La usurpadora (y 13): Unas vacaciones inolvidables

Alfredo ha superado satisfactoriamente el examen de acceso a la universidad. Su madre y su tía le preparan como trofeo unas vacaciones de ensueño en que de jodienda sin parar en la que su amada prima será la invitada especial.

Estimados lectores: Disculpar mi tardanza a la hora de escribir este capítulo. Un asunto personal me está impidiendo disponer del tiempo suficiente para escribir como es debido. Me temo que eso me obligará a retirarme un tiempo como escritor. Gracias por vuestra paciencia.

La usurpadora (y 13): Unas vacaciones inolvidables

Allí me encontraba. Anonadado, confundido y a la vez excitado. Mi prima Sabina, se me entregaba voluntariamente a mi. Como una esclava más en mi harén. ¿Como narices habían llegado las cosas hasta ese punto? El camino que inicio con la ira proveniente de mi sed de venganza fue el que me condujo a ese destino. Es más que probable que ahora que conozco en más profundidad a mis parientes no consanguineos no hubiese realizado esto, nos las habría castigado con mi desprecio y mi lujuria, sometiéndolas a todos mis caprichos. Es francamente posible que si las cosas hubiesen sido de otra manera habría tenido también un romance con la hija de mi tía. Pero en cierta forma todo el cariño, afecto que ahora nos profesamos entre todos no hubiese sido posible sin ese camino tortuoso que provoqué al acabar con la vida de mi odioso padre.

Pero aquel momento fue un shock. La mezcla de volver a tenerla en mis brazos como enamorados luchaba con el ardor de poseerla sexualmente. Ya tengo más que asumido que tengo un pequeño demonio en mi interior que me inflama en los más oscuros deseos, especialmente con las personas a las que amo. Lo tengo controlado para que se alimente solo lo necesario y no las lastime. Y ellas están encantadas de mi lado oscuro. Pero en aquel momento la famosa lucha entre el ángel y el demonio primero venció el ángel. Ya que lo primero que hice fue besarla en la boca. Apasionadamente, nuestras lenguas se deslizaban y jugueteaban entre ellas. Su mano se alzo sobre mi cuello y nos abrazamos mientras aquél beso nos fundía nuestras almas como si fuésemos uno. Estuvimos un largo tiempo dándonos ese afecto que tanto tiempo echábamos en falta mientras nuestras madres nos observaban entusiasmadas.

Yo – Te amo Sabina. Te amo. Siento mucho haberte dejado. Pero creo que ya sabés por que lo hice.

Sabina – Lo sé mi amor. Lo sé. Sé que me amas. Y se que mi madre y mi tía son tuyas. Son tus sirvientas. Mi madre me lo contó. Al principio no me lo creía. Que era una locura. Que no podías ser tú. Pero no puedo vivir sin ti. Ya lo sé. Y si la única manera de hacerla es unirme a vosotros tres será una maravilla. Seremos como una gran familia para todo.

Yo - ¡Oh, Sabina! Este regalo es demasiado. Pero ¿Eres consciente de lo que hacemos?

Abigail – No te preocupes amo mio. La he educado e instruido para servirte como es debido. Le enseñe uno de nuestros vídeos de jodienda. Al principio se asustó al verlo y casi cerraba los ojos. Pero al final miraba con los ojos abiertos y los mofletes enrojecidos de excitación.

Yo – Tía ¿Has sido tú su instructora?

Abigail – Así es amado sobrino. Y ha sido una alumna muy capaz, como no podría ser de otra forma con las notas que saca. - dijo entre risas – Estaba muy entusiasmada y decidida a que volvieras con ella. Y no te preocupes. Sé que amas a mi hija, no he sido dura con ella. No ha echo falta. Ha sido una aprendiz muy obediente y atenta.

Yo - ¿Qué le has enseñado?

Abigail – He seguido los pasos de mi hermana cuando lo hizo conmigo. Pero como te he dicho no he tenido que aplicarle casi ningún castigo. Lo primero sexo oral. Le he enseñado con un dildo a tragar polla como te gusta. Aún tiene que mejorar pero con dos meses que he tenido he echo lo que he podido. A parte sabiendo que vamos a ser cuatro también he recibido clases de comer coño. Y las he disfrutado dándolas que no veas. Todos los días lamiéndome el chichi. Hermanita te garantizo que la vas a disfrutar. - guiñando a Nadia -

Nadia – Estaré encantando de probar sus conocimientos y ponerle nota.

Abigail – Ya te digo que es cum laude. Además hermanita como me tiré casi siempre comiéndotelo a ti. Necesitaba una que me lo chupase el mio. Que yo también tengo mis necesidades. Y llevo varias semanas que no paro de suspirar de placer.

Nadia – Pues que sepas que llevas dos meses sin cumplir tus obligaciones aquí – dijo con un dedo indicando su sexo.

Abigail – Por supuesto que recuerdo que tengo que ganarme el sueldo y voy a dejar tus bajos limpios como una patena.

Nadia - Pues deja de hablar y que tu boca trabaje de nuevo. Venga, al tajo se ha dicho. Se te acabó las vacaciones.

Mi madrastra se levanto el vestido mostrando su sexo y presurosa su hermana se arrodillo ante ella para adorarla cual diosa y proceder a acariciarle con su sinhueso. Las miradas de las dos se intercambiaban y si la de mi madre se entrecerraba para gozar de las sensaciones que le proporcionaba su experta hermana, la de esta estaba concentrada en ver cual el resultado de su tarea viéndola entusiasmada en el retorno a la dedicación a hacer gozar a su pariente.

Su hijo observo a su madre y no tardo en imitarla conmigo. Yo estaba distraído viendo como lo hacían nuestras madres y casi ni presté atención a que Sabina me estaba quitando el cinturón del pantalón. En un santiamén me había desvestido por abajo quitándome al fin el calzón haciendo aparición mi pene con un rígida y erguida erección apuntando al techo. Fue al sentir un dulce beso en mi prepucio cuando presté atención a lo que ocurría debajo de mi.

Sabina – Echaba mucho de menos tu lanza. Mi señor.

Baje la cabeza y nos cruzamos las miradas. No hacía falta decirnos nada. Sus ojos brillaban como cuando nos enamoramos en nuestro viaje a Alemania. Ella me quería y me iba a realizar aquello como muestra de amor y devoción.

Yo – No tienes porque hacerlo cariño.

Sabina – Quiero hacerlo. Dejame hacerte gozar con mi boca.

Abrió más la boca y realizando un poco de esfuerzo en la apertura de su mandíbula dejo entrar el glande en su paladar. Era la primera vez que me la mamaba. Lo había deseado tanto que todo mi ser tembló en ese instante. Mi cuerpo, mi mente y hasta mi corazón. Aquella muestra de entrega me hizo rozar las puertas del paraíso a nivel emocional. Empezaba a comprender que posiblemente era uno de los hombres más afortunados que pisaban el planeta. Sabina tomo mis manos y yo las deje guiar a su cabeza.

Sabina – Recuerda mi amo. A partir de ahora soy tuya.

Una de sus manos buscó mi escroto y comenzó a masajearlo con dulzura. Y fue en ese momento cuando su cabeza inicio su descenso por el tallo relamiendo con su lengua en el interior haciéndome tiritar de placer. No por la técnica sino por quien lo hacía. A todos los hombres nos encantan que nos chupen la polla, pero no cabe duda que si lo hace una persona amada y lo hace con tanta pasión la mente se obnubila de sensaciones y sentimientos. Mi prima estaba mimando mi polla proporcionándome un placer agigantado y sin dejar de observarme. Examinando cada una de mis reacciones como si el resultado del placer que me proporcionaba era la mayor de las delicias para ella.

Alcanzó la mitad de mi polla y realizó varias pasadas. Luego la extrajo y se entretuvo a lamer el orificio uretral así como el prepucio. Desde luego había sido bien instruida. Era imposible que tuviese tantos conocimientos para ser su primera felación. Descendió con su lengua hasta mis huevos y los lamió delicadamente.

Sabina – Alfredo, tú eres mi rey.

Nadia – Desde luego le has enseñado muy bien hermanita.

Abigail no contesto al estar ocupada pero por la mirada que dirigió a su hija que estaba a su lado era la de una madre orgullosa. Sabina retorno en el recorrido ahora hacia arriba y una vez se introdujo mi polla en su boca. Los movimientos de vaivén trataban de profundizar cada más pero el grosor de mi polla se lo ponía difícil. Yo estaba en la gloría pero parecía que Abigail no estaba del todo satisfecha con el rendimiento de su aprendiz. Así que interrumpió su trabajo y con una mano empujo la nuca de su hija inquiriendola a bajar aún más.

Abigail – Vamos, no decepciones a nuestros amos. Son los que nos mantienen. ¿Recuerdas?

Aquel esfuerzo era muy grande para ella y ya estaba empezando a tener ligeras arcadas acompañadas de ciertas lagrimas productos del acto reflejo.

Nadia – Vaya pedazo de par de putas que nos hemos agenciado, hijo. Somos unos suertudos. Sigue comiéndome el coño. Meteme la lengua como tu sabes. Recoge mi miel, que es tu premio.

Allí estábamos uno al lado de la otra. Yo junto a mi madre de pie, tomando la cabeza de los otros miembros nuestras familias. Usando sus bocas para nuestro placer.

Nadia – Tumbate en el sofá. Que quiero dominarte. Hijo, haz lo mismo con tu sirvienta.

Abigail se tumbo en el mueble y su hermana se coloco encima de ella, tomó su cabeza y la dirigio otra vez a su sexo. Por la cara de placer que ponía disfrutaba especialmente de las ocasiones en las que usaba burdamente cual furcia barata de su hermana. Era cierto, ella también era una afortunada ya que ahora iba a disponer de dos sirvientas que le iban a proporcionar placer a raudales ya que su sobrina pasaba a ser otro de nuestros juguetes.

Nadia – Vamos Sabina. Ocupa el lugar que te corresponde.

Mi prima se fue al sofá más grande. Hacía tiempo que mi madre yo lo habíamos comprando para poder tener un sitio cómodo más donde follar. Sumisamente abrió la boca de par en par dando a las claras que su boca pasaba a ser un simple agujero donde yo me surtía del más delicioso de los gozos. Me coloque sobre su pecho y dirigí mi pene a su boca. Ahora iba a ser yo el haría los movimientos y su boca se convertía en una vagina para mi disfrute. Ya había dejado de ser una mamada y pasaba a convertirse en una follada de boca en toda regla. Estaba enardecido por el placer y en ese momento el ángel fue vencido. El demonio de la lujuria tomo el poder y no dudó en usar de aquel ser amado que se me entregaba. Aún así fui cuidadoso y mi entrada fue lenta permitiendo que se adaptará. La postura no permitía mucha profundidad como me gusta con lo cual no tuvo muchas dificultades para poder acompasar la respiración.

El demonio de la lujuria solo pensaba que estaba quitandole una virginidad a mi prima. Era la primera polla de verdad que entraba en su boca. Pero ahora no pensaba en ella como la amante que fue en Munich sino la esclava que acaba de prometer su fidelidad. Durante la semana de vacaciones no me atreví a pedirle una felación aunque yo le practique muchos cunnigulis para darle un gran placer. Mi demonio personal ansiaba saciarse con lo que tanto desee en esos momentos. Sentir mi polla en su cálida y húmeda boca. El diablo me tenía conquistado y ya solo pensaba en follarme esa boca. Y la excitación estaba ya el punto culmen. Sabina no aparentaba estar pasándolo mal sino que tenia en su rostro una mirada de decisión. Mientras oía como los gemidos de placer de mi madre gozando de la boca de su hermana. Aquella situación era desbordante. Teníamos a dos zorras a nuestras disposición todo el verano. Dos zorras, ya que Sabina en ese momento era mi amada, si. Pero lo principal es que era mi esclava. Que era lo que deseaba, que no se escapase, que fuese mía.

Y entonces llegó. De forma descuidada. Empezó a correrme gruñendo cual cerdo mientras mi polla estaba cual geiser en la cavidad bucal de mi prima. No tuve nada de precaución e incluso lo metí con profundidad tratando de meterla en la garganta. Aquello si que le costo un esfuerzo a Sabina, que aguantó como una campeona mis arremetidas mientras me derramaba. Al fin el cuerpo se me calmó y retiré mi pene permitiendo que respirase con facilidad y con unos cuantos tosidos. No me retiré de mi posición y observé sus reacciones. Ella tras recuperarse me dedicó una de esas sonrisas que me hacen desfallecer para luego mostrar su boca atestada con mi lefa mientras jugueteaba con ella como si fuese un delicioso manjar. Cerró la boca y los ojos. Oí un sonido de deglución. Abrió de nuevo la boca mostrándome su total aceptación.

Sabina – Tu sagrado esperma debí ir a mi barriguita.

Abigail – Como le ha enseñado su mami.

Mi hermana y ella habían terminado y se habían acercado interesándose. Casi no me percate de lo que habían hecho esas dos en los últimos minutos.

Abigail - ¿Te gusta como te la chupa mi preciosa niña?

Yo – Lo hace de maravilla.

Nadia fue a besar a su sobrina relamiéndose con los pocos restos que quedaba de mi corrida, luego fue a besar a su hermana.

Nadia - ¿Y entonces también sabes comer coñitos?

Sabina – Creo que las mamadas tengo que mejorar. Me cuesta mucho cuando me la mete adentro pero creo que en eso ya se me da muy bien. He estado sirviendo a mi madre para aprender.

Todo aquello lo decía sin el más mínimo pudor sino con una sonrisa en la boca de oreja a oreja. ¿Qué narices había hecho la madre con su hija? Nunca me lo dijo, solo me comentó que estaba decidida a recuperarme y si yo era un dominante entonces ella sería una sumisa. Cualquiera diría que es sacrificio demasiado alto. Así yo lo pienso también. Pero pensándolo detenidamente es más que posible que las mujeres de esta familia les guste a todas. Y esto casi una pensaría que es genético.

Nadia – Estoy deseando probar tus habilidades, cariño. En este verano ya sabes que te va a tocar ayudar a tu madre en su “trabajo” - dijo con un guiño cómplice.

Sabina – Estoy encantada de servirte, amada tía. Mi ama.

Abigail – Pero eso será en otra ocasión tortolitas. Hoy tenemos otros planes. ¿Recordáis?

Sabina – Si, madre.

Abigail – Amo, es hora de que usas a esta tu esclava, mi amada hija, para extender tu extirpe.

Yo - ¿Qué quieres decir? - pregunté extrañado

Abigail – Sé que te la follaste hace unos meses. Me siento halagada, mi señor, por ello. Y creo que mejor que ella la que sea la que te de un hijo.

Toda aquella parafernalia era tremendamente excitante. Pero lo que era el acabose era que me estaba haciendo entrega de su propia hija para ni más ni menos que la dejase embarazada.

Yo - ¿Quieres que preñe a tu hija?

Abigail – Si, mi sobrino. Ahí lo tienes, su coñito rasurado. Humilde, complaciente y listo para ser rellenado con tu cálida simiente. Introduce tu lanza en ella e inundala con tu bendita crema.

Yo aún estaba recuperándome del orgasmo que acababa de sentir de forma que no estaba aún en plena forma para ese pedido. Pero al observar esa preciosidad rosada, totalmente carente de vello como si fuese el de una indefensa joven me entró una irremediable ganas de saborearlo. Alcé el frágil cuerpo de mi prima y lo pose sobre la alfombra en el suelo. Con mis manos abrí sus piernas si percibir la más mínima resistencia pero al ver su cara si que se notaba un claro pudor señalado por sonrosamiento. Mi boca fue en busca de aquel afluente que ya vertía abundantes líquidos deliciosamente aromáticos cual bebida para calmar mi ardiente sed. Mi lengua busco afanosamente su clítoris y fue recibida con un amable gemido como síntoma inequívoco de que mi caricia era bien recibida. Observe su rostro y sus ojos brillaban devolviendo mi mirada en el que se leía un gracias implícito.

Mis manos no paraban de recorren aquel cuerpo que ya ardía como si sufriese de una mortal fiebre. Su enfermedad era el deseo, era la lujuria que caía ante mi lengua. Ahora absorbiendo aquel pequeño montículo que sobresalía furiosamente como deseando recibir aún más roces. Ahora relamiendo toda aquella dulce miel que se vertía cada en mayores cantidades en mi golosa boca. Mis palmas recorrían ansiosas los pechos febriles parándose en realizar delicados apretones en unos pezones endurecidos que podían cortar el cristal. Mi mano derecho bajo a colaborar para explorar las interioridades de mi prima encontrando una cueva que por su temperatura debía conducir a un volcán en erupción.

Ni que decir tiene que mis otras dos acompañantes no tardaron mucho en querer colaborar. Primero en rellenar de dulces caricias y besos a Sabina que por su forma de actuar parecía estar en el mismísimo cielo. Pero pocos minutos después parecían querer pasar al plato principal.

Abigail – Cariño – dirigiéndose a mi madre – vamos a erguir ya el arma de nuestro señor.

Nadia – Si, hermanita.

No les preste mucha atención pero al poco Abigail se colocó debajo de mi y se dedicó a relamer a mi pene que se endurecía a pasos agigantados. Pero la puñetera de su hermana decidió que la iba ayudar de una forma que parecía que ya la estaba obsesionando desde hacía algún tiempo. Una sensación húmeda y esponjosa partió desde mi ano. Una vez más me estaba proporcionando un rico beso negro. Ese ingrediente adicional fue el que aceleró mi erección a pasos agigantados.

Abigail – Ya está listo.

Mi tía se despegó de mi pene y salió de debajo de mi. Se colocó a la altura de la cabeza de su hija y tomó sus brazos uniéndolos sobre su cabeza, sujetándola.

Abigail – Vamos, amado sobrino. Es hora de que por fin te la puedas follar a pie descalzo. Sin condón, a escape libre. No esta tomando ninguna protección, te las vas a follar con todas las consecuencias. Le vas a provocar un barrigón. Y juntos cuidaremos de tu bebe. Mi hija será todo para ti. Tu amante, tu sierva, tu puta y hasta la madre de tu hijo.

Tuve un rayo de entendimiento de lo que estaban intentando. De esta forma me vería obligado a hacerme responsable de ella. Desde luego no era algo necesario, yo la amaba con todo mi corazón. Y moriría por ella si hiciese falta. Pero si ese era forma en el que como un contrato implícito yo me hacía cargo de todo y no las iba a dejar en la estacada, entonces sea así. Pero que demonios, también deseaba ansiosamente correrme en ese coño y llenárselo. De una forma u otra debía devolver todo lo que ellas me estaban dando. Ellas me darían sexo a petición y yo les garantizaría mi protección como macho de la casa. Una forma visceral de verlo, pero de manera emotiva ya me tenían atrapado. ¿Quién era dueño de quién?

Nadia – Vamos, hijo. Como hiciste antes conmigo y con tu tía. Posate sobre ella y usala para esparcir tus genes. Su madre ya te la ha sujetado, ahora no la dejes escapar.

Una invitación para tomarla a las bravas. Con dureza, sin miramientos. Imitando a una violación. Sabina estaba un poco inquieta, no realizaba movimientos de oposición. Con su cabeza asintió invitándome a proceder. Aún así yo mantenía algunos apuros. Tome mi pene y apunté a su vagina. Afortunadamente se abrió abrazándome cálidamente. Mi entrada a pesar de todas aquellas palabras que sugerían ser inclemente fue lenta, tanteando el terreno. Evitando cualquier posible daño. Mi madre no parecía estar de acuerdo con mis maniobras y se coloco a mi espalda y empujó con su cuerpo hacia abajo sintiendo sus pechos sobre mi espalda. Mi cuerpo se sintió como en un sandwich y mi peso estaba plenamente sostenido por mi prima. Hubo una ligera queja, ya que no era solo el mio sino el de su tía. Mi madre se retiro masajeándome con sus manos y su pecho dándome a las claras que no debía levantarme. Al sentirme algo liberada mi prima ya pudo respirar con más facilidad. La miré y ella buscó mi boca dándome un apasionado beso.

Sabina – Tomame mi amo, rompeme. Dame duro.

Fue la luz verde de salida en mi carrera desbaratada. Mis movimientos eran tales que casi la clavaban contra el suelo. Lo sorprendente es que a la quinta embestida pude notar en mi pene como su coño se contraía y se mojaba aún más. Sus gritos eran claros y por último sus piernas se enredaron a mi espalda. Mi prima, mi amada Sabina, se había corrido casi instantáneamente al sentir mi polla en su coño.

Al ver su cara sonriente, sus ojos cerrados. Su cara desencajada, concentrada en sus propias sensaciones me entusiasmé. Estaba claro que después de haberle relamido la entrada durante largo rato estaba a punto de caramelo para que se corriese. Mi orgullo por mi virilidad tomo nuevos bríos tomando como consecuencia que las penetraciones aumentasen su intensidad pasando de un trote a una cabalgada incontrolado. Sabina me abrazaba con sus piernas y con sus brazos mientras me animaba a darle más y más duro. Yo ya no era dueño de mi persona, mi parte más animal, era casi indistinto a un león de la sabana. Y como tal, con un gruñido de la parte más instintiva de mi persona mi cuerpo entró en modo automático y mi pelvis dio las últimas empelladas incrustando mi pene lo más hondo posible. Tratando de garantizar el éxito en la concepción. Toda mi entidad se revolcó en un temblor de grado diez en la escala Ritcher. Y al fin, la erupción de mi lefa entró disparada en la intimidad de mi prima alcanzando la cerviz y más allá, su útero. Él cual estaba preparado en el apogeo de su fertilidad para acoger al más rápido de mis espermatozoides para fecundar el ovulo que esperaba ansiosamente la llegada de su opuesto.

Aún cuando no hacía gran cosa que me habían realizado una potente felación a tres bandas este coito tan deseado por mi parte dio como resultado una abundante eyaculación, posiblemente hasta cinco lanzamientos. Muy ricos, dichosos y placenteros. Yo lo disfruté enormemente, y una vez que me retiré pude ver por la cara de Sabina que parecía que ella también había gozado con la llegada del caliente liquido a sus entrañas. Supongo que fue algo más de un deseo psicológico que de un placer físico, pero una sonrisa de oreja a oreja me invitó a besarla lleno de cariño. Mientras nuestras madres observaban entusiasmadas la escena de nuestros cuerpos abrazados dulcemente.

Nadia – Viendo a estos jovencitos me he puesto cachonda perdida.

Mi madre fue hacia la mesilla y abrió el primer cajón. Reconocí lo que era. Lo era la primera vez que lo usaba, era un dildo con correas. Miro a mi tía llena de deseo.

Nadia – Vamos putita, quiero follarte.

Abigail encantada de la vida se colocó en el sofá abierta de patas en una postura llena de flexibilidad, algo sorprendente para su edad.

Abagail - ¡Follame, hermana!

Mi madrastra no se lo pensó dos veces en enfilar el pene de plástico hacia la apertura que rebosaba de fluido. Nadia estaba algo desatada por la excitación y la embestida fue contundente y de una sola estocada la empalmó toda hacia adentro. Por fortuna el instrumento no era muy grueso porque sino la hubiese lastimado.

Podía comprobar el resultado de mi obra. Había pervertido a aquellas dos mujeres maduras en el apogeo de su sexualidad. Follaban como conejos y intercalaban sin ton ni son momentos de perversión con rudas palabras hacia la otra con otros de casi romanticismo en el que se intercambiaban besos rebosantes de pasión. A mi lado, una joven casi primeriza en las lides del sexo observaba entusiasmada el depravado comportamiento de nuestras madres y al mismo tiempo compartíamos caricias dignas de una pareja enamorada. No podía terminar de agradecer lo que había conseguido mi madre y mi tía. Era el regalo de mis sueños, tenía al mismo tiempo el sexo incestuoso y degenerado con ellas pero sin por ello renunciar al amor que latía en mi corazón con respecto a mi adorada prima. Compartí mis dudas con ella.

Yo – ¿No sé por que quieres estar conmigo? ¿No sé por qué no me odias? Te intenté apartar de mi para que no sufrieras.

Sabina – Lo sé cariño. Pero ha sido cosa de mi madre. Te quiero demasiado y aunque me costó un poco aceptar esto al principio mi madre supo como conseguirlo. Puso todo el empeño en que formará parte de esta forma tan rara de vivir nuestra familia.

Yo - ¿Como lo consiguió?

Sabina – Llamando a mi orgullo y que luchará por ti. Poco a poco, de manera sutil, en estos meses empezó a meterme mano y ofrecerme sus amplios conocimientos sobre hombres para que volvieses a ser mio.

Yo – En cierta manera lo soy. Me he dado cuenta de eso.

Sabina – Gracias mi amor, soy tu sierva de amor por devoción. Y me encanta la idea de que mi cuerpo sea un instrumento para tu placer. Cuando veo que te corres y pones esas caras tan preciosas en tu clímax me corazón late. Lo que te decía, un día cuando me sentía desfallecer ante la idea de perderte acepté la propuesta de mi madre. Ella me dijo que si eso es lo que quería entonces a partir de ese momento debía obedecerla en todo lo que ella me pedía. Y mirala ahora, esa misma noche se puso a follarme tal como Nadia le esta haciendo a ella ahora mismo.

Yo - ¿Y por que aceptaste?

Sabina – Me confesó la verdad. Que eras un dominante y que ella y mi tía estaban ejerciendo de sumisas para ti. Al principio me vino a la mente de que estaba loca, pero al mirar su rostro. Y con la seriedad con que lo dijo comprendí que no mentía en absoluto. Me comentó la posibilidad de entrar en su harén, y así estaríamos una vez más juntos.

Acaricie su rostro mientras oía su relato. No parecía haber nada de arrepentimiento, sino todo lo contrarío. Ahora estando conmigo se sentía en la dicha de haber conseguido lo que tanto le había costado.

Yo - ¿Fue muy duro el adiestramiento?

Sabina – No, mi madre me quiere mucho y de forma tan extraña acepté de buen grado rápidamente. Viéndonos ahora se diría que hay algo en nuestra familia que nos impulsa a estas prácticas. Una especie de gen incestuoso lésbico.

Yo – No lo creo. Simplemente tu madre saco los deseos que albergabas hacía ella ocultos. ¿Nunca has fantaseado con ella antes?

Sabina – Si, si que he fantaseado con ella. ¿Y no adivinarías el por qué?

Yo - ¿Qué?

Sabina – Cada vez que traía un nuevo hombre a casa sentía frustración, hasta celos. Cuando entre en la adolescencia me llegaron esos pensamientos de que ella no necesitaba a esos ricachones. Que yo le podía dar todo el amor que precisará.

Yo – Y fijaté, al final eso se ha cumplido.

Sabina – Aunque de una manera peculiar. Soy esclava de mi madre a parte de ti.

Nadia - ¿Y de mi? Sobrinita, no te creas que te vas a escapar a Bartolo

Nos quedamos sorprendidos de la interrupción de mi madre que seguía percutiendo sobre la entrepierna de su hermana.

Sabina - ¿Bartolo?

Mi madre paró con la respiración alterada. Se salio de Abigail y apuntando con un dedo al dildo.

Nadia – Sabina, te presento a Bartolo. Bartolo, esta es mi sobrina. Será una de tus próximas comidas. Tiene un coño sabroso, te encantará.

No paramos de reír ante la personificación de la polla de plástico. Ya hasta tenía nombre y todo.

Nadia – Estoy cansada. Vamos hermana, basta de ser una vaga y trabaja tú un poco. Ponte encima. Sabina, dejate de cháchara y empieza a chuparle la polla a mi hijo que la necesitaremos muy pronto.

Mi madrastra se tumbó en el sofá y se permutó la postura colocándose como amazona mi tía. Tomó el dildo y se lo apunto a su vagina realizando ahora ella los movimientos. Por su parte mi prima obedeció a su tía pero no sin antes darle un previo repaso a mis pezones. Sabina era con la que tenía mayor conexión emocional pero debido a su juventud el tema del sexo oral , a pesar del empeño, le faltaba mucho que aprender. Aún así no tardé mucho en recuperar la dureza en mi miembro. Nadia observaba la evolución de la felación hasta que volvió a dirigirse a nosotros.

Nadia – No esta mal, sobrinita. Pero para mamadas creo que tu madre y yo te superamos.

Sabina puso cara de circunstancias ante la crítica velada.

Abigail – No le hagas caso hijita. Mi hermana es una gruñona, yo te enseñare a chupársela y dentro de poco te la tragarás enterita.

Nadia - ¿Con que gruñona? Amo, esta esclava dice que tu madre es una gruñona. ¿Vas a hacer algo al respecto? - me dijo con un guiño.

Mi madrastra posó sus manos sobre las nalgas de mi tía y buscando el canalillo abrió ambas colinas dejando al descubierto el ano que vibraba. No había que ser muy avispado para intuir que el cambio de postura me había marcado ponérmela a punto de caramelo. Esa vez fui yo el que me acerque a la mesilla de los juguetes de mi madre y removiendo encontré lo que necesitaba. Acerqué mi cabeza a la retaguardia de mi tía y Nadia paro sus movimientos. Cual soldado en misión tras las lineas enemigas me aposté sobre mi objetivo para estimularlo con un analingus. Abigail recibió agradecida la nueva estimulación sin sospechar cuales eran mis verdaderas intenciones. Su culito no desprendía ningún olor desagradable sino una fragancia delicada señal de que mis putas se habían preparado a conciencia para la reunión familiar. Abrí el bote de lubricante con base de agua e inserté mi dedo índice. Los suspiros se acrecentaron. Mi tía ya era una adicta a recibir por el culo. Me animé con el corazón para aumentar la dilatación. Eso ya puso mosca a Abigail.

Abigail – ¿Sobrino, que estas haciendo?

Yo – Tú tranquila, putita mía. Lo que pretendo es hacerte enloquecer de placer.

Abigail – Tu siempre me vuelves loca.

Los rotaciones estaban dando resultado. Pero conociendo el grosor de mi lanza sabía a la perfección de que precisaba una mayor apertura. El anular se unió a la fiesta. La presencia del dildo reducía enormemente el espacio en su interior con el resultado de un quejido por parte de ella. Que ya un poco asustada, empezó a suplicar deduciendo lo que se le venía encima.

Abigail – No amo mio. No lo hagas, no. Me vas a romper.

Nadia – Nada de suplicas. Eres la puta de mi hijo y mía.

Al fin unté abundantemente mi polla y retire los dedos para endosarsela en todo el culo realizando una salvaje doble penetración por primera vez sobre el cada vez más ultrajado cuerpo de mi tía. Tuve que ser lento y prudente al entrar ya que la polla casi se negaba en entrar en orificio enormemente estrecho. Mi tía se revolcaba entre pequeños alaridos indicativos que no lo estaba pasando bien.

Fue una batalla larga el avance de cada centímetro pero al fin mis pelvis hizo contacto con los glúteos después de un agotador esfuerzo. Mi madre y yo nos quedamos completamente quietos dándole la oportunidad de que se habituara a esa doble invasión.

Abigail - ¡Joder, cabrones! ¡Me vais a destrozar!

Nadia – Eso te pasa por decir que soy una gruñona. Vamos hijo, empieza a darle por detrás que yo me encargo de joderla por delante.

Sabedores de que no era buena idea lastimarla la aceleración fue muy pausada, esperando las reacciones de ella. Poco a poco los gestos de Abigail denotaban un incremento en su excitación hasta que las suplicas pasaron a la otra dirección.

Abigail - ¡Joder! ¡Darme, sin romperme por todos lados! ¡Soy vuestra! ¡Reventarme a pollazos!

Fue la bandera de salida en una carrera loca en que rápidamente mi tía entro casi en un estado catatónico de placer. Inicialmente cantaba sus orgasmos como si fuesen los niños del san Ildefonso en el sorteo de la navidad pero a los pocos minutos ya casi babeaba medio inconsciente. Mi prima empezó a asustarse ante el ímpetu del acto.

Sabina - ¿Mamá estás bien?

Desde mi posición en que agarraba firmemente sus pechos solo pude apreciar como ladeaba levemente la cabeza. No se dirigieron ninguna palabra pero era como si entre ellas supiesen lo que tenían que hacer. Fue en ese momento en el que Sabina fue hacia mi culo y sujetando mis nalgas paro mis movimientos. Me detuve y entonces pasé yo a recibir la caricia de su lengua en mi culo. Por su parte su madre pareció recuperarse y realizando un movimiento marca de la casa activo sus músculos de su recto para masajearme el pene. En pocos segundos como si de una mano con una presión prodigiosa me estirase y relajase el pene. El resultado fue fulminante y empece a correrme gritando como un cordero degollado.

Abigail – Si, te siento. Siento tu rico y caliente esperma en mi interior. ¡Que rico! Creo que me voy a correr otra vez. ¡Oh si!

Empezaba a darme cuenta de que la situación estaba muy lejos de tenerla bajo mi total control. Pero en cierta forma me dio igual. Creo que cuando me vine esa vez vi hasta las estrellas. Si lo que les pedía es que me hiciesen gozar desde luego con ellas había alcanzado el famoso séptimo cielo.

A pesar de que las fuerzas ya casi las tenia agotadas fue lo suficientemente prudente como para no dejarme derrumbar y aplastar a Nadia. Con cuidado me retiré y me tumbé sobre el sofá de enfrente intentando recuperar un poco de resuello, aunque tenía el cuerpo hasta un poco acalambrado. Tampoco era cosa de quejarse, ya que la peor parte la había recibido mi tía, la cual compartía mimos con su hermana.

Decidimos irnos a la enorme cama que habíamos colocado en el dormitorio principal pensando en los juegos que íbamos a realizar en aquel dichoso verano. Curiosamente no hicimos uso de ella para follar en aquella primera sesión de tarde. Pero nuestros cuerpos pedían imperiosamente un descanso . Me tumbe en la parte central rodeado por mi tía y mi madre, mientras el cuerpo menudo de mi prima se engarzó sobre mi. Media adormilados nuestras manos buscaban las pieles de los demás realzando un amor familiar que se estaba desarrollando por una vía lujuriosa, impropia, pecaminosa. Pero de la cual no estábamos dispuestos a renunciar. Después de una larga siesta reparadora nos volvimos a despertar. Necesitábamos acordar ciertas cosas.

Yo – He pensado una cosa. No sé que os parecerá. Pero creo que será lo mejor. Me parecé que no tenéis por que gastar dinero tía en vivir con Sabina en un piso. Si os fijáis bien aquí hay espacio de sobra.

Abigail - ¿Quieres que vengamos yo y mi hija aquí a vivir con vosotros?

Yo – A mi me gustaría, siempre que mi madre este de acuerdo. Así os ahorrarías el alquiler. Además este sitio es muy grande. Esto está muy vacío conmigo y mi madre solos.

Nadia - Fue culpa tuya que echaste al servicio. Yo estoy encantada con la idea. Sois bienvenidas a esta casa. Ya somos una sola familia. Y nuestra idea es ampliarla contigo y Sabina.

Sabina – Si el problema es el servicio, eso lo puedo arreglar yo – dijo con una clara señal de chiste indicando al disfraz que llevaba puesto. Nos reímos todos

Yo – Amada prima, lo del disfraz es un fetiche. En realidad no quiero que te conviertas en un ama de casa o algo por el estilo. Por ejemplo hasta ahora en las tareas de la casa vamos mi madre y yo juntos. Solamente te quiero disponible para follarte cuando me entren ganas, si me dejas.

Sabina – Ya lo sabía. Por supuesto que no voy a tolerar que te hagas a la idea de que te creas que soy tu chacha. Pero con respecto a lo otro, pues ya te he dicho antes que estoy encantada con la idea de que me folles. Me has echo gozar de lo lindo, primito mio. En esta casa tendrás una putita deseosa de aprender. Por cierto, me tenéis que ayudar con eso último que habéis echo. Me da miedo. No sé mama como lo has soportado.

Abigail – Pues no creas, estos dos me han dejado algo escocida por dentro. Pero tranquila, no vas a hacer nada tan difícil de primeras.

Sabina – Pero por lo que me has contado. A Alfredo le encanta el sexo anal.

Abigail - ¡Ay, hija! A Alfredo y a todos los hombres. No te puedes imaginar que todos mis ex me lo pidieron un montonazo de veces. Pero a todos los negué. Pero fijate ahora, querida. Lo he descubierto y me encanta de que tu primo me meta su gorda polla por detrás. Me da que si quieres tener bien atado a tu hombre se lo vas a tener que entregar sin reservas.

Sabina – Pues sea así entonces. Quiero entregarme a ti también de esa forma.

Yo - ¡Eh, quieta parada! ¡Creo que ya es suficiente por hoy! ¡Me parece que esta ya no se va a levantar ni con una grúa!

Nadia – No seas llorica. Estoy más que segura que después de cenar vas a estar con el martillo mecánico a pleno rendimiento otra vez. Sino ya me encargaré yo de él.

Yo – Me estáis empezando a asustar. Creo que a duras penas voy a poder satisfaceros a las tres.

A pesar de que yo era supuestamente el dominante había espacio para las bromas y el buen humor.

Aquella noche volvimos a hacer el amor a cuatro bandas. Al haber tres hambrientas hembras entre mis brazos tenía que reservas mis energías con sabiduría pero afortunadamente el hecho de su bisexualidad permitió que buena parte de las veces se ayudasen entre ellas para darse placer con la ayuda , o no, de juguetes. Al día siguiente nos esmeramos en la perdida de la virginidad trasera de Sabina. Fue muy preparado y casi diría que hermoso. Estuvimos toda la mañana entre caricias y masajes para que el acto cuando llego casi fuese espontaneo. Me sentí lleno de virilidad cuando me dijo que no le había dolido nada en absoluto y eso a pesar de que el calibre de mi arma es de los de respeto. Aquel fue la iniciación a un mundo de polvos cada vez más indómitos.

Durante aquel verano se produjo el acto casi natural de que conecté mejor con mi prima que con nuestras madres. Nuestra relación pasional así como la edad lo hizo casi inevitable. Es por eso que nos buscamos más entre nosotros dos. Pero al mismo tiempo se había creado una relación de dominante/esclava entre mi madre y mi tía. En unas semanas casi se podía decir que convivían dos parejas bajo la misma casa, aunque no por eso las maduritas pedían unirse a nuestros polvos de vez en cuando siendo bien recibidas en el momento que así lo solicitasen. Afortunadamente eso fue una liberación para no tener que follar tanto. Sino iban a matarme a polvos las muy jodidas.

Llego agosto y tras llevar más de mes y medio follando a pelo llego lo inevitable. Había preñado a Sabina. A cualquier chico de mi edad esa noticia sería una catástrofe. Pero conociendo lo afortunado de mi cuna y mi situación económica, la única cosa buena que me ha proporcionado el bastardo de mi padre, fue una gran noticia que celebramos los cuatro como si fuese la mejor de las bendiciones.

El único problema sería el futuro inmediato de Sabina. Sugerí la posibilidad de contratar de nuevo el servicio para que pudiese continuar sin problemas los estudios. A lo que se negaron en rotundo. Dijeron que siendo yo como era sería capaz de follarme a la Au-pair también. Al final Sabina decidió que tomaría un año sabático antes de entrar en la universidad. Luego con la ayuda de nuestras madres llevaríamos la crianza del bebe. Abigail y Nadia tomaron la idea con entusiasmo pudiendo volver a vivir una forma de maternidad.

Lo inesperado sucedió unos tres meses después. Nadia nos comunico la buena nueva también. Sospeché que se había quitado el DIU. Algo que me molestó que no me lo dijese abiertamente. Ni que decir tiene que por eso recibió una temporadita de castigos en forma de solo recibir por el culo. Tuve que parar cuando ya las molestias le impedían caminar. Tal como confesó lo hizo porque ella era la única que no había tenido la posibilidad de tener hijos y al ver a su sobrina las ganas fueron terribles. Tras pedirme perdón la abracé tiernamente confesandole que su hija sería también bien recibido. Oficialmente comentaríamos que fue el resultado de una noche loca resultado de su soledad como viuda en una discoteca.

De esa forma al año siguiente era padre de una niña , María en honor a mi madre biológica, con Sabina y de un hijo , Simón en honor a mi abuelo materno, resultado de mi incesto maternal. Al verlos crecer siento que toda esta locura que provoqué ha merecido la pena. Crimen, chantaje, incesto todo eso fue necesario para que surgiesen mis amados hijos. Que serán los continuadores de mi familia. ¿Vivirán de una manera parecida a la que yo vivo? ¿Cuando lleguen a ser mayores querrán unirse a nosotros a nuestra peculiar manera? Quién sabe. Lo que estoy seguro es que no seré tan miserable con ellos como lo fue mi padre.

Fin