La vaca
Una pequeña vaca nos cuenta su historia
Esta es la historia de mi vida,
ni mejor ni peor que otras,
aunque seguro que diferente a la de la mayoría de vosotros.
Me crié en una granja, sé que nací de una mujer,
porque a pesar del poco acceso que he tenido a la educación,
he descubierto en mis carnes que todos nacemos del coño de una mujer,
aunque mi padre se empeñó desde bien pequeña en decirme que mi madre era una vaca.
Sé que es un poco sorprendente pero cuando os cuente mi vida lo iréis entendiendo.
Mi primer recuerdo consciente es de mi padre gritando y atizándome con una vara,
para que me quedara en el suelo a cuatro patas, me decía que era una vaca lechera y
que debía estar así todo el día. No sé exactamente qué edad tendría por aquel entonces
sólo sé que con este método infalible, aprendí muy pronto qué era y cuál era mi lugar.
Durante mucho tiempo, lo único que hacía durante el día, era pasear por mi parcela sin poder salir del vallado.
Meaba en el prado y procuraba cagar siempre por el mismo sitio así no me manchaba el resto del día.
Cada vez que lo hacía mi padre me obligaba a meterme en la charca que tenía en el terreno,
para lavarme . Decía que tenía que estar siempre limpia para no enfermar.
Comía los trozos que mi padre me lanzaba al suelo y
tres veces al día me daba su leche especial para ponerme fuerte,
tenía que sacarla chupando un trozo de carne que salía de su cuerpo y
que me decía servía para practicar bien el reflejo de succión de las terneras como yo.
Era mi momento favorito del día porque lo tenía cerca y me acariciaba el pelo y para que engañarnos
la leche que me daba estaba mucho más rica que el resto de cosas que comía del suelo.
Un día mientras dormía en mi prado, empecé a sentir un dolor muy fuerte en la barriga,
y un líquido marrón rojizo empezó a salirme de agujero del pipí.
Llamé a mi padre con gritos de alarma y mi padre me calló con la vara. No me estaba permitido hablar, sólo mugir, y aunque intenté explicarle que con mis mugidos no me oía, a él le dio igual y hasta que vio la mancha roja, no paró de golpearme el lomo.
Cuando vio la mancha echó a correr por el prado loco de contento, gritando que por fin ya era una vaca de verdad.
Se acercó a mí y me dijo, que ya podría empezar a criar, y que tendría que buscar un buen toro para que me preñara.
Yo no entendía nada de lo que decía pero estaba tan contento que a mí no me quedó otra que mugir bien alegre también, a pesar de mis múltiples dolores.
Como premio por mi mancha me dio de su leche aunque aún no me tocaba y en vez de hacerlo a través de la valla, se quedó tumbado en el prado mientras yo le succionaba mi premio. Estaba como loco, no paraba de resoplar, y me decía que íbamos a hacernos ricos y que podríamos criar a mas vacas y mas terneros como yo.
Venderíamos al leche y ganaríamos mucho dinero.
A partir de este momento, varias personas vinieron a la granja a verme, hombres que no conocía, me tocaban y metían sus manos en mis agujeros para ver si estaba todo en su sitio decían.
Cuando terminaban y veían que todo estaba bien, mi padre me decía que me agradecían que los dejara tocarme y que ellos también tenían la misma leche que él y me la daban por ser tan buena vaca.
Yo disfrutaba mucho porque en esos días podía tomar mucha más leche que normalmente y
los hombres decían a mi padre cuanto pagarían por mí si mi padre les dejaba desvirgarme.
Yo no sabía qué era eso, pero si me daban leche de sobra, me daba igual.
Mi padre estaba nervioso con tantas atenciones para su joven vaca, yo lo veía cuando me revisaban los agujeros, no le hacía demasiada gracia que se acercaran tanto ni que metieran sus narices a ver si todo estaba bien.
A mí por el contrario cuando alguno sacaba la lengua y me probaba el agujero del pis me daba calambre y se me doblaban las rodillas.
Hubo un tipo que aprovechó que mi padre estaba hablando por teléfono para sacar su carne rosa e intentar meterla por el agujero
del pis, pero yo rápidamente me di la vuelta para poder chuparla y sacar mi leche favorita,
al principio el hombre se resistía diciendo que quería follarme (a saber lo que era eso),
pero en seguida se quedó tranquilo cuando con mi bien entrenado reflejo de succión, le saqué hasta la última gota de leche.
No derramé nada, era una experta en no desperdiciar nada pues cada gota era un tesoro.
Cuando mi padre volvió, se enfadó mucho con el hombre y le dio también con la vara,
vino corriendo a mí a ver si mis agujeros estaban todos bien cerraditos, así me decía, y yo mugía para que viera que sí, aunque con el matojo de pelo que me había salido, era difícil saberlo.
Los días pasaban y mi padre me dijo que por fin había encontrado al macho que me iba a preñar, había pagado mucho según decía mi padre, y podía comprar las máquinas para la extracción de leche y las cosas que iba a necesitar para cuando me preñaran.
Mi padre me hablaba a veces como si yo entendiera lo que me estaba diciendo y yo mugía sonriente por agradarle y que no me diera con la vara.
Pero la verdad es que no sabía nada de las cosas que quería que hiciera, ni de cómo iba a cambiar mi apacible vida...
Un día apareció por el cercado un hombre sólo, iba con la carne colgando y desnudo como yo. Mi padre me explicaba que las vacas no necesitábamos ropa pero que las personas sí, así que cuando lo vi sin ropa, pensé que también sería una vaca como yo.
Me extrañó mucho que mi padre no subiera al prado con él, pues nunca me había dejado sola, pero el hombre vaca me dijo, que venía a vivir también en mi parcela y que ahora tendríamos que estar juntos para conocernos mejor.
Como habló conmigo en vez de mugir, yo le contesté tímidamente que estaba muy contenta de tener compañía y que si me iba a dejar beber su leche cuando yo quisiera sin tener que esperar a papá. Al hombre vaca debió ponerlo muy contento mi sugerencia porque su carne se puso muy roja y larga en un momento y se tumbó para que recibiera lo mío.
Cuando estaba a punto de lanzarme, me paró y me dijo que él también quería la leche que yo tenía, y que si me daba la suya yo tendría que darle la mía, no sabía de que me hablaba, pues yo estaba segura de no tener leche, y ante la idea de perder yo la suya, le dije que tomara todo lo que quisiera.
Me dio la vuelta y puso mis agujeros a la altura de su cabeza y empezó a chupar mi agujero peludo, mientras yo mamaba su carne deliciosa y rosada.
Empecé a notar sensaciones extrañas en el cuerpo, mis ubres en la punta se pusieron muy duras y sensibles cuando rozaban el cuerpo del hombre vaca y su pelo. Me las cogía y tiraba de ellas, mientras chupaba mi orificio.
Por primera vez en mi vida, no podía chupar la carne con la atención de siempre, porque estaba más centrada en las cosas que sentía. El hombre vaca me decía que tenía un coño virgen delicioso y unas tetas gordas para follarlas.
Yo no entendía lo que decía, pues nunca le había prestado atención a mis ubres, que me caían por delante y que con el paso del tiempo habían ido creciendo sin fin, hasta que si me agachaba un poco las arrastraba por el césped.
Pero la verdad es que en ese momento, las sentía pesadas y hormigueaban con cada pellizco que me daba en la punta.
EN un momento dado empecé a gemir y resoplar como tantas veces había visto hacerlo a mi padre, tuve que sacarme la carne de la boca porque no era capaz de controlar los calambres que estaba recibiendo entre las piernas, la lengua del hombre vaca llegaba a todas partes y chupaba los pelos y todo lo que encontraba en su camino, yo sentía que algo crecía dentro de mí, sentía unas ganas terribles de hacer pis, estaba segura de que no podría aguantar y cuando un calambre de gusto me subió por la espalda, un chorrazo de pis, salió a presión de mi agujero, regando la boca y la cara de mi vaca particular que no dejaba de chupar y beber todo lo que salía de mi, mientras gritaba como loco, empezó a tirar leche sin que yo estuviera lista para beberla y me tuve que lanzar para recoger todo lo salía sin control alguno.
No entendía lo que había pasado, es que se podía sacar leche sin tener que chupar la carne?? me había engañado mi padre todo este tiempo??
Mientras yo pensaba estas cosas el hombre vaca se restregaba la cara intensamente, se relamía y chupaba sus labios nervioso y atribulado. Decía cosas como ambrosia, deliciosa, sabrosa...
Nos quedamos tumbados en la hierba mirando al cielo azul, él hablaba del futuro juntos, de lo que íbamos a disfrutar, de los terneros que tendríamos y de lo felices que íbamos a ser.
Yo sin embargo, recodaba mi goce y me tocaba con los dedos intentando obtener ese placer que mi pareja me dio.
Al percatarse éste de mis fallidos intentos, cogió su gran mano y tanteó entre mis largos pelos negros, me los separaba y con los dedos me iba señalando y enseñándome cada una de las parte que había bajo mi matojo.
Lo primero que me tocó fue el agujero del choho, como él lo llamó, metió un dedo y se coló profundamente con mucha rapidez, me dijo que ya estaba mojada de antes y que por eso entraba tan fácil. Me decía que ahí iba a meterme su polla en cuanto se recuperara para desvirgar mi dulce coñito de vaquita rica.
Entraba y salía y cada vez empujaba mejor, cuando yo empecé a resoplar, me sacó el dedo y pasó al siguiente, que para mi sorpresa era el del pis, abría mucho mis partes, incluso tirándome de los pelos, decía que si no, no se vería por donde salía, cogió un ramita del suelo y me la intentó meter por donde él decía que me salía el pis, me hizo tanto daño que cerré las piernas de golpe y no le dejé.
No se enfadó, ni me pegó con vara alguna, me dijo que aprendería a que me gustara y que acabaría pidiéndole que me metiera cositas por la uretra.
Me abrió las piernas y me dijo que ahora venía la mejor parte, y que como era una vaca muy
sensible, mi perdición estaría en ese botoncito que me hacía temblar, que nunca me podría resistir a un buen polvo, si apretaban el botón mágico.
Yo escuchaba atenta, aunque no terminara de entender de la misa a la mitad.
Completamente abierta de piernas y con la cabeza levantada bien atenta, empezó a acariciar un trozo salido que me veía con mucha dificultad y no podía saber bien su forma, era un pellejo que levantaba y aparecía un bultito más rojo, lo llamó clítoris y cuanto más lo tocaba, mas gustito me daba. Me decía que lo tenía muy grande para mi edad y muy muy sensible que por eso siempre sería una vaca buena, porque daría lo que fuera porque me lo tocaran, y así fue, cuando empezó a frotarlo y un placer maravilloso hizo que el cuerpo se me derritiera, supe que daría cada día lo que fuera por no dejar de sentirme así, ese día empezó mi adiestramiento para vaca de cría.
Dejé caer la cabeza hacia atrás y me relajé disfrutando de las atenciones que le estaba dando a mi botón, clítoris lo llamó. Lo acariciaba suavemente de arriba a abajo y cuando parecia que iba a aumentar la intensidad se paraba en seco y me pedía que hiciera algo para seguir acariciándolo.
Lo primero que me pidió fue que le acariciara yo a él su trozo de carne, llamado polla que estaba larga pero no muy dura, me cogió la mano y me enseño a masturbarlo lentamente, según me explicó, así también se sacaba la leche que tanto me gustaba y él me diría durante el día como quería que se la sacara.
Cuando estaba brillante y salían gotitas de la punta, me dijo que parara, que todavía no quería correrse, yo me quedé embobada mirando la punta esperando que saliera mi ración, pero me quedé con las ganas.
Me volví a tumbar con las patas bien abiertas y el volvió a tocar mi bonito botón. En dos pasadas ya me sentía lánguida y dispuesta, empezaba a gemir y mis ojos se cerraban soñadores, cuando más a gusto estaba, me soltó un golpe con la mano abierta entre las piernas, me dolió mucho pero a la vez me gustó, el aire se me quedó parado en los pulmones y levanté la cabeza para mirar a mi macho y decir, dame más por favor.
Me golpeó varia veces seguidas sobre el clítoris, golpes secos y contundentes que me llenaron de gozo y de dolor, empecé a hacerme pis sin poder controlarlo, el golpeaba y el chorro se me cortaba, y yo lloraba de angustia porque no podía terminar de gozar ni de mear, era horrible y muy intenso, quería que me diera más fuerte y que parara, que chupara para aliviarme y que pegara su cara a mi chocho para restregarlo.
Pero él por lo visto tenía otros planes, me dio la vuelta pegó mis ubres al suelo y levantó mi trasero, y con un fuerte golpe, me metió la polla por el coño que palpitaba necesitado de que alguien lo colmara.
Me hizo mucho daño, era muy grande y yo muy pequeña, sentía como si me rompiera las tripas por ahí dentro, entraba y salía golpeando mi trasero fuertemente con sus envestidas. Yo ya no sentía ningún placer, sólo podía llorar y decirle que a gritos que parara, pero él estaba como ido empujando sin parar. Me cogió por la cintura y me apoyó sobre su pecho mientras me seguía partiendo en dos, me dijo jadeante que ahora me iba a gustar más, que
sólo necesitaba pulsar mi botón mágico y lo gozaría a lo grande, así que eso hice, mientras el me sujetaba por la cintura clavándose en mí salvajemente, yo empecé a darme palmadas en el clítoris, como él había hecho un momento antes.
Del sufrimiento al gozo, pasé en un segundo, abría las piernas con fuerza para poder golpearme más fuerte y mejor, él me levantaba en peso con sus fuertes brazos, y nos movía a los dos con brío, empezó a resoplar fuertemente, me decía que se iba a correr que me diera prisa si no quería quedarme sin lo mejor.
Yo estaba fuera de mí golpeándome fuerte y rabiosa, hasta que un calambre de placer, me recorrió de los pies a la cabeza, gritaba fuerte y resollaba.
Cuando mis sensaciones se serenaron, miré a mi macho que sonreía tranquilo y me recostaba de nuevo sobre la hierba fresca de mi prado, el se echó a mi lado y trajo su boca hasta la mía, las juntó y me dijo que la abriera e intentara cazar su lengua con la mía, eso hice y entre babas deliciosas me dio mi primer beso.
Al volver a sentir este placer, mi chocho volvió a palpitar, le dije que volviera a acariciarme que quería más, el sonrió con tristeza y me dijo acariciando mis carnes y manchando sus dedos de sangre, que yo no sería feliz con un sólo macho que para poder saciar mis apetitos necesitaría a otros más jóvenes y capaces, y que él era demasiado mayor para seguirme, que se contentaba con desvirgar mis agujeros pero que sabía que nunca podría ser sólo suya.
Yo ya no le escuchaba, sentía sus dedos nadando de nuevo en mis jugos y jadeaba con los ojos vueltos hacia arriba y la lengua fuera esperando mi deseado calambre. Acercó su cara y lamió los restos rojizos que había en mis pelos y chupó con fuerza mi botón, que ya palpitaba por sus atenciones, volví a correrme en unos minutos, así se llamaba el placer del chocho y de la polla. Me quedé relajada un rato escuchando a mi macho hablar de cuando me preñara y naciera nuestra primera cría, no sabía si podría aguantar el sólo conmigo hasta conseguir preñarme, porque veía imposible complacer mis instintos él sólo.
Con su voz de fondo, me quedé dormida.
CONTINUARÁ …………O NO. LO QUE DIGÁIS