La venganza de sus compañeros

De nuevo, por una deuda adquirida con un usurero, una pareja se ve sometida por sus antiguos compañeros que disfrutarán sin piedad de la mujer

Aunque mantenía frecuentemente reuniones con “El Calvo”, no había vuelto a existir ninguna venta de deuda desde hacía meses (Ver relato “Sometiendo a Fátima”)

Aquel día me explicó que tendría que encargarme de otro trabajo. Los deudores, una pareja de casi cuarenta años y el acreedor un empresario de otra ciudad. Unos meses atrás habían realizado un viaje al norte de África y a la entrada encontraron en la maleta del marido una pequeña cantidad de droga. A pesar que él siempre negó que fuera suya, las autoridades no le creyeron. El hombre tuvo que quedarse allí y ella se vio obligada a buscar dinero para solucionarlo. El resto de la historia es deducible. El dinero fue prestado por “ El Calvo”. El matrimonio no puede pagar, y la deuda es vendida.

Al día siguiente viajé a la residencia de quien habían adquirido la deuda para ultimar los detalles. Era una ciudad a 300 kilómetros de la nuestra. Estábamos a martes, y el viernes organizaríamos el evento en el que pondríamos a disposición del empresario y sus amigos, al matrimonio .Acudirían él y otros tres muchachos jóvenes.. Usaríamos un enorme chalet equidistante a todos, no muy lujoso, aunque con piscina y todas las comodidades, que solían alquilar para despedidas de solteros. La pareja iría engañada a la casa y los acreedores, además disfrutar de la esposa, podrían hacer todas las fotos que deseasen del encuentro, algo que sin duda, daba mayor valor al producto que compraban.

Uno de los esbirros del mafioso ya se había encargado de asustar a la pareja, pidiéndoles el dinero, que evidentemente no tenían y después, haciendo algún pequeño destrozo en la casa cuando estaba vacía y de esta forma, aumentar su vulnerabilidad psicológica e incrementar su miedo.

Me presenté en casa de Rocío y Mauro para concretar la cita con ellos. Era una mujer atractiva, rubia, no muy alta y con un tipo estupendo. Al saber que venía de parte del usurero se mostraron temerosos, pero poco a poco me fui ganando su confianza. Me enumeraron los escasos bienes que tenían y su deseo de vender, pero necesitaban más tiempo.

Les tranquilicé explicándoles que mantendríamos una reunión con unos empresarios el viernes a mediodía y saldar la deuda. Comeríamos con ellos y les ofrecerían la solución a sus problemas. La pareja eran padres de una niña de 9 años. Deseaban salir del atolladero, y aunque me preguntaron la forma en que se haría, extrañados por la fácil solución, no les di pistas. Me despedí, indicándoles la dirección y la hora del encuentro. Ellos buscarían una excusa para no asistir al trabajo y una canguro para su hija.

El viernes 17 de junio por la mañana, el veterano empresario, Rafael.  junto a tres jóvenes, Gabi, Joan y Vicent, trabajadores en su momento de aquella empresa, se reunieron con “El Calvo” y conmigo . Les llevé a la casa y me explicaron los motivos sobre el por qué harían esto. Supe allí que Mauro estuvo trabajando en una fábrica propiedad de los socios. Había sido un líder sindicalista, que terminó radicalizándose y el conflicto terminó con la inviabilidad de la empresa y al final, con su cierre. Rocío también era empleada de la empresa. Era considerada mala compañera, sobre todo tres chicos bastante más jóvenes que ella, en especial Vicent, que trabajaban a sus órdenes en el almacén. Los tres se encontraban allí.

A la hora prevista, vi que de un obsoleto coche, en su día de lujo, bajó la pareja para dirigirse a la puerta de la casa. Rocío vestía elegante, con un pantalón negro y una camisa blanca. Un servicio de catering había dejado en otra habitación de la casa abundante comida y bebida.  Les observaba desde la ventana. Se les veía nerviosos, con pasos inseguros. Antes de llamar a la puerta vi como se besaban en los labios y se agarraban de la mano.

Yo fui quien abrió. Ella me saludó con dos besos y él con un apretón de manos. Se mostraban nerviosos. Les acompañé hasta donde se encontraban los demás. Al entrar en el salón y ver a los que en su día fue su jefe y excompañeros, cambió la cara al matrimonio.

Mauro pidió educadamente que le explicase la situación y el motivo de encontrarse con aquellas personas.

  • La deuda que teníais con “El Calvo” ha sido vendida a estos señores y ellos la cobrarán esta noche. Podéis aceptar o no. Es vuestra decisión, pero sabéis ya las consecuencias que tendría si os marcháis ahora.
  • ¿Cómo pagaremos la deuda? No tenemos dinero.
  • Pues sólo trabajaréis unas horas para nosotros, en especial Rocío – Respondió Rafael.
  • ¿Cómo? ¿A qué te refieres con trabajar?
  • Pues que será complaciente con nosotros. Hará todo lo que le digamos.

La pareja se dio cuenta de lo que les estaban pidiendo y palidecieron. Ella comenzó a llorar y se acercó a Mauro buscando consuelo. La pareja se miraba y se abrazaba durante unos instantes los que se podía cortar el hielo.

  • Salid a la calle. Dad un paseo y volved en no más de diez minutos. Si no aceptáis podéis marcharos y “El Calvo” se encargará. Recordad sobre todo que tenéis una hija.

El matrimonio salió a la calle. Miramos por la ventana y les veíamos hablar, abrazarse y separarse bruscamente. El terror que tenían a la banda de “El Calvo” y lo que podría sucederles a ellos, a su familia, y sobre todo a su hija, hacía que no tuvieran alternativa. Unos minutos después, el matrimonio, lloroso y cabizbajo, estaban de nuevo en el salón.

  • Mauro. Tú nos jodiste el negocio y ahora …........ Rocío......... Fuiste cruel con nosotros. Eras altiva, y mala persona. Siempre pensamos que eras un bombón. Ocho años después, lo sigues siendo. Siéntate en ese sofá.

Intentó convencerlos excusándose en aquellos momentos y que lo sentían. Una nueva amenaza obligando a decidir si aceptaban el trato hizo que la mujer obedeciera, y se sentara mientras que su marido quedaba de pie, en una esquina, impotente ante lo que iba a suceder.

  • Haremos unas fotografías para recordar todo lo que aquí pase esta noche. Es parte de vuestro pago. De momento puedes seguir sentada, eso si, alégranos la vista. Empieza a desnudarte.

Rocío quedó recostada en el sofá. Estaba llorosa. Sabía por lo que estaba pasando pero aquello no tenía vuelta atrás. A la orden de Rafael su llanto fue más intenso y comenzó a desabrochar su camisa mientras unas cámaras de fotos y video, comenzaban a inmortalizar el momento.

Poco a poco la camisa se fue abriendo, quedando a la vista la percepción de unos generosos pechos. De nuevo volvió a pedirles clemencia, aunque la única respuesta que obtuvo fueron los disparos fotográficos.

Echando sus brazos hacia atrás, sacó la camisa y entre lágrimas se recostó en el sofá

  • A pesar de tener ya unos añitos, te sigues conservando a la perfección. Venga....... Levántate, colócate junto a la pared y quítate el pantalón.
  • Por favor. Os daremos todo lo que tenemos. No sigáis. No podéis hacer esto. Soy su mujer.
  • ¿Que no? Lo único que nos interesa en estos momentos eres tú. Mauro seguro que te disfruta a menudo. Nosotros no. Venga........Levanta y fuera pantalón.

Avergonzada se levantó y dándonos la espalda a todos comenzó a bajarlos, dejando a la vista una erótica braga brasileña color negro.

De nuevo en el sofá, intentó taparse con las manos pero los chicos abucheándola impidieron que lo hiciera. Cruzó las piernas en su lugar.

  • Esto comienza a ponerse interesante. Lo próximo será el sujetador. Tetas fuera¡¡¡
  • Yo quiero verle el coño. – Comentó impaciente Gabi.
  • Todo a su tiempo – Contestó su jefe. – Que se quite el sostén, pero hoy sois sus jefes, así que antes, que nos de un anticipo. Separa las patas, córrete la braga y enséñanos el chocho. Gabi tiene el capricho.

De nada sirvió que volviese a implorar. Le recordé que debía pagar ante su pasividad y su braga se desplazó, mostrándonos su peludo sexo.

  • Vaya.¡¡¡ No te has depilado. No pasa nada, eso lo arreglaremos luego. Me esperaba algo así. Ahora continúa desnudándote. Ya sabemos que es rubia natural.

Rocío se tomó unos instantes. Agobiada, angustiada por la situación, los cuatro hombres le dieron unos momentos de respiro, pero su inactividad pronto les hizo impacientarse. De nuevo, gimoteando y suplicando retiró lentamente el sujetador y casi de manera instantánea llevó las manos a cubrir sus pechos. Las dos cámaras que manejaban seguían fotografiando a la ya, semidesnuda mujer.

  • No, no, no. No te tapes. No he pagado tanto dinero para que ahora te tapes. Retira las manos, o yo retiraré mi oferta y deberás el dinero a quien te lo

prestó.

Sin respuestas a sus súplicas, no tuvo más remedio que obedecer. Sus manos se separaron lentamente de sus pechos para que pudieran contemplarlos. en frente del patrocinador y retirar sus pechos. De nuevo, una enorme ráfaga de clics fotográficos sonaron junto a las risas y a los comentarios jocosos de los jóvenes.

  • Unas tetas preciosas, tal y como las imaginaba. Veo que practicas el top less puesto que no tienes ninguna marca en las tetas y tu piel está morena.
  • Por favor, sólo utilizo rayos uva. Nunca lo hice. Dejad que me vista.
  • De momento, eres tú sola la protagonista, aunque tengo una idea para que Mauro participe. Luego os la contaré. – Replicó Rafael.- Por ahora, continúa con lo que haces. Quítate lo que te queda.

Rocío se colocó de rodillas en el sofá, de espaldas a los cuatro hombres. Tardó unos instantes. Los tres jóvenes comenzaron a jalearla lo que hizo que se hundiera aún más. Tuve que insistiría sobe el valor de la deuda y comenzó a bajarlo, despacio, hasta que Rafael la interrumpió.

  • Espera preciosa. ¿Por qué no te colocas de pie y así podemos contemplarte mejor?

Se levantó y se colocó en una esquina. Bajó su braga y la sacó por debajo de sus zapatos, que aún permanecían puestos. Miré en ese momento a Mauro que permanecía quieto, en la otra pared, cabizbajo y humillado por lo que estaba sufriendo su mujer, y él, obligado a verlo todo con sus ojos rezumantes.

Rocío se colocó de espaldas, intentando ocultar su sexo y tapando sus pechos a la vez que Gabi tomaba sus bragas y nos la mostraba al resto a modo de triunfo, para después tirarlas al rincón.

  • Jamás se me habría ocurrido que tendría a un metro a Rocío y yo con sus bragas en la mano.
  • Tu culo es perfecto, pero queremos ver, grabar y fotografiar tu coño. Así que gírate.

Entregada, se dio la vuelta, quedando por primera vez, totalmente desnuda. Me daba cuenta que era una mujer preciosa, muy bien conservada para su edad.

Joan y Vicent tomaron las cámaras y se levantaron para seguir plasmando las imágenes que querían conservar, y a tenor del comentario de este último, la odiaban muchísimo.

  • Rocío, Mauro. Aún sois muy recordados en la ciudad. Cuando enseñemos las fotos, vamos a ser la envidia de los que fueron nuestros compañeros. Venga, abre un poco las piernas.
  • No podéis hacernos eso. – Contestó la mujer entre sollozos.
  • ¿No? Haremos un buen montaje con ellas y un buen video. Os lo mandaremos para que tengáis un recuerdo.

La mujer cayó en el rincón, abrió las piernas pero sus manos taparon su sexo. Recordé que cuando yo viví aquella situación me enviaron un DVD con las fotos que nos hicieron. Ahora ya no amaba a quien fue mi mujer y no me causaba ninguna sensación desagradable el pensarlo. Las palabras de Gabi me sacaron de mis recuerdos.

  • Está claro que no esperaba tener compañía masculina. No se ha depilado para nosotros.
  • Eso ya lo tengo previsto. Luego lo solucionaré. Tengo una sorpresa. Ahora vete al sofá y siéntate. – Respondió Rafael.

Se tiró rápidamente sobre él, hacia abajo, para ocultar su parte frontal. Continuaban fotografiándo. Permanecía inerte y llorando hasta que la hicieron incorporarse. Lo hizo de espaldas, negándose a darse la vuelta, aunque era inevitable que lo hiciera ante la petición de todos los hombres que allí estaban.

  • Rocío. Ahora queremos que te des la vuelta muy despacio, para dar más morbo a la situación y por supuesto, no te tapes nada. Estás preciosa así. Cuando lo hayas hecho, abre las piernas, queremos fotografiar tu peludo chocho.

Lo hizo despacio, más que por obediencia, por vergüenza. La que sentía por estar desnuda, indefensa, expuesta a los caprichos de tres jóvenes y un cuasi anciano.

Abrió sus piernas, y casi de manera inmediata tapó su sexo, aunque las recriminaciones de sus acreedores hizo que poco a poco, fuese deslizando su dedo corazón por la comisura de sus labios vaginales hasta dejarlo expuesto a las miradas y a las cámaras.

Comenzó un carrusel de órdenes para que se colocase en diferentes posiciones, abriera las piernas, separase sus labios vaginales, se tumbase en el sofá hacia arriba, todo ello para tener más imágenes para recordar.

De nada servían los ruegos de la mujer, a veces, apoyados por su marido. Cuando tardaba en moverse o hacer lo que le pedían ,Rafael le daba a elegir.

  • ¿Lo haces tú o te ayudamos?

Bastaban esas palabras, ya que aún, ninguno de ellos la habían tocado. Lo siguiente fue que se dirigiera a la mesa del salón donde primero de frente y después sobre ella, le ordenaron colocase de pie para seguir retratándola.

Posó de frente, la obligaron a tocarse por detrás y al final sentarse sobre la mesa y abrir las piernas. Risas y llantos se intercambiaban en el salón de aquella lujosa casa alquilada para la ocasión.

La hacían moverse por diversos lugares, hasta llegar a un pequeño pupitre de ordenador y la volvieron a fotografiar. Querían hacer un gran montaje con las imágenes.

Rafael desapareció un momento para reaparecer con una bolsa. Parecía llevar muchas cosas, pero sólo sacó un pepino de considerables dimensiones, lo que provocó las carcajadas de los muchachos ante la aterrada mirada de Rocío.

Se lo entregó y la agarró para subirla, donde estaba el ordenador lo que provocó un grito de terror de la mujer, para que jugase eróticamente con él. De nuevo, de nada sirvieron las imploraciones de Rocío.

Cuando pensé que la obligarían a introducirse el vegetal en la vagina, el patrón ordenó parar y me habló.

  • Ángel. Quiero que hagas algo por mi. Querría que para seguir con la fiesta, Rocío estuviera depilada. Deseo que sea una sorpresa. Hemos visto su conejo peludo y me gustaría que la depilase su marido. La quiero sin un sólo pelo en el coño o lo harán ellos.
  • ¿Quieres que la depile aquí? – Pregunté.
  • No, utilizad el baño y otra habitación libre. Quiero que saques fotografías de como lo hace, con todos los detalles, y después de ello, que se duche y se lave bien el conejo. En la ducha, él filmará a su esposa, y tú las fotos. ¿Te ha quedado claro, Mauro? Esta bolsa contiene una cuchilla de afeitar, jabón y dos prendas que se pondrá cuando vuelva a salir. Mientras beberemos algo para hacer más amena la espera y disfrutaremos de las imágenes que ya tenemos

Saqué el contenido de la bolsa y volví a introducir la ropa. Al verlo, Rocío intentó recuperar sus bragas, a lo que el empresario le recriminó.

  • ¿Quien te ha dicho que te las lleves? Déjalas aquí.

El marido no contestó aunque tomó a Rocío de la mano y se dirigió hacia el interior de la casa. Me entregaron las dos cámaras cuya memoria había sido descargada en el ordenador portátil que poseían y que comenzaban a reproducir ya a tenor de los gritos y exclamaciones, y les seguí a una de las habitaciones de la casa.

Nada más quedarnos solos los tres me pidieron que no hiciera fotos y que les ayudase a salir de allí. a lo que tuve que contestarles que no podía solucionarlo y que estaban voluntariamente. Nadie les impedía marcharse, sólo que las consecuencias las asumirían ellos.

Rocío se sentó en la cama plegable que había en el cuarto. Separó las piernas y Mauro, entre lágrimas, colocó debajo un pequeño barreño con agua y cubrió de espuma de afeitar el sexo de su mujer.

Dado que el vello era abundante, tuvo que realizar dos veces la operación. Mientras, yo realizaba las fotos que me había solicitado el patrocinador de la fiesta, y que suponía, verían posteriormente. Mauro, protegiendo sus labios vaginales y el clítolis de la afilada cuchilla, ponía su dedo en ellos para evitar lesionarla.

Los ojos de ambos seguían llorosos pero el no estar ante aquellos hombres les tranquilizó, aunque yo estuviera presente y haciendo el trabajo que me habían pedido. Le entregué una toalla y se dirigió a la ducha. Hice unas fotografías y le entregué a su marido la otra cámara.

Abrí el grifo del agua y di el bote de gel a Rocío. Empecé a tomar fotografías. Su marido se mostraba inerte con su cámara, por lo que tuve que insistirle y hacer que aceptara, previo recordatorio de lo que podría suceder si no lo hacía.

La mujer se entretuvo varios minutos en la ducha, sin duda, consciente de lo que le esperaba posteriormente. Mauro, fotografiaba a su esposa, aunque de mala gana, y tomando la mitad de instantáneas que yo.

  • ¿Qué pasa? ¿Os vais a quedar a vivir en el baño? Venga Rocío, vístete y veniros aquí.

Le entregué las prendas y le hice un par de fotografías mientras se vestía. Mauro y yo volvimos con los cuatro hombres. Poco después, Rocío entró de nuevo al salón, vestida con una minifalda negra, bastante corta y una camisa de punto de manga corta, que le quedaba ligeramente grande.

  • Vaya Rafael. ¿De donde has sacado esa ropa? – Preguntó Vicent riendo.
  • La compré en un mercadillo. No soy bueno con las tallas. La falda le queda un poco estrecha y es demasiado corta para alguien de su edad. La camisa es para una mujer más gordita, y también le queda corta, ancha y corta, pero está guapa, ¿verdad? – Respondió mientras se desternillaba.

Los tres jóvenes asintieron mientras que la mujer intentaba mantener la camisa más cerrada aún, aunque ni tan siquiera le remarcaba los pechos, e intentaba bajar su falda, que apenas cubría la mitad de sus muslos, y le quedaba estrecha, por lo que tuvo que subírsela hasta la parte más estrecha de la cintura para conseguir cerrarla.

  • Vamos todos a la otra sala, Ángel. Estás siendo un buen anfitrión. Tómate algo y disfruta con nosotros del espectáculo.

Tomé una cerveza, aunque no disfrutaba de lo que veía. Sabía por lo que estaban pasando ambos. Era un mero intermediario que dejaba las cosas claras a la pareja.

  • Siéntate. – Ordenó Rafael a la mujer. Estás muy guapa ahora. El motivo de no querer estar presente mientras la depilaban y se bañaba es que ahora es como si se desnudase otra mujer. Luego veremos las fotos del barbero Mauro y de la ducha.
  • No me humilléis más, por favor. – Respondió implorando y llorando.

Haciendo caso omiso a sus peticiones le indicaron que colocase los brazos sobre el respaldo del sofá. De nuevo los jóvenes, que habían recuperado sus máquinas de fotografías, volvieron a lanzar multitud de disparos.

La miraban fijamente. Era cuestión de pocos segundos que le ordenasen que mostrase algo más de su cuerpo y así sucedió. Fue Vicent otra vez.

  • Preciosa. Quítate la camisa. Desabróchala despacio. No hace justicia a los melones tan impresionantes que tienes

De nuevo hizo pucheros. Sin duda vivía la humillación más grande de su vida, pero hizo caso, y uno a uno fue desabotonándo la camisa mientras los seis hombres, incluídos Mauro y yo, contemplábamos el espectáculo que seguían inmortalizando con la cámara.

  • Tus enormes tetas sujetan la camisa. – Recalcó Vicent. – Sé que no podías ni verme cuando trabajábamos juntos. Yo a ti si, y sin duda este momento es sublime, es una enorme satisfacción. Ábrela del todo, que las veamos.
  • Nos odiaba a los tres. – Añadió Joan. – Éramos unos inútiles cuando trabajábamos para ella. Hoy trabajará ella para nosotros. Es nuestra showgirl.

Todos rieron con los comentarios de los jóvenes. La mujer separó la tela de la camisa, dejando al descubierto sus pechos. Hizo ademán de cubrirlos con las manos, pero le ordenaron volver a colocar sus brazos sobre el respaldo del sofá. La retrataron durante unos instantes y Vicent, envalentonado ante su antigua jefa, y malhumorado ante ella le ordenó que se quitase la camisa. No lo hizo. Supongo que no aceptaba una orden de quien fue su subordinado. Pero ahí intervino Rafael.

  • Cualquier cosa que te pidan estos chicos lo harás sin rechistar. ¿Entendido? Si no, se acabó el trato. Así que quítate la puta camisa¡¡¡¡¡

Aterrada y más humillada si cabía en esos momentos, se quitó la camisa. De forma instintiva, cruzó los brazos, intentando cubrirse.

  • Te lo diré por última vez. Si vuelves a taparte nos vamos de aquí y allá os las apañéis con “El Calvo” Si no quedamos satisfechos me devolverán el dinero.

No tuvo que repetirlo. Colocó los brazos en cruz, sobre el respaldo del sofá. Cruzó ligeramente las rodillas, pero un grito de Vicent la sobresaltó, volviendo a dejarlas rectas. Ahora era Vicent, quien envalentonado, daba las órdenes a Rocío.

  • Sube la falda un poco. Queremos ver chicha, o mejor dicho, chichi.

Todos rieron menos la pareja. La mujer, avergonzada, levantó ligeramente la falda hasta situarla a la altura de las caderas. Su afeitado sexo era víctima de las miradas y los flashes.

Le hacían mover las piernas y contornearse pero sin desplazarse del sofá. Gabi se acercó y levantó su pierna para que la vagina quedase abierta. Continuaron las fotos.

  • Bueno. Ha llegado el momento de ver completo tu nuevo look. Fuera la falda.

Gritó y suplicó con un sonoro llanto, pero no se demoró. Se giró, recostándose para buscar el pequeño botón cierre que se situaba detrás de la prenda. Se desprendió de ella, no sin antes cruzar una triste  mirada con su marido. Vicent seguía manejando ahora la situación. Estaba abatida, sus brazos caían sobre el sofá mientras seguían fotografiándola.

  • Parece una muñequita. Estás buena. Abre las patas y enséñanos tu coño. Ábrelo para nosotros. Recuéstate sobre el sofá y abre el coño, que veamos lo que hay dentro y lo que nos comeremos en breve.
  • No, por favor, no hagáis eso.

Aún tenía marcado en su cuerpo la marca de la goma de la falda que tanto la había apretado y que desearía que aún lo hiciera. La mujer, histérica, como ida, hizo lo que le mandaron. Abrió su sexo con sus dedos y todos quedamos sorprendidos.

Unas gotas de orina salieron de ella, pero de inmediato, fue un enorme chorro lo que humedeció el sofá.

  • Será guarra¡¡¡ Qué hija de puta. Se ha meado. – Le recriminó Gabi.

Le entregué papel para que se limpiase y se dirigió al baño a lavarse. Sin duda, los nervios habían aflojado su vejiga. Rafael nos dijo que nos fuésemos a otra habitación y mandó a Joan a asegurarse que la mujer se lavaba bien.

  • Rocío. Te diré que hoy los cuatro somos tus jefes, y harás lo que digamos. No quiero una negativa ya que la deuda no estará pagada hasta que digamos. Cualquier cosa que te pidan los chicos o yo, quiero que lo hagas. Eso también va por ti, Mauro. Chicos, poned un poco de música y nos haremos unas fotos con ella que en todas está sola. Dadle una de las cámaras a Mauro. Que trabaje ¡¡¡¡

No contestó ninguno, pero no tenían alternativa. Se le notaba aturdida, incapaz de dar crédito a lo que allí estaba ocurriendo. Había quedado recostada, con las piernas cruzadas y cubriéndose los pechos.

Dos de los jóvenes se colocaron junto a ella para levantarla. Incluso su marido, con rostro serio y humillado hacía, junto con Vicent,  las veces de fotógrafo.

La levantaron y fue Rafael quien se fotografió con ella. Los cuatro hombres se fueron intercambiando y uno a uno se fotografió con ella, como en su día lo hicieron con mi esposa.

Fue  Joan quien se envalentonó y le agarró los pechos por detrás, lo que provocó un sonido chillido de la esposa. No tenía alternativa. Se sometió manteniendo sus manos firmes. La acción fue imitada por el resto. Vicent la tomó con fuerza, llegando a hacerla daño.

La trataban como a un objeto. La sentaron en el sofá y de nuevo la magrearon. Intentaba zafarse pero un grito de Rafael la hizo quedarse quieta y tapar el último reducto, su sexo, que aún permanecía intacto de los tocamientos de los jóvenes.

Volvieron a levantar a Rocío y a ritmo de la música lenta que sonaba comenzaron a bailar con ella. Todos se arrimaban e incluso intentaban llevar las manos a la entrepierna. Hicieron que también  Mauro participara en el baile, sujetándole las manos para que los demás pudieran tocarle el trasero.

La cámara de video seguía filmando de manera continua. Rocío se sentía agobiada, su cara angustiada, roja, y sus ojos rezumantes, daban idea de lo que estaba pasando.

Vicent ya con el torso desnudo ,se sentó en el sofá y tomó  a la mujer hasta colocar su sexo a sexo escasos centímetros de su cara. Lo besó Le acarició las piernas y el culo. Rocío temblaba. Le hizo sentarse. Primero le dio un beso en los labios, que para mayor humillación de su marido, fue aplaudido y filmado. Después le hizo abrir las piernas de frente a nosotros y por último, llevó su mano a la vagina.  Su sexo acababa de ser tocado por primera vez en la tarde. Introdujo el dedo y después lo hicieron el resto de los hombres, turnándose mientras se iban desnudando.

Se había abierto la veda. Los dedos de los cuatro hombres estaban ya impregnados de los flujos de la mujer. La abrían las piernas, introduciendo sus dedos para conseguir las fotos más humillantes. Fue así como Rafael decidió dar un paso más.

  • Muchachos. He pagado mucho dinero por tener a esta mujer. Supongo que querréis algo más que meter deditos. ¿Por qué no os desnudáis y vamos pensando en lo siguiente?

Antes de volver a sentarse, el viejo tomó de los pechos a la mujer y los mordió, dando vía libre a los tres jóvenes para realizar sus antojos.

Cada uno hizo lo que le apeteció, sin traspasar el orden establecido. Más tocamientos, Rafael decidió que su lengua probara el sexo de la mujer, a quien obligó a subirse sobre el sofá mientras él resfregaba la vagina contra su cara. Gabi hizo lo mismo, aunque le hizo tumbarse en el sofá, Joan tocó lo que deseó y por último, Vicent decidió dar un paso más e iniciar una cubana, haciendo que Rocío cerrase sus pechos al paso de su pene.

  • Rafael. Deberías estrenarla tú. Eres quien ha pagado todo esto.
  • No tengo prisa. Estoy disfrutando viendo el espectáculo. Vicent. Yo sé que hasta hoy eres quien peor te llevabas con ella y a quien peor trató. Inicia tú el espectáculo.

Las risas de los tres jóvenes ahogaban los llantos de la mujer. El marido obligado a filmar la situación, mientras que el mecenas usaba la cámara. Buscaban la venganza, la diversión en la que debía pagar una deuda de manera consentida. Se sentaron sobre otro de los sofás del destartalado salón mientras ella se colocaba encima con la sóla intención de tomar unas fotografías. Después Gabi le hizo tragar su miembro, mientras Vicent, por detrás buscaba su sexo. Ahora los lamentos de la mujer se veían ahogados. Joan aguantaba en medio, viendo como sus dos compañeros disfrutaban de ella. Los empujones dieron lugar a una espectacular eyaculación que situó sobre su espalda.

Se levantaron. Entregué a Rocío unos pañuelos de papel y fue a limpiarse al baño. Al salir de éste, la mujer, con un ataque de nervios salió corriendo y se fue al otro salón. Su marido la siguió abrazándola, pero sin decir nada.

Los jóvenes manejaban la situación. Y sólo hubo que recordarle lo que se estaban jugando allí y el bienestar de su familia. La mujer, de nuevo sumisa, se apartó de su marido y volvió al sofá, dónde se colocó de rodillas y continuó con la felación a Gabi, mientras Joan pasaba el dedo por su ano.

Veía a Mauro con los ojos llorosos, pero filmando estoicamente a su esposa. Gabi terminó eyaculando en su cara, momento que aprovechó  Joan para sentarse y hacer que ella lo hiciera, con sus piernas abiertas, justo encima.

Manejaba a la mujer como una pequeña muñeca de peluche, a quien movía, levantaba y bajaba. Su pene se introducía mecánicamente en ella, ayudado por sus compañeros que empujaban hacia abajo a Rocío para que la penetración fuera más profunda. Fue el segundo en eyacular dentro de su vagina.

Ahora fueron los propios chicos quienes la limpiaron, pasando unas toallitas húmedas por su sexo y por su ano, abriéndolo bien y exponiéndolo para que todo quedara grabado.

  • Ahora procederemos a tener sexo anal. No hay una buena orgía sin metérsela a una tía por el culo.

Con malas maneras, empujaron a la mujer al suelo y sin más dilaciones la colocaron a de rodillas, y Vicent, ya recuperado, la penetró violentamente, lo que hizo que gritase y llorase desconsoladamente.

Repitió Joan mientras que Vicent, ahora ya vestido era quien se encargaba de filmar el evento en primer plano. Estaban el el suelo y decidió continuar e una de las habitaciones para evitar hacerse daño en las rodillas mientras mantenía su ración de sexo.

Joan, completamente desbocado, la tomaba y la movía como loco de un lugar a otro.  La situó sobre la mesa del salón para después continuar penetrándola en la cocina, donde continuaban utilizando todos sus orificios.

Entre los dos jóvenes, se la iban repartiendo, quien como un vulgar cojín, trasladaban de un lugar a otro donde siempre era penetrada vaginalmente, sus senos sobados y acariciada por todo su cuerpo.

Así, los dos chicos se divertían manejando a Rocío, hasta que terminaron y la mujer quedó exhausta sobre la deshecha cama, mientras ellos recomponían su ropa.

Finalmente la llevaron a la cama, donde quisieron filmar unas últimas escenas en la que el objetivo era la humillación total, debiendo la mujer abrirse de piernas y después terminar siendo sodomizada una vez más. Los dos chicos finalizaron con unos espectaculares orgasmos. Estaba feliz el viejo empresario, que veía como había cumplido su deseo.

La mujer exhausta, seguía llorosa, pero más calmada. Se levantó de la cama y Gabi le dio un último mordisco en su pecho, mientras Vicent observaba como buscaba sus cosas que se hallaban repartidas por el salón. No estaba su ropa interior, que había guardado Rafael.

  • ¿Quien te ha dicho que puedes vestirte? – Preguntó Rafael. – Aún no hemos terminado. Me has excitado mucho. Verte así, tan guapa, tan entregada. Pero tengo un capricho. Vas a volver a ponerte esa faldita negra que te he comprado para mi disfrute.
  • ¿No habéis tenido ya bastante? – Contestó Mauro desesperado
  • Yo diré cuando es suficiente. Dile a tu mujer que se ponga la puta falda.

Rocío volvió a venirse abajo. Aquellos sádicos no habían quedado satisfechos aún. Tomó la falda e intentó ponérsela. Si anteriormente le había costado trabajo, ahora le resultaba imposible cerrarla, por lo que le permitieron que sólo subiese la cremallera hasta donde pudiese.

El viejo comenzó a bailar con ella. Le tocaba por debajo, mientras que la mujer intentaba subir la cremallera para dejarla fija y la estiraba intentando cubrirso.

  • Gabi, levántale la falda que no recuerdo su coño. – Dijo riendo.

El joven hizo lo que le mandó y comenzó a participar con Rafael de los últimos instantes de aquella forzada orgía.

Se dirigieron de nuevo al sofá donde comenzaron a sobar a la mujer. El viejo metió su mano por encima de la falda, lo que hizo que la cremallera se rompiera. El viejo empujó a la mujer y le obligó a tomar el miembro de Vicent y volverlo a llevar a la boca. Era impresionante la erección y el tamaño del mismo.

Rafael se encontraba excitado y de pie, agarró la pierna de Rocío y clavó su miembro en ella. No aguantó mucho. Bastaron unas cuantas embestidas y se corrió dentro de la mujer.

Gabi, también muy excitado, limpió rápidamente a la mujer y la penetró. Primero la situó sobre él, en el sofá y después la giró

La movía a su antojo, como si fuera un actor, para obtener los mejores planos. Por fin, el chico lo consiguió. Llenó de su semen el interior de la mujer.

Se produjo un enorme silencio. Rocío se acercó a su marido y se abrazaron. Los hombres ya estaban todos vestidos. Fue a buscar su ropa, y tan sólo estaba la camisa ahora.

  • Rocío. Me quedo con tus bragas y tu sujetador. Si vuelves a necesitar dinero, no dudes en decírmelo. He pagado muy a gusto lo que me has costado hoy. Por tu parte, Mauro, tengo que decirte que tienes una mujer estupenda. Realmente, te envidio.

Quien desee este relato con fotos, puede pedírmelo a este correo: pedroescritor@hotmail.com