La vecina del quinto
Esa vecina con la que te cruzas y con la que no te atreves a dar el paso. Yo lo di. Cómo no hacerlo con esos ojos color miel.
Buenas, soy Javi. Un chico o más bien hombre de 30 tacos pelo corto castaño y metro ochenta. Sin pareja tras una ruptura hace un par de meses tras una relación de algo más de 2 años. Incompatibilidad de caracteres, ¿qué le vamos a hacer?
Pero no es de eso de lo que quiero hablaros, sino de lo que pasó entre una vecina y yo. Vivo, bueno, más bien vivimos, en un bloque con muchos apartamentos de 1, 2 y 3 habitaciones. Particularmente, el mío era uno pequeñito de 1 dormitorio. No hace falta mucho más espacio, una cama, cocina y un salón más o menos amplio donde está el ordenador, una guitarra eléctrica colgada de la pared y la bicicleta de montaña en otra.
La bici me tiene que acompañar allá donde me mude, al igual que mi moto. Esto no es negociable, simplemente es parte de mí. Me encanta el montar en moto, no correr, pero sí sentir el viento y las fuerzas en equilibrio dentro de una curva. Cada cual tienes sus hobbies, unos jugar con videojuegos, otros fumar sustancias psicotrópicas y otros jugar al dominó; lo mío es la moto y la bicicleta.
Lo cierto es que en el bloque hay muchos pisos, pero no sería capaz de decir cuántos hay ocupados. En el tiempo que llevo aquí no me habré cruzado con más de 20 personas. Y tampoco conozco el nombre de ninguna, supongo que es algo normal en las ajetreadas vidas que tenemos, en las que uno se pasa 12 horas fuera de casa trabajando.
Pero vale ya de situar. La primera vez que vi a la vecina fue un sábado por la mañana. Iba a hacerle un poco de mantenimiento a la moto y nos encontramos en el ascensor, ella bajaba a pasear a su perra. ¿Pero cómo es ella? Una chica delgada, con larga melena lisa y castaña; de un metro sesenta y poco, y para rematar una mirada que encandila con unos ojos color miel. Iba vestida con una camiseta negra de manga corta y pantalón de tela suelto con dibujos geométricos más bien en plan alternativo.
Intercambiamos un “hola” y una sonrisa, seguimos bajando en silencio. Mientras bajábamos, su perra se acercó a olisquear lo que llevaba en la bolsa apoyada en el suelo.
- ¿Qué? ¿hay que investigarlo todo eh?- la verdad es que me gustan los perros. Mis padres han tenido 2, viven en una casita con una pequeña parcela.
Después miré a mi vecina, la llamaremos Maite aunque eso no lo supe hasta unos días después; con una sonrisa para hacerle entender que no me molestaba que su perra olisqueara mis cosas.
Sin más nos despedimos cada uno a sus quehaceres. Tras estar con la moto un buen rato y acercándose la hora de comer, decidí dar por terminada la sesión de mecánica y subir a casa a hacer de comer. Y casualidades de la vida Maite entraba al portal al mismo tiempo que yo para coger el ascensor. La dejé entrar primero como buen caballero sin caballo y nos dedicamos otra sonrisa. La chica era bastante guapa, me gustan las mujeres con algo más de curvas, pero es de esas personas que sabes que te caerá bien y te gusta nada más verlas. Ella pulsó el 5 y me lo apunté mentalmente, yo pulsé el 4.
No cruzamos palabra tampoco esta vez. Yo procuraba no mirarla, enfocado hacia los mandos del ascensor, mientras ella quedaba al fondo mirando hacia mí y la puerta. No podría asegurarlo, pero me pareció que me evaluaba. Yo iba con un pantalón vaquero viejo y sucio, una camiseta de mangas cortas que sería como una talla pequeña para mí y por eso me la ponía para ensuciarla sin lástima. Pero esto supongo que hacía que me resaltaran algo los brazos y el torso. A parte de la bici voy a nadar entre 2 o 3 veces por semana antes de entrar al curro; pero que nadie se piense que tengo el cuerpo de Michael Phelps ni mucho menos, en forma sí que estoy. Un poco abochornado por las pintas con la camiseta, sucio y sudado. Menos mal que no tengo mucho olor corporal como para que se note demasiado dentro de un ascensor.
Al salir del ascensor sí que miré hacia ella y sonreía de nuevo, si es que había parado en algún momento, divirtiéndole el haber vuelto a coincidir imagino, por las pintas o gustándole lo que veía. Le dije un “hasta luego” que respondió de la misma manera. La verdad es que fui hasta el piso pensativo, me había gustado la chica. Ay la vecina del quinto…
Pasaron unos días. La semana avanzaba con la rutina, con la sensación esa de que el día en sí pasa despacio en el trabajo pero la semana vuela de tus manos sin aprovecharla. Y esa tarde de jueves nos volvimos a cruzar en el ascensor. Yo llegaba del trabajo con el casco, la mochila y la chaqueta de moto agobiado y cansado ya del día y ella venía con un par de bolsas. Esta vez iba vestida con un pantalón vaquero clarito que se pegaba a su figura, unas piernas largas y finas y culito bastante resultón. Me encantan unas largas piernas.
Tampoco dije nada esta vez, sí soy un tipo tímido con los desconocidos. Unas sonrisas y alguna mirada sí que intercambiamos. Cuando iba a salir sí que habló ella:
- Que descanses.
- ¿Cómo?- Me había sorprendido que me hablase y no entendí.
- Que descanses, se te ve agotado.- Repitió con una sonrisa.
- Sí, gracias, la semana cuesta.- Le respondí sonriendo.- Pero ya solo queda mañana hasta el mediodía, eso ya es casi nada.
Muy agradable y guapa la chica. Y observadora también.
La verdad es que me empezaba a gustar. Cada vez pasaba más tiempo pensando en ella y deseando encontrármela de nuevo. Cojones. Échale algo de cojones y di algo la próxima vez que no sea un “hola” so capullo.
Al menos contaba con más oportunidades, algo me decía que sí. No me había cruzado con ella desde que me mudé al edificio y ahora llevábamos 3 cruces en menos de 1 semana. Pero está claro que el “destino” no puede hacerlo todo, uno tiene que poner también de su parte.
Ese fin de semana no hice nada especial. El sábado por la mañana salí temprano a dar una vuelta con un par de amigos y las motos y por la noche a dar una vuelta por ahí. Unas cervezas y charla en buena compañía en uno de los pocos locales de la ciudad que ponen música rock y no música “pañuelo de papel” que suenan unas semanas y se olvidan para siempre porque no aportan nada más.
El domingo por la tarde estaba aburrido, nada en la tele, harto de tontear en el ordenador, tampoco tenía ganas de guitarra… y además quedaba poco para oscurecer, por lo que no merecía la pena coger la bici. Tenía que sacudirme el muermo, así que me preparé y salí a correr. No me gusta correr, pero esas veces que necesitas desentumecerte y no hay mucho tiempo algo ayuda. Me vestí y bajé, cerca de casa hay una zona verde, no es propiamente un parque, sino más bien un sitio que no ha sido urbanizado y está como lleva años, con sus árboles y caminos.
Llevaba un rato corriendo por un camino del descampado ya yendo de vuelta a casa, cuando un perro a toda velocidad se me cruzó. Iba detrás de una pelota. Aunque en realidad debo decir “ella”, porque era la mascota de Maite.
Maite estaba a mi derecha detrás de un par de árboles en una zona despejada. No la había visto y había lanzado la pelota hacia donde yo estaba porque tampoco me había visto a mí.
Ahora Yina, volvía con la pelota con un trotecillo suave hacia su dueña para que se la volvieran a tirar.
- Perdona, no me había fijado que había alguien en el camino.
- No te preocupes mujer. Iba corriendo pensando en mis cosas y no estaba atento.- Respondí quitándole importancia.
- Ésta es que tampoco mira. Le tiro la pelota y se lanza allá donde vaya sin pensar.
- La verdad es que si me llega a atropellar acabo revolcado en el suelo. Está fuerte eh.
- Sí, por ella estaría todo el día corriendo detrás de una pelota o un palo. Es incansable. La tengo que sacar para que corra un poco porque si no se pone muy nerviosa.- Explicaba Maite.
- Claro, le pasa igual que a mí. Demasiado tiempo encerrado y tengo que salir a que me dé el aire como a un perrucho, jejeje.
La perra miraba alternativamente a uno a y otro como diciendo “mucha cháchara y a mí nadie me tira la pelota”. La verdad es que yo solo tenía ojos para mirar a Maite. Y a ella se le había pasado un poco la vergüenza de no haber mirado para tirar la pelota y hablaba abiertamente conmigo, tan risueña como siempre. Entonces Yina me dio una topada con el hocico, quería que le tirase la pelota.
- ¿Quieres que nos dejemos de charla y juguemos verdad?- Cogí la pelota y se la tiré lo más lejos posible por la explanada.
Me trajo la pelota de nuevo.
- Oye, ¿ya no quieres jugar conmigo? Ya te has buscado otro que te tire la pelota ¿eh?- Dijo Maite.
- Ah, lo siento. Soy la novedad, lo que mola ahora.- Haciéndome cómplice con la perra y volviéndole a tirar la pelota.
- ¿Sí Yina? Pues quizás debieras irte con… ¿cómo te llamas por cierto?- Miró riéndose de la situación.
- Soy Javi.
- Maite y esta descastada novelera es Yina.
Se acercó y nos dimos dos besos. Quizás tardamos 1 segundo de más en separarnos.
- Bueno, ¿sueles venir sola por aquí a esta hora?- dije un poco incómodo tras haberme quedado junto a su cara 1 segundo más de lo “debido” ¿ella también se quedó ese segundo? Con su olor a lilas y grosellas.
- Pues suelo bajar antes, pero sí, suelo venir por aquí.- Maite se repuso también.
- ¿Y no te da un poco de respeto? Esto está un poco solo hoy.
- Pues no mucho; bueno una vez sí que me pasó algo.- Se echó a reír.- Iba ya de vuelta para casa, iba a cruzar la carretera y esperé a que lo hiciera un coche, Yina estaba olisqueando algo remoloneando. El del coche se paró y abrió la ventanilla y me preguntó ¿Cuánto?
- ¿Cuánto te dijo?- No la entendía en un principio, hasta que caí. – Se creía que eras una… profesional…
- Jajajja, sí una… profesional.
- ¡¡¡Ostras!!! ¿y qué pasó?
- Nada, Yina vino corriendo y puso las patas en la ventanilla y empezó a ladrar. Jajjaja. El hombre entendió rápido que no estaba “trabajando”.
- Jajajajja. Seguro que lo entendió rápido y se le quitaron las ganas. Jejeje. Aunque las profesionales no se suelen poner por aquí, sino más bien por allí, más allá de los bloques de allá.- Dije señalando hacía donde se ponían.
- ¿Ah sí? Muy bien informado… - Con mucha sorna.
- A ver yo no es que sepa, pero es que se ven y… - replicaba un poco apurado.
- Jajajjaja.- Más se reía de mí.
Entre risas y cachondeo fuimos de vuelta al bloque. La verdad es que era muy fácil hablar con ella, no soy un gran hablador más bien de escuchar. Pero ella lo hacía fácil, muy entrante, la típica persona es capaz de hablar hasta con las piedras. Hasta que llegó el momento de despedirnos para bajar en mi planta, por fin me lancé.
- Maite, ha sido un placer. ¿Cuándo repetimos?
- Pues cuando quieras, yo bajo todos los días.
- Pues dime tu teléfono, así no tenemos que esperar a coincidir.- Estaba “lanzadísimo”.
- ¡Claro! 6…..
- Hecho. Hasta luego chicas.- me despedí de las dos.
- Jajajaj, hasta luego.
Y así fue como por fin conseguí su teléfono, una proeza sin igual, a la altura de cazar ballenas como el capitán Achab vamos…
Estuve dándole vueltas para escribirle, pero no se me ocurría ningún motivo que no me pareciera demasiado tonto. Cogía y dejaba el móvil, mirando la foto en la que se veía a Maite en una playa al contraluz muy bonita. Se hacía ya tarde y me fui a la cama y miré una vez más. Y decía que estaba en línea. Así por fin me decidí a escribir alguna tontería.
- Ha estado bien la charla de hoy.
- Hey Javi. Sí que ha estado bien.- Me respondió casi al momento.
- Sí, hay que repetir.- Sí, soy todo elocuencia…
- Claro que sí. Además Yina lo agradece, te la podías llevar a correr también.
- Pues cuando te haga falta o cuando quieras, sin problemas.
- Me alegro de poder contar contigo, gracias.
- Si aún no he hecho nada. Chica, me voy a la cama, mañana es lunes maldito L
- ¿Sí? ¿ya a dormir? Si casi no son las 12 :O
- Soy de acostarme pronto. Y después de la ducha me he quedado listo.
- Que duermas bien.
- Que tengas buenos sueños.- Y así nos despedimos.
Estaba contento, habíamos roto una barrera y estábamos un poco más cerca. Ahora podía escribirle y hacer por pasar más tiempo con ella. Cada vez me gustaba más la chica.
Quedábamos, nos escribíamos y cada vez estábamos más cerca el uno del otro. Creando confianza, aunque me parece que encajamos muy bien desde el primer instante. Estaba bien y mal al mismo tiempo. Si la situación continuaba así seríamos buenos amigos, que estaba bien, pero no era lo que yo quería. Estaba en peligro. Hay que atacar siempre un café antes de entrar en la “friendzone”, si no todo está perdido.
Una noche de jueves, que no habíamos coincidido paseando al perro, me encontré con que tuve que bajar para poder terminar la cena. Y nos encontramos en el ascensor subiendo.
- ¿Qué haces con esas pintas?- dijo justo entrando tras de mí.
- Hola Maite. Ya ves, estaba haciendo la cena y no tenía el elemento principal.
- ¿Doritos? Vaya tela los hombres solteros, nada más que coméis guarrerías.
- Ey ey ey, esto son nachos para hacer con queso. Es algo más elaborado. Tenía ya la carne picada refrita, el pimiento picado y cuando lo iba a meter en el horno me di cuenta de que no tenía los nachos.- Había que dejar claro que uno no se sienta a comer panchitos en el sofá y ya está, uno sirve para algo más.
- Mira, que gourmet.- Me respondió con algo de sorna.- Pero me sorprende tanta elaboración.
- Me defiendo. Aunque mi fuerte es el pescado al horno. Y la paella me sale de muerte.- Ahí está, el que no anuncia no vende…
- Pues me tienes que invitar alguna vez.
- Claro. ¿Qué tal ahora?- La proposición la había sorprendido, dudaba.- Veniros y cenas conmigo, pero solo si prometes no aprovecharte de un hombre indefenso.
- Jajajja. Que peligro tienes. Muy bien, me apunto. Dejo a Yina en casa y bajo. ¿Cuál es tu piso?
- Estupendo. El 4º B. Meto esto en el horno y está en 10-15minutos, no tardes.
- Vale.
Terminé de poner la carne picada con su refrito de cebollita y ajo encima de una capa de nachos. Pimiento cortado encima, más nachos y queso para fundir, una cucharada de tomate y una pizca de orégano. Al horno. Es un plato simple pero que soluciona una barbaridad y llena.
Maite apareció al poco. La notaba más radiante, ¿se había pintado un poco? Hummm. La hice entrar y enseñarle el piso, fue rápido ya que hay poco que enseñar, además me gusta tener pocos muebles y pocos chismes. Menos a lo que limpiar el polvo. Se quedó mirando la guitarra y un marco de fotos donde tenía entradas de conciertos.
- ¿Y esto?- Preguntó refiriéndose a las entradas.
- Pues entradas de conciertos en los que he estado. Algunos son de grupos de amigos y otros grandes conciertos. Esta es del Wacken, en Alemania. Esta de Megadeth en Granada. Esta otra de uno de mis amigos.
- Me gusta la idea. Igual te la copio y pongo de algún concierto, también las tengo guardadas como recuerdo. Tengo una de Bruce Springsteen.
- Uhh, esa es buena. Me perdí cuando estuvieron aquí en Sevilla.- Era verdad, me cogió trabajando fuera, me hubiera encantado ir.
Sonó el timbre del horno. Ya tenía puesta la mesa. Solo había que poner un salva-mantel y la fuente con los nachos.
- ¿Para beber? Tengo algo de vino blanco, aunque no sé si es demasiado glamuroso para acompañar a unos nachos
- Humm, vino eh. ¿Ya quieres enfacilonarme?- Me dijo mirándome traviesa.- ¿Cuál es?
- Pues un blanco de verdejo, es seco.
- Creo que no. Me gusta dulce, afrutado. Dulce María, Árabe,…
- Ahh ya, vinos de niñas.
- ¡Oye!!!- Dijo dándome un puñetazo en el hombro.- Vinos suaves para señoritas.
- Sí, eso quería decir, que me he liado.
- Pues entonces agua.- Resolvió.
- Agua para los dos, no vayas a enfacilonarme y aprovecharte de mí.
Nos sentamos a comer. Se sorprendió de lo elaborado de la cena, no lo esperaba. Imagino que esperaba una cena improvisada de mala manera y un piso desordenado y sucio. Pero no era así.
Cenábamos y charlábamos animadamente, con la tele apagada. Para ver las noticias que sacan a los mangantes de uno y otro color. Mucho mejor charlando con esta mujer que me tenía ya encandilado.
Me contó que trabajaba en una empresa de informática, era programadora. Que le encantaba hacer senderismo, que hacía yoga y pilates.
- Pilates y yoga eh… en forma y flexible…- Le dije en broma como relamiéndome.
- ¡¡Será guarro!!- Respondió haciéndose la ofendida y tirándome un trozo de nacho con queso.
- ¡Oye! De tirar la comida nada, que me he pasado horas y horas en la cocina para hacerte la cena.- Haciéndome el indignado.
- Sí ¿verdad? Que poca consideración por mi parte. Te tengo explotadito.
Nos quedamos mirándonos a los ojos sin decir nada, manteniendo la mirada. Estaba más que claro que nos gustábamos. No sabría decir cuánto tiempo estuvimos sosteniendo la mirada sin hablarnos. Me perdería años en esos dulces ojos color miel. La magia se rompió de pronto cuando escuchamos a los vecinos que habían llegado a casa como una manada de elefantes.
- Se ha pasado el tiempo volando con la cena y la charla.- Maite rompió el silencio.
- Contigo seguro, eres buena compañía.
- Tu también Javi. Uff, es muy tarde y mañana hay que currar.
- Oh, es verdad. Pero hay que repetirlo.- Dije.
- Claro que sí, eres buen cocinero.
- Gracias. Procuraré tener un vino… suave para señoritas.- Sentencié con una sonrisa. Venga te acompaño a la puerta.
- No, te ayudo a fregar y…
- ¿Qué dices? De eso nada. Eres mi invitada. Esto lo recojo en un momento y ya mañana lo friego en un momento.
Le puse la mano en la cintura para impedir que recogiera. La acompañé a la puerta de casa. Nos despedimos con un beso en la comisura de los labios y nos quedamos cerca, respirando en el aliento del otro. Entonces me lancé despacio a sus labios, un beso ligero, dulce y suave mientras ella tenía una de sus manos en mi pecho. Así nos despedimos, con ganas de más.
Nos escribimos aquella noche y durante casi todo el día siguiente. Se notaba que queríamos estar el uno con el otro. Aquel viernes por la tarde estaba en casa, tirado en la cama sin saber muy bien qué movimiento hacer hasta que ella me escribió al móvil.
- Sabes que tenemos un asunto pendiente ¿verdad?- Maite quería dejar de dar rodeos.
- Una tensión no resuelta, podría decirse.
- Sí, eso es. ¿Qué piensas?
- En resolver tensiones, por nuestro propio bien.
- ¿Y se te ocurre cómo?- Me respondía pícara.
- Se me ocurren muchas.
- ¿Muchas? Eso me gusta, un hombre imaginativo y con recursos.
Esperé un momento pensándomelo y lo solté, no podía aguantarme más.
- Pienso en ir allí. Ponerte una venda en los ojos, para que tus otros sentidos se intensifiquen. Dejarte solo con unas braguitas y atar tus manos a la espalda con otro pañuelo. Observar tu bello cuerpo desnudo sentada en la cama. Acercarme y besar un hombro y retirarme. Otro beso en tu mejilla, otro en un pecho. Retirándome y sin hacer ruido para que no sepas donde será el siguiente. Hasta que en un momento dado, te abrace desde atrás y bese tu cuello desde la clavícula subiendo hasta tu oreja. Coger tus hermosos pechos entre mis manos, acariciando los duros pezones.
Hubo un silencio, aunque se mantenía en línea. Temí haberme pasado, quizás no estaba preparada para este cibersexo. Maite seguía “en línea”.
Me mandó una foto. Se veía que estaba tumbada en la cama, su ombligo y vientre plano, unas braguitas blancas con encajes y su mano izquierda. Sus dedos parecían brillantes, húmedos.
- Tengo un problema aquí.- Me dijo.
- ¿De humedades? ¿Te había dicho que soy un manitas?
- Sí, de humedades.- Para Maite se habían acabado ya las medias tintas.
- Voy.
Fui por las escaleras y antes de darme cuenta estaba en su puerta. Me agarró de la camiseta y me metió dentro de casa. Nos enlazamos en un beso, despacio pero profundo. Había necesidad el uno del otro. Pude ver que iba con las braguitas blancas de encaje de la foto y una camiseta de tirantes cortita y suelta. Yo estaba también de andar por casa, camiseta de manga corta y pantalón corto de deporte. Con una protuberancia en la entrepierna que entre mi ropa interior y la suelta tela de pantalón no podía disimular.
- ¿Qué vas a hacerme? ¿vas a atarme?- Me dijo lentamente y con deseo.
- Quizás después. Vamos ahora al sillón.
Le quité la camiseta y pude observar su blanca piel y sus aureolas pequeñas y rosáceas. Los pezones estaban duros y deseando de ser lamidos y chupados. Daría buena cuenta de ellos. La coloqué de tal manera que las rodillas apoyaban en el asiento y los brazos en la parte superior del respaldar.
Aparté su melena para besar y morder su cuello al tiempo que acariciaba sus costados con la punta de los dedos. Fui bajando hasta llegar a sus braguitas y las fui bajando despacio, acariciando los muslos. Me ayudo a quitarlas y las dejé en la mesa, eran preciosas pero no nos iban a hacer falta. Me acerqué a su oreja para morderla suavemente y le dije que pusiera las rodillas en los apoyabrazos del sillón. Cuando las puso entendió que era lo que quería. Echó el cuerpo hacia delante y su precioso culo hacia atrás. Entonces vi su sexo, casi totalmente depilado, solo quedaba algo de pelo corto en el pubis en forma de banda estrecha. Muy bien arregladito.
Me acerqué y mordí su culo. Empecé a lamer acercándome al centro cada vez más. Su sexo estaba abierto, ofrecido totalmente para hacer lo que quisiera hacerle. Empecé a lamerlo muy despacio, degustando su sabor a hembra, su olor y su calor. Era suave y embriagador. Iba desde abajo del todo, donde estaba el clítoris, hasta la parte superior donde se volvían a juntar los labios. Penetrando con la lengua de tanto en tanto o atrapando con mis labios su clítoris. Unos cuantos lengüetazos desde el clítoris hasta su culo. Eso lo recibió con un gemido profundo, pareció gustarle que jugara también con su entrada trasera.
Seguía lamiendo y agarrando su culo, dando algún pequeño cate de cuando en cuando. Aparté mi boca de su sexo y me ayudé acariciándolo con mi mano izquierda, entonces me apliqué a lamer su culo. Lo recibió con un gran suspiro e iniciando un ligero movimiento de caderas de delante a atrás.
- Por.. favor… - consiguió decir entre gemidos y suspiros.- Por favor…
- ¿Qué?- Me interesé.
- Te necesito… dentro… uummmm!!
- ¿Sí? Pero primero es lo primero.
Bajé de nuevo a su sexo y me apliqué con fruición. Lamía chupaba. No paré por mucho que decía que subiera. Al poco dejó de pedirlo, resignada a la idea de que iba a seguir hasta que orgasmara en mi boca. Y lo hizo, unos gemidos liberadores junto con unas contracciones y movimientos involuntarios me informaron de que se estaba corriendo. Sus jugos los recibí en mi boca, mientras seguía aplicándome a su clítoris para arrancarle los últimos espasmos.
Me incorporé un poco pegando mi pecho a su espalda para acercarme a su oído. También acerqué mi paquete a su culo, aún llevaba puesto yo mi parte de abajo aunque ya me había quitado la camiseta.
- Con las prisas no he traído protección.- Con la impaciencia no había pensado en ello, simplemente me tiré a su piso.
- Confío en ti.- Mientras restregaba su culo contra mi paquete.- Pero no te corras dentro.
Me deshice de la ropa que me quedaba. Me acerqué a dar un último lengüetazo a su chorreante y caliente sexo. Acerqué mi cuerpo y mi hiniesta polla a su coño. Entré muy lentamente. Maite se echó hacia atrás, estaba ansiosa porque la taladrase, yo prefería ir despacio. Hacer que quisiera más que implorase, ya habría tiempo de correr, a ver si sería capaz de aguantar mi ritmo.
Un poco adelante, un poco atrás. Haciendo cada vez más profundas las penetraciones. Nuestros sexos encajaban a la perfección, apretado pero entrando con suavidad, estábamos mojadísimos. Di un empellón metiéndola por completo mientras la agarraba con fuerza de sus caderas. Lo recibió con un bronco gemido, había llegado muy profundo. Ambos paramos para habituarnos.
Estábamos muy excitados y empezamos a movernos. Hacía meses que no tenía sexo y estaba aguantando mucho más de lo que pensaba. Redoblé mis esfuerzos y ella contra empujaba también con ganas. Nuestros gemidos se confundían, notaba que ambos estábamos llegando. Estaba muy cerca de conseguir un segundo orgasmo y no podía parar.
- ¡¡¡¡Ahhh!!!! ¡¡huuummmm!!! ¡Sssíiiii!!!- Llegó su orgasmo.
Unos segundos después me salí, estaba a punto del desastre. El tiempo justo de salirme y agárrame la polla para que empezara a correrme. Un primer disparo llegó a su espalda justo donde se le hacían esos característicos hoyuelos. Un segundo disparo más potente hasta casi su hombro izquierdo. Otro par con menos fuerza ya sobre su culo. Había ido por poco, al filo del desastre y correrme dentro de ella.
- ¿Has estado cerca eh?- Me dijo risueña mirándome.- Vaya lo que tenías acumulado ahí.
- Ufff sí, te notaba tan cerca que no podía parar y dejarte a las puertas.
Seguía mirándome, entonces cogió con un dedo un poco de mi semen de su espalda y se lo llevó a la boca. Se chupó el dedo mientras me miraba fijamente con una mirada libidinosa como nunca me había echado antes. Mi miembro empezó a recuperar dureza ante tal desafío.
- Has estado cerca de llenarme el pelo, y eso no se puede consentir.- Dijo una vez chupado su dedo satisfecha.- Ya veremos donde dejo que descargues la próxima vez.- Y me guiñó un ojo.
Simplemente me encontré desarmado y no supe responder.
- Coge algo de papel para limpiarme y ven al dormitorio anda. ¿O no eres capaz de otro asalto?- Poniendo ojillos de pena.
- Pequeña, serás tú la que me pida tregua.- Mientras me levantaba y me dirigía a por papel higiénico.- ¿Y Yina?
- Está en la terracita con un cacharro con agua, no te preocupes.
Fui al dormitorio y allí me espera bocabajo para que limpiara su espalda de mi descarga. Una vez limpia me eché junta a Maite en la cama. Acariciaba suavemente su espalda y se desperezaba como una gatita. Creo que nos amodorramos algo, tras soltar tanta tensión contenida de tantos días uno buscando al otro por fin nos encontramos. Además había sido un polvazo más que decente.
Sentí algo de movimiento, me había dormido un poco quizás, sin saber por cuánto tiempo. Ella estaba sobre mis piernas, se acercaba a mi pene que descansaba echado a un lado. Empezó a lamerlo despacio, desde la base hasta la punta para reanimarlo. Tras hacer el recorrido unas cuantas veces me miró a los ojos. Yo ya me había espabilado y observaba atentamente semejante espectáculo. Me sonrió y se dedicó a lamerlo y metérselo en la boca. Al poco estaba en su punto máximo de dureza.
Maite lamía y chupaba. Lo cogía con una mano y me masturbaba mientras bajaba a lamer mis depiladas pelotas. Y me miraba, me han hecho muchas mamadas pero nunca mirándome a los ojos con esa mirada de lascivia. Maite se sabía al control total de la situación, iba muy despacio poniéndome a mil y bajándome el ritmo a su antojo. Y de nuevo la engullía casi entera mientras acaricia mis huevos.
Hubiera seguido así hasta que ella quisiera y por siempre. Pero me veía en la obligación de devolverle parte al menos del placer que me estaba dando. Ante sus protestas me incorporé e hice que ella hiciera lo mismo quedando ella sentada sobre mis piernas. Se penetró ella misma y empezó a cabalgarme mientras nos besábamos apasionadamente, con necesidad. Jadeando por la falta de aire. Cogía su culo para ayudarla a subir y bajar, su precioso y apretado culo.
Me empujó para que me volviera a tumbar. Entonces se dio la vuelta y se volvió a empelar ella misma ayudándose de su mano dándome la espalda. Se echó hacia delante y empezó a subir y bajar de nuevo. Tenía una vista magnífica de su culo y los labios de su sexo desde atrás. Los veía perfectamente engullendo mi duro falo por el que corrían hacia mis pelotas ríos de jugos de ambos.
La dejé cabalgarme un rato hasta que reuní fuerza de voluntad o estupidez suficiente como para bajarla. Hice que se tumbara boca arriba, cogí sus piernas y las doblé hacia ella hasta casi llegar sus tobillos a las orejas. Dejando su sexo y su culo expuestos a mí. Esto del yoga y el pilates es una delicia para el sexo también. Y la penetré. Ahora marcaría yo el ritmo e iba a ser implacable. Empecé a bombearla cada vez más fuerte, muy profundo, tanto como podía. Maite daba broncos gemidos. Seguí empujando cada vez más fuerte, sin dejar liberarla de su postura. Empezó a gemir cada vez más fuerte y más rápido. Estaba llegando a otro orgasmo brutal que arrasaba su cuerpo y le dejaba los ojos en blanco.
Paré para dejarla respirar un poco y solté sus piernas que abrazó a mi espalda.
- Vamos, quiero que te corras.- Dijo con voz suave, casi ida.
Bombeé un poco más, ya estaba a punto de derramarme otra vez. Me salí a duras penas, no queriendo dejar su sexo. Ella se esperó a recibir mi corrida en su cuerpo y eso pasó. Empecé a derramarme sobre su vientre y su pubis mientras miraba mi sexo como hipnotizada y satisfecha. Una corrida bastante abundante para haber sido la segunda. Me tumbé a su lado con la respiración agitada a coger aire.
Tras unos momentos en silencio, una vez recuperado el ritmo normal de respiración.
- Bueno, no te vengas arriba pero he sentido como me llegabas al… ¿tope?
- No me pareció que te disgustara mucho.
- Para nada, dando ahí vamos bien.
- Entonces para ser el primer encuentro ha ido bien.- Le medio pregunté.
- Sí, definitivamente sí.
- Estupendo. La primera vez no me suele salir muy allá. A partir de la tercera es cuando soy bueno y se pone la cosa ya en cierto nivel.
Me miró con los ojos muy abiertos y dejó escapar un “pufff” de susto.
- Tendré que aplicarme en yoga y pilates.