La vecina del primero III

Mi vecina decide no hacerme caso y le muestro las consecuencias.

Me encanta el dicho de “una dama en la calle, una perra en la cama”. Sinceramente, no sé por qué se aplica sólo en el caso femenino pues a los tíos también nos gusta jugar.

En lo personal, me gusta hacer difusa esa línea, traspasarla constantemente. Me gusta poner en situaciones comprometidas a la otra persona, forzarla a hacer lo que sabe que no haría normalmente.

Ya tenía a mi vecina atada. Eso era lo más difícil, así que sólo me quedaba moldearla a mi gusto. No es fácil, ni muchísimo menos. Si me quedaba corto, podría rebelarse. Si me pasaba, podría asustarse y hacer algo que me comprometiera. Pero haciéndolo en su justa medida….

Un par de días después, empecé a maquinar la siguiente parte del plan. Para empezar, había que cambiar su vestimenta. Era primario. Iba a empezar por la ropa interior. Ya se acercaba el verano, así que unos bikinis nuevos serían apropiados. Sujetadores nuevos, tangas, ropa nueva y zapatos.

Sería como jugar a las muñecas, sólo que esta muñeca me estaba comiendo la poya y se iba a poner la ropa que yo le dijera.

Me sorprendía bastante que su vestimenta fuera tan básica, ya que trabajaba en una boutique. Supongo que el hecho del divorcio y el no haber tenido contacto sexual con hombre alguno en tantísimos años hicieron que se relajara en su imagen personal. Pero eso iba a cambiar.

“Me ha sorprendido gratamente ver que sí que puedes ser una perrita obediente, pero vas a introducir unos cuantos cambios en tu vestimenta. Luego, cuando termines de trabajar, vas a ir a comprarte ropa interior nueva. Vas a escoger unas cuantas y me las vas a ir enseñando” le escribí.

Su respuesta fue un simple “ok”. Todavía le cortaba todo aquello, pero ya lo superaría.

Estuve toda la tarde pegado al teléfono, esperando. Hacia las 19:30 empezaron a llegarme fotos. Había cogido 5 conjuntos.

“No están mal. Coge algo más para disimular y vete a los probadores. Vas a probarte la parte de arriba de cada conjunto.”

“Pero no se puede probar la ropa interior. Si me pillan me pueden multar!!”

“Pues ya sabes, procura que no te pillen. Mándame fotos”

Pasaron cinco minutos. Diez. Quince. Quizás la habían pillado. Me sabía mal si la multaban, la verdad. Me llegó un mensaje.

“Los he comprado todos”

La verdad, no sé si lo hacía porque realmente quería que la castigara o porque le pudo la vergüenza.

“Vale”

Respiré hondo. Tenía que castigarla. Me asomé a la terraza, esperando a verla llegar. Al rato, la vi acercándose al bloque. Me puse el calzado y me fui a esperarla en su puerta.


No esperaba verme allí.

- Ah, hola. ¿Qué haces ahí? Podrían vernos y empezarían a hablar.

- Abre la puerta y pasa - le dije sin más.

- Oye, si es por las fotos, de verdad, no he podido hacerlo. Había mucha gente esperando y no quería que me llamaran la atención.

No le dije nada, me quedé mirándola fijamente. Abrió la puerta, pasamos y me senté en el sofá.

- ¿Quieres ver lo que me he comprado? -me dijo como pidiéndome permiso.

¿Quería que me lo enseñara? Quería castigarla, pero quería que se confiara.

- Claro, venga.

Le vi media sonrisa, como aliviada. Cogió la bolsa y se dispuso a irse a su habitación.

- Espera, espera, ¿a dónde crees que vas? -le increpé.

- Pues…a cambiarme.

- No- corté tajantemente- te vas a cambiar aquí, delante.

No era lo peor que le había pedido y ella lo sabía. Viendo que no había mucho más, se quitó la camiseta y el sujetador.

Nunca me iba a cansar de ver aquellas tetazas. Se me empezó a poner morcillona. Se puso el primer  sujetador y se puso frente a mi.

- No está mal. Ven, ponte aquí delante, de rodillas.

Abrí las piernas para que se pusiera entre ellas. Lo hizo y se me quedó mirando.

- Pon tus tetas sobre el sofá, abre la boca y saca la lengua.

Mientras lo hizo, saqué el teléfono. Le hice un par de fotos.

- Vamos a repetir la operación con el resto de sujetadores.

A los diez minutos, tenía una buena colección de fotos que me iban a servir para hacerme unas buenas pajas. Cuando saqué la última foto, le dije:

- Ponte el tercer sujetador otra vez.

Era un sujetador azul eléctrico, muy bonito, que le hacía un contraste precioso con las tetas blancas.

- Ven, date la vuelta y dame las manos.

Se puso de espaldas a mí y puso las manos por detrás. Cogí la camiseta que se había quitado y le anudé las manos fuertemente.

- Ahora, vuelve a ponerte de rodillas, tal y como hiciste antes.

Se dio la vuelta y, con una mirada de extrañeza, se puso de rodillas. Cuando estuvo en posición, me quedé mirándola unos segundos y, sin que se lo esperara, le metí un guantazo.

Entre la sorpresa y el dolor, intentó saltar hacia atrás, pero la agarré del pelo y la volví a acercar.

- Si te digo que me comas el rabo, me lo comes. Si te digo que me recibas desnuda, lo haces. Y si te digo que me mandes las putas fotos, lo haces.

Me incorporé y me quité toda la ropa de la parte de abajo. Me senté y la agarré del cuello, acercándola a mi cara.

- Ahora me la vas a comer- le dije para, acto seguido, escupirle a la cara- Mejor, ya que tú no has querido moverte mucho esta tarde, no te preocupes, ya te ayudo yo.

- No, por favor. No volverá a pasar, de verdad, pero por favor, suéltame.

Le di otro tortazo. Un par de lágrimas le brotaron de los ojos. Tenía la mejilla ardiendo.

- ¿Todavía te quedan ganas de decirme lo que tengo que hacer? Abre la boca.

Temblorosa, abrió la boca. Yo le agaché la cabeza y se la metí. En seguida se me puso como un mástil. Vi que más lágrimas le caían por la cara.

Le follé la boca. Empecé lento porque no quería que me rozara con los dientes pero rápidamente aceleré el ritmo. De su garganta emergieron sonidos guturales de ahogamiento. De todo lo que era el contorno de la boca, empezó a salir toda la saliva que me estaba bañando la poya, chorreando a mis huevos.

Entre mi movimiento de caderas y mi obligación con las manos, la tenía entera en la boca, hasta la base. Cada vez caía más saliva y ella se estaba poniendo más roja. Estaba intentando zafarse, pero la tenía aprisionada con las piernas. Los sonidos que emitían eran cada vez más profundos.

Y me corrí. Le apreté la cabeza contra la base y ella no hacía más que revolverse. Cuando terminé de disparar, le solté la cabeza y aflojé las piernas.

Saltó hacia atrás, llorando y abriendo la boca para respirar profundamente. Nada más abrir la boca un torrente de saliva y semen le cayó barbilla abajo, inundándole las tetas y manchando el sujetador.

- ¡¡HIJO DE PUTA!! ¡¡ME IBAS A MATAR MALDITO CABRÓN!!

Lloraba desconsoladamente, mientras la mezcla de jugos le iba cayendo barriga abajo.

-¡¡ Te voy a denunciar!! ¡¡Has intentado matarme y te voy a denunciar!!

Me limpié con un cojín que tenía al lado, me vestí y saqué el teléfono. Busqué en la galería y le enseñé el vídeo que había grabado y las fotos que le había sacado hoy.

- Está bien, puedes hacerlo, claro. Pero cuando requieran pruebas, yo sacaré el vídeo y las fotos, y verán que tú estabas bastante contenta. Además, en cualquier caso tendrás que mudarte, pues ya serás la comidilla del barrio.

Su llanto cesó, como si estuviera pensando.

- Tal y como yo lo veo, tienes dos opciones. Puedes levantarte, denunciarme y ver qué ocurre después, aunque ya te he medio pintado el panorama. O puedes pedirme perdón por no haber hecho lo que te he dicho, en cuyo caso te ayudaré a limpiarte y seguiremos como si nada de esto hubiera pasado.

Mientras iba recuperando la normalidad, se lo pensó. Me miró, miró hacia la ventana y volvió a mirarme.

- Está bien, lo siento mi Señor, no volverá a ocurrir.

Bastante satisfecho, me fui al cuarto de baño y cogí un par de toallas. Una la dejé seca y la otra la mojé. Me volví hacia ella y la ayudé a incorporarse.

Empecé a limpiarle todo el torso, primero quitándole todo lo mojado y luego dándole con la toalla mojada. Le quité el sujetador y le limpié las tetas suavemente. Le limpié la cara y le solté las manos. Hizo un par de movimientos para recuperar la movilidad y se fue a por un sujetador.

- Déjame- le dije, mientras le ponía el sujetador y se lo abrochaba por detrás- Yo no quiero castigarte. Lo único que quiero es que lo pases bien y cuidar de ti.

Le di la vuelta, la agarré por la cintura y la besé lentamente. Se mostró un poco reticente, pero en seguida aflojó y me siguió el beso.

Estuvimos casi diez minutos besándonos. Cada vez estaba más implicada, recorriéndome con sus manos. Lentamente, me separé y la miré fijamente. Se ruborizó.

- Bueno, creo que me voy a ir a mi casa- le dije en voz baja, con un tono cálido.

- Espera- me dijo- Necesito una ducha y..bueno, si no te importa, pues podríamos ducharnos juntos. Aquí. Si quieres vaya.

La miré y le acaricié la cara suavemente.

- Claro, vamos - le dije con una sonrisa.


Nos desnudamos y nos metimos en la ducha. No era demasiado grande, así que nuestros cuerpos estaban constantemente en contacto.

Seguimos besándonos apasionadamente, como dos adolescentes enamorados. El agua caía a su espalda, mojándola por detrás y parcialmente por delante, cayéndole por los pezones.

La agarré del culo y se lo masajeaba, jugando con un dedo en el contorno de su ano. Ella, por su parte, me masajeaba los huevos, iniciando una paja. A modo de compensación, me arrodillé como pude y le inicié una comida.

Ella se abrió como pudo las piernas, dejando al aire su coño, al cual ya empezaban a asomarle pelitos.

Me recreé bastante para que lo disfrutara. Cada vez gemía más fuerte y los espasmos eran más pronunciados. El sabor salino de sus flujos invadía mi boca, bebiéndome todo lo que podía. Se corrió.

- Fóllame ahora, clávamela lo más profundo que puedas .

Sin esperar mucho más, se dio la vuelta y se abrió como pudo. Encabecé el rabo en su vagina, pasé las manos por delante y le agarré fuertemente las tetas. El mete-saca que siguió a continuación debió oírse en toda la casa.

Mis bamboleos eran cada vez más fuertes, en consonancia con el agarre que le hacía a sus pechos. Mientras empezaba a gritar, le giré la cabeza y le ahogué sus gemidos metiéndole la lengua hasta el fondo, empezando una lucha de lenguas por ver cual de ellas se imponía.

Solté una de sus tetas y comencé a masturbarle el clítoris, lo que hizo que le temblaran las piernas y gimiera más fuerte.

La mampara parecía que iba a descolgarse. No se apreciaba con el agua, pero su coño era una fuente. La cantidad de flujo que estaba produciendo no era ni normal. Mi poya estaba totalmente resbaladiza y no encontraba oposición ninguna en el mete-saca.

Se volvió a correr. Apretó las paredes vaginales con mi rabo dentro, aprisionándolo. Se dejó medio caer.

- Diooooos, me he vuelto a correr. No sé cuánto más podré aguantar, pero sigue dándome de tu poya por favor.

Se apoyó contra la pared, sacando el culo y, con ello, la vagina. No hacía falta tener que usar saliva, ese coño estaba totalmente mojado. Apoyé la punta sobre sus labios y volví a clavársela.

Empecé despacio, muy despacio. Entrar y salir. Se la sacaba y se la volvía a meter. La oía resoplar. Estuve así un par de minutos. En un momento dado, empecé a aumentar paulatinamente el ritmo, acompañado de las cachetadas correspondientes de mi cadera al chocar contra su culo.

Su culo.

Sin dejar de follarla, le abrí los cachetes y le introduje un dedo. Dio un pequeño respingo, pero no dijo más nada. Simplemente, levantó el culo un poco más, invitándome a que siguiera metiéndole el dedo.

Aumenté el ritmo en los dos agujeros. Noté como un espasmo empezaba a recorrerla, previo al orgasmo que iba a tener. Mis huevos empezaron a escupir.

Con un último empuje, se la dejé dentro mientras me corría, dejándole también el dedo dentro del culo. Mientras disparaba, su coño volvió a apretarme y a soltar otro chorro sobre mis huevos.

Ella se quedó recostada contra la pared, cara y tetas apoyadas contra el frío azulejo, ayudándose con las manos. Yo le saqué el dedo del culo pero dejé mi poya dentro, mientras poco a poco se me iba bajando.

El agua seguía corriendo.