La vecina del primero II
Sigo con la dominación de mi divorciada vecinita
Llegué a casa y me pegué una ducha. Era tarde y quería dormir ya, pero tenía el cuerpo lleno de sudor y, en concreto, el rabo lleno de saliva y flujos vaginales. Mi vecinita había lubricado bastante, imagino que después de tanto tiempo sin follar el dique había abierto sus compuertas de par en par.
Me fui a la cama y caí rendido enseguida.
Cuando me desperté, cogí el teléfono y miré su última hora de conexión. Más o menos cuando yo me había ido. Me fui a la galería y revisé mi creación. Esas fotos y ese vídeo eran mi pasaporte a tener sexo siempre que quisiera.
Sin embargo, todo lleva su tiempo. Tenía que ser inteligente y jugar bien aquella baza que había conseguido. No tenía que precipitarme y, además, quería ver si ella se atrevía a dar algún paso.
Dejé pasar unos días. No le hablé, no me habló, no coincidimos en la escalera.
Y yo no me hice ninguna paja. Quería llegar bien cargado para la siguiente ocasión, la cual estaba muy cerca.
Sabiendo que por la mañana estaba en su casa, decidí jugar mis cartas. Le mandé un mensaje: “Hola vecina, ¿estás por casa?”. Minutos después, llegó la respuesta: “sí claro”.
No me hice mucho de rogar. Me puse un pantalón corto, las deportivas, una camiseta y el móvil.
Bajé. Pegué en su puerta. Y me abrió. Iba cómoda, de andar por casa.
- Muy buenas -le dije mientras entraba del tirón a la casa y me iba para el sofá.
Algo confusa y tajante por mi actitud bravucona, me dijo:
- Pasa, ponte cómodo. ¿En qué puedo ayudarte?
Sin muchos preámbulos, le solté la bomba.
- Tengo los huevos cargados y quiero que me la comas. Ahora. Así que ponte de rodillas.
El rojo fue subiéndole por el cuello hasta la raíz de su pelo. Sin gritar pero con un enfado que no le cabía en el cuerpo, me exhortó:
- Mira, que te dejara tocarme las tetas no te da derecho a venir aquí y tratarme como a una vulgar….puta. Así que vete de mi casa, ¡AHORA MISMO!
Esperaba esa reacción. Era totalmente comprensible. Pero yo tenía algo que ella no.
- Sí, tienes razón. No eres una vulgar puta. Eres mi puta. Pero si enseño esto, entonces sí serás una vulgar puta.
Le mandé una de las fotos al móvil. Enseguida se le bajó el color. De hecho, se quedó blanca.
- Que hijo de puta eres…
Con una sonrisa de satisfacción en la cara, volví a sentarme en el sofá. Me abrí de piernas.
- Venga, no tengo toda la mañana.
Reticente, vino hacia el sofá y se sentó a mi lado. Me bajé los pantalones y los calzoncillos. Seguía sin acercarse.
- Si la otra vez te encantó.
Se arremangó y me la agarró. Acto seguido empezó a meneármela como quien juega con un niño chico y no tiene ganas. Le agarré de la muñeca y le di un tortazo en la cara.
- Eh, eh, ¿pero esto qué mierda es? ¿Estás enharinando boquerones o qué? Además, no te he dicho que me hagas una paja. Te he dicho que me la comas. Que me la mames. Que te la metas en la boca y empieces a masturbarme con la lengua ensalivándola.
Me miró medio horrorizada, con las lágrimas saltadas y la mejilla roja, sabiéndose víctima de una espiral que sólo acababa de comenzar.
- Venga, inténtalo de nuevo. Y procura que yo no tenga que moverme. Si no, te aseguro que no te va a gustar lo que pasará.
Con una mezcla de rabia e impotencia, se agachó y se la metió en la boca. No estaba tan entusiasmada como la otra vez, ni por asomo. Se notaba que no quería hacerlo.
Mi poya creció rápidamente en su boca. Llevaba desde que follamos sin correrme, y el volverá a sentir ese calor y esa humedad alrededor de mi miembro mientras era bañado por su saliva me hizo excitarme rápidamente. Además, sabía que no iba a tardar mucho en correrme y tampoco quería tardar mucho.
Cualquiera en mi situación habría intentado alargar ese momento lo máximo posible. Pero yo no quería eso. Tardando poco, le reafirmo su postura de muñequita sexual. Vengo, me descargo y me voy. Sin más.
Supongo que al final tanto tiempo sin sexo pasa factura, pues aunque no quería hacerlo, poco a poco empezó a animarse. Por desgracia para ella, yo ya me iba a correr. Quise hacer una prueba para ver dónde terminaba el sentimiento de culpa y empezaba la lujuria. No le iba a decir que me iba a correr, a ver qué hacía.
Notó que me iba a correr, pues clavó su boca hasta llegar a la base del rabo, tocando mis pelotas con sus labios abiertos.
La perra tenía ganas, pues aunque vi ciertos espasmos producidos por las arcadas, se la dejó entera dentro y se lo tragó todo. Cuatro disparos le llenaron la boca. Nada salió de ahí.
Tenía el rabo y los huevos totalmente mojados por su saliva. Y cuando digo mojados, es mojados. Pareciera que los había metido en un cubo con agua.
Cuando se me empezó a bajar, se la fue sacando de la boca poco a poco, apretando con los labios para sacarme el último resto que pudiera tener.
- ¿Ves? Al final no ha sido para tanto. De hecho creo que hasta lo has disfrutado, o por lo menos tus tetas así lo indican.
Evidentemente no llevaba sujetador, porque si no lo habría roto. Los pezones estaban completamente erectos, duros como una piedra.
Me levanté, le cogí la parte de abajo de su camiseta y me limpié.
- Bueno, ¿por lo menos cómeme las tetas o algo no? -me dijo entre deseosa y apenada- Yo me he tragado toda tu leche.
- Y me parece estupendo, eso que te has llevado. Yo no te lo he pedido. Yo te dije que me la comieras, no que te bebieras mi lefa. Eso lo has hecho porque has querido, así que supongo que lo has disfrutado más de lo que realmente quieres admitir.
Su cara era de sorpresa total. Iba a replicar algo pero enseguida la corté.
- Para la próxima vez que te pida que me la comas, pues estate más atenta a lo que te ordeno y listo. Así, podrías guardarte la leche en la boca y luego escupirla o restregártela por las tetas. Eso ya lo dejo a tu elección.
Me terminé de vestir, cogí mis cosas y me dirigí a la puerta.
- Ah, una cosa más. La próxima vez que venga quiero que tengas el coño totalmente depilado. El otro día no me importó encontrármelo así, pero no es de mi agrado. Si alguna vez me lo como, no me gusta encontrarme pelos en la comida. No sé cuándo volveré a bajar, así que te aconsejo que mantengas una depilación casi diaria. Si no cumples, ya sabes, habrá consecuencias.
Si quiso decir algo, nunca me enteré. La dejé allí, con sabor a semen en la boca, caliente como el pico de una plancha y desconcertada ante la situación en la que se hallaba. Como poco, estaría dándole vueltas un tiempo.
Pero que mamada. Si eso lo hacía sin ganas, cómo tendría que ser cuando quisiera. Ya sabéis eso de “si fuma, chupa”.
Ha llegado el momento de recapitular: la seduje para llevarla a mi terreno, me la follé aprovechando su borrachera, le saqué unas fotos y un vídeo, y ahora la estoy chantajeando.
Definitivamente era un hijo de la gran puta.
Y sin embargo, me estaba dando la sensación de que en el fondo la muy perra lo había disfrutado. Quiero decir, aquello no había sido consentido, la había extorsionado con la foto. Pero si hubiese querido, se habría negado y me habría denunciado. Fin de la historia.
Si al final voy a tener que darle las gracias….
Ya tenía prácticamente todo el pescado vendido, pero me faltaba un último nudo por atar y ya sí que tendría el dominio absoluto sobre aquella situación.
Cuando llegué a casa, le mandé un mensaje: “No soy tan malo como crees. Puedo llegar a ser muy benevolente, simplemente obedece y déjate llevar. Si lo haces, podrás disfrutar casi tanto como yo.”
Ya sólo quedaba ver hasta dónde era capaz de explotar su mente para follarme su cuerpo, y no iba a ser en dos días.
Dejé pasar un par de semanas. No quería saturarla y que aquello pudiera reventar. Ya la tenía bajo mi yugo, no me hacía falta apretar más.
Durante esos días no le hablé, ni ella a mí. Casualmente me la encontré un día subiendo las escaleras, mientras ella hablaba con una vecina. Las saludé como las hubiera saludado normalmente y ella se quedó un poco turbada, pero ni siquiera la miré.
Habían pasado diez días, pero aún quería esperar un poco más. Sólo un poco más….
Sé que soy exigente con lo que pido, pero también me gusta dar lo que pido. Tenía ganas de follar, así que no me lo planteé mucho. Cogí el teléfono y le escribí: “Tengo ganas de follar, en un rato estoy abajo. Ponte lo más sexy que tengas.”
Entré al baño y me depilé el rabo y los huevos. A mí también me gusta ir aseado, e imagino que lo iba a disfrutar más si se lo encontraba todo pelado. Si en el fondo soy un buenazo…
Como sabía que la iba a pillar por sorpresa, decidí darme mi tiempo y bajar tranquilamente. Además, por su vestimenta habitual, me estaba haciendo a la idea de que no iba a llevar nada que pudiera ser considerado mu sexy o erótico. Como mucho un tanga y un sujetador medianamente nuevos.
Había pasado media hora desde que le había escrito. Tiempo más que suficiente.
El ritual comenzaba. Bajo las escaleras, pego a la puerta, el perro ladra, los tacones suenan. ¿Se había puesto tacones? Me sorprendió bastante, no esperaba que se viniera tan arriba. Escuché la mirilla y acto seguido abrió la puerta.
No me había equivocado demasiado: unos tacones no demasiado altos, un tanga negro y un sujetador rojo. Evidentemente no era sexy, al final era simplemente lo que mejor tenía de cada conjunto y fin. Pero bueno, por algún lado tenía que empezar.
- Bien, bien, así me gusta - le dije desde la puerta.
- Venga, pasa ya, no quiero que me vean.
Entré a la casa, y nada más cerró la puerta, la puse de espaldas contra la misma y le metí la lengua hasta el fondo. Mis manos empezaron a recorrer libidinosamente su cuerpo, magreando ese tremendo culo que se había alzado por los tacones.
Ella se mostró reticente al principio, pero cuando vio que aquello era puro deseo, se abandonó. Sus manos se posaron en mi cabeza, apretándome contra ella.
- Vamos a tu cuarto.
Me llevó hasta su dormitorio, caminando delante de mí, bamboleando su enorme trasero. Quizás no hoy, pero estaba seguro de que no me lo iba a follar una sola vez.
Llegamos hasta allí y se sentó en el borde de la cama, con las piernas abiertas. No había ni rastro de duda ni temor en su mirada. La inundaba la lujuria.
Me acerqué a ella, dejándole mi miembro a la altura de la cara. Me desabroché el pantalón y me los bajé, dejándome los calzoncillos a la vista y nada a la imaginación. La tenía ya como una roca. Antes de que pudiera meterme mano, la agarré suavemente por el cuello pero con firmeza, acerqué mi boca a su oreja y le susurré:
- Si te portas bien, yo te trato bien. Pero si te portas mal, tengo que castigarte. Hoy te has portado bien, así que tendrás premio .
Acto seguido le pasé la lengua cuello arriba hasta la oreja. Le agarré la cara con la mano y le volví a meter la lengua hasta el fondo. Sus manos se vinieron hasta mis calzoncillos y me los bajaron con rapidez.
Me incorporé y la dejé hacer. Su cara pasó rápidamente de la sorpresa a la glotonería cuando vio que me había depilado, y engulló rápidamente mi poya hasta el fondo. Empezó un vaivén bastante frenético adelante y atrás, salpicándolo todo de saliva.
Una de sus manos me masajeaba los huevos mientras con la otra se acariciaba por encima del tanga.
- Hazlo sólo con la boca y quítate el sujetador.
Mientras lo hacía, me miró a la cara, como si se tratara de una actriz porno. Cuando se quitó el sujetador, empezó a masajearse las tetas y a pellizcarse los pezones, acompañado de un leve gemido, ahogado por mi rabo.
- Túmbate y ábrete de piernas, quiero ver ese coño de zorrita que tienes.
Se la sacó de la boca y se echó hacia atrás. Me terminé de desnudar y me acerqué a ella. Le levanté las piernas y le quité el tanga. Para mi gran asombro, me encontré con un coño de lo más apetecible.
Totalmente depilado, ni una sola sombra. Y parecía que estaba a estrenar. Por el motivo que fuera, no había follado mucho durante su juventud. Pero nunca es tarde, y yo le iba a poner remedio. Era oscurito, con el clítoris ligeramente prominente. Además, se encontraba ya bastante mojado, pues alguna que otra gota empezó a bajarle hacia el ano. Si hubiese querido, se la podría haber metido del tirón y no habría encontrado resistencia alguna.
Yo también estaba bastante caliente, llevaba ya un rato lubricando, así que no iba a explayarme mucho. No en esta ocasión. Pero no podía dejar pasar la oportunidad de catarlo. Hinqué hocico como un cochino al que le acaban de poner la comida por delante.
De normal me habría recreado y habría jugado con él, pero estaba tan delicioso, caliente y mojado, que parecía que me estaba comiendo un helado. Iba recuperando los jugos que le iban saliendo y los iba incorporando a mi boca, mientras que le iba metiendo la lengua en el coño y se lo recorría con movimientos circulares para lamerle las paredes internas.
No tardó en correrse. Cuando lo hizo, me apretó la cabeza con las piernas mientras yo le hacía una frenética limpieza con la lengua. Una vez hubo aflojado, me incorporé y volví a besarla, para que probara su coño.
Lejos de venirse abajo, se abrió más de piernas para tenerme en medio y me agarró con las dos manos el culo mientras hacía fuerza por meterme la lengua más a fondo.
- Ahora te vas a poner encima y me vas a cabalgar hasta que no me quede una gota de leche en los huevos, ¿está claro?
-Sí, por supuesto.
Aproveché la ocasión y le di un tortazo en la cara. Lejos de asustarla, la calentó más aún, pues me apretaba más el culo.
- Sí, por supuesto, mi amo- le exhorté.
- Por supuesto, mi amo -me dijo con la mirada más lasciva, guarra y lujuriosa que había visto en una mujer.
Me tumbé boca arriba y ella se puso encima, introduciendo de un empujón el rabo hasta el fondo. Empezó a botarme como si no hubiera un mañana. Sus enormes tetas no hacían más que subir y bajar, sus manos, apoyadas en mi torso.
Me incorporé y quedé de frente a sus tetas, y sin pensarlo, agarré aquellas dos gigantescas masas de carne caliente e introduje los pezones en mi boca. No me corté. Empecé a morderlos como si me fuera la vida en ello. A lamerle entre las tetas el sudor que le iba cayendo. A golpearme con aquellas pelotas.
Frente a aquel panorama, no tardé mucho en correrme. Se lo eché todo dentro. Por edad ella no podía quedarse embarazada, su falta de sexo le impedía tener alguna ETS y yo estaba limpio, así que no se me pasó por la cabeza en ningún momento poner freno al torrente blanco que la inundó.
Caí extenuado, y ella encima. Estábamos empapados por todo tipo de jugos.
- Hoy te has portado bien zorrita, has cumplido con las expectativas.
Ruborizada, me dijo:
- Bueno, si la situación va a ser similar, creo que podré aguantar...todo.
Me incorporé y la miré:
- Probablemente vaya a más. Vas a ser mi putita y voy a hacer toda una zorrita de ti. Ahora límpiame la poya, que tengo que irme.
Con una cara entre preocupada y descansada, me volvió a comer el rabo, esta vez con más calma y de manera más placentera.
Una vez me hube corrido, me vestí y me fui.
Cuando llegué a casa, cogí el teléfono y le escribí: “Tengo grandes planes para ti”.