La vecina voyeur
Porque no admitirlo, el voyeurismo es una práctica común que todos sin excepción, chicos y chicas, hemos puesto en práctica en ocasiones.
Era sábado por la mañana, mis familiares se habían marchado fuera ese fin de semana quedándome solo en casa; no era la primera vez ni la última, al mismo tiempo me relaja esa sensación de soledad y tranquilidad en algunas ocasiones. Precisamente este estado de calma hizo que experimentase una nueva sensación, la de estar íntegramente desnudo por la casa con total libertad, sin molestar a nadie, la situación desde luego me agradó desde que me desnudé, en lo sexual caminando mi pene se balanceaba penduleante a cada lado en ocasiones rozando con la piel dando un hormigueo que hasta me resultaba agradable, ese rozar de la polla caliente con los muslos cuando estaba sentado era maravilloso, creo que los chicos me entenderán, era una sensación de libertad aparte de ayudar a mitigar el tórrido calor que hace por esta tierra mía andaluza en verano.
Fue después de almorzar cuando ingresé en mi habitación para relajarme un rato leyendo un libro, serían aproximadamente las cuatro de la tarde, abrí un tanto la ventana para que corriera fresco, sabedor de que era difícil que me viese alguien, con anterioridad me había cerciorado si alguna ventana o cierre próximo se encontraba abierto, no había ninguno, los aires acondicionados tenían la culpa. Me eché sobre mi cama cómodamente a leer. Llevaría diez o quince minutos cuando al girar un poco la vista hacia la calle, vi como en una ventana frente a la mía mientras se fumaba un cigarro me observaba fijamente una mujer rubia de unos treinta y tantos años.
Fui un ingenuo, no había contemplado esa posibilidad, mi primer impulso fue cubrirme, cerrar la ventana o echar las cortinas, pero como en un acto reflejo recapacité y pensé que porque tenía que hacerlo, yo estaba tranquilo en mi casa y ella se estaba dando un homenaje visual no previsto, además no creo que estuviese molesta, yo no lo estaría para que engañarnos. Me quedé tal cual como si no me hubiese percatado de nada y así mi vecina pudiese disfrutar de un buen paisaje. Al principio mi pene estaba completamente relajado, pero consciente de la presencia de mi amiga voyeur la situación ya no era normal, no se olvidaba y comencé a estimularme y, ¿porque no?, aunque nunca he sido un exhibicionista, a tocarme la polla, sin hacerme una paja, simplemente a juguetear con ella, a estirármela, a rozármela y acariciármela con los dedos, a zarandeármela, con lo que ya la cosa comenzaba a tomar cuerpo, si bien no se empinaba si adquiría cierta longitud sin tomar el grosor apropiado, vamos estaba lo que decimos morcillona . La verdad es que este manoseo me estaba poniendo caliente, sentía cierto placer y mucho cosquilleo, en ocasiones pensé que me iba a correr. Estaba muy a gusto sabiendo al mismo tiempo que tenía unos ojos fijos frente en mí mirando la escena.
De reojos miré hacia la ventana y, efectivamente, continuaba en aquel lugar, mirándome firmemente, a estas alturas supongo que ya sabría que me había percatado de su presencia, que la había descubierto y mi juego iba dirigido a ella aceptándolo sin contemplaciones. Me levanté y me situé con descaro entre mi cama y la ventana, para que me pudiese ver mejor, levanté los brazos hacia arriba desperezándome dejándole ver como mi polla colgaba ya con una prolongación y solidez más que interesante, me la estiré en dirección a la ventana y aumentó la medida, me estaba gustando como un torero en el centro de la plaza, mi lívido ascendía, en esos momentos me hice el sorprendido como si la viese por primera vez, la miré y me aguantó la mirada, le sonreí y me devolvió la sonrisa, realizándome lentamente el característico gesto de estar muy acalorada, ya sabéis moviendo la mano como refrescándose, no pude más y se me empinó hasta el ombligo y le presente una polla larga, dura y hermosa, me puse de perfil para que observase otro plano y la incliné un poco, se abanicaba más fuerte, y moviendo la pelvis de atrás hacia adelante con los brazos le hice el gesto de “¿quieres follar?” , y me respondió con otro gesto típico que me comería la polla. Sonreímos, para mí aquello era un juego divertido que ella seguía morbosamente, me parecía muy picarona.
Pasaron entre cinco y diez minutos cuando sonó el timbre de casa, yo no esperaba a nadie e incluso estuve tentado de no preocuparme por abrir, por curiosidad eché un vistazo por la mirilla y allí estaba ella, no me lo podía creer, si bien no era tan extraño por el entorno sabía perfectamente en que piso vivía y su portal está frente al mío, creo que entendió mal el mensaje o se lo lancé peor, mi intención no era follármela solamente quería para un buen rato y unas risas con ella. Abrí la puerta con cuidado y la pasé al salón, yo continuaba completamente desnudo, ella no era muy alta, como alrededor de 1,65, iba vestida muy de andar por casa con una camiseta de tirantas de color blanco y una falda vaquera corta de color rojo que llegaba al medio muslo dejando ver unas bonitas piernas, sus pechos eran grandes, y su pelo rubio como suponía le llegaba por la mitad de la espalda y aunque no era una modelo se puede decir que era una mujer guapa, sin ser una belleza despampanante. Vamos, estaba follable.
Desafiante con las manos en la cadera y sacándome pecho con una mirada morbosa me dijo que ahí la tenía, en esos instantes llegué a pensar que el jueguecito había llegado demasiado lejos, ella también quería jugar con “…la polla rica que había visto” según me dijo exactamente, llevaba media hora viéndola, relamiéndose, tocándose el chocho y quería pasar a la acción. Estaba cada vez más sorprendido y confundido, pero al mismo tiempo viéndola allí de pie frente a mí no quería dejar pasar la ocasión, al fin y al cabo estaba buena y podría follarla, es más según advertía quería que la follase, así que me dejé llevar, tenía el juego dentro de mi casa. El morbo y la lívido continuaría subiendo cuando me refirió que tenía cierta prisa, había dejado a su marido durmiendo la siesta y no quería que la notase en falta cuando despertara. Me advirtió al mismo tiempo que era una guarra y una zorra y que la tratara como tal, que la ponía, cosa que empezaba a sospechar dicho sea de paso. Me estaba poniendo muy cachondo.
Me tomó por la cintura y fuimos al dormitorio, esa estancia y esa cama que instantes antes miraba desde su ventana. Eché las cortinas y comenzó a desnudarse sugiriéndose, primero la camiseta, luego el sujetador colgando sus dos buenas peras talla 110 aproximadamente, a continuación la falda y por fin las bragas negras exponiendo su culo al descubierto y su coño afeitado. Imagínense, a estas alturas yo tenía la polla completamente erecta y ella un cuerpo maravilloso con grandes tetas con pezones un tanto pequeños y un culo prieto y respingón que fue lo primero que ansioso le palpé con las manos subiéndole las nalgas a la vez que apretaba sus tetas contra mi pecho y le restregaba la polla por el coño ya humedecido, le comí la boca introduciéndole la lengua hasta la garganta, apoyándola sobre la pared la elevé tomándola por la cara interior de los muslos y se la introduje enterita dándole fuerte, causándole un enorme placer por lo que gemía a la vez que le decía lo puta que me parecía. Por mi parte tenía un calentón fuerte, me estaba tirando a la mujer que hace unos minutos me espiaba curiosa desde la ventana de su domicilio, el juego había llegado bastante lejos por fortuna para ambos. El polvo no fue largo pero muy pasional por ambas partes, los dos follábamos enérgicamente mientras el pene salía y entraba sin contemplaciones, llegando uno y otro al orgasmo, yo quería llenarle todo el interior de semen, me excité muchísimo.
Esto la había descuadrado, no esperaba que me la follase tan pronto, quería empezar sobretodo a juguetear con mi polla, pretendía hacerme personalmente lo que había comprobado desde la ventana. Me tumbé sobre la cama y ella recostada pegada a mi me cogió el nabo, tal como yo hacía minutos antes, lo acariciaba suavemente con sus dedos y uñas, era excitante el hormigueo, la meneaba, zarandeaba, y me estiraba la piel estando toda empinada. No cabía de gozo, era bastante placentero el cosquilleo que sentía, tras varios minutos así comenzó a lamerla despacito desde abajo hacia arriba y viceversa, su lengua parecía una serpiente retorciéndose, y colocándose de a cuatro sobre mí inició una mamada a la vez que se metía dos dedos en su vagina. No podía permanecer impasible y le aparté los dedos, los chupé y los sustituí por mi lengua a la vez que le levantaba sus nalgas abriéndole más la vagina, comencé a comérsela enterita, ahora mi lengua era la serpiente dentro de su salado coño tocándole el clítoris, al mismo tiempo que me la mamaba, el sentir mi lengua la excito muchísimo y tragaba la polla con un ritmo más intenso hasta que no pude aguantar más y terminé corriéndome en su boca lanzando gemidos. Hay que decir que la sabía comer muy bien.
Miró el reloj de la mesilla y me señaló que aun quedaba tiempo para una última follada, mirándome con cara de sátira se echó sobre la cama y levantó las piernas cruzando sus pies pasándolos por encima de mi cuello, de forma que me mostraba en pleno esplendor la totalidad de su trasero con sus dos generosos orificios invitándome a que me sirviera a mi satisfacción, le daba igual por donde la penetrara, por la vagina con su empapada vulva palpitando o por el dilatado ano, se veía que su marido le daba fuerte por el culo y se lo hice saber insultándola con su consentimiento, le dije que era cosas de guarras, ella lo admitía y le gustaba que. Dejé caer sus piernas sobre mis hombros y ahora fui yo quién la haría esperar jugueteando antes de metérsela, le froté y acaricié los muslos que colgaban, le abrí un poco más el ano y hurgue con los dedos en su interior dejándola bastante estimulada como manifestaban sus gemidos y jadeos, más tarde hice lo propio en el coño con movimientos rápidos de arriba a abajo y al revés llegando al clítoris, llegó pronto al orgasmo con mi masturbación, fue el momento en el que por segunda vez introduje de golpe mi polla en el interior del coño, se la metí hasta el fondo y permanecía cinco segundos, la sacaba y repetía, y repetía, y repetía la acción, avivándola a más no poder, finalmente la saqué chorreante de sus jugos y antes de correrme se la introduje lubricada por el culo comenzando un rápido metisaca, entraba hasta el fondo con bastante desenvoltura, en este ímpetu me volqué sobre ella para magrearle y comerle sus enormes tetas y chuparle los endurecidos pezones como si fueran biberones. Así permanecimos un buen rato, mantenía las piernas alzadas sujetándoselas con las manos, en tanto yo de rodillas y a la vez echando mi torso sobre su busto me la follaba gozoso y a gusto gritándole lo puta y guarra que era y lo tranquilo que estaba su marido, me subía la lujuria mientras pensaba como en la casa de enfrente estaba su marido acostado ajeno a todo durmiendo apaciblemente la siesta. Como suele ocurrir me llegaron espasmos y eyaculé plenamente en el interior del culo, ella no había dejado de correrse desde que la masturbé.
Acabamos rendidos, se le había hecho algo tarde pero ya sabía como justificar su ausencia, no parecía preocupada en demasía pero no quería demorarse más. Observé como se vestía y la acompañé a la salida introduciéndole la mano debajo de su falda palpándole los labios y le sobaba de nuevo los pechos, me provocaba hacerlo. Tras despedirla y cerrar la puerta tuve la impresión de que no sería la última vez que nos veríamos, y no desde una ventana precisamente…