La vampiresa incauta. Cap. 3 El Palacio del Placer

Lope conduce a Valeria a un lugar en el que, por un precio, puedes hacer realidad tus fantasías, absolutamente todas. ¿Es tan bonito como parece?

Alpes franceses

Lope conducía el potente Pegaso Z-102 de Valeria por la carretera de curvas. El chico, a pesar de sus 20 años, demostraba un dominio sobre el bólido que asombró a la chica, que en varias ocasiones creyó que iba a perder el control.

Llevaban horas circulando por esa sinuosa carretera y Valeria empezaba a aburrirse. Hacía dos meses que Lope la tenía sometida y la vampiresa de pelo azabache empezaba a hacerse la idea que tendría que convivir con él durante largo tiempo. El chico era más avispado de lo que había creído en un principio. Nunca bajaba la guardia, y le daba las órdenes precisas para que ella no pudiera hacer nada que pusiera en riesgo la vida o la salud del chico. Y seguía sin encontrar ninguna forma de romper el hechizo que la mantenía sometida a su voluntad.

Aunque sería faltar a la verdad si Valeria dijera que había sufrido un infierno a las órdenes de Lope. Aunque el chico disfrutaba humillándola, pasearla desnuda como si fuera una mascota y ordenarle todo tipo de comportamientos obscenos, la vampiresa tenía que reconocer que también había pasado sus buenos momentos.

Lope en seguida se adaptó a los hábitos de su compañera. Dormía de día, durante casi todo el día, y por la noche mantenían una intensa actividad. Durante las horas diurnas, Valeria se sentía débil y enferma, el chico había aprendido que lo mejor era dejarla descansar mientras brillase el sol y aprovechar al máximo la noche. Como un gato en pleno verano, la vampiresa se pasaba el día tumbada en una oscura habitación, sin moverse demasiado, a veces dormida, a veces dormitando. Lope aprovechaba esos momentos para dormir y dedicarse a otros menesteres como comer, ver la televisión, dar un paseo, hacer planes… Las horas nocturnas las dedicaba exclusivamente a la chica, su mascota.

Las primeras semanas Lope la había usado como si fuera un perro de presa. Valeria se había alimentado de todos aquellos compañeros que años atrás le habían hecho la vida imposible al chico. Ella no sintió ningún remordimiento, al fin y al cabo tenía que alimentarse, y aquellos chicos eran unos auténticos cabronazos. No sentía ningún apego por los abusones. Evidentemente, el fallecimiento repentino de diversos veinteañeros alertó a las autoridades. Para Valeria no era difícil pasar desapercibida y ocultar su rastro. Pero, desgraciadamente, Lope no disponía de sus poderes, así que tuvieron que abandonar el país. En “su” coche. Que Lope usara ese coche, al que tanto aprecio le tenía, la sacaba de quicio.

Lope había intentado conducir de día, evitando las horas del mediodía, cubriendo el cuerpo de Valeria con una densa sábana y untando todo su cuerpo de crema solar. Pero en seguida desistió. Circular con un enorme bulto cubierto en el asiento del copiloto, llamaba la atención, a parte de que aquello mareaba en exceso a la vampiresa y la debilitaba hasta lo indecible. Así que, pasados los primeros dos días, Lope pasó a conducir solo de noche.

Llegaron a Francia cruzando los Pirineos por carreteras secundarias. Una vez en el país vecino, la cosa fue más tranquila. Hasta que un día, el chico se desmadró.

Se alojaban en la mejor suite del mejor hotel de París. Mientras ambos tomaban unas copas en uno de los locales más selectos y concurridos de la ciudad, el chico tuvo la genial idea de ordenar a la vampiresa que sedujera a las chicas más atractivas del club. Para Valeria, aquello no entrañó ninguna dificultad. Aunque evidentemente, aún a plena noche, una comitiva de veinte bonitas chicas caminando alrededor de un hombre, no pasó desapercibida. Pero lo peor fue al llegar al hotel.

Allí Lope organizó tal orgía de placer desenfrenado que, como no pudo ser de otro modo, llamó demasiado la atención. Los distinguidos clientes clamaron a recepción por los ruidos y gemidos. Evidentemente, ni Valeria ni Lope hicieron caso a las insistentes llamadas de los botones. Finalmente, tuvo que intervenir la policía.

Valeria aún recordaba como sonreía mientras ambos bajaban desnudos por la escalera de incendios del hotel, agarrando su escaso equipaje como podían, huyendo de los gendarmes entre los gritos e insultos por parte del personal del hotel y sus clientes. Sí, aquello fue divertido. Aunque, obviamente, tuvieron que abandonar la “Ciudad de la Luz”. Por una razón u otra, la pareja no podía pasar demasiados días en el mismo lugar.

El coche redujo la velocidad, sacando a Valeria de sus pensamientos. Al parecer habían llegado dónde sea que la había traído Lope. La chica miró a su alrededor, pese a ser plena noche, veía con total claridad. Estaban en un pequeño valle alpino, rodeados de pastos y bosques de pinos y abetos. El agudo olfato de Valeria captó los frescos aromas de las plantas que la rodeaban. Se fijó en su entorno más inmediato. Había estacionado en un amplio aparcamiento de grava, el Pegaso, no desentonaba con los coches a su alrededor, Maseratti, Ferrari, Porsche, Aston Martin… incluso algún Rolls Royce. Evidentemente, no estaban en un sitio cualquiera. Aunque también había algunos vehículos de gama baja.

Enla entrada del aparcamiento había un enorme cartel luminoso que indicaba “BIENVENIDOS AL PALACIO DEL PLACER. Dónde todos tus sueños se harán realidad”.

Un individuo uniformado, se hizo cargo de su escaso equipaje. Un par de maletas y la inseparable bandolera de Lope que, a regañadientes, el chico le entregó. Los condujo a través de un camino empedrado y delimitado por setos hacia un enorme palacio de estilo modernista.

Valeria contempló el edificio con asombro. Fuera quien fuera quien ostentaba la propiedad de aquél suntuoso lugar, debía ser inmensamente rico. La mansión tenía tres plantas más las golfas. En cada planta habían galerías y balcones abalaustrados. Los ventanales estaban ricamente decorados con arcos decorados con motivos florales. Las grandes ventanas se alternaban con rosetones provistos de coloridos mosaicos. En el centro, se elevaba una torre-mirador que sobresalía por encima del edificio, la piedra de la torre estaba esculpida, simulando el tronco de un inmenso árbol. La chica especuló que el edificio estaría construido a finales del siglo XIX.

El botones los hizo esperar unos instantes delante de la suntuosa portalada de la mansión. Valeria admiró la fachada, ricamente elaborada, tenía tallados en la piedra todo tipo de figuras, plantas, y animales, ya fueran reales o fantásticos. Dos unicornios de piedra flanqueaban la entrada principal. Gárgolas de piedra negra flanqueaban las esquinas del edificio, y por las paredes trepaban ramas y enredaderas de piedra tallada. Dos individuos trajeados y musculosos salieron a recibirles.

  • ¿Consumidor o producto de consumo?- Preguntaron bruscamente. Valeria no comprendió la pregunta, aunque al parecer Lope lo entendió perfectamente.

  • Yo soy consumidor, ella producto de consumo.- Dijo mientras sacaba de su bolsillo un fajo de billetes y se lo pasaba a uno de los hombres.

Por el grueso del fajo, Valeria estimó que Lope le había entregado un importe no inferior a diez mil euros. Si en algo destacaba Lope era en su capacidad de gastar el dinero, “su” dinero. A este ritmo, Lope podría dilapidar la fortuna de Valeria en menos de un año. Ella suspiró, no sería la primera vez que lo perdía todo.

El otro hombre le tendió un brazalete luminoso de color amarillo que Lope se puso en su muñeca y una especie de folleto. Luego se acercó a Valeria.

  • Lo siento, la ropa no está permitida para los productos de consumo.- Dijo secamente.

Valeria fue a protestar, pero Lope se lo impidió.

  • Quitate la ropa, anda.- Le dijo. La chica no podía desobedecer la orden dada.

Para deleite de ambos hombres, la chica se desprendió del diminuto bodi rojo que llevaba, quedando vestida únicamente por un tanga de cuero, que la chica deslizó por sus piernas. Ambos tipos admiraron durante unos instantes a la hermosa chica que tenían delante. Su piel era pálida aunque tenía cierto brillo azulado, su pelo negro azabache. Sus ojos tenían un color azul marino, y sus labios, así como sus pezones, tenían un marcado color carmesí.

La chica medía alrededor de metro setenta y disponía de una atlética y bonita figura, su cuerpo no tenía el menor atisbo de grasa, sus pechos, firmes, sin ser enormes, tenían volumen. Su trasero estaba perfectamente redondeado. Pocas veces habían contemplado un “producto de consumo” tan hermoso.

  • Firme aquí.- Le dijo uno de los hombres mientras le tendía un papel.

Valeria lo hojeó durante unos instantes “ Declaro libremente que entro de forma totalmente voluntaria al “Palacio del Placer” y de forma libre y sin ningún tipo de coacción me declaro como “Producto de consumo” aceptando que durante 24 horas mi cuerpo pueda ser usado para todo tipo de prácticas incluyendo...

  • Firma ya, estamos perdiendo tiempo.- La apremió Lope. Valeria dejó de leer y estampó su firma en el documento.

Le tendieron un collar luminoso, de color rosa, Valeria hizo una mueca de rechazo al ver como se lo ponían, pero Lope le indicó que no se resistiera.

  • Los consumidores deben pagar entrada, los productos de consumo entran gratis.- Dijo Lope, como si aquello aclarara algo para ella.

  • El equipaje será subido a su habitación, en la tercera planta.- Dijo un de los tipos mientras le tendía una llave a Lope. Se fijó en que el chico iba a coger su bandolera.- Aquí dentro tiene a su disposición cualquier cosa que necesite, no necesitará esa bolsa.

El chico mirando de reojo a Valeria, sospesando el riesgo, dejó su bandolera junto con las dos maletas. El portero dobló y puso encima la ropa de la chica.

  • Si hay algún juguete que eche en falta, por favor, agradecería que nos lo hiciera saber. La satisfacción de los consumidores es nuestra prioridad. Asimismo, le recuerdo que está terminantemente prohibida cualquier pelea entre consumidores. Puede hacer cualquier cosa con los productos, pero cualquier actitud inapropiada contra otro consumidor será severamente castigada. En el folleto encontrará toda la información. Bienvenido al Palacio del Placer, disfrute de su estancia.

Ambos hombres les franquearon el paso y Lope indicó a Valeria que lo siguiese.

  • ¿Se puede saber dónde me has traído, y que significa eso de que tu eres “consumidor” y yo un “producto”?- Le preguntó molesta.

  • Este sitio es especial, por un precio, cualquiera puede acceder y satisfacer durante 24 horas todas sus fantasías y deseos, absolutamente todas. Es como un parque de atracciones para adultos. Para eso están los “productos de consumo”. Aquí dentro,un producto deja de ser una persona, se convierte en un objeto a plena disposición de los consumidores. Cualquiera puede coger un producto disponible, que no esté siendo usado por otro consumidor, y hacerlo que desee con él. Sólo hay una limitación, cada sala tiene unas reglas y conductas permitidas y prohibidas. No puedes practicar el sadomaso en una sala destinada a masajes, por ejemplo. De esta forma, un producto puede quedarse en una determinada sala si no desea que le hagan según que cosas. Hay una excepción: los espacios comunes, pasillos, distribuidores, baños… cualquier producto que se encuentre en una zona común, puede ser llevado por un consumidor a cualquiera de las salas y disponer a voluntad de esa persona. Un producto de consumo, no tiene derechos aquí, está únicamente para satisfacer a los consumidores.

Valeria lo miró extrañada.

  • ¿Y por qué querría alguien ser un “producto”?

  • Hay gente para todo en este mundo.- Respondió Lope levantando los hombros en señal de indiferencia.- ¿Nunca te has preguntado lo que podría hacer alguien que tuviera plena disposición sobre tu cuerpo? ¿Nunca has querido perder el control de la situación? Para algunos eso es como subirte en una montaña rusa sin cinturón de seguridad, la incertidumbre sobre qué tipo de persona querrá usarte, sentirse a merced de alguien, no saber lo que harán contigo, ser el puro objeto de las más oscuras fantasías de otro… Hay mucha gente que le gusta eso, y entran libremente en este lugar.

A Valeria no terminó de convencerla esa explicación. Había algo que no terminaba de encajar.

  • ¿Y cómo encontraste eso? Dudo que salga en las guías turísticas.

El chico sonrió brevemente.

  • En internet uno encuentra de todo si sabe dónde buscar. Cierto es que no encontrarás ese lugar en las páginas de turismo, aunque tampoco es que esté tan escondido. Aunque supongo que para una anciana como tu, eso de internet le viene grande.

Valeria hizo una mueca, molesta por ese último comentario.

  • ¡Oye! ¿Por quien me tomas? ¡No soy una vieja obsoleta! Se perfectamente como funciona eso de internet. Las aplicaciones de citas son muy útiles cuando me siento perezosa. Desde la comodidad de mi habitación, entre decenas de personas disponibles, selecciono alguien que me interesa, el afortunado se desplaza hacia dónde yo le digo… Es como pedir comida a domicilio.

El chico sonrió divertido ante ese último comentario. Con un gesto le indicó a Valeria que entrase con él. La pareja cruzó la puerta y entraron en un suntuoso vestíbulo alumbrado por una enorme lámpara de araña. Una escalinata de piedra, cubierta por una alfombra roja, subía a las plantas superiores, dos pasadizos se abrían a izquierda y derecha. El agudo oído de Valeria captó una amalgama de sonidos que se sobreponían unos con otros, gemidos, gritos, azotes, gente corriendo, y muchos otros que la chica no logró identificar. Todo el lugar olía a sexo, ese característico olor a sudor mezclado con otros fluidos corporales que queda en una habitación mal ventilada después de una noche de pasión desenfrenada. Varios quemadores de incienso perfumaban el lugar y mitigaban el olor corporal.

Había también otra cosa que flotaba en el ambiente, algo que la chica no logró identificar aunque por un instante, le causó una sensación inquietante. Lope la apremió y Valeria sacudió la cabeza, alejando ese escalofrío. Todo el lugar desprendía una sensación de lujuria y decadencia a partes iguales. Grandes cortinajes de color púrpura cubrían los grandes ventanales. Las luces del pasillo tenían una tonalidad rosa. Estaban en una lujosa mansión pero decorada como si fuera un puticlub cutre de carretera. Fuera quien fuera quien regentaba el lugar, tenía un pésimo sentido de la estética, pensó la chica. Aunque claro, no debía ser precisamente la decoración el motivo por el que la gente venía aquí, meditó ella.

Lope echaba una ojeada al folleto que le habían entregado. Allí había un pequeño plano del lugar. Valeria le echó un vistazo rápido, el plano estaba plagado de nombres rimbombantes como “el salón de Sodoma”, “el gimnasio de la agonía”, “la cámara de Sade”, “la cocina de Gomorra”, “el jacuzzi del súcubo”, “la habitación de los peluches”… incluso fuera de la mansión había también espacios con nombres como “la fuente de los sátiros”, “el zoo” o “el laberinto del minotauro”. Valeria deseó no tener que averiguar el motivo de estos dos últimos nombres.

  • Por aquí.- Dijo él mientras cerraba el plano y la conducía a través del pasillo de la izquierda.

Esculturas con formas grotescas sujetaban las lámparas de luz rosada que alumbraban el pasillo. Valeria se detuvo unos instantes a contemplar el interior de una pequeña estancia. En ella había un hombre que, igual que ella, lucía un collarín rosa que lo identificaba como producto. Era un cincuentón rechoncho, que estaba esposado a la pared. Tres jóvenes chicas con brazalete amarillo se turnaban para patear sus genitales. Aunque aquello a todas luces tenía pinta de ser doloroso, la potente erección del hombre indicó a la vampiresa que no lo estaba pasando del todo mal. “Hay gente para todo” pensó para sus adentros. Aunque su perspectiva pronto cambió. Se imaginó a Lope, esposado en esa pared, mientras ella lo pateaba con ganas. Aquella idea le gustó, y no pudo evitar que una sonrisa aflorara en su rostro.

  • ¿Qué te hace tanta gracia?- Le preguntó Lope curioso mientras echaba un vistazo a lo que miraba ella.

  • ¿Te gustaría probar eso?- Le respondió picarona.- Si a ese hombre le gusta, ¿por que no debería gustarte también a ti?

Él respondió con una carcajada.

  • Tu eres el producto, no yo. ¿Por que no lo hacemos al revés? Yo te esposo a la pared y te pateo tu hermoso culito. Ya que tanto parece gustarte la idea…

Por toda respuesta Valeria le sacó la lengua y le hizo una mueca.

  • Pero sígueme, y no te entretengas. No es aquí dónde quiero ir contigo, esta sala es muy limitada. Te he llevado hasta aquí precisamente para probar otras cosas.

Lope la condujo hasta el otro extremo del pasillo dónde una escalera de caracol descendía hasta el inmenso sótano. Al llegar abajo, en un pequeño distribuidor alumbrado por un candelabro había una gruesa puerta de madera con remaches de hierro. “La mazmorra de la Inquisición” rezaba un letrero.

Valeria arqueó una ceja cuando Lope la condujo dentro. Por un instante, su mente la llevó siglos atrás, un par de años antes de que ella “cambiara”. Había logrado convencer a su primo Salazar para que le mostrase los calabozos de la Inquisición. Eran muchos los rumores que la joven Valeria escuchaba acerca de las cámaras de tortura del Santo Oficio, siempre que podía, preguntaba a su primo al respecto. Finalmente, ante su insistencia, él aceptó mostrarle las tan temidas mazmorras. Fue una visita fugaz, a escondidas de sus superiores y en un día en que no había presos. Evidentemente, la visión de aquellas oscuras salas, con sus cadenas e instrumentos oxidados y no tan oxidados, causó gran impresión a la curiosa chica. Salazar tuvo que sacarla casi en brazos. Aún así, esa visita transgresora, fue uno de los mejores momentos que recordaba con su primo. Terminaron el día sentados a la orilla del Manzanares, charlando animadamente sobre trivialidades, ajenos a sus propios problemas y obligaciones. Con una sonrisa, recordó la reprimenda de sus padres al volver a casa. Su primo, con la cabeza agachada, capeando la bronca. “¿Cómo se te ocurre llevar a Valeria allí?”...“¡Ese no es lugar para una chica decente!”...“Haré que te expulsen de la orden”. Ella detrás de sus padres le dio las gracias de forma silenciosa. Él le respondió con una rápida sonrisa. Salazar era de las pocas personas cuya compañía Valeria disfrutó enormemente, hasta que las cosas se torcieron.

Valeria volvió a la realidad. Aquella estancia, pese a su nombre, no se parecía en nada a lo que su primo le había mostrado. Aquello parecía la cámara de los horrores de una película de terror de “serie B”. Bancos de cuero, látigos, cadenas, una dama de hierro, una pared con todo tipo de instrumentos, muchos de los cuales la chica no logró identificar... En el centro había una especie de potro de tortura, tapizado con cuero negro. La única luz provenía de un enorme candelabro con velas que colgaba del techo.

  • Esa sala es el motivo por el que te he traído aquí.- Le explicó Lope.- Hay ciertos límites que no podemos rebasar en una habitación de hotel. En cambio, aquí, en esta sala, todo está permitido. Absolutamente TO-DO.

  • Un polígono industrial apartado te habría servido igual.- Bufó la chica a modo de respuesta.- Y mucho más barato.

  • Ningún polígono nos ofrece la comodidad de este sitio.- Expuso Lope señalando la pared con los múltiples instrumentos expuestos.- Ni tendríamos todos esos juguetitos. ¿Sabes? Tu cuerpo es altamente resistente al dolor, pero quiero experimentar cuánto. Te he traído aquí para ver cual es tu límite.

Valeria lo miró con indiferencia.

  • ¿Sabes? Eres un poco retorcido. Tenía un primo al que no le hizo falta llevarme a ningún sitio caro para hacerme chillar de dolor. De hecho he estado en mazmorras mucho peores que esa. ¿De dónde habrán sacado la decoración? Parece una mezcla entre una peli porno y una de terror con bajo presupuesto.

  • ¿Qué sabes tu de pelis porno…?- Preguntó Lope intrigado, aunque prefirió ir al grano.- En fin, basta de charla. Túmbate en el potro. Se que podrías romper sin esfuerzo las sujeciones, te prohíbo que lo hagas. Por lo demás, puedes hablar, chillar, gritar, gemir… cualquier cosa que se te pase por la mente.

Valeria lo miró extrañado, pero no le quedaba otra opción que obedecer. El hechizo que la vinculaba con Lope era demasiado poderoso y ella no había encontrado ninguna forma de deshacerse de su influjo.

La chica se tumbó boca abajo en el potro, el cuero tenía un tacto cálido que por alguna extraña razón la hizo estremecer. Estiró los brazos y las piernas y las abrió, quedando su cuerpo en forma de X. Lope la contempló unos instantes, la visión de la vampiresa en esta postura lo deleitó sumamente. Con la soga, sujetó firmemente los brazos y los pies de la chica y finalmente volteó la rueda para tensar al máximo sus extremidades. Valeria no pudo evitar una mueca al notar como sus músculos se tensaban por la acción del torno, su cuerpo se levantó un par de centímetros del cuero, rozándolo únicamente con sus pechos.

Lope la contempló satisfecha, la chica estaba incómoda, podría darle más tensión al torno, pero tenía otras ideas en mente. Recorrió con los dedos supálido cuerpo y se dirigió a la pared.

Valeria intentó girar la cabeza para ver qué instrumento agarraba el chico, pero la tensión de sus músculos se lo impidió. Tenía sus brazos, sus hombros, su espalda y sus piernas en constante tensión. El candelabro estaba justo encima, cerró los ojos al notar como una gotita de cera derretida impactaba en su espalda. Bajó la cabeza para recostar su frente contra el cuero del potro, buscando la postura menos incómoda. Aunque una fugaz sensación en su culo la hizo levantar.

Lope había agarrado un látigo de nueve colas y había azotado a la chica. Satisfecho contempló como en la pálida piel se dibujaban unas finas líneas rojas que desaparecieron al cabo de pocos segundos. La azotó de nuevo.

Los vampiros tienen una capacidad de regeneración y tolerancia al dolor que excede con creces a la de cualquier humano normal. Ello no significa que sean invulnerables o que no sientan dolor. Si Lope golpeaba con suficiente ritmo y fuerza el cuerpo de la vampiresa, podría llegar a superar el umbral de tolerancia al dolor de la chica y su capacidad de regeneración. Pero para ello, claro está, sería necesaria una fuerza y un ímpetu que los brazos del chico no tenían.

  • ¿Te estás riendo?- Preguntó Lope asombrado tras el veinteavo azote. El sudor empezaba a perlar su frente pero la chica parecía no inmutarse. Su hermoso culo seguía blanco como el mármol y ella aún no había soltado ni tan siquiera un alarido.

  • No puedo evitarlo.- Respondió la chica divertida.- Me haces cosquillas. ¿En serio pretendes hacerme chillar de dolor con ese juguete? Lo vas a romper antes que hacerme gritar.

El chico soltó varios latigazos consecutivos, aunque le gustaba ver como por unos instantes el bonito culo de la chica se enrojecía, aquello no provocaba el efecto esperado. Aunque sí que empezaba a excitarse. Aunque había hecho hacer a Valeria un montón de cosas humillantes, nunca la había tratado de esa manera, y aquello empezaba a gustarle. También estaba descubriendo otra cosa: la tolerancia al dolor de un vampiro era mucho mayor a lo esperado. Cualquier otra persona tras el continuo azote de Lope, tendría el glúteo completamente destrozado y sangrando. La chica casi ni lo había notado.

Tenía toda la noche por delante y no había prisa. Dejó el látigo y tomó otro objeto. Afortunadamente, al lado de cada artilugio había un pequeño cartel que explicaba como y para qué se utilizaba. Sin ello el chico nunca se habría decantado por lo que sostenía entre las manos.

Valeria notó como Lope palpaba sus glúteos, separándolos, metiendo sus dedos dentro. No sería la primera vez que practicaría el sexo anal con ella, aunque le extrañaba no poder ver lo que él pretendía hacer. Al cabo de unos instantes, notó como impregnaba su trasero con una sustancia viscosa.

  • ¿Qué haces?- Le preguntó intrigada.

  • Creo que sin vaselina no va a entrar fácilmente.- Fue la única respuesta que recibió.

Al cabo de unos instantes Valeria notó como Lope, no sin esfuerzo, introducía algo grueso y metálico en su trasero. El chico tenía razón, sin la vaselina, aquello no hubiera penetrado dentro suyo. Era mucho más grueso que un plug-in anal. El chico tuvo que introducirlo poco a poco, girándolo suavemente mientras lo iba introduciendo. Hasta que con paciencia, los músculos de la chica se fueron dilatando y dejando paso al grueso objeto metálico. Con satisfacción contempló como a partir de la mitad, aquello entraba casi sin esfuerzo.

  • ¿Qué me has metido dentro?- Preguntó ella mientras movía los glúteos, intentando acomodarse a aquella extraña sensación.

  • Según el cartelito es una “pera de la angustia” o “pera veneciana”.- Dijo él por toda respuesta.

  • ¿Sabes que eso es un mito, verdad? Que la Inquisición nunca usó algo así para...¡ah!...- La chica no pudo terminar la frase, Lope había empezado a girar el tornillo labrado que sobresalía del culo de la chica, abriendo la pera en su interior, dilatando sus músculos.

Aquella sensación era totalmente nueva para Valeria. Parecía como si estuvieran introduciendo un puño entero por su trasero y lo abrieran poco a poco. Con sus manos agarró fuertemente las cuerdas que la sujetaban, forcejeó contra ellas pero no pudo hacer la fuerza suficiente como para romperlas. Lope se lo había prohibido. Un estremecimiento recorría todo su cuerpo a medida que el objeto se iba expandiendo dentro suyo. Aquello era extremadamente molesto. Sus músculos interiores se dilataban hasta un nivel al que nunca nadie los había llevado.

Lope contempló satisfecho como el cuerpo de la chica se estremecía a medida que, lentamente, iba volteando el tornillo.La sensación de tener un objeto expandiéndose dentro suyo la estaba llevando al límite. Ahora la chica lo sentía como si alguien hubiera metido un globo dentro suyo y lo estuviera llenando con agua a presión.Aunque intentó aguantarse, la incomodidad y la molestia que le sentía pudieron con ella. Primero fueron bufidos, luego algún que otro grito.

El chico iba por la cuarta vuelta al tornillo cuando Valeria le imploró que se detuviera.

  • Basta… por favor… no sigas…

El chico, sorprendido, se detuvo.

  • ¿Tan pronto te rindes?

  • Mira.- Continuó ella.- Puedo disfrutar con ciertas cosas tanto como tu, pero eso no es nada agradable para mi.

  • ¿Esa es tu forma de suplicar clemencia a tu amo?- Dijo con una carcajada.- Después de aguantar mis latigazos entre risitas, pensaba que esto lo resistirías mucho más, aún no he ni empezado.

  • No te confundas.- Le respondió herida en su orgullo.- No me duele tanto como crees, pero es sumamente incómodo. Porque para eso me has llevado aquí ¿verdad? Para ver si gozaba con la sensación de dolor. Si quieres hacerme gozar, te recomiendo que busques otra cosa. No se por quién me tomas. Eso sí, un día me gustaría meterte algo así por el culo.

El chico sonrió ante esa respuesta. Desnuda, sujeta al potro y con la pera totalmente insertada, la vampiresa intentaba mantener su dignidad. Justo cuando fue a darle otra vuelta al tornillo, un detalle captó su atención. Otra gotita de cera había resbalado del candelabro, cuando impactó en su espalda, la chica se estremeció. Una idea acudió a su mente, sí, aquello podría ser más divertido.

Valeria escuchó como el chico se encaramó al potro, aunque por mucho que intentó girar su cuerpo, le fue imposible detectar qué pretendía. Notaba la presión de la pera sobre sus músculos internos, pero al menos ya no se expandía más. Instantes después, una sensación inesperada la hizo chillar.

El fuego es otra de las debilidades de los vampiros, aunque no una de las principales. Difícilmente se podría matar a un vampiro sólo con incinerarlo, ni tan siquiera usando un potente lanzallamas. Pero el fuego tiene un potente efecto, anula la capacidad de regeneración del no-muerto. La piel del vampiro no se regenera de forma automática tras una quemadura, tarda días, incluso semanas, en volver a recuperarse. Si se incinera a un vampiro, quedará completamente indefenso, vivo, pero con sus músculos carbonizados y totalmente imposibilitado para hacer nada, totalmente a merced de su enemigo. Sólo con ayuda de otra persona y una importante ingestión de sangre, podría regenerar su forma física. Claro, por supuesto, que eso estaba lejos de las intenciones de Lope.

El chico había subido al potro para retirar una de las gruesas velas del candelabro. Y estaba vertiendo gotas de derretida cera sobre la espalda de la chica. No era fuego, pero cualquier sustancia a alta temperatura, tenía un efecto similar aunque menos potente, reduciendo su capacidad de regeneración. Su piel se estremeció con tan solo el contacto de aquellas pocas gotas, la cera caliente le causaba el mismo dolor que causaría a una persona normal. Aunque Lope había pensado en acercar la llama a su piel, aquello le dio otra idea, mucho más estimulante.

Valeria chilló de nuevo al notar como un continuo goteo de cera impactaba en su culo. Finos regueros de cera se deslizaban por sus glúteos. El chico la contemplaba fascinado, la pálida piel de la chica casi no se diferenciaba del color de la cera adherida. Tan solo el sutil brillo azulado de la piel de la vampiresa hacía destacar la blanca cera.

A cada gota que caía sobre su piel, la chica se contoneaba y forcejeaba contra las ligaduras que la mantenían sujeta, sus músculos le dolían, su culo le ardía, aún notaba la pera haciendo presión dentro suyo. Pero sutilmente, otra sensación se iba apoderando de ella. Esa impotencia, que alguien la mantuviera inmovilizada mientras la torturaba, llevándola al límite, jugando con su resistencia al dolor, estaba empezando a excitarla. No era la primera vez que ella chillaba de dolor, pero nunca había sentido placer en ello.

Por primera vez, la chica meditó que, tal vez, detrás de su interés por los cuadros e ilustraciones sobre de las torturas de la Inquisición que siglos atrás contemplaba a escondidas de sus padres hubiera algo más que la mera curiosidad. Esa insistencia por ver las mazmorras, esas preguntas acerca de los instrumentos y mecanismos de tortura… Tal vez, y sólo tal vez, en el fondo Valeria sentía en ello un cierto rubor al imaginarse como sería verse desnuda, encadenada en una de esas salas, totalmente impotente.

Nunca tuvo tiempo de pensar detenidamente en ello. En el siglo XVII no había nadie con quién pudiera hablar abiertamente acerca de su sexualidad. Luego vino su “cambio” y ya nada fue igual.

Aunque ella era una cazadora solitaria, en alguna ocasión había coincidido con alguno de sus congéneres. Unas veces había dominado, y había disfrutado con ello, en otras le había tocado agachar la cabeza. Pero nunca le habían causado dolor, para eso tenían a sus presas.

Con los mortales era distinto, normalmente ella se dejaba llevar por su víctima. En numerosas ocasiones la habían atado, o incluso azotado. Pero en ningún juego sexual llegó a sentirse realmente impotente, todos terminaban con ella alimentándose de quién instantes antes se creía superior. Cuando realmente le habían hecho daño, era con clara intención de matarla, cosa que en absoluto fue placentero para ella. Esa era la primera vez en su existencia, que la chica experimentaba algo así. Que alguien jugara de esa forma con su dolor, sin intención de acabar con ella.

Lope contempló con satisfacción el efecto que no había logrado con el látigo. Los redondos y pálidos glúteos de la chica se enrojecían a medida que se llenaban de regueros de cera. Nunca había visto la piel de Valeria con ese tono y quería deleitarse con ello.

Dejó la vela a un lado y acarició el frío culo de la chica. Ella se relajó, el dolor rápidamente desapareció de su cuerpo, aunque la piel enrojecida y la excitación seguían allí. La chica jadeaba, aquello había sido intenso.

  • Nunca te había escuchado gritar de esa forma, hay algo que me extraña… ¿por que no me has pedido que parase?- Preguntó intrigado mientras retiraba tiras de cera endurecida de su culito.

  • Porque… aún no me has llevado al límite.- Respondió con voz burlona.- ¿Eso era todo?

Las cuerdas, debido al forcejeo de la chica, habían cedido un poco, su cuerpo seguía en suspenso pero podía mover un poco las caderas. Y eso es lo que Valeria, de forma seductora, hacía.

Pese a que Lope le gustaría continuar experimentando, ver hacia dónde podía llevar al cuerpo de la vampiresa, la excitación también se estaba adueñando de él. Aún tenía casi todo un día por delante, habría tiempo más que de sobra para otra sesión así. Ahora el ansia de satisfacer sus deseos sexuales lo apremiaba.

  • Vaya vaya… ¿y eso?- Dijo al palpar la humedad en la vagina de la chica. Valeria no respondió, simplemente hizo un par de movimientos con sus caderas.

El chico se dirigió a la rueda del potro y la movió en sentido inverso. Valeria suspiró aliviada a medida que su cuerpo volvía a recostarse en el cuero y sus músculos agarrotados se aliviaban. El chico no la desató, sino que teniéndola como la tenía, boca abajo y con las piernas totalmente separadas, se desnudó y empezó a penetrarla.

El endurecido miembro del chico entró sin dificultad en la vagina de la chica, cuyos músculos aún notaban la presión de la pera. La chica no pudo evitar un gemido al notar como el miembro masculino se introducía dentro suyo. Era una sensación extraña. La pera mantenía todos sus músculos internos en extrema tensión, haciendo que notara la penetración de forma mucho más intensa.

El chico puso las manos por debajo de su cuerpo, buscando los firmes y suaves senos de la chica, pellizcando sus pezones. Aquello lo había estimulado mucho más de lo que creía, mientras la penetraba al ritmo de sus gemidos, pensaba en cuál sería la siguiente “tortura” a la que podría someter a su vampiresa, su bonita esclava inmortal. Quería volver a escucharla chillar, quería que ella le implorase piedad, sentirse poderoso, superior a ella, dominarla no sólo en alma sino también físicamente. Tenían dinero suficiente como para pasar aquí varios días si hacía falta.

La chica, a su vez, lo gozaba enormemente, en su larga existencia, había tenido todo tipo de experiencias sexuales distintas, pero era la primera vez que alguien la sometía de esa forma. Otros muchos chicos lo habían intentado, la habían atado, la habían azotado y le habían hecho múltiples obscenidades. La mayoría de veces tan solo fingía, dándoles lo que querían escuchar. Esta no era una de ellas.

Un escalofrío de placer recorrió su cuerpo a medida que el orgasmo se adueñaba de ella. Él alcanzó el éxtasis instantes después, llenándola con su cálido fluido.

  • ¿Qué, te has divertido?- Le preguntó ella con una sonrisa mientras él recuperaba el aliento.

  • ¿Tu que crees?- Le dijo mientras acariciaba la larga y sedosa cabellera de la chica.- Eso tendremos que repetirlo.

  • Por cierto, podrías...- Dijo ella levantando un poco el culo.

Con una sonrisa, Lope captó enseguida a lo que se refería, y empezó a desenroscar la pera. La chica suspiró aliviada cuando se la retiró.

Justo cuando desataba a Valeria, entraron otros tres hombres en la sala. Dos llevaban las pulseras que los identificaban como consumidores, y el de en medio, llevaba el collar que lo identificaba como “producto”.

  • Perfecto.- Masculló Lope mientras la chica se frotaba sus muñecas adormecidas.- Pensaba que tendría que buscarme un producto entre los pasillos para lo que tengo previsto ahora.

Valeria lo miró intrigado.

  • Ahora te toca a ti relajarte y disfrutar.- Le dijo mientras le daba un suave beso en la mejilla.

Aquello sorprendió a Valeria, era la primera vez que el chico la besaba de forma espontánea. Mientras meditaba al respecto, Lope se dirigió a los dos hombres, que discutían acerca de introducir al tercero en la dama de hierro o probar primero otras cosas. El tercer hombre, el “producto”, los miraba con indiferencia, rozaba los cuarenta, con barba descuidada y tez morena. Los dos “consumidores” miraron unos instantes a Valeria llenos de deseo mientras Lope cuchicheaba con ellos.

Valeria leía sus intenciones como un libro abierto. En esa sala no había límites, cada consumidor podía satisfacer todas sus perversiones, por oscuras que fueran. Esos dos no habían traído a ese hombre para hacer un trío. De hecho, les encantaría hacer lo mismo con ella y justamente de eso estaban hablando con Lope. Las reglas eran las reglas. Valeria escuchaba el latido del corazón del hombre-producto. Los otros dos hablaban entre ellos, en un perfecto acento británico. Hombres de negocios, alrededor de los treinta, trajes caros y a medida, gente respetable en su día a día, pero con unos deseos de lo más siniestros. Algunos hombres no se diferencian mucho de los vampiros.

Esos dos distinguidos individuos a su corta edad lo habían experimentado casi todo:paracaidismo, puenting, sexo de todas las formas diferentes, drogas… Pero nunca habían matado a un hombre. Ese lugar era el único que les permitiría hacerlo, ver como la vida de una tercera persona se extinguía ante sus ojos sin temor a enfrentarse a ninguna consecuencia legal. Valeria refunfuñó mientras los escuchaba hablar, no eran más que unos niñatos consentidos y caprichosos. Finalmente, ambos asintieron a la propuesta de Lope.

Mientras esposaban al cuarentón a la pared, Lope le indicó a Valeria lo que habían acordado. Ellos habían llevado ese hombre allí para satisfacer sus sádicos impulsos. Él los había convencido de que dejaran que fuera ella quien jugara con su producto. La idea que una atractiva chica hiciera sangrar a ese pobre hombre enseguida les gustó. A cambio, luego serían ellos los que “jugarían” con ella.

  • Oye, ¿no crees que esto se está saliendo de madre?- Le susurró al chico.- ¿Qué crees que dirán cuando intenten cortar mi piel y vean que se regenera? A veces llamas demasiado la atención y…

Él la interrumpió.

  • Sht… ¿No tienes poderes psíquicos? Hazles creer que no han visto lo que han visto, nubla su mente, duérmelos, después de unas horas inconscientes serán incapaces de discernir si sus recuerdos son reales o fruto de la imaginación. Haz que se olviden de ti, borra su mente o algo. De momento calla y come, y de paso ofrécenos un buen espectáculo.

Valeria exasperada intentó replicarle que no tenía poderes ilimitados, que su habilidad no funcionaba así. Aunque perfectamente podría hacerlo, le molestaba en sobremanera que Lope la usara de este modo. Pero cuando al chico se le metía una idea entre ceja y ceja no había manera de que desistiera en su empeño.

Lope había visto a Valeria alimentarse en numerosas ocasiones, pero siempre había sido todo muy rápido, sin tiempo para deleitarse en el momento. Otro de los motivos por el que la había llevado a ese lugar era para poder ver como ella “disfrutaba de la comida”. Quería contemplar como se recreaba en el momento, sin prisas, sin presión, sin riesgo a que nadie los descubriera, sin temor a que apareciera la policía. Siempre le gustaron las películas sangrientas, ahora quería ver una pero de verdad. Satisfacer su curiosidad morbosa.

Valeria torció una sonrisa.

  • Primero me haces gritar, luego me follas, ¿y ahora me invitas a cenar? Eres todo un caballero.- Le susurró a Lope. El chico se ruborizó sin saber qué responder.

Normalmente ella siempre escogía sus presas, le gustaba seleccionar al “elegido” entre varios. Esta vez se encontraba la mesa parada y el plato servido. La sed empezaba a adueñarse de ella. Hasta ahora no había notado que necesitaba alimentarse, pero la visión de ese hombre indefenso yel latido acelerado de los otros tres, la estaba volviendo loca.

Ella se acercó a la pared. Allí entre todo tipo de juguetes sexuales e instrumentos de tortura, había una buena colección de cuchillos e instrumentos afilados. Hachas, machetes, sierras, ganchos… La chica se decantó por un pequeño y afilado cuchillo de hoja curva. ¿Esos tipos querían un espectáculo gore? Pues lo tendrían. ¿Qué había de malo en ello? Ella necesitaba alimentarse, qué más daba su jugaba un poco con la comida. Les mostraría algo que nunca habían visto. Sus ojos cambiaron de color, del azul pasaron al rojo fuego, sus colmillos empezaban a crecer.

Se acercó al indefenso individuo y lo contempló por unos instantes. Mil cosas podrían haber cruzado la mente de Valeria: ¿quien era él? ¿qué lo había llevado a entrar en ese lugar? ¿por que no se había metido en una sala más “segura”? ¿era alguien con problemas de deudas, con una vida arruinada y que no tenía el valor de quitarse su vida, y había acudido allí para que otros hicieran el trabajo por él? ¿O tal vez había acudido allí bajo presión, tal vez drogado? Eso último tal vez explicaría el lento latido de su corazón.

Pero en lugar de eso, lo contempló con una mirada ávida de sangre. Para ella la situación no era distinta a la de una persona hambrienta delantede un suculento chuletón.

Abrió totalmente su boca, revelando sus largos y afilados colmillos para sorpresa de los otros dos hombres que contemplaban asombrados la escena. No eran del todo conscientes de haber visto lo que creían haber visto, su mente les decía que algo así no existía. Que seguramente esos colmillos eran de atrezzo. Aunque en su interior, algo les decía que era real, y aquello les ponía los pelos de punta. Aún así, la curiosidad pudo con ellos, resistieron el ímpetu de salir corriendo de allí y contemplaron asombrados como la afilada hoja de Valeria se dirigía hacia el pecho del hombre.

El cuchillo se detuvo a escasos centímetros de la piel del individuo. La sala no tenía ventanas, pero una pequeña brisa había empezado a recorrer la habitación. Valeria notó una opresión en el pecho, como si alguien agarrara su corazón y lo apretara con fuerza. El cuchillo cayó en el suelo, ella se puso de rodillas con sus manos en su garganta, como si le costara respirar.

  • Valeria… ¿estás bien?- Preguntó Lope preocupado, ajeno a lo que sucedía a su alrededor. Nunca la había visto así. Tal vez antes se había sobrepasado con ella.

En el centro de la sala, se estaba formando un oscuro torbellino que poco a poco se iba volviendo cada vez más denso. La chica comprendió qué era aquella inquietante sensación que había notado al entrar. La insistencia de Lope y los otros muchos olores y sonidos le habían impedido prestar la adecuada atención a ello. Ahora ya era demasiado tarde para hacer nada al respecto. Había transgredido una ley antigua y ahora tendría que enfrentarse a las consecuencias.

  • ¿Conque un parque de atracciones para adultos ehh?- Masculló la chica no sin esfuerzo y con la voz entrecortada, como si temblara de frío.- No estamos en un parque de atracciones... este sitio es el coto de caza de otro vampiro... Uno muy antiguo.

El torbellino se desvaneció y una forma humana se materializó en la mazmorra.

CONTINUARA