La vecinita
"Anabella trataba de recuperar el aliento, y Leonor se puso de pie, apagó la televisión que seguía encendida, se desnudó sensualmente ante esa inocente criatura, quien supo apreciar las verdaderas curvas de una mujer madura..."
Todos en el barrio sabían que Leonor era lesbiana, lo que no sabían del todo, era que Leonor las prefería jóvenes, y su fantasía siempre fue iniciar a una jovencita en el lebianismo, y se cumplió cuando sus vecinos le dejaron a cargo a su hija Anabella de entonces 18 años, porque se iban de vacaciones solos y no confiaban en que la niña se quedara sola en casa. Ellos no sabían que su vecina era lesbiana y menos que deseaba en secreto a su hija.
Leonor cuidó bien de Anabella, la noche de aquél día buscaban algo que ver en televisión y como Leonor tenía habilitados los canales porno, Anabella, quien tenía el control remoto, se detuvo en uno en que dos mujeres se besaban muy apasionadas. A la chica le excitó lo que vio, y no apartó la vista de la pantalla ni cuando Leono le preguntó si le gusta lo que veía y ella respondió que sí. Notaba que la jovencita estaba súper excitada, las mujeres del canal porno ya se estaban chupando los senos y en menos de un minuto una le practicaba sexo oral a la otra, y Anabella estaba que hervía de placer, su respiración era agitada y le tempblaban las piernas de placer. Leonor deslizó su mano sobre la entrepierna del jean, la frotó un poco, y al notar que a la niña le agradaba le pidió permiso para masturbarla y ella cedió. Le bajó el cierre del jean, metió su mano y comenzó a masturbarla. Anabella seguía con los ojos fijos en la pantalla, suspira con fuerza y Leonor sentía cómo se iba mojando de placer. Anabella gemía de goce y se movía al ritmo de los dedos de Leonor. No aguanto más, dijo. ¿Quieres que te la chupe? Sí, por favor, respondió casi rogando con los ojos llorosos de placer. Leonor le quitó las zapatilla y los jeans, le bajó la tanga, separó sus piernas con delicadeza, se arrodilló sobre la alfombra y se puso a lamer su sexo, a chupar ese clítoris rosado e hinchado, Anabella jadeaba con los ojos entrecerrados y la cabeza hacia atrás, sacudía sus caderas y entonces Leonor le metió un dedo en la vagina y la penetró con él. La jovencita gritaba de placer, hasta que le vino el orgasmo y Leonor retiró sus dedos para chuparlo y saborear los jugos de esa preciosura adolescente.
Anabella trataba de recuperar el aliento, y Leonor se puso de pie, apagó la televisión que seguía encendida, se desnudó sensualmente ante esa inocente criatura, quien supo apreciar las verdaderas curvas de una mujer madura, extendió los brazos, se tomaron de las manos, la ayudó a levantarse del sofá y la llevó a su cuarto. Allí le quitó la blusa y el corpiño, no sin antes besarla suavemente, la acostó en la cama y se puso encima de ella para chupar y lamer sus senos pequeños y esos pezones rosados que se endurecían al tacto. Luego se arrodilló sobre sus piernas. Ahora quiero que chupes mis senos, y Anabella, sin chistar, chupó solo los pezones porque los senos de Leonor eran grandes, los chupaba como una bebé, mirando a Leonor a los ojos, ella acariciando su cabello y gimiendo gustosa. Después Leonor se recostó con la cabeza al borde de la cama y le dijo que la masturbara, la guió diciéndole cómo y dónde frotar los dedos, y lo decía gemiendo porque Anabella aprendió rápido. Entre gemidos le dijo que lamiera su sexo, luego que chupara ese bultito rosado, y finalmente la dejó seguir sola para gozar el momento. Anabella al principio fue un poco torpe, pero enseguida supo cómo darle placer a esa mujer que gemía como felina en celo.
Al acabar, Leonor le dijo que apoyara su pelvis sobre la suya, Anabella abrió bien sus piernas y apoyó su sexo sobre el de su madura amante, quien comenzó a refregarla y Anabella no pudo contener los gemidos de placer. Las amantes tijerearon por un buen rato, cambiando de posiciones porque a Anabella terminó gustándole y quería seguir sintiendo como si sus sexos se besaran, los jugos de ambas mezclandose o penetrando en la otra. Al fin Anabella tuvo suficiente, se recostó y Leonor la rodeó con sus brazos y ella apoyó su cabeza sobre sus enormes senos. Se besaron y acariciaron hasta quedarse dormidas.
Fueron cinco días en que Anabella casi no salió de casa de Leonor. La mujer no escatimaba en demostrarle lo mucho que la deseaba y a cada hora la besaba, la acariciaba, le hacía el amor en la cama, el sofá, la cocina, el baño, y se masturbaban cuando veían pornografía juntas. Leonor estaba feliz de haber cumplido su fantasía de iniciar a una jovensísima adolescente como Anabella en el lesbianismo.
Los padres regresaron de sus vacaciones, Anabella regresó a su casa y las dos mujeres siguieron con sus vidas, pero cada vez que sus padres la dejan sola en casa, ella llama a la puerta de su vecina, quien no duda en complacer todos sus caprichos sexuales.