La vaquita de Alessandra II

Alessandra sigue con su plan de someter y engordar a Anne.

Anne estaba muy contenta. El día de ayer había sido realmente bueno y su jefa, Alessandra, se había portado realmente bien con ella. No podía pedir más. Además, en pocos trabajos le habían dado de comer de esa manera. Lo único que le había extrañado era la forma en la que le había tocado... pero no había dicho nada, por que se había mojado y le daba vergüenza admitirlo.

Cuando había salido de la ducha recibió un mensaje a su móvil. Anne lo cogió extrañada y su corazón se aceleró al ver que era un mensaje de Alessandra, su jefa.

"Trae la misma ropa que ayer. Se me olvidó decirte, no hay uniforme como tal, pero eso me vale. Te espero en media hora aquí."

Anne se giró hacia la silla en la que había dejado la ropa la noche anterior y tras comprobar que estaba limpia y no demasiado arrugada volvió a ponerse esa falda y esa blusa. Se miró al espejo pues la blusa le quedaba un poco más prieta de la barriga debido a todo lo que había comido ayer. No se preocupó mucho y tras terminar de arreglarse puso rumbo al trabajo. Al llegar saludó a todos con una pequeña sonrisa, todavía un poco nerviosa y vergonzosa. Le costaba hacer amigos en nuevas situaciones cuando se encontraba sola.

Alessandra la vio llegar desde su despacho y esbozó una sonrisa. Esta vez había venido más preparada y con más provisiones. Tenía un plan en mente y esperaba que comenzase hoy. Cuando vio cómo se sentaba llamó al teléfono de su mesa y vio cómo Anne respondía.

— Cuando puedas ven a mi despacho. Quiero darte las cosas que tienes que hacer hoy. — Tras eso Alessandra colgó. Quería ver su reacción. La secretaria estaba nerviosa. Su jefa la había llamado para explicarle lo que debía hacer ese día.

Fue a su despacho nerviosa y llamó a la puerta. Cuando escuchó "adelante" entró con una sonrisa pequeña.

—Buenos días jefa... — Alessandra esbozó una sonrisa y le indicó que se sentase. Durante los primeros diez minutos de la conversación le estuvo explicando lo que debía hacer durante ese día en la oficina. Anne apuntó todo en su libreta mientras asentía a cada cosa que decía.

—¿Has entendido todo Anne? — Dijo al terminar con una pequeña sonrisa. La rubia asintió mientras dejaba el bolígrafo y el cuaderno encima de la mesa. — Bien, te he traído algo de desayuno... ya sabes que te dije que me tomaría por mi mano que comas bien y no estés desnutrida. ¿No? — Anne asintió sonrojada. Alessandra miró que su estómago estaba más hinchado que ayer y no pudo evitar sonreír. Sacó un chocolate caliente acompañado de otros donuts, exactamente igual que los anteriores. Los dejó sobre la mesa y miró a la contraria.

Anne se quedó mirando la comida y estiró lentamente la mano para coger uno de los donuts y llevarlo hacia su boca. Comenzó a comer aquellos donuts mientras daba un sorbo a aquel delicioso chocolate caliente.

Alessandra se acercó por su espalda y se agachó hasta su oído.

—Tienes que comer. Sabes que no es sano hacerlo y ya que soy tu jefa creo poder decidir en esto... ¿No crees? —Llevó su mano derecha a su barriga, metiendo el dedo pulgar en su ombligo y con el resto de dedos masajeando esa incipiente barriga. Anne dejó escapar un pequeño gemidito y asintió. Con la mano izquierda Alessandra cogió el chocolate caliente y lo llevó a los labios de su vaquita en potencia.— Eso es... bebe. — Dijo en su oído mientras no dejaba que descansase. Su mano seguía masajeando su vientre mientras le daba todo aquel chocolate, desparramándose parte por sus labios. Cuando terminó cogió otro donut llevándolo a su boca. Anne abrió de nuevo la boca dando un gran bocado. No pensaba, simplemente se dejaba llevar por todos los estímulos que le recorrían.

Alessandra estaba mojada. No lo podía evitar. La situación era para estarlo. Sentía que tenía a Anne comiendo, literalmente de su mano. Había terminado ya el primer donut y estaba casi lamiendo las migajas que tenía en la palma de la mano.

Anne se terminó los donuts en menos de lo que esperaba. Su jefa la miró sonriendo y apretó con fuerza su barriga durante unos segundos. Anne se dobló hacia delante gimiendo.

—¿Eso ha sido un gemido Anne? — Dice sorprendida su jefa. Anne se pone realmente roja. Muy roja. Se gira a mirar a la joven rubia antes de acariciar su mejilla. — No debes avergonzarte de ser como eres... son cosas normales. Gemir es dejar salir los sentimientos y sensaciones de tu interior. No quiero que las reprimas. ¿Entendido?

Anne asintió,  seguía todavía sonrojada. Alessandra le acarició la cabeza durante unos segundos antes de apartarse, y sentarse de nuevo en su silla frente al escritorio.

—Buena chica. A la hora de comer quiero que me enseñes todo lo que has hecho, ¿entendido?

Habían pasado dos semanas desde que Anne había entrado a trabajar en la empresa de Alessandra y todos los días sucedía lo mismo: llegaba y su jefa la esperaba con un inmenso desayuno, trabajaba y pasaba lo mismo con la comida. Las mismas palabras. Los mismos masajes.

Era de nuevo lunes. Anne se había terminado de duchar y estaba enfundándose en la ropa que siempre llevaba. Se encontraba frente al espejo y jadeaba de esfuerzo por cerrar la falda. Había engordado. Definitivamente. Bastante a decir verdad. Tras unos minutos intentándolo se dio cuenta que era imposible. Cogió su móvil mandándole un mensaje a su jefa.

"Jefa, la falda no me cierra..."

Realmente le costó horrores escribir aquel mensaje, avergonzada y tímida como seguía siendo ella. A los minutos, recibió la contestación.

"No te preocupes, ven igualmente con eso. Yo me encargo. No te avergüences."

Anne sintió una ligera humedad entre sus piernas y las apretó con fuerza, mientras dejaba de nuevo el móvil y se miraba al espejo. Tenía dos botones de la blusa sin abrochar pues no podía más y la falda con la cremallera bajada. Le daba un aspecto desarreglado.

Llegó a la empresa y caminó hasta su sitio de trabajo bajo las atentas miradas del resto del personal. Sonrojada llamó a la puerta del despacho de Alessandra y se quedó paralizada viendo el festín que allí había.

—Vamos... a comer preciosa. — Fue lo único que dijo Alessandra, sentada desde su silla, con una sonrisa. Anne se sentó donde siempre y comenzó a comer, sin decir nada. Era algo ya bastante interiorizado y realmente tenía hambre.

Alessandra se levantó de su silla y se acuclilló al lado de Anne, una de sus manos se posó en su muslo y fue subiendo por debajo de su falda hasta que llegó a su coño. Lo encontró húmedo. Anne dejó escapar un gemido y fue cuando comenzó a acariciar su clítoris.

—Mi pequeña vaquita... estás mojada y solo estás comiendo....