La vacuna del tetanos

Una colegiala es acompañada por un profesor a vacunarse.

Esta historia que voy a relatar sucedió hace trece años, cuando yo contaba con dieciséis primaveritas. Por aquella época estudiaba tercero de BUP en un instituto sevillano y, para ser sincera, era una chica del montón: ni delgada ni gorda, morena, poco pecho pero piernas bonitas

A pesar de que en mi clase había niñas mucho más atractivas que yo, era evidente que Carlos, el profesor de gimnasia, se sentía atraído por mí. Era un hombre de unos cuarenta años bastante poco agraciado y, encima, mal conservado, pero yo disfrutaba viendo cómo me miraba e incluso me excitaba saber cuánto me deseaba. Además, como era muy simpático, nos llevábamos muy bien.

Un día, en el recreo, tuve la mala pata se sentarme encima de un hierro oxidado y me hice una herida en el muslo. La verdad es que no tenía buen aspecto, así que me dirigí al

Campo de deportes en busca de Carlos. Una idea excitante recorría mi cabeza. En seguida, un escalofrío de placer sexual me recorrió el cuerpo. Carlos estaba solo. Le conté lo que me había pasado y, sin dudarlo un instante me levanté la falda para enseñarle la herida. Sus ojos estuvieron a punto de salirse de sus órbitas. Mis muslos blancos y carnosos y, sobre todo, mis braguitas blancas de adolescente modosita fueron demasiado para él. A duras penas me dijo que tenía la hora libre y que me llevaría en coche al hospital.

Por el camino me explicó que me iban a tener que poner la antitetánica "¿Eres una chica valiente o tendremos que sujetarte mientras te pinchan? –me preguntó mientras sonreía maliciosamente. Yo me hice la acojonada –la verdad es que en eso no tuve que fingir porque las inyecciones me daban y todavía me dan pavor-

Cuando llegamos al Centro de Salud nos dirigimos a urgencias. Después de esperar un ratito oímos desde megafonía mi nombre. Reclamaban mi presencia en una de las consultas. Carlos se levantó de inmediato y me siguió. Estaba claro que no quería perderse el espectáculo de mi revisión médica pero yo decidí hacerle sufrir un poquitín.

-Carlos, por un lado me gustaría que entraras porque estoy asustada pero, por otro, a lo mejor me pinchan en el culo y me da vergüenza. ¿Te importa esperarte fuera? Si quiero que pases, ya te aviso –dije con ojos de carnero degollado.

-No, claro que no –respondió Carlos con la mayor mirada de decepción que yo había visto en mi vida.

Me hicieron pasar. El médico era un chico joven y amable. Me tuve que quitar la falda y quedarme en bragas para que me desinfectara la herida. Escocía una barbaridad.

Después vinieron las palabras que me asustaban-excitaban a partes iguales:"Muchachita, te vamos a tener que poner la antitetánica". Entonces, continué con mi malévolo plan. Hice como si no estuviera dispuesta a pincharme y, a pesar de la insistencia del médico, me marché zumbando. Fuera estaba Carlos esperándome. Sucedió lo que yo me imaginaba. Carlos me convenció para que volviera a pincharme.

"Yo estaré contigo todo el tiempo. No te va a pasar nada, pequeña" –decía mientras me acompañaba dentro agarrándome de la mano.

Mientras el médico preparaba el inyectable pregunté con voz inocente el lugar del pinchazo. "Es en el culete" –La voz del médico parecía transmitir también cierta excitación.

-Carlos, no mires, que me voy a preparar

-No, tranquila –mintió descaradamente, pues no dejaba de mirarme, cosa que yo, mientras me desabrochaba la falda, podía ver con el rabillo del ojo.

Mi falda y mis braguitas cayeron hasta la altura de mis rodillas. Con un gesto de pudor, me tapé el vello púbico con las manos. Mis nalgas estaban totalmente expuestas.

Me tumbé bocabajo. La camilla estaba muy fría y la frialdad se clavaba en mis muslos y en mis brazos. Me sentía cada vez más excitada. Carlos se acercó y me acarició la mejilla "Ya verás como no te duele mucho"

El pinchazo me dolió muchísimo. Tanto, que no pude evitar que se me escaparan un par de grititos que seguro que pusieron a Carlos todavía más cachondo.

Ya en el coche, continué con el juego:

-Carlos, por favor, no vayas a contarle a nadie que has tenido que estar conmigo durante la inyección porque me daba miedo…y tampoco que me has visto el culo.¡Qué vergüenza!...por favor.

-Estoy acostumbrado a ver mujeres desnudas. En mis ratos libres soy masajista ¿no lo sabías?... CONTINUARÁ