La vampiresa. Cap. 6. La Princesa Sanguinaria

¿Es posible someter a una vampira de más de mil años?

Alpes franceses. 2021

  • ¡Te estoy preguntando por qué diantres llevas la espada de un inquisidor!

El grito sacó a Valeria de sus pensamientos. Los recuerdos se desvanecieron de su mente como las nubes tras una tormenta. La vampiresa de pelo azabache miró a su interlocutora durante unos instantes, como si estuviera desorientada.

Valeria estaba totalmente desnuda, salvo unos guantes de cuero que protegían sus manos del arma de plata bendecida que blandía. Frente a ella se alzaba Ersebeth Bathory, una chica bajita, pelirroja con varias pecas en la cara. Su lujosa ropa estaba rota y desgarrada por varios puntos, mostrando su ombligo así como sus pequeños pero firmes pechos. Su mano izquierda estaba severamente dañada, como si la hubiera metido en ácido, consecuencia de haber intentado agarrar la espada.

Por toda respuesta, Valeria se encogió de hombros. Ni tan siquiera ella era capaz de decir el motivo por el cual llevaba más de doscientos años acarreando consigo la espada de su difunto primo. “¿Por qué?” se preguntó a si misma. Nunca se había imaginado empuñándola contra otro vampiro, en todo ese tiempo, era la primera vez que la blandía.

  • Los templarios fueron enemigos temibles.- Prosiguió Ersebeth ante la falta de respuesta de su adversaria.- Pero afortunadamente nunca llegaron a dominar la forja de la plata. Algo que sí logró siglos después el mayor maestro espadero de Toledo. Talento del que enseguida sacó provecho la Inquisición. Esas espadas han sido las armas que más miembros de nuestra estirpe han eliminado. ¿Te lo puedes creer? Ni tan siquiera las armas de fuego tienen una tasa de mortaldad tan alta entre nosotros como esa arma que empuñas.

Valeria la siguió mirando, indiferente a la explicación de su enemiga. Bajando levemente la guardia. Bathory no parecía dispuesta a abalanzarse sobre ella.

  • La Inquisición sólo consiguió forjar treinta espadas como esa. El secreto de su forja, afortunadamente, se perdió con la muerte del espadero. De esas treinta, veinte fueron fundidas por los franceses en vuestra Guerra de la Independencia. Tras la abolición de la Inquisición, dos pasaron a manos de cazadores de vampiros. A costa de muchas vidas de los nuestros, logramos destruirlas. Otras siete terminaron expuestas en la Real Armería y durante la Guerra Civil el bando republicano las vendió a Rusia a cambio de armas, allí fueron convertidas en monedas. Y la última, custodiada en un monasterio como una reliquia, fue un obsequio personal de Franco hacia cierto general alemán. Ese idiota vino a vuestro país buscando el grial y terminó llevándose una bonita espada de plata. Yo misma me encargué de que fuera destruida antes de la caída de Berlín… Así que dime… ¿de dónde sale la tuya?

  • Te equivocas en algo.- Apuntó Valeria relajando aún más su brazo. La poderosa vampiresa ahora le parecía indefensa e inofensiva.- No fueron veinte las espadas que las tropas de Bonaparte convirtieron en lingotes, sino diecinueve.

  • Así que fue allí cuando te quedaste con esa… pero ¿por qué?

  • ¡Valeria cuidado!- Un grito a su espalda la sobresaltó.- ¡No bajes la guardia, es una treta! ¡Ataca!

En un instante, la hasta ahora tranquila mirada de Ersebeth cambió. “Maldito chico, eres avispado. Casi la tenía” masculló antes de abalanzarse sobre su enemiga.

Valeria, aturdida por la hipnotizante mirada de su rival, reaccionó justo a tiempo. Las palabras de la pelirroja casi lograron el efecto propuesto, aturdir su mente, dejarla sin capacidad de respuesta. Lanzó una rápida cuchillada contra el bulto que se abalanzaba sobre ella. “¿Ropa?” se sorprendió al ver que tan sólo había cortado tela, pero no tuvo tiempo de mucho más. Un dolor a su espalda la hizo chillar, a punto estuvo de soltar la espada.

La princesa sanguinaria en un ágil movimiento, imperceptible al ojo de Lope, se había desprendido de su desgarrada ropa, arrojándola contra Valeria mientras ella se situaba a su espalda. Sus uñas cortaron la piel de su enemiga como si fueran cuchillas. “Maldita sea, si la conversación hubiera seguido un poco más, te habría roto tu bonito cuello sin que te inmutases lo más mínimo” pensó frustrada. La inoportuna observación de Lope había logrado poner a Valeria en guardia un instante antes.

Valeria no se dejó llevar por el dolor. La herida sanaría en unos instantes. Rápidamente se dio la vuelta encarándose con su enemiga. Dispuesta a ensartarla con la espada. Y lo que vio, la sorprendió totalmente.

Ersebeth Bathory, la vampiresa más poderosa de Europa, estaba huyendo. Por primera vez en siglos, la todopoderosa princesa escapaba de una pelea. Aquello la dejó ensimismada, sorprendida.

  • ¡Tras ella!- Le ordenó Lope.- ¡Mátala! ¡No dejes que entre en la mansión! Si coge un arma, perderás tu ventaja.

Valeria, a toda velocidad corrió hacia su enemiga. Lope, apresurándose, recogió sus cosas y corrió todo lo que sus agotadas y poco entrenadas piernas le permitían. Jadeando, entró de nuevo en el edificio minutos después que las dos vampiras. Varios consumidores y productos correteaban alborotados. Dos guardias yacían al suelo ¿muertos o inconscientes? El chico no se detuvo a comprobarlo. Raudo, fue hacia el salón. Desde dónde se oían gritos y el entrechocar del acero.

El suntuoso salón presentaba un aspecto caótico, el trono de Ersebeth estaba roto por varios sitios, la mesa tumbada de lado y las sillas esparcidas por doquier. La pelirroja, vestida tan solo por unas finas braguitas de terciopelo negro, hacía frente a Valeria esgrimiendo hábilmente un sable magiar. Volcada en el suelo había una amplia panoplia de armas blancas.

Valeria no las tenía todas consigo, el filo de plata de su espada le parecía frágil ante el grueso sable de su enemiga. Y se veía en dificultades para parar y devolver los golpes que le lanzaba.

Los gavilanes de su espada detuvieron una fuerte cuchillada a pocos centímetros de su cara. La cazoleta desvió certeras estocadas dirigidas a su corazón. Valeria se asombró ante la resistencia del arma de plata, metal mucho más débil que el acero de Ersebeth. Realmente el artesano que la forjó fue único en su oficio.

La princesa lanzó un amago, pretendiendo golpear el lado derecho de su enemiga, esperó a que Valeria moviera su espada para desviar la cuchillada, rápidamente cambió la orientación de su filo, impactando fuertemente contra el lado izquierdo de su rostro.

Lope gritó. Se escuchó el hueso craneal romperse por la fuerza del impacto. Por un instante creyó que la pelea estaba sentenciada. Pero Valeria contraatacó.

Bathory chilló de dolor al notar como el filo de plata penetraba en su muslo. Un dolor intenso, frío, pero a la vez ardiente. La princesa retrocedió unos pasos, palpándose la ennegrecida herida, dando un respiro a su rival.

Valeria no ofrecía buen aspecto. Un feo corte le desfiguraba la cara. La carne de la mejilla estaba desgarrada, mostrando los dientes de la chica. Su ojo izquierdo era un amasijo oscuro y su nariz inexistente. En un gesto que estremeció al chico, con su mano libre, Valeria se palpó el rostro, forzando un rictus siniestro.

Lope quedó asombrado ante la enorme capacidad de regeneración de su compañera. En pocos segundos, su rostro mutilado, volvía a recomponerse, a adoptar su atractiva fisonomía. Aún así, había ido de poco que la cuchillada de Ersebeth no le alcanzara el cerebro. Esta vez había tenido suerte, otro desliz así le podría salir muy caro. No estaba dispuesta a comprobar si su cuerpo podría regenerar el tejido cerebral.

Ersebeth tampoco las tenía todas consigo. Cojeaba, la estocada de Valeria le dolía horrores, era como si dentro tuviera a la vez un carámbano de hielo y un hierro al rojo vivo. No quería probar de nuevo el filo de esa espada y adoptó una postura más prudente frente a su enemiga. Pese a ser mucho más fuerte, el arma de plata equilibraba la pelea. La princesa volvió a arremeter, con cautela, tan solo necesitaba un golpe. Un golpe certero que cercenara esa bonita cabeza, yluego sólo tendría que destruir su cuerpo.

Pese a haber regenerado la herida, Valeria aún se sentía algo aturdida por el fuerte impacto. No podía forzar mucho más su capacidad de regeneración o se vería en un serio aprieto. Su adversaria, además, era mucho mejor espadachina que ella. Intentando sorprenderla, adoptó un estilo de esgrima distinto, algo aprendido en el otro extremo del mundo.

  • ¿En serio...usarás kendo… con esa arma? Debes estar muy desesperada- Dijo Bathory al ver a Valeria flexionar las piernas, ladeándose ligeramente, levantando la espada en alto.- Veamos como respondes a eso…

La princesa levantó la guarda del sable, bajando su punta. En un rápido gesto, se dispuso a fintar a su enemiga, fingiría una estocada y cuando ella desviara su hoja, lanzaría una fuerte cuchillada contra su cuello.

El rápido movimiento de Ersebeth cogió a Valeria por sorpresa, que no esperaba algo así. Pese a ello, su cuerpo supo como responder, realizando un movimiento aprendido siglos atrás en el país del Sol Naciente. Una técnica que no figuraba en ningún tratado de esgrima.

Cuando la pelirroja se abalanzó, lanzando el amago de estocada, Valeria no retrocedió ni desvió la hoja del sable. Sino que se adelantó un pequeño paso, cambiando el perfil de su cuerpo, desplazándose lateralmente. Con su mano libre sujetó el brazo armado de Ersebeth. Aprovechándose de la propia fuerza de su enemiga, Valeria giró su cuerpo, empujando a la princesa contra la pared. Acorralándola contra una esquina.

El rostro de Bathory se contrajo de frustración. Por primera vez en siglos, supo que moriría. Valeria sujetaba con fuerza su brazo armado, y la punta de la espada plateada se dirigía recta y sin obstáculo alguno contra su corazón. Con su mano izquierda no podía hacer nada, la quemadura le había dañado buena parte de los músculos y tendones, dejándola casi sin movilidad ni fuerza.

  • ¡Detente!- Gritó Lope. Y el arma de Valeria se detuvo a escasos centímetros de su pecho. Bathory estaba acorralada, aquello le brindaba al chico una oportunidad única.

Valeria, furiosa, miró de reojo a Lope. Bathory observó atentamente la expresión de su enemiga y en seguida le vino una revelación a su mente.

  • Creo que ya se cómo logras eludir a mi control mental.- Masculló.- El Papa Luna, a parte de un gran erudito, fue un gran aficionado al esoterismo y el ocultismo. Siempre obsesionado con historias de no-muertos. Si hay que hacer caso a los rumores, se supone que Benedicto XIII logró redactar una especie de híbrido entre exorcismo y sortilegio. Algo que permitía someter a un vampiro a la voluntad de un mortal. Personalmente, siempre pensé que no eran más que habladurías, pero al parecer había algo de cierto en ello. ¿Me equivoco?

El chico respondió con una enigmática sonrisa, acercándose a ella.

  • El Archivo Histórico Nacional tiene digitalizados centenares de manuscritos y tratados medievales. Fue casi casualidad, buscando documentos antiguos sobre vampirismo, di con ese pergamino. Para quién no cree en los vampiros, no es más que una mera curiosidad. A mi, en cambio, me ofreció la posibilidad de dominar a un ser inmortal. Valeria está bajo mi total control.

  • Así que es eso… Tanto poder en unas simples palabras escritas... El hechizo que la vincula a ti se impone por encima de la fuerza de mi mente...Y pensar que está en Internet, al alcance de todos…… Interesante.

  • En cuanto a ti, bastaría una palabra para que esa espada te atravesara el corazón. ¿Quieres morir, aquí y ahora?

Ersebeth miró a Lope con ojos de fuego. Que un simple mortal, un niñato engreído le hablara de ese modo, era algo totalmente intolerable. En su posición actual, poco podía hacer. Cualquier movimiento que intentara estaría condenado al fracaso. La espada de Valeria la atravesaría antes que pudiera liberarse del agarre de su enemiga. Con su cuerpo totalmente apretujado contra la esquina del salón, no tenía escapatoria alguna. Pero Bathory era una superviviente. No por nada había alcanzado la poco desdeñable edad de más de mil años.

  • Déjate de rodeos. ¿Que quieres?- Le inquirió.

  • Eres directa, me gusta. Tan solo que abras la boca unos instantes.- Dijo él sacando un ajo de su bolsa.- Deja que introduzca ese pequeño tubérculo y ordenaré a Valeria que retire su espada. Tienes diez segundos antes de que le ordene atravesarte con la espada.

Si Bathory pudiera matar con la mirada, Lope hubiera caído fulminado en ese mismo instante. Desgraciadamente, ese era un poder que ni siquiera una milenaria vampiresa ostentaba. La princesa sospesó sus opciones. No sería la primera vez que se vería sometida al extraño efecto del ajo. Una especie de alergia, como lo definía ella, que la debilitaba hasta el punto de anular todos sus poderes físicos y psíquicos. Una vez en contacto con el vegetal, su fuerza y su agilidad pasarían a ser los de una simple humana de su condición física.

Siglos atrás, ya se había visto en una situación así. El hombre que intentó someterla cometió un grave error: creer que un vampiro sin sus habilidades sobrehumanas está totalmente indefenso. Meditó sus opciones, el tiempo concedido por Lope se agotaba, con su mirada no lograría someter al chico en esos escasos segundos. Ese niñato insolente, sabía lo que hacía. En la lucha,Bathory, había cometido un error, centrarse en Valeria, creyéndola su enemiga más fuerte. Si en lugar de eso, se hubiera centrado en eliminar al chico... Ahora ya era tarde, si intentaba luchar su posibilidad de sobrevivir era nula. En cambio, si aceptaba el ajo, un desliz por parte de Lope le brindaría la posibilidad de dar la vuelta a la situación. Con un bufido, abrió la boca.

  • Pero… ¿se puede saber en qué estás pensando?- Le susurró Valeria al ver como Lope introducía el ajo en la boca de Ersebeth y lo sujetaba con un pañuelo de tela, como si fuera una mordaza.- Ella no es como yo, es mucho más poderosa, estás loco si crees que vas a poder controlarla. Estás loco si…

  • Cualquiera diría que estás celosa.- La interrumpió él.- Relaja tu postura y sujétala fuerte. Asegurate de que no se quita eso de la boca. Si intenta algo, mátala.

Valeria calló. Mientras ataba a la pelirroja con la soga que le tendió el chico, lo miró de reojo. “¿Celos?Maldito engreído, ¡que se piensa!” masculló.

  • Matémosla ahora que podemos.- Insistió de nuevo.- Es demasiado poderosa, ¿qué piensas hacer con ella? Dime, mira a tu alrededor. ¿Dónde encontrarás un edificio de más de mil años? Estamos en medio de la nada. Ni de coña vas a lograr lo mismo que hiciste conmigo. Nos estás poniendo en peligro, a ti y a mi. Cada segundo que pasa, es una oportunidad para que ella nos mate. No podemos…

  • ¡Calla!- Espetó Lope.- Vayamos a un sitio más tranquilo. No todos los días se tiene la suerte de disponer de dos ancianas y atractivas chicas.

Media hora después. En la planta superior de la torre del palacio

La alcoba de Ersebeth Bathory era una suntuosa habitación situada en la planta superior de la torre-mirador que se elevaba por encima del edificio del enorme palacio modernista. Los amplios ventanales de piedra con motivos florales esculpidos estaban tapados por gruesas cortinas de terciopelo rojo. Una puerta blindada cerraba el acceso a la amplia sala. Refugio seguro dónde la princesa sanguinaria pasaba las horas diurnas.

La habitación era todo lo que se podía esperar de la guarida de un poderoso vampiro. Tenía una enorme cama con dosel con columnas de ébano laboriosamente talladas, con un baúl al pie de la cama dónde la vampiresa guardaba sus ropajes. En un rincón, había un enorme telescopio de latón. En el centro, una antigua bañera de bronce. También disponía de un escritorio con un moderno ordenador portátil y un par de teléfonos móviles. Bajo una ventana había un enorme arcón-congelador y en una pequeña repisa, un microondas. El arcón contenía reservas de alimento que la princesa guardaba celosamente para ocasiones de emergencia.

Lope contemplaba ensimismado una estantería con varios volúmenes antiguos. Chretién de Troyes, Mallory, Cervantes, Shakespeare, Freud, Tolstoi… Primeras ediciones originales de algunas de las más grandes obras de la literatura universal. Lo que había allí tenía un valor incalculable. Un quejido en la cama le hizo desviar su atención.

Valeria había terminado de esposar a Bathory a las cuatro columnas del dosel. La poderosa vampiresa contemplaba la chico con una expresión furibunda, desnuda salvo por sus braguitas, estaba sujeta, en forma de X en su propia cama. Sus piernas estaban totalmente abiertas, y sus brazos en tensión. Las cadenas de las esposas tenían la extensión justa para sujetarla a las columnas.

La expresión de rabia de la princesa no era sólo por el hecho de estar indefensa y semidesnuda ante un simple mortal. En una sala de la mansión llamada “La habitación de los peluches”, el chico había encontrado algo. En contra el criterio de Valeria, que casi le imploró prudencia y no desmadrarse, la vistió con ello.

Ersebeth Bathory, señora absoluta de la noche, ahora cubría su cabeza con una capucha afelpada de color rosa que imitaba la cabeza de un conejo, con sus orejitas suaves y largas. Sus manos y sus pies se cubrían con sendos guantes que imitaban las lindas patitas de un conejito. E incluso, para mayor humillación, el chico no había podido resistir la tentación de introducir en el ano de la vampiresa un plug-in con una bolita de algodón.

La espada de Valeria reposaba en un rincón, cuando terminó, la joven vampiresa se quitó los guantes de cuero y se frotó su mano derecha. Aún con el guante, la hoja de plata bendecida le había producido un sarpullido en la mano, la tenía enrojecida, irritada como si la hubiera metido en lejía.

  • Lástima que no salgas demasiado bien en las fotos. Serías una digna portada de Playboy.- Se burló Lope.- Vista así ya no pareces tan peligrosa, no eres más que una linda y adorable conejita.

Ersebeth intentó responder a las burlas del chico, pero de su boca amordazada tan solo salieron unos quejidos ahogados. Con todas sus fuerzas intentó liberarse, pero era inútil. Las columnas del dosel eran de madera maciza, y su cuerpo no tenía masa muscular suficiente para romper esas columnas. No con el ajo dentro de su boca.

  • Escucha, no te pases con ella.- Le susurró Valeria.- Ya es duro verse a merced de un mortal, pero ridiculizarla de ese modo disfrazándola así… La rabia que siente por dentro asustaría al mismísimo diablo… De verdad, mátala ahora que tienes la oportunidad, si se libera, no habrá sitio en la tierra dónde podamos escondernos de su ira.

El chico dirigió una mirada lasciva a la poderosa vampiresa antes de responder a su compañera.

  • Mirala, si parece un caramelito ¿De verdad quieres matarla? Dime, ¿cuantas personas en toda la historia crees que han tenido la oportunidad de acostarse con un ser tan poderoso? ¿Quieres que deje pasar esa oportunidad única?

Valeria fue a responder pero se mordió los labios. Lo cierto es que el chico era terco como una mula. Cuando tenía una idea en mente, nada ni nadie podía hacerle cambiar de opinión, por muy imprudente e insensata que fuera. Aún esposada de esa forma, Ersebeth era como una bomba de relojería, una poderosa fuerza, imposible de contener. Pero ya había hablado de eso con Lope y el chico hacía oídos sordos a sus palabras. Él había capturado a Valeria con demasiada facilidad, un exceso de confianza hacía un par de meses que la puso totalmente en sus manos. Y ahora creía que podía dominar con facilidad a una vampiresa milenaria. “Insensato”.

Con un bufido, contempló como Lope se iba desprendiendo de su ropa y se tumbaba en la amplia cama, al lado de la poderosa princesa. Valeria se apoyó en el baúl, contemplando la escena con una mueca de desagrado. “¿Celos?” inmediatamente sacudió la cabeza, apartando esa idea de su mente.

Los dedos de Lope resiguieron el rostro de Bathory. Su nariz era respingona, sus mofletes marcados y cubiertos de pecas, parecía una tímida y bonita universitaria. Su cuerpo aparentaba unos veinte años, como Valeria, pero algo más bajita. Sus pechos también eran algo más pequeños, pero firmes y redondos. Se entretuvo un instante pellizcando fuertemente sus pezones rosados. Las caricias fueron bajando, acariciando su vientre plano, apretando su ombligo con fuerza sin dejar de observar la expresión furibunda de la chica, buscando un cambio en ella. Pero Ersebeth parecía no reaccionar a los movimientos de Lope.

Sus dedos se movieron alrededor de la oscura y pequeña herida que la espada de plata había causado en su muslo. Como si fuera un enorme lunar, destacaba por encima de su pálida piel. El dolor de la herida había remitido un poco, pero no cicatrizaba.El chico resiguió su cintura, deteniéndose cuando sus dedos palparon la fina tela de terciopelo de sus bragas.

  • Acércate.- Le ordenó a Valeria.- Quítaselas, Sin usar las manos.

Tumbado el la cama, Lope notó como su miembro se endurecía aún más al ver como su atractiva y sumisa vampiresa enterraba su rostro entre los muslos de Bathory. Mordiendo la fina pieza de terciopelo. Con un brusco gesto, la desgarró y se la arrebató, arrojándola al lado de su cuerpo.

  • Continua, lame un poco.- Le ordenó.

Valeria volvió a enterrar su rostro entre las piernas de Bathory. Por un instante, la airada mirada de la pelirroja la hizo estremecer. Cerrando los ojos para no verla, sacó la lengua y empezó a lamer los fríos labios vaginales de la princesa.

  • La conejita Ersebeth tiene pecas hasta aquí.- Dijo el chico al ver varias manchas oscuras y redondeadas en el pubis de la chica que le daban un toque altamente erótico. Parecía como si alguien hubiera tatuado una pequeña constelación en él.

Mientras la lengua de Valeria seguía lamiendo la intimidad de Ersebeth, los dedos de Lope empezaron a jugar con su clítoris, frotándolo suavemente. A una orden, Valeria apartó la cara y se retiró, sentándose en el baúl.

El chico prosiguió dónde lo había dejado su compañera. Su mano resiguió los suaves y humedecidos labios vaginales, moviéndose lateralmente, abriéndolos, acariciándolos… Cuando conoció a Valeria, no tenía ninguna experiencia con el sexo femenino, yaún así había logrado excitarla. Ahora, tras dos meses con ella, Lope se había convertido en todo un experto en el cuerpo femenino. Había explorado a fondo el cuerpo de su compañera, detectando qué caricias la excitaban más, qué puntos de su cuerpo eran más sensibles… Y no sólo con ella. Gracias a las habilidades psíquicas de la vampiresa, había podido explorar el cuerpo de muchas otras chicas. El sexo opuesto ya no tenía secretos para él.

Una sonrisa de satisfacción afloró en su rostro al notar como sus dedos se pringaban cada vez más por los fluidos que poco a poco iba segregando la vagina de Bathory. Pese al fuerte odio que sentía hacia él, el cuerpo de la vampiresa no hacía sino responder a los hábiles estímulos que recibía.

Llegó un punto en que Lope ya no pudo resistirse a su propio deseo y excitación. Se tumbó encima del frío y suave cuerpo de “la conejita Ersebeth”. Cuando estuvo a punto de penetrarla, se giró un momento hacia Valeria.

  • No te quedes como espectadora. Ya sabes lo que me gusta.

Con un bufido, la vampiresa se levantó del baúl. Esperó a que Lope se hubiera acomodado, que hubiera introducido su erecto miembro en la vagina de la princesa y cuando el chico empezó a mover sus caderas, ella se recostó detrás suyo.

Las manos de Lope apretaron con firmeza los pechos de Bathory mientras la penetraba con pasión. En la mirada de furia de la princesa empezaba a vislumbrarse un destello de éxtasis. El chico no pudo reprimir una exclamación de placer al notar un tacto frío y suave a su espalda.

Cuando estaba con otra chica, a Lope le encantaba que Valeria hiciera eso, que apoyara su cuerpo contra su espalda. Notar los suaves y firmes senos de la chica contra su espalda, el tacto frío de la no-muerta contra su cálida piel era algo que lo hacía estremecer de placer. Tuvo que reprimirse por dentro para evitar una pronta eyaculación. Era su momento de triunfo y quería gozarlo al máximo. Un orgasmo precoz lo estropearía todo.

Lope retiró las manos de los pechos de Bathory y las apoyó en el colchón, recostó su cuerpo encima del de la princesa y con su lengua empezó a recorrer sus firmes pechos. Un escalofrío lo recorrió de arriba a abajo al notarse entre dos frías chicas, pero la sensación no era desagradable, todo lo contrario. Siempre que había compartido a Valeria con otra chica, había sido con otra mortal. Nunca había gozado con dos no-muertas a la vez, y de hecho dudaba que muchos hombres pudieran presumir de lo mismo. Un nuevo estímulo placentero recorrió su espalda de arriba a abajo. El chico tuvo que morder con fuerza sus labios para evitar eyacular en ese mismo momento. Valeria había sacado su “artillería pesada”.

Tumbada sobre la espalda del chico, la hábil mano de la morena, había empezado a palpar el trasero de Lope, masajeándolo fuertemente, deslizando sus dedos entre sus nalgas, buscando su ano. Y súbitamente, sin que él se lo esperara, introdujo dos dedos en él y empezó a moverlos con suavidad.

Pese a que Valeria empezaba a disfrutar con ese trío, su instinto seguía gritándole “peligro”. Así que cuanto antes terminara esa peligrosa orgía, mucho mejor para todos. Y para ello, Lope debía eyacular lo más pronto posible, así que puso todo su empeño en ello.

Hacía dos meses, Lope nunca hubiera dicho que gozaría con la penetración anal. Valeria se lo había hecho descubrir hacía poco más de un mes. Y desde entonces, los más intensos orgasmos del chico habían sido copulando mientras su compañera le introducía los dedos, o incluso algún “juguetito” dentro de su trasero. Valeria no tenía ni idea de que los hombres tenían allí un “punto G”, pero había estado con tantos varones, y probado tantas posturas y cosas distintas, que la experiencia le había terminado diciendo que la inmensa mayoría de chicos gozaban con ello. Aunque a algunos les daba vergüenza admitirlo, o incluso se resistían inicialmente.

El tacto de los fríos dedos de Valeria dentro de su culo, hacía estremecer a Lope de éxtasis. Un suave y placentero escalofrío lo recorría de arriba a abajo. Mordió con fuerza el pezón de Ersebeth, incrementando, inconscientemente, el ritmo de sus embestidas. Hasta que sucedió lo inevitable.

Entre gemidos, Lope estalló de placer, inundando la húmeda y fría vagina de Bathory con su fluido masculino. Con un gesto, le indicó a Valeria que se apartara mientras él se incorporaba y se tumbaba de espaldas en la cama, jadeando y respirando profusamente.

Valeria se fijó en la cantidad de espeso fluido que chorreaba la vagina de Ersebeth. Sin lugar a dudas esa era una de las más potentes eyaculaciones que había visto en él, sino la que más.

Mientras Lope acariciaba las suaves orejas de conejo, con una sonrisa de triunfo contempló a Valeria. De reojo, volvió a mirar a la pelirroja, que jadeaba débilmente a través de la mordaza, su mirada se había apagado un poco. Por como movía las caderas, el chico dedujo que la había dejado a medias. Y de repente, una duda asaltó su mente.

Ersebeth Bathory, ¿habría mordido el ajo? El chico recordó como eso lo había ayudado a someter a Valeria. Si un vampiro ingiere los jugos del ajo, y deja que a través de su estómago pasen a su organismo, perdería para siempre sus habilidades sobrehumanas. ¿La poderosa princesa sanguinaria al mismo nivel que una simple mortal? Era demasiado bueno como para poderlo creer. Una idea se empezó a formar en la mente de Lope. Tal vez podría someterla igual que había hecho con Valeria. La idea de tener a dos atractivas vampiresas subyugadas era demasiado tentadora. Para asegurarse de que lo mordía e ingería sus jugos, necesitaba llevarla al éxtasis, igual que había hecho con Valeria.

No tardaría en hacerse de día, momento en que ambas chicas entrarían en una especie de tedioso letargo. Sabía por experiencia, que tener sexo de día con un no-muerto, es muy poco placentero. No les gusta demasiado moverse durante las horas de sol, y actúan como alguien recién levantado de un intenso sueño. De forma vaga y aburrida. Si quería lograr su propósito, no había tiempo que perder. Aún tenía un par de horas por delante.

  • Ayúdame.- Le ordenó a la morena.- Haz que vuelva a estimularme.

Valeria lo miró con suspicacia y arqueó una ceja. Podía leer las intenciones del chico como un libro abierto. Y no, no había forma de que lo que se traía entre manos pudiera salir bien. Pero no tenía sentido intentar lidiar con su testarudez.

Sumisa, la chica se recostó entre sus piernas y lo miró traviesa, mientras movía su boca. Sacando su larga y hábil lengua, empezó a recorrer el flácido miembro de Lope.

El sabor amargo del fluido de Lope se mezcló en su boca con el agridulce sabor de los fluidos de Ersebeth. El chico estaba exhausto tras el intenso orgasmo, pero Valeria tenía mucha experiencia con el sexo opuesto, sabía como hacer que la virilidad volviera.

La lengua se enroscaba alrededor de su miembro, presionando el glande, mientras sus finos labios carmesí lo recorrían en toda su extensión. Eran incontables las veces que Valeria le había practicado sexo oral, pero el chico nunca se cansaba de ello. No tardó demasiado en estar completamente erecto.

  • ¡Para!- Le ordenó bruscamente.- O harás que me corra.

Valeria con una sonrisa de satisfacción apartó su rostro del miembro viril del chico. Se volvió a apoyar en el baúl mientras contemplaba como Lope volvía a situarse encima de Bathory. Esa era la fiesta privada del chico, y Valeria se sentía algo desplazada, acostumbrada como estaba a ser el centro de sus atenciones. Mientras Lope volvía a penetrar con energías renovadas a la reina de la noche, Valeria notó un pequeño ardor entre sus piernas. Aunque se negara a admitirlo, aquello empezaba a excitarla. Tal vez fuera la tensión del momento, la sensación de peligro. O tal vez, en el fondo, ella deseaba que el chico le hiciera lo mismo que hacía con su prisionera.

Lope arqueó el cuello al notar como unas finas y hábiles manos se posaban sobre sus hombros, al mismo momento que notaba las piernas de Valeria rodear su torso. La morena se había subido a su espalda, presionando su cintura contra él. Buscando el roce de la cálida piel del chico contra su sexo.

  • Espera, no...- Le susurró él, temiendo por una rápida eyaculación.

  • No ¿qué?- Le replicó Valeria.- ¿quieres que me detenga ahora? ¿No quieres que alivie mi deseo contra tu piel?

Pero el chico ya no pudo negarse a ello, con un gesto con la cabeza le indicó que continuara. Nunca había gozado tanto con el acto sexual. No sólo era hacerlo con dos atractivas chicas. Lo que llenaba al chico de placer era la satisfacción de estar entre las piernas de una presa tan difícil. La adrenalina recorriendo su cuerpo después de haber estado al borde de la muerte. La sensación de someter y gozar del cuerpo de la poderosa vampiresa que había estado a punto de hacer que se meara de puro terror.

Lope no pudo evitar un grito de triunfo al ver como la mirada de la poderosa Ersebeth Bathory reflejaba el éxtasis del clímax. La vagina de la vampiresa segregaba más y más fluidos a medida que ella se fundía en el orgasmo. Y su grito pronto se convirtió en un intenso gemido al no poder reprimir más su propio placer, y por segunda vez, eyaculó abundantemente dentro de la vagina de la princesa.

De nuevo Lope se tumbó sobre la amplia cama, jadeando. Acariciando el cuerpo de Bathory. Valeria, aún insatisfecha, se tumbó a su lado. Con sus piernas, rodeó el muslo del chico, frotando sus labios vaginales contra su piel. Mientras ella aliviaba su deseo, él, cariñosamente, la abrazó, al tiempo que le daba un tierno beso en la frente. Estaba contento de su compañera, nada de eso lo habría logrado sin ella. Valeria se había enfrentado a una enemiga muy superior, y había logrado vencerla.

Una vez alcanzado el clímax, Valeria apoyó su cabeza sobre el cálido pecho de Lope. Su oído captaba el latido acelerado de su corazón. Ahora mismo en su interior había un cúmulo de sensaciones y sentimientos que no sería capaz de explicar. Por un lado, estaba su propia sed, la pelea con Ersebeth la había agotado, y el latido de Lope estaba despertando su ansia por alimentarse.

Ella tenía prohibido alimentarse de él, así que se escapó de su abrazo y se dirigió al arcón, sacando una bolsa de sangre congelada. No sería lo mismo que la cálida y sabrosa sangre de alguien vivo, pero calmaría su sed. Mientras la descongelaba en el microondas, se acercó a la suntuosa bañera. Al abrir el grifo, se sorprendió al ver que fluía de él un líquido carmesí. “¿Cómo lo logrará?” se preguntó, tentada de meter la cabeza debajo del grifo. Un timbre le indició que su plato ya estaba listo. Abrió el microondas y sacó la bolsa.

Mientras se alimentaba, miró de reojo a Lope. Si se lo hubieran preguntado un par de noches atrás, ella habría respondido con total sinceridad que lo odiaba en lo más profundo de su corazón. El chico no era más que un aprovechado que simplemente había tenido un golpe de suerte. Pese que habían compartido buenos momentos, y ella se había divertido como hacía décadas que no hacía, no dejaba de sentir desprecio por él. Simplemente lo consideraba un egoísta afortunado.

Pero desde que lo había visto plantado frente a Bathory, su percepción respecto a él cambió ligeramente. Pocos hombres, y casi ningún vampiro se habrían atrevido a enfrentarse cara a la poderosa vampiresa. Lope había desperdiciado su oportunidad de escapar y había acudido en su ayuda. Valeria estaba viva gracias a ese gesto valiente y temerario. Y ahora miraba a Lope con otros ojos. Claro, que también era culpa del chico que ella se hubiera visto en esa situación.

Mientras tanto, Ersebeth Bathory no perdía el tiempo. Ella conocía perfectamente el riesgo de morder el tubérculo que tenía en su boca. No sin esfuerzo, apretándolo contra su paladar, había logrado evitar que sus dientes lo perforaran. Su saliva manaba abundantemente de la comisura de sus labios debido al éxtasis. El hecho que un simple mortal hubiera logrado hacerla gozar de esa forma la avergonzaba enormemente. Pocos vampiros habían logrado algo así con ella. Su odio hacia Lope y su compañera era ahora más intenso que hacía unas horas.

Así que mientras ellos dos estaban distraídos, uno agotado por sus dos orgasmos, y la otra contemplando distraída su habitación mientras sorbía la bolsa de sangre, Ersebeth incrementó su esfuerzo por liberarse. Valeria la había sujetado bien, las esposas estaban bien apretadas contra sus muñecas y tobillos. Pero había algo que había pasado por alto a esa joven vampiresa. Su mano izquierda, gracias a la quemadura, tenía menos masa muscular. Sus tendones y ligamientos estaban dañados y débiles. Sería doloroso, pero podría regenerar en pocos días un par de dedos cercenados. Moviendo con fuerza su muñeca, empezó a presionar el aro de metal de las esposas contra su pulgar.

Cuando Valeria se percató de que algo iba mal, ya fue demasiado tarde. Con un rápido gesto, y sin que ella lograra entender cómo, la mano izquierda de Ersebeth Bathory se escurrió entre las esposas, librándose de paso del humillante guante en forma de patita de conejo.

Valeria no logró reaccionar a tiempo. Con los tres dedos restantes, la pelirroja se retiró la tela de su boca y escupió el ajo. A partir de allí, todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos.

Con un rápido tintineo metálico, Ersebeth rompió la cadenita del resto de esposas que la sujetaban. Lope reaccionó con un gesto de pánico en el rostro. No tuvo tiempo de asimilar lo ocurrido.

Con un rápido gesto, la princesa lanzó su mano contra el pecho del chico, como si de una lanza se tratara, atravesó sus costillas, hiriéndolo en el pulmón. Entre estertores, Lope empezó a ahogarse en su propia sangre.

Valeria no tuvo tiempo de llegar hasta la espada. La princesa sanguinaria se abalanzó sobre ella y con la furia de un tigre de dientes de sable la mordió en el cuello. Dispuesta a separarle a dentelladas la cabeza de sus hombros.

CONTINUARA