La venganza del cornudo
El ingenuo marido vuelva a casa antes de tiempo... y se encuentra con una caliente escena.
La venganza del cornudo
Luego de la historia ocurrida en la fiesta de disfraces con mi querida y dulce esposa (ver "Mi mujer no era como yo creía"), mis relaciones con ella cambiaron bastante. Luego del bochornoso episodio del yate, con dos jovencitos recién púberes, mi esposa me dio mil explicaciones, que a causa del alcohol, que por lo excitante de la noche, la novedad de sus juveniles amantes, etc.etc. y me juró que algo como aquello nunca volvería a ocurrir, que había sido solo un desliz sin importancia y que ella me quería solo a mí. Como ya se imaginan, mi ingenuidad en esa época rozaba con la boludez, por lo que la perdoné y reinicié mi vida de casados, eso si, aprovechando para hacer uso de aquellos orificios que anteriormente me habían sido vedados o por lo menos racionados y que los dos niñatos habían aprovechado extensamente, al parecer con bastante placer de su parte.
Con mi esposa vivíamos en un pequeño chalet en un bonito barrio residencial de nuestra ciudad. Lo cierto es que era un grupo de casas con ante-jardín y un pequeño patio posterior, todas idénticas, excepto por el color. Nuestros vecinos eran en su mayoría gente de mediana edad, con hijos ya adolescentes, pero menores que nosotros por supuesto. Por consiguiente, en el barrio no teníamos muchos amigos, pero en la casa del lado vivían junto a sus padres ya cuarentones un par de hermanos, mejor dicho hermano y hermana, de 17 y 16 años respectivamente. Ambos rubios de ojos azules y de muy buen físico, especialmente la hermanita, que aparte de tener una cara bellísima, tenía pinta de modelo, piernas largas y torneadas, colita paradita, abdomen plano y un par de tetitas redondas y levantadas que se adivinaban deliciosas. En resumen, dentro de sus cortos años ya era una hermosa mujercita.. El jovencito no lo hacía mal para sus 17 años: alto, bastante musculoso, pero con cara de bebé y aspecto de inocente.
Este par de jovencitos siempre conversaban con nosotros por encima de la verja que separaba nuestras casas. Especialmente la joven siempre me entablaba conversación, pues sabía que yo estudiaba medicina y su sueño era ser médico algún día.
Al parecer sus padres eran bastante estrictos y por ello pasaban mucho tiempo en casa, no salían casi nunca y cuando lo hacían, siempre volvían muy temprano. Por supuesto ambos iban al colegio todavía y muchas veces salimos juntos en la mañana a tomar el microbus, aunque nos dirigíamos a destinos diferentes.
Esto estableció una pequeña amistad entre mi mujer y yo y estos vecinitos, los que en ocasiones iban a mi casa a acompañar a mi mujer, que pasaba mucho tiempo a solas. Los padres al parecer nos tenían bastante confianza y no ponían problemas para estas visitas.
La verdad es que la joven vecina era muy atractiva y en muchas ocasiones me di cuenta que sentía un cierto grado de admiración por mí, lo que mas de una vez me hizo tener malos pensamientos con ella, pero que rechazaba por sus cortos años y por mi amor a mi joven esposa.
Un día, debido a una huelga en mi facultad, bastante frecuente en esa época, me encontré sin nada que hacer a las 10 de la mañana. Había tenido turno la noche anterior y estaba libre por lo menos dos días, según lo que durara la huelga, por supuesto.
Como recordarán, yo no llevaba aún dos años de casado, así que decidí darle una sorpresa a mi adorada esposa. Compré unas flores, unos chocolates y una botella de licor dulce que sé que a ella le encanta y me dirigí a mi casa para tener una sesión de sabroso sexo.
Llegué a mi casa como a las 11 a.m. Era una hermosa mañana de primavera y yo ya llevaba una erección de miedo, pensando en lo que íbamos a hacer los dos. Abrí silenciosamente la puerta, dejé las cosas en la cocina. Me llamó la atención que la casa estaba algo desordenada aún, como si mi esposa no hubiera hecho el aseo. "Se quedó dormida", pensé "no me esperaba hasta la tarde"
Caminé sigilosamente hacia el dormitorio, para no despertarla. Por el camino me fui desnudando rápidamente, para meterme en la cama con ella y despertarla con sexo.
Me llamó la atención que la puerta del dormitorio estaba cerrada, pero como sé lo miedosa que es mi mujer y esa noche estuvo solita (eso es lo que yo creía), se encerró por miedo a los ladrones, pensé.
Como aún quería sorprenderla, busque en mis pantalones, que ya había dejado en el suelo, la llave del dormitorio y abrí silenciosamente.
Y heme allí, completamente desnudo, con la verga erecta, parado en el dintel de la puerta y mi mujer en mi lecho matrimonial con los dos jóvenes de al lado, todos desnudos y mezclados en una suerte de lucha libre. Me quedé helado. Cuando pude mirar con mas detenimiento, me di cuenta que mi joven vecino tenía ensartada a mi mujercita linda por la vagina, con un miembro de proporciones algo anormales para su edad, y mientras él le daba duro en posición de perrito, mi dulce esposa chupaba con ansia la conchita de la linda vecinita, la cual tenía los ojos cerrados y una sonrisa en los labios. Estaban de espaldas a la puerta y la única que podía verme era la pequeña de al lado, que no abría para nada los ojos y movía su cabeza de lado a lado, demostrando que mi mujercita se manejaba bien en las artes de Lesbos. Instintivamente llevé mi mano a mi verga y comencé a masturbarme, mientras miraba el culo del jovencito moverse con ímpetu contra las caderas de mi dulce esposa.
Me dije "¿Que hago ahora me voy o participo ?"
Me decidí por lo segundo, y aunque no tengo inclinaciones homosexuales, decidí que mi venganza sería pagar con la misma moneda. Me acerqué lentamente a la cama, apunté con mi verga al orificio anal del muchachito y se lo mandé guardar de una vez.
El grito se sintió hasta las casas vecinas, creo y el muchachito trató desesperadamente de sacar mi verga de su culo, retorciéndose como una serpiente, solo consiguiendo hacer gozar más a mi mujer, la que ya lanzaba alaridos de gusto. En ese momento la vecinita notó mi presencia, se puso colorada y trató de taparse sus lindos pechitos, que eran tal como yo los imaginé deliciosos.
Le hice un gesto de silencio con mis labios, mientras sujetaba con fuerza las caderas del niñato y le metía mi verga hasta el recto. En ese momento noté que el jovencito ya no trataba de escapar, si no que seguía follando a mi mujer y repentinamente al parecer eyaculó y cayó estrepitosamente sobre la pareja lésbica, con mi verga aun ensartada en su culito.
Lo retiré de encima de mi mujer y en el mismo impulso metí mi verga en el culo de ella.
Levantó su cabeza sorprendida por la intromisión anal, dio vuelta la cabeza y se quedó helada.
"¿Qué haces aquí?"- me preguntó con sorpresa.
"Ya vez, le contesté te estoy culeando"
"No, no ¿que haces en casa a esta hora?.
"Me vine mas temprano para darle algo de sexo a mi querida esposa"- le dije "parece que se me adelantaron, pero ya me estoy poniendo al día".
La cara de mi dulce esposa era de antología. Trataba de mirarme a la cara, pero yo seguía mete y saca en su culito respingón, hasta que ella se entregó y empezó a moverse a mi ritmo. Mientras, la jovencita debajo de mi mujer me miraba con los ojos desorbitados, pero con una extraña sonrisa en su boca. La miré seriamente y le dije: "Después te toca a ti". Ante lo cual ella sonrío abiertamente y comenzó a chupar los senitos de mi dulce esposa, que ya parecía haber olvidado todo y se retorcía de placer con mi verga dentro de su culo,
En ese momento me llegó mi orgasmo y vacié todo el contenido de mis testículos dentro del recto de mi "amante" esposa, al mismo tiempo que ella gemía con un orgasmo descomunal, que la hizo desplomarse sobre su joven amante.
Me incorporé, sentándome en la cama y contemplé el espectáculo. Mi mujer despeinada y sudorosa, el chico del lado hecho un ovillo en la cama mirándome con ojos de susto y la vecinita con esa enigmática sonrisa aún en su rostro.
"Y bueno"- exclamé- "¿De que se trata todo esto?"
Mi mujercita, bajando la mirada, me explicó que había invitado a los dos vecinitos a pasar la noche para no estar sola mientras yo estaba en turno. Que originalmente ella se había acostado con la jovencita en nuestra cama y que el muchacho se había acostado en la habitación de al lado (solo teníamos dos dormitorios). Y que mientras charlaban antes de dormirse, de pronto se empezaron a tocar mutuamente. De ahí, a besarse y luego las caricias se hicieron más intimas. Al parecer hicieron algo de ruido y apareció el joven que estaba durmiendo desnudo. Al verlas, se sorprendió mucho y mi mujercita lo invitó a unírseles.
"Y una cosa llevó a la otra y pasamos toda la noche gozándonos mutuamente" me dijo mi dulce esposa, levantando la vista con cara de picarona, ya que notó que mi verga estaba de nuevo en pie de guerra.
"Claro y yo el estúpido trabajando como bestia mientras ustedes se divertían" reclamé, mientras miraba el rubio pubis de la adolescente de al lado (era rubia natural evidentemente).
"Bueno esto no va a quedar así" dije "no otra vez"
Me di vuelta, apoyé mi espalda en la cabecera de la cama y les dije "Ustedes dos aquí"- mostrándoles mi pene erecto "A chupar las dos putitas". "Y tu mientras puedes hacerte una paja, le dije al muchachito a menos que también quieras chupármela".
El jovencito me miró con cara de odio, pero no dijo nada.
Para mi sorpresa, las dos bellezas se acostaron una al lado de la otra en la cama, cada una sobre una de mis piernas y empezaron a lamer y chupar mi pene con ansia. Mientras mi mujercita lamía mis testículos, la dulce jovencita rubia se metió mi verga en su jugosa boquita y empezó a mamar como una reina. Si no fuera porque poco antes había acabado en el culo de mi esposa, me habría hecho eyacular con tres o cuatro mamadas. Era una experta la niña. Mentalmente me hice el propósito de preguntarle después donde había practicado antes. Ella no era una aficionada entusiasta. Sabía lo que hacía.
Mi esposa la apartó y también se metió mi verga en su boca. No lo hacía mal, pero la verdad la lolita lo hacía mejor. O sería el morbo de ver esos ojos azules y esa carita de adolescente chupando con ansia, lo que hacía que la experiencia con ella fuera alucinante.
Mientras, ambas refregaban sus chochitos contra mis piernas, las que ya estaban mojadas de tantos jugos que ellas secretaban.
Las detuve levantando sus cabezas con mis manos y tomé a la rubiecita, la agarré por la cintura y la empalé en mi verga. Entró como en mantequilla. Antes de que yo hiciera nada más, ella empezó a cabalgar como condenada sobre mis caderas, moviéndose de atrás adelante y de vez en cuando haciendo círculos con su pelvis. Se notaba que tenía experiencia, no cabe duda, y lo gozaba mucho también. Su mirada brillante no se apartaba de mis ojos y sonreía con satisfacción. De pronto sentí como los músculos de su vagina se contraían apretando aun más mi verga, puso sus ojos blancos y se desplomó sobre mi pecho.
El muchachito, mirándome con algo de susto, empezó a acariciar las nalgas de mi mujer, la que no mostró ninguna señal de molestia, evidentemente. Se levantó, se puso de rodillas y mirándome como pidiéndome permiso. Empezó a introducir su verga ya muy dura y engrosada entre los cachetes del culo de mi dulce esposa, la que ni tonta ni perezosa, levantó el culito, dando acceso a la gran verga del adolescente, el que primero la embadurnó con sus flujos y enseguida procedió a metérsela lentamente en el orificio posterior. La cara de mi mujer era una poesía de placer. El chico no apartaba su mirada de mi, como esperando que yo lo detuviera. Yo solo lo miraba, sin hacer un gesto.
Me desentendí de él y me di vuelta hacia la jovencita rubia.
Le dije" Te vas a poner en la misma posición de mi putísima esposa"
Ella me miró con ojos de susto y me dijo "Nunca lo he hecho por atrás"
"Bueno, ya va siendo hora de que estrenes tu ultimo orificio virgen"- afirmé "vamos a tratar de que sea lo mas placentero posible".
Cogí un pote de crema de manos que mi mujer tenía en el velador, la hice ponerse en posición de perrito al lado de mi mujer, unté abundantemente mi verga, luego pocedí a lamer su culito rosado y apretadito, el que se dilataba y contraía con el roce de mi lengua. Tenía un culito delicioso también.
Una vez que conseguí meter la punta de mi lengua en su ano, procedí a meter mi dedo índice embadurnado en crema. Se movió algo inquieta pero suspiró de placer. Enseguida metí dos dedos y comencé a dilatarla en círculos. Sus suspiros se transformaron en gemidos. Cuando estimé suficiente, metí un tercer dedo y allí ella me pidió con desesperación: "méteme la verga, por favor, no aguanto mas
Como los deseos de una mujer son ordenes para mí, metí el glande en su anito cerrado, ante lo cual ella dio un grito de dolor.
"¿Lo saco?" pregunté.
"Nooo solo espera un poquito que me acostumbre" me dijo volviendo su hermosa cara y lanzándome un beso.
Poco a poco, ella misma empezó a moverse hacia mí, empujando con sus nalgas y abriéndoselas con las manos para permitir un paso más expedito.
En pocos minutos, lo tenía todo adentro de su recto. Que apretado y cálido se encontraba mi pene dentro:
Ahí empecé a metérselo y sacárselo cada vez más rápido. Ella comenzó a lanzar gemidos de excitación, mientras agitaba su cabeza para todos lados. Su cabello rubio danzaba con frenesí, mientras yo no pudiendo aguantar más, me vine copiosamente dentro de su intestino. Al sentir mi semen en su interior, ella lanzó un largo suspiro y también acabó dejándose caer en la cama.
Al lado nuestro, casi al unísono, su hermano y me esposa acababan casi simultáneamente.
Nos dejamos caer todos agotados en la cama, que en ese momento estrepitosamente se fue al suelo al ceder sus patas. Muertos de la risa, nos quedamos allí, acostados, mirándonos unos a otros sin poder cree lo que había pasado.
Luego que nos vestimos y comimos algo, lo muchacha me confesó que hace tiempo quería hacerlo conmigo, pero no se atrevía por mi mujer. Esa noche vio la oportunidad de que mi mujer consintiera que tuviéramos relaciones, seduciéndola primero a ella (como si eso costara mucho), y metiendo de paso a su hermanito, que deliraba por mi mujer.
El muchachito me dijo que nunca se esperó que alguien le hiciera lo que yo le hice, pero que entendía que había sido en venganza y la verdad no lo había pasado tan mal.
Esa tarde, después de que los chicos volvieron a su casa, con mi mujer nos miramos y ella con cara de pícara me dijo:
"No te preocupes la próxima vez que los invite a acompañarme te aviso para que cambies el turno "