La vecina canguro

Mi primera vez con una mujer

Hola me llamo Carmen, tengo 37 años bien llevados. Mido 1,64 y a base de gimnasio he conseguido mantener una buena figura. Soy soltera, aunque tengo un hijo de nueve años. No tengo pareja fija, no me apetece, pero si dispongo de algunos “amigos” especiales, además de ligues ocasionales. Aunque no salía mucho, dado que me costaba encontrar canguro adecuada o que me lo pareciera al menos.

Desde hace dos años este problema lo tengo solucionado. En mi edificio vive un matrimonio un poco más mayor que yo que tienen un hijo y una hija. Una noche, que por un problema familiar necesitaba dejar a mi hijo con alguien, mi vecina me dijo que su hija Laura se podía ocupar de ello. Y desde entonces ya no he tenido que buscar canguro.

Una noche que regrese más pronto de lo previsto entre con sigilo para no despertar a  Laura que se solía quedar dormida viendo la televisión.

La puerta del salón estaba abierta, como siempre, la tele encendida, como siempre, pero Laura no estaba dormida. Me quede petrificada al verla.

Estaba tumbada, con una pierna colgando y en el tobillo el pantalón corto, la camiseta subida, los pechos fuera. Se estaba masturbando, lo hacía despacio, recreándose, con la otra mano se acariciaba los senos. Distinguí sus erectos pezones.

Pensé en marcharme, pero parecía que estaba pegada al suelo, no podía apartar la vista de mi canguro. Me fije en sus juveniles pechos, de tamaño adecuado para su edad y en los pezones duros que de vez en cuando se pellizcaba.

Note como mi vagina se humedecía. ¿Por qué me pasaba eso? Joder no estaba tan necesitada.

Se corrió entre suspiros y algún gritito ahogado. Se recompuso la ropa y siguió viendo la tele.

La observe, sin ser un bellezón, estaba bastante bien para los 15 años que tenia.

Me marche hacia la entrada e hice ruido con la puerta.

-Hola Carmen –oí que me saludaba-

-Estas despierta.

-Hoy has venido pronto –contesto-

-Sí, ya sabes cómo son las citas –dije- alguna vez salen mal.

-No sé mucho de eso –rió-

-Si quieres puedes irte ya –le dije-

-Ni loca –rio de nuevo- Mi madre no espera hasta mañana, así que si no te importa me quedo.

Mi casa es pequeña, tiene dos dormitorios, el de mi hijo con una cama individual y el mío con cama de matrimonio por lo que se acostaba en mi cama y cuando yo regresaba me acostaba, procurando no hacer ruido.

Por un lado quería que se marchara pero por otro no quería incomodarla en sus costumbres. Me daba miedo lo que había sentido al verla masturbarse.

Yo era como su confidente. Me contaba sus problemas con amigas-os, las cosas buenas que le pasaban

Vimos un rato la tele y nos dispusimos a acostarnos. Fuimos al dormitorio. Entre en el baño a cambiarme. Ella se quedo desvistiéndose. Normalmente se acostaba en ropa interior cuando se quedaba a dormir.

-En el segundo cajón de la cómoda –dije- hay camisones, coge uno.

-Ya sabes cómo me gusta dormir –contesto-

Nos acostamos medio tapadas por la sabana.

-No sé cómo puedes dormir con un camisón –dijo de pronto- Yo me siento como atada.

-Supongo que es por costumbre –respondí casi en un hilo de voz-

¿Qué te pasa?, me pregunte. Tenía miedo a que hiciera o pasara algo, miedo de hacerle daño, no sé.

Se acurruco junto a mí.

-¿No te importa? –me pregunto-

Le dije que no. Al notar el calor de su cuerpo sentir un escalofrió. Parecía que Laura olía a sexo. Mi vagina volvió a traicionarme y se humedeció algo.

-Gracias –dijo de repente-

-¿Por qué?

-De refilón te vi antes en la puerta del salón cuando me tocaba. Gracias por dejarme terminar y no decir nada.

Me puse colorada, avergonzada. Tenía que decir algo pero no sabía qué.

-Todas hemos sido jóvenes y teníamos necesidades- se me ocurrió decir-

-Te gustaba lo que veías.

No era una pregunta era una afirmación. Permanecí callada.

-Tu silencio confirma que te gustaba.

-No digas tonterías, Laura.

Se incorporo y me miro a la cara.

-Entonces dime ¿Por qué te quedaste hasta que me corrí? No lo niegues, que te vi varias veces, pero tú no te distes cuenta.

-No se –acerté a decir-

-Si lo sabes, dilo.

-Me gusto lo que veía –termine por confesar-

-Lo imaginaba. Te hare una confesión. Hace unos meses, vine pronto y aun no estabas preparada. Fui a coger un juguete para el niño y al pasar por tu cuarto, la puerta estaba entreabierta. Recién salida de la ducha, desnuda, te ibas a vestir.

-¿Me espiaste?

-Si quedarme mirando lo bella que estabas, es espiarte, si lo hice. Lo mismo que tú hoy lo has hecho.

-Bueno estamos empatadas.

Rió.

-Dime que es lo que más te ha gustado –me dijo-

-La escena era bonita, pero me impresiono lo duro que parecían tus pezones.

-Los tengo muy sensibles y me pone mucho cuando me los toco.

Se puso a horcajadas sobre mí, que estaba medio tapada con la sabana. Se quito el sujetador. Sus juveniles pechos estaban inhiestos y los pezones sobresalían de sus aureolas. Me ruborice, ella también se puso un poco colorada pero el atrevimiento de la juventud vence casi todo.

-Comprueba lo que te acabo de decir. Tócame los pechos.

No sabía qué hacer o decir.

-Estás loca, Laura.  –Se me ocurrió comentar.

-Estoy cansada de tocarme. Nadie lo ha hecho aun. Por favor Carmen, se la primera y tócame las tetas. Comprueba lo duros que se me ponen los pezones.

Tarde unos segundos. Mi mano cogió un seno y comencé a acariciárselo. Con el roce de la palma note como se le ponía duro el pezón. Laura me agarro la otra mano y  la llevo a su otro pecho.

-Hazlo como lo haces con tus tetas –oí que decía-

Estaba alucinada era la primera vez que tocaba unos pechos que no eran los míos. Quería parar pero era imposible. Eran como imanes que atraían mis manos. Laura comenzó a gemir.

Al rato la atraje hacia mí. Comencé a besarla. Dios que me está pasando, pensaba. Ella respondía a los besos. Nuestros labios se juntaron, sentí como una descarga. En seguida las bocas se abrieron y nuestras lenguas se unieron.

-¡Por fin! –oí a Laura- Creo que deseaba esto desde el día que te vi desnuda.

Y seguimos besándonos, abrazadas.

Al poco nos separamos y nos quedamos mirándonos. Laura lucia la mejor de sus sonrisas.

-¡Estas bellísima! –me dijo-

Me subió el camisón. Ayude para sacármelo. Luego me quito las bragas. Estaba desnuda delante de una cría en mi primera experiencia con una mujer.

Se desprendió de las bragas. Vi su sexo, el bello lo tenía recortado, como yo. Me entro curiosidad y le pregunte por que lo llevaba así.

-Me lo recorte el día que te vi desnuda –me respondió- Me gusto como te quedaba y yo lleva una pelambrera.

Nos tumbamos muy juntitas y comenzamos a besarnos de nuevo. Nos acariciábamos. Note como mi vagina comenzó a mojarse.

Decidida a llevar la iniciativa, mi mano se dirigió a su sexo. Estaba mojada, muy mojada diría yo. Se lo acaricie. Recorría los labios exteriores con mis dedos. Los abrí y me ti la punta de un dedo. Se estremeció. Luego busque el clítoris y comencé a acariciarlo. Su respiración se hizo entrecortada. Entre jadeo y jadeo me dijo:

-Ya sabes que soy virgen.

-No te preocupes –la corte- seguirás teniendo tu himen intacto.

-¡No! Es tuyo, puedes hacer con lo que quieras con él –me respondió- Pero prefiero que seas tú quien me desvirgue.

No respondí, seguí masturbándola. No tardo mucho en correrse entre gritos, luego nos besamos. Un beso largo y tranquilo.

Al ratito comenzó a jugar con mi coño. Fue haciendo todo lo que yo había hecho para masturbarla salvo cuando metió un dedo en mi vagina, no fue la punta, lo metió entero. Lo sacaba y metía. Comencé a gemir. Luego metió dos dedos y ya fue como si me follara con ellos. Mis gemidos se intensificaros. Parece que se animo y al mismo tiempo me lamia los pezones.

-Parece que te van a estallar –me dijo-

Quería que se centrara en mi clítoris, deseaba correrme pero se recreaba metiendo los dedos.

Por fin comenzó a acariciar mi botón. Sentí como una descarga eléctrica, seguía lamiendo mis pechos.

Lo hizo bastante bien, como la había visto en el sofá, sin prisas pero sin parar. Sentí el orgasmo como si me saliera desde los huesos. Brutal, hacia muchísimo tiempo que no había tenido uno así.

Cuando termine de correrme, nos besamos y nos quedamos abrazadas, muy juntas y sin decir nada, no queríamos romper la magia del momento. Mirándonos a la cara y ella parecía feliz.

No sé cuánto tiempo pasamos así. Volvimos a besarnos y a acariciarnos. Nuestros cuerpos se frotaban uno con el otro. De nuevo buscamos nuestros coños. Ella me metió dos dedos, yo me contenía solo jugando en su entrada. La mano libre la teníamos en los pechos de la otra, acariciándolos, apretándolos, estirando los pezones. Cada cosa que le hacía, a continuación ella me lo hacía a mi.

-Mételos a fondo –me dijo- por favor desvírgame.

-Sí, te voy a romper el himen –le conteste- pero no así y no será hoy.

Oírme decir esto me puso a mil. Me dio la sensación que aumentaba su flujo.

Comencé a jugar con su clítoris con el pulgar, mientras que los otros dedos seguían en la entrada de su cueva. Deseaba penetrarla a fondo, pero fui capaz de aguantar.

Laura se dio cuenta de lo que hacía con el pulgar y comenzó también a usar el suyo. Yo la susurraba que fuera despacio, con suavidad, que no teníamos prisa.

En un momento dado me separe de ella. La bese en la boca y luego comencé a recorrer su cuello con la punta de mi lengua. Llegue a sus pechos, los bese, lamí y sorbí sus pezones. Laura gemía de placer y solo era capaz de decir que no parase. Mis manos no paraban de sobarla, si  puedo decir que la estaba sobando completamente.

Baje a su ombligo y un poco más abajo, al monte de venus. Luego pase a sus muslos. Los bese y lamí. Fui subiendo hasta su coño. Succione sus labios y ya no aguante más y me lance sobre sus clítoris. Mi cuerpo entre sus piernas y mi cabeza en su vagina.

Oía sus suspiros, su respiración entre cortada y su voz que alternaba entre joder, joder, joder y Carmen, Carmen, Carmen.

-Quiero tocarte –me grito-

Cambie de posición y me tumbe sobre ella, para tener fácil acceso a su coño. Sentí sus manos sobre mi cuerpo. Trataba de llegar a mi vulva.

Levante el culo e inmediatamente sus dedos me tocaron. Al poco note que intentaba bajarme. Me acomode y debí quedar a una distancia idónea por que comenzó a comerme. Quedamos en un 69 que fue genial. Ni os comento como fueron los orgasmos que tuvimos, ya que fueron varios.

Después de recuperarnos, nos abrazamos y así nos quedamos dormidas.

De esta historia hace casi tres años, desde luego que tome su virginidad y aunque Laura anda ahora con un noviete, casi todos los días tenemos nuestro ratito de sexo.