La vecina del primero IV

Unas semanas de agobio, unas compras y un cine. La cita perfecta.

Lo bueno de estas relaciones es que, por norma, las dos partes tienen claras que la relación tiene una fecha de fin y que no hay más compromiso que el que acuerden las dos partes.

Viviendo en el mismo bloque sabía que todo era más fácil. No teníamos que desplazarnos para vernos y podíamos vernos siempre que quisiera. Por contrapartida, tenía que ser más cuidadoso para evitar habladurías.

Aún así, fue un año bastante interesante. Era la primera vez que tenía una sumisa tanto tiempo y pude hacer todo lo que se me antojó con ella.


Una vez terminamos la ducha, me vestí y me fui.

Mientras preparaba la cena, me puse a ver las fotos que le había hecho en aquella ocasión.

Cuando la dejaba a su aire, estaba mucho más natural, lo disfrutaba realmente. En estas divagaciones estaba cuando me llegó un mensaje de ella: “He disfrutado muchísimo hoy. Sé que no quieres hacerme daño y que no me lo harías. Te pido perdón por mi falta de obediencia. A partir de ahora seré una perrita muy obediente, mi Señor.”

Al final sí que iba a conseguir una verdadera zorra a mi disposición. Con esa declaración podía permitirme dar rienda suelta a mis deseos más profundos.


Mi semana no empezó bien. Tenía turno de tarde, así que eso me dejaba en una posición en la cual no iba a poder hacerle la visita de rigor a mi vecina y eso me jodía mucho.

Para colmo, aquella semana tenía como supervisora a una mujer, no mucho mayor que yo, con la cual tuve un pequeño rollo de un par de meses. Fue la mujer con la que me inicié en este mundo. Era un novato total y con ella empecé a experimentar, pero eso es otra historia.

A ver, cuando se daba la ocasión follábamos. Normalmente había coincidido cuando teníamos comidas de empresa o algún evento de similares características.

En los cambios de turno venían a darnos las instrucciones de cómo iba la producción y lo que teníamos que hacer. Se dirigió sin vacilar hacia mí:

- Buenas tardes, ¿cómo empezamos la semana?

- Pues bien, no ha ido mal el fin de semana, esperemos que la semana se haga corta -le dije sin más.

- Muy bien, pues aquí tenéis apuntado lo que tenéis que hacer. Por cierto, me han mandado un correo y luego tienes que subir a la sala de reuniones para no sé qué. Es a las 18, pero avísame cuando vayas a ir.

No sé a qué podría deberse el requerimiento. Mi trabajo es bueno, así que no creo que fuera por eso. Empecé a trabajar aunque preocupado.

Al llegar la hora, fui a decírselo.

- Vale, tengo que subir contigo -me dijo en tono neutro.

Me tuvo esperando un par de minutos, dejó las cosas medio ordenadas y se levantó. Emprendimos camino hacia la sala. Cogió la llave de la sala y abrió. Entró y encendió las luces.

- Pasa -me dijo.

Entré yo y, a continuación, cerró tras de mí con llave. Me di la vuelta y sin tener tiempo de reacción, se abalanzó sobre mí y me besó. Me pilló tan de sorpresa que ni siquiera se lo seguí.

- ¿Qué pasa? ¿Ya no te pongo? - me dijo mientras me ronroneaba y se pegaba más a mí.

- No es es o-le dije- No me lo esperaba, simplemente. Pensé que habíamos dejado clara la situación .

- Sí que está clara, pero he tenido un fin de semana de mierda y quería quitarme ese mal trago. Y tú me vas a ayudar.

Se puso de cuclillas y me bajó la cremallera del pantalón. Metió la mano y me la sacó. La tenía ya en una semi erección.

- Pues date prisa y chupa, que no quiero que me despidan.

Se recogió el pelo en una cola y se la metió con glotonería en la boca. Empezó a chupar y le creció en la boca. No había tenido ni un día de recuperación, así que aguanté bastante la mamada. De hecho, tuvo que cambiar de postura un par de veces.

Finalmente, me invadió la sensación previa al orgasmo.

- Abre bien la boca - le dije entre espasmos y agarrándola de la coleta mientras su nariz chocaba contra mí.

No fue una corrida abundante, por lo que no tuvo problema en tragárselo todo. Le solté la cola y me recosté en una de las sillas.

- Por lo que veo, has tenido un fin de semana movido. Otras veces casi me ahogas con tu corrida y hoy ha sido un chupito - me dijo mientras se incorporaba y se arreglaba un poco.

- Sí, no puedo quejarme la verdad. Si ya has terminado, me vuelvo a trabajar.

- Sí, por hoy he terminado -me soltó.

- ¿Cómo que por hoy? -le pregunté sorprendido

- Sí, por hoy. Mañana vendrás y te la chuparé otra vez. Y si no quieres que esto trascienda, pues simplemente vendrás, dejarás que te la coma y te irás.

Normalmente soy yo el que tiene la sartén por el mango, pero esta vez me habían pillado. No me apetecía tener este juego con ella pero no me quedaba mucho más remedio.

- Ya puedes estar agradecido, muchos de tus compañeros matarían porque se la chupara.

Llegué a casa derrotado. No estaba muy convencido de la situación que tenía, pero por suerte no duraría más de una semana. Me planteé escribirle a mi vecina, pero estaba tan cansado que realmente no me apetecía hacer nada.

El día siguiente ocurrió más o menos igual. Por la mañana iba a entrenar, comía y me iba a trabajar. A la tarde volví a subir a la sala de reuniones y se repitió la operación.

Esta vez me vine más arriba. Total, ya puestos a hacerlo, por lo menos iba a disfrutarlo lo más que pudiera. Aunque tampoco podíamos ausentarnos demasiado, ya que irme todos los días a la misma hora y tardando más de 15 minutos sin poder justificarlo….

Así llegó el fin de semana, pero encima ni siquiera podía quedar con mi vecina, ya que tenía que ayudar a un amigo con la obra de su casa.

Me planté en el lunes y otra vez tenía turno de tarde. Por suerte esa semana no estaba la supervisora, así que lo tuve más tranquilo.


Ya os digo que fueron dos semanas intensas. Apenas le había prestado atención y ella empezaba a demandármela. Una de las noches me mandó un mensaje preguntándome que qué tal estaba y si ya no quería nada más con ella. Me contó que había empezado a hacer deporte y dieta.

Estaba gordita, la verdad. Ya os lo comenté al principio. Por lo que me comentó, su objetivo era perder diez kilos y luego otros diez, para ya ir definiendo lo que quería. Su intención era rebajar los michelines para el verano.

Yo lo veía un poco difícil, ya que como quien dice estaba a la vuelta de la esquina, pero no iba a ser yo quien le quitara la ilusión.

Tras acabar esas semanas infernales, estaba frito por pillar el fin de semana para ir al cine.

Fui con unos amigos al centro comercial y nos metimos a ver una peli. Cuando salimos nos íbamos a echar unas cañas. Encendí el teléfono y fui al baño. Mientras nos decidíamos a ver a dónde ir, qué coches mover y tal, me llegó un mensaje.

“Te he visto salir hace unos diez minutos del cine con tus amigos. Sólo quería enseñarte el bikini que me voy a comprar y los zapatos que me he comprado esta tarde.” Iba acompañado de una foto.

Si en ese momento hubiera tenido un termómetro controlándome, se habría disparado. La foto era un selfie en un probador, desde arriba, tapándole los ojos y la nariz. Lo primero que se veía era su boca abierta sacando la lengua con los labios pintados en rojo. A continuación, su cuerpo vestido únicamente con un bikini negro y unos tacones que casi triplicaban la altura de los que le había visto en casa. Además, su cuerpo se veía más estilizado, ya no sabía si por efecto del gimnasio o por la composición de la foto.

Como vio que estaba en línea y que había visto la foto, siguió escribiéndome: “Si continúas por aquí, podrías acercarte a la tienda y traerme un bikini una talla o dos más pequeñas. Creo que este tapa demasiado y sé que eso no te gusta. Estoy en el tercer probador de la derecha.”

Madre mía con la recatada. Creo que por fin había abierto el grifo de la lujuria.

Sin pensármelo demasiado, les dije a mis colegas que me iba a follar, que otro día nos tomaríamos las cervezas.

Con risas y abucheos por partes iguales, los dejé allí discutiendo y puse rumbo hacia aquel probador del placer.

Entré en la tienda y busqué el mismo bikini negro, sin saber qué talla podía haber cogido.

Y como yo tenía muchas ganas de jugar, y sabiendo que tenía que tener una talla de sujetador grande, cogí dos que me parecieron bastante pequeños. Probablemente la parte de abajo ni le entraría. Taparle una mínima fracción de sus labios a lo sumo.

Me dirigí a los probadores. Tercero a la derecha. Cerrado. Me asomé por debajo y vi esos tacones. Estaba sentada. Pegué en la puerta, acompañado de un “soy yo”. Escuché el pestillo abrirse y se entreabrió la puerta.

La imagen que vi cuando la terminé de abrir me pareció digna de las mejores pajas que un hombre pudiera hacerse: estaba sentada, con su camiseta metida en la boca, sudando, con una mano pellizcándose un pezón y con la otra masturbándose.

No lo dudé un instante y saqué el teléfono. Grabé aquella gloriosa escena. No tardó en correrse. Sus muslos empapados temblaban por el orgasmo que acababa de tener. Su respiración agitada fue volviendo a la calma poco a poco.

Me metí en el probador, cerré la puerta y le pasé dos dedos por su coño recién depilado, para saborear su flujo. Le saqué la camiseta de la boca y le di un profundo beso.

- Así me gusta, que experimentes. Pero ahora vamos a tener que hacer algo con mi amigo, ¿no te parece? Ten, te he traído estos dos, pruébatelos.

- Sí mi Señor, pero no sé si me van a caber -me dijo con la respiración aún agitada.

Empezó con el más chico. La parte de abajo no le valía. Quiero decir, no le valía para ir a la playa. Para mis propósitos sí que valía.

Se lo subió como pudo, quedándole totalmente metido por el culo y tapando mínimamente la vagina. La parte de arriba sí que fue digna de verse. Decir que le tapaba la aureola era pasarse.

La imagen que tenía delante era la de una actriz porno en toda regla. Mi actriz porno. Y eso me encantaba.

- Ese te lo vas a quedar para mí .

- ¿Y cuál es el que quieres para la playa? -me preguntó con burla.

- Me da igual, pero ahora ponte de cuclillas y chúpamela, que la tengo a punto de reventar.

Obedientemente, se agacho en sentadilla, dejando todo su coño al aire, me sacó el rabo y me lo comió.

Si alguna vez habéis hecho algo prohibido, sabréis lo placentero que resulta. Si a eso le sumamos la maestría que estaba adquiriendo mi adorable sumisa, la mamada resultante fue de, si llegó, cinco minutos.

Como bien sabía, tenía que tragárselo todo. No dejó ninguna gota. Su pintalabios se había corrido y la parte baja del bikini estaba mojada.

- Bufff, lo que daría por una buena poya rompiéndome el coño - me dijo mientras se limpiaba los restos de carmín.

Sabía que quería provocarme, pero no la iba a dejar. Yo decidiría cuándo y dónde tendría poya.

- Ahora vas a cambiarte, vas a pagar y cuando termines, te vas a ir al cuarto de baño y te vas a volver a poner ese bikini. Te espero en la entrada del cine.


La dejé allí, cambiándose, mientras me dirigía a las taquillas del cine. Miré en el teléfono las sesiones más cercanas que había y las que tenía menos gente. Por norma, las películas que proyectan en su idioma original no solían tener mucha gente, así que elegí una que empezaba en media hora. Fui a la taquilla y compré dos entradas. Por ahora no había más gente.

Al poco, la vi aparecer andando hacia donde me encontraba. Se notaba que tenía el bikini puesto, pues al andar se la veía incómoda, aunque quien la viera podría achacárselo a los tacones nuevos.

- ¿Me vas a llevar al cine? Que romántico te has vuelto.

- Sí, bueno, quiero que tu día termine bien -le dije con media sonrisa dibujada en la cara.

Nos adentramos en el cine y alguno que otro se nos quedó mirando. A fin de cuentas, éramos una pareja atípica.

- Voy al baño, ahora vengo. Hazme el favor de sujetarme las bolsas -me pidió.

- Vale, te espero en la sala.

Cuando entré, las luces se habían apagado ya y estaban los anuncios. En la sala no había nadie. Así de coñazo tenía que ser la película para que un sábado por la noche no hubiera nadie. Y entonces ella apareció.

Se dirigió hacia las escaleras y, cuando vio que no había nadie más en la sala, hizo lo que menos me esperaba: se quitó la camiseta.

Subió contoneándose hacia la última fila, donde me había sentado.

- ¿Y este cambio? - le pregunté riéndome.

Puso la camiseta sobre el asiento que estaba a mi lado, se puso de frente a mí, dándome la espalda y se empezó a quitar los pantalones, poniéndome el culo en la cara.

- ¿Esto te gusta, mi Señor? -me preguntó mientras se volvía y ponía el pantalón sobre la camiseta.

Se sentó sobre la ropa y me puso una mano sobre el rabo, el cual volvía a tener como una piedra.

- Sabes que ahora te voy a follar aquí, ¿verdad? Que te voy a hacer gritar como una puta -le dije.

Riéndose, asintió.

- Pues venga, empieza a chupar.

Me la saqué y ella se recostó sobre el reposabrazos, quedándole las tetas rebosando por encima. Como pudo, se la metió en la boca.

Yo la dejé hacer, mientras mi mano empezó a tirarle del tanga en el culo, metiéndoselo más aún. Empezó a gemir, aunque creo más por el dolor que le estaba produciendo que otra cosa. Así que para que se le olvidara, le pegué un guantazo en el culo, dejándole la mano marcada.

- ¡Ay! Eso me ha dolido - me dijo entre lengüetazo y lengüetazo.

Le solté otro más. Tenía el culo ardiendo. Ella no dejaba de chupar.

Como la postura no era la más cómoda, me levanté y me puse frente a ella, bajándome los pantalones y dejándole toda mi poya libre, lista para seguir siendo comida.

Con una mano me masajeaba los testículos mientras que con la otra me masturbaba mientras me chupaba. Me había corrido hacía escasa una hora, así que tenía bastante rato por delante.

Una vez me hube cansado de estar de pie, volví a sentarme.

- Ven aquí y ponte encima. Me vas a follar como si no hubieras follado nunca.

Con la saliva cayéndole por la comisura de los labios, se sentó dándome la espalda. Se echó el trocito de tela que le tapaba y se la metió de golpe. Como de costumbre, su coño estaba perfectamente lubricado.

Empezó una cabalgada lenta. Las manos las tenía apoyadas en el asiento de delante y se movía haciendo sentadillas. Poco a poco fue aumentando el ritmo, subiendo así el volumen de sus gemidos y mojándome cada vez más.

Pronto estuvo en un frenesí que casi eclipsaba la película. Su culo chocaba contra mí, originando fuertes cachetazos. Al poco, se corrió.

Quedó sentada sobre mí, descansando mientras me tenía dentro. Aproveché la ocasión y me recosté con ella encima, la abrí de piernas y le apoyé cada pierna en un asiento. Así empecé yo a follarla, aún no siendo una postura nada cómoda para ninguno de los dos

No le había dado tiempo a recuperarse, por lo que los gritos fueron en aumento. De su coño no hacía más que salir flujo. Me estaba poniendo perdido y no tenía con qué limpiarme, así que la puse de rodillas en el asiento y yo de pie.

En esa postura tenía un mejor acceso a sus tetas, así que como si de pelotas anti-estrés se trataran, empecé a estrujarlas y manosearas. Tenía los pezones un poco aplastados por el apriete que le producía el minúsculo bikini.

- Ufff, me voy a correr ya- le dije al oído.

La agarré por el cuello y la atraje hacia mí, y mientras le descargaba la leche, le iba apretando el cuello. Clavó sus uñas en mis piernas en lo que me duraba la corrida.

Extenuados, nos sentamos.

- Imagino que es la primera vez que follas en un sitio público, ¿no?

- Sí- me dijo- Nunca había hecho nada que no fuera en mi casa, mucho menos de esta guisa.

- Límpiame antes de vestirte, que tengo el rabo lleno de fluidos.

- Yo sí que estoy llena de fluidos por todos lados. Ni si quiera me he quitado el bikini, que pena. Está entero empapado.

-Pues así se va a quedar. Vístete y cuando llegues a casa podrás quitártelo.

-Pufff, me va a manchar el pantalón. ¿Y si lo recojo con la mano y me lo trago?- me sugirió.

- Mejor que eso, lo vas a recoger con la mano y te lo vas a restregar por las tetas. Así, en el camino de vuelta, puedes notar la invasión del olor de mi corrida en tu nariz.

Volvió a abrirse de piernas y recogió lo que pudo con la mano. Mucho había caído ya en el bikini y estaba empapado. Se lo restregó por las tetas y se lamió la mano cuando acabó.

Tranquilamente nos vestimos y nos quedamos un poco más en el cine, como si allí no hubiera pasado nada.

- ¿Sabes? Sé que esto no es una relación normal, para empezar por la diferencia de edad. Tú acabarás cansándote de mí, encontrarás a una chica de tu edad y tendréis vuestra relación. Todo eso lo sé. Pero eres el primero en mucho tiempo que siente deseo por mí, y aunque no es como me había imaginado, me halaga. En cierto modo, es casi como tener pareja- se recostó contra mí, apoyando su cabeza en mi hombro. Me pareció verle una lágrima corriéndole cara abajo- Lo que quiero decir es que estoy a gusto con esto que tenemos y que no me importaría que llegara a más. Estoy dispuesta a hacer lo que me pidas y cada vez disfruto más. En cierto modo he ganado más confianza en mi misma. Incluso veo que otros hombres empiezan a mirarme. Ahora mismo no tengo ningún interés en otro hombre que no seas tú y quería que lo supieras. Incluso podrías quedarte algún día a dormir en casa, si no te importa.

No me había equivocado, vi unas lágrimas cayéndole cara abajo.

- Aiss, estoy vieja ya, perdona por el monólogo- me dijo mientras se enjugaba las lágrimas.

La cogí de la barbilla y la besé suavemente. No era un beso sexual, era un beso pasional.

- No te agobies por lo que pueda venir o lo que no. Disfruta el momento, siéntete libre por poder explorar la sexualidad como no lo has hecho hasta ahora. Empápate de esta experiencia y quédate con ella. No sabemos dónde estaremos mañana, así que lo que hagamos hoy es lo que nos llevaremos a la tumba - le contesté mientras le rodeaba con el brazo.

Cada uno, a nuestra manera, éramos dos personas solitarias, abandonadas por el amor. Ella, que se había casado y había vivido el desengaño, decidió cerrarse por banda y no tener ningún tipo de contacto, volviéndose hermética a uno de los más grandes placeres de esta vida. Yo, por el contrario, decidí vivir mi sexualidad probando todo lo que pudiera y disfrutando como si fuera la última vez.

Al fondo, la película estaba terminando.