La vampiresa incauta
Un exceso de confianza hará que una atractiva vampiresa se lleve una sorpresa.
Madrid. Barrio de las Letras. Una noche de jueves cualquiera
A Valeria le gustaban especialmente los jueves por la noche. Muchos universitarios aprovechaban para salir de fiesta y llenaban los
bares
y discotecas de la ciudad. Muchos jóvenes por la noche implicaba mucha variedad de sangre fresca y sabrosa.
A
Valeria le gustaba especialmente esa zona,
con
su
entramado de calles
casi idéntico
al de 400 años atrás, cuando la sangre aún corría por sus venas, cuando ella aún estaba… viva.
Recorre las estrechas y poco iluminadas callejuelas, buscando un local en el que entrar. Su sensible oído, mucho más agudo que el de un gato, capta un ruido en un callejón sin luces. La chica no necesita ninguna luz para ver lo que está ocurriendo.
Un grupo de neonazis está pegando una paliza a un joven inmigrante. Son 5 contra uno. A Valeria nunca le han gustado los cobardes. Cuando entra en el callejón, los cinco pandilleros sueltan a su victima y se encaran con ella con miradas llenas de curiosidad y lujuria. “Hola nena” “¿Buscas algo?” “¿Quieres compañía?” le van diciendo. Es obvio que el metro setenta de la chica y su
cuerpo
de veinteañera no les intimida.
S
u diminuto vestido que casi no deja nada a la imaginación despierta sus mas bajas pasiones. P
ero p
ronto
sus expectativas cambian
y los gritos de aquellos cinco tipos llenan el estrecho callejón.
Valeria los deja escapar, heridos pero vivos. No va a alimentarse de esa escoria, hay cosas que no le sientan bien
y ella prefiere tomarse su tiempo para escoger sus presas
. Dedica unos instantes a contemplar al chico que acaba de salvar. Un joven extranjero que se saca un dinero vendiendo latas de cerveza a los jóvenes que buscan diversión por la calle. El chico la mira entre aliviado y asustado. Pese a ser su salvadora, es obvio que una chica que ha golpeado tan duramente a aquellos cinco fuertes pandilleros no es una chica ordinaria.
El joven es atractivo, su oscura tez contrasta con la pálida piel de
Valeria.
Ella
huele la sangre de su rostro y por un momento no puede reprimir sus instintos. Coge al chico por los hombros y lo levanta dos palmos del suelo, como si no pesara nada y abre la boca. Valeria nota como sus blancos colmillos retráctiles crecen hasta hacer casi medio palmo. Con su lengua lame la sangre del rostro del chico, la sed la está volviendo loca. Cuando de repente ve un coche patrulla aparecer por el callejón y
lo suelta repentinamente
.
-¡Piérdete!.- Le dice.- Esta es tu noche de suerte.
Mientras el chico se aleja asustado, Valeria se pierde por el otro extremo del callejón. Esa es una zona concurrida, no puede alimentarse allí. Por un momento casi se deja llevar por su sed, un error que podría haberle salido caro. Vuelve a la calle principal, tendrá que escoger otra presa, y esta vez no va a permitirse otro error.
Su insatisfecho apetito le produce un ligero ardor en todo el cuerpo, pero consigue controlar su pasión. Tiene tiempo de sobras y quiere disfrutarlo, tomarse su tiempo, escoger su presa, seducirla...
Mientras entra en uno de los locales más concurridos piensa en el chico al que ha salvado. Podría contar el encuentro a
la policía
. Pero, ¿qué iba a decir? ¿Que un ser sacado de una película de terror casi se alimenta de su sangre? Nadie iba a creerlo. En pleno siglo XXI nadie cree en vampiros, y esa es la principal ventaja de Valeria. Nadie está preparado para enfrentarse a aquello en lo que no cree. Nunca en sus 400 años de vampir
es
a se ha sentido tan segura como en ese moderno siglo XXI.
Cuando entra en el local, la música casi se detiene. Por unos instantes todas las miradas convergen en ella. Valeria está acostumbrada a causar ese efecto. De hecho lo busca expresamente, es ella quién escoge a sus presas, y con su aspecto, nadie podría resistirse a sus encantos, hombre o mujer.
Su pelo de un intenso color negro
contrasta con
la palidez de su piel
, casi blanca, con un brillo azulado. Sus ojos tienen un tono azul marino, y sus labios un color rojo antinatural. Valeria no necesita maquillaje para destacar. Ninguna otra chica puede presumir de un cuerpo tan atractivo y lleno de contrastes. Los tacones de aguja que lleva la hacen parecer más alta de lo que es, y el vestido que lleva no deja a nadie indiferente. Es
de una sola pieza, de color
rojo que contrasta muy bien con la palidez de su piel
y
su cabello azabache. Lleva un escote que le llega hasta el ombligo y que deja entrever más de la mitad de sus firmes y sensuales pechos, sus pezones se marcan a través de la fina seda. Valeria nunca usa sujetador. Por detrás, deja su espalda totalmente descubierta hasta la línea de su firme y redondo trasero, el vestido le llega justo para cubrir sus nalgas. Ninguna de las otras chicas viste de una forma tan provocativa como
ella
, acapara
ndo
las miradas de deseo de todos los hombres, y las de envidia de todas las mujeres. La recién llegada es perfectamente consciente que con su aspecto va a conseguir al tipo que desee, nunca nadie le ha dicho que no.
Haciéndose la desinteresada se acerca a la barra y pide un cóctel. Rechaza las insinuaciones de varios tipos atractivos aunque poco interesantes. Mientras bebe, con sus ojos felinos contempla la sala, buscando al elegido de esta noche.
Al contrario de lo que suele pensarse, los vampiros pueden comer y beber como cualquier persona mortal.
Su estómago realiza las mismas funciones que el nuestro.
Otra cosa distinta es que lo que coman o beban les sirva de alimento.
Lo único que alimenta a un vampiro es
ese líquido carmesí que circula por nuestras arterias. Los vampiros comen y beben como el resto de personas
únicamente
para mantener las apariencias.
Valeria no tarda en ver algo interesante. Un joven universitario, de unos 20 años que baila torpemente ya ha sido rechazado por quinta vez en el poco rato que
ella
lleva en el local. Sonríe para si misma mientras apura su bebida para acercarse
a él
.
Valeria no necesita sus agudos sentidos para darse cuenta que están captando la atención y la envidia de los que les rodean. La chica más atractiva de la sala acaba de coger por la cintura al más pardillo de los chicos y están bailando en el centro de la pista.
Otros vampiros se decantarían por la persona más atlética, la más musculosa o la más atractiva. Valeria es distinta, se decanta justo por lo contrario, su debilidad son aquellos chicos demasiado tímidos como para atreverse a sacar a bailar una chica, o demasiado torpes e inexpertos como para lograr captar otra atención por parte de las chicas que no sea una mirada de desprecio.
El chico en cuestión mide poco menos de metro ochenta, es de complexión flaca, lleva el pelo engominado pero sin estilo, usa gafas y lleva una camisa que no combina con sus tejanos.
Además lleva
una bandolera para guardar sus cosas que no le queda demasiado bien. Pero las chicas que instantes antes lo rechazaban con indiferencia, ahora lo miran con curiosidad y envidia, preguntándose qué tiene ese chico que ellas no hayan logrado apreciar y que en cambio ha captado la atención de una chica por la que babean todos los
varones
de la sala.
Valeria no puede evitar una sonrisa al percatarse de la inexperiencia del chico. Intenta mover su cuerpo al ritmo de la música pero no sabe como. Con una mirada tranquilizadora le indica que simplemente se deje llevar por ella. Los brazos del chico están rígidos, agarrándola con demasiado firmeza por los hombros. Con un suave gesto con los brazos, la chica desliza los brazos
de él
por sus caderas, dejándolos justo encima de su deseable trasero. Con una sonrisa pícara mueve las caderas al compás de la música. Mientras bailan, pegados uno al otro, el chico le susurra su nombre “Lope”, un nombre que ella encuentra muy bonito. Le recuerda otros tiempos en que ese era un nombre bastante común. La chica le susurra su nombre mientras lo abraza y con sus pálidas y frías manos recorre la espalda del chico, llegando hasta su cintura e introduciéndose por dentro de la camisa, palpando su suave y cálida piel.
Sus subrehumanos sentidos notan como todo el cuerpo del chico se acelera de nervios. Su corazón late a toda máquina, haciendo volver su sed de sangre, recordando a la vampiresa que antes no pudo calmar su ansiedad. Todo su cuerpo vuelve a temblar ante la acuciante sed que siente. Más aguda que de costumbre debido a su anterior encuentro con el chico ensangrentado.
- ¿Quieres que vayamos a un sitio más tranquilo?- Le susurra al chico a la oreja, esperando sonrojarle mientras le indica una dirección.
Pero para su sorpresa, el chico le responde diciéndole
que conoce un sitio tranquilo y mucho más cerca
. “Vaya, es más espabilado de lo que creía” piensa con una picarona sonrisa mientras abandonan el local ante la atenta mirada de muchos de los presentes.
Valeria tiene un problema que muchos
de sus congéneres
no tienen. Un vampiro no necesita sorber hasta la última gota de sangre de su víctima para saciarse. De hecho hacer eso es contraproducente, lo normal es que un vampiro te duerma con la mirada para morderte el cuello y beberse uno de los aproximadamente cinco litros de sangre que corre por tus venas. No te matará pero hará que el día siguiente te levantes completamente agotado, pensando en que ha sido una fuerte resaca y preguntándote qué es esa pequeña herida en tu cuello.
S
erás incapaz de recordar nada de tu encuentro con
esa misteriosa persona y lo atribuirás al efecto del alcohol
.
A Valeria en cambio, la sed de sangre le puede, la hace entrar en un frenesí de lujuria perdiendo el control sobre si misma.
Una vez empieza a alimentarse, no puede parar hasta sorber
todo su fluido vital
. La vampiresa es consciente del riesgo que hay en ello, pero en sus siglos de existencia no ha podido hacer nada para autocontrolarse.
Valeria
se limita a llevar a su víctima a un rincón apartado, a poder ser una habitación de un hotel cutre, o un lugar abandonado.
Ella
conoce varios sitios dónde pasar la noche con sus victimas sin ser molestada. A la mañana siguiente, o al cabo de unos días, alguien encuentra el cuerpo “fallecido en extrañas circunstancias”, sale una nota a la prensa y pasa a engrosar la lista de crímenes sin resolver. Sus poderes vampíricos son un don en ese sentido, nadie es capaz de recordar
su rostro
aún después de haber estado largo rato observándola.
Nadie es capaz de describir a la misteriosa chica que vieron junto a la víctima por última vez.
La descripción que pueden hacer de ella no pasa de una “atractiva joven” sin poder precisar más detalles.
Su imagen siempre saldrá borrosa y distorsionada ante cualquier cámara que la enfoque,
ventajas de ser un no-muerto.
Evidentemente, Valeria es consciente que no puede ir dejando un rastro de cadáveres a su paso, es por ello que constantemente cambia de ciudad, o de país. De hecho esta es su primera noche en Madrid después de varios meses de ausencia.
Como con todas sus víctimas anteriores, Valeria dejará que el chico disfrute de su cuerpo durante toda la noche, que satisfaga todas sus fantasías sexuales antes de que ella se alimente.
La sangre, después de un intenso coito le sabe mucho mejor, probablemente debido a las distintas hormonas y feromonas que libera el cuerpo humano tras la actividad sexual
. Ella lo considera un intercambio equivalente. Ofrece a chicos con poca o nula experiencia sexual, una noche de lujuria desenfrenada con una chica cuyo cuerpo no podrían sino desear en sueños. Y a cambio les extrae hasta la última gota de su
sangre
. Ella, como cualquier otro ser necesitaba alimentarse, y esos chicos anhelaban una experiencia sexual como la que ella les ofrecería. La vampir
es
a no había visto aún ninguna de sus presas lamentarse por ello. Al contrario, veía su vida extinguirse con una eterna sonrisa en su rostro.
Su mente deja de divagar. El chico la está llevando por una zona que no suele frecuentar.
- Oye ¿a dónde pretendes llevarme,
seguro que no te has perdido
?- Le dice
haciéndose la
tímida.
- Tranquila, conozco un sitio espléndido que te gustará. Confía en mi.- Le responde él.
Valeria se deja guiar. ¿Por que no debería hacerlo? ¿Qué debería temer de un chico al que podría matar en un simple abrir y cerrar de ojos? Fuera el que fuera el juego que Lope se traía entre manos, no preocupaba en absoluto a la vampiresa, que había salido indemne de las más peligrosas situaciones.
Pasan por delante del Palacio Real y siguen andando un buen rato hasta que el chico se detiene ante una valla de hierro forjado.
- Aquí es.- Le dice mientras la anima a saltar la valla.
Para Valeria no supondría ninguna dificultad, con un ágil salto podría plantarse al otro lado. Pero no quiere levantar sospechas y además, le gusta insinuarse ante aquel chico. Haciéndose la torpe, simula que le cuesta saltar la verja y pide al chico que la ayude. Es plenamente consciente que medio encaramada a la verja como está, su corto vestido se le ha subido un palmo más de lo que debería, dejando casi la totalidad de su pálido
trasero
al descubierto. Ve al chico embobado contemplando sus redondos glúteos mientras lo apremia. Una sonrisa aflora en su rostro al notar las cálidas manos del chico palpar sus muslos e intentando impulsarla. Ella lo apremia a que haga más fuerza, que no puede llegar hasta arriba, y hasta que el chico no la empuja por el culo, Valeria no hace el esfuerzo de subir hasta arriba. Ya al otro lado de la verja ve como el chico sube casi sin ningún esfuerzo. Hace el gesto de sujetarle la bandolera mientras salta pero él se niega. La aprieta fuertemente contra su pecho y salta al cuidado césped. La chica mira a su alrededor y cae en la cuenta del lugar en el que la ha traído el chico.
La plateada luz de la luna llena alumbra las tranquilas aguas del pequeño estanque que rodea el Templo de Debod, causando un efecto mágico.
-¿Aquí querías traerme?- Le pregunta llena de curiosidad mientras el chico asiente y la apremia hacia el interior, pasando a través de las distintas portaladas de piedra.
La chica entra detrás de él en el edificio principal del templo, dentro de las paredes de piedra reina un silencio sepulcral, un sitio ideal para alimentarse. El chico tiene otras intenciones.
- ¿Te gusta este sitio? Estoy seguro de que nadie te ha llevado aquí. Tenemos toda la noche por delante, tu y yo, alumbrados bajo la plateada luz de la luna, sabes que tus ojos son como estrellas y tu piel suave como…
Valeria decidió cortar el discurso cursi del chico con un apasionado beso. La vampiresa ha estado en casi cada rincón de Madrid, incluso en el mismo Palacio Real,
y siglos atrás, en el ya desaparecido Real Alcázar
. Pero nunca nadie la había llevado hasta el
templo egipcio
. En eso debía reconocer que
ese tímido chico
había sido original.
Mientras lo besa, nota como el chico le sujetaba los brazos por encima de su cabeza, apoyando su espalda contra una columna. Nota su erección a través de sus pantalones, pero lo que
vuelve
loca a la vampiresa e
s
el latir acelerado de su corazón. Sí, cuanto más latiera, cuando más acelerase su pulso, más sabrosa sería su sangre, como un batido bien mezclado.
El chico sacó algo de su bolsa que sorprendió a Valeria, aunque no la preocupó en absoluto. ¿Quien
lleva
una cuerda para ir de fiesta? Definitivamente ese chico debía ser un “rarito”. Si lo que pretendía era inmovilizarla, ella no pondría objeción. Podría romper esa soga sin ninguna dificultad. Tal vez ese chico no fuera tan inocente como había juzgado en un inicio, aunque poco importaba. Alimentarse de violadores era fácil. Ellos mismos
procuraban
buscar un rincón apartado y oculto, pensando en evitar que nadie escuchara los gritos de la chica y no hacían sino facilitar las cosas a Valeria.
Con una sonrisa picarona en los labios, dejó que el chico la sujetara a la columna, atando sus manos por encima de su cabeza. La chica hizo unos débiles esfuerzos, como pretendiendo liberarse.
Vaya… me has capturado… ¿qué vas a hacer conmigo ahora?… Me tienes a tu plena merced.- Decía la chica fingiendo un tono de voz asustadizo.
No, chica no, aún no estás a mi plena merced.- Dijo el chico mientras rebuscaba algo en su bolso.
Cogió algo
y se acercó a ella. Y en un rápido movimiento se lo puso entre el escote.- ¡Ahora sí
que te tengo
!
Valeria se dio cuenta demasiado tarde de lo que pretendía aquél chico. Loca de furia intentó romper la cuerda, sin éxito. Cómo él había descubierto
su debilidad
era todo un misterio que nada importaba. La chica ahora intentaba luchar sin éxito contra sus ataduras mientras intentaba sacarse lo que él le había puesto entre sus pechos y que empezaba a escocerle.
Se ha escrito mucho sobre el efecto que el ajo causa en los vampiros. Lo cierto es que, al contrario de lo que la mayoría de gente cree, no los ahuyenta, ni los daña. El contacto del ajo en la piel de un vampiro, lo priva de sus poderes sobrehumanos, su fuerza y agilidad pasan a ser los de
una persona acorde con la complexión del vampiro
. Y lo más importante de todo, anulan sus poderes psíquicos.
Hay un motivo principal porque el ajo haya sido poco usado por los cazadores de vampiros: un vampiro, aún sin sus habilidades antinaturales, sigue siendo un adversario temible. Llevar el ajo en contacto con el vampiro implica un riesgo que pocos cazadores de vampiros desean correr, hay métodos mucho más seguros, proyectiles de plata bendecida, saetas de roble… Nadie en su sano juicio se acercaría tanto a un vampiro como para aplicarle ajo contra su piel, ni como último recurso defensivo tenía demasiada utilidad.
La razón estaba en
que un vampiro, despojado de sus poderes, aún podía apuñalarte con un cuchillo o dispararte con un arma. Y aún en el caso de que el vampiro no vaya armado, un humano, por mucho entrenamiento que haya recibido siempre estará en desventaja ante alguien que
tiene
siglos de experiencia en combate cuerpo a cuerpo.
Valeria gritaba de furia, el chico había demostrado ser mucho más astuto que ella. No entendía como había caído en esa estúpida trampa. Pero lo cierto es que hacía más de medio siglo de su último encuentro con un cazavampiros. Valeria llevaba décadas sin que nadie supusiera un peligro para ella y poco a poco, sin darse cuenta, se había vuelto demasiado confiada y poco precavida. Ese exceso de confianza, su sensación de superioridad, le habían terminado por pasar una buena factura. Ahora lamentaba haber sido tan ingenua, aunque había varias cosas que no entendía. El cristal de las gafas del chico brillaba como un espejo ante el reflejo de la luz de la luna que se filtraba a través de las columnas. El chico pareció haberle leído la mente.
- ¿Sabes? En internet uno encuentra todo tipo de cosas. Por favor, no lo intentes.- Dijo al ver que la chica abría la boca para decir algo.- Tu fría
y pálida
piel con
ese tono azulado
, te delata. Pero sobretodo te delata
la ausencia de
latido bajo tu pecho. ¿Nunca nadie
se ha sorprendido al no notar
el latido de tu corazón mientras bailas pegados a ellos,
ese tacto extremadamente frío en tu piel
?... No claro que no, estarían demasiado pendientes de tu escote para percatarse de ello.
Serás...- Masculló de ira al notar como el chico le pellizcaba su pezón izquierdo a través del fino vestido de seda. La chica dirigió una certera patada entre las piernas del chico. Haciéndole gritar de dolor, música para los oídos de la vampiresa.
¡Eso ha dolido! - Dijo el chico mientras se ponía en cuclillas frotándose su dolorida entrepierna.- ¿No te gusta lo que te hago? Te juro que vas a lamentar eso.
Era obvio que no tenía sentido fingir. Lope por alguna extraña razón conocía su naturaleza. Su ira
la
había hecho sacar sus largos y afilados colmillos.
S
ólo hacía falta que él cometiera un pequeño error, que acercara su cuello un poco más y podría seccionar su yugular en un santiamén. Tal vez si se hacia la asustada, si ganaba algo de tiempo…
¿Cómo lo has sabido? Dudo que te pares a escuchar los latidos del corazón de cada chica con la que te cruzas. Nadie se da cuenta de eso porque nadie cree en nosotros. Pero tu eres distinto, por alguna razón sabías lo que buscabas.- Valeria se había relajado un poco, mientras tuviera el ajo en contacto con su piel, no podría soltarse de sus ataduras. Sus firmes pechos se ocupaban de que estuviera firmemente sujeto y, por mucho que lo intentara, no conseguía arrojarlo de su escote. Verla mover sus pechos de esa forma, divertía a Lope, que la contemplaba con una mirada lasciva.
Tienes razón, es curioso porque, pese a la inmensidad de historias que hay sobre los vampiros, nadie cree en ellos. Tal vez cuántos más relatos de ficción hay sobre algo, menos predispuesta está la gente a creer en ello. Toda esa literatura no ha hecho sino convertiros en seres de fantasía, invisibles en la vida real. Nadie busca algo que está convencido de que no existe. En cambio, yo siempre pensé que había algo real detrás de esas historias. ¿Sabes? Lo que me hizo convencerme de que erais reales es que todas e
sas historias
siguen un mismo patrón: sed de sangre, estacas, ajo, luz diurna, piel pálida, poderes psíquicos… Todas tienen demasiados elementos en común como para ser mera fantasía. Tan sólo había que leer entre líneas para darse cuenta de que había algo verídico tras ellas.
Mientras el chico hablaba sacó otra cuerda de su bolsa y, rodeando la columna y poniéndose de espaldas a Valeria, trató de inmovilizar sus piernas. Esa patada lo había sorprendido, creía que el ajo la dejaría más débil. Había cometido un error, un exceso de confianza, que podría haberle salido muy caro. La vampiresa movió frenéticamente sus piernas, tratando de evitar que se las atara. Daba patadas al aire, intentaba girarse, dar la vuelta a la columna, encararse con Lope. Sus zapatos de tacón se deslizaron de sus pies, resonando por la estancia. Tras varios minutos debatiéndose contra ello, el chico cazó sus piernas con un lazo y las sujetó al grueso pilar de arenisca.
No era la primera vez que Valeria se había visto atada, pero si la única vez que recordaba haberse visto tan impotente.
En todos sus siglos de existencia, nadie había usado el ajo en contra ella,
ese
tubérculo
que por alguna extraña razón la hacía sentirse débil como una humana. Valeria ahora mismo se despreciaba a si misma, por haber sido tan ingenua, por haberse dejado cazar tan fácilmente, y sobretodo por ser incapaz de liberarse de los nudos que sujetaban sus muñecas. Cuando más intentaba deshacerlos más le apretaban.
- Déjalo, no harás más que perder el tiempo. Es un nudo para cazar conejos, está diseñado precisamente para que la presa atrapada le sea imposible liberarse por si misma. Si sigues insistiendo, podría cortar la circulación de tus venas, si la sangre corriera por ellas claro.
Aún sabiendo que era inútil, Valeria siguió luchando contra esos nudos. Sin los tacones de aguja, sus pies ahora tocaban el suelo de puntillas, convirtiendo sus esfuerzos por liberar sus pies de las ataduras en divertidos saltitos que no pasaron desapercibidos a Lope.
- Mírate… ¿que haces, saltar a la conga? ¿Alguna vez te has visto más ridícula?- Se burló de ella con una sonrisa.
Que un simple humano se mofara de ella de esa forma era la peor de las humillaciones que la vampiresa podía sufrir.
Ver como no hacía sino divertirlo
fue demasiado
para ella
, así que se resignó y cesó en su lucha contra las cuerdas.
N
o obtenía ningún resultado y únicamente servía para hacer reír a su captor. Se juró que ese oportunista se las pagaría caras, le haría sufrir el peor de los infiernos.
- ¿Sabes? Es curioso, pensar que durante años nadie me creyó cuando hablaba sobre vampiros y ahora te tengo aquí, completamente a mi merced… ¿Te sientes humillada porque me burle de tu situación? ¿Sabes lo mal que lo pasé en la escuela por mi afición a los vampiros? Nadie me tomaba en serio, se reían de mí, me convertí en objeto de burla de mis compañeros… Fueron los peores años de mi vida… Maltrato, acoso...
Valeria ahora lo escuchaba atentamente, hasta sintió cierta lástima por ese joven atormentado. A ella nunca le han gustado los abusones, era algo repugnante que toda una clase entera la tomara contra un chico solo. Se creían muy valientes actuando en grupo, haciendo lo que no se atreverían a realizar a solas. Lope continuó.
- Llegó un punto en que dejé de creer en vosotros, empecé la universidad, encontré nuevas aficiones… Hasta hace
poco más de un año. Varios crímenes sin resolver captaron la atención de la prensa. Siempre el mismo patrón, un corte irregular en la garganta y la víctima desangrada sin que alrededor del cuerpo se encontrara sangre
. Empecé a informarme, me hice pasar por pasante de periodista, y logré averiguar un detalle que no había trascendido a la prensa:
las heridas en el cuello parecían más obra de un animal que de un arma
.
Entonces tuve la certeza absoluta de
que erais reales.
Las muertes cesaron de golpe
, pero estaba seguro que si frecuentaba los locales nocturnos, tarde o temprano daría contigo.- Dijo con una sonrisa triunfante.- Busqué recortes de periódicos sobre extrañas muertes,
remontándome décadas atrás. Hasta que
me di cuenta que seguías cierto patrón.
Varios fallecidos y un parón de unos meses
. Así que simplemente tuve que esperar,
pacientemente,
a que mi presa hiciera acto de presencia
.
Valeria agachó la cabeza, ella recordaba todas sus víctimas. Y esa en particular fue su última presa antes de dejar Madrid por unos meses. Se acordaba del chico, poco atractivo pero un auténtico pervertido. Nada más acercarse a él, el chico le metió mano debajo de la falda y enterró su babosa cara en su escote. Recordó que el chico insistió en llevarla a casa pero en lugar de eso la llevó a un solitario polígono industrial. Dejó que él hiciera cuanto deseara con su cuerpo, simulando gozar tanto como él. Nadie podría negar que murió feliz.
- ¿Así que es por eso? ¿Quieres vengar a esas personas?
La carcajada de Lope la dejó sorprendida.
- ¿Me ves con cara de justiciero o algo? No no, mis motivos son más personales… ¿Sabes? Hay gente que siente debilidad por las superheroínas, sueñan con derrotar y dominar a una noble
defensora
. Pero yo siempre he preferido las “chicas malas”, en mis
fantasías siempre
me vi siempre haciendo mía a una
poderosa villana, una
reina demonio, a una maga oscura, o una… vampiresa. Como tú.
¿Sabes? Siempre estuve plenamente convencido de que serías una chica. Excepto una
s pocas
, todas las víctimas eran varones.
Valeria por primera vez en mucho tiempo tuvo miedo, una sensación casi desconocida para los vampiros, acostumbrados a ser ellos quienes infunden pavor entre la gente. Pero la mirada que le dirigió Lope sobrecogió su cuerpo. Ese tipo no era un vulgar cazador de vampiros que pretendiera eliminarla sin más. Ese tipo era un maníaco que pretendía hacerla suya, y que además conocía sus puntos débiles.
Y
había
tenido la paciencia de esperar durante meses
ese encuentro,
preparándose
. Aquello no podía ser verdad, no podía estar pasando. Ella quería evitar a toda costa verse en manos de ese individuo y recurrió a un antiguo y astuto truco. Uno que nunca le había fallado. Empezó a gritar auxilio.
Era humillante que ella, un ser centenario y poderoso gritara como una indefensa humana. La última vez que
lo hizo
fue hacía poco más de un siglo. Lo recordaba como su fuera ayer, un
célebre
cazador de vampiros holandés la había acorralado en la Fuente del Ángel Caído, con una saeta de roble clavada en su pierna sus posibilidades de escapar eran nulas. Así que gritó auxilio. Afortunadamente para ella, había un agente de policía cerca que acudió al lugar en pocos segundos. ¿Un hombre de avanzada edad apuntando con una ballesta a una indefensa chica? El policía lo tuvo claro en seguida. Aquél maldito holandés, que había logrado acabar con el vampiro más poderoso de Europa, cayó bajo las mundanas balas de
l
agente. Qué ingenuos son los hombres… Aún recordaba como el policía le vendó la herida, y se quedó a su lado, preocupado, hasta que… La risa de Lope la sacó de sus pensamientos.
- Estamos en un edificio de piedra, en medio de un parque cerrado al público… ¿De verdad crees que alguien va a escuchar tus patéticos gritos?
Por alguna razón, Valeria le hizo caso y cesó en su empeño de pedir auxilio. En un rincón de su mente se iba asentando la idea de que esta vez no lograría escapar de esta, que Lope la tenía en sus manos y haría lo que quisiera con ella. Lo único que no conseguía apartar de su cabeza era la incertidumbre.
¿Qué… qué vas a hacer conmigo?- Le preguntó con un hilillo de voz.
Vaya, al fin te has calmado.- Le respondió con tono de superioridad.- Supongo que la duda te corroe, ¿verdad? ¿Qué crees que va a pasar? ¿Me contentaré con sólo tener sexo o… va a terminar aquí tu existencia?
¡No! Por favor – Le imploró.- Haz lo que quieras conmigo pero por favor luego déjame en paz. Te prometo que no te voy a perseguir ni voy a buscar venganza contra ti. Si quieres, abandonaré la ciudad.
Era la primera vez que Valeria recordaba implorar algo a alguien. Tal era la sensación de indefensión que no tenía reparo en humillarse de esa forma si así conseguía salir con vida. Había algo en la mirada del chico que la aterraba y haría que ella aceptara cualquier cosa con tal de satisfacerlo.
- Si que te has vuelto dócil de repente. Si te suelto las piernas… ¿vas a golpearme?
La vampiresa negó con la cabeza. Cuando tuvo las piernas desatadas ni tan siquiera hizo ningún amago para golpearlo. P
robablemente podría
atrapar su cuello entre sus muslos y apretar hasta ahogarlo. Pero
¿tenían sus músculos suficiente fuerza para ello?
Valeria no
estaba segura, no sin sus facultades sobrehumanas. Así que no se atrevió a hacer nada contra él
.
El chico sacó una navaja de su bolsillo y cortó
los tirantes de su vestido, que se deslizó con facilidad por la marmórea piel de la chica, cayendo al suelo, bajo sus pies.
Apretó
el ajo
contra la piel de la chica
y lo ató con un cordón rodeando su cuello.
Él se detuvo unos segundos a admirar lo que se le ofrecía.
El cuerpo de Valeria tenía una forma casi divina, su piel era suave y tersa, sus músculos fuertes pero sin ser
demasiado
definidos. Su cuerpo no tenía ni la más mínima grasa acumulada. Sus caderas tenían unas curvas sensuales, marcando suavemente los huesos de su pelvis. Sus pechos, aunque no voluminosos, eran redondos y firmes. Igual que con sus labios, sus pezones tenían un marcado color rojo sobrenatural. Sus axilas eran suaves y libres de vello. Tal solo faltaba una parte de su cuerpo por descubrir. Una parte que cubría un fino tanga de cuero negro que contrastaba con la palidez de su piel. Él la miró a los ojos, apuntando con su navaja la última prenda de la chica.
- ¿Tu tanga… qué prefieres… te lo corto o te lo bajo?- Preguntó burlón mientras no dejaba de mirarla a los ojos, como tratando de hipnotizarla.
Realmente a ella le daba igual lo que sucediera con esa prenda, cuando saliera de allí podría usar sus poderes para que nadie se fijara en ella. Podría caminar desnuda ante una multitud de gente sin que nadie la mirara. Pero en su interior algo le dijo que, aunque el acero no podía dañarla, era mejor tener apartada esa hoja.
-
Quítamelo, incluso te lo pondré fácil
.- Le dijo
mientras movía seductoramente sus piernas
.-
¿
No crees que es más divertido bajármelo lentamente?
Si me lo cortas, la prenda se volverá inútil. ¿No te gustaría ver como me lo vuelvo a poner delante tuyo? O podrías quedártelo como trofeo.
A
hora era Lope el que empezaba a perder el control. Aquellas suaves palabras terminaron de excitarlo, notaba su miembro palpitando bajo su pantalón, aunque también sabía que debía ser cauto. Aunque indefensa, seguía teniendo teniendo a una fiera, un paso en falso y sería su fin.
El chico se agachó, contempló los diminutos y pálidos pies de la vampiresa, acariciando suavemente su fría
y suave
piel fue subiendo sus manos por entre aquellas marmóreas y bien torneadas piernas. La chica movía suavemente sus m
uslos
, como invitándolo a proseguir. Al cabo de unos instantes, llegó hasta su cintura.
Deslizando su mano, siguiendo las finas costuras de la prenda de cuero, fue resiguiendo la silueta de la chica. Finalmente, agarrando suavemente la prenda, fue bajándola, descubriendo un pálido y depilado pubis que el chico no pudo evitar acariciar.
Valeria, al percatarse que la prenda había quedado entre sus rodillas y que ya no captaba la atención de Lope, se desprendió de ella mediante un ligero movimiento de p
ies
. La sorprendió la sensación del tacto de la lengua de él sobre su pubis, r
ecorriendo luego su cuerpo, succionando
su ombligo y subiendo hacia sus pechos, mordiendo con suavidad sus pezones carmesí.
Notaba su cálida saliva en cada rincón de su cuerpo que recorría con la lengua.
El contacto de su lengua con esa piel fría producía un placentero escalofrío en Lope. Como si estuviera saboreando un delicioso postre sacado de la nevera.
La boca del chico fue subiendo, buscando su cuello, mordiéndolo y besándolo,
imitando lo que la vampiresa en su fuero interno se moría por hacerle.
Aquello empezó a excitar a Valeria. Llevaba toda la noche sin alimentarse y la sed empezaba a abrumarla. Notar aquellas venas palpitantes tan cerca de su cuello…
Sus ojos cambiaron de color, ya no eran azules sino rojos y brillantes como ascuas. Sus colmillos empezar
on
a crecer, el chico acercaba cada vez más su cabeza a sus labios. E
l resto de sus poderes no acudían a ella, aún así, u
n rápido movimiento y él sería suyo, unos instantes más y…
Pero de nuevo, el chico demostró ser más avispado que la vampiresa. Con un rápido movimiento introdujo el ajo dentro de la abierta y salivan
do boca de la chica. Con un par de movimientos con e
l
cordón lo sujetó fuertemente de forma que la chica no pudiera sacárselo.
Valeria empezó a gemir hecha una furia. Con todas sus fuerzas intentó soltarse de las ataduras, intentó patear al chico pero él aprovechó los movimientos de sus piernas para situarse entre sus suaves muslos. Ante la mirada desafiante de la vampiresa, el chico le d
io un
beso en la boca, justo en el centro del ajo.
Al cabo de unos minutos, la vampiresa cesó en su empeño. Era imposible liberarse, por mucho que le pesara, debía reconocer que el chico había demostrado ser más listo que ella. Lope, con una sonrisa triunfal, se quitó sus pantalones y se dispuso a penetrarla. Para su sorpresa, se encontró la vagina de la chica extremadamente húmeda.
- Vaya, así que al fin y al cabo, eso te está gustando.- Le dijo burlón mientras, con un solo movimiento de cadera, metió su endurecido miembro dentro de ella y empezó a penetrarla mientras sus manos jugaban con sus hermosos pechos.
El deseo sexual era una de las sensaciones que los vampiros conservan de cuando estaban plenamente vivos. Aunque esa sensación no era desconocida para ella, sí que lo era en el contexto. Era la primera vez que Valeria se sentía dominada, completamente a merced de otra persona. Ni siquiera ninguno de sus otros congéneres vampiros había lograda someterla nunca. Aquello, sorprendentemente, la excitaba aún más. Sentirse sin el control de la situación, saber que Lope podría hacer cualquier cosa con ella, sentirse impotente e indefensa, no hacía sino aumentar su libido. Notaba como su vagina iba segregando fluidos. Levantó un poco la cabeza para que el chico pudiera lamerle el cuello. La sed la acuciaba, tal vez si él fingía alimentarse de ella, calmara un poco esa sensación que no hacía sino excitarla aún más.
El chico no tenía prisa, tenía varias horas por delante y quería disfrutar al máximo de ese momento. Finalmente, su tan anhelada fantasía, se estaba cumpliendo, estaba dominando a una auténtica señora de la noche. Un ser malvado con un poder y una fuerza sin parangón, que podría derrotar sin esfuerzo a diez hombres fornidos. Y era él, un joven universitario enclenque quien había logrado domar a esa fiera. Sí, esa era la mejor noche de su vida.
Valeria tenía que reconocer que, pese a su inexperiencia, el chico no lo hacía del todo mal. Sabía explorar todos los rincones sensibles de su cuerpo. Penetrándola suavemente, haciendo que sintiera como su miembro se movía dentro suyo, estimulando cada rincón de su vagina. El chico además sabía usar la lengua, besaba sus axilas depiladas, succionando a ratos su fina piel, o dando pequeños mordiscos. Aquello causaba pequeñas cosquillas a la vampiresa que le ponían la piel de gallina y e
n cierto modo era una sensación agradable
. Como a penas tocaba el suelo con los pies, ella terminó rodeando la cintura del chico con sus piernas, ese cambio de postura gustó al chico, que notaba como el peso de la chica se apoyaba mayoritariamente en su cadera, haciendo presión contra su endurecido pene.
Eran pocas las veces que habían hecho gemir a Valeria de auténtico placer, y esa era una de ellas. La chica ya no intentó ocultar su excitación, de hecho era imposible disimularlo. Sus ojos, aún rojos por la sed de sangre, reflejaban además una ansiedad sexual. Ya no brillaban de ira sino de placer. Su vagina no cesaba de segregar fluido y notaba su clítoris endurecido y cada vez que el chico lo acariciaba con sus hábiles dedos, un estremecimiento de placer recorría su cuerpo. Sus pezones estaban firmes bajo la mano del chico que no cesaba de jugar con sus pechos. Ella misma acompañaba con su cadera el ritmo de las embestidas del chico. Hasta que ya no pudo contenerse.
Lope se sobresaltó al escuchar el intenso gemido de la vampiresa, parcialmente silenciado por el ajo. La chica mordió con fuerza el tubérculo mientras el brillo de sus ojos se iba apagando.
L
ope
no tardó en eyacular abundantemente dentro de su vagina sin detenerse en intentar disimular el intenso placer y el sabor del triunfo que sentía. Los abundantes fluidos de la chica fluían por sus piernas. Había leído abundantemente en internet sobre ello, pero nunca había visto un “squirting” ni se llegó a imaginar que el cuerpo de un vampiro pudiera ser capaz de algo así. Contempló unos instantes como Valeria se calmaba, el brillo de sus ojos se iba apagando, volviendo a su tono azul marino.
Una sensación extraña embriagaba a la vampiresa. Hacía tiempo que nadie la hacía gozar tanto, su cuerpo se iba relajando, el orgasmo mitigaba su sed de sangre, se sentía agotada, débil. Inclinó su cuerpo hacia el del chico, notando la calidez de su piel. Aquello volvió a aflorar de nuevo su sed. Pero entonces como un destello algo cruzó su mente. Aquello no era normal, nunca antes se había sentido así. Y de repente saltaron todas las alarmas. En su pasión en el c
límax
, había mordido el ajo que había en su boca, y sin darse cuenta, estaba engullendo el jugo de aquél vegetal. Lope sonreía con malicia.
- ¿Que pasa… a qué se debe ese cambio en tu cara? ¿Estás notando algún cambio en tu cuerpo?- Le dijo con una sonrisa.
La ingesta de ajo podría hacer que la pérdida de sus poderes fuera permanente. Aquello sería el fin para ella, sin sus poderes vampíricos perdería toda su fuerza, su habilidad para alimentarse y pasar desapercibida quedaría anulada. No podría subyugar a sus víctimas con la mirada, no dispondría de su fuerza para someterlas… Tan solo sería una chica normal intentando morder el cuello de alguien con sus dientes afilados, con un simple bofetón cualquiera podría apartarla. Si sus ojos pudieran segregar lágrimas, ahora mismo estaría llorando de impotencia, aunque su mirada transmitía perfectamente sus sentimientos.
El chico se acercó a ella y la besó suavemente en el cuello.
¿Qué pena que vayas a quedar impotente todo el resto de tu existencia, verdad?- La chica le devolvió una mirada de súplica.
Al fin y al cabo has sido tu la que ha mordido el ajo y ha engullido su jugo, si te hubieras controlado un poco en tu éxtasis, eso no habría sucedido.- Continuó él para mayor desesperación de ella.- Aunque tal vez pueda hacer algo para remediarlo…
Valeria le devolvió un
a mirada intrigante. El chico sacó otra planta de su bolso, una raíz de mandrágora.
- La ingestión de la mandrágora puede anular el efecto del ajo, aunque también tiene otros efectos secundarios.- Dijo con una sonrisa que aún preocupó más a Valeria.- La mandrágora debilitará tu mente permitiendo que pueda someterte. Normalmente el efecto sería temporal, pero bajo determinadas circunstancias… Puedo hacer que sea permanente. Buscando buscando encontré algo interesante, en el Archivo Histórico figuraba un antiguo manuscrito medieval que contiene todo tipo de hechizos y exorcismos…
El chico sacó de su bolso una libreta en el que tenía garabateadas unas palabras incomprensibles y una pequeña lista. Repasó lo escrito y prosiguió.
- Entre ellos uno muy interesante, un sortilegio para someter a un vampiro. Se precisa, una noche de luna llena, un edificio que sea anterior al vampiro… Debo reconocer que eso me costó un poco, ¿qué edificios en la ciudad podían ser más antiguos que t
ú
? Los primeros registros sobre vampirismo aparecen en el medievo, y no quería arriesgarme, sabía que solo tendría una oportunidad… Así que busqué el único edificio en la ciudad que con toda seguridad sería más antiguo, ningún vampiro tiene más de 2000 años. Y… me falta un último requisito, que el vampiro
engulla una raíz de mandrágora y
pronuncie por sus propias palabras el deseo a someterse a quien formula el sortilegio. ¿Qué me dices?
Lope se volvió a acercar a ella y le quitó el ajo de la boca para que la vampiresa pudiera hablar.
Cuando lo sacó, notó el tubérculo bastante blando, la chica había absorbido bastante jugo.
Él había escogido especialmente un ajo especialmente madura, casi pasado, que con la mínima presión soltara su jugo.
Ella le devolvió una mirada llena de rabia y frustración, de nuevo intentó debatirse contra sus cuerdas, intenta
ndo
liberarse. Lo miró desafiante y no dijo nada.
Yo me he divertido bastante hoy, puedo desatarte y marcharme, nada debo temer de tí. Ahora no eres más que una vulgar jovencita. Podrías denunciarme a la policía, claro está. Pero peor será tu condena, vivir el resto de tus siglos como una humana normal y corriente. ¿cómo lo harás para alimentarte?
Si acepto… - Lo interrumpió ella- Si acepto voluntariamente, ¿qué vas a hacer conmigo?
Lope meditó unos instantes.
- Nada del otro mundo… Te trataré como si fueras mi novia… y a la vez mi mascota. Estoy seguro que a lo largo de tus siglos habrás acumulado suficiente fortuna como para que nosotros dos podamos vivir sin preocupaciones. Viajaremos por el mundo, me darás una vida ociosa y libre de preocupaciones… Cuando yo desee, seremos una pareja normal… aunque de vez en cuando me gustará reafirmar mi autoridad sobre ti, hacerte hacer algo humillante. Tranquila, nada que no puedas superar. Puede que incluso te pida que me conviertas, eso aún no lo tengo decidido. Lo que si que tengo claro es que deseo exhibirte como mi esclava, ver como un ser inmortal se arrodilla ante mi y se convierte en menos que un perro. Eso, a cambio de que puedas volver a obtener tus poderes y vuelvas a ser una vampiresa normal y no un ser patético incapaz de alimentarse.
Aquellas últimas palabras sonaron como un fuerte bofetón en la mente de Valeria. No tenía muchas alternativas.
Le molestaba enormemente tener que compartir l
a riqueza
que había ido acumulando a lo largo de los siglos. La chica tenía una auténtica fortuna repartida entre distintas entidades bancarias.
Meditó unos instantes al respecto, mientras tomara sangre, ella no necesitaba descansar. En cambio él necesitaría como mínimo 8 horas diarias para dormir. Aquello implicaba que sólo pudiera disponer de ella durante dos tercios del día, seguramente algunos días querría dominarla durante las veinticuatro horas, pero serían excepciones. Además, con un poco de suerte, tuviera alguna oportunidad para deshacerse de él, improbable pero no imposible, ella tenía paciencia.
- Decídete deprisa, debes ingerir la mandrágora antes que el ajo pase a tu organismo a través del estómago. De lo contrario los efectos ya serán irreversibles.- La apremió el chico.
La alternativa no la podía contemplar, su cuerpo temblaba de temor sólo de pensar en convertirse en un patético ser impotente y sediento de sangre. Se imaginó arrastrándose por las calles con la sed dominando su cuerpo, siendo incapaz de correr más que sus presas, sin la fuerza suficiente para imponerse a ellos y morder su cuello, sin poder pasar desapercibida, que cualquiera pudiera identificar su rostro…
Que se burlaran de ella, que abusaran de su cuerpo y la dejaran tirada en un callejón con la sed dominando su mente, implorando que le vertieran algo de sangre en su boca… Sería menos que un humano, menos que un insecto.
Sí, acepto. Me someteré a tí.- Dijo finalmente resignada con un hilo de voz.
¿Como dices?- Dijo él haciéndose el sordo. La vampiresa volvió a repetirlo y de nuevo Lope hizo como si no lo escuchara.
Hasta diez veces la hizo admitir que se sometía libremente a él, que sería su esclava para siempre. Realmente, con la primera vez bastaba, pero a él le divertía hacérselo implorar de nuevo y de todas las formas que imaginó.
Cuando se cansó de escucharla suplicar, Lope cogió la raíz de mandrágora y empezó a restregársela por la boca.
La lengua de Valeria se movía arriba y abajo mientras intentaba morder aquella planta. Finalmente el chico con un gesto la dejó caer dentro de su boca. Mientras la vampiresa masticaba aquella dura y amarga raíz, él empezó a pronunciar unas palabras en un idioma desconocida para la centenaria chica.
Al cabo de unos minutos, a través de su estómago, notó como la mandrágora hacía efecto. Ya no se sentía tan débil y adormecida, la fuerza volvía a recorrer sus músculos, y el ajo que llevaba colgando del cuello ya no la debilitaba. Con un gesto rápido, rompió las cuerdas que la sujetaban y como una pantera, se arrojó sobre el chico, buscando su carótida.
Aquello fue demasiado rápido, incluso para el prudente Lope, que en pocos instantes se vio de bruces en el suelo, firmemente sujetado por unos brazos que parecían de acero. A duras penas logró articular una palabra.
- ¡Quieta!- Gritó con una exhalación.
Como si una fuerza sobrenatural la agarrase, Valeria se vio completamente paralizada, incapaz de mover ni un dedo, con sus largos y afilados colmillos a escasos centímetros del cuello de Lope.
Un sudor frío recorría el cuerpo del chico, había ido de poco, pero por suerte el sortilegio efectuado surtía efecto. La vampiresa se veía completamente compelida a obedecer sus órdenes. Lo cierto es que verla en esta postura, inmóvil, con esa expresión de furia en el rostro, todos los músculos de su hermoso cuerpo en tensión, y totalmente desnuda encima de él lo volvió a excitar. Salió de debajo de ella y se puso en pie sacudiéndose el polvo de su cuerpo.
- ¡Arrodíllate!- Le espetó. Valeria se incorporó y se puso de rodillas ante él. Su miembro volvía a estar endurecido y esos labios carmesí lo cautivaban.-
Junta tus manos bajo tu mentón.
La vampiresa unió sus manos y las situó justo debajo de su barbilla.
- Abre la boca, saca la lengua.- Le ordenó Lope.
Ella obedeció.
En esa postura parecía un perrito juguetón esperando que su dueño lo sacara a pasear. La excitación se apoderaba del chico al verla en tan humillante postura. Una poderosa vampiresa reducida a ser una mascota obediente. No pudo resistir el impulso de acariciar su cabeza, como si de un perro faldero se tratase.
- ¡Chúpamela! Pero sin morderme, sólo usa tus labios.- Le volvió a ordenar.
Valeria rabiaba por dentro, pero su mente cumplía todos los mandatos de Lope, de rodillas como estaba no pudo sino introducirse aquél duro miembro en su boca. La sed de sangre la estaba enloqueciendo, no d
eseaba
otra cosa que no fuera morderlo y absorber toda su sangre.
En cambio
su boca no hacía sino jugar con su falo. Sus labios lo recorrían extensamente, su lengua acariciaba su cálido glande mientras sus afilados colmillos y sus dientes ni tan siquiera lo rozaban. Pronto la vampiresa se resignó a ello y puso todo su empeño en satisfacerlo.
La fría lengua de la chica recorriendo su cálido miembro era una sensación llena de contrastes que erizaba la piel del chico. Pese a todo su esfuerzo por demorar el clímax,
no tardó en eyacular abundantemente en su boca. En lugar del líquido carmesí que ella anhelaba, el único fluido de Lope que Valeria engulló
fue otro
. El chico la mirada con auténtica satisfacción.
- Suficiente.- Dijo autoritariamente.- ¡Levántate! El tiempo apremia y tenemos trabajo que hacer.
Valeria se levantó, por un instante pensó que el chico la haría salir totalmente desnuda, su vestido había quedado en el suelo, roto. Pero Lope pensaba en todo, sacó una prenda de ropa de su bolso y se la tendió.
- ¡Vístete!
Valeria se vistió con la reveladora prenda que le había tendido el chico y, como un perrito faldero, lo siguió hacia el exterior del edificio. Él delante, hinchado de orgullo, y ella un paso por detrás, con un atuendo mucho más provocativo del que llevaba hacía unas horas.
-
Falta un último detalle. Abre la boca.- Le dijo el chico mientras recogía el tanga de cuero del suelo y lo introducía en los labios de la chica. Por unos instantes contempló, satisfecho, el aspecto de la chica.- Bien, perfecto. A
hora pon tus brazos en jarra
. Y sígueme, un paso detrás de mi,
mueve un poco las caderas
.
Y así, la pareja salió del recinto. Él por delante y ella siguiéndole como un perro faldero, mordiendo la pieza de cuero y con sus manos a
poyadas en sus caderas
. Evidentemente, la pareja no pasó desapercibida a las miradas de los primeros transeúntes con los que se cruzaron. La atractiva chica, descalza, en lugar de su vestido de seda ahora cubría su cuerpo con
un diminuto bodi de color rojo que dejaba toda su barriga al descubierto, cubriendo lo justo sus pechos con un par de tiras que convergían en su cuello. L
a pequeña y apretada prenda
dejaba también casi toda su espalda al descubierto, así como más de la mitad del hermoso y redondo trasero de la chica.
El chico se giró por unos instantes y la contempló con una sonrisa.
- Faltan pocas horas para el amanecer y supongo que estarás hambrienta.
Tranquila, tengo una idea al respecto, te aseguro que quedarás bien satisfecha.- Dijo con una siniestra sonrisa en su rostro.
FIN