La vecina

Aquel día hacía un calor horrible y en clase todo el mundo estaba ahogado, incluso con las ventanas abiertas no hacía una pizca de brisa. La profesora nos estaba dando una clase de historia que, a mí, me parecía de lo más monótona.

Aquel día hacía un calor horrible y en clase todo el mundo estaba ahogado, incluso con las ventanas abiertas no hacía una pizca de brisa. La profesora nos estaba dando una clase de historia que, a mí, me parecía de lo más monótona. Cuando miraba alrededor, mis compañeros tenían la misma pinta que yo, medio dormidos, dibujando... pasando el rato. Tengo la suerte de estar al lado de la ventana y en este tipo de clases me entretengo mirando a la calle, además tengo el edificio de enfrente muy cerca y algunas veces veo a las familias hacer su vida cotidiana.

Me fijé, que en una vivienda mucho tiempo desocupada había movimiento. Era una pareja en la treintena más o menos, ella andaba con una camiseta de tirantes pegada y cortita, de las que enseñan el ombligo y un cutote pegadito muy cortito que no cubre la mitad de la nalga. Era alta, morenaza, con el pelo castaño largo recogido en una cola de caballo, las piernas larguísimas... y para lo último lo mejor: unas tetas increíbles, la camiseta no se las podía cubrir del todo, a los costados se le veía la redondez del pecho semi-cubierto que te daba pie a imaginar como se las lamerías o como le chuparías el pezón y un culo redondo, con carne sin ser exagerado, respingón.

Si con las tetas me volaba la imaginación con su culo no digamos, me apetecía agarrar cada nalga con una mano y sobar, estrujar, notar el peso, el tamaño, mordisquear. Aquello no eran curvas era un puerto de primera!. Su hombre era un tipo atlético y musculado, aunque no en exceso, alto, bronceado, medio rubio, iba en boxer y se le notaba un paquete que me hizo sentir envidia.

Eran sobre las 10.30 y parecía que se acababan de levantar, la ventana por la que yo les veía parecía un cuarto de estar y la mesa en la que estaban desayunando estaba muy cerca de la ventana. Después de desayunar algo dijo ella que a él le hizo mucha gracia y empezó a perseguirla por la habitación, desde donde yo estaba solo podía ver parte de la persecución así que el resto me lo imaginaba, pero me ponía nervioso no verlo todo puesto que se ponía interesante. De repente aparecieron medio tirados en la mesa: ella, boca arriba, mientras él le iba comiendo el cuello y le amasaba las tetas, de seguido le sacaba una y se la llevaba a la boca y le lamía y mordisqueaba el pezón. En ese momento me vieron, a mí y a otras cuatro personas, chicos y chicas, como les mirábamos embobados a través de la ventana del instituto, se echaron a reír y diciéndonos adiós corrieron las cortinas de la habitación.

Nosotros nos miramos unos segundos y entre risitas disimuladas, puesto que estábamos en clase, intentamos seguir la explicación. En el momento en que sonó el timbre nos juntamos la cuadrilla a comentar lo sucedido, una chica y yo éramos los que habíamos tenido la sesión de cine porno, me preguntaron de cachondeo si se me había puesto dura y yo comenté que iba a reventar la cremallera de como la tenía.

Prosiguió la mañana más animada que de costumbre y cuando salí de clase busque a mi chica, se llama Clara, y mientras íbamos a casa a comer le conté lo sucedido con los "vecinos". Según se lo iba contando me estaba volviendo a empalmar y ella que me lo notó, me metió en su portal y me dio primero un beso chiquitito y luego mirando a izquierda y derecha me metió la legua en la boca y empezamos un muerdo de campeonato. Nuestras lenguas se juntaron y empezaron a jugar mientras nuestros labios se sellaban y humedecían por el movimiento, se pegó a mí y tubo que notar que el bulto del pantalón se agrandaba por momentos. Me llevó la mano al paquete y me empezó a masajear por encima del pantalón, yo alucinaba: estábamos en su portal, era mediodía y podían descubrirnos en cualquier momento, incluso su padre nos podría ver pero toda la mañana pensando en los vecinos y ahora esto me desterró la cordura de la cabeza y le eché mano al conejo y la muy zorra con un gemido se separó de mí dejándome con un dolor de huevos impresionante y con la idea de obligarla a terminar lo que había empezado. Se despidió de mí con un piquito en los labios y la promesa de que cuando nos viéramos a la tarde sería diferente.

Con el cabreo que tenía apenas la oí y me fui sin un adiós. Cuando llegué a casa estaba vacía, mis padres no llegan hasta más tarde así que me encendí el ordenador y me puse una peli porno. Me saque la polla de la ropa y me la empecé a acariciar despacio, ya tenía la punta toda mojada, solamente con tocármela un poco sentí escalofríos, sabía que me iba a correr muy pronto después de la excitación de toda la mañana pero quise apurar el placer hasta el máximo. Seguí despacio, en la peli una pareja jadeaba pero yo tenía en mi mente a la "vecina".

Me la imaginé tirada en la mesa conmigo encima, primero le besaba los labios con dureza, explorándole la boca con mi lengua, apreciando su sabor dulzón, mordiéndola, bajando despacio por su cuello, ahora mis labios justo rozaban su piel y mi respiración le provocaba que su piel se erizase y gimiera suavemente. Seguí bajando hasta encontrarme una teta endurecida por la excitación, lamí un pezón a lo cual ella respondió amarrándome del pelo y apretando mi cara contra su piel. Me metí el pezón y todo lo que pudiera entrar en la boca y empecé a jugar con la lengua: succioné, lamí y mordí todo a la vez, ya no tenía control llevé mi mano a su conejo y ya estaba empapada, gimió cuando le toqué el clítoris y se lo masajeé unos momentos. A todo esto ella se había agarrado al borde de la mesa, con las piernas flexionadas y abiertas para que yo tuviera mayor acceso. Con esa vista espectacular de una mujer totalmente ofrecida, pasé de hacerle una paja en el clítoris a meterle los dedos en el conejo, le metí tres y todavía tenía espacio para más. Se le cambió la cara, gimió más fuerte, levantó las caderas.... y yo la penetré de golpe, empujaba fuerte, duro, movíamos la mesa, la sensación era extraordinaria, sentía ese conejo caliente, húmedo, que me atraía hacia si, me mareaba de gusto y mi corrida llegó a la par que su orgasmo.

Abrí los ojos. La pareja de la peli porno era otra, en otra postura. Me limpié y eche la ropa a lavar puesto que la había puesto perdida. Por fin mi humor había mejorado y me dispuse a calentarme la comida.