La vampiresa incauta. Cap 4. El laberinto

La insensatez de Lope ha llamado la atención de un antiguo mal. Valeria se verá obligada a recorrer un siniestro laberinto ¿logrará eludir a la criatura que mora en su interior?

Una forma femenina se materializó en la mazmorra. Del oscuro torbellino emergió una chica, totalmente desnuda, cuya belleza rivalizaba con la de la también desnuda Valeria. Pelirroja, bajita, poco más de metro sesenta, su nariz respingona y varias pecas que marcaban su rostro, le daban un aspecto de falsa inocencia. Con unos bonitos pechos, no voluminosos pero firmes y redondeados, una cintura marcada por unas suaves curvas femeninas, y un bonito trasero. Sus ojos eran de un color rojo fuego, como su pelo, y su piel era pálida como la cera con un ligero tono carmesí. Su aspecto era el de una chica de diecinueve años, aunque era algo mayor, unos cuantos siglos mayor. La chica contempló a los presentes.

Valeria, presa de un escalofrío incontenible y una presión en su pecho, se arrodilló ante la recién llegada.

Como sucede en muchos depredadores, entre los vampiros existe una regla inmemorial. Los más débiles se someten siempre a la voluntad del más fuerte, que casi siempre es el más anciano. De ese modo, casi nunca ha habido purgas y peleas en una especie que nunca ha sido demasiado numerosa. Casi siempre han respetado los territorios de caza de sus otros congéneres, y salvo contadas ocasiones, ninguno de ellos se intentó imponer sobre otro más anciano. Las luchas por el poder son casi inexistentes en la aristocracia de la noche. Cada vampiro sabe cual es su sitio entre los suyos. Ese vínculo de sumisión es aún más fuerte entre padres e hijos de la noche, ningún “ahijado” se enfrentaría nunca a quién lo ha convertido.

Que un vampiro entre a escondidas en el territorio de otro, sin presentarse ante su anfitrión, es algo totalmente inusual. Pero que además se intente alimentar de sus presas, en su casa, sin pedir ni tan siquiera permiso, es algo intolerable entre los señores de la noche. Tan sólo un vampiro que se crea más fuerte que el dueño del territorio al que entra, se atrevería a tal ultraje.

  • Vaya vaya, ¿qué tenemos aquí?- Dijo la pelirroja contemplando a Valeria que mantenía el rostro entre sus piernas.- ¿Entras en mi restaurante sin tan siquiera saludar primero? ¿Quién te crees que eres, de verdad creías que pasarías desapercibida, que no notaría tu presencia?

  • Yo… lo… lo siento.- Balbuceaba Valeria.- Verás yo…

Entonces la pelirroja se fijó en el collarín rosa fluorescente en el cuello de Valeria y estalló en una siniestra carcajada.

  • ¡Y encima como producto!.- Dijo mientras la agarraba del pelo y la obligaba a incorporarse.- ¿Tan bajo ha caído nuestra raza? ¿Entras aquí arrastrándote patéticamente para que el ganado te use como un mero objeto?

La recién llegada soltó a Valeria, que se volvió a arrodillar a sus pies. Lope contemplaba estupefacto la escena, los otros tres hombres tenían la mirada desencajada de puro miedo. Pese al aura de temor que infundía la pelirroja, Lope no podía dejar de admirar el hecho que hubiera aparecido de la nada en medio de la sala, pese a todo lo que había leído sobre vampiros, nunca llegó a creer que algo así fuera posible.

  • ¿Pu… puedes hacer eso?- Le preguntó a Valeria, dejándose llevar por la curiosidad.- ¿Aparecer de la nada?

  • Sólo lo hice una vez.- Respondió la vampiresa con un hilo de voz, sin levantar su cabeza del suelo.- Después de ello, estuve una semana entera sin poder alimentarme y vomitando bilis. Es algo horrible, como si metieran tu cabeza en una lavadora a plena centrifugación, mientras que a la vez una prensa te va aplastando el cerebro y se rompen todos y cada uno de tus huesos. Fue tan desagradable que nunca lo intenté de nuevo.

Aquello provocó una nueva carcajada en la recién llegada.

  • Patética… Ni tan siquiera puedes dominar nuestros poderes… Ya eres mayorcita para eso, ¿Cuántos años tienes, trescientos, cuatrocientos….? Da igual, no respondas, me aburres.

La pelirroja con un gesto puso en fuga a los otros dos consumidores, que a trompicones, salieron a toda prisa de la sala. Luego se dirigió a Lope con una mirada llena de curiosidad. Con un gesto rápido, lo agarró por el cuello. Pese al aspecto frágil y la poca estatura de la chica, él no dudó en ningún momento que con un simple movimiento, podría romper su cuello como si fuera una ramita seca.

  • ¿Y tu quién eres, que osas hablar en mi presencia? ¡Maldito insolente!- La chica dirigió la mirada a Valeria.- Dime, querida intrusa, ¿este hombre significa algo para ti?

  • No, en absoluto.- Respondió ella rápidamente.

La pelirroja examinó el rostro de la vampiresa arrodillada. Pese a que Valeria había hablado con total sinceridad, deseando que la recién llegada le rompiera el cuello a Lope y terminara de una vez con el maldito hechizo que lo vinculaba a él, la otra lo identificó de forma completamente inversa. Creyó leer en la rápida respuesta de Valeria un ardid desesperado para preservar la vida al chico, así que resistió el impulso de fracturarle el cuello allí mismo. Lo mataría, pero no sería rápido. Quería deleitarse con ello. La risa resonó por toda la habitación.

  • ¿Pero… se puede ser más patético? Te has encariñado con un mortal. ¿En qué pensabas, que podríais ser felices? ¿Tenías intención de convertirlo, o pensabas cuidarlo y contemplar como poco a poco la edad hace estragos en su cuerpo y su vida se marchita ante ti? ¿Irás a verlo dentro de unos años en el asilo?- La pelirroja no cesaba en acompañar cada frase con una risa burlona.- ¿Ya le has dicho que no puedes darle hijos? ¿No me dirás que te has dejado llevar por esas historias romanticonas y azucaradas que hablan de romances imposibles?

La pelirroja ahora miró a Lope.

  • ¿Y tú, no tienes nada que decir? ¿Qué habéis venido a hacer aquí, algún tipo de fin de semana romántico?

Había algo en aquella joven que erizaba cada uno de los pelos de Lope. Ella era totalmente distinta a Valeria, pese a ser consciente que jugaba con fuego, cuando sometió a Valeria nunca llegó a sentirse tan acongojado.

  • ¿Qui… quién eres?- Logró preguntarle mientras sus dientes castañeaban ante el miedo que le producía la gélida mano apretando férreamente su cuello.

La pelirroja se volvió hacia Valeria.

  • Pequeña… ¿no vas a introducirme?

  • P… por supuesto...- Balbuceó Valeria, la vampiresa sabía que ambos estaban en un buen aprieto.- Lope… te presento a... la princesa… Ersebeth Bathory.

Lope tragó saliva. Había leído mucho acerca de la apodada “princesa sanguinaria”, pero siempre había creído que era una pura leyenda del medievo. Si aquella chica de aspecto frágil e inocente era quién Valeria afirmaba que era, su situación no podía ser más desesperada. Sólo la mitad de cosas que se decían acerca de Bathory bastaban para helar la sangre al más valiente.

Ersebeth soltó a Lope y se volvió hacia Valeria.

  • En este mundillo somos pocos y casi todos hemos oído hablar unos de otros. Sobre ti pequeña, poco he escuchado. Creo que te tuve cerca una sola vez, hará algo más de cien años, pero no despertaste en absoluto mi interés. ¿Era a ti a quién apodaban “El ángel de Verdún”?

Valeria asintió quietamente.

  • Siempre me pareció un mote francamente patético… Éramos varios los que nos alimentábamos en ese campo de batalla… Ah, la guerra… que tiempos aquellos. Por cierto, ¿es posible que fueras tu quién causó la muerte de ese cazador holandés justo al inicio del siglo veinte?

Valeria volvió a asentir, esperando que eso le hiciera ganarse algo de simpatía.

  • Supongo que en cierto modo, debería estarte agradecida. Ese maldito holandés empezaba a ser un incordio, logró acabar con Vlad, el más poderoso de nosotros, el más antiguo y estoy segura que…

La curiosidad, de nuevo pudo con Lope, que interrumpió a la poderosa vampiresa.

  • Vlad… quieres decir que…

  • En ciertas historias hay más verdad de lo que pensáis. Tuve el honor de ser su primera ahijada. Aunque nuestros caminos en seguida se separaron.- Respondió Ersebeth.- Vlad era atractivo, noble, poderoso como no ha habido otro…

  • Y también un perfecto arrogante, un imprudente, y un necio.- Replicó Valeria interrumpiéndola.- Su sangrienta estada en Madrid me salió muy cara. Y siglos más tarde su loco viaje a Londres...

  • Cierto. Eso de Londres nos salió caro a todos, llamó demasiado la atención.- Respondió Bathory mesándose el mentón.- Y ese escritor irlandés tuvo la genialidad de hacer públicos todos los documentos sobre la muerte de Vlad, iniciando una nueva caza por toda Europa. Algo nunca visto desde las sangrientas cazas del siglo XVII, toda Europa Oriental se llenó de cazadores aficionados. Nos llevó años lograr que la gente tomara esos documentos por una mera novela ingeniosa. En fin… el holandés fue el más grande cazador de vampiros que ha existido nunca. Aunque he escuchado que en Estados Unidos hay un afroamericano con talento…

  • Eso es porque no conociste a mi primo.- Se permitió replicar Valeria en un arrebato de orgullo familiar.

  • Pero tu primo no está aquí ¿verdad?- Respondió la pelirroja con una sonrisa mientras se acercaba a la pared y cogía unas alicates.- Has cometido un pecado grave querida. Entrar en MI casa, MI despensa, sin MI permiso, y además has intentado alimentarte de MIS presas. Abre esa bonita boquita.

Los ojos de Valeria se abrieron de par en par al ver las intenciones de Bathory. Se arrodilló al suelo, implorando perdón de todas las formas posibles. Si sus ojos pudieran generar lágrimas, un torrente de ellas hubiera caído por sus mejillas. Todo su cuerpo desnudo se estremecía de puro miedo, una sensación casi desconocida para los de su especie. Lope la contemplaba con lástima, nunca la había visto de esa forma, la poderosa vampiresa daba pena.

Hay pocas cosas que un vampiro no puede regenerar, sus colmillos son una de ellas. Sólo les crecen una vez, en el momento del cambio, y les duran para siempre. Requiere una gran fuerza, pero arrancárselos es el peor castigo al que se puede someter a un vampiro. No le impedirá alimentarse pero lo marcará para el resto de su existencia. Un vampiro sin colmillos se convierte en un paria, un marginado, objeto de burla y desprecio entre sus congéneres. La mayoría, después de perder sus colmillos, optan por el suicidio.

Ersebeth se acercó a Valeria, con un gesto de fingido cariño, acarició su mentón y levantó su rostro. Valeria temblaba como una hoja, hacía un auténtico esfuerzo para mantener sus colmillos ocultos. Sus labios temblaban.

  • Pobrecita… ¿crees que vas a lograr algo con esa inútil resistencia?

Bathory recogió el cuchillo del suelo, se acercó al hombre encadenado y le dio un fino corte en el pecho. El olor a sangre fue suficiente para que los colmillos de Valeria crecieran. Nada pudo hacer ella para evitarlo.

La pelirroja la sujetó fuertemente por el mentón, obligándola a mantener la boca abierta mientras acercaba las alicates. Valeria no podía luchar contra ello, la penetrante mirada de la pelirroja anulaba su voluntad de lucha, dejándola sin fuerzas. Bathory era demasiado poderosa, siglos de existencia separaban ambas vampiresas.

Lope lo contemplaba totalmente asustado. Su mente le decía que tenía que escapar de allí a toda prisa, pero sus piernas no lo sostenían. Impotente contemplaba como aquella pelirroja de aspecto inocente agarraba uno de los colmillos superiores de Valeria con la herramienta y empezaba a hacer fuerza. La desesperada y triste mirada de su apreciada vampiresa le dio al chico el coraje justo para hablar.

  • No… por favor… perdónala.- Logró articular entre sollozos.- No ha sido culpa suya… yo pensaba que…

Pero calló. La simple mirada de Ersebeth bastó para cerrar su boca. ¿En qué estaba pensando? No quería ni imaginarse lo que haría con él alguien que tenía a Valeria a sus pies temblando de miedo.

  • Vaya… Tengo a tu novia sollozando de miedo y te atreves a hablarme- Dijo Bathory mientras alejaba las alicates de Valeria.- Tienes agallas. ¿No quieres que la deje sin sus bonitos colmillitos? ¿Prefieres que a cambio te arranque tu miembro viril?

El chasquido de las alicates fue suficiente para arrancar un desesperado “NO” de la boca de Lope. La simple idea de acercar esa herramienta a sus genitales lo hizo temblar, arrodillándose involuntariamente al suelo.

  • Ya me lo temía.- Replicó la pelirroja con una sonrisa para acto seguido dirigirse a Valeria- ¿Lo ves pequeña? No quiere que te deje sin colmillos pero tampoco quiere sacrificarse por ti. ¿Qué debo hacer?

Mientras chasqueaba las alicates, una idea cruzó la mente de Ersebeth. Al fin y al cabo Valeria no era más que un producto, y aún tenían varias horas de noche por delante. Valeria perdería sus colmillos y el chico moriría, pero primero podría divertirse.

Instantes después

Bathory sacó a rastras a Valeria y Lope de la mazmorra y los llevó a un amplio y ostentoso salón-comedor con una enorme chimenea al fondo. En frente la chimenea había un sillón de ébano ricamente tallado. Unas enormes alas de murciélago talladas sobresalían por el respaldo, los brazos terminaban en unos rostros feroces mostrando sus dientes. Más que un sillón, parecía un trono. Como una reina, la poderosa vampiresa estaba cómodamente sentada en él, bebiendo un espeso líquido carmesí de una copa. El trono quedaba desproporcionadamente grande para la diminuta vampiresa, pero nadie se atrevería a hacérselo notar.

Ersebeth Bathory ya no iba desnuda, sino que lucía un rico vestido de terciopelo granate que le llegaba hasta los tobillos y un corpiño que apretaba sus pechos haciendo que mostrara un escote más generoso del que correspondería por su tamaño de busto. Completaba su atuendo con una capa negra como la noche.

Como si de un reposapiés se tratase, Valeria estaba tumbada frente a ella, con los pies de la pelirroja encima. Lope estaba arrodillado frente a ella, temblando de miedo, totalmente desnudo y sujeto con una cadena y un collar, como si de un perro se tratara. Ya no tenía el brazalete amarillo sino que lucía el collarín rosa. Declinó la copa que le ofrecía Ersebeth. La incertidumbre acerca de su destino, los mantenía a ambos presa del miedo.

  • ¿Sabéis lo que me ha costado organizar este negocio?- Les dijo mientras daba otro sorbo a la copa.- Encontrar la manera de alimentarme sin tener que cambiar de residencia constantemente ni levantar sospechas. Se podría decir que soy una empresaria hecha a mi misma. Ofrezco lo que mucha gente desea, dar rienda suelta a sus oscuros deseos sin consecuencia alguna, a cambio, siempre me quedo con alguno de los productos que llegan aquí. Es curioso, algunos hasta entran de forma voluntaria. A la mayoría en cambio, les ofrecen algún “incentivo”, empresarios ricachones, jefes mafiosos, o políticos depravados, pagan, sobornan, coaccionan o drogan a quién sea y lo llevan aquí para hacer lo que deseen. Me da igual como los convencen de puertas afuera, mientras cada producto firme conforme entra voluntariamente. ¿Sabéis la cantidad de políticos, funcionarios, autoridades… que acuden aquí para deleitarse con un producto? Suficientes como para que a nadie le interese cerrar ese lucrativo negocio. Todos salimos beneficiados, incluso muchos productos terminan divirtiéndose de verdad y volviendo de vez en cuando... Y ahora entras tu, dispuesta a aprovecharte de mi hospitalidad, a saciar tu sed con mi ganado.

Ersebeth escupió esas últimas palabras mientras pegaba una fuerte patada a Valeria. La vampiresa, chilló y volteó sobre la gruesa alfombra del suelo. Lope la contempló con pena, nunca había visto a su compañera convertida en tan poca cosa.

La pelirroja se levantó del sillón dispuesto a patear de nuevo a Valeria, pero un hombre trajeado entró en el salón, interrumpiendo el momento. Bathory lo miró con furia, el hombre inmediatamente se arrodilló.

  • Siento interrumpirla señora.- Dijo en voz quieta.- Sólo venía a informarla de que ya está todo listo, tal como había pedido. El evento ya ha sido anunciado.

La mirada de la poderosa vampiresa cambió, asintió con satisfacción e indicó al hombre que se retirara. Trabajar para la princesa sangrienta tenía sus recompensas, pero también grandes riesgos. Esta vez el hombre había tenido suerte.

Ersebeth se dirigió a Valeria.

  • El Laberinto del Minotauro, es una atracción especial, pensada para aquellos productos que desearían ser consumidores pero no pueden pagar el precio. Las reglas son simples, un producto puede intentar cruzar el laberinto, si logra encontrar la salida y escapar ileso, se le facilita un brazalete amarillo y se convierte en consumidor, así sin más, de forma totalmente gratuita. También es el lugar al que llevamos a cualquier producto que tenga una actitud inapropiada con un consumidor ¿Qué te parece? Aunque es una pena que, aunque muchos lo han intentado, ninguno lo ha logrado. Es un bonito espectáculo para aquellos que deseen contemplarlo. No te confundas, lo difícil no es encontrar la salida, lo difícil es evitar ser cazado por el guardián.

“Ya sabía yo que eso del laberinto no iba a gustarme” pensó Valeria mientras la pelirroja la levantaba por el pelo a medida que varios consumidores curiosos entraban en el salón.

  • Aquí tenéis a la voluntaria de esta noche.- Dijo triunfante Ersebeth.- Contemplarla bien. Nuestra pequeña oveja aquí presente, intentará escapar del depredador. ¿Lo conseguirá? Como siempre, las apuestas están abiertas.

Mientras los consumidores reían, cuchicheaban y se deleitaban, Ersebeth obligó a Valeria, a dar un par de vueltas alrededor de los recién llegados, a cuatro patas. Ocho hombres y tres mujeres, todos la miraban con una mezcla de deseo, depravación y sadismo. La mirada de la chica transmitía pura resignación.

A una indicación de la anciana vampiresa, todos los presentes salieron afuera. La pelirroja los guió hacia un espacio delimitado por altas y gruesas paredes de piedra situado a medio centenar de metros del edificio de la mansión. Valeria, a cuatro patas, andaba entre los consumidores, que no dejaban de hacer comentarios sobre el bonito espectáculo que ofrecería una chica tan bonita. Lope, sujeto por la cadena iba unos pasos por detrás de Bathory. La comitiva se detuvo ante una puerta de hierro forjado.

  • Bien pequeña, aquí nos separamos.- Dijo Ersebeth a Valeria mientras abría la enorme puerta.

Antes de hacer entrar a Valeria, Ersebeth la levantó y sujetándola fuertemente por el mentón, la miró fijamente. La anciana tenía poderes que aún no habían despertado en Valeria. La hipnotizante mirada de la pelirroja penetró fuertemente en la morena, presionando su cerebro, su voluntad.

De alguna forma, Ersebeth bloqueó sus poderes psíquicos. La vampiresa de pelo azabache seguía conservando su fuerza y agilidad sobrehumana pero notaba un hormigueo en su cabeza, como si de un fuerte ataque de migraña se tratara. Se sentía “rara”, débil, torpe y sobretodo desnuda, más desnuda de lo que estaba.

  • Bien pequeña.- Le susurró.- Eso equilibrará la cacería. No vas a disponer de ciertas habilidades. No sería divertido si pudieras hipnotizar y someter a mi preciosidad.

Valeria se apartó tambaleando, pero la poderosa vampiresa volvió a sujetarla, acercó sus labios a su rostro y empezó a susurrarle algo que le erizó la piel a la morena.

  • ¿Alguna vez te has preguntado qué sucede si intentas convertir algo que no sea humano? Tal vez seas demasiado joven para ello, pero mil años dan para plantearse muchas cosas. Tranquila, ya te avanzo la respuesta, en la inmensa mayoría de casos, no sucede NADA, simplemente la bestia muere desangrada. Pero hay algunos animales, ciertos primates, tal vez por su proximidad genética con los humanos, que son susceptibles al cambio. No mueren, pero tampoco se podría decir que se conviertan en un ser perfecto como nosotros. Se vuelven seres primitivos, brutos con una voracidad desmesurada y unos impulsos entre humanos y animales. Ya lo verás.- Bathory sonrió ante esas últimas palabras.- Cuál de mis fluidos corporales compartí con él para convertirlo es un secreto que nunca revelaré. Yo lo llamo “Strigoi” y me encantará ver si hacéis buenas migas.

Ersebeth se separó de Valeria, la morena la miraba desconcertada. Sus piernas le temblaban, su cabeza estaba espesa y su visión por unos momentos se volvió borrosa. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Con una brusca patada en el trasero, la pelirroja la hizo entrar en el recinto y cerró la puerta.

  • Una última advertencia.- Le dijo a Valeria mientras cerraba el pesado candado.- Yo misma condicioné al Strigoi, dos fuertes impulsos dominan su cuerpo: un hambre voraz y sangrienta, y a la vez un estado de celo permanente. ¿Cuál de sus dos necesidades vas a estimular más? La única posibilidad de sobrevivir al laberinto es estimular la libido del Strigoi por encima de su necesidad de alimentarse. Y un último consejo, no confíes en que tu capacidad de regeneración va a permitirte salir airosa.

Valeria se quedó unos instantes contemplando la puerta, viendo como Ersebeth se alejaba. Podría saltar afuera sin esfuerzo alguno, pero fuera lo que fuera que hubiera dentro de ese recinto, era mucho mejor que volver a encararse con la poderosa vampiresa.

Bathory condujo a los curiosos a un palco con cómodos bancos de mármol con cojines de terciopelo situado en un extremo del recinto. Desde allí se contemplaba el laberinto en toda su extensión, iluminado por focos y farolas. Era un amplio recinto de forma octogonal, del tamaño de la mitad de un campo de fútbol. Sólo tenía dos entradas, la que había entrado Valeria y otra situada en el otro extremo. Muros de tapia y setos tupidos dibujaban una cenefa de pasillos y ramificaciones. Repartidos a lo largo del laberinto, había pequeños espacios decorados con fuentes, estanques, bancos y estatuas de piedra. En el centro había un espacio circular con una jaula. Sólo había un camino que conducía a la salida. En cada asiento, los espectadores encontraron unos prismáticos de latón, como los que se usaban antaño en las óperas.

  • Bien pequeña, yo de ti empezaría a correr ya.- Dijo una sonriente Ersbeth para si misma mientras apretaba un botón que abría la jaula.- La presa sólo tiene dos minutos de ventaja.

En el interior del laberinto, Valeria, confusa, miró por unos instantes a su alrededor sin saber muy bien que hacer. Ante suyo había una bifurcación, ¿izquierda o derecha? Su cabeza aún le daba vueltas y se sentía mareada por la hipnotizante mirada de Ersebeth instantes antes. Un rugido bestial y un sonido de pasos la hicieron espabilar. ¿Izquierda o derecha? Rauda, tomó el camino de la izquierda.

Desde el palco, Lope suspiró aliviado. La decisión de Valeria la alejaba del brutal ser que, guiado por el olfato y el oído recorría el laberinto en busca de su presa.

  • Yo de ti no estaría tan tranquilo.- Le dijo Ersebeth con indiferencia mientras un sirviente le traía una copa de cristal y una botella con un oscuro líquido.- Tu también tienes tu diversión.

Un murmullo entre los espectadores distrajo a la princesa. Valeria, en un golpe de suerte, había logrado dar esquinazo de nuevo a la bestia. Aunque cada vez la distancia entre la presa y el cazador era menor.

  • Mis perros guardianes no han comido en todo el día.- Prosiguió Ersebeth dando un sorbo a la copa.- Les hemos dado tu ropa y los hemos soltado. Yo de ti echaría a correr, pero no seré yo quien te impida quedarte aquí como un pasmarote. Será divertido ver como te devoran ante mi.

Lope con la mirada desencajada miró a la pelirroja, que soltó la correa que el chico tenía sujeta a su cuello. Unos ladridos cercanos, subiendo las escaleras del palco, lo hicieron reaccionar. Con una sonrisita Ersebeth contempló al desnudo chico saltar por el otro extremo. Pronto sus gritos de dolor serían música para sus oídos. Cuando sus mascotas hubieran terminado con él, arrojaría los restos de Lope ante Valeria, luego arrancaría los colmillos a esa insolente vampiresa y la arrojaría al pozo del Strigoi. La visión de Valeria convertida en el eterno juguete de su creación la divirtió. Se preguntó cuánto tiempo resistiría el cuerpo de la vampiresa las embestidas de su creación, ¿cuánto tiempo tardaría la bestia en destrozarla, en vencer su capacidad de regeneración? ¿Días, semanas… años? Nunca había tenido la oportunidad de comprobarlo. Claro que para ello, primero habría que ver si Valeria lograba sobrevivir al laberinto.

“Maldita sea” masculló Valeria mientras corría apresuradamente y sin rumbo, intentando dejar atrás aquellas pisadas que sentía cada vez más cerca. No sabía qué tipo de ser la estaba persiguiendo, pero tampoco quería comprobarlo. Ahora la vampiresa se encontraba en un rincón sin salida, el pasillo de piedra terminaba repentinamente en otra pared. Aquello sería un obstáculo insalvable para cualquier persona, pero no para ella, que aún conservaba sus habilidades físicas. Con un ágil salto, se plantó encima del muro y oteó a su alrededor.

  • Eso se podría considerar trampa.- Murmuró Ersebeth desde el placo mientras sorbía su copa.- Veremos si es suficiente para ponerte a salvo.

Valeria en seguida trazó un esquema del laberinto en su cabeza, localizó la puerta de salida y se dirigió hacia allí. Sí, podía hacerlo, tan solo tenía que saltar de muro en muro.

Los espectadores contemplaron decepcionados como la presa, con ágiles saltos iba sorteando los obstáculos del laberinto. El anhelado encuentro entre presa y cazador parecía cada vez más lejos.

  • Tranquilos chicos, forma parte de la diversión.- Dijo Bathory completamente relajada.- Cuanto más difícil es la presa, mayor es el deleite del cazador.

Valeria había llegado casi al centro del laberinto, estaba en una pequeña plaza redonda, con cuatro bifurcaciones y una fuente en medio con una bonita estatua de Tritón. Justo cuando se disponía a saltar, algo grande, oscuro y sobretodo fuerte, muy fuerte se abalanzó sobre ella.

Los gritos de júbilo del palco llegaron hasta la sorprendida vampiresa. ¿Cómo había podido sorprenderla de esa forma? La criatura que instantes antes se movía con rápidos y ruidosos pasos, se había vuelto cauta y sigilosa, saltando sobre su presa dónde menos se lo esperaba.

La chica se vio de bruces contra la tierra mullida, cubierta por una fina capa de césped. El peso de la criatura encima suyo, le impedía incorporarse, pese a la fuerza que hacía la chica, no podía quitárselo de encima. Intentó girar la cabeza, contemplar al menos aquello contra lo que estaba luchando, pero una enorme mano agarró su cabeza, hundiéndola en la blanda y húmeda tierra.

Valeria, desesperada, pataleó con todas sus fuerzas el enorme bulto que aprisionaba su cuerpo. Con sus manos agarró el fuerte brazo que hundía su cabeza pero pese a su fuerza sobrehumana, no logró ningún resultado. Los esfuerzos de la chica no parecían inmutar a la criatura.

El dolor recorrió su cuerpo al notar como algo fuerte sujetaba su brazo y lo retorcía contra su espalda. Chilló de impotencia, su boca se llenó de tierra, instintivamente, intentó toser pero aquello sólo sirvió para llenar también sus fosas nasales. No poder ver a su agresor, no conocer sus intenciones, la llenaba de angustia y desesperación.

En el palco, Ersebeth sonreía por lo bajo mientras apuraba su copa. Francamente se sentía decepcionada, creía que Valeria sería una presa más difícil para el Strigoi, su criatura le había dado alcance justo a la mitad del laberinto. “Patético” pensó para sus adentros, algunas presas humanas habían logrado llegar más lejos. Tal vez había sido un error privarla de sus habilidades psíquicas. Pero qué importaba ya, lo mejor del espectáculo empezaba ahora.

Los otros espectadores, ignorantes absolutos acerca de la verdadera naturaleza de la criatura, contemplaban extasiados como la bestia, con sus piernas traseras, separaba los muslos de la pálida y atractiva chica que tenía aprisionada contra el suelo. Al parecer, esta “Bestia” no esperaría a que su “Bella” le confesara amor eterno para llevarla a la cama. A los ojos de aquellos hombres, lo que sujetaba a Valeria no era sino un gorila con poco pelo. Un animal adiestrado para cazar humanos y dar un buen espectáculo.

Bathory estaba satisfecha con su creación. No es que fuera aficionada a crear ese tipo de criaturas híbridas, pero siglos atrás descubrió que era posible hacerlo, y desde entonces tenía que reconocer que en tres o cuatro ocasiones le habían sido de utilidad. Aunque dejó de hacerlo cuando una de sus criaturas se escapó por la región de Gévaudan hacía casi 260 años, causando estragos por la zona y llamando demasiado la atención. Esas bestias son difíciles de controlar. Aunque su perspectiva cambió cuando decidió abrir ese negocio. El súbito éxito, y la demanda de los consumidores de nuevas y excitantes “atracciones” la llevaron a intentarlo de nuevo. El laberinto era un espectáculo que no dejaba a nadie indiferente. La poderosa vampiresa ordenó que volvieran a llenar su copa. Sus agudos ojos no perdían detalle de nada.

Valeria, desesperada, retorció su cuerpo, haciendo fuerza a la vez con sus piernas y sus brazos, logró levantarse unos centímetros. Su cabeza por fin salía del sucio agujero de tierra en que estaba metida, arqueó su espalda, levantando a la bestia que tenía encima. Incluso logró liberar el brazo que tenía sujeto a su espalda, permitiéndose un suspiro de alivio, craso error.

El Strigoi estaba algo confuso. Aquella presa era distinta a cuantas había cazado. No había en ella esa calidez corporal que tanto despertaba su instinto, no sentía su corazón latir a toda velocidad, incrementando su libido. Casi estuvo a punto de perder el interés en ella, de enterrar su cabeza en la tierra y dejarla allí. Pero cuando la vampiresa puso todas sus fuerzas en liberarse, al levantar su poderoso cuerpo, la bestia notó como aquel frío trasero rozaba su miembro viril, estimulándolo. Sus instintos primarios volvieron a apoderarse de él.

Valeria comprendió demasiado tarde las intenciones de la bestia. Creyendo quitárselo de encima no había hecho sino ponerse ella misma en una postura mucho más apetecible para su asaltante. La posición de la chica, a cuatro patas, y con su culo frente a él, era la misma que hacen las hembras cuando quieren aparearse. El deseo se apoderó Strigoi, que procedió como hacía antaño ante cualquier hembra en celo.

Ersebeth, desde el palco soltó una carcajada al escuchar el grito de sorpresa de Valeria. Esa risa burlona llegó hasta oídos de la indefensa chica, para mayor vergüenza suya.

Valeria se sentía indefensa e impotente. Desde que conoció a Lope, su vida era patética, ella, un ser de la noche, inmortal y poderosa, viéndose reducida a una mera mascota. Y ahora iba a ser violada por una criatura a la que ni tan siquiera había llegado a ver. Su fuerza era insuficiente para liberarse de esa bestia que ahora había inmovilizado sus manos contra el suelo, ejerciendo una fuerza como nunca antes nadie había ejercido sobre ella. Cerró los ojos cuando notó algo grueso y duro penetrando en su interior. Algo excesivamente grueso y duro, como nunca antes había notado algo así. Parecía como si volvieran a introducir esa maldita pera en su interior, pero esta vez en su vagina.

El Strigoi aulló de satisfacción al notar su miembro entrando en el interior de la indefensa chica. La flexibilidad y resistencia del cuerpo de Valeria permitía que aquel duro miembro se adentrara sin problema.

Valeria enterró la cara contra el suelo, mordiendo la hierba. No era dolor lo que sentía, sino pura humillación. Verse reducida a ser el objeto sexual de un animal, para deleite no sólo de Ersebeth sino también de otros humanos, meros mortales, que se divertían viéndola en ese estado, era lo peor que había sufrido la chica en toda su existencia. Sus risitas y comentarios penetraban en su oído de forma mucho más dolorosa que una estaca de plata. A medida que las embestidas de la bestia se incrementaban, la chica asimiló que toda su resistencia era inútil. Decidió relajar su cuerpo, y simplemente dejar pasar ese momento, como una tormenta. Tarde o temprano la bestia se cansaría de ella y la dejaría. Luego ya vería. Aunque sus esperanzas no eran demasiado prometedoras.

Al cabo de unos minutos, de forma totalmente involuntaria, el cuerpo de Valeria empezó a reaccionar a los estímulos que recibía. Aquel duro miembro presionaba y dilataba su vagina hasta el extremo, pero ello no causaba dolor al resistente y cuerpo de la vampiresa. Por lo que le había dicho Ersebeth, ella esperaba a una criatura de sangre fría, otro no-muerto, pero el miembro que la penetraba era cálido y lleno de vitalidad. Su vagina no tardó en humedecerse, su clítoris se endureció, y todo su cuerpo empezó a reaccionar al estímulo que recibía. Era la primera vez que la chica tenía algo tan grueso dentro, algo que presionaba y estimulaba cada rincón de su vagina. No todos los días se tenía un miembro tan descomunal dentro. La chica se permitió una sonrisa, ya le gustaría a Lope tener un miembro la mitad de viril, aunque en seguida se reprochó por pensar en aquel chico por cuya culpa ella se encontraba en esa situación. Volvió a morder la tierra, enterrando su cara en ella. No iba a dar la satisfacción a Ersebeth y el resto de espectadores de que la escucharan gemir o vieran sus ojos dilatados de placer.

Al Strigoi aquella chica le gustaba, no estaba acostumbrado a notar la humedad en sus presas, tampoco a que se relajaran de esa forma. Y aquello le estimulaba aún más. Su miembro, pese a su tamaño, se movía sin problemas dentro de la lubricada vagina de la chica, su enorme glande palpitaba de placer. Desde su “cambio”, el Strigoi nunca se había sentido tan “vivo”. Se dejó llevar por el éxtasis e incrementó el ritmo de su penetración.

Ese nuevo ímpetu, cogió a Valeria totalmente por sorpresa, que no pudo evitar un gemido de placer. Gemido que en seguida intentó disimular cubriendo su boca con la mano. Pero ya era demasiado tarde. No había pasado desapercibido a Ersebeth.

  • Vaya vaya, así que te gusta jugar con mi mascota.- Dijo en tono suficientemente alto para que lo escucharan el resto de personas que contemplaban la escena con deleite.- Si tanto te gusta, puedo encerrarte en su jaula con él, creo que a ambos os encantaría.

En ese momento, justo cuando las palabras de Ersebeth llegaron a oídos de Valeria, haciéndola arder de vergüenza, la chica notó como una potente eyaculación la llenaba. El Strigoi aulló sonoramente mientras eyaculaba abundantemente en la vagina de la chica, llenándola de un espeso y cálido fluido.

Valeria aún no había alcanzado el clímax, su cuerpo se estremeció ante el éxtasis interrumpido. Su cuerpo le pedía más, pero escuchar las burlas de Ersebeth y el resto de espectadores, que la miraran como si fuera un animal en un zoo, era demasiado.

En un arrebato de furia, Valeria se incorporó, con una fuerte patada dirigida a las piernas del Strigoi, logró desequilibrarlo. Una nueva patada en sus genitales lo hizo aullar de dolor. “Jódete” pensó la chica. Ese ataque había cogido a la bestia completamente desprevenida.

Por unos instantes, Valeria se vio libre de su presa. Instante que no desaprovechó, como impulsada por un resorte, saltó hacia adelante, pero el Strigoi también era rápido de reflejos. Una mano de hierro la agarró por el tobillo en el último instante, frustrando su intento de escape. Valeria se dio la vuelta, contemplando, con la mirada desencajada, por primera vez, al ser que había gozado de su cuerpo.

A primera vista, parecía un primate, un gorila. Complexión enorme, pelo negro y corto, brazos y torso musculados y definidos, pero un vistazo más detallado revelaba algo más. Sus rostro pese a ser enorme en comparación con el de Valeria, era mucho más redondeado que el de un simio, casi humano. Su nariz por otro lado, era triangular y respingona, como de un murciélago, igual que sus enormes orejas picudas. Y sus dientes, los colmillos de aquella bestia tenían el tamaño de los de un tigre de dientes de sable. Era obvio que el fluido de Ersebeth, lo que fuera que la poderosa vampiresa hubiera compartido con aquel ser, lo había cambiado, aunque no de la misma forma en que cambiaba a un humano. No había palidez en la piel del Strigoi, sino un tono oscuro, marrón casi negro, pese a que su corazón no latía, su temperatura corporal era elevada, como la de una persona con fiebre.

La bestia iba totalmente desnuda, salvo por un casco al que, como si de una burla se tratara, había sujetos dos cuernos de toro. “Claro, un minotauro sin cuernos, no es un minotauro.” Pensó Valeria.

Aunque no eran todos esos detalles los que ahora mismo copaban la atención de la chica.

La mirada de la vampiresa estaba fija, como hipnotizada, en el oscuro, enorme, y palpitante miembro de aquella criatura. Un falo con una potente erección.

Con su pierna libre, Valeria intentó patear el fuerte brazo que la sujetaba por el tobillo. Pero el Strigoi fue demasiado rápido. Sorprendentemente rápido para la enorme complexión del ser. Con un manotazo, apartó la pálida pierna, como quién espanta a una mosca. Con el fuerte brazo que la agarraba por el tobillo la atrajo hacia él. Y con un movimiento ágil, la criatura se puso encima del cuerpo de Valeria. Sus fuertes brazos sujetaban los de la vampiresa por encima de su cabeza. Las fuertes piernas del Strigoi separaron las suyas sin apenas esfuerzo.

Los ojos de Valeria brillaron como ascuas, incapaz de salir del agarre, la chica sacó sus colmillos y lanzó un bufido amenazador, como el de una gata furiosa.

La bestia, ante el bufido de la chica, abrió su boca, mostrando sus colmillos en todo su esplendor. Acercó su rostro al de Valeria y soltó un poderoso rugido que se escuchó a kilómetros de distancia ensordeciendo a la chica.

Aquel rugido silenció la furia de Valeria, como sucede con muchos depredadores, la fuerza del rugido marcó quién manda. La parte salvaje de Valeria se apagó y la chica se sometió de nuevo a la voluntad del más fuerte.

Otro rugido, esta vez de triunfo, salió del Strigoi al ver como su presa escondía sus colmillos y sus ojos pasaban del rojo fuego al azul marino. Los brazos y piernas de Valeria dejaron de hacer fuerza, pero esta vez la bestia no aflojó su presa, ella lo había cogido por sorpresa una vez, no volvería a suceder.

En el palco todo eran risitas y júbilo. Aquel intento de escapatoria los había sorprendido a todos, por un momento temieron que la bonita presa fuera a escaparse. Pero el momento de tensión había pasado, ahora tocaba relajarse y disfrutar de nuevo del espectáculo. Un sirviente repartió entre los asistentes raciones de palomitas y pañuelos de papel. Incluso Bathory se acomodó en su asiento. “Ahora viene lo mejor chicos” dijo contemplando de reojo la mirada pervertida de los espectadores.

El Strigoi acercó su boca al cuerpo de la chica. Hilillos de cálida saliva cayeron hacia el rostro de Valeria que pese a que giró la cara, no pudo evitar que fluyeran sobre ella. El fétido aliento de la criatura llenó las fosas nasales de la chica. Ahora que había satisfecho su libido, el hambre dominaba al ser, y quería comer.

Valeria contempló con impotencia como aquellos afilados colmillos se dirigían a sus pechos. Su cuerpo seguramente podría regenerar un mordisco de esas dimensiones, pero el dolor sería inaguantable. ¿Y luego qué? ¿Esa criatura desgarraría su carne hasta sobrepasar su capacidad de regeneración? ¿Iba a morir así? ¿Devorada por un ser de pesadilla ante las risas y comentarios de aquellos individuos? Aquella idea la aterró, haciendo temblar todo su cuerpo con un escalofrío de pavor.

Entonces recordó lo que le había dicho Bathory, sus posibilidades de supervivencia pasaban por estimular el deseo sexual de aquel ser por encima de su hambre. Valeria tragó saliva y cerró los ojos. Iba a necesitar todo su coraje para hacer lo que iba a hacer.

Un silbido de exclamación recorrió el palco. Aquello sorprendió hasta a Ersebeth, que nunca había visto algo así. Tragándose todo su orgullo, Valeria había levantado su cabeza hasta dónde el agarre de la bestia le permitía.

Antes que el rostro del Strigoi descendiera hasta sus pechos, la atractiva vampiresa abrió sus labios, sacando su larga lengua en lugar de sus colmillos, y dio un apasionado beso a aquella enorme boca voraz.

“Venga chico, estimúlate” pensó la chica mientras recorría con su hábil lengua aquellos enormes y gruesos labios, succionándolos, metiendo su lengua hasta el fondo de aquella enorme boca. Ahora mismo el Strigoi podría simplemente cerrar sus mandíbulas y la mitad del rostro de Valeria desaparecería. Pero la chica tenía suficiente experiencia con los hombres como para saber como estimular su deseo. No pensaba en el ser como una criatura sino como un hombre corpulento, un macho al que poner cachondo. Y en eso ella era una experta.

La cálida saliva del Strigoi penetrando en su boca indicó a Valeria que iba por buen camino. La respiración de la bestia se había vuelto pesada, más calmada. Incluso podría afirmar que su temperatura corporal había incrementado.

La bestia soltó sus brazos y Valeria se abrazó como pudo a su espalda, sin interrumpir el apasionado beso. Sus lenguas se entrelazaban como serpientes. El cuerpo de la chica, ya estimulado por el anterior asalto, actuaba casi por instinto.

Sus labios vaginales empezaron a frotar el miembro endurecido de la criatura, suavemente, ofreciéndole algo mucho mejor que su carne. Guiando su instinto, indicándole que había algo que le daría mucho más gozo que hundir sus colmillos en su cuerpo.

Esta vez su vagina aceptó mucho mejor el miembro de la bestia. Aunque era humillante ser un mero espectáculo para quienes la observaban con deleite, no podía negar que el Strigoi la estimulaba como nunca nada lo había hecho. Los guturales jadeos de la bestia ahogaban los gemidos de la chica. La calidez de aquel enorme cuerpo la hacía estremecer. Sujeta como una lapa a aquel ser, sus caderas se movían al ritmo de la penetración, esta vez mucho más pausada que la primera. Disfrutando el momento, en lugar de dejarse llevar por el instinto animal. Por un instante, Valeria pensó que el Strigoi, tal vez, estuviera diseñado expresamente para excitar a un vampiro.

Levantó su vista, veía los altos setos del laberinto recortar el cielo estrellado. La gruesa y rugosa lengua del ser recorría su frío cuello. El lugar, incluso el momento, era bonito. Pero que su fino oído captara con todo detalle los comentarios burlones de Ersebeth y el resto de mirones, le recordaba que ella no era más que un objeto sexual, un juguete para divertirlos. Una versión pornográfica de la Bella y la Bestia o de Ariadna y el Minotauro. Aquello la avergonzaba por dentro, pero su cuerpo no podía pensar en otra cosa que el poderoso miembro de la bestia estimulándola por dentro, dilatando sus músculos vaginales. Ese escalofrío que la hacía estremecer cada vez que el miembro se retiraba y de nuevo el éxtasis que la llenaba con el nuevo envite la estaban llevando al clímax.

Sin tan siquiera ser consciente de ello, su vagina empezó a segregar mucho más fluido del habitual, una extraña sensación se adueñó de ella, subiendo por su espalda y recorriendo cada rincón de su cuerpo, la chica contrajo con fuerza los dedos de sus manos y sus pies mientras se fundía en un intenso clímax. Era tal el éxtasis que no llegó a escuchar las burlas de los ocupantes del palco al escuchar el agudo y sonoro gemido que emitió la vampiresa a medida que se fundía de placer.

Instantes después, un sonoro rugido por parte del Strigoi acalló los jadeos y gemidos de la chica. Valeria notó nuevamente como toda su vagina se llenaba abundantemente de un cálido y espeso fluido a medida que el enorme miembro de la criatura se retiraba. Por una vez, ella agradeció ser totalmente estéril.

Valeria soltó su abrazo y se incorporó al notar como el cuerpo de la bestia también se apartaba de ella. Su cabeza le daba vueltas, su mente estaba espesa por los efectos del intenso orgasmo que aún recorría su cuerpo. “¿pero… qué…?” murmuró para si mientras acercaba su mano para retirar el denso y oscuro fluido que la llenaba. Aunque algo la sobresaltó.

El enorme miembro de la bestia no se había vaciado del todo, y la criatura volvió a eyacular nuevamente, esta vez pringando todo el cuerpo de Valeria, desde su barriga hasta su cara.

La vampiresa lamentó el involuntario grito de sorpresa que soltó. Ya que inmediatamente notó como su boca se llenaba de aquel espeso fluido.

  • Puaj...- Murmuró mientras intentaba escupir, a la vez que sus manos intentaban quitarse el pringue de sus pechos.

Las sonoras carcajadas que llegaban a sus oídos le recordaron lo patética y lamentable que era su situación.

El Strigoi golpeó fuertemente sus pechos en señal de triunfo, resonando por todo el laberinto, y llegando a oídos de todos los que contemplaban a la derrotada vampiresa.

  • Tranquilos chicos, ahora viene lo mejor.- Dijo Ersebeth al ver que algunos empezaban a levantarse.- Pocos han logrado eso, pero ahora que mi mascota ha descargado completamente sus órganos sexuales, le va a ser mucho más difícil para nuestra Ariadna despertar de nuevo la libido del Minotauro.

“Será divertido ver con que nuevo truco logras volver a excitarlo” musitó para sus adentros la poderosa aristócrata. Tan entretenida estaba con Valeria que se había olvidado por completo de Lope.

Indeterminados minutos antes.

Lope corría desesperado entre los coches, intentando dar esquinazo a los perros que lo perseguían. Había ido de poco que no lo agarraran, pero en el último momento logró refugiarse bajo un enorme todoterreno. Gateando, logró salir y dar esquinazo a los cánidos por unos instantes. El tiempo justo para poder subirse al techo del vehículo y esquivar de nuevo un mordisco en último extremo. El chico no era un atleta, casi no había hecho deporte en su vida y sus piernas temblaban tras la corta pero intensa carrera. Asustado y agotado, hiperventilaba. Había perdido sus gafas, y había llegado de milagro al aparcamiento.

Los perros intentaban alcanzar el techo en el que se había refugiado. Afortunadamente el vehículo era alto y parecían no alcanzarlo. Aunque uno de ellos no tardó en adivinar que podía alcanzarlo si se subía primero al capó. “Mierda”. De un salto, pasó al coche de al lado, haciendo saltar su alarma.

La estridente alarma detuvo a los perros, para su agudo oído, el ruido era una tortura. Ello le dio la oportunidad al chico para poder escapar.

Agotado y jadeando, logró entrar de nuevo en la mansión rompiendo un ventanal. Junto con su ropa, había perdido la llave de su habitación, pero afortunadamente, recordaba el número. Raudo, intentando no cruzarse con ningún consumidor, subió las escaleras hasta la tercera planta. Con la ayuda de un banco de madera del pasillo, derribó la puerta y entró en el cuarto. Cerró la puerta, la bloqueó con un escritorio y se sentó en el suelo, recuperando aire. A salvo, de momento.

Se vistió rápidamente, agarró su bandolera y sacó las llaves del coche de Valeria. Había tenido suerte y ahora la fortuna le brindaba una oportunidad de poder escapar de ese lugar de pesadilla. El motor del Pegaso tenía suficiente potencia como para dejar atrás a casi cualquiera de los vehículos estacionados. Tan solo tenía que conducir unas pocas horas, hasta que la luz del amanecer lo pusiera a salvo. Luego regresaría a casa, con su madre, le diría que su novia lo había dejado tirado, llorarían juntos y volvería a su monótona vida.

Justo cuando se levantó, otro pensamiento cruzó su mente, como un destello. Había logrado su sueño, no sólo había confirmado que los vampiros existen sino que había conseguido someter a una atractiva señora de la noche. Su mayor fantasía, sus mejores sueños se habían hecho realidad. ¿Iba a dejar a Valeria tirada, no lucharía por su sueño? Lope no se hacía ilusiones, sabía que Valeria lo odiaba, de tener la oportunidad ella no dudaría ni un instante en matarlo sin miramiento alguno. Pero aún así, esos meses transcurridos con ella habían sido los mejores de su vida. ¿Iba a dejar que se escurriera en sus manos como arena de playa? ¿Iba a dejar que esos momentos quedaran en su memoria como un bonito recuerdo, sin tan siquiera luchar por ello?

Todo su cuerpo tembló al pensar en lo que haría a continuación. Un miedo intenso se adueñó de él. Sujetó con fuerza la bandolera entre sus brazos, buscando un coraje que no llegaba. Se acurrucó en el suelo, llorando de puro terror. Había visto las fauces del infierno y no quería volver a acercarse a esa oscuridad.

Mientras tanto en el laberinto

Valeria había logrado derrotar a la bestia. Aún no sabía como, pero lo había conseguido. La velocidad del Strigoi la había cogido desprevenida dos veces, pero no hubo una tercera. Cuando la criatura se abalanzó de nuevo sobre ella, con sus fauces abiertas, la chica aprovechando la propia fuerza de la embestida, logró quitárselo de encima y tumbarlo contra el suelo.

A partir de allí se desató una fuerte pelea a mordiscos, dentelladas y zarpazos. Se podría decir que Valeria había tenido suerte, o tal vez había jugado mejor sus cartas. Su cuerpo había regenerado heridas que habrían causado la muerte a cualquier persona. Usando toda su astucia, había fingido quedar acorralada en un rincón del laberinto, con una enorme estatua de mármol detrás. Cuando el Strigoi se abalanzó sobre ella, la chica dirigió todas sus fuerzas no contra la bestia sino contra la escultura. La estatua se desplomó encima de la criatura, aplastando su cabeza junto al grotesco casco. Para mayor seguridad, usó uno de los cuernos del casco para atravesar su corazón, como si de una estaca se tratara.

Ahora, agotada y magullada, con su pálido cuerpo sucio de tierra y surcado por los chorretones de la oscura y espesa eyaculación del ser, pero con una sonrisa de alivio en el rostro, salía del maldito laberinto. La pelea había puesto al límite su capacidad de regeneración. Se sentía débil y cansada, llevaba toda la noche sin alimentarse, y su cuerpo sentía la falta de alimento. Por un instante, se olvidó de su anfitriona.

Evidentemente, Ersebeth no se había tomado nada bien que Valeria hubiera acabado con su criatura. Tan pronto como la vio salir del laberinto, la agarró con fuerza y la tumbó contra el suelo.

  • Te crees muy lista ¿verdad?- Dijo con los ojos hinchados de sangre.

Valeria no tuvo ninguna oportunidad, aquella mirada penetrante la dejaba sin fuerzas, sin voluntad de lucha. Su euforia se desvaneció en un instante, volvió a sentirse asustada e impotente.

  • ¡Cogedla!- Ordenó a los espectadores.

Valeria vio como cuatro hombres la sujetaban con fuerza. Librarse de ese agarre no hubiera entrañado ninguna dificultad para ella si no fuera porque Bathory anulaba toda voluntad de lucha. Aquellos tipos habían disfrutado de un buen espectáculo, y ahora estarían encantados de poder disfrutar de la atractiva chica que tenían entre manos.

La pelirroja sacó de nuevo las alicates, haciéndolas chasquear se acercó lentamente a Valeria.

  • No… por favor.- Imploró Valeria.- Ya te has divertido suficiente conmigo, os he dado el espectáculo que queríais. He sido forzada por ese animal… Mira mi cuerpo, sucio, manchado por sus fluidos… Por favor… basta… Eso no… todo menos eso…

Bathory sujetó firmemente el mentón de Valeria, con un movimiento rápido, hizo un pequeño corte en uno de los hombres. El olor a sangre hizo crecer los colmillos a la indefensa chica. Sujetó uno de los colmillos con las tenazas y empezó a hacer fuerza.

  • Ese “animal” como tu dices, era mi creación, tenía mi esencia. ¡Mírame! Y dime si yo también soy un animal para ti.

Valeria no podía articular palabra, su mandíbula le dolía, tan solo emitía gemidos lastimeros, con sus ojos suplicaba una clemencia que no llegaba.

En un rápido gesto, Bathory soltó las alicates y levantó la mano. Agarrando al aire un frasco de cristal, lanzado contra su cabeza. La pelirroja soltó a Valeria y presa de la furia lanzó el frasco contra el suelo, vertiendo el líquido transparente de su interior.

  • ¿Realmente creías que podrías sorprenderme?- Dijo furiosa la princesa.- Cazadores mucho mejores que tu han intentado lo mismo, y todos, sin excepción terminaron siendo comida.

Valeria giró la cabeza y vio a Lope. El chico, asustado, rebuscaba en su bandolera algo con que hacer frente a la poderosa vampiresa que con pasos pausados se acercaba a él. Valeria tuvo que reconocer que Lope los tenía bien puestos. Ningún mortal, ni ningún vampiro, se habría atrevido en su sano juicio a plantar cara a Ersebeth Bathory, señora absoluta de la noche. Y allí estaba él, como un héroe de película. Una lástima que tan solo le quedaran unos instantes de vida.

Lope captó toda la atención de Ersebeth y el influjo que mantenía sobre Valeria disminuyó levemente. El olor a sangre copó por unos instantes todos los sentidos de la morena, que se lanzó contra el hombre de cuyo brazo manaba el fluido vital. Los otros al ver la furia de la chica, la soltaron y se largaron de allí apresuradamente. Tal vez el fútil intento de Lope le brindaría la posibilidad de escapar.

Lope estaba en un buen aprieto y lo sabía. En su bandolera tenía varios artefactos que, creía, podían serle de utilidad si en algún momento perdía el control sobre Valeria. Sacó una pequeña pistola de balines, cargada con un perdigón de plata. Apuntó y disparó. El proyectil no causó más molestia en la pelirroja de la que causaría la picadura de un mosquito. El cuerpo de la vampiresa inmediatamente expulsó el fragmento de plata. Él siguió rebuscando, un manojo de ajos, un pequeño cuchillo de plata, una biblia… Cuando la tuvo enfrente a él, sacó un crucifijo de madera y lo plantó ante si.

La carcajada de Ersebeth lo dejó helado.

  • ¿Qué haces con eso? ¿Crees que me da miedo tu dios? Cuando mis pecados superan los del mismísimo diablo ya no hay dios al que temer.

Ersebeth agarró el crucifijo y lo hizo astillas ante el asustado chico. Sus piernas temblaban y no lo sostenían, seguía buscando algo en su bolsa que lo salvara. El olor a carne quemada, llenó sus fosas nasales. El crucifijo no había detenido a la poderosa vampiresa, pero le causó una quemadura en su mano, como si la hubiera puesto encina de una plancha al rojo vivo. Soltó la astillada madera y sujetó al chico por el cuello. Retorciendo su mano hasta casi quebrarla, le hizo soltar la ristra de ajos que en un último intento había agarrado, cayendo inofensivos al suelo sin rozar siquiera la piel de la vampiresa.

Ahora que se había alimentado, Valeria se sentía con fuerzas renovadas. Mientras Bathory se ocupaba del chico, intentó concentrarse en algo que tan sólo había hecho una vez. Se concentró en hacer desvanecer su cuerpo, fundirse con la brisa nocturna, convertirse en un torbellino de niebla. Sería doloroso, muy doloroso, pero gracias a la sangre absorbida, tenía la energía necesaria. Se desvanecería en el aire y se materializaría a kilómetros de distancia, lejos de ese maldito lugar, probablemente a salvo.

El rostro de Lope estaba desencajado de terror, las lágrimas surcaban sus mejillas. A sus veinte años nunca llegó a pensar en la posibilidad de morir joven, y ahora, la certeza de la muerte lo aterraba. Maldecía el momento en que pensó que aquello podía salir bien, debería haber cogido el coche y largarse pitando sin mirar atrás cuando tuvo la oportunidad. De puro milagro no se estaba orinado encima.

  • Va… Valeria.- Balbuceó desesperado viendo de reojo como el cuerpo de su compañera empezaba a desvanecerse.- ¡No dejes que me mate!… ¡lucha contra ella, usa toda tu fuerza!… pero no…

La sonrisa ante la inútil súplica del chico tan sólo duró un instante en el rostro de Bathory. Por primera vez en muchos siglos, la poderosa vampiresa se vio de bruces al suelo. Como un gato, se puso a cuatro patas, mirando a su asaltante con furia. Entre ella y Lope, se interponía Valeria, con ojos de fuego, mostrando sus colmillos amenazante y con hilillos de sangre corriendo por la comisura de sus labios.

Ambas chicas se contemplaron por unos instantes sin comprender nada. Era imposible que Valeria se atreviera a plantar cara a Ersebeth, la anciana vampiresa era demasiado poderosa como para alguien a quién aventajaba por más de cinco siglos tuviera ninguna oportunidad. Y seguía sin comprender porque la chica de pelo azabache no volvía a su control, ¿por qué no se sometía a ella? ¿La fuerza del amor? Ersebeth desechó inmediatamente ese absurdo pensamiento.

Valeria en cambio, comprendió en seguida lo que sucedía. De alguna forma, el hechizo que la mantenía sometido a Lope era más poderoso que el dominio que la anciana vampiresa ejercía sobre su mente. La orden dada por Lope se imponía al influjo de Ersebeth. ¿De dónde procedería el pergamino que había usado el chico?

La furiosa embestida de Bahtory interrumpió los pensamientos de Valeria, ambas chicas se revolvieron en el suelo, enzarzándose en una furiosa pelea entre chillidos, mordiscos y zarpazos. Como si de dos gatos callejeros se tratara. O como si dos furias hubieran escapado del inframundo.

Pese a todo, Valeria estaba en clara inferioridad. Bathory era más fuerte, más ágil, superaba en todo a su rival. Los largos y afilados colmillos de la pelirroja cortaban la piel de la morena como cuchillos. Afortunadamente, la previa ingestión de sangre, mantenía alta su capacidad de regeneración. Aún así, o ella encontraba algún modo de equilibrar la pelea o pronto estaría sentenciada.

  • ¡Idiota! No te quedes ahí pasmado.- Gritó Valeria a Lope en medio del fragor de la lucha.- ¡Ve al coche!… detrás del asiento del conductor...hay un compartimiento… lo verás enseguida...ábrelo y verás una funda de terciopelo… trae lo que hay dentro… ¡Deprisa!

El chico, aún aturdido por el miedo y sin terminar de comprender lo que le decía Valeria, con las piernas temblando empezó a correr hacia el coche. Tan sólo había dado unos pocos pasos, que la chica volvió a gritarle.

  • ¿Sabes usar una espada, verdad?

Ver como la chica volvía a tumbar a Ersebeth, infundió algo de coraje en el chico, que buscó impresionar a su compañera.

  • ¡Por supuesto!- Dijo levantando los brazos, intentando parecer fuerte.- Tengo en mi habitación una espada de Conan y…

Valeria resopló ladeando la cabeza.

  • ¡Déjate de tonterías! Trae también unos guantes de piel que hay en la guantera. ¡No lo olvides!- Dijo justo cuando Bathory volvía a abalanzarse sobre ella.- ¡Lo que hay en la funda y los guantes!

  • ¡Tu aguanta, dale duro, no dejes que te mate!- Le gritó él antes de encaminarse hasta el coche.

Lope corrió como nunca lo había hecho. Al llegar al aparcamiento, otro pensamiento asaltó su mente. “¡Los perros!”. Afortunadamente no se los veía por allí cerca. Alcanzó el vehículo, abrió la puerta, plegó el asiento y enseguida localizó el compartimiento que le había dicho la chica. Presa de los nervios, casi se olvidó de los guantes. Con ambas cosas, acudió a toda prisa hacia su compañera.

Cuando llegó vio como Bathory levantaba a Valeria por encima de su cabeza y la arrojaba con fuerza contra un enorme roble centenerio. Al escuchar un fuerte crujido en la espalda de la chica, se temió lo peor. Pero afortunadamente, su capacidad de regeneración reparó su columna vertebral. Aunque no tardaría en verse apurada. Con un grito, el chico le lanzó ambos objetos.

Ersebeth se lanzó contra la espada. Valeria en un rápido gesto, rodó por el suelo a la vez que se ponía los guantes, la pelirroja alcanzó el arma instantes antes que ella.

Bahtory agarró la espada pero con un grito de dolor la soltó en seguida, su mano humeaba, como si la hubiera metido en ácido. Valeria, con los guantes la recogió del suelo y la apuntó contra su enemiga.

Bathory se detuvo, su rostro estaba hinchado de furia, su rico vestido roto y desgarrado por varios puntos, revelando sus pechos y su bonita barriga.Se esforzaba por no gritar mientras cerraba con fuerza su mano severamentequemada. Su mirada no se apartaba de la plateada y fina hoja cuya punta estaba a escasos centímetros de rozar su piel, pudiendo ensartarla en cualquier momento.

  • ¡Imposible!- Gritó furiosa al darse cuenta del tipo de arma que sostenía su rival.- Esa espada no debería existir, todas fueron destruidas.

“Jódete” pensó Valeria para sus adentros, satisfecha al ver la mirada de sorpresa de su enemiga. El porque llevaba más de dos siglos acarreando esa espada de un lado a otro era algo que Valeria se había preguntado infinidad de veces. Nunca se había llegado a plantear la posibilidad de usarla contra uno de sus congéneres, no la había rescatado para usarla contra ningún vampiro. Aún así, tampoco tenía muy claro el porque no se separaba de ella. De hecho, la espada llevaba más de cincuenta años metida en ese compartimiento en el coche, sin que la hubiera sacado para nada. Y nunca la había sacado de la gruesa funda de terciopelo.

Aún con los guantes, la espada de plata bendecida le causaba un hormigueo en el brazo, como una alergia. Seguramente le saldría algún sarpullido en la mano. Pero con ella, había logrado equilibrar la pelea.

  • Venga querido primo.- Murmuró para si misma.- Si a mi esa hoja me hizo chillar de dolor, espero que a esa zorra le haga mucho más.

CONTINUARA