La usurpadora (5) Madrastra y esclava
Alfredo ha conseguido someter bajo chantajes a su madrastra. Este sigue disfrutando de su sumisión teniendo un sexo cada vez más duro con ella. Pero eso no es suficiente para él de forma que desea seguir llevando su venganza más allá aunque implique la destrucción de su familia. Filial, Dominación
Madrastra y esclava
Había sido un sueño muy reparador y sentía un curioso cosquilleo en mis partes bajas. Mi cerebro empezó a reaccionar y poco a poco me despeje. Una cálida y húmeda sensación subía desde mi pene. Era una lengua que jugueteaba con mi polla habiendo conseguido ya una dura erección. Levante la sabana y confirme la más que obvia sospecha. Mi madrastra estaba actuando de delicioso despertador.
– Así da gusto empezar la mañana
Nadia solo pudo responder con un gorgoteo impronunciable y sinsentido. Su mirada se fijo en mi y dejaba clara la pasión con la que ejercía aquella felación matutina. La mamada no era tan salvaje como la de otras ocasiones sino más íntima, más delicada, con cariño y entusiasmo. Al contrario que en otras ocasiones no quise convertirlo en una irrumatio y me deje hacer. Por sus suspiros y el enrojecimiento de su cara disfrutaba casi tanto como yo. El hecho de que fuera ella la que me proporcionase de motu propio mi placer fue un extraordinario símbolo de aceptación por su parte.
Desde luego lo que puede decirse es que mi madrastra es una virtuosa en el arte de la felación. Conocedora de que la parte más sensible reside en el frenillo donde no paraba de darle delicadas atenciones con su sinhueso. Repasando el glande para dejarlo con brillo, recorriendo como si fuera una paleta de un polo de arriba a abajo todo lo largo. Lamiendo con presteza mis testículos con gestos de adoración, todo acompañado de adecuadas masturbaciones. A mi me gusta que la paja sea fuerte y ella no dudaba en darme fuertes y rápidos apretones con sus manos. Una vez que mi excitación ya estaba bien alta dedicarme el premio gordo de embutírsela hasta la garganta. Seguía costándole bastante y provocandole ligeras nauseas con resultando de deliciosos gorgoteos sobre mi pene que me hacían temblar de placer y inundármelo de babas que mejoraban la lubricación. Al ver con más detalles sus ojos parecían llorar levemente seguramente por el acto reflejo de la arcada. Todo aquel sacrificio es pos de mi placer me llevo rápidamente a mi clímax.
- Toma , si , toma , si , ahí va todo tu desayuno. Deja bien limpio el plato.
Esta vez no hice ademán de sujetarle la cabeza y espere su reacción. Y mi madrastra esclava no me decepcionó. No se aparto y recibió toda mi lechada en la boca con alegría por su parte. Oiba los claros sonidos de las tragadas que parecían ser con cierta dificultad y sin dejar de mimarme no paro de repasarme con la lengua hasta dejarme mi polla brillante y reluciente. Tal como ya se estaba convirtiendo en nuestra maravillosa costumbre abrió su boca enseñando que no había ya ni el más mínimo resto de mi semen el cual ya estaba ya en su estomago.
Nadia – Gracias por el desayuno. Amo mio. Ahora vístete. Se buen chicho y vete a clase.
Yo - Esta mamada me tendrá aliviado por un rato. Pero no se si podré aguantar por seis horas. ¿Sabes una cosa? He encontrado un cuarto junto al gimnasio del instituto. Siempre esta solitario. He pensado. Si podrías venir a aliviarme en el descanso de las 11:30.
Nadia – Estás loco Alfredo. ¿No te resulta suficiente con las jornadas maratonianas que nos pegamos todos las tardes? ¡Eres insaciable! Pero Alfredo. Eso es tremendamente imprudente, como nos descuidemos nos podrán sorprender. ¿Te imaginas si sorprenden a madre e hijo follando en el instituto ? ¿ Te imaginas el escándalo ?
Por supuesto no formaba parte de mis planes en esos momentos tomar riesgos inútiles. Pero mi idea era otra.
Yo – Aún así me pones mucho y me paso gran parte del día con el pene erguido por tu culpa al pensar en ti. No sabes lo comprometido que es eso. Ya he oído algunas risotadas por parte de compañeros.
Nadia - ¡Ay! Pobrecito. - dijo con un claro deje cariñoso.
Yo – La única manera es que vengas en mitad de las clases para aligerarme un poco la tensión.
Nadia – Te lo ruego. Es una locura. No lo podemos hacer. Cualquier cosa menos eso.
Yo – Bueno. Podría intentar un gran esfuerzo de contención pero a cambio de algo.
Nadia – Dime ¿Que es lo que quieres?
Yo – Estaba pensando, que a cambio de mi sacrificio tú podrías hacer otro sacrificio.
Nadia – Ve al grano que se te hace tarde.
Yo – Deseo practicar el sexo anal.
Nadia quedo petrificada ante mi petición.
Yo - ¿Tan malo es?
Nadia – Bueno … malo … me da un poco de miedo.
Yo - ¿Mi padre no te daba por culo? - le pregunté sorprendido
Nadia – Si … y era muy insistente.
Yo – ¿Y te opusiste?
Nadia – No , ninguna vez. Yo era su mujer y me encantaba satisfacer sus caprichos. En cierta forma él usaba mi trasero a su antojo y por la de veces que lo hicimos era posiblemente la práctica más placentera para él.
Yo - ¿Me concederás entonces a mi ese honor?
Nadia – Si …- dijo con un claro mar de dudas al mirar mi pene. - solo te ruego que me des un tiempo.
Yo – ¿Y por qué?
Nadia – Amo mio , te prometí mi cuerpo y no renuncio a mi promesa. Pero tu arma es muy grande y hace mucho que no me entra nada por ahí. Sin la adecuada preparación me producirás un daño terrible.
Me encogí al escuchar su explicación y la abrace con ternura.
Yo - De acuerdo. Haz lo que tengas que hacer. Soy paciente.
Nadia – Gracias mi señor. Y por favor. Marchate ya.
Al fin me marche al instituto y asistí a las clases. Estas transcurrieron con normalidad salvo por el detalle que mi relación con mi prima Sabina cada vez era más cerrada. Durante aquellas semanas tuvimos conversaciones muy diversas centradas en nuestros gustos y demás. Era curioso que apenas nos habíamos prestado atención en varios años de compartir instituto y ahora en el último curso antes de entrar en la universidad descubrimos en aquel familiar una persona de gran interés. Era obvio que Sabina mostraba mucho más por mi que yo por ella. Su mirada embelesada en el que ya no dudaba en darme sutiles caricias en la cara por una supuesta mancha que tenia en la cara al desayunar. Ella no dejaba de ser una chica como cualquiera de las de su edad en los últimos pasos de la adolescencia, apunto de cumplir los 18 años. Aún con ciertos pájaros en la cabeza y enamoradiza pero al mismo tiempo dando muestras de madurez cuando era preciso como cuando era algo relativo a su familia. Nuestros gustos tenían ciertos puntos en común y las discrepancias en las usuales relativas a nuestros distintos sexos. Por ejemplo que le gustasen las películas románticas y a los típicos grupos musicales de boysbands eran ligeramente irritantes aunque tolerables. Aunque por supuesto que yo le diera largas y tediosas charlas sobre como estaba evolucionando el holding Sánchez no parecía seguirlo con especial entusiasmo. Estaba claro que no era el tema adecuado para el que ligar con una chica pero en ese momento Sabina no terminaba de verla más que como mi prima no carnal. Lo que se denomina un típico caso de deformación profesional.
Al terminar las clases volvía con ansiedad a mi hogar. Sabía lo que esperaba y como se suele decir no dudaba en aprovechar de estar en la flor de la vida y que no tenía que hacer uso de ningún estimulante adicional más que el atractivo cuerpo de mi madrastra para desear saciarme con ella una y otra vez. De todas formas al abrir la puerta ella me esperaba con igual premura que la mía mostrando rápidamente su cuerpo.
Yo - ¿Sabes con que vamos a empezar esta tarde, putita mía?
Nadia – Dime mi amo.
Yo – Te voy a comer ese coño tan bonito que tienes.
Nadia – Siiiii
Mi madrastra se agarra a mi cuello y en un estado de locura la lleve al sofá más cercano donde la lance y ella abrió sus piernas ansiosa de recibir mis caricias. Como era de esperar ya estaba espesito cuando mi lengua se poso en su cueva.
Yo – Esto es un rio y apenas te he tocado.
Nadia – Siiii …. Sigue …. Sigue
Yo – So guarra. Confiesa. ¿Cuantas veces te has abrillantado tu perlita esta mañana?
Nadia – No lo sé. No me acuerdo.
Yo – Me lo puedo imaginar. Tu rogándome que me aguante. Y tu aquí como un putón desorejado dejando la casa llena de babas.
Nadia – Pero nada como tu lengua . Ahí . ¡Sigue!
A base de practicar poco a poco iba dominando la técnica para reventar a placer a la cochina de mi madrastra. Afortunadamente tenía un clítoris bien resaltado y fácil de localizar con lo cual dándole sorbetones , lenguetazos a distintos ritmos e incluso ligeros mordisquitos se me derretía. Pero una buena forma de acompañarlo todo era introduciendo ligeramente un dedo en su ya más que encharcado coñito y hacerle unos movimientos coitales. Sabía de la existencia del famoso punto G y estaba empeñado en localizar el suyo. Aquel día introduje un elemento más en la ecuación baje con mi lengua al agujero prohibido y suavemente juguetee con su ano.
Nadia – No mi señor... no … ahí no.
Yo - ¿Que, te gusta?
Nadia – Ohhhhh siiii
Yo – Sabia que a ti te iba la marcha. Pues espera que te meta la tranca.
Nadia – No aún no. Por favor . Todavía no.
Yo – Como quieras. Pero venga guarra. Córrete so puerca.
Nadia – Si , si , si
Por un momento Nadia llevo sus manos a mi cabeza y me la inserto en su entrepierna evitando que pudiese evitar de dejarle de suministrarle placer en ese glorioso instante en que su cuerpo temblaba de arriba a abajo. Su orgasmo estaba siendo fuerte y largo y no paraba de lanzarme su miel en la cara que yo gustosamente no paraba en degustar. Aflojo la presión y al fin me pude soltar para poder respirar con más comodidad. Su mirada parecía ida. No había que estar muy despierto para saber que le había provocado el mayor momento de placer desde que estábamos juntos.
Deje que se recuperase y me deleitaba con su sonrisa de oreja a oreja y esa mirada tonta postorgásmica.
Yo - ¿Te ha gustado?
Nadia – Si, me ha gustado – me dijo acariciando mi pelo.- ¿Te ha gustado el tentempié?
Yo – Me encanta el vino gran reserva de la cosecha del 88. Fue un gran año. ¿No?
Nadia – Tonto – acompañado de un tierno beso
Yo - ¿Has sido un pelín ruda? ¿No?
Nadia – Cierto . Supongo que será tu culpa. Me estarás pervirtiendo.
Yo – Aún así te voy a castigar un poco por lo que acabas de hacer. No te preocupes. Te va a gustar el castigo. Pero te hará recordar cual es tu lugar en nuestra relación.
Nadia – Ya me imagino de que se va a tratar. Pero antes de eso será mejor que recobremos fuerzas. Me he tirado gran parte de la mañana cocinando.
Yo - ¿Que hay hoy?
Nadia – Sopa de verduras y pollo a las finas hierbas.
Yo – ¡Hmmm! Bon apetite!
Nadia – Jajajaja , que burlón eres.
Yo – No puedo evitarlo . Me encanta hacerte sonreír.
Nadia – Si pero que no se te olvide que luego tú te encargarás de limpiar los platos. Eso es cosa tuya.
Yo – A sus ordenes, mi sargento – hice con ademan militar
Aquel atisbo de deseo de dominación por parte de ella me dejo pensativo. Creí conveniente de que era el momento de pasar a la siguiente fase de mi plan.
Nos dispusimos a disfrutar del almuerzo con tranquilidad. Tal como habíamos pactado mi educación seguía estando bajo su criterio y entre ello incluía aprender todas las labores de casa. En ciertos momentos me arrepentí de haber despedido a todo el servicio pero el precio a pagar por la intimidad y así poder comer con tu madrastra delante sin absolutamente ninguna prenda que le cubriese su cuerpo. Hacer la colada, planchar, cocinar eran labores que compartía con ella a cambio de poder deslumbrarme con su cuerpo continuamente, esa situación le producía sensación de indefensión. Era precisamente lo que quería, marcar bien claro mi dominio y lo hacía aún más cuando prácticamente en cualquier lugar de la casa ella se convertía casi en una muñeca objeto de mis sobeteos. Especialmente sobre sus glúteos y pechos que no tenia ningún reparo en cogerlos con fuerza. Disfrutando de su tersura, de su suavidad, deleitándome con la sensación de su esponjosidad. Nadia protestaba de vez cuando por ser objeto de tanto acoso rogándome un poco de aire. Pero las hormonas estando en el apogeo de mi edad no estaban para atender a sus ruegos. Lo cierto es que ella disfrutaba cuando me aprovechaba de ella y en poco tiempo empezaba a gemir y colaborar con mis acciones. Ofreciendo ya su boca o ya su vagina para que me desfogara. No os podéis imaginar el morbazo de ver alguien como mi madrastra con el sombrerito de una sirvienta francesa tirarse al suelo, abrirse de patas y con sus manos abrirse los labios vaginales y decirme con una voz provocativa “Tomame, usa mi cuerpo como desees.” El resultado es fulminante, lanzarme encima de ella y follármela como un animal , revolcándome sobre su cuerpo dándole unos señores puyazos con mi polla sobre su coño sin el menor atisbo de piedad. Mientras la inmovilizo las muñecas. Ni que decir tiene que la excitación de esa primera vez del día es tremenda y apenas puedo aguantar gran cosa y la verdad no me importa. El mejor momento siempre es la eyaculación y como le relleno esa vagina con mi esperma. Aunque ella no se corra el recibir mi caliente simiente lo recibe siempre con gran satisfacción.
Tras un cuarto de ahora me entran ganas de hacer otro asalto.
Yo – Ponte a cuatro patas, perrita
Ella sumisamente me obedece y puedo tomar su cadera como punto de sujeción. Volví a tomar una de sus brazos y lo pose en su espalda para sujetarla. En un acto de rendición ella bajo la cabeza y subió la pelvis.
Yo – Así me gusta. Como una perra. Eres mi puta , mi perra. Toma, toma.
Esa tarde estaba obsesionado con inmovilizarla. Quería hacerle sentirla absolutamente indefensa ante mis deseos. Nadia lo disfrutaba con claros gemidos.
Nadia – Si soy tuya. Tu perra , para que te la folles cuando quieras. Mi coño es un deposito para tu semen. Échame tu leche.
El lenguaje sucio fue un buen acicate para que nuestros orgasmos casi se solaparan. Pude notar como su vagina se comprimía deliciosamente sobre mi pene al correrse ella.
La tercera vez que fui en pos de ella ya tuve que dejarme un poco más de tiempo pero no quería desperdiciar ni un solo momento y que mis glándulas seminales no parasen de producir. Ya un poco más agarrotado sobre un sofá le indique que me la mamará y con suavidad me terminó de endurecerme. Ahora deje que ella se cabalgase sobre mi polla. Ese polvo mucho más largo y lleno de besos de romanticismo. Mientras ella apoyaba sus dos pies a cada lado de mi variando en diversas posturas de amazona. Mis manos se posaban en su pechos que acariciaba con más dulzura y ella con su mano masturbaba su clítoris. Parecía que una de las posturas encontró la forma de que mi pene apretase su punto G ya que alcanzó 3 o 4 veces el orgasmo con una lubricación vaginal que me manchaba hasta los testículos. En esa ocasión aguanté bastante, más de media hora. El resultado de estar bastante satisfecho. Pero cuando ya me acercaba mi corrida volví a buscar sus muñecas y se las sujete con fuerza. Ahora era yo el que empujaba con mi pelvis hacia arriba y ella dando saltos. Un gemido grave y prolongado y lo poco que me quedaba de leche fue a parar otra vez a su ya más que inundada vagina. La solté y plácidamente pude disfrutar como su boca recogía golosamente los restos en mi polla y de como con su mano recogía lo que sobresalía de su vagina para llevárselo a la boca. Un gesto que no podía evitar corresponder con una suave caricia en su rostro que ella recibía agradecida.
Nadia – ¡Auch! Me duelen las muñecas. Vaya manía que tienes hoy con sujetarme.
Yo – Tal como te dije antes es tu castigo.
Nadia – Si mi señor – me dijo dándome un tierno beso a mi polla – hay que recordarle a tu esclava que esta para tu placer. Y no al revés. No volveré a sujetarte la cabeza cuando me comas el coño.
Yo – Porque las perras malas se quedan sin que le coman el coño.
Nadia – Noooo – me rogó con un falsete de súplica.
Yo - ¿Como te has sentido al hacértelo así?
Nadia – Me ha encantado.
Yo – ¿Y eso?
Nadia – En cierta forma has hecho realidad una pequeña fantasía que tenia. De que me violasen. Me sentía indefensa. Ultrajada. Y eso me has puesto berraca.
Yo - ¡Que rara eres!
Nadia - ¿Y tú, está claro que a ti también te ha gustado mucho? ¿Que motivo hay detrás?
Me quede mirando sus ojos curiosos durante unos segundos. No estaba muy seguro de que contestar a aquello. Respiré hondamente y aposté por sincerarme, al menos parcialmente.
Yo – Verás es un poco complicado de explicar pero si hubiese un motivo te diría que es mi padre.
Nadia - ¿Tu padre?
Yo – Si, mi relación con él y también mi madre con él no fue precisamente buena. Recuerdo la cantidad de bofetones que nos daba a ambos. Especialmente a mi. Le he dado muchas vueltas a su comportamiento y porque la tomo conmigo. Te puedo garantizar que yo no era mal chico pero para mi se convirtió en un ogro desde que tengo memoria. Quizás el hecho de que mi madre me prestase tanta atención él se sintió apartado y en una especie de celos insanos me tomo como un rival a pesar de mi corta de edad.
Nadia – No me dio esa sensación cuando fuimos una familia.
Yo – Lo sé, lo sé. Quizás es que simplemente encontró en ti una forma de desfogar sus bajos instintos.
Nadia – Si, pero ¿Eso que tiene que ver con tu forma de follarme?
Yo – No puedes imaginar la de años que viví con una frustración espantosa bajo su yugo.
Nadia – Entonces, lo haces por venganza.
Yo – Al principio si. Si tú eras el objeto de su deseo yo ahora tomaba su objeto de su deseo. Si me ve allá en el infierno esto le joderá más que las llamas.
Nadia – Hijo . Ahora te hablo como madre. No pongo ningún pero a que follemos como conejos y como tú quieras. Pero ese tipo de pensamientos son autodestructivos. No te harán ningún bien.
Yo – Eso es muy fácil de decir.
Nadia – Cariño. Debes dejar paso al perdón. ¿No me has perdonado a mi?
Yo – Si te he perdonado. ¿Pero que pasaría si yo te enseñase una cosa sobre alguien a quien quieres que te haría cuestionarte ciertas cosas?
Nadia – Hablame claro. ¿De que estás hablando?
Yo – ¿Recuerdas cuando fuimos al testamento de mi padre? Tu hermana se comportó de una manera extraña. ¿Cierto? ¿He averiguado por qué?
Nadia – ¡Dejate de rodeos! – me grito casi suplicándome – dime que narices pasó.
Yo – Tengo un video que quiero veas y no sé si mantendrás ese discurso acerca del perdón.
Fuimos a la tele y puse un DVD que tenía preparado. Era de un archivo relativo a hacia 9 meses atrás. Mire fijamente sus reacciones , primero incredulidad , luego estupor y por último furia.
Yo - Madre , he ahí el motivo. Tía Abigail creía que iba a formar parte de la herencia porque se beneficio a mi padre. Se lo estuvo follando. Y ya sabes que donde ella ponía el ojo ponía la bala. ¿Cuanto te apuestas a que el cabrón de mi padre pensaba en divorciarse de ti porque había sido la siguiente victima engatusada por la tela de araña de tía Abigail? Ya sabes que por esas fechas ya estaba divorciada otra vez y arruinada. En busca de presas y en vista de que ya no era tan buena cazadora como antes lo intentó con algo más cercano. Como su cuñado.
Nadia - ¡Maldita cabrona!
La mirada de Nadia era en esos instantes era como la de Medusa petrificando a los incautos compañeros de Perseo. Una vez más lo había hecho. El amor me había abierto una ventana con Sabina con la que podía aspirar a una vida normal y decidí abrirle las puertas al caos.
Continuará … Recordar que los comentarios son bienvenidos.