La útima migración

Ya estaba en el foro, pero me he decidido al final a subirlo aquí, espero que os guste. ¡Saludetes!

Salimos hace ya algunas semanas, la verdad es que no soy muy consciente del tiempo. Vinimos a un sitio mejor. Es lo único que me importaba, y tras todo ese tiempo de vuelo, con pocas paradas y siguiendo siempre el sol, lo único que queríamos era comer un poco y descansar.

Llegamos al cuarto día de vuelo a un paraje montañoso muy acogedor. Hay abetos y pinos negros en las cimas, todavía sin nieve. Las faldas están jalonadas de arces y robles, y ya mas cerca del valle se ven los cultivos de olivos y cereales, con pequeñas aldeas diseminadas por aquí y por allá.

Los primeros días fueron estupendos. Al amanecer salíamos a desayunar, olía a flores y a hierba fresca mojada por el rocío. Luego nos parábamos a bañarnos y echábamos unas tertulias muy divertidas. He conocido a un montón de compañeros de vuelo en los que ni me había fijado, y la mayoría me parecen agradables. Solíamos ir juntos a todos sitios, todo el día. Al atardecer cenábamos, y no tardábamos mucho en dormirnos, pues los días eran largos y cálidos a mi parecer. Aquí también empieza a hacer frío, pero nada que ver con el clima de nuestro país. Cuando salimos de allí todo estaba nevado, y el paisaje no cambió de tono hasta el final del segundo día de vuelo.

Los chopos tienen las hojas ya amarillas, van cayendo, y día tras día se va notando que la temperatura baja, y los días se acortan, plácidos y divertidos.

Hoy me levanté como cada día y bajamos a lavarnos y a comer algo. Al rato, escuché unas voces femeninas que provenían de detrás de una pequeña colina.

"Bueno, no es una mala forma de empezar el día…"

Me acerco tranquilamente hacia las voces. He de decir que suenan muy sensuales, muy agradables

¡Un momento! ¿Qué es eso? ¿Qué es esa rama negra tan extraña? ¡Humanos! Los habíamos visto muchas veces en sus aldeas, pero no nos acercábamos nunca demasiado, gritan mucho y huelen fatal. ¿Qué hacen hoy aquí tan cerca de nosotros? Algo me dice que esto no está tan claro. Instintivamente, bajo la cola y tuerzo mis alas provocando una pirueta que me hace bajar casi al suelo.

Demasiado tarde. Un sonido muy fuerte, como un trueno, me retumba en el cerebro, e instantáneamente siento una punzada en mi costado. ¡Uf, cómo quema! El dolor paraliza mi cuerpo y caigo al suelo entre la hierba y las hojas amarillas de los chopos. Esto no me puede estar pasando a mí. Me encuentro muy mal, tengo mucho frío, quiero descansar, pero el dolor es tan insoportable

Apenas oigo los pasos de algo jadeante que me absorbe, es como un aliento de calor….después…nada.