La vecina del masajista
Todo empezó cuando me mudé desde la gran ciudad a un pueblo tranquilo y descubrí que mi vecina era adicta a cambiarse de ropa delante la ventana para que la vieran....
Hola,
En primer lugar voy a presentarme.
Mi nombre es Pedro, soy soltero y trabajo de fisioterapeuta. Hace un par de años cambié la gran ciudad por una zona más tranquila para vivir, y me mudé a un pueblo del interior. El pueblo es un pueblo pequeño, de unos 10.000 habitantes, en los que cómo todos sabéis se conoce todo el mundo.
Debido al precio de la vivienda en las grandes ciudades, pude permitirme vivir en una pequeña casa adosada, no muy lejos del centro, en un barrio muy tranquilo y familiar.
El hecho de que en el pueblo no hubiera ningún masajista, me dio la oportunidad de montar el negocio en los bajos de la casa, y tener el suficiente trabajo cómo para vivir, y vivir bien.
La historia que os voy a contar, ocurrió hace un par de semanas, y es una historia qué desconozco como acabará.
Desde que llegué a mi nueva casa, he ido conociendo a gente del pueblo y del barrio. El deportista que quiere masajes cada dos días, la oficinista que se queda contracturada de responder al teléfono, el que se queda clavado de la espalda, la vecina que saca al perro, los niños de la casa del lado… Eso es lo que tienen los pueblos, hasta aquí, todo es normal.
Delante de mi casa, vive un matrimonio de lo más normal, deberán tener entre 45 y 50 años, con hijos de mediana edad. Los veía salir de vez en cuando mientras lavaba los utensilios de cocina, pues mi cocina da a la calle, pero la cosa se empezó a complicar el día que me di cuenta que la mujer, cuando llegaba del trabajo, subía a su habitación a cambiarse de ropa sin vigilar que los estores o persianas estuvieran bajados. Su habitación, igual que la mía, estaba en el segundo piso, y cómo es lógico, desde una habitación se vé la otra.
A partir de ese día, mi mayor obsesión era esperar que ésa mujer, de quien no sabía ni siquiera el nombre, llegara a su casa, aparcara el coche y se fuera a cambiar de ropa. Dejaba siempre la ventana de la cocina abierta para escuchar el ruido de su coche, y a la que lo escuchaba, subía a mi habitación y me sentaba en la cama con las luces completamente apagadas para ver el espectáculo.
Ella era alta, de cuerpo grande, una mujer que si te cruzas en la calle impresiona. Buenas curvas, que habitualmente se ocupaba de mostrar con un buen escote y pantalón fino, y un porte de ejecutiva que a mí me tenía loco.
La obsesión llegó al punto de hacerme ir a comprar unos prismáticos para ver el detalle de sus cambios de ropa. Observé que era una mujer que habitualmente llevaba tanga o braguita brasileña, unos sujetadores que a veces trasparentaban un poco los pezones, algún día pude ver sus pechos al descubierto, dependía de si se cambiaba el sujetador por el top de estar por casa de cara o de espaldas a mí. Sus pezones eran grandes, rosados, de esos que dan ganas de reseguir con la lengua y mordisquear. Su culo, redondo y bien puesto, y su pubis, completamente depilado.
Por mi sorpresa, uno de estos días que estaba con los prismáticos, ella se desnudó como siempre, pero no se volvió a vestir. Apagó la luz de la habitación y encendió un par de velas. Se tumbó en la cama, con sus pies mirando a la ventana, por lo que si le diera por abrir las piernas podría ver su vagina perfectamente. Y así fue…
Las velas me permitían ver lo que estaba pasando dentro de esa habitación perfectamente. Sus manos acariciaban su enorme pecho, y empezaron a bajar por su pubis hasta llegar a su sexo, se empezó a masturbar suavemente el clítoris con el dedo medio, para al cabo de poco bajar un poco mas y acercar los dedos medio e índice a sus labios inferiores y pasarlos entre ellos. Poco a poco las acciones se iban acelerando, los dos dedos entraban en la vagina hasta esconderse del todo dentro de ella, y apareció la otra mano en el juego para ocuparse del clítoris. Después de unos 5 minutos, que a mí me parecieron eternos, la vi como temblaba, como me movía con espasmos de placer, incluso creo que llegué a escuchar algún grito, silenciado por la doble ventana.
Después del espectáculo, la mujer se levantó, y se quedó por un momento desnuda frente a la ventana, sabedora de que con la luz apagada nadie la podía ver. Se acarició los pechos, mirando fijamente hacia mi ventana, se giró de culo a mí y se fue andando hacia el cuarto de baño, dónde mi vista ya no podía llegar.
Este último movimiento me hizo pensar que a lo mejor me habría visto, pero durante la semana siguiente descarté la idea, pues ella seguía con su ritual diario, sin ningún cambio en su comportamiento, así que seguí con mi rutina de espiarla esperando que me deleitara con otra de sus masturbaciones.
Todo siguió igual durante un par de meses, hasta el día que recibí una llamada algo curiosa en mi despacho.
- Hola, mira, tengo una pregunta, sé que eres fisioterapeuta, pero haces masajes relajantes tipo los que te hacen en un Spa? Vivo cerca y la verdad, antes de desplazarme, me iría muy bien poder venir de vez en cuando a tu consulta, eso sí, tendría que ser por las tardes, no sé si trabajas.
Yo respondí que no estaba especializado solo en eso, pero que por supuesto que podía hacerlos. Yo solo trabajaba por las mañanas, pero al ser autónomo, recibir una visita pactada con antelación algún día de tardes era un sobresueldo, así que acepté. Después pensé que dependiendo de la hora, me quedaría sin mi espectáculo diario, pero bueno, por un día puntual no pasaba nada.
Llegó el día acordado, habíamos quedado a las 17h, yo estaba en el salón de mi casa, justo cuando escuché llegar el coche de mi vecina. Mierda, llega antes, son las 16:55 y ahora tengo la visita, pensé… así que ese día, contra mi voluntad, bajé a la consulta sin siquiera mirar por la ventana el vestidito que llevaba.
A los 2 minutos suena el timbre del despacho, abro la puerta y aparece ella. MI VECINA!
Quería morirme… que debe hacer aquí? Le faltará sal? Ostras y en nada aparecerá la cita de las 17, mierda… Pero todas mis teorías se fueron al suelo cuándo ella abrió la boca.
- Hola, eres Pedro, verdad? Soy Julia, tengo una cita ahora a las 17h. Curioso que seamos vecinos y no nos hayamos visto nunca verdad?
Sus palabras me pusieron nervioso… Ostras, y ahora con todo lo que me he obsesionado con esta mujer, tendré que hacerle un masaje relajante sin mas? Uf, no sé si voy a poder. En mi mente no paraba de sonar una voz que me decía, “Pedro, eres un profesional, actúa como lo que eres”, pero la verdad que no le hacía demasiado caso.
P - Si soy yo por supuesto, soy autónomo y trabajo solo, así que siempre soy yo quien hace los masajes. Pongo música ambiental, y enciendo las velas, cuando salga deberás quitarte la ropa, ponerte estas braguitas y tumbarte boca abajo. Te dejo una toalla para taparte si tienes frio.
J – Perfecto, así, debo esperar a que te vayas para quitarme la ropa, no puedo empezar ya?
P – Es lo que se dice habitualmente y es como debe hacerse, pero puedes hacer lo que quieras.
Mi respuesta creo que fue temblorosa por los nervios, y seguro que ella lo detectó. Se empezó a desabrochar la blusa, de pié, delante de mí, mientras yo ponía música relajante. Se estaba quitando la ropa apresuradamente, parecía que quisiera desnudarse del todo antes que yo pudiera salir de la habitación. Lo estaba haciendo adrede, pues en su casa, lo hacía mucho más lento. Cuando me giré de delante el equipo de música dirección a las velas, ya estaba sin camisa y se empezaba a desabrochar el sujetador. Estaba claro que estaba jugando conmigo.
J – Disculpa, parece que te intimido, te pongo nervioso?
P – No estoy acostumbrado a que los clientes se desnuden delante de mí, pero no, no me intimidas, tranquila, estoy curado de espantos…
J – Perfecto, así, si es verdad lo que dices, enciende las velas tranquilo, te espero, pero cuando las hayas encendido no te vayas, somos vecinos, seguro que ya me habrás visto algún día cambiarme… El chico que vivía antes en tu casa ya me lo había comentado alguna vez….
Me estaba diciendo directamente que me quedara delante suyo mientras se quitaba la ropa. Y yo, escuchando sus argumentos no podía negarme, el cliente siempre tiene la razón. Así que encendí las velas, apagué la luz y le dije que ya estaba todo apunto.
Ella me invitó a sentarme y a esperar que se cambiara. Se puso a 1 metro de mí, mirándome fijamente a los ojos, y empezó a desabrocharse el sujetador. Para mí no era una imagen nueva, pues lo había visto infinitas veces, pero esta vez era distinto, esta vez estaba al alcance de mi mano.
Después de quitarse el sujetador y siguiendo a un metro de mi, se agachó para desabrocharse las botas. Su gran pecho, quedó colgando delante de mis ojos, por lo que no me di ni cuenta de que ya se había quitado botas u calcetines.
Volvió a levantarse para desabrocharse el pantalón a medio metro de mi cara. Yo ya no sabía dónde mirar… Su cara, sus pechos que estaban casi al alcance de mi boca, el botón del pantalón para gravar en mi mente la imagen del momento de quitárselos… estaba nervioso, y mi miembro lo empezaba a notar.
Al bajarse el pantalón y quitárselo, se dio una vuelta para mostrarme su tanga de hilo, que dejaba su culo al descubierto del todo. Yo, nervioso y con un buen bulto en la entrepierna le dije que no hacía falta que se pusiera la braguita estéril que le había dado, que así era más que suficiente. Pero ella seguía con su juego, y sin darme tiempo a acabar la frase, se bajó el tanga de espaldas a mí, dejándome ver sus labios al agacharse para retirarlo de entre sus pies y seguir el juego.
J – Así, dices que no hace falta la breguita? Mejor, más cómoda sin ella.
P – No, disculpa, decía que te podías dejar el tanga que llevabas, pero si te lo has quitado ponte la braguita
J – Realmente hace falta?
P – No, es por protocolo.
J – Pues por mi, puedes empezar así mismo.
Y se tumbó en la camilla boca abajo. Yo puse la toalla en las piernas y empecé el masaje por la espalda… Durante el masaje, que transcurrió sin más, estuvimos hablando durante bastante tiempo. Ella llevaba el hilo de la conversación y la hacía fluir hacia dónde ella quería para incomodarme o directamente calentarme.
Me empezó a contar que cuando el chico que vivía en mi casa le comentó que la veía mientras se cambiaba, para advertirla que sería mejor que bajara las persianas, se dio cuenta de que le encantaba que la miraran y la vieran otros hombres que no fueran su marido. Que eso le despertó la parte de Julia exhibicionista que llevaba dentro, y que más de una y dos veces había llegado a su casa y en lugar de cambiarse en su habitación se había llevado la ropa a casa del vecino para cambiarse delante de él.
Luego me contó que al llegar yo al pueblo, me había visto alguna vez, y me encontraba bastante atractivo, a lo que yo respondí que ella lo era mucho. Siguió con su monólogo, contándome sus secretos más íntimos, mientras yo acababa con su espalda y me disponía a empezar con sus piernas, subiendo hacia su espalda la toalla, dejando tapado del culo hacia arriba. En este momento hizo una pausa en el monólogo para decirme….
J – Oye, me estás escuchando algo de lo que te cuento?
P – Claro que sí!
J – Pues no te estás enterando de nada… te he dicho que me gusta mostrarme, me gusta que me miren, y solo haces que taparme con la toalla. Quítamela de encima, por favor.
Ante esas frases, no me quedó más remedio que quitar la toalla, y ella como si nada hubiera pasado siguió con su monologo…. Me estuvo contando que fue una lástima que el chico de antes tuviera que irse sin haber podido follárselo nunca, y que a veces, mientras se cambia de ropa, imagina que él la mira y se masturba para él, aun sabiendo que él ya no está.
En este punto de sinceridad, no pude esconder más tiempo mi secreto y lo comenté que sabía lo que hacía, pues si, alguna vez la había visto cambiarse y alguna de las veces también masturbarse. Al decir eso, le pedí que se girara boca arriba para hacerle los hombros desde detrás de su cabeza.
Me puse detrás de ella, y empecé a masajear los hombros. Ella no paraba de mirarme la cara, y mis ojos no paraban de mirar su cuerpo desnudo.
J – Te gusta lo que ves?
P – sabes que si, verdad?
J – Oye, cuánto tiempo dura el masaje?
P – El que tú quieras, no tengo más clientes hoy, pero quedan unos 10 minutos de hombros y luego 10 más piernas de delante y ya estaremos.
J – Perfecto, tiempo de sobras, a mi me quedan 2 horas libres todavía… sigue.
No acabé de entender eso que me dijo de las 2 horas, pero seguí con los hombros y luego empecé con las piernas. Siempre empiezo primero por los gemelos y subo a los muslos, y así lo hice. Al subir a los muslos, se me complicó aún más el trabajo, pues ella seguía 100% desnuda frente a mí y me tenía que acercar demasiado peligrosamente a sus ingles.
Ella, siguió en ese momento con su monólogo, incidiendo en lo que le había confesado.
J – Así que me has visto masturbarme, verdad? Y qué, te gustó lo que viste? Y si mientras me sigues haciendo el masaje abro un poco la otra pierna y me toco? Me lo impedirías? Por cierto, sabes que se te nota un buen bulto en la entrepierna verdad?
Y después de decir esto, y sin esperar respuesta, abrió la pierna que le acababa de masajear, y puso sus dos dedos entre sus labios para arrastrarlos arriba y abajo, sin entrar dentro, pero pasando desde el clítoris hasta casi el culo.
J – Ves, no pasa nada, tú haces tú faena y la verdad, que yo lo disfruto muchísimo más. Y creo que tu también porque tienes el pantalón a punto de estallar.
P – Ok, pues ya estamos, te puedes vestir. (le digo apartándome un poco de ella)
J – Ya está el masaje, pero no me voy a vestir, no ves cómo de mojados tengo los dedos? ponte a mi lado y mírame.
Ella estaba decidida a acabar la faena delante de mí, y a mí no me disgustaba nada la idea, así que me quedé. Realmente la situación era muy excitante, y ella estaba ya a punto de acabar lo que había empezado. Empezó a meterse los dedos dentro de la vagina, cada vez mas excitada, cada vez más rápido, hasta que notó que estaba a punto del orgasmo. Incorporó su cuerpo, quedándose sentada en la camilla, sin dejar de masturbarse, alargó la otra mano hasta llegar a mi miembro, me lo agarró fuerte, y al momento se fundió en un profundo orgasmo…
J – Ahora, no hagas que dentro de un tiempo, también me arrepienta de no haber follado contigo.
P – No creo que vaya a ser el caso.
Me subí a la camilla con mis rodillas entre sus piernas, y me dejé caer sobre ella, nos fundimos en un beso húmedo, sus labios y los míos se juntaron en uno, las lenguas jugaban a entrar a la boca del otro y no dejar entrar a la propia. Mientras, mis manos acariciaban su cuerpo, ese cuerpo que había visto y deseado tantas veces antes y ahora tenía delante. Bajaba por sus pechos, grandes, y sorprendentemente bien puestos. Los pezones rosados habían quedado duros como dos diamantes, los acaricié y los pellizqué fuerte, muy fuerte, hasta qué saqué de su boca un fuerte grito.
Mis manos ya no iban a parar y seguían por su barriga dirección a su pubis y sus labios. El beso, se había desenfocado de nuestras bocas, y se había convertido en un juego entre las bocas y los cuellos y orejas, mientras mis dedos llegaban al tesoro húmedo de entre las piernas.
Al notar su sexo tan húmedo, empecé a deslizarme hacia abajo, besando su cuello, sus pechos, en los que me entretuve con un mordisco a esos pezones tan duros, su pubis y su clítoris, al que empecé a lamer suavemente con la punta de mi lengua mientras le masturbaba con dos dedos la vagina. Ella, mientras, se había tumbado y se dedicaba a disfrutar del momento, cada vez más caliente.
Mi boca quería acabar de llegar al final, y bajó un poco más hasta sus labios, besándolos apasionadamente, jugando a entrar la lengua dentro de su vagina, mientras ella colaboraba a subir su excitación acariciándose el clítoris. Un nuevo orgasmo estaba en camino, esta vez con corrida incluida que dejó mi cara bien mojada.
Esta corrida suya aun me dio más ganas de sexo, le dije que se levantara y se pusiera con las piernas abiertas y las manos y la cabeza apoyadas a la camilla. Yo me puse detrás y me bajé el pantalón para dejar suelto mi miembro. Sin más preámbulos, la penetré hasta el fondo del todo. Ella chilló, no sé si de placer o de dolor por la embestida tan directa, pero el grito en nada se convirtió en gemidos. Le dije que no chillara más, que desde la calle se escucharía todo. Pero ella no podía contener los gemidos, a lo que yo respondía con la siguiente penetración un poco más profunda y algún que otro azote en su culo.
Después de un rato jugando, los dos nos fundimos en un gran orgasmo. Ella mordía la camilla para no chillar, pero la excitación era tal que su corrida bajaba entre sus piernas, ahora mezclada con parte de la mía, que empezaba a salirse de dentro suyo.
Ya habían pasado casi las 2 horas que tenía de margen, así que le ofrecí una ducha, que ella agradeció, se vistió con la ropa del trabajo y se fue a su casa.
Yo me fui todavía desnudo, directo a mi habitación, con mis prismáticos y esta vez con una pequeña luz encendida.
Ella llegó a la habitación, se empezó a desnudar como un día cualquiera y para mi sorpresa, una vez desnuda, se empezó a masturbar de pié delante la ventana. Hoy sabía que estaba ahí, que la estaba mirando, y como me podía ver, sabía que me estaba masturbando igual que ella.
Cuando acabó, se fue al baño y perdí su pista, así que hice lo mismo y fui a la ducha.
Horas más tarde, sonó mi teléfono:
- Hola, soy Julia, la verdad que el masaje de hoy ha estado muy bien. Querría pedir hora para mañana si puede ser a la misma hora, si no me dices nada es que te va bien.
Después de esto, colgó sin esperar respuesta, desde la cocina, la veía con el móvil, su marido estaba en casa, delante de ella mientras ella estaba llamando…
Estaba claro que era una chica a la que le encantaba el juego. Debería pensar en cómo sorprenderla en la sesión de mañana…
FIN
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