La vecina que sabía de la laguna - 01
Mabel vivía en un barrio privado, llevaba 5 años casada con un rico empresario que la mantenía con todos los lujos, a quien ya no amaba pero seguía a su lado porque se había acostumbrado a su estilo de vida.
Mabel vivía en un barrio privado, llevaba 5 años casada con un rico empresario que la mantenía con todos los lujos, a quien ya no amaba pero seguía a su lado porque se había acostumbrado a su estilo de vida. Vivían en una casa demasiado grande y espaciosa para los dos, tenían tres mucamas, cada una con su tarea asignada, una se encargaba de la sala, la otra de los dormitorios y la ultima del baño, y un joven jardinero que mantenía el patio libre de malezas y las flores que perfumaban el aire sanas. Era también el amante de Mabel, el hombre nunca le había dicho su edad, aparentaba 25 años y Mabel prefería ni recordar que tenía 37 por mas que las cremas anti-age que usaba la hicieran lucir mas joven. Cuando su esposo se iba de viaje de negocios, Carlos, el jardinero, y Mabel aprovechaban que tenían la casa para ellos solos. Las mucamas se tomaban el fin de semana y cuando su marido no se iba en esos días, usaban la cabañita al fondo del jardín, un cuarto de huespedes que usaban sus mas cercanos amigos cuando se quedaban a dormir, era muy romántico, el exterior parecía de madera con los troncos falsos, pero por dentro era muy luminoso y se pasaban horas allí haciendo de las suyas. Mabel sabía que su esposo tenía un amorio con su secretaria, no era ninguna tonta, lo notaba en la mirada de ella, con las mucamas no porque casi nunca estaba en casa y no tenía tiempo para seducirlas. Era un hombre muy buen mozo, por eso Mabel se enamoró de él y se desenaoró a la vez, ya que siempre lo vio coquetear con otras mujeres y a pesar de los celos seguía a su lado, apegada a esa vida de lujos y a su amante, de quien ya empezaba a aburrirse porque siempre era el mismo hombre fornido a quien ya no se le ocurría nada mas que experimentar y a Mabel tampoco. Había rechazado la idea de un trío con otra mujer y eso los había alejado un poco, sexualmente hablando. No porque Mabel se hubiese sentido ofendida, sino mas bien confundida.
Desde aquella propuesta sexual que le hizo Carlos, Mabel había empezado a mirar distinto a sus vecinas y amigas, su mente se llenaba de pensamientos extraños y no podía evitar la sensación de querar abalanzarse sobre una de sus amigas y besarla enloquecida. Se sentía extraña y perversa, ¿qué pensarían los demás de ella? En su barrio la gente era muy conservadora, había una capilla frente a la plaza donde jugaban los niños y trotaban las parejas siguiendo al coach, se iba a misa todos los domingos y Mabel ya estaba harta del sermón del cura, se dormía y alguien la despertaba a codazos. El cura una vez habló de los homosexuales llamándolos enfermos y perversos, y que en el "exterior" la gente les estaba dando la oportunidad de convertirlos en lo que son. Ese sermón fue antes de la propuesta de Carlos, y si bien entonces no empezaba a sentirse extraña, le habían aterrado las palabras del cura y prefería ir a la misa de Navidad que era mas alegre, y no a escuchar esos sermones que parecían incitar a una cacería de brujas.
Todas las mañanas se levantaba temprano, a las 8 am, desayunaba, se ponía su ropa deportiva que consistía en un short y un top en los días de calor y un pantalón y un buzo en los días de frio. se atba el cabello castaño liso en un cola de caballo, se ponía los auricculares de su mp3, daba play a su lista de canciones, con temas desde Queen hasta algunos de Lady Gaga, a quien el cura llamaba "esa mujer pecaminosa", y salía a trotar por el sendero del pequeño bosque cerca de su casa, esquivando algún que otro trotador mañanero como ella. Era su rutina de ejercicios y no la cambiaría por ninguna cirugía estética.
En eso estaba una mañana de verano, trotando tranquilamente, no había visto a nadie mas que a un par de ardillas, y entonces una mujer que iba en rollers se le cruzó en sentido contrario, pasó a su lado a menos de un metro de distacia, el cabello rubio atado en un rodete, la misma vestimenta que ella, el violeta del top y el negro de sus shorts combinaban con el diseño de sus rollers, también tenía auriculares puestos, patinaba con la gracia de una bailarina, Mabel no pudo evitar girar la cabeza para verla mover sus piernas torneados, las caderas y los brazos manteniendo el equilibrio. Tenía la piel bronceada por el sol, a esas alturas de su vida en la alta sociedad Mabel sabía diferenciar un bronceado natural de una artifificial, el artificial deja manchas diminutas en la piel que parecen lunares, y la mujer de los rollers no las tenía. La perdió de vista entre la arboleda y siguió trotando sin poder sacarla de su mente. Aún cuando regresó a casa y tuvo sexo con Carlos, ella seguía ahí, patinando en su mente.
Se la cruzó varias veces, los primeros días apenas se saludaban con un gesto de la cabeza, después se empezaron a saludar con un simpático hola o buenos días y seguían su camino. Nunca se detenían a hablar y Mabel no la había visto por el vecindario. Los días que o se cruzaban la extrañaba, solían pasar dos o tres días sin verse, y cuando reaparecía se saludaban con una sonrisa en el rostro.
Una mañana dobló en una curva y vio a la mujer de los rollers detenida junto al letrero de kilometro 3, estaba bebiendo gatorade, tenía sudor en el abdomen y la cara. Mabel se detubo a observarla detenidamente. No era muy alta pero sí delgada, de piernas fuertes y brazos flacos, su bronceado se había acresentado, su cabello rubio atado en el rodete despeinado, algo de sudor en el pecho y las axilas del top. Dejó de beber y vio a Mabel, que parecía haberse quedado hipnotizada ante las curvas de su cintura y las caderas.
- Llevas mucho tiempo ahí parada?
Mabel volvió en sí, la mujer se rió un poco y a pesar de que se sentía avergonzada ella se rió también. Ella le ofreció un poco de su bebida porque se veía agotada, así le dijo, y Mabel se acercó, bebió un par de sorbos y le devolvió la botella. Entonces la mujer la miró y sus ojos verdes le fascinaron.
Me llamo Ana.
Mabel.
Se estrecharon las manos y su mirada le empezó a incomodar.
Trotas todas las mañanas. verdad?
Sí, es mi rutina.
Yo patino unas tres veces a la semana, me gusta más nadar en la laguna.
Cuál laguna?
La que está dentro del bosque, lejos del sendero, no lo sabías?
Vaya, llevo 5 años viviendo aquí y no tenía la menor idea.
Está muy bien escondida, exploré este bosque cuando me mudé y no está muy lejos de aquí, hay unos monticulos que la tapan, son muy resbalosos pero hay una soga atada a un arbol y si te sujetas bien puedes subir sin problemas.
Es asombroso, cuándo te mudaste?
Hace 3 meses, estuve ocupada con la mudanza, ya sabes, desempacando las cajas, y salí a conocer el barrio pero no me agradan mis vecinos, son gente mayor, y los demás tampoco, son muy falsos, me invitaron a fiestas de bienvenida y me andubieron presumiendo sus cuadros y los muebles de la sala y la cocina.
Te fastidiaron bastante, no?
Sí, no me gusta este estilo de vida, me mudé por el bosque, había una casa en venta y aproveché el dinero que me dio mi ex-marido por el divorcio y la compré.
Te divorciste? Llevabas muchos años casada?
Tres, y se acostaba con mi hermana. Nunca los perdonaré a los dos, no quiero hablar de ellos.
Está bien, lo siento.
No te disculpes, peor sería haber enviudado. Y tú? Tienes marido?
Sí...
Te engaña?
Por qué lo dices?
Por tu expresión.
Tiene un amorío con su secretaria y yo con el jardinero.
Ana se llevó una mano a la boca, echó una carcajeada y abrió los ojos sorprendida. Mabel estaba sorprendida también por haber dicho tan naturalmente algo como eso.
Genial, le haces pagar con la misma moneda!
Sí, pero ninguno le dice al otro lo que hace.
Crees que sabe de lo tuyo?
No lo sé, no pasa mucho tiempo en casa, viaja mucho, es empresario y siempre está ocupado. De milagro tenemos cena de aniversario.
Se oye muy triste.
Sí, es deprimente.
Y por qué no te separas?
Estás loca? Aquí somos todos católicos, el matrimonio mas largo que conozco duró 70 años.
Vaya, que tortura!
Lo sé, es horrible, quisiera dejarlo todo y largarme de aquí pero no puedo.
Por qué no?
Tengo una vida aquí.
Sí, pero por lo que me cuentas es una mierda.
Lo sé! Pero...no puedo. No tengo empleo, soy una mantenida, no me gradué de la universidad, cambiaba de carrera a cada rato porque me aburría y terminé casada con Miguel y él...no me ama. Tienes razón, es una puta mierda!
Mabel se echó a llorar. Se había dado cuenta de la mentira en la que vivía, apenas conocía a Ana y ella ya sabía su secreto y no la juzgaba. La abrazó y Mabel lloró sobre su hombro, ella le acariciaba la espalda, no le daba lastima, la había conmovido y le agradaba a pesar de todo.
Quieres venir a mi casa? No estamos muy lejos, te puedes limpiar así no te verán como estás.
Está bien, gracias.
No hay de qué.
Recorrieron parte del sendero hacia el otro lado del barrio, allí había una casa moderna de planta baja con terraza, Ana se quitó los rollers y los dejó junto a la puerta, entraron, Mabel fue al baño a limpiarse la cara y Ana le ofreció algo de beber, ella se quedó sentada en el sofá y su nueva amiga se sentó a su lado.
Es una linda casa.
Gracias. La tuya también debe ser hermosa.
Sí lo es, pero es enorme y solo vivimos dos personas ahí.
Claro, es lo que yo digo, falsedad. Perdón si te ofende - se apresuró a decir.
Tienes razón, detesto esa casa, prefiero la cabañita del jardín, es mas linda y romántica, no es un palacio pero es muy acogedora.
Eso sí se oye lindo, podrías invitarme algún día.
Y tú tienes que enseñarme la laguna.
Trato hecho!
Ana alzó su mano y Mabl la estrechó sellando el pacto. Se quedó un rato mas en su casa, oyendo sus anécdotas y contandole algunas suyas. Ya casi era la hora en que almorzaba y Ana la invitó a quedarse. Preparó carne con ensalada y jugo de naranja exprimido, la mejor comida que Mabel se había desgustado en años, mas que nada por la compañía. Ana era de lo mas simpática y agradable, sonreía siempre y la hacía olvidar sus problemas. No aparentaba mas de 30, casi no tenía arrugas, y era tan linda. Mabel deseaba ver su cabello suelto, y cuando estaba por decirselo, Ana se paró, soltó su cabello rubio que cayó sobre sus hombros y Mabel casi se queda hipnotizada otra vez.
- Iré a ducharme. Vuelvo en unos minutos, si quieres puedes ver la tele - le dijo caminando hacia el pasillo y entrando al baño.
Mabel se sentó frente al aparato, lo encendió con el control remoto e hizo zapping buscando algo entretenido que ver. Se detenía en los canales por unos minutos, nada le interezaba, oía el sonido de la regadera, Ana había dejado la puerta abierta pero ella no se animaba a levantarse y espiar. Así dejó pasar el tiempo hasta que Ana salió envuelta en una toalla. Se dirigió a su cuarto y los pocos segundos la llamó.
Mabel?
Sí?
Me darías una mano?
Mabel apagó la tele y de inmediato se dirigió a donde estaba Ana. Entró en su habitación, estaba de espaldasse había puesto las bragas pero el sostén aún no.
No puedo abrocharlo.
Yo te ayudo.
Se acercó a ella y en un abrir y cerrar de ojos abrochó la prenda y se quedó parada a sus espaldas, rozando con los dedos la suavidad de su piel y la perfección de su bronceado. No tenía las tìpicas marcas de prenda interior, tal vez se había equivocado y sí era falso, o tal vez Ana se asoleaba en la terraza, desnuda. De solo pensarlo le vinieron pensamientos que el cura definiría como "pecaminosos", sacudió la cabeza y se apartó un poco de Ana.
Gracias, Mabel.
No hay de qué.
Mabel la esquivó con la mirada mientras se ponía un vestido solero rojo.
Te acompaño a tu casa?
Si tu quieres.
Vamos, y me presentas a tu sexy jardinero.
En otra ocasión esa frase le hubiera parecido graciosa y dado un poco de celos, pero en ese momento no le apetecía pensar en Carlos. Salieron de la casa y caminaron tranquilamente por el sendero, nadie trotaba a esas horas. Conversando, el tiempo pasó rapido y llegaron a la casa de Mabel-
Wow! Sí que es enorme.
Tal como te dije.
Para qué quieres una casa de tres pisos, podrías vivir en una como la mía tranquilamente.
Sí, pero ya sabes como es, quien tenga la casa mas grande tendrá mas prestigio.
Y mas muebles que presumir.
Exacto.
Las dos rieron ante esa afirmación tan exacta. Mabel veía a Ana contemplar la casa y por un segundo tuvo ganas de tomarla de la mano pero prefirió no hacerlo.
Quieres pasar?
No. Te lo agradezco pero ya he visto demasiadas casas ostentosas.
Está bien, otro día te invito a mi cabaña.
Y yo a la laguna, no lo olvides.
Es un trato.
Ana le dio un beso en la mejilla y se despidió. Mabel se sonrojó y caminó por el senderito hacia la puerta de su casa saludando a Ana con la mano. Entro y enseguida apareció Carlos.
En dónde andabas, mujer? No llevas tu celular, me tenías preocupado.
Tranquilo, Carlos, estuve con una amiga.
Tú no te juntas con tus amigas.
Ah no? Pues esta vez sí, almorcé con Ana.
No conozco a ninguna Ana.
Es nueva aquí, se mudó hace poco.
Claro...- dijo asintiendo sin creerle del todo. - Te extrañé, preciosa.
Me lo imaginé.
Ese imbecil no tarda en llegar pero podemos hacer un rapidito en la cabañita - dijo apretándola con sus brazos y Mabel lo apartó.
No tengo ganas.
No juegues conmigo, Mabel.
Ya te dije que no tengo ganas de hacerlo. Tal vez mañana.
Tal vez...La última vez que me dijiste "tal vez" estabas enfadada y no tuvimos sexo por una semana.
Quieres que sean dos? Ya deja de molestarme.
Como quieras, tú después no vengas a molestarme a mí.
Ni soñando.
Carlos no alcanzó a oirla, salió al jardín por la puerta de la cocina y Mabel se quedó en el comedor comiendo bombones de helado. La mucama que trabajaba en esa zona de la casa, Rosa, estaba aspirando el piso. Mabel subió a su habitación y se acostó en la cama, reviviendo el momento exacto en el que sus dedos rozaban la piel de Ana. Se quedó dormida y se despertó justo para la cena. Su marido había llegado temprano, la mesa ya estaba servida y se sentó a comer. Nunca platicaban en la mesa, antes se preguntaban cómo había estado su día y sacaban algún tema de charla. Ahora Mabel temía que se le escapara lo de ella y el jardinero y apenas terminó la comida se levantó de la mesa y volvió a la cama. No se había dormido cuando Miguel se acostó dándole la espalda y Mabel cerró los ojos tratando de conciliar el sueño, rememorando aquél alegre almuerzo con Ana y la caminata hacía su casa.
Si les gusta esta nueva historia solo pidan la continuación y la escribiré. No se me ocurrió un mejor título, jeje...
Hasta la próxima!
- Brasita