La vecina del cuarto

Las experiencias sexuales de un chico que le gusta que le miren y como su mirona, participa en el juego.

MIRANDO A MI VECINA DEL 4º Por Enpilotes

Hola, me llamo Alonso, tengo 22 años y vivo en una planta baja situada en la ciudad de Valencia.

La casa tiene tres pisos, y me encanta ir a la terraza superior, desnudarme por completo para estar cómodo mientras me fumo unos cigarros y observo lo que pasa por el vecindario a través de unas ventanas oscuras. Aunque me declaro exhibicionista, suelo tener unos baremos muy altos para elegir que vecinas me pueden ver desnudo (mujeres que se resumen en 5 o 6, ya que estoy rodeado de viejas), pero sobretodo hay una mujer a la que aparte de enseñarle mis encantos me encantaría tener un bis a bis con ella, cosa que cada día tengo más cerca y entenderán el porqué al final de este relato.

La verdad es que no se ni como se llama, pero desde hace cinco años estoy colgado por ella. Debe tener unos 35 años, alta, morena, pelo largo rizado moreno, unos ojazos color marrón miel que enamora solo de mirarla, alta y con un cuerpazo muy bonito pese a estar casada y tener un crio de unos 12 años.

Ella vive en un cuarto piso y por eso casi estamos a la misma altura, aunque unos 30 metros separan su balcón de mi terraza.

Su terraza tiene un toldo que instaló hace dos meses y con el cual puede tapar casi la totalidad del balcón salvo un metro por cada lado.

El primer día de nuestro "idilio" fue un día que ella se puso a tender la ropa. Y allí estaba yo, para mostrarme. Tenía la cámara grabando todos sus movimientos mientras yo desnudo iba barriendo el suelo. Por el reflejo de un cristal puede ver que ella dejó de tender la ropa y se puso a mirar por el lateral del toldo que quedaba abierto.

Me senté en una silla y me empecé a hacer una paja descomunal mientras la miraba por el reflejo del cristal.

Al día siguiente, a la misma hora (después de comer), volví a subir a la terraza, me quité solo la camiseta y me senté a fumar un cigarro en la silla. No pasaron ni cinco minutos y allí salió ella al balcón, y lo primero que hizo fue subir un poco el toldo. Le podía ver las piernas y la parte inferior de la camiseta, no llevaba pantalones. Se asomó por el lateral del toldo e hizo como si mirase la calle, pero de reojo miraba si yo estaba en mi sitio. Y allí empezó su espectáculo, se puso a quitar hojas muertas de las plantas que tenía colgadas en el techo, y como tenía que estirar los brazos hacía arriba, la camiseta subía con ellos, y cual fue mi sorpresa cuando vi todo su culo, espléndido, redondo y guapísimo.

Saqué mis prismáticos para verla mejor, ella no veía porque tenía el toldo tapándole la mitad del cuerpo. Yo ya estaba muy excitado y decidí quitarme el chandal y seguir mirándola.

Después le tocó el turno a la otra planta colgante, colocada en el lado extremo de la otra y se puso mirando hacía mi. Levantó los brazos y ¡Bingo! Tenía ante mi el coño mas preciado por mi polla, que estaba palpitando de alegría. La paja que me hice ese día fue mas brutal que la anterior.

Pero ahí no quedó la cosa. Al día siguiente, a la misma hora, ella se las había apañado para bajar todo el toldo y abrirlo un poco por el lateral que yo podía ver, eso me daba muy buena espina.

Me senté en mi silla, pasaron hasta 2 cigarros hasta que vi abrirse la puerta de su balcón.

Y allí salió ella, ¡Guau!, totalmente desnuda. Me quedé atontado mirándola, ella me saludó levantando la mano y luego la movió de abajo a arriba pidiendome que me levantase y que le enseñase mi cuerpo. Me levanté, ya con mi polla erguida, me la cogí e hice como si la polla le saludase, pude intuir una sonrisa en sus labios.

Se sentó en una silla mirando hacia mi, abrió las piernas y se puso a acariciar la parte interior de sus muslos mientras yo ya me empezaba a masturbar.

Cogió de su vera una botella de aceite y se lo untó en las manos para aplicárselo en las piernas abiertas. Como me estaba poniendo la guarra.

Al quedarse sin aceite, una de sus manos fue directamente a su coño que empezó a acariciar con dulzura. Podía ver como se humedeció un dedo con su lengua y luego se lo metió lentamente en su coño. Oh, como me estaba poniendo, y como se estaba poniendo ella.

En eso, lo que nunca me hubiese podido esperar. Sacó un consolador blanco de unos 25 centímetros, lo puso en marcha y a pesar de mi lejanía lo podía oír. Se estaba acariciando el clítoris con él y echaba la cabeza hacia atrás. Mientras tanto yo me estaba haciendo una paja impresionante mirando esa escena de vicio.

Empezó a meterse los 25 centímetros dentro de su coño mientras me miraba. Nos estábamos excitando mutuamente, pajeando a distancia pero como si estuviéramos uno en frente del otro. Hacía movimientos de cabeza y su cabellera se movía de un lado al otro. Ya se había metido los 25 centímetros y empezó a sacarlos y a meterlos. Y yo con mi paja estaba a punto de llegar al orgasmo. Era impresionante ver a ese pedazo de mujer metiéndose ese pedazo de consolador en su coño mirándome.

El consolador entraba y salia cada vez más rápido hasta que se lo dejo metido un rato y con una mano empezó a acariciarse el clítoris hasta llegar a un orgasmo increíble. Yo también me corrí viendo esa escena.

En próximos capítulos os seguiré contando mis experiencias con la vecina.

Si te ha gustado el relato o tienes alguna opinión al respecto no dudes en contactar conmigo, enpilotes@hotmail.com