La vecina que todos quisieramos tener, parte1
Nunca hubiese imaginado lo que me esperaba cuando compré aquel piso.
Mi nombre es Marcos y tengo treinta y pocos años. Dicen que es una edad de estabilidad emocional y sexual, lo de emocional no lo niego, lo de sexual tengo mis dudas. A veces pienso que no puede ser normal ir tan salido como yo voy, no sé si es algo propio de los hombres de mi edad o es una peculiaridad mía.
Cuando vine a vivir a este edificio recuerdo que durante la mudanza me crucé un par de veces con una chica, era vecina pero no sabía de qué planta. Eso no me impidió hacerle una escrupulosa ficha visual, por delante y por detrás. Menuda hembra, deduje que tendría unos años más que yo, quizás 7 u 8, posiblemente casada, pero eso no le impediría provocar deseo allá donde fuese. Era rubia, esbelta y delgada, de sinuosas caderas curvadas, piernas suaves y pecho prominente. Además muy simpática, al cruzarnos me saludó con una agradable sonrisa.
No volví a verla durante algunas semanas, estuve bastante ocupado instalándome.
Una mañana, mientras tendía la colada, se cayó un bóxer y fue a parar al patio interior del propietario del bajo. Al bajar y llamar a la puerta, cual fue mi sorpresa al ver que me abría aquella mujer de agradable sonrisa y mejor culo. Con su habitual simpatía me hizo pasar mientras ella iba a buscar la prenda, no hubiese imaginado que me pondría tan nervioso su seguridad al devolvérmelo mientras me decía con una sonrisa picarona que hacía tiempo que no caían unos bóxer tan masculinos en su patio. Estaba claro que era pícara y tenía seguridad en si misma, eso le daba más morbo si cabe.
Siguieron pasando los días y las semanas, pero cada vez que tendía la ropa no podía evitar acordarme de aquel encuentro. La mayoría de las veces me quedaba atontado mirando su ropa tendida, a veces había tangas, o braguitas muy sugerentes de diferentes colores. Me embelesaba mirando e imaginando cómo le quedarían y cómo sería lo que tapaban aquellos trozos de tela, ¿iría totalmente depilada?, me moría por averiguarlo. También pude ver ropa de hombre, estaba claro que tenía pareja.
Uno de esos días que fui a tender mi ropa me llevé una tremenda sorpresa, ahí estaba ella, sobre una tumbona en su patio, con gafas de sol y bikini, dispuesta a aprovechar los rayos de sol de la venidera primavera. Había instalado una lona para evitar demasiado sol y posiblemente miradas indiscretas, aunque desde la posición de mi lavadero la veía completamente, y ella a mí, pero parecía estar dormida. Mi mente empezó rápidamente a imaginar y una ola de deseo me nubló, me imaginé a mi mismo allí abajo, recorriendo su cuerpo con mi boca, besando su cuello desnudo, acariciando sus pezones, metiendo mi mano y mis dedos entre sus piernas, entre su bikini, entre los labios de su húmeda y resbaladiza vagina. Tuve una tremenda erección casi al instante y se me ocurrió masturbarme mientras la miraba allí tumbada, relajada y ajena a mi mirada lasciva. No tardé ni un minuto en correrme, aquella visión y el deseo que me despertaba fue suficiente para no poder ni querer aguantar más.
Me pareció que se movía, parecía apretar las piernas, rápidamente me escondí para no ser sorprendido en una situación tan violenta.
Aquello se repitió varias veces en aquel mes de mayo, de vez en cuando me asomaba al lavadero para ver si estaba tomando el sol y masturbarme imaginando que la follaba allí mismo. Lo hacía sin apenas taparme, siempre estaba con la cabeza ligeramente ladeada, aparentemente dormida y ajena a lo que yo hacía.
Un día cualquiera, a principios de junio, volví a caer un bóxer a su patio. Tenía que bajar a por el, y la sola idea de estar tan cerca de ella me excitaba y me ponía nervioso. Cuántos intensos orgasmos había tenido en las últimas semanas mientras la miraba sin ella saberlo.
Hola, siento molestarte, se me ha caído un bóxer en tu patio.
No te preocupes, pasa por favor, no te quedes ahí – dijo con su habitual sonrisa mientras se alejaba. Lo siento pero no soy capaz de alcanzarlo, ha caído sobre el murete, quieres pasar y lo coges tú?.
No quisiera molestar, dije. No me corre prisa, puedo esperar a que vuelva tu marido.
No, de verdad, no hay problema, pasa.
Pasé al lavadero y salí al patio mientras ella esperaba en la cocina. Al volver estaba apoyada en la encimera.
- Me he fijado que te gusta observarme mientras tomo el sol, dijo con una sonrisa.
No esperaba algo así, mi mente empezó a trabajar con rapidez, me había visto… pero, si me había visto observarla también debía haberme visto masturbarme. Nunca me tapé creyéndola dormida. Entonces si me había visto, ¿por qué seguía saliendo como si nada?.
Lo siento, no sé qué decir. No lo esperaba.
No pasa nada, dijo sin dejar de sonreír. La primera vez que te vi no sabía qué hacer y decidí hacerme la dormida para no provocar una situación incómoda, pero no podía dejar de mirarte escondida bajo mis gafas de sol.
No podía creer lo que estaba escuchando, quería que la tierra me tragara en ese momento.
- Cuando terminaste -continuó- y te fuiste me di cuenta que estaba muy mojada. Tuve que entrar en casa y masturbarme. Los siguientes días salía con la esperanza de volver a verte tan excitado por mí. Permanecía quieta para parecer dormida mientras miraba tu tremenda erección a través de las gafas de sol. Siempre me masturbaba en la tumbona después de ti, me he asegurado de que nadie puede verme, sólo tú.
Oír aquellas palabras me había provocado una erección y noté que se había dado cuenta por su mirada a mi paquete.
- Soy casada -siguió- pero ante todo soy mujer y verte tan excitado por mi me pone a mil.
No dudé un instante y me acerqué para besarla, pareció no esperarlo pero no me rechazó y se entregó por completo a aquel primer beso que poco a poco se volvía más intenso y profundo. No sé si pasaron segundos o minutos, estaba completamente entregado a su boca y a su lengua, sentí su excitación y unos leves gemidos. Era el momento de avanzar, abandoné su boca un instante y besé y chupé su cuello, arqueó la cabeza hacia atrás totalmente entregada a mi boca. Mis manos querían abarcar todo su cuerpo, con la izquierda apartaba su pelo para tener pleno acceso a su cuello y oreja, mientras con la izquierda agarraba su culo. Busqué sus pechos, allí estaban, turgentes y libres, tenían el tamaño perfecto. Vestía una camiseta holgada y un pantaloncito corto de tela, no llevaba sujetador. Mi boca bajó por su cuello hasta llegar a su escote, besé y lamí buscando desesperadamente sus pezones que ya estaban duros, esperando el contacto con mi boca y mi lengua húmeda y caliente. Al sentir mi boca gimió y agarró mi cabeza con fuerza pero no me dejó más de unos segundos, apartó mi cabeza y me miró totalmente cachonda, comenzó a desabrochar mi pantalón y sin decir una palabra se agachó buscando mi polla. No dudó en metérsela en la boca y empezar a chuparla con avidez, creí que me moría de gusto, sentía su lengua húmeda y caliente, succionaba, salía de su boca y volvía a entrar, su saliva mezclada con mis fluidos se escapaba por entre sus labios rosados y brillantes.
- Córrete en mi boca, dijo.
Oír aquello casi provoca que me corra en ese mismo instante, tuve que esforzarme para no hacerlo, aunque tampoco pude aguantar mucho más. Solté un gemido ahogado y me entregué a aquel maravilloso orgasmo mientras ella succionaba hasta la última gota de mí.
Deseaba hacer esto desde la primera vez que te vi masturbándote, dijo relamiéndose sin dejar de sonreír.
Ha sido mucho mejor de lo que había imaginado, contesté intentando contener los leves espasmos de mis piernas. ¿Estás preparada?, ahora te toca a ti.
Continuará…