La vaquita de Alessandra
La vaquita de Alessandra, capítulo I.
Anne acababa de ser contratada en una empresa como becaria. Apenas había pasado un año desde que había terminado la carrera de contabilidad, y agradecía a los dioses haber conseguido un trabajo, dada la situación en la que el país se encontraba.
Era su primer día y apenas había dormido. Se encontraba bastante nerviosa cuando decidió darse una ducha relajante antes de ir al trabajo. Cuando salió de la ducha se miró al espejo con una pequeña sonrisa. Estaba bien. Realmente bien. Esperaba poder impresionar a su nuevo jefe, pues sabía la importancia que tenía el vestir bien en aquella empresa. Eligió una falda de tubo negra acabada en una pequeña abertura lateral, junto con una blusa blanca impoluta. Se dejó el cabello rubio suelto y se maquilló ligeramente. Cuando estuvo lista cogió sus cosas y puso rumbo a la empresa. Podía ir perfectamente andando pues le quedaba a unos minutos de su casa.
Cuando llegó fue directamente a dónde le habían indicado que fuese y esperó a que le llamasen. Rápidamente le atendieron y se sorprendió al ver que no era jefe, sino una mujer la que llevaba toda esa empresa.
—Bienvenida Anne. Bastante puntual. Me gusta. Pasa. — La mujer, una despampanante morena de ojos azules, la invitó a pasar a su despacho. Anne tragó saliva, apartándose el pelo del rostro y sentándose dónde le indicó.
Su jefa estuvo durante unos minutos mirando su currículum y cuando terminó esbozó una sonrisa.
—Parece que tenemos alguien con talento... es un placer que te incorpores a nuestra empresa. Por ahora estás en periodo de prueba, serás la secretaria de la mayoría de esta planta... incluida la mía. ¿Quieres un donut? — Dijo ofreciéndole una caja de dulces. Anne dudó durante unos segundos pero terminó cogiendo uno, dándole un bocado. Sin quererlo un gemido de disfrute salió de su boca. Eso estaba increíblemente bueno.— Vaya, parece que realmente están buenos. Les diré que los traigan más a menudo. Coge todos los que quieras. — Anne esbozó una pequeña sonrisa mientras cogía un segundo donut. — Tu despacho es el que está justo a la salida de mi despacho, te he dejado ya algunos trabajos que quiero que hagas hoy... si necesitas ayuda, puedes pedírmela. Estaré aquí.
Anne asiente, con una pequeña sonrisa, mientras se terminaba aquel segundo donut. La verdad es que le había causado todo muy buena impresión desde el inicio, su jefa parecía maja y le había ofrecido su ayuda.
—Muchas gracias señora... — Su jefa alza una ceja mirándola con una sonrisa y antes de que se fuese le acercó la caja de donuts. Anne la cogió sonrojada y salió con ella hacia su despacho. Estaba a la vista de todos.
Durante las primeras horas se dedicó a colocar todas sus cosas y comer de vez en cuando aquellos deliciosos donuts. Cuando tuvo todo colocado comenzó las tareas que su jefa le había designado.
Siguieron pasando las horas y la mañana terminó. Se percató de que se había terminado la caja entera de donuts y la vergüenza acudió a su rostro. Esperaba que su jefa no lo notase. La susodicha salió de su despacho con una sonrisa.
—¿Qué tal va todo? ¡Vaya, alguien al parecer venía con hambre! — Anne se sonrojó. — No te preocupes mujer, es normal. Esos donuts son caseros y están de vicio. Yo venía a ver cómo iba lo que te he mandado... —Se asomó por encima de su hombro viendo el ordenador durante unos segundos. Pasó el brazo derecho por encima de Anne y cogió el ratón viéndolo.
Anne aspiró el perfume de la morena y cerró los ojos unos instantes.
—Vaya, está todo bastante bien. Puntual y encima buena trabajadora... creo que he encontrado la chica perfecta. — Murmura apartándose con una sonrisa. — Voy a comer en mi despacho, ¿quieres venir? Así te conozco más. Siempre que contrato a alguien quiero que el primer día coma conmigo para poder ver si he hecho una buena decisión. ¿Te apuntas?
Anne asintió incorporándose. Cogió su móvil y su cartera mientras volvía al despacho de su jefa. Se quedó sorprendida ante tal buffet que había ahí montado. Su jefa, Alessandra, le ofreció una de las sillas mientras servía una copa de champagne a ambas. Anne la cogió dando un suave trago y probó algo de la comida. Otro gemidito de placer escapó de su boca.
—Parece que hace mucho que no disfrutas de la comida Anne... — Murmura Alessandra apoyando las manos en sus hombros.
—B-bueno... estoy a dieta y no como mucho de estas cosas. — Dijo avergonzada dejando el tenedor en el plato.
—Esa dieta se acabó. No quiero que mis trabajadores se mueran de hambre, ¿entendido? — Dijo Alessandra mientras cogía un trozó de pollo con el tenedor y lo acercaba a la boca de Anne. — Mírame. Venga. — Anne le miró a los ojos abriendo la boca inconscientemente. — Eso es... come. No debes dejar de comer por esas tonterías. — Murmuró con voz ronca mientras cogía otro trozo de pollo. Anne volvió a abrir la boca sin apartar su mirada de la de Alessandra, su jefa. Tragó lo que su jefa le daba y masticó con lentitud.— ¿Te sientes mejor a que sí? Me preocuparé que comas todos los días. No puedes estar así de delgada.
La mano de Alessandra se apoya en su vientre masajeándolo. Un pequeño jadeo escapa de los labios de Anne y cierra los ojos.
—¿Eres capaz de comer tú sola? — Murmura la jefa en su oído, sin dejar de masajear su vientre ligeramente hinchado por llevar toda la mañana comiendo. — Vamos, queda mucha comida, no puedo ser yo la única que coma.
Anne no recordaba haber visto a su jefa comer, pero comienza a devorar todo más rápido que antes, dejándose llevar por el hambre contenido y sobre todo por esa especie de placer que comenzaba a sentir por esas caricias que le daba la jefa.
Alessandra sonreía con sorna. No se podía creer la joya que había encontrado. Al fin iba a poder sustentar aquella fantasía que tenía desde hace tiempo... Desde hace años era dominatrix y todo el mundo de las mascotas le hacía mojar bragas, pero siempre había querido tener una pequeña vaquita... a su disposición. Parecía que lo había conseguido.
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