La venganza de Carlota

Quique, el hermano de un antiguo novio, me ayudaba a llevar a cabo mi venganza.

No recuerdo qué día de la semana era. Creo que martes, pero no podría asegurarlo. Era un día como todos los demás. La piscina había estado llena de gente, pero ya era última hora de la tarde y se había ido vaciando. Me gustaba quedarme hasta tarde porque de esa forma tenía más libertad para nadar. Levanté la cabeza y vi que la piscina estaba ya vacía, así que me levanté con agilidad y me dirigí hacia allí.

Me tiré de cabeza y empecé a nadar. Me gusta mucho nadar, sentir cómo mis músculos se estiran y se contraen, la precisión de mis movimientos, la paz que siento al estar dentro del agua, yo sola, completamente aislada del mundo. Me gusta nadar rápido, esforzándome en cada brazada. Estuve un buen rato dentro del agua, ejercitando todo mi cuerpo. Salí por las escaleras, crucé un par de palabras con el socorrista, me tumbé en mi toalla para secarme y cerré los ojos para disfrutar de la calma que había en esos momentos.

Al cabo de un par de minutos, alguien se acercó a mí, quitándome el poco sol que quedaba ya a esas horas. Abrí los ojos y miré al chico que se me había acercado. No le conocía. Tampoco le había visto cuando me había metido en la piscina. Le miré con desconfianza.

  • ¿Sí? –le pregunté.

  • ¡Hola! ¿Te acuerdas de mí? –me preguntó, sentándose en el césped a mi lado.

  • Pues la verdad es que ahora no caigo… -le contesté, lo más educadamente posible, aunque no me hacía ninguna gracia que viniera a darme el coñazo con lo tranquila que yo estaba.

  • Soy Quique, el hermano de Miguel… salíais juntos hace unos años –me explicó, y mientras lo hacía no dejaba de repasarme con la mirada.

Me incomodó enormemente. Primero, porque estaba claramente invadiendo mi espacio personal sentándose tan cerca y mirándome de esa forma. Y segundo, porque no me apetecía tener que hablar con el hermano de un antiguo novio al que hacía años que no veía. Me levanté tapándome con la toalla, para evitar al menos su indiscreta mirada, y me pasé el vestido por la cabeza. Normalmente, me gusta secarme al sol y con tiempo, pero prefería irme a casa y no tener que aguantar al pelmazo de Quique.

  • Ah, sí, ahora caigo… No te recordaba, la verdad… -le fui diciendo mientras recogía mis cosas-. A ver si nos vemos otro día por aquí, que yo ya me voy a casa…

  • ¿Te vas? Vivías en el número 15, ¿verdad? –se levantó-. Yo también voy a ese portal, te acompaño.

En ese momento, al ver sus gestos demasiado complacientes, realmente me acordé de él. Era el típico hermano pequeño pesado, unos 5 ó 6 años menor que Miguel, que se pasaba los días siguiéndonos a su hermano y a mí allá donde fuéramos. Le lancé una sonrisa dudosa, no quería ser maleducada, pero no me apetecía nada tener que aguantarle.

Mientras nos dirigíamos a mi portal, él no paraba de hablar. Yo andaba muy deprisa, quería que esta tortura se acabase lo antes posible. Llegamos a mi portal y abrí rápidamente la puerta. Entró conmigo, parloteando felizmente. Decidí que lo mejor sería cortar por lo sano para que la cosa no se alargara más de la cuenta.

  • Quique, perdona que te interrumpa, pero vas a tener que contármelo otro día, ahora tengo algo de prisa… -empecé a alejarme hacia el ascensor, pero me siguió.

  • ¡No te preocupes! Pero espera, no te vayas tan rápido, por favor, dame dos besos y otro día seguimos hablando… -me contestó.

Me acerqué a él, cada vez con más ganas de escapar de esa situación tan incómoda. Cuando fui a darle dos besos, él acercó su boca a la mía y, sin que yo pudiera evitarlo, intentó darme un beso con lengua. Sentía su lengua pasando por mis labios y los cerré con fuerza mientras intentaba apartarle de mí con mis manos, pero él se había acercado mucho a mí, pegando su cuerpo al mío y me agarraba fuerte del culo, sin importarle mis esfuerzos por apartarme de él.

Con mucho esfuerzo, conseguí apartar mi cara y le grité:

  • Pero ¿¿qué haces?? ¿¿Estás tonto o qué?? ¡Suéltame!

Se me quedó mirando, sorprendido, y apartó su cara de la mía, pero no retiró sus manos. Así que tuve que obligarle a que me soltara.

  • Carlota, perdóname… No sé qué me ha pasado, yo… -se disculpó, torpemente.

  • Pues yo creo que está muy claro lo que ha pasado. ¿Quién te has creído para sobarme como lo has hecho? A ti se te va la cabeza, tío… -empecé a alejarme de él de nuevo, dirigiéndome hacia el ascensor.

  • Perdóname, Carlota, ¡por favor! Pero yo… parecía que te movías tan bien en la cama que yo… -según dijo eso, me di la vuelta y le miré, mientras terminaba la frase- que yo quería comprobarlo…

  • ¿¿Qué has dicho?? –le estaba gritando, me extrañaba que ningún vecino se asomara a ver qué es lo que sucedía.

  • Que quería comprobar si eras tan buena en la cama como parecías en los vídeos… -me dijo, ahora con más descaro. Estaba claro que yo no tenía ni idea de lo que me estaba contando, y al notar mi interés, Quique perdió de vista rápidamente sus remordimientos-. No sabes de qué te hablo, ¿no?

Negué con la cabeza, muda. No sabía qué pensar. Por un lado, me parecía imposible que lo que decía fuera verdad, porque yo nunca me había grabado practicando sexo. Pero por otra parte, parecía que lo decía con mucha seguridad. Me debatía entre marcharme de una vez, dejarle allí y olvidarme del tema, y quedarme y averiguar a qué se refería.

  • Si no los has visto nunca, puedo enseñártelos… -ofreció.

Le miré con incredulidad.

  • Dime cuál es tu piso, voy a casa a recogerlos y te los enseño. ¡Tardaré sólo un minuto! –añadió.

Yo seguía dudando, pero decidí que era mejor averiguar a qué se refería ese mocoso.

  • Es el 4ºA. Pero te advierto, Quique, que si todo esto es una broma de tu hermano, no me está haciendo ninguna gracia… -le dije.

  • Mi hermano no sabe que iba a venir a verte. ¡Ahora nos vemos! –me contestó. Y salió corriendo, sin esperar a que le dijera nada más.

Me había dejado intrigada. Subí a casa andando, lentamente, para intentar descifrar de qué iba todo esto. Entré en casa aún pensativa y cogí una botella de agua fría de la nevera. Estaba sedienta de estar tanto tiempo al sol. Tendí la toalla en la barandilla de la terraza. Antes de que me diera tiempo a cambiarme, llamaron al timbre. Me acerqué y observé por la mirilla, comprobando que Quique estaba ante mi puerta, doblado sobre sí mismo, las manos apoyadas en las rodillas. Parecía que había ido a su casa y subido las escaleras corriendo a toda velocidad.

Abrí la puerta y le dejé pasar con algo de reticencia. No me hacía ninguna gracia tenerle en mi casa, pero supuse que si quería averiguar qué es lo que estaba pasando, tendría que aguantarle un rato más.

Entró al salón y buscó algo con su mirada. Encontró mi reproductor de DVD y puso unos CDs sobre él. Escogió uno y lo colocó dentro del reproductor. Yo encendí la tele, para poder verlo allí, y Quique le dio al play. No habíamos hablado, yo quería primero saber a qué se refería para poder saber a qué atenerme.

Apareció una imagen en la pantalla, parecía una habitación en penumbra. Yo no sabía si tenía sonido o no, porque no se escuchaba nada. Miré a Quique con incertidumbre, pensé que igual me había dicho eso para subir a mi casa. Al ver cómo le estaba mirando, me dijo:

  • Espera un segundo, ahora sales.

Y efectivamente. Allí estaba. En aquella época, tendría 18 ó 19 años, los mismos que debía tener Quique ahora. Verme en esa pantalla supuso una sorpresa para mí. En la imagen, aparecíamos Miguel y yo, abrazados, entrando en su habitación, besándonos, metiéndonos mano. Yo miraba con incredulidad. No podía creerme esta situación. Miré los CDs que Quique había traído. ¡Había por lo menos 10!

Sin prestar atención a las imágenes, le pregunté:

  • ¿¿Aparezco en todos esos CDs??

  • ¡Claro! Ya te lo dije… sales fenomenal… -me contestó, sin dejar de mirar a la pantalla mientras hablaba, aunque ya había quedado claro que había visto esas imágenes con anterioridad.

Apagué la televisión sin esperar más, ya que en la imagen Miguel me había quitado la camisa y se dirigía hacia mi falda. No quería tener que verlo con Quique allí delante.

  • Quiero los CDs. Ah, y, por cierto… ¿Se puede saber por qué hiciste estos vídeos? ¡¿Es que no sabes lo que es la intimidad?!

Se echó a reír mientras recogía los CDs y me los entregaba.

  • Quédatelos, tengo copias –dijo, guiñándome un ojo-, y yo no los grabé. Fue Miguel, claro.

Me quedé de piedra. ¿Miguel? ¿Cómo podía haberme hecho algo así? Yo no podía creérmelo. Hacía tres o cuatro años desde que lo habíamos dejado, había sido una ruptura dolorosa pero yo no le reprochaba nada, hasta ese momento. Simplemente, empezamos a llevar vidas distintas y nos alejamos. Pero nunca pensé que fuera capaz de grabarnos mientras lo hacíamos y que, encima, le diera una copia de esas grabaciones a su hermano pequeño.

  • ¿Y cómo han llegado estos vídeos a tus manos? –le pregunté, indignada.

  • Miguel los puso un día que vinieron sus amigos a casa y como vio que me gustó tu estilo, me dejó hacerme unas copias.

  • ¿¿¿Cómo??? Tienes que estar tomándome el pelo… ¿Me estás diciendo que Miguel les puso a sus amigos unos vídeos que grabó a mis espaldas? ¡¿Unos vídeos en los que salimos enrollándonos?! ¡Y encima se los enseñó a sus amigos!

  • Sí, básicamente es así como sucedió. Aunque no fue sólo una vez.

  • ¿¿Qué??

  • Que lo ha hecho varias veces. Al menos, estando yo. No sé si se los habrá enseñado a más gente cuando yo no estaba, la verdad…

Esto no podía estar pasándome a mí. No me lo podía creer. ¡Será gilipollas! Se iba a enterar, cuando me cruzara con él iba a saber que conmigo no se jugaba… Mientras, su hermano seguía mirándome el cuerpo sin disimulo.

  • Y tú, ¿se puede saber qué coño miras?

  • Joder, es que después de verte tantas veces en mi ordenador y hacerme mil pajas a tu salud, tenerte ahora aquí delante es como si estuviera hablando con una actriz porno… ¡Eres una fantasía hecha realidad! Si mi hermano se entera, me mata…

  • ¿Y eso? ¿Por qué iba a matarte, si él mismo te dio los CDs? –le pregunté, con curiosidad. Este asunto me tenía completamente descolocada.

  • Porque una cosa es que me haga una paja viendo un vídeo de hace mil años, y otra es que esté aquí contigo, en persona, y encima que te lo cuente. Yo lo que creo es que mi hermano sigue colado por ti y, claro, si se entera de que tú lo sabes y te has enfadado con él por mi culpa, pues…

Me quedé pensativa un segundo antes de contestarle.

  • ¿Sabes, Quique? Me acabas de dar una idea. Voy a necesitar tu ayuda –le dije con una sonrisa de determinación-, le vamos a preparar un regalito a tu hermano.

Me sonrió aún más abiertamente, encantado de que quisiera contar con él. Había encontrado un aliado en quien menos me lo esperaba. Le expliqué lo que quería hacer y su cara reflejó sorpresa primero, y excitación después. Se fue a su casa y me dijo que no tardaría nada en volver con todo preparado.

Yo me di una ducha, me puse un conjunto de ropa interior de encaje, de color negro transparente, muy provocativo y con mucho escote, me recogí el pelo en una coleta alta y me maquillé un poco, no demasiado.

Al poco rato, volvió Quique, había ido a su casa a coger una cámara de vídeo de alta definición. Si iba a hacer esto, quería hacerlo bien. Al entrar en mi casa y verme, los ojos parecía que se le iban a salir de las órbitas. No dejaba de murmurar cosas ininteligibles y de sonreír de oreja a oreja.

Colocamos la cámara encima de un trípode enfrente de mi cama y Quique comprobó que cogiera un buen plano. Yo me puse en la cama, de rodillas, mirando a la cámara muy seria, apretando mis pechos con mis brazos para que llamaran más la atención.

  • ¿Preparada? –me preguntó Quique, guiñándome un ojo. Supongo que esta tarde, cuando se había acercado a mí, ni se imaginaba que podría verse envuelto en esta situación.

No pronuncié ni una palabra, simplemente asentí con la cabeza y él comenzó a grabar.

  • ¡Hola Miguel! –empecé, fingiendo alegría por dirigirme a él- ¿Te acuerdas de mí? Soy Carlota, salimos juntos una temporada… ¡Qué buenos recuerdos tengo de esa época! Y me he enterado de que tú también tienes buenos recuerdos… Bueno, no sé si cuando están grabados en vídeo también se les puede llamar recuerdos… -seguía sonriendo a la cámara, fingiendo no estar enfadada, pero creo que ahora mi fachada estaba empezando a derrumbarse, así que decidí terminar rápido con mi discurso- Por eso, he decidido grabarte un nuevo vídeo, esta vez siendo consciente de lo que hago, no como cuando salíamos juntos… -le guiñé el ojo- ¿A que no sabes quién ha venido a verme?

Le hice un gesto con la mano a Quique para que dejara de controlar la cámara y viniera conmigo a la cama. Se acercó a mí, me agarró con fuerza del culo con una mano, me dio un beso con lengua, miró a la cámara y dijo:

  • ¡Hola hermanito! ¡Gracias por hacer posible esta fantasía!

  • Olvídate de la cámara y ven aquí –le dije, agarrando su camiseta y sacándosela por la cabeza. La verdad es que no estaba tan mal el mocoso. Aunque yo al principio le viera sólo como el hermano pequeño de Miguel, ahora ya empezaba a apreciar que, lógicamente, desde que no le veía, había crecido bastante. Tenía un cuerpo delgado pero fibroso. Y unas manos que no se separaban de mi culo, lo acariciaba, lo amasaba, parecía no querer soltarlo. Pero yo no me olvidaba de nuestra ‘audiencia’. Miguel se iba a llevar un buen espectáculo.

Desabroché el botón del pantalón de Quique y miré a la cámara con expresión pícara. Sonreí y bajé la cremallera. Metí mi mano, palpando el bulto que llevaba un rato notando a través de su pantalón, y puse cara de sorpresa para la cámara, abrí mucho los ojos y me llevé mi otra mano a la boca, en un gesto claramente exagerado, ya que lo que había palpado tenía buena pinta, pero tampoco parecía desmesurado. Pero todo valía por el espectáculo. Maniobré con su pantalón, dejándolo caer sobre sus rodillas. Ahora su bóxer dejaba mucho más claro que Quique se alegraba, y mucho, de verme. Agarré la tela de su bóxer y tiré hacia abajo, liberando esa polla que nunca pensé que sería para mí. Mirando a la cámara, dije:

  • ¡Vaya, vaya! Miguel, no me habías contado el pollón que tiene tu hermano…

Y sin esperar ni un segundo más, me incliné hasta que mi boca estaba a la altura de su polla y empecé a lamérsela. Tenía la puntita de su polla sobre mis labios, mi lengua recorriendo su glande, y Quique movió su cadera hacia delante para que dejara de lamérsela, quería que me la metiera en la boca. Le hice caso y empecé a metérmela en la boca más o menos hasta la mitad, ayudándome de mi mano, que hacía el movimiento al mismo tiempo que mi boca para que pareciera que me estaba penetrando la boquita mucho más hondo de lo que lo hacía en realidad. Quique colocó sus manos sobre mi cabeza, intentando que me la metiera entera en la boca. Decidí complacerle. A Miguel nunca le había dejado que me ‘obligara’ a metérmela hasta la garganta y quería que su hermano pudiera hacerme todo lo que Miguel no había podido cuando estábamos juntos.

Quique parecía estar disfrutando de lo lindo. Cuando dejé de mover mi boca sobre su polla, me miró desconcertado. Me saqué su polla de la boca para poder hablar.

  • ¿No quieres follarme? –le pregunté.

  • Joder… ¡claro que sí! –me respondió, muy entusiastamente.

Me quité con rapidez el tanga mientras veía cómo él se deshacía de su pantalón y su bóxer, y me coloqué a cuatro patitas en paralelo con la cámara, para que cuando Miguel nos viera, pudiera ver bien cómo se movían mis pechos con las embestidas de su hermano pequeño. Cuando lo hacíamos, era lo que más cachondo le ponía, ver cómo botaban mis pechos.

Quique, al verme así, se colocó rápidamente detrás de mí. Me colocó la polla en la entrada de mi coñito, pero le pedí que parase.

  • Quiero que primero me lo prepares con tu lengua.

Dicho y hecho. Sin esperar un segundo, empezó a pasar su lengua deliciosamente por mi coñito, acariciando mi clítoris con su lengua, separando los labios de mi coñito con su lengua, haciendo movimientos rápidos y certeros. Yo quería mantener el control, seguir con el espectáculo, pero Quique no me lo estaba poniendo fácil.

  • Mmmmmm, síiii, Quique, sigueeee… sigueeee… ¡Qué placer!

Él no respondió, se limitó a seguir lamiendo mi coñito. Me metió uno de sus dedos y la sensación era increíble. Yo me retorcía de placer.

  • Quique, estoy a punto…

Paró un segundo y me dijo:

  • Córrete en mi boca.

  • ¡Aaaaahhh! Síiiiii…

Y en su boca me corrí. ¡Qué boca tenía! ¡Qué labios, qué lengua! ¿Quién habría pensado que el pequeño Quique cuando creciera haría estas cosas tan bien? Yo estaba a cuatro patas, exhausta, intentando recuperarme del orgasmo que me acababa de provocar con su lengua y su dedo, cuando me colocó su polla a la entrada de mi coñito y de un golpe, sin piedad, me la metió hasta el fondo.

  • Aaaammmmm, síiii… ¿Te gusta? ¿Eh? ¿Te está gustando follarte a la novia de tu hermano?

Se agarró a mis caderas y empezó a bombear con fuerza, embestidas precisas que hacían que me resultara difícil mantener el equilibrio.

  • Claro que sí, ¡que se joda mi hermano! Miguelito, no sabes lo que te estás perdiendo –dijo mirando a la cámara-, ¡tu novia está siendo más guarra que nunca!

No dejaba de follarme a un ritmo rápido y fuerte, sus manos estaban agarradas a mis caderas como si de ello dependiera su vida, yo sentía su polla caliente taladrar mi coñito. Me tenía muy sensible por el orgasmo de antes, mis músculos se contraían de anticipación por la descarga que sabían que se iba a producir.

Quique puso una de sus manos sobre mi cabeza y me empujó ligeramente para que dejara de apoyarme sobre mis manos y lo hiciera sobre mi cara. Lo hice, mirando directamente a la cámara.

En esa postura, no perdíamos el equilibrio si él me daba más duro, así que es lo que hizo. Empezó a aumentar el ritmo de una forma que yo no pensé que fuera posible. La fricción con su polla estaba haciendo que todo mi cuerpo estuviera hipersensible a cualquier contacto. De pronto, hizo algo que me volvió completamente loca. Acarició mi culito con su dedo corazón y me metió una falange, moviendo su dedo en círculos. Sentir su dedo dentro de mi culito provocó que yo dejara salir el orgasmo que se había ido construyendo en mi interior. Cuando me corro soy muy escandalosa, y ese día lo fui más de lo normal, ya que teníamos un espectador.

Mientras yo me corría, Quique seguía bombeando. ¡Parecía no tener fin! Cuando vio que yo ya me había relajado después de mi segundo orgasmo, me dijo en tono burlón:

  • Yo también quiero…

La verdad es que se había portado muy bien, así que decidí darle un premio. Llevé mi mano a su cadera y le hice un gesto para que dejara de moverse. Me moví hacia delante, sintiendo como su polla salía de mi interior. Me giré rápidamente y con gestos le pedí que se levantara, que se pusiera de pie sobre la cama.

Cuando lo hizo, yo me quedé de rodillas delante de él. Le miré con cara de viciosa y agarré su polla. Le estaba haciendo una paja y, de vez en cuando, me la metía en la boca. Sentía que, poco a poco, se iba acercando al orgasmo. Tenía las rodillas un poco dobladas, imagino que la postura no era la más cómoda, pero no se quejó. Seguí pajeándole con determinación, sin parar, deprisa, con fuerza. Su polla empezó a estremecerse entre mis manos y abrí la boca. Saqué la lengua para recoger su leche cuando saliera, no quería desperdiciar ni una gota. El primer chorro cayó directamente en mi lengua. El segundo y el tercero, en mi frente y en mi mejilla. Los dos últimos, más débiles, cayeron sobre mis pechos.

Jugueteé con la leche que había caído sobre mi lengua, mirándole a los ojos, poniendo cara de guarrilla viciosa. Quique estaba jadeando, con los ojos muy abiertos y una cara de no creerse lo que le estaba pasando. Me giré hacia la cámara, apreté mis pechos con mis brazos y dejé caer el semen de Quique sobre mis pechos. Una vez que tenía la boca libre para poder hablar, dije:

  • ¿Te ha gustado, Miguel? –y repartí el semen que había caído, acariciando mis pechos.

Quique se arrodilló a mi lado, mirándome con la boca abierta. Le empujé de forma juguetona para que se tumbara sobre la cama y se dejó caer, haciendo un ruido gracioso, como si fuera un globo desinflándose.

Me levanté, me acerqué lentamente a la cámara y le lancé un último beso a Miguel justo antes de apagarla.

Quique me ayudó a enviarle la grabación a su hermano por correo, creo que no se atrevía a hacerlo en persona. Quedamos un par de veces más, aunque, como mi motivación principal para acostarme con él había sido la venganza, no disfruté tanto como esa primera vez. Pero el chico se había portado bien y me había ayudado a vengarme de su hermano, así que le di el gustazo de hacer conmigo lo que quisiera. Quizá algún día os lo cuente, su fantasía era metérmela por el culito, y no quise dejarle con las ganas…

Agradezco todos los comentarios, si queréis hacerme sugerencias para algún relato, mi email es patricia.84@hotmail.es