realmente mosqueado. Cómo había acertado lo ignoraba, supongo que algún truco de magia circense o algo así.

— Escucha. Vamos a hablar en serio primero, y luego me preguntas lo que quieras y haces los chistes que te de la gana. Pero escucha hasta que termine y no me interrumpas. ¿Vale?

— OK. — respondí.

— No hay mucha gente como nosotros. Muy pocos en realidad. Pero tenemos ciertas… “habilidades”. Podemos leer la mente de los demás con solo tocarlos. Recordarás que en nuestro primer encuentro salí y me puse unos guantes para no tocarte. Ignoraba que no sabías de tus capacidades y pensé que te habían contratado para lo mismo que a mí. Dirigir las negociaciones a nuestro favor.

No se sabe aún cómo funciona. Pero el caso es que lo hace. Podemos ver los pensamientos y las emociones de los demás. Podemos influir en sus decisiones si lo hacemos con cuidado. Y lo más importante, podemos multiplicar esas sensaciones o incluso llegar a anularlas casi por completo. Algunos cuentan que es un intercambio de feromonas mucho más complejas a nivel epitelial… desde un punto científico es absurdo, pues las feromonas no  tienen capacidades más allá de acentuar estados de ánimo, pero es lo más aproximado que podemos decir. Explicaría esos aumentos o disminución de sensaciones, pero no evidentemente los procesos de pensamiento cerebral. Tal vez sea eso y algo más, no lo sabemos.

— Pues vaya mierda. No puedo acostarme con ningún Ángel — respondí.

— No vas a ponerme celosa Javier. — rió — Por dos razones. La primera es que realmente sé lo que piensas. Y la segunda es que no estoy enamorada ni nada por el estilo. En realidad ni siquiera me gustas físicamente, aunque eso en realidad importa poco.

— Entonces ¿Por qué te has acostado conmigo? — respondí algo picado.

— No te sientas mal. Podrías ser mi padre, tenlo en cuenta. Y físicamente… seamos serios, aunque tienes potencial, podrías estar mucho más en forma ¿no crees? Ya, ya sé que has tenido un infarto, pero precisamente ha sido por lo poco que te cuidas. Pareces por lo menos diez años más viejo…

Pero si piensas un poco verás lo poco aconsejable que es tener una relación en la que tu pareja sepa en todo momento lo que estás pensando o lo que has hecho o piensas hacer. Sin un momento de privacidad. Es como estar sentada en el baño y tu pareja mirando todo lo que haces… incómodo. Debemos tener momentos de privacidad, y con una pareja como nosotros eso es del todo imposible.

— ¿Entonces?

— Simple. Es muy raro un nacimiento de alguien como nosotros. A veces, y son raras veces, de un matrimonio entre una persona normal y alguien como nosotros nace un niño con nuestras habilidades, pero es muy raro. Ni una vez de cada veinte que se sepa, aunque las estadísticas en esto son escasas. Todos queremos estar en la sombra. Pero… nadie sabe de dos como nosotros juntos. O nadie lo ha divulgado, claro, que también es posible. Sea como sea, quiero quedar embarazada y que mi hijo sea como yo. Tú aumentas muy mucho las probabilidades.

— ¿Solo me quieres entonces como semental?

— Jajaja… bueno, si es que lo quieres mirar así, sí. Mira, no sé la razón de nuestras habilidades. Puede que sea como las pelis de mutantes y seamos la evolución de la raza humana, no lo sé. Pero somos muy, muy pocos. Sin ninguna conexión los unos con los otros. Blancos, negros, amarillos, mestizos… hay de todas las razas y géneros. Tengo un año para quedar embarazada. En cuanto pase, tendré que volver con mi “familia” y solo nos podremos ver de cuando en cuando para seguir intentándolo. Y antes de que digas nada, que sepas que la tasa de fertilidad de nuestra gente es… increíblemente escasa. La opción de fecundación en un hospital queda descartada salvo que no haya otra posibilidad, no queremos que haya investigaciones paralelas no controladas por nosotros.

— Vale, o sea, que tengo que follar contigo como un conejo durante un año.

— Básicamente, aunque no creo que sea una labor especialmente desagradable para ti ¿no?. Aunque te compensaré, tenlo en cuenta.

— ¿Cómo?

— Entrenando tu mente, y educándote para que puedas sobrevivir. No te iba a quedar mucho tiempo.

— ¿Eh?

— Puedes arreglar tu cuerpo. Eso sí que puedes. Mira, puedes aprender cualquier cosa que sepa la persona a la que lees. En poco tiempo sabrás lo que él sabe. Pero imagina que entras en la mente de Usain Bolt. Por mucho que quieras no podrás correr como él. Sabrás toda su técnica, su preparación, sus sensaciones en carrera, pero jamás podrás correr como él.  Pero… tu cuerpo sí que cambiará. Entrenarás y adelgazarás rápidamente. Como cualquier deportista de élite. Tu cuerpo responderá de una manera nueva, tus músculos te parecerá que saben cómo tienen que desarrollarse. Los forzarás tú mismo a ello. Tendrás tu límite, pero estará mucho más lejos de lo que puedas pensar. Será el límite que ponga tu genética. Tu corazón se fortalecerá y taponará esas fibras que ha matado el infarto. En resumen, es como si volvieras a ser joven de nuevo.

A partir de hoy, tendrás dos objetivos. Uno, ponerte de nuevo en forma. Eso servirá además para aumentar tu fertilidad. Y otro, tener un estado financiero que te permita la independencia de tu trabajo y tiempo para progresar con tu mente. Por cierto, Elisabeth es la del dinero en su pareja. Nos puede resultar interesante de cara al futuro, no lo olvides…

— Ya tengo independencia financiera — exclamé algo molesto.

— Hablo de independencia real, Javier. Yo la tengo, pero estoy atrapada con otro tipo de ataduras. Tú no. Eres libre, y debes seguir siéndolo. Pero si tenemos un hijo y las cosas se ponen mal para mí en mi tierra… tienes que poder ocuparte de él. No digo que vaya a pasar, pero las relaciones entre clanes antiguos en Japón son… complicadas. Nadie sabe de ti. Tienes que seguir siendo invisible para los que son como nosotros. Serás mi seguro para el niño.

Inspiré profundamente. No me creía nada de lo que me estaba contando, que me parecían más bien los desvaríos de una lunática. Pero Yumiko sonrió y me apretó una mano a la vez que me indicaba con la cabeza cómo nuestras acompañantes se empezaban a mover sobre la cama, signo de que su despertar era inminente.

— Vamos a descansar un poco de toda esta información anda, y de paso empezarás a practicar, así dejaras de verme como a una lunática. Levántate y vete tocándolas de nuevo. Así podrás hacerlo todo desde el principio. Solo tócalas con la mano abierta sobre su piel. No intentes hacer nada. Solo tocarlas brevemente.

Ella se levantó también e hizo lo mismo que me decía a mí, mientras veía como las tres mujeres se desperezaban lánguidamente.

“ No hables” sentí la voz en mi cerebro. “Esto es algo que jamás debes hacer. Nada de hablarle a la mente a quien quieras leer o influenciar. Sólo imágenes, sentimientos, nada de palabras”.

Miré asombrado a Yumiko que me guiñó un ojo.

“Imaginemos que quieres que Lisa bese a Rachel. En la fogosidad de un encuentro sexual puede ser fácil, incluso que sea por propia iniciativa, pero así, en frío… ¿cómo lo harías?”

— Ni idea. — respondí desorientado en voz alta.

“No hace falta que hables. Solo piensa en mí y vocaliza a mi mente. A mí sí me puedes hablar con palabras, es más rápido, pero jamás, jamás, lo hagas con otra persona. Para empezar concéntrate en Elizabeth, mírala hasta que puedas ver por sus ojos. Ahora piensa en la cara de Rachel... necesitas ver la cara de Rachel con los ojos de Elizabeth… haz que la mire… ahora mira fijamente labios de Rachel… siente como respira Elizabeth, haz que inspire más profundo, piensa en lo delicioso que sería besar esos labios… te mueres por besarlos… deben ser como unas fresas jugosas… eres Elizabeth… notas ese calor bajo tu vientre… haz que aumente ese calor… necesitas besarlos… solo piensas en sus labios y en ese calor ahí abajo…”

Al momento Elizabeth pegó sus labios a Rachel que curiosamente no la rechazó pegándose a ella. Al parecer mi maquiavélica compañera había hecho su trabajo en la rubia. Un gemido de ambas fue el premio a mi primer ejercicio.

“Vamos al sofá. Miraremos desde allí y así podemos hablar mientras.”

Las dos panameñas se estaban quitando la poca ropa que llevaban apresuradamente. Al parecer habíamos creado un incendio y no iba a ser fácil de apagar. Las piernas de ambas se entrelazaron apretándose y frotándose una contra la otra mientras sus bocas se devoraban.

Las manos de Sammy se unieron a ambas acariciándolas por la espalda y haciéndolas estremecer. Yumiko aprovechó para dejar caer otra de sus perlas:

“Si le hablas a alguien directamente a su mente con palabras pensarán que están locos por oír voces o que alguien los está manipulando. Y no querrás ni lo uno ni lo otro. Por eso te dije que nada de palabras. Además, dirigirte en tu idioma a un finlandés iba a ser complicado” ironizó.

Al rato, Sammy sonrió y se bajó de la cama rebuscando entre las bolsas de las compras que había dejado apoyadas en la pared. Tras soltar un pequeño gemido, se levantó y observé asombrado que se había puesto un arnés en la cintura del que sobresalía un enorme falo de plástico. Al parecer, y por los leves movimientos de su pelvis, el falo era bidireccional y también se clavaba en las entrañas de mi chica de compañía. La cosa se ponía interesante, y mi albornoz se empezó a abombar a la altura de mi cintura para regocijo de Yumiko.

Sammy se subió a la cama y empezó a acariciar el trasero de Rachel. Metió sus manos por la raja de su culo hasta llegar a su vagina apretada contra la pierna de Elizabeth. Hurgó y hurgó hasta que Rachel jadeó y le dejó espacio moviendo su cadera adelante y atrás.

Yumiko deslizó su mano entre mi albornoz mientras miraba atentamente el espectáculo y sonreía.

Rachel ya gemía abiertamente, y Sammy le fue levantando poco a poco las caderas hasta que quedó apoyada en las rodillas, la cabeza y el pecho agachados besando a Elizabeth y con el culo obscenamente elevado y expuesto ante Sammy. Su espalda arqueada con el culo levantado se veía muy, muy sexy.

Sammy se mordió el labio inferior mientras con la mano dirigía el gigantesco consolador hacia la depilada vagina de la rubia. Esta, al notar la intrusión, respingó mientras notaba cómo entraba aquel misil en su interior. Parecía no tener fin. Su boca abandonó el beso a la morena mientras se abría formando una gran “o” para tomar aire ante aquella invasión.

— Oh… oh, OOOOHHHHHHHH….. — gritó con fuerza. — DIOSSSS…

Noté cómo la cadera de Sammy se juntaba hasta pegarse al culo de Rachel. Indudablemente ya tenía todo el consolador metido dentro. Despacio, fue sacándolo.

— ARGGGHHH… DIOS… UUUAAA…

Volvió a introducirlo, esta vez con más fuerza, y Rachel abrió los ojos de una manera exagerada mientras volvía a abrir su boca.

— OOHHH… AYYY… DESPACIOOOO, MMMM… ARRGGHHH…

Rachel mordió sus labios mientras notaba los embistes de Sammy, que al parecer también resultaba estimulada con ellos en su propio consolador, pues abría con fuerza las aletas de su nariz para recibir más aire.

Las dos estaban ya haciendo un coro de gemidos y jaleos mientras Elízabeth las miraba con envidia. Su mirada se desplazó hacia las bolsas que había a un lado de la cama, Yumiko me apretó con la mano para advertirme mientras me indicaba con la cabeza la acción.

En apenas unos momentos, la morena se había instalado otro arnés con un consolador, bastante menos grueso que el que Sammy había escogido, pero sin ser pequeño precisamente.

Le susurró algo al oído a Sammy, que sonrió con malicia y se salió de la sudorosa rubia que suspiró con alivio; acto seguido Sammy se recostó boca arriba en la cama con aquel mástil apuntando al techo.

Elizabeth tomó del brazo a Rachel colocándola encima de Sammy. La rubita arqueó las cejas al comprender que pretendía que se empalase ella misma. Con cuidado se puso sobre el consolador y fue doblando sus piernas poco a poco hasta llegar a clavarse entera.

— Ohhh… OOOHHHH…

— Muévete ahora Rachel. Queremos ver cómo te follas.

— AHHH… si, voy…es muuyy.. gmnnnnpfff… graaaaande…

Y empezó a mover sus caderas adelante y atrás entre gemidos cada vez mayores según iba aumentando la fuerza.

Elizabeth tenía en la mano un pequeño bote de crema, que yo no había visto hasta ese momento, y en cuanto sonrió vi claras sus intenciones. Introdujo por el culo de Rachel parte de la crema y empezó a masajear el trasero de la rubia con una mano mientras con la otra rodeaba el cuerpo de la rubia para perderse entre sus piernas. Yo podía “sentir” en mis manos la firmeza del culo de Rachel y la suavidad de su clítoris, y ya empezaba a creer en lo que mi japonesita me había estado diciendo. Entre los toqueteos y la tremenda follada que estaba dándose, no tardó en tener el primer orgasmo mientras movía a los lados su melena rubia.

— AAAAAAYYYY… AHORA… AHOOOORAAAAAA... AHHHHH… SIIII…

No la dejó descansar la morena, sino que poniéndose detrás de Rachel, apuntó su consolador hacia el orificio trasero de la rubita, que respingó al notar la intrusión estando como todavía estaba con los estertores del orgasmo.

— Q… QUE… GGGHHHH… AHH… AAAYYYYY….

— Tranquila Rachel, ya verás cómo vas a disfrutar como nunca en tu vida, — exclamó Elizabeth con los ojos brillantes por la excitación mientras con un golpe de riñones empezaba a empalar a su amiga y con un sonoro PLAAASSS le daba una palmada en sus expuestas nalgas.

— DIOSSSSSS… me vais a partir en dossss…. OOOOOOOOUUUAAA…

Exclamó al sentir cómo entraba en su culo y se notaba llena con los dos aparatos metidos dentro. Había sitios que notaba por ambos lados cómo se la estaban follando y la verdad es que la volvía loca. No sabía ya distinguir el dolor del placer, y aunque nunca había sido una entusiasta de su orificio trasero, en esta ocasión estaba totalmente fuera de sí. Notaba un continuo reguero de fluidos chorreando por sus muslos, y una presión tremenda y un calor en su bajo vientre que le provocaba oleadas de placer incontrolables. Por otra parte el chop, chop, que oía bajo ella al moverse sobre Sammy la estaba calentando aún más si cabe. Sin apenas descanso, notó cómo volvía a tensarse en los preludios de un nuevo orgasmo y se agitó violentamente.

— AAAYYY… NOOO… OTRA VEZ NOOO… AHHHHHHHH… ARGGGHHH… UUUUUAAA…

Exhausta, cayó exánime sobre Sammy murmurando de manera inconexa.

— Gggg…gghhh… ahhh… nnno p… puedo massss… aahh…

Sus brazos caían laxos y sin fuerza a ambos lados del cuerpo de Sammy, mientras su culo levantado seguían siendo taladrado sin compasión por su amiga, que por sus resoplidos y con los ojos cerrados y la cabeza apuntando hacia arriba, parecía a punto de correrse también.

El cuerpo de la rubita se movía adelante y atrás al compás de los embistes que le daban en el culo. Ya no tenía control sobre su cuerpo que parecía un juguete en manos de sus compañeras. Su párpados entreabiertos mostraban solamente el blanco de los ojos, lo que parecía mostrar que Rachel flotaba entre estertores en una especie de nirvana de placer apenas consciente. Y casi a la vez, sus dos compañeras gritaron al correrse al unísono. Elisabeth se dejó caer jadeante y sonriente a un lado de Sammy, que aprovechó para quitarse a la rubia de encima empujándola hacia el lado libre de la cama mientras esta seguía con su especie de pequeños espasmos.

— Buufff… qué pasada, — exclamó Sammy asombrada — ¡¡¡Me he corrido como nunca en mi vida!!!

— ¿Ves? — me susurró Yumiko — He multiplicado la intensidad del orgasmo de Rachel varias veces. Y también aumentado el de las otras dos, aunque no tanto, claro. Pero hay que tener mucho cuidado con eso. Liberar en plan bestia ese cóctel de hormonas es peligroso. La oxitocina, prolactina, dopamina y algo de adrenalina no deja de ser en realidad un chute de droga como otra cualquiera, y la gente se puede volver adicta. Pero quería que veas lo que se puede llegar a hacer.

Yumiko sonrió ladinamente y se abrió el albornoz reclinándose en el sofá mientras me atraía hasta situarme sobre ella.

— Y ahora, tu turno.